Capítulo Catorce: Adán y Eva en el Paraíso
KAYLA
Abro los ojos, y sabe Dios qué hora es; mi celular está descargado y también el de Nathan. Sonriendo volteo mi cara para observar al maravilloso hombre que está durmiendo a mi lado. Todo lo que pasó en una sola noche fue increíble. Me siento una mujer libre, feliz, sin miedo... y todo por el dios de ojos verdes que amaneció junto a mí. Le confesé a Jonathan lo que esos amigos me hicieron... Sí, ahora puedo recordarlo tranquilamente sin que me duela... Creo que anoche los perdoné; si no me duele es porque realmente lo hice. Una vez leí que perdonar no es sinónimo de olvidar, sino de recordar sin que te duela... No sé desde cuándo ellos sabían que yo era hija del señor Micawell, pero de que lo supieron antes de que yo se los dijera, eso es un hecho. Esos amigos iban seguido conmigo a retirar dinero de mi cuenta corriente en el banco en los cajeros automáticos. Ellos habían visto mi número secreto muchas veces, pero no me importaba porque yo confiaba en ellos. Ese día compraron una droga muy fuerte y la pusieron en mi bebida; por eso todo se me volvió negro... Al otro día desperté, como le conté a Nathan, en un basurero. Rodrigo, Alberto y Ashley, me robaron mi tarjeta y fueron al banco a retirar a mi nombre esa cantidad de dinero. Cuando me enterré del robo, supe el porqué Ashley se había pintado el pelo igual que yo; ya estaba planeado hacerse pasar por mí. La verdad, guardábamos cierto parecido físico. Luego de un tiempo, cuando los procesaron por robo y también por robo de identidad, me enteré de que el empleado bancario era el hermano de Rodrigo. Así que todo estaba estrictamente calculado. En ese entonces, los $60,000 que lograron retirar por filtraciones me importaban poco; lo que en verdad me dolió fue la traición, el descaro de haberme echo eso. Sé que eran unos ignorantes de 18 años, pero eso no es justificación para ello. Los cuatro, incluyendo al hermano de Rodrigo, fueron sancionados. Lo que hicieron fue grave, pero solo tenían libertad condicional, al menos Ashley, Rodrigo y Alberto, pues eran menores de 21 años. También, como medida de seguridad, tenían una orden de alejamiento y no podían acercarse a mí por ningún motivo. El hermano de Rodrigo no corrió con la misma suerte, pues él cumplió años en prisión. Ellos fueron a disculparse luego de seis años después de lo ocurrido, y cuando la orden de alejamiento había caducado, pero a mis 24 años me era imposible perdonarlos. Gracias a ellos caí en una gran depresión, y ni hablar de las noches de insomnio. Despertar en un basurero, y que hayan sido tus compañeros universitarios, mismos que considerabas tus amigos, los causantes de eso, no es algo fácil de asimilar. Pasaron los meses y yo, de alguna manera, suprimí lo vivido en mi cerebro. Ryan y Saúl, como siempre, estuvieron conmigo, al igual que mis padres... No puedo creer que luego de tanto tiempo haya dicho en voz alta todo lo que me atormentaba. Tantos años suprimiendo mi dolor, mis inseguridades, y jamás había sospechado que al decirlo mi alma se liberaría de la forma en la que anoche se liberó. Tampoco puedo creer el hecho de que de mi boca saliera un "Te amo" dirigido a Jonathan... No es que no sea cierto, solo Dios sabe que lo siento en cada célula de mi cuerpo, pero nunca había pronunciado esas palabras de esa manera. A Saúl lo amaba, pues claro que sí, pero al decírselo a Jonathan se sintió muy distinto a como cuando se lo decía a él; fue algo que salió desde lo más profundo de mi corazón. Cada sílaba tenía un significado único... En ese instante supe que nunca en mi vida había sido tan sincera.
Mis pensamientos son interrumpidos cuando unos ojos verdes me observan detenidamente. ¿Habrá algo más hermoso que ver a Nathan recién levantado? No lo creo.
—Buenos días, bello durmiente— le digo sonriendo.
— Buenos días, belleza tropical—. Río y Nathan me mira entrecerrando los ojos— ¿Qué? ¿No me vas a dar un besito?
—¿Estás loco? Primero vete a lavar la boca.
Jonathan vira los ojos.
—¿Cuándo vas a superar eso? Ven, dame un beso así; eso es amor.
—No seas ridículo.
— Okey, tú ganas. Lavémonos la boca, te preparo el desayuno y luego te muestro los alrededores; te va a fascinar.
—¿Más de lo que ya estoy?
— Mucho más...
Y con esas palabras Nathan me da un rápido beso en la boca y de un brinco sale como flecha hacia el baño...
— Hijo de...
Y yo salgo tras él imitando el mismo brinco que hizo.
*~*~*
— Mmm. ¡Qué rico sabe esto!— Digo con la boca atragantada con un panqueque lleno de Nutella y fresas—. Hombre, dime algo que no sepas hacer bien.
