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Capítulo Dieciocho : No terminará en Felices para Siempre


La niña estaba sentada en el pupitre del salón de clases pensando en las vacaciones que tendría con su mi familia en diciembre. ¡Irán a Disney! ¿A qué niña de 11 años no le emociona la idea? La pequeña Micawell mira por la ventana. Afuera sigue el mismo panorama que en el verano. En la isla es normal que a principios de octubre sigan las hojas secas y la misma calor insoportable. Observa con atención a los pájaros que vuelan en lo alto. Realmente deseaba que el tiempo pasara deprisa... Odia la escuela en la que sus padres la han matriculado. Tal vez era el hecho de que no tenía amigos y todos la miraban como un insecto raro. Ella solo quería jugar y los demás la rechazaban. ¿Por qué? Ella no tenía ni la más mínima idea. La realidad era que todos se sentían intimidados y claramente estaban influenciados por sus progenitores. En cualquier escuela pública, las diferencias y apariencias no existirían, al menos así lo creía Micawell. En este colegio privado, los niños desde muy temprana edad estaban influenciados, sugestionados... Digamos que muchos adultos hacían que los niños optaran por el rechazo hacia quienes ellos entendían debían ser repudiados. ¿No se supone que los infantes jueguen sin estereotipos, importándoles muy poco las apariencias y clases sociales? No es un secreto el que la familia Micawell es envidiada por muchos de los padres del consejo escolar y que estos prohibían terminantemente cualquier junte con la privilegiada hija del señor Micawell. Por tal razón, ella no tenía amigos, al parecer, desde muy chica ya estaba predispuesta a sentir la soledad...

Estando sumergida en los pensamientos que solo una niña de 11 años puede tener, la puerta del aula se abre. Un niño flacucho y aparentemente tímido se asoma por el umbral, seguido de, seguramente, sus padres. Los ojos del niño se encontraron con los de Kayla Micawell.

Todo comenzó con una hermosa, cálida y genuina sonrisa. A partir de entonces, ambos niños se volvieron inseparables... Ya no sentía soledad gracias al pequeño y flaco Ryan Rodríguez.

KAYLA

Sonrío al recordar la primera vez que vi a Ryan. Su sonrisa me inspiró tantas cosas, desde ternura hasta confianza. Inhalo y dejo salir el aire de mis pulmones. En mis ojos ya no hay lágrimas, pero el vacío en mi pecho sigue ahí. Ryan se ha ido... Ya no escucharé el sonido de su risa, ni sus chistes en doble sentido... No habrán más consejos ni mensajes de aliento. Miro hacia lo que fue nuestra vida juntos; pienso en todas las veces que me abrazó, en las borracheras, en los líos en los que se metió... Ahora añoro todo eso, aunque en ese momento me sacara canas verdes. Todavía me cuesta creer que estoy frente a su féretro aquí en el cementerio. El lugar está a reventar, y no es te extrañar, pues Ryan era querido por muchos. Nathan está detrás de mí con su mano apoyada en mi hombro. No me ha dejado sola en ningún momento y se lo agradezco con todo mi ser. Mientras el sacerdote habla, de fondo se escuchan los sollozos de algunas de las personas presentes. Una vez que termina de hablar es el turno de los que deseen hacerlo. No tenía ánimos de ello, pues casi no puedo articular palabra debido a mi llanto, que ahora mismo no cesa. La madre de Ryan lo hace primero. Ni siquiera presto atención a sus palabras, pues estoy concentrada en el dolor que siento. En cinco minutos más me ofrecen el micrófono, y yo realmente vacilo, pero al final accedo. Miro el ataúd de mi mejor amigo, respiro profundo y realmente no sé qué decir. Las palabras ni siquiera son para él, pues él está muerto y no me puede escuchar. Creo que nos otorgan esta oportunidad como método de desahogo y consuelo hacia nosotros mismos. En entierros pasados había visto cómo individuos se despedían de la persona dentro del ataúd, y se notaba que no eran palabras reales ni genuinas, que solo eran por apariencias y que las decían solo por decirlas. Yo no quiero sonar así... Me armo de valor y digo sintiendo cada palabra en mi ser:

