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Prólogo

Elise: 

6 años antes:

Mis ojos se cierran instintivamente ante el sonido de la música. Es dulce, es suave, es una melodía que alborota mi alma y llama a mi voz para que la cante. Muevo mis dedos, fingiendo que toco los acordes en una guitarra. Mamá suele decir que yo tengo el don de sentir la música, no solo escucharla. No sé si lo dice en serio, o si lo dice porque soy su hija y le enorgullece que siguiera su camino y el de papá, pero me gusta que lo diga.

Me gusta saber que a mamá le emociona saber que viviré feliz siempre que pueda cantar una canción.

Siento un toque en mi brazo que me hace abrir los ojos. Volteo y veo a mi hermanita en el puesto a mi lado, sonriendo con diversión ante la forma en la que me perdí cantando. No puedo creer que esa dulce rubia esté por cumplir diez años, siento que el tiempo está pasando muy rápido, pero no quiero detenerlo, pues parece que cada día su sonrisa se hace más bonita. Ella me imita y finge tener una guitarra de aire en sus manos, cosa que me hace sonreír.

Michelle sabe que es mejor que yo con la guitarra y le encanta presumirlo, incluso cuando no tiene una a la mano.

—Te confundiste de acorde —me dice la muy presumida —. Es primero fa y luego do menor.

—Esta bien, cerebrito musical —digo, rodando mis ojos —. Lamento no ser tan buena tocando guitarras imaginarias como tú.

—Pero eres mejor cantante que yo —me dice y mi corazón se llena de ternura. Amo que Mich me vea como su heroína —. Seguro entrarás en ese conservatorio. Te amarán, Eli.

—Gracias, Mich. En serio espero que sea así.

He querido entrar en ese conservatorio desde que supe de él, hace aproximadamente unos cinco años. Finalmente, conseguí una audición y ahora estamos camino a Hollywood para encontrarme con las personas que me entrevistarán y juzgarán mi talento ¿Que si estoy nerviosa? ¡Carajo! ¡Jamás he estado tan nerviosa! Sé que, con dieciocho años, me veo como alguien demasiado joven e inexperta y esa es una carta que está en mi contra. Sin embargo, tengo a mis tres personas favoritas a mi lado, aquellos que saben mi verdadero potencial. 

Si papá, mamá y Mich confían en mí, sé que daré todo de mí en esa audición. Que se preparen esos entrevistadores, porque cuando Elise Jazz Blake pisa un escenario no hay quien la detenga.

—¿De verdad no te molesta que pasemos el día de tu cumpleaños en un auditorio? —le pregunto a mi hermanita, quien se entretiene tocando acordes imaginarios.

—Nop —suelta ella —. Es solo un cumpleaños más, esta es la oportunidad de tu vida. Estoy feliz por compartir el inicio del décimo año de mi vida con tus sueños, Eli.

—Tan madura mi pequeña —escucho a mamá en el asiento de adelante. Luego, ella se voltea. Michelle y yo heredamos nuestros ojos de nuestra madre, un color avellana que alberga varios tonos de verde y marrón que se mezclan entre sí. Son miradas impresionantes, pero a Michelle y a ella le quedan mucho mejor que a mi —. Igual no te preocupes, mi sol. Iremos a comprar helado luego de la audición de Eli.

—Y luego haremos cualquier cosa que desees —suelta papá, concentrado en la vía. Esta lloviendo y muy fuerte, por lo que está concentrado para que el auto no derrape —. Será el día de mis niñitas. Ya verán como la pasamos genial.

Yo heredé de él varias cosas, muchas más que Michelle. Su cabello, para empezar, es tan castaño como el mío, mientras que Mich y mamá son las rubias de la familia. Mi sonrisa es igual a la de papá, y ambos tenemos esta actitud desvergonzada y activa que llama mucho la atención. No me avergüenzo de mi personalidad porque él me enseñó a no hacerlo. Muchos dirán que soy demasiado directa, que hablo mucho, que soy muy enérgica...Esas personas nunca me han molestado. 

Si no les gusta escucharme, pues que se tapen los oídos. Ellos se lo pierden.