—Todo lo que hago, lo hago bien. Soy un hombre perfecto— dice en un tono divertido.
— Por favor, denle un poco de humildad al hombre— digo hablando al viento y señalando a Nathan como si en verdad hubiera alguien presenciando la escena.
—¿Por qué no me das otra cosa tú?— Me dice tirándome un guiño.
Abro los ojos y luego los pongo en blanco.
—¿Sabes que necesitamos rehabilitarnos? Somos unos adictos.
—¿Cómo no enviciarte de la mujer más hermosa sobre la faz de la tierra?
—Deja las exageraciones...— Nathan sonríe y yo me derrito.
— Acábate eso para salir al exterior— me ordena.
— Dame un break, que esto está bueno y necesito degustarlo suavemente.
Nathan no me dejó ponerme ropa para salir afuera. Le hice caso porque me juró que no aparecería nadie, además de que él también lo está. Agarrados de la mano, él me lleva para la parte atrás de la cabaña. Caminamos unos minutos adentrándonos en el bosque, al menos eso parece; hay mucha vegetación, flores y distintos árboles como pinos y flamboyanes... Estoy cruzando el bosque sobre un paseo tablado que tiene enredaderas de flores. También tiene antorchas; de noche debe ser precioso transitar por aquí. Cuatro minutos y cesamos la marcha. Lo que mis ojos ven no lo pueden creer. Esto es...
— El Paraíso— dice Nathan mirándome a los ojos; pareciere que leyó mi pensamiento, pues esa era la palabra exacta que iba a utilizar para describir lo que mis ojos admiran.
Estamos frente a un manantial. De fondo hay una enorme cascada y el agua cayendo provoca una hermosa melodía para mis oídos... El hidrógeno con dos átomos de oxígeno es cristalino y puedo ver las piedras que hay en el fondo. Flores de todas clases adornan el lugar... Definitivamente Dios existe; no hay forma de que el hombre pueda crear semejante perfección. El sonido del agua, las aves cantando y estos ojos verdes que me miran con amor, fascinación y deseo, es lo más cercano a la perfección...
—Nathan, esto es... perfecto.
No puedo evitar que una lágrima ruede por mi mejilla. El escenario junto al protagonista de esta historia me hacen sentir la mujer más afortunada del Planeta. Nathan limpia mi lágrima y me besa. Nos infundimos en un beso que quema mi ser... Un beso lleno de un sentimiento muy intenso y hermoso.
Estoy completamente enamorada de Jonathan Agosto Peña... Lo amo.
El beso fue en aumento, pero no hubo necesidad de más... Yo estoy disfrutando de la escena, probablemente, más romántica de toda mi vida, cuando de repente Nathan me toma en sus brazos y sin pena nos introduce a ambos en el agua. Puñeta está fría...
NATHAN
Respiro hondo porque ver a esta mujer nadando en el agua cristalina es lo más...perfecto y hermoso que mis ojos hayan presenciado alguna vez... La observo y mientras más lo hago más fascinado quedo. Su cuerpo desnudo es... no encuentro la palabra exacta que describa la perfección de esta mujer. Definitivamente estoy en el Paraíso.
—¿Vas a seguir ligándome? Ven, nada conmigo.
Río. Adentro mi cabeza y cuerpo entero y nado hasta llegar a ella. Sin más, la beso...
— Eres hermosa.
— Dime algo que no sepa.
— Denle una dosis de humildad a la nena— digo imitando el tono que ella utilizó en la cocina.
Ella se carcajea y yo siento que el tiempo se detuvo con ese hermoso sonido. ¿Cómo llegué a amarla de esta manera descomunal? Pienso en lo que era antes de ella, y si en ese entonces alguien me decía que amaría a una mujer así, probablemente le hubiese partido la cara por estúpido. Mírenme ahora: estúpidamente enamorado de esta mujer. Río.
—¿De qué te ríes?
— De mí.
—¿Por...?— Pregunta mirándome como si estuviera loca.
— Porque me he convertido en un hombre fresa...
—¿Y eso te da risa?
—Sí... No queda ni rastro de lo que era y todo gracias a ti. Supongo que el amor verdadero es esto: que uno saque lo mejor del otro. Tú me has hecho mejor persona y eso te hace la mujer correcta.
— Tienes razón; tú sacas lo mejor de mí... Hiciste que enfrentara mi pasado y lo dejara ir... Supongo que eso te convierte en la persona correcta también.
Nos besamos apasionadamente y el deseo se apodera de nosotros... Kayla comienza a reír como loca.
—¿Y de qué rayos te ríes?
— Que en serio parece que estamos en el Edén... Desnudos. En este hermoso lugar. Tú, mi tentación. Sip, somos como Adán y Eva...
— Bueno, en ese caso no me importaría ser expulsado del Paraíso si eres tú con la que me destierren... Y mucho más si estás desnuda. A la mierda el Edén, si tú eres mi Eva, mi cielo... Mi paraíso.
