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9||Michelle

No sé qué es peor: estar con estos cuatro adolescentes preguntones, o quedarme junto a las cuatro personas que ya conozco, pero que hoy no estoy aguantando. Llego a la conclusión de que las dos cosas son horribles, pero por alguna razón me quedé con estos chicos. Los preferí a ellos, que me intimidan, antes que a mi hermana. Así de grave está esta situación.

Mis pies están sumergidos en el agua y mi mirada se mantiene en un punto al fondo de la piscina. A mi lado, está la chica que se presentó como Lid. Ni siquiera todo el orgullo que guardo me permite negar el hecho de que esta chica es impresionante. Me recuerda demasiado a las niñas mayores de la escuela, esas que solían molestarme. Es bonita, lo suficiente para presumirlo tal y como ellas lo hacían. Además, cuando me habló, noté cierto aire de autoridad en su voz. Al menos no está molesta porque uso su ropa, pero puede estar fingiendo por educación, así como puede estar fingiendo querer ser mi amiga.

Aprendí a no creerle a chicas como esta, lo único que debo hacer es mantenerme a la defensiva e ignorarla. Así se irá.

Los otros tres chicos que se presentaron ahora están jugando a la pelota dentro del agua, cerca de nosotras. Los hermanos que no se parecen en nada se ven agradables, pero eso no significa que no me asusten. Son mayores, se nota que son fuertes y ya descubrí que les sobra confianza. No me importa cuanto sonrían, siento que no puedo fiarme de ellos ¿Y cómo hacerlo? Todo lo que sé es que los chicos más grandes suelen ser unos tontos molestos. Ellos no me hacen sentir segura.

Y si ellos no lo hacen, menos el niño tonto al que he notado viéndome de vez en cuando. Drew Osbone, ese es el nombre del descarado chico de ojos azules pálidos y cabello como chocolate. Odié que me retara, que me llamara por un apodo y que me hiciera sentir tan...estúpida. Si lo reté de vuelta fue porque yo jamás, jamás, he dejado que me tomen por tonta. Muchos niños me han molestado, pero he sabido defenderme. Hoy, él lo descubrió.

La compañía de los otros tres terremotos me asusta y me causa esa sensación que Caleb describió como "ansiedad", pero la de él solo me irrita...y mucho. Me molesta su sonrisa burlona, su mirada, sus comentarios ¡Me molesta todo de este niño!

Aunque tuvo razón en algo: yo en serio estaba odiando que Adam, Silene y Caleb hablaran por mi. Sé que lo hacían con buena intención, que Elise les pidió hacerme sentir cómoda, pero no lo estaban logrando. Me estaba irritando el que me presentaran, pero no me sentía lo suficientemente cómoda para decirlo. Me guste o no, el escándalo de este niño me sacó de esa situación.

—Entonces, Mich —dice Lid, llamando mi atención. Ella tiene la piel bronceada a la que le queda muy bien su bikini azul. Trae puestos unos lentes de sol y su cabello sigue mojado. Me sonríe, pero no me molesto en devolverle el gesto —. ¿Cuántos años tienes?

Podría no responderle, pero entonces quedaría un silencio incómodo que aumentaría la sensación de ansiedad que ya tengo. Mordisqueo un poco mi uña y tomo aire antes de responderle. Antes del accidente, me costaba mucho conversar con la gente. Ahora, ese defecto solo empeoró.

—Diez —digo y solo siento alivio cuando la palabra sale de mis labios sin un error de por medio. Entre las cosas que me asustan de hablar, está el hecho de decir algo incorrecto. Tengo que estar demasiado segura para no sentir miedo al hacerlo.

Lid ladea su cabeza hacia la derecha y se quita los lentes de sol, apoyándolos sobre su cabeza. Me mira con sus ojos azules entrecerrados por unos segundos, eso no me gusta nada. Luego ríe ¿Qué le da risa? ¿Se ríe de mi?

—Ya, claro, diez —dice divertida —. No me voy a creer eso, Michelle. Las niñas de diez años suelen ser más pequeñas.

Entonces lo recuerdo. Yo tenía diez, pero pasaron seis años.

—Quiero decir...tengo dieciséis —me corrijo, pero me confundo a mi misma —. O sea, no. Tengo diez, pero luzco de dieciséis.

—Ah, por supuesto —suelta Drew, que nos escucha junto a los Cooper —. Y lo que acabas de decir tiene mucho sentido.