— Hoy enterramos tres metros bajo a tierra a quien fuere el mejor hombre y amigo que me he podido topar en la vida. No sé para dónde se ha ido esta alma pervertida— todos ríen—, pero sea donde sea, espero volver a verle algún día, así sea como angelito o como diablillo. Ya me puedo imaginar al condenado pervirtiendo a todos en el paraíso. Y si se convierte en un angelito, bueno, creo que sería mi ángel personal y sería el que vele mis polvos— se escuchan carcajadas—. Sin bromas, Ryan llegó a mi vida en un momento en el que me sentía muy sola... Llegó y se convirtió en mi cómplice de travesuras, si lo sabrá doña Rosa— miro a la mamá de Ryan y ella sonríe melancólica—. Llegó para llenarme de risas y chistes en doble sentido. Para dañarme la mente con perversiones sexuales y ligar conmigo todo hombre sensual que se pasara delante nosotros. Ryan José era el que me decía las cosas sin anestesia, el que me decía la verdad sin importar qué, quien me aconsejaba... Nunca faltó un abrazo, un beso o unas palabras de consuelo. Estuvo conmigo en los momentos más difíciles de mi vida...— antes de continuar doy un enorme suspiro—. Él era simplemente Ryan, único y especial, como el solo. Me duele mucho decir la palabra "era"; realmente es difícil de asimilar. Ya no estará conmigo para emborracharse, para cantar y bailar imitando a Britney...— exhalo profundamente—. Perdió la batalla contra el cáncer, pero, al menos, ya no habrá más dolor ni falta de oxigenación, y eso me tranquiliza. Lo voy a extrañar mucho, pero hoy lo despido con la esperanza de volverle a encontrar... Hasta luego, mejor amigo.

Las lágrimas descienden y para mis adentros digo sé que te encantó el discurso bestie.

¿Por qué la parte más difícil y dolorosa es cuando el ataúd está descendiendo? Y para rematar una canción, que el único propósito es añadirle dramatismo, se escucha de fondo. Todos lloran, incluyéndome. Creo que ya sé porqué es la peor parte. Aquí es cuando enfrentamos la realidad, cuando nos damos cuenta de que, en efecto, el muerto no saldrá a decir "Es una broma, no soy un cadáver."... Es aquí en donde realmente despedimos a alguien que nunca más volveremos a ver... Es aquí en donde los recuerdos te atacan... Es aquí cuando el dolor se apodera con más ahínco y nos damos cuenta de que de verdad está pasando y no es una cruel pesadilla.

Treinta minutos después solo quedamos frente a la tumba los padres de Ryan, Bernabé, Nathan y yo. Jonathan me abraza mientras miro por milésima vez el nombre de Ryan impreso en la placa. Se ha ido...

— Mi amor, va a llover, tenemos que irnos.

Asiento con la cabeza. Me despido de los padres de Ryan y de Bernabé con un fuerte abrazo.

— Kayla, Ryan te amaba demasiado... Y, bueno... Estaba feliz por ti y porque hayas encontrado al hombre ideal...— dice Bernabé mirando a Nathan. Después de unos segundos en silencio añade—: Por favor, no dejes de visitarnos y eso... Sabes que eres de la familia.

Lágrimas bajan por mi mejilla. Le doy un último abrazo y me volteo para irme. Camino agarrada de la mano de Nathan. Ya en el auto me doy cuenta de que no he llamado a Fernando para decirle. Lo había olvidado por completo. Creo que lo llamaré cuando llegue al apartamento.

—¿Qué harás Jonathan?

— No sé, ¿quieres que me quede contigo o prefieres ir a mi apartamento?

— No. Trae tus cosas y ven a mi apartamento.