Kayla ríe y me contagia.
— Nathan, estás loco pal' carajo.
Nos besamos y con este beso nos perdemos uno dentro del otro... Ahora mismo, la Gloria Eterna se me ha concedido.
*~*~*
KAYLA
Nos encontramos bajo un manto de estrellas. Hace mucho que el cielo estrellado no me cobijaba de esta manera. Nathan está con la cabeza recostada en mi falda. No, no estamos desnudos; entramos a la casa para ponernos ropa e ir por un par de mantas y un colchón inflable.
—¿Kayla?— me llama Nathan mientras acaricio su pelo.
—¿Si?
— Yo también tengo demonios...
—Lo sé, pero no tienes que contarme si no quieres. Sé lo difícil que puede ser decirlos en voz alta.
—Quiero contarte porque mereces saberlo.
—¿De alguna manera está involucrado el hombre que me dijiste haber baleado y la mujer que te habló por teléfono aquella vez?— Jonathan asiente. Siento cómo una lágrima cálida cae en mi muslo. — Mi amor, tranquilo si no estás listo...
—Sí lo estoy— me dice interrumpiéndome.
Dejo que comience cuando él decida.
— Tenía 22 años cuando pasó aquello... Mis padres se divorciaron cuando yo tenía 10 años. Al poco tiempo la mujer que me trajo a este mundo se volvió a casar. El tipo era lo peor que te puedas imaginar... Era una basura... Mi padre vivía en Estados Unidos, y era un gran empresario. De hecho, era el dueño de todo lo que tengo ahora...
—¿Tu padre es Martin Ferré?— Pregunto sorprendida... —¿Cómo...?
— Déjame llegar ahí. Como dije, él es mi padre, pero no podía vivir con él, pues la custodia la tenía esa mujer—. Cada vez que Nathan pronuncia esa mujer lo dice con un tono de alto desprecio. —Era un infierno esa casa, pero nunca le puso una mano a mi hermanita Alejandra, y eso me hacía aguantar todos los insultos destinados hacia a mí y hacia la que en ese entonces era mi madre. A los 18 años me fui con mi padre con la promesa de volver por ella en cuanto fuera mayor de edad. Comencé los estudios, y a prepararme para una carrera que no fuera el mundo empresarial... Volví a esa casa y...
Nathan se quebró cuando llegó a esta parte. Nunca lo había visto llorar de esta manera... Lo abracé con fuerza para lograr que se calmara...
—Nathan, no tienes que seguir si no...— movió la cabeza en negativa y abrió la boca para continuar con la historia.
— Llegué a la casa y llamé a mi hermana, pero no contestó. Ya me iba cuando de momento escucho un ruido en una de las habitaciones... Me asomo y ahí estaba...
Ahí estaba el asqueroso de mi padrastro encima de mi hermana esposada... Estaba abusando de ella y la puta de esa mujer, la que me dio vida, grabando todo... Mi hermana estaba neutral, ida de este mundo... Me volví loco... Lo golpeé hasta el cansancio...
Tapé la boca de Nathan para que no siguiera... El relato es repugnante. Cada vez que habla lo está reviviendo... No puedo verlo sufrir.
— Fue mi culpa...nunca debí irme de esa casa...
— Nathan no fue tu culpa... ¿Qué te pasa? No digas eso.
Lo abrazo con mucha más fuerza. Su cuerpo entero está temblando...
— Ya, mi cielo, cálmate...
Nathan está ido... Me mira, pero sus ojos no están conmigo. Sus ojos se tornan oscuros a pesar de la claridad de su verdor.
— Eres una puta... Te odio... ¿Cómo pudiste hacerle eso a tu propia hija? Te mataré cabrón...
Abro los ojos... Nathan está me está gritando... Él me agarra por el cuello con fuerza. Escupe insultos... No puedo respirar... Mi visión está nublada... Trato de articular palabra, pero no me sale. En un segundo pude liberarme de sus manos... Toso y tomo una gran bocanada de aire. Nathan no regresa conmigo... No sé qué hacer... Tomo su cabeza en mis manos y lo miro a los ojos. Su mirada hace que se me paren los pelos, pero no de deseo, como lo hace siempre, es de terror... Llorando lo beso...
— Jonathan regresa...regresa a mí. Te amo. Soy yo, Kayla...
Y de momento él vuelve. Respiro con dificultad, pero aliviada. Nathan me mira horrorizado.
— Kayla, ¿te hice algo? Dios, volvió esa mierda... No...
Jonathan llora a caudales...
— Perdóname... Perdóname.
— Tranquilo... Tranquilo, mi amor... Yo estoy bien...
Lo beso desesperadamente... Y en un minuto ya estamos desnudos... Nos convertimos en un solo... Y todo se aleja.
— Kayla, gracias por ahuyentar mis demonios... Por alejar toda esa mierda que pasa en mi cabeza. Te amo...
Y con esa última frase nos volvemos a perder el uno con el otro.
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