—No lo tiene. Nada de esto lo tiene. Yo tenía diez, pero desperté y pasaron seis años. Ahora tengo dieciséis.

—¿Eh? —cuestiona Tyler, alzando ambas cejas mientras me ve.

—Chicos, pasó seis años en coma —termina por decir Easton, que ahora tiene la pelota entre sus manos. Me ve y me sonríe de lado —. Yo si entendí. Sientes que tienes diez años, cuando en realidad tienes dieciséis. Debe ser duro y lamento mucho que estes así, Mich.

Sí, es exactamente así como se siente esto y resulta que yo también lo lamento. Asiento con la cabeza y bajo la mirada, no me gusta esta confusión de ser alguien que en verdad no soy. No soy una adolescente, soy una niña, pero el tiempo pasó y debo actuar como alguien mayor...¿Cómo hago eso? No sé como ser alguien de dieciséis.

—No pareces tener diez años —dice Drew y quiero golpearlo porque es como si no hubiese escuchado lo que dijo Easton —. Quiero decir, no lo parece ni en lo físico, ni en lo mental. No me respondiste como una niña de diez años.

—¿Cómo te respondí, entonces? —pregunto, cruzándome de brazos. Ahí está esa sonrisa burlona que detesto otra vez.

—Como una niña de trece.

Es obvio que lo dice para molestarme, así que alzo mi pie de la piscina y le salpico agua con este. Ya sé, inmaduro, pero es lo único lógico que se me ocurrió. Él ríe por mi reacción y luego nada hasta quedar a mi lado, pero en el agua.

—Hablo en serio. Tienes mentalmente trece y físicamente dieciséis —habla, pero lo que dice sigue sin tener sentido —. Solo tienes que crecer mentalmente. Suerte con eso.

Hago algo por lo que mamá me habría reclamado, que es resoplar. Yo no solía hacerlo, era Elise quien lo hacia, pero este niño tonto consigue que me salga natural. Ahora es Lid quien le arroja un poco de agua mientras ríe.

—Él sabe de lo que habla, tiene como ocho años mentalmente y no ha crecido más —me dice y sonrió por el simple hecho de que me alegra que alguien pueda meterse con Drew —. Físicamente, eres mayor que Ty y yo, Mich. Yo cumplo dieciséis en septiembre, él en diciembre.

—¿En serio? —pregunto, porque me sorprende que de hecho soy mayor que estos chicos que me parecen enormes.

—Sí —asegura Tyler, nadando hasta nosotras. Su hermano lo imita —. En teoría, tenemos tu edad. Solo faltan unos meses, pero ese tiempo es nada. East tiene dieciocho, él es el mayor entre nosotros.

—Soy el adulto responsable —suelta él.

—Un adulto responsable que lleva años escondiéndose de la misma chica —suelta Lid, aunque no entiendo —. Haces que la madurez se vea como un juego de niños, East.

—Que hipócrita de tu parte hablar de juegos cuando tú juegas a diario con los corazones de cientos de imbéciles.

—¡Que no rompo corazones a propósito! Supérenlo.

No entiendo nada, no sé si pueda entender. Puede que sea mayor que Lid y Tyler por unos meses, pero aún así no comprendo como actúan. Pienso en Elise...pero no la Elise de ahora, sino en la Eli adolescente que recuerdo. Antes del accidente, la vi a ella y a sus amigas hacer locuras como fugarse a fiestas, o salir con chicos. Conocí a los amigos varones de Elise y todos ellos bromeaban en exceso, hablaban de chicas y solo pensaban en divertirse. Eli tenía dieciocho antes de el accidente, esa es la edad de East.

Estos cuatro chicos son exactamente lo que mi hermana era hace seis años. Es decir, son todo lo que yo no soy.

—¿Por qué quieren ser mis amigos? —pregunto, sin poder aguantar la curiosidad. Los cuatro me miran, odio recibir tanta atención —. Es decir, ustedes son grandes y yo soy chiquita. Hablan de corazones rotos, de chicas, de cosas que yo no entiendo. No soy una buena amiga por ustedes, soy buena amiga para alguien de diez años.

—Bueno, para ser honesto, mi hermana te declaró terremoto sin consultarnos —dice Drew —, por lo que no tuvimos elección. No es que queremos que seas nuestra amiga, es que nos obligaron.

