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11|| Elise

Dije que solucionaría los problemas de salud de Michelle uno por uno. Pues bien, tras dos semanas y media despierta, decidí que es momento de que ella deje de sentir tanto dolor en sus músculos. Los calmantes funcionan de a ratos, pero sé que lo que ella necesita en verdad es fisioterapia. Suerte para ambas que mi primo de hecho es licenciado en eso y trabaja tres días a la semana en un centro de rehabilitación.

Pero dejo de creer que es una suerte cuando recuerdo que Michelle lo detesta. Perfecto.

—Te juro que soy bueno en esto, Mich —asegura Adam, mientras caminamos por los pasillos del lugar. Se ve como una pequeña clínica, abundan las personas intentando caminar, o recuperar la movilidad —. Prometo que, con un par de sesiones, dejarás de sentir dolor.

—Caleb había dicho que eres entrenador personal —suelta ella, insegura —. No doctor.

—A ver, no es como si fuera un doctor como tal. Sí, soy entrenador personal en un gimnasio, pero también soy fisioterapeuta. De hecho, soy uno de los tres propietarios de este lugar. Si dudas de lo bueno que soy, pregúntale a cualquiera de mis pacientes y ellos te contarán lo que he logrado.

Sé que Adam es bueno. Es decir, he venido antes a este lugar y he visto como ha logrado que pacientes vuelvan a caminar de nuevo, o a mover partes del cuerpo que antes no podían. Entre ellos, su propia novia. Silene quedó paralítica hace unos años y, de no ser por Adam, estoy segura de que ella seguiría atada a esa silla de ruedas que tanto odiaba. Por eso confio tanto en su trabajo, porque he visto lo que es capaz de hacer y sé que mi primo no se rinde hasta conseguir resultados.

Michelle lo observa con desconfianza, pero al final termina por suspirar y asentir con la cabeza en señal de que le cree. Desde que me prometió que mejoraría su actitud, ella en serio ha puesto de su parte. No es que esté más social, o más animada, pero hace su esfuerzo por aceptar lo que estamos viviendo. Me ha acompañado al trabajo y he conseguido sacarle unas cuantas sonrisas, lo cual es buena noticia.

Pero me ha preguntado sobre su canción otras veces, cosa que sigo evitando responder.

Adam sonríe, satisfecho por saber que se dejará ayudar. Nos guia hasta una de las muchas habitaciones que tiene este lugar. En el camino, Michelle toma mi mano y la aprieta con fuerza. Nuestra relación está mejorando. Aún es difícil aceptar que ambas somos personas diferentes conociéndose de nuevo, pero vamos poco a poco. Le sonrió en forma de apoyo, al menos ella sabe que estoy a su lado y lo estaré durante toda la vida.

—Bien, podemos empezar aquí —dice Adam, encendiendo la luz de lo que parece una especie de salón de gimnasio, solo que sin máquinas. Está vacío a excepción de unas varas adheridas a la pared, unos materiales ortopédicos y un espejo amplio en la pared contraria que refleja muy bien el piso de madera y el resto del cuarto —. Pasaste años acostada, es normal que sientas que te duele el cuerpo. Por eso haremos ejercicios sencillos que acostumbren a tus músculos al movimiento de nuevo. Será como una clase de deporte en la escuela.

—Odiaba esas clases —señala Michelle, a lo que Adam sonríe.

—Eso es porque nunca asististe a una en la que yo fuera el profesor. Verás que está si te gustará.

Mi primo le guiña un ojo y le sonríe con amabilidad, ella evita su mirada y parece estar aguantando las ganas de salir de aquí. Honestamente, admiro la paciencia que tiene Adam con ella. Aunque ya no le grita, Michelle no está siendo precisamente amable con él. Aún así, él la trata con cariño y tolerancia. Le estoy muy agradecida por eso.