Estamos unos segundos callados, escuchando solo la música. De repente, la canción cambia a una que conozco muy bien. La sonrisa de Michelle se extiende, mostrando incluso el diente que crece poco a poco en su lateral. Ya mudó todos sus dientes de leche, pero ese parece estar tomándose su tiempo en crecer.

—Es tu canción, Mich —dice papá, comenzando a tararear la melodía.

Michelle de los Beatles es y siempre ha sido la canción de mi hermana. No solo inspiró su nombre, sino que es la canción que cantamos cada día en su cumpleaños, la primera que ella aprendió a tocar en su guitarra y la que, de alguna manera, nos une como familia. Sonrío cuando ella comienza a cantar,  a su voz se une la de mamá. Los tarareos gruesos de papá marcan el ritmo, haciendo contraste con sus voces agudas.

Estoy viviendo uno de esos momentos que sé que será de mis momentos favoritos. Siento la felicidad invadir cada poro de mi piel, más cuando pienso que sorprenderé a Mich cantando esta canción en mi audición. Ese será mi regalo de cumpleaños, demostrarle a mi hermanita que ella y nuestra familia siempre serán parte de mis sueños.

Yo podría congelar este momento y vivir en él.

—Vamos, Eli —me anima Michelle. Veo que ahora tiene la cámara que papá le regaló por adelantado y graba, nos filma a todos—. Canta.

Mi voz sale de forma natural de mi garganta, acariciando con dulzura cada estrofa del coro. Entono la canción, haciendo muecas hacia la cámara siempre que Michelle me enfoca. Luego graba a mamá y a papá mientras los cuatro seguimos cantando. Amo cantar, siento que es lo que estuve destinada a hacer y, siempre que lo hago, tengo la sensación de que estaré bien.

De que estaré a salvo...

No sé que ocurre después, pero dejo de escuchar mi voz. Luces, un impacto. Creo que escucho a Michelle gritar pero es difícil decirlo cuando siento que doy vueltas. Que damos vueltas.

Estaba lloviendo, estaba muy oscuro. Es que ni siquiera puedo decir que ocurrió. Me duelen partes del cuerpo que no puedo ver. Creo que mis ojos se cierran en contra de mi voluntad porque, aún cuando quiero buscar a mi familia con la mirada—¡Mamá! ¡Papá! ¡Michelle!—No puedo verlos, no sé donde están. Hace unos segundos estábamos cantando, ahora siento algo punzante perforando mi piel.

La canción sigue sonando, la voz de el británico se sigue escuchando, pero yo ya no canto ¿Dónde está mi familia? ¿Por qué escucho una sirena de fondo? Nosotros solo estábamos cantando, cantando la canción de mi hermanita.

Ya no canto, ya no puedo. No me siento a salvo.

...

Mis ojos pesan una tonelada y, cuando intento abrirlos, me invade un dolor provocado por las fuertes luces que me enfocan. Hay algo que me dice que es mejor mantener mis ojos cerrados, pero otra parte de mi está desesperada por buscar a mis padres, a mi hermana. Lo intento de nuevo, es al tercer intento que lo logro. No sé donde estoy, solo sé que estoy aturdida y más desubicada que nunca.

Intento recordar, a mi mente llegan las imágenes de mi familia y yo cantando en el auto, pero luego todo es confuso. Recuerdo unas luces, un golpe y la lluvia ¿Qué nos pasó? ¿Y en dónde estoy?

Joder, ¿acaso morí y esta es la dichosa luz que dicen que no debo seguir?

Me ordeno razonar. Los muertos no sienten dolor y yo siento mucho, sobre todo en mi brazo izquierdo y en mis costillas. Es entonces cuando escucho unos pitidos que solo he escuchado en películas ¿Estoy en un hospital? Llevo mi mirada hasta mis brazos, hay cientos de vías conectadas en el derecho y un yeso descolorido en el izquierdo. Es entonces cuando noto que ya no llevo mi ropa, estoy en una bata un tanto delgada y hay una mascara en mi boca y nariz. Definitivamente estoy en un hospital.

Pero si yo estoy aquí, ¿dónde está mi familia? ¡¿Dónde están mamá, papá, y Michelle?!

—Despertaste —escucho una voz gruesa y desvió mi mirada hacia el lugar del que proviene.