Easton le lanza la pelota en la cabeza y él se queja de inmediato. Bien, eso me pareció divertido, pero no voy a reír. En su lugar, miro al moreno, quien no se conforma con el golpe en la cabeza y lo empuja hasta que lo hunde en el agua.

—Ya no sé como enseñarte a ser decente, D —le dice East, mientras él se reincorpora —. Como sea, Mich, es cierto que Lid básicamente nos obligó a considerarte una amiga, pero lo habríamos hecho de todas formas. Te ves agradable y no veo razón para no llamarte amiga.

—Hay miles de razones —digo.

—Pero ninguna demasiado grave —asegura Tyler, encogiéndose de hombros —. Todos somos aunque sea un poco difíciles. El que tú te sientas muy niña no nos impide querer llamarte amiga y espero que el que te parezcamos muy mayores no te impida querer considerarnos amigos. Como dijo East, eres agradable y queremos que te sientas a gusto con nosotros.

—¿Les parezco agradable? ¡Pero si llamé tonto a Drew hace menos de una hora!

—Justo por eso nos agradas mucho más—dice Lid, con una pequeña carcajada.

No tiene sentido, no lo tiene, pero nada en mi vida tiene sentido ahora y eso es...horrible. Siento un nudo en mi garganta. No voy a llorar frente a ellos, pero dentro de mi estoy gritando y sollozando. Entonces, los ojos azules pálidos de Drew vuelven a estar sobre mi. Solo puedo pensar en que no quiero que note que en realidad estoy muy asustada y triste.

Le dije que soy una niña pequeña, pero en este momento me siento más pequeña de lo que soy.

—Eres interesante, niña linda —me dice. El agua le llega hasta el pecho y su cabello se adhiere a su frente, así que lo peina hacia atrás con una mano —. Me gusta juntarme con gente interesante.

—A mi no me gusta juntarme con gente tonta —le respondo, sin pensar. Él me sonríe.

—Pues, es una lástima porque, como yo lo veo, estos cuatro tontos son tu única opción.

—No creo que tú y yo podamos ser amigos.

—Yo tampoco lo creo, pero si puedes ser amiga de estos tres. Me juntaré contigo porque eres interesante, pero ser mi amigo no es tan fácil.

Bien, porque yo no quiero ser su amiga. Volteo mi cabeza y me fijo en Lid, Easton y Tyler, quienes me sonríen con amabilidad ¿Será que les creo? ¿Será que podemos ser amigos?

No lo creo, pero prefiero fingir que si a volver con mi hermana y mi primo. No quiero que hablen por mi, no quiero que finjan felicidad para engañarme. Podría usar a los terremotos como...como una especie de escondite. Si estoy con ellos, no me molestan. No suelo mentir, pero podría mentirles a ellos para no sentirme incómoda.

—Okey —digo, asintiendo con la cabeza —. Seré su amiga.

—Eres tierna —dice Lid, con diversión —. Te gustará estar con nosotros, ya verás.

Noto entusiasmo en su voz, pero no sé si es eso en verdad. Lid suena como alguien demasiado superior, muy inalcanzable, y cuando alguien es así te es difícil adivinar lo que piensa en verdad de ti. Easton y Tyler me sonríen, ambos mostrando sus dientes que claramente no son de leche. La verdad, ellos se ven como la clase de chicos con los que Elise solía salir. Jamás en la vida me imaginé estando en la situación de mi hermana. Es decir, sabía que crecería, pero siempre pensé que sería una adolescente a la que no le prestarían atención.

No tuve amigos de niña, no pensé que tendría amigos al crecer. Creí que mi futuro serían solo mi familia y la música, así estaba bien. Ahora tengo a tres personas queriendo ser mis amigos. Esta no es la forma en la que imaginé mi adolescencia, pero tampoco es la forma en la que imaginé mi vida. Solo me queda seguir con esto, pero comienzo a dudar que en algún momento me sienta cómoda con ellos.

—Y bien —dice Lid, colocándose sus gafas de sol otra vez —, háblanos de ti. Dinos, ¿qué te...?

Pero ella no termina porque alguien la empuja desde atrás y cae a la piscina. Salpica un poco, mojando el vestido que traigo puesto, pero no es demasiado. Lo próximo que sé es que Lid sube a la superficie y una chica toma su lugar. Volteo a verla, sorprendida. Ojos azules, cabello muy negro y una sonrisa divertida en sus labios ¿Más personas a las que conocer? ¿Acaso no se acaban?