Él comienza a ordenar los materiales ortopédicos que necesita mientras comienza una conversación casual para hacerla sentir cómoda. Me acerco a mi hermana y la ayudo a quitarse la chaqueta, agradezco que Lid también le prestara ropa de deporte que le queda aunque sé que en algún momento deberé comprarle ropa. Beso su frente antes de darme la vuelta para dejar la chaqueta en algún lugar que no estorbe, pero mi corazón se detiene segundos después cuando escucho un grito salir de ella.

Mierda, eso no está bien.

Volteo a verla y está justo donde la deje, pero ahora su mirada está fija en el espejo; en su reflejo. Noto que sus ojitos se van llenando de lágrimas de a poco y que se está mirando a sí misma como si fuera una extraña, como si se diera miedo. Encuentra su piel pálida, sus piernas largas y delgadas cubiertas por unos leggings deportivos, su pecho ligeramente abultado cubierto por un top, su cara llena de terror...Esto no está bien.

—¿Mich, qué ocurre? —le pregunta Adam, angustiado. Yo me acerco y ahora ambos la miramos, preocupados.

—¿Esa soy yo? —cuestiona, señalando al espejo. Su voz se quiebra más al darse cuenta de que el reflejo si sigue sus movimientos.

—Si...—le responde Adam con cautela.

—Estoy tan...tan distinta.

Es entonces cuando me doy cuenta de que Michelle no se había visto en el espejo, no hasta ahora.

Sus ojos están fijos en su propio reflejo y no necesito preguntarle para saber lo que está pensando. Es el mismo color de cabello, son los mismos labios y el mismo color avellana con motas naranjas en su mirada, pero no es la misma persona. Es una adolescente que, aunque está delgada, tiene curvas que delatan lo mucho que creció. Tiene pechos y, aunque son relativamente pequeños, están ahí cuando antes no estaban. Sus piernas son largas, ahora su altura no es la de una niña de diez años. En el espejo, hay una chica hermosa, aunque un tanto débil.

El problema es que ella no se reconoció al instante.

Se acerca al cristal con pasos dudosos, como si tuviera miedo de lo que ve. Adam y yo no nos movemos, creo que ninguno de los dos sabe que hacer. Michelle se está viendo a sí misma de la forma en la que vería a una extraña y puedo ver en sus ojos cristalizados lo mucho que eso la asusta ¿Qué tan horrible se debe sentir eso? ¿Qué tan espantoso debe ser que tu propio reflejo se vea distante a lo que crees ser?

Entonces, cometo el error de encontrarme con mi propio reflejo. Si estuviera en su lugar, si la yo de dieciocho años que era antes de perder cada lirio en mi hogar se viera al espejo justo ahora, ¿se reconocería a sí misma? Mismo cabello lacio y castaño, mismos ojos avellana que resaltan por ser un poco más verdosos que los de Michelle, mismos labios, misma nariz...pero no soy la misma persona.

Al empezar una segunda vez y construir una vida desde cero, creí que lo único que permanecía de mi pasado era mi personalidad; yo en general. Ahora que veo a esa mujer llena de miedos, de nervios y de culpa me pregunto, ¿me habré perdido a mi también? ¿Soy una extraña así como lo es Michelle?

—Mich...—la voz de mi primo me trae de vuelta a la realidad. Veo que se está acercando a Michelle, cuya respiración se está haciendo cada vez más pesada —. Podemos buscar un salón sin espejo...

Ella parpadea varias veces, no sé si es para volver a enfocarse en el aquí y ahora o para alejar las lágrimas. Segundos después, veo que sacude su cabeza mientras muerde su labio inferior, sé que ese es un intento para que este no tiemble.

—No —le dice a Adam, quiero creer que está segura de eso aunque le tiembla la voz —. Sigamos con esto.

Y entonces Adam toma los aparatos ortopédicos que le faltan y comienza a dar ordenes que ya no puedo escuchar. Ahora soy yo la que no puede apartar la mirada del espejo...

Me pregunto si mi reflejo me está acusando de haber perdido algo que creí haber conservado todo este tiempo.


...