Creí que vería un doctor, pero él no luce como uno. Es un hombre de cabello rubio oscuro y ojos tan azules que resultan impresionantes. Siento que lo conozco, pero no puedo estar segura de ello. Tengo tanto dolor que no puedo razonar y, aunque quiero preguntarle por mi familia, solo lo observo arrastrar una silla hasta llegar a mi lado de la camilla.

—No sé si me recuerdas —él me da una leve sonrisa, se ve agotado —. Soy tu primo, Adam. Creo que la última vez que nos vimos, yo no tenía cabello.

Siento que mis ojos se abren más por la sorpresa. Recuerdo a un niño flaco y enfermo, al que casi lo consumió el cáncer. Ese era mi primo, el hijo del hermano de mi padre ¿Resulta que se convirtió en este hombre?

La última vez que nos vimos fue antes de que nuestros padres se pelearan. Además, él vive en California, en Los Ángeles, yo vivo en Nevada. Un momento...¿Y ahora dónde estoy? ¡¿Dónde terminé y qué ocurrió?!

—Calma, sé que seguro debes tener dudas —él se da cuenta de que me acelero por los pitidos en ese molesto aparato. Toma mi mano derecha y, aunque no nos hemos visto en años, yo la aprieto lo más que puedo. Estoy tan asustada... —. Bien, esto no será fácil de decir, pero si no te enteras ahora podría ser peor. Solo mantén la calma, Elise. Sé que es duro, pero estas viva y eso es lo que importa.

Sus palabras, a pesar de que las dice en un tono comprensivo y calmado, solo me alteran aún más. Recuerdo la música, que cantábamos. Yo no debería estar aquí, debería estar camino a una audición.

Debería estar siguiendo mi sueño, no en esta cama; no en este hospital.

—Tuviste un accidente —me dice y yo parpadeo intentando recordar. Michelle grabando, yo cantando...el grito, el golpe. Quisiera ver todo más claro —. Te rompiste unas cuantas costillas y te fracturaste el brazo. Llevas dos días dormida, comenzaba a preocuparme que no despertaras.

¿Dos días? Eso quiere decir que...

Es el cumpleaños de Michi.

Muevo mi cabeza de un lado a otro, buscando a mi hermana, a mis padres ¡¿Dónde están?! Hoy Michelle cumple diez años, ¡yo debería estar cantando su canción en un escenario! No debería estar aquí, debería estar con mi hermanita, con mi familia.

¡¿Dónde están ellos?!

—Elise, tranquila —Adam me toma por las mejillas y me mira fijamente. Es cuando tengo sus ojos azules sobre los míos cuando siento que estoy llorando —. Por favor, tienes que calmarte. Te harás daño.

¿Que me calme? ¡No me calmaré hasta saber donde esta mi familia!

Quiero hablar, necesito hacerlo. Necesito preguntarles donde están ellos, necesito que responda mis dudas. Con una mano intento deshacerme de la máscara, él me ayuda a quitármela. Sé que Adam es mi familia, pero lo siento más como un extraño. Mi verdadera familia está formada por tres personas y ninguno de ellos está aquí conmigo.

Necesito saber donde están.

—¿Dón..? —pero eso es todo lo que sale antes de que mi voz se quiebre. Siento que me arde toda la garganta.

—¿Elise? ¿Qué ocurre?

Intento hablar pero todo me arde. No encuentro aire para pronunciar las palabras, es como si me hubiese quedado sin cuerdas vocales. Sostengo mi garganta, intento pronunciar aunque sea una simples letras, pero nada. Lo único que salen son chirridos horrorosos que incluso espantan a mi primo. Él me observa angustiado mientras mas lágrimas bajan por mis mejillas.

—Espera, iré a llamar al doctor —dice con prisa y lo veo irse, aún cuando no quiero estar sola en esta situación.

Intento e intento y es desesperante que solo salgan chirridos que cada vez pierden más la fuerza. No hay palabras, no hay letras, solo hay ardor que recorre mi garganta. Lloro porque se siente que hace unos segundos estaba en mi momento más feliz y ahora estoy luchando por entender que ocurre, por saber en donde esta mi familia. Quiero gritar, pero mi voz no está.

Mi voz desapareció.

Y ya no me siento segura.

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