—Oye, presumida, te caíste en mi piscina —le dice la chica a Lid en lo que supongo es una broma. Los chicos ríen y Lid le sonríe de regreso.

—¿Dónde estabas, Rubí? —pregunta —. ¿Le sacaste un par de palabras a tu guardaespaldas, o más bien lo callaste?

Lid mueve sus cejas de arriba a abajo, como en las comiquitas. No me explico como logra hacer eso. La desconocida, que ahora sé que se llama Rubí, ríe ante su comentario. No sé porqué, pero se me hace familiar. Su sonrisa me recuerda a alguien, ¿pero a quién?

—Estaba almorzando con Brandon y Malory. El novio de Brand resultó ser un imbécil y rompió con él, después de engañarlo —cuenta —. Hay gente muy idiota en este mundo. Me habría gustado ver que él era uno de esos idiotas antes, pero todos creímos que era un encanto, sobre todo mi pobre amigo despechado. En fin, espero que el karma se lo cobre.

—El karma no existe, es una creencia que se volvió popular porque todos prefieren pensar que el universo es justo. No lo es, pero tampoco es injusto. Las cosas solo pasan y ya, buscar una explicación es perder el tiempo; mejor es actuar en el momento —suelta Tyler, rodando sus ojos como lo hace Elise —. Pero no voy a negarte que a ese imbécil deben darle su merecido. Que te engañen es una mierda, nadie se lo merece.

—Cada vez que hablas, Ty, siento que sueltas alguna clase de lección sobre la vida que necesitaré en el futuro, pero seguro las olvidaré en el momento. Debería cargarte mi lado como un amuleto —habla Rubí, ella no hace nada con respecto a mi —. En fin, en cuanto a Logan, ese hombre no dice más de tres palabras al día ¡Es exasperante!

—¿Exasperante de buena manera, o de mala manera? —pregunta Lid.

—¿Hay una buena manera de ser exasperante?

Lid le responde subiendo y bajando sus cejas otra vez, Rubí ríe ¿Qué significa ese gesto? ¿Es acaso un código secreto, o algo?

—No es lo que piensas, presumida —asegura Rubí —. Me gusta molestar a Logan, es divertido, pero él no me gusta. Fin del tema.

—No suena como un fin, suena como un inicio —suelta Lid, Rubí rueda sus ojos y luego me ve. De inmediato, me pongo nerviosa ¿Qué tiene esta gente que se ve tan intimidante?

—¿Puedes creer lo terca que es? —me pregunta, no sé que responder —. Parece que Lid Osbone siempre quiere tener la razón, incluso cuando no la tiene. Es increíble que, a pesar de eso, se haga querer ¿No, Mich?

—Eh...no te conozco —le digo.

—Sí, si lo haces —me dice, con una sonrisa —. Soy Rubí Carlton, la hermana de Caleb. Fui muchas veces a visitarte al hospital.

—Yo estaba dormida —o algo así.

—Pero yo no y odio las presentaciones, así que finjamos que me recuerdas y hablemos como un par de conocidas—esta chica es conversadora, bastante —. Entonces, ya conoces a los terremotos ¿Qué tal?

Parpadeo un par de veces, sin saber como reaccionar ante esta cercanía. Ella parece ser un poco más suelta que su hermano y, aunque me parece un poco descarado de su parte hablarme como alguien conocida de toda la vida, aprecio que no me mire raro y que no me haga sentir incómoda. Me relajo un poco y decido responder su pregunta.

—Creo que somos amigos —digo, mordiendo un poco mi uña —. Menos Drew. Él es un tonto.

—Pero un tonto encantador —dice ella, lanzándole un beso al mencionado. Él finge atraparlo y ella ríe. Luego, devuelve su atención a mi —. Imagino que te demostró que lo de la primera impresión no es su punto fuerte.

—Imaginas bien, Rubí —le dice East.

—Terminará por agradarte. Estos chicos son increíbles una vez los conoces bien. Pueden robarse tu corazón, créeme.

Los cuatro sonríen exageradamente, inclusive Drew. La verdad, es una imagen graciosa, pues parece que posan para una foto que en realidad no se toma. Luego, Lid empuja a Tyler y este la empuja de vuelta. Pronto, todos se empiezan a empujar y, de hecho, rio.