Media hora después de que Adam comenzara a indicarle algunos ejercicios a Michelle, tuve que salir de la habitación porque mi hermanita me lo pidió. Gritaba tanto por el dolor que supongo que le dio vergüenza que yo la viera, así que ahora estoy en una pequeña sala de espera intentando no entrar en pánico ante el hecho de que Mich está aguantando muchísimo dolor.

Me digo a mi misma: esto es necesario, los ejercicios dolerán al principio pero terminarán por ayudarla.

Pero entonces está esa otra voz en mi cabeza que me dice: de no ser por ti y tu estúpida audición ella no tendría que necesitar sentir todo ese dolor. Pudiste evitarlo. 

Y, mierda, como odio esa voz.

Últimamente, la escucho más y más seguido. Me está matando tener que oír toda esa culpa a cada segundo del día, pero no sé como deshacerme de ella. No sé como dejar de sentir que todo esto está sucediendo por mi.

Por suerte, no estoy sola con esa estúpida vocecita que surgió de mi consciencia. Tomo el vaso con agua que me ofrece Silene e intento devolverle la sonrisa que me ofrece, pero es imposible que la mía se vea tan radiante como la de ella. Desde que recuperó la movilidad en sus piernas, dedica mucho de su tiempo libre en venir y animar a personas con discapacidades. Ayuda en lo que puede, ya sea escuchándolas o celebrando el más mínimo logro que realicen.

Claro que cuando me vio con esta cara de desamparada que de seguro llevo arrastrando conmigo desde que Michelle despertó, dejó de animar a los pacientes para animarme a mi.

—No tener el control sobre tu propio cuerpo es horrible —me dice, rompiendo el silencio. Ahora está a sentada a mi lado y la observo. Sé por su tono de voz que está a punto de decirme algo que le aflige desde el fondo de su corazón —. No poder moverte como antes te movías, sentir que algo que te pertenecía ya no es tuyo, verte en el espejo y no saber si vas a volver a encontrarte, o si tendrás que acostumbrarte a ese reflejo que se ve tan...rendido.

Ella observa algún punto en el suelo mientras niega con la cabeza. Esto es lo que sintió ella, lo que tuvo que aguantar por diez meses que de seguro para ella se sintieron eternos. De repente, hay un nudo en mi garganta. Todo esto es muy duro y solo afirma lo que me he permitido descubrir estos últimos años: Silene es muy fuerte.

—Tu hermana no es paralítica, Elise, pero imagino que debe estar sintiendo algo muy parecido a lo que muchísima gente en este lugar debe sentir —continúa —. Y sé que es duro para ti verla de esa forma, pero es algo que no puedes evitar. Está pasando por mucho, es normal que reaccione con miedo, con agresividad, o con nervios. No va a ser feliz ahora, no tan pronto. Es un proceso.

>> Primero tiene que aceptar al reflejo que tiene en frente, por más triste y solitario que se vea. Luego, tiene que aprender a amar el cuerpo que tiene, por más cambiado que este se encuentre. Después, debe enamorarse de la vida una vez más, aunque perdió casi todo lo que tenía ¿Entiendes lo duro que es eso? No va a suceder de la noche a la mañana...y lo máximo que podemos hacer para apoyarla en este proceso es no apurarla.

Entiendo lo que me quiere decir, pero quisiera no hacerlo. Me he esforzado demasiado porque Michelle sea la misma de antes, que sonría y sea feliz como en el pasado. La he empujado a situaciones para las que no estaba lista, solo porque yo estoy desesperada por recuperar su sonrisa. Silene me está recordando algo que yo había olvidado: esto depende más de ella que de mi.

Ella es quien debe buscar la forma de recuperarse; de acostumbrarse a una nueva vida, enamorarse de ella y luego encontrar sonrisas. Eso toma muchísimo tiempo. Es decir, a Silene le tomó diez meses volver a caminar y aún entonces no se sentía del todo satisfecha consigo misma. La observo y en sus labios hay una sonrisa comprensiva, dulce y genuina; de la clase que jamás esbozaría su versión pasada.

Su proceso fue lento, agotador, frustrante. Ahora es feliz...pero no es la misma persona que fue al inicio. Ella cambió.