— Bien, te dejo en tu apartamento, voy a mi oficina a resolver un pendiente, recojo ropa en mi apartamento y regreso junto a ti. ¿Te parece la idea?

— Está perfecto... No comas fuera; prepararé la cena.

Jonathan toma mi mano y la besa. Doy un enorme suspiro y volteo mi cara hacia el cristal del carro. Miro melancólica el cementerio que dejamos atrás...

— Todo estará bien, Kay... Estaré contigo. Sé que no hay forma de traer de vuelta a Ryan, pero yo estoy contigo. ¿De acuerdo? Sabes que te amo.

— No quiero perderte a ti también...

— Ya habíamos hablado de eso... Sabes que mientras respire me dedicaré a hacerte feliz y ahuyentar los demonios... Así como tú haces conmigo.

Sonrío con ternura y le doy un suave apretón de manos.

Llegamos frente a mi edificio. Nathan y yo nos despedimos con un suave y prolongado beso. Después de todo esto me cuesta alejarme de él... Lo quiero cerca, en un lugar seguro solo para mí... Pero él tiene que resolver algo en el trabajo, no quiero ser egoísta. Además, son solo unas horas... Le doy un último beso y le digo:

— Te amo, Nathan.

— Yo también te amo, Kayla.

Doy un profundo suspiro y me bajo del auto. Subo el ascensor y llego hasta mi puerta. Antes de abrirla, el dolor y el vacío en mi pecho me atacan... Sin Nathan a mi lado, y con la muerte de Ryan, entrar a mi apartamento sería devastador. Odio sentirme sola... Me recuesto de la puerta y comienzo a llorar a caudales. Deslizo mi espalda por la puerta y una vez toco el piso, coloco mi cabeza entre mis piernas. Lloro por unos minutos hasta que por fin me calmo , me incorporo, y decido entrar.

Abro la puerta, e inmediatamente que lo hago pego un grito ensordecedor. Maldita sea. Fernando está parado en la sala de estar.

— Mi amor, no quise asustarte. Solo quería darte una sorpresa.

Cuando logro salir de mi estado de shock, hablo.

— Al menos podías haber avisado, caray—digo con la voz alterada porque aún no me recupero del susto.

Fernando se acerca a mí y trata de besarme, pero no soy capaz de ello, así que volteo la cara.

—¿Qué pasa?— Me pregunta.

—¿Qué haces aquí?— Pregunto nerviosa.

— Vine a verte... Te extrañaba demasiado. ¿Qué te pasa? ¿Estabas llorando? ¿Por qué no he sabido de ti en tres días?

— Demasiadas preguntas Fernando. Todo se resume en que... Mi mejor amigo ya no está en este mundo.

—¿Qué? ¿Por qué no me llamaste?

— Porque... Porque he estado demasiado triste, ocupada y haciendo mil gestiones para lo del funeral y todo eso...

— No es excusa...

— Lo sé... Discúlpame.

— Está bien...

— Y... Y.. ¿Qué haces aquí?— Pregunto con obvio nerviosismo.

—¿Qué pasa? ¿Por qué estás nerviosa?  Ya te dije que te extrañaba.

No me había dado cuenta de que no había mirado a los ojos a Fernando hasta ahora. Alzo la mirada y nuestros ojos se encuentran... Hay un poco de cinismo y señalamiento en su voz.

— No estoy nerviosa, es solo que han sido unos días difíciles... Ya sabes... Y estoy cansada.

— Preciosa, te he extrañado tanto... Dame un beso.

El roza mis labios y trata de invadir mi boca con su lengua. No puedo resistirlo, y lo aparto poniendo mis manos en su pecho.

— No es el momento, Fer.

— No nos hemos visto en semanas y ¿no puedes darme un beso de bienvenida?

— No... Es solo que... De verdad, perdóname, pero no me siento bien...