Dudo que estos cuatro puedan robarse mi corazón, pero al menos me distraen y eso...no está mal.

...

—Esto te gustará —me dice Rubí.

Yo no sé exactamente que es "esto", al menos no hasta que veo que Caleb y Adam encienden en fuego una pequeña pila de troncos. Una fogata.

Estamos todos en la playa, los terremotos no han dejado mi lado desde que salieron de la piscina, ahora todos tienen ropa sobre sus trajes de baño porque está oscureciendo y comienza a haber más viento. Todos se reúnen alrededor del fuego que no termina por verse estable. Entonces, mi hermana me alcanza y me sonríe antes de dejar un beso en mi frente.

No es como si no hubiese estado pendiente de mi en todo el día, porque lo estuvo. Elise es como mamá, ella observa de lejos pero siempre está presente. Noto en sus ojos que está un tanto preocupada, pero aún así intenta mantener su sonrisa para animarme. Supongo que debe creer que el hecho de que los terremotos me hablen es un avance y no debe desanimarme. Eso habría creído mamá, que siempre se emocionaba cuando creía que hacía un nuevo amigo. Pensar en ella provoca un nudo en mi garganta. Me gustaría tenerla aquí.

—Bueno, muévanse ustedes dos —reclama Rubí, refiriéndose a Caleb y Adam, quienes siguen avivando el fuego —. Quiero esa fogata lista para antes del amanecer, tarados.

—¿Y tú quien te crees, niña? —le pregunta Adam, sonriendo —. ¿La reina de la playa?

—No, la que cree eso es Lid.

—Yo no me lo creo, lo soy. Solo miren esto —dice Lid antes de subirse en uno de los troncos que parecen usar como sillas y sonreír —. East, Ty, atrapen a la reina.

—¿Qué? —pregunta el pelirrojo.

Sin embargo, la única respuesta que le da Lid es saltar del tronco y lo próximo que sucede es que ambos hermanos la sostienen y la cargan para que no caiga. Ella alza la barbilla, presumiendo.

—¿Ven? Soy la reina —afirma, haciendo que los hermanos resoplen.

—Larga vida a la reina —suelta Easton, con diversión —. Ahora, ¿podría la reina sentarse, por favor?

—Cárguenme y déjenme en el mejor tronco —suelta —. Es una orden.

Tyler la suelta, resoplando. East todavía la carga y la lleva a un tronco, donde ella se sienta con la espalda muy recta y ambos ríen. Drew...la verdad no sé donde está, ni me importa. Me concentro más en el hecho de que Elise me toma de la mano y me guía a un tronco en el que ya se encuentra sentada Silene. Ella me sonríe y me abraza de lado cuando me ve. Sile en serio me agrada, aún cuando fue muy incómodo que hablara por mi más temprano.

—¿Qué tal la pasas, Mich? —me pregunta Sile.

—Bien —miento por Elise.

No es que la este pasando mal, pero preferiría estar en casa...en Nevada. Mi hermana sonríe ante mi falsa respuesta y me atrae hasta ella en un abrazo de costado. Me gustan estos momentos de cercanía con mi hermana, no me hacen sentir que es una completa extraña. Es más, si cerrara los ojos en este instante, se sentiría como si estuviéramos de vuelta en nuestro jardín, sentadas en el pasto en lugar de en unos troncos cerca del mar.

Caleb y Adam finalmente logran que el fuego se estabilice. Para entonces, ya comienza a atardecer y los colores entre naranjas y rojos se reflejan en el agua a nuestra izquierda. Escucho a todos hablar con naturalidad, reír como una familia. La mamá y el papá de los hermanos que no se parecen me sacan conversación, respondo de vez en cuando. El niño rubio vuelve a exigir la atención de mi hermana, Daisy camina tambaleándose cerca del fuego, ocasionando que todos se asusten.

¿Cómo hacen para aguantar estas reuniones? Demasiado caos.

—Bien, bien, basta de reinas, charlas y que alguien por favor cargue a Daisy. Soy muy joven para morir de un infarto—anuncia Rubí, esta vez apareciendo con un par de guitarras en sus manos —. Hora de hacer algo de buena música.

No sé porqué, pero me tenso ante esas palabras.