¿Y si Michelle cambia? ¿Y si yo quiero las sonrisas de la vieja Mich, no de la nueva versión que podría o no surgir?

—Lo siento si no es lo que querías escuchar, pero tenía que decírtelo —asegura, entrelazando su brazo con el mío antes de apoyar su cabeza en mi hombro —. Es que siento que esperaste que Michelle despertara por mucho tiempo y ahora que sucedió...no te estás permitiendo disfrutarlo.

Una vez más, esta rubia tiene razón. No recuerdo la última vez que estuve tan tensa, tan estresada, tan asustada...Creí que sería diferente cuando Mich despertara, pero todo empeoró.

Todo esto es mucho más grande que yo y no puedo disfrutarlo; no sé porqué no me estoy permitiendo a mi misma disfrutarlo.

—¿Quieres que cambie de tema? —me pregunta y yo asiento de inmediato. Esto es lo que más me gusta de estar con Silene: que sabe ser directa, pero en su justa medida —. Está bien, hablemos de otra cosa. Ya decidí de que color quiero que sean los vestidos de las damas de honor: rojo carmesí. Lo sé, es un color fuerte y no se usa mucho en las bodas, pero irá tan bien con los arreglos de rosas. Tengo fe en que les quedará de maravilla.

Entonces, lo recuerdo. Me siento como la peor persona del mundo mientras escribo en mi teléfono un mensaje que sé que le llegará en cuestión de segundos ¿Acaso algo más podría salirme mal? Es como si el universo entero se hubiese puesto de acuerdo para que todo se me escapara de las manos al mismo tiempo.

Olvidé por completo la prueba de vestidos. Lo lamento muchísimo —es lo que digo en mi mensaje y obtengo una sonrisa comprensiva de su parte tan pronto ella lo lee.

—Tranquila. Con todo lo que estaba pasando, decidí posponerla. Lo haremos en otro momento. Después de todo, la boda será el año entrante. Recuerda que yo estoy adelantando un par de cosas para ir quitándole el miedo a ese primo tuyo.

—¿Todavía tiene miedo? ¡Pero si se la pasa pidiéndote un bebé! —ella no tarda en leer mi mensaje y de hecho ríe un poco ante este.

—Es diferente. A ver, Adam y yo siempre hemos querido tener una familia. Era una meta que ambos teníamos por separado, cuando éramos solo amigos; ahora es una meta que tenemos juntos. Queremos ser padres, eso siempre ha sido así, por lo que el que me pida constantemente tener nuestra propia hija no me aterra, ni le aterra a él.

>>El miedo de Adam no está en tener un futuro conmigo, a él solo le da miedo el simple instante de casarse. Tiene miedo a que lo dejen en el altar de nuevo, que todo lo que está planeando para un mañana se vaya al carajo como la última vez...

No puedo evitar fruncir mi entrecejo, esto es culpa de la perra de Vanessa. Le dejó heridas a mi primo que él no merece y espero no cruzármela de nuevo en alguna calle, porque yo muy bien podría dejarle heridas físicas mucho más profundas. Ella si se las merece.

—Entiendo que él se sienta inseguro; no me gusta, pero lo entiendo —asegura ella, encogiéndose de hombros —. Y lo amo, así que no me molesta luchar para que esas inseguridades se vayan esfumando poco a poco. Quiero demostrarle que yo no soy Vanessa y que, si bien en el pasado me comporté como una idiota al decirle que él no era suficiente para mi, me arrepiento de eso. Soy una persona diferente y ahora no me da miedo admitir que Adam es todo y más de lo que deseo. Tengo una vida entera para demostrárselo y estoy empezando ahora.

Suelto un suspiro exagerado mientras llevo mis manos hasta mi pecho, fingiendo un dramatismo muy clásico de novelas románticas. Silene tiene muchísimo carácter, puede ser intimidante si se lo propone y meterse con ella es algo que no le recomendaría ni a mi peor enemigo. Sin embargo, también tiene estos momentos super cursis y dulces que le hacen justicia a su apodo. Es justo como una princesa soñadora.