¿Debería decirle la verdad ahora? Sí, debo hacerlo... Nathan viene más luego para acá... ¿Espero a que él llegue para explicarle los dos juntos? Decido tomar el riesgo sola... Fernando es muy bueno y sé que entenderá.

—¿Tanto espectáculo por darle un beso a tu novio?— Pregunta y no sé porqué siento todo esto incorrecto.

— Sobre eso... tenemos que hablar.

— Me parece bien porque yo os tengo que decirte algo... Más bien mostraos algo.

—¿Qué cosa?— Pregunto más allá de li curiosa y nerviosa.

En el rostro de Fernando se dibuja una sonrisa ¿cínica? Se voltea y va en busca de algo. ¿Qué es? No sé... En unos segundos más, llega con algo en las manos. ¿Una revista? Lo miro extrañada.

—Quiero que me expliques esta mierda, Kayla Micawell.

—¿De qué hablas?

Fernando tira la revista a mis pies y yo la recojo con manos temblorosas. Dios, el alma se me va a los pies cuando leo el titular: "Micawell y Agosto, ¿juntos?" seguido de una foto mía y de él en... ¿Downtown? Mierda, mierda y más mierda.

— Fernando... Yo...

—¿Tú qué? ¿Qué me vas a decir? ¿Que me has estado engañando todo este tiempo? ¿Que soy un auténtico cabrón?

— Escucha... Yo... Yo...— lágrimas bajan sin poder evitarlo—; perdóname. No quise engañarte, pero a ese hombre lo amo... Y quería decirte... Estaba esperando a que volvieras. No quería que te enteraras así.

—¿Que tú qué? ¿Y quién he sido para ti todo este tiempo?— Nunca había visto a Fernando así de molesto y para ser sincera, me asista sobremanera.

— Yo creí haberlo superado... Te puedo contar la historia completa... Cuando yo me fui de aquí yo...

– Ahórrate el discursito barato que ya me lo sé... Ya me sé la patética y romántica historia de amor entre tú y el pendejo ese.

—¿Qué? ¿Cómo?

Fernando ríe y de repente una silueta sale detrás del umbral que conecta a las habitaciones.

— Yo se la conté. Cariño, deberías considerar redactar un libro de su patética historia de "amor"... Al fin y al cabo está llena de lo que le gusta a la gente; pura mierda... Solo que esta es mejor porque no terminará en "Vivieron felices para siempre..." Yo personalmente me encargaré de ello, zorra barata.

Mi corazón comienza a martillear frenéticamente. Esta mujer no parará hasta destruirnos... ¿Por qué Fernando está tan tranquilo? ¿Por qué se miran con complicidad? El miedo se ha apoderado de mí por completo....

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Fuck, fuck, fuck.... ¿Por qué no pueden dejar ser feliz a Nathan y Kayla? Ptfff :( ¿Qué tendrán planeado este par de buitres? Yo no sé, pero pendientes al próximo capítulo...

Como saben todas las semanas escojo al Lector/a de la Semana... Esta persona es una seguidora fiel y siempre me hace sonreír con sus comentarios... Recuerdo el primero que hizo en toda la novela "Sigue cabronaaa. Sube otro." XD En el capítulo anterior fue la primera en regalarme una estrellita... Así que...

Señores y señoras, directamente desde Costa Rica,

la Lectora de la Semana es...

¡nemphilinestupido !

¡Enhorabuena! Tu premio es... Escoger qué situación quieres que se presente de la historia en el próximo capítulo. Ejemplos: un recuerdo de la niñez de Nathan o Kayla, lo que pasó cuando Nathan viajó a ver a su hermana... Lo que pasaba por la mente de la mamá de Nathan... Cosas así... Algo que hayas leído en el libro y no sabes cómo y qué fue lo que pasó desde el punto de vista en primera persona de X o Y personaje. ^.* ¿me expliqué bien? xD

Un mega aplauso para esta fiel seguidora que me lee desde Costa Rica... 👏👏👏👏 y muchos besos 💋💋💋💋💋😘😘😘

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