Ella le entrega una de las guitarras a su hermano y se sientan juntos en un tronco en el que todos podemos verlos. A pesar de que hay diferencias entre ellos, los hermanos Carlton se parecen. El cabello de Rubí, largo hasta su pecho, se despeina un poco ante la brisa, pero eso no la detiene. Ambos sonríen, sus sonrisas son similares, pero la de Caleb es una sonrisa mucho más calmada que la de la chica a su lado. Rubí parece ser alguien lista para enfrentar el mundo. En este momento, quisiera ser así.

—Bien, Mich, te presento una de mis tradiciones favoritas en esta enorme y rara familia —me dice ella, solo mirándome a mi —. Nos reunimos aquí y nos quedamos hasta tarde, a veces hasta que amanece. Hablamos, reímos y, sobre todo, cantamos.

—Claramente, la mayoría lo hace horrible —señala Adam —. Solo hay cuatro buenos cantantes en este lugar: Caleb, Rubí, Aviv y Lavanda.

—¿Yo? Exageras, Adam —dice la chica que se presentó como Lavanda, bajando la mirada.

—No, no lo hace —le dice Leb —. Tú cantas hermoso y tocas la guitarra incluso mejor que yo. Es más, hoy te presto la mía.

Cuando él se la entrega, ella se emociona. No lo dice, pero por la forma en la que toma la guitarra y como le brillan los ojos, sé que lo hace. Es involuntario llevar una mano a mi pecho cuando me doy cuenta de que ella me recuerda a mi. Yo me emociono del mismo modo con ese instrumento en las manos, pero ahora la sola idea de tomarlo me causa...escalofríos.

Es entonces cuando me doy cuenta de que no he hecho música en muchísimos años. Se siente extraño, muy extraño.

—Solemos pasarla muy bien —me dice Silene —, desafinando y todo.

—Y hoy nos acompañarás —Caleb me sonríe al hablar —. Es más, creo que conozco la canción perfecta para iniciar la noche de hoy.

Él le susurra algo en el oído a Rubí y ella sonríe. Comienza a tocar unos acordes en la guitarra, suenan tan dulces y correctos que me sacan una sonrisa. Amo tocar ese instrumento por la forma en la que suena, es como si cantara por si sola. Soy pequeña, pero sé reconocer que la música es una parte fundamental de mi. Me acompañó en momentos duros, me dio un propósito incluso antes de saber lo que significaba esa palabra. La música me une a mi familia, a las personas que más amo en la vida En conclusión, la música lo es todo para mí.

Pero entonces, reconozco la melodía que Rubí está tocando y Lavanda imita. No puede ser.

De inmediato, siento que algo está mal. Mi corazón se acelera y empieza a latir a un ritmo que no tiene sentido, que no me gusta en lo absoluto. Reconozco esa canción, es canción ¡Es la canción que me dio nombre! Lo que no entiendo es porqué siento que me falta aire. Es como si los acordes de la guitarra hubiesen accionado un interruptor en mí y ahora estoy fallando.

Todo empeora cuando la voz gruesa de Caleb junto a la aguda de Rubí se mezclan e inician con la letra de la canción. De repente, no me siento en una playa junto a una fogata, sino en un auto en marcha una noche de lluvia ¿Qué es esto? ¿Por qué siento este miedo dentro de mí, esta ansiedad que no para? La canción sigue, la sensación no se va. No puedo recordar nada del accidente y parece que mi canción me lo recuerda ¿Pero por qué?

¿Por qué escucharla causa esto en mí?

¿Por qué no recuerdo nada?

¿Por qué me falta el aire?

¿Por qué estoy aterrada?

—¿Michelle? —Silene me ve al tiempo en el que mi hermana me toma por los hombros —. ¿Te encuentras bien?

No, no me encuentro bien.

Elise me ve, asustada por mi forma de respirar, pero la canción avanza y la sensación aumenta. Mi miedo se va haciendo más grande, al igual que mis dudas. Todo está en blanco y lo odio, lo único que queda es esa canción. Mis ojos comienzan a sentirse acuosos, no puedo seguir escuchando esto.

—Paren...—digo casi en susurro. Ellos no me escuchan y eso no me gusta —. ¡Que paren! ¡No toquen esa canción!

Las voces de Rubí y Caleb se detienen al instante y la guitarra de Lavanda se calla. La más chica entre ellos me observa, asustada por mi reacción. Me gustaría decirle que a mi también me asusta, que no la entiendo, pero no me da tiempo porque estoy muy ocupada lidiando con un montón de pensamientos que vienen de la nada y me atormentan ¿Qué es esto? ¿Por qué me está pasando esto? ¡¿Por qué estoy en blanco?!

La canción despierta algo en mí. No sé que es, pero tiene algo que ver con lo que olvidé. El no saber me da miedo, me frustra y me llena de ansiedad. Jamás me había sentido así, jamás se me habían escapado lágrimas sin estar consciente de ello y ahora las siento rodar por mis mejillas. Quiero regresar el tiempo, quiero volver a casa.

—¿Mich? ¿Qué ocurre? —no sé cuando Adam se paró de su lugar y llegó a estar frente a mi, pero aquí está —. Prima, ¿qué tienes? ¿Qué pasa?

Veo los ojos azules de mi primo, su pregunta rebota en mi mente: ¿Qué pasa? Me falta el aire, me duele la espalda, me siento perdida y lloro sin querer realmente hacerlo. Todo esto es demasiado injusto, se supone que yo debería tener una vida tranquila, que debería ser una niña. Nada es lo que debe ser y me enfurece.

Y creo que descubro el poder de esa furia, porque mi aire regresa y me pongo de pie de la forma más brusca posible. Enfrento a Adam aunque no tengo razón para hacerlo. Estoy molesta con la vida, no con él. Aún así, dejo escapar cosas que ni siquiera sabía que podían venir de mi.

—¿Qué pasa? ¡¿De verdad esa es tu pregunta?! —le reclamo, sorprendiéndolo al instante —. ¡Pasa que no te conozco, Adam! ¡Que no te conozco a ti, ni a Caleb, ni a Silene, ni a ninguna de estas personas! ¡Ustedes no son mi familia, jamás lo serán! —encuentro a los tres adolescentes que me han estado acompañando toda la tarde y los señalo —. ¡Pasa que ellos tres fingen ser mis amigos cuando no lo son! ¡Pasa que todos creen que pueden arreglar esto sonriendo, siendo amables y cantando cancioncitas!

>> Pasa que desperté y, de repente, tengo dieciséis. Pasa que mis padres ya no están conmigo ¡Pasa que no recuerdo como fue que lo perdí todo y esa estúpida canción tiene algo que ver!

Mis respiraciones son agitadas, no tengo el control sobre mi misma y lo sé. Elise aparece, intenta detenerme, pero entonces salen las palabras que más me duelen:

—¡Pasa que tu no hablas! —le grito a mi hermana —. Lo único que se supone que tengo, lo único que no debió haber cambiado, es completamente diferente a lo que recuerdo. Estoy asustada, todo lo que he querido desde que desperté es que mi hermana me calme, pero no lo haces.

Ella me mira con sus ojos llenos de lágrimas. Su boca está entreabierta, su respiración es más lenta que la mía pero también está agitada. Esto no es justo, nada lo es ¿Pero qué es lo más injusto de todo? Que ella no diga nada.

—Puedes hablar, Elise —le digo, acercándome a ella —. Puedes hacerlo. Habla, habla, necesito escucharte ¡No te quedes callada!

—Mich, no es tan fácil —interviene Caleb —. A tu hermana le duele.

—¡Pero puede intentar! ¡Ella puede!

La veo, necesito con desesperación que hable. Abre y cierra su boca un par de veces, pero no lo hace. Ella no habla, ni siquiera lo intenta. No sé si eso me duele o me enfurece. No sé que estoy sintiendo, solo sé que siento demasiado.

—¿Quieres saber qué me pasa, Eli? —le digo, mi voz se quiebra —. Que no quiero estar aquí. Quiero volver a casa, con mamá y papá. Quiero ser tu hermanita de nuevo, quiero volver a corregirte cada mal acorde que tocabas en la guitarra ¡Yo no quiero todo esto, Elise! ¡No quiero tu gran apartamento! ¡No quiero a tus amigos, ni a tu novio cantante!

>> ¡Quiero lo que perdimos! Quiero nuestro jardín, nuestros lirios, ¡pero tú ni siquiera intentas hablar!

Me arde la garganta, me duele todo lo que digo. Escucho el mar, cuando debería estar escuchando a papá tocando el piano de cola en casa. No puedo con todo esto, no puedo fingir que lo aguanto. Espero unos segundos, con la pequeña esperanza de que mi hermana diga algo, o al menos me abrace y me haga sentir segura, pero ella solo se queda ahí parada.

Me duele, definitivamente me duele.

Veo que Adam se va a acercar a mi, pero entonces corro con todas mis fuerzas en dirección a la gran casa que dejamos atrás. Las lágrimas comienzan a salir a medida en que pienso en todo lo que dije. Quiero cosas que ya no tengo, que no puedo recuperar. Quiero volver a un ayer que se destrozó en pedacitos, quiero ser una niña que nunca fui porque lo cierto es que Michelle Blake jamás tuvo diez años. Yo siempre fui madura, pero ahora añoro tanto mi niñez que siento que la perdí en el choque cuando la perdí mucho antes.

Estoy deseando tantas cosas que duele y me molesta no tenerlas. Además, está el detalle de esa canción. No recuerdo el choque, no recuerdo como entré en coma, pero esa melodía es lo más cercano que tengo a un recuerdo de eso ¿Por qué? ¡No lo sé! Y el no saberlo me frustra casi tanto como el saber que mi canción favorita en el mundo se arruinó.

Ya no es mía, ahora es de mis miedos.

Corro con tanta fuerza que mis músculos duelen. Escucho que gritan mi nombre a mis espaldas, pero no hago caso. Lloro y sigo corriendo, hasta que choco con algo.

Tarde descubro que es alguien, no algo lo que me hace caer.

—¡Oye! —se queja Drew. Yo caí al suelo por el choque, él no, así que me observa desde arriba —. ¿Qué acaso no ves por dónde vas?

Mis respiraciones no tienen ritmo, mi corazón no sigue el compás que debería. Encuentro los ojos pálidos de Drew y su mirada pasa a verse preocupada en cuanto nota que estoy llorando. Duda en hacerlo, pero termina por agacharse a mi altura para verme mejor.

—¿Qué ocurre? —me pregunta. Escucho que me llaman desde el patio y me asusto de inmediato. No lo pienso dos veces cuando me aferro a su camisa, creo que jamás me he mostrado tan desesperada ante alguien. Jamás.

—No quiero hablar con ellos —suelto, con la voz agitada —. No ahora, no quiero. Por favor, ayúdame.

Él duda por tanto tiempo que siento que no va a ayudarme. No quiero enfrentar a mi hermana, no después de lo que le dije, pero si Drew no me saca de esta lo tendré que hacer. Las voces comienzan a escucharse más cercanas, más lágrimas salen por mis ojos. Es entonces cuando siento su mano entrelazarse con la mía, me obliga a ponerme de pie, y me hace correr hasta el segundo piso de la casa. Me está ayudando.

Dejo que me arrastre escaleras arriba, por pasillos que no reconozco y que me lleve por otras estrechas escaleras distintas a las primeras. Para cuando me doy cuenta, la brisa marina vuelve a golpear mi cabello y a alborotar la falda del vestido que no es mío. Puedo ver al sol esconderse en el mar, escucho las voces pero están demasiado lejos. Drew me trajo al techo de la casa.

—Llora todo lo que quieras —suelta él, sentándose en una silla plegable que debió de haber puesto antes. Tiene un cubo rubik en la mano, recién lo noto —. Aquí no te escucharán.

Él se concentra en su juguetito, parece que a partir de ahora me ignorará. No puedo evitar que más lágrimas salgan de mi y, de hecho, caigo al suelo de rodillas ante lo fuerte que se siente todo esto. Miro al cielo, algunas estrellas comienzan a mostrarse, pero yo no quiero estas estrellas. Yo quiero las que veía desde mi casa.

No las tendré y eso me duele, pero me duele más el no recordar. Siento que hay una parte en blanco dentro de mí, un vacío en la historia que no me gusta, que me incomoda. La canción lo despertó, la canción que solía amar. Ahora, todo se siente tan mal que me gustaría seguir dormida, pero siento que no podré volver a descansar hasta que no sepa qué es lo que me falta saber.

—Me faltan recuerdos —le susurro a la nada.

Escucho una pequeña risa, volteo para ver a Drew jugando con ese cubo de varios colores. Levanta la mirada solo para verme. Por segundos, veo en sus ojos pálidos...comprensión.

—Que coincidencia —me dice, no lo entiendo —. A mi me sobran de esos, niña linda.

¿Y qué se supone que podamos hacer nosotros al respecto?

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