Me alegra que ella quiera ayudar a curar las heridas que mi primo aún no ha sabido sanar y me alegra aún más que aprecie la increíble persona que él es. Le sonrío, porque de repente es mejor pensar en lo bien que le está yendo a ella y a Adam que en lo mal que me está yendo a mi.

—¿Entonces...esa bebé...? —le escribo. Al leerlo, ella sonríe y me ve con sus grandes y sinceros ojos café.

—En algún momento. Te lo dije, es difícil amar el cuerpo en el que despiertas luego de odiarlo por tanto tiempo. Primero necesito amar completamente lo que soy ahora, luego lidiaré con una enorme barriga de embarazada —dice y suena muy segura —. Pero ser madre es algo seguro en mi futuro.

Gracias al Cielo, o el sueño de mi primo por tener una "muñequita" propia se iba a destrozar antes de empezar.

Mhm...en lo personal, prefiero un niño. Un príncipe.

Creo que la ilusión es una de las cualidades más bonitas que puede conservar una persona. La clase de brillo que deja en los ojos, la autenticidad que imprime en las sonrisas, el deseo que deja en la voz...Es único. Mamá solía decir que la ilusión es lo equivalente a los instrumentos en una canción: sin guitarra, no hay melodía; sin ilusión, no hay vida.

E ilusión es lo que veo en el rostro de mi amiga ahora, ilusión es lo que veo en el rostro de mi primo cuando la ve, e incluso es lo que veo cuando Caleb me ve a mi. Me gustaría poder verlo en el rostro de mi hermanita; me hubiese gustado verlo en mi reflejo cuando lo vi, pero no fue así. La Elise ilusionada desapareció en algún momento, ¿cuándo la perdí?

Tomo del vaso de agua mientras Silene revisa su teléfono. La veo escribir un par de mensajes y estoy odiando el silencio porque me hace pensar de más. A ver, sé que no perdí mi ilusión con el accidente porque la sentí muchas veces después de eso: cuando aprendí a hablar con las manos, cuando descubrí que me gustaba el arte en todas sus formas, cuando obtuve una carrera que me encantaba, cuando me enamoré...

El accidente no es el culpable por haberme robado la ilusión. Entonces, ¿quién lo es? ¿Quién me dejó tan vacía como el reflejo que vi?

Por suerte, Silene termina de responder mensajes y comienza a hablarme. Me cuenta sobre su trabajo y eso me recuerda que debo ponerme al día como su publicista, ayuda porque mi mente comienza a trabajar de forma automática. Luego me habla de cosas más casuales, anécdotas divertidas sobre sus sobrinos y algunas cosas simples como "salgamos este fin de semana, hay que divertirnos". Logra distraerme y hasta me hace reír un par de veces, pero muy en el fondo sigo pensando en Michelle y en mi.

En el reflejo que no habría dejado satisfecha a la Elise de dieciocho años, esa que aún tenía voz.

—Parece que ya terminaron —me dice Silene en cierto punto, observando por encima de mi hombro algo más. Sonríe y mueve su mano, lo que me da a entender que no es "algo" lo que ve, sino a "alguien".

Volteo y encuentro a mi primo guiando a Mich hasta nosotras. Mi hermana tiene la mirada baja y sus mejillas aún están sonrojadas por llorar. Noto que no está tan encorvada, pero es un cambio mínimo. Busco la mirada de mi primo, sé por la expresión en su rostro que esto pudo haber salido mejor.

—Hola —saluda él, esbozando una pequeña sonrisa. Michelle ni siquiera lo intenta —. Que bonita sorpresa verte por aquí, princesa.

—Estaba hablando con uno de tus pacientes cuando me encontré a Eli y me quedé a charlar —responde ella, levantándose para darle un beso en la mejilla a su prometido. Luego, pasa a ver a mi hermana —. ¿Qué tal te fue, Mich?

—Dolió —asegura. Su voz suena tan débil...—, pero ahora siento un poco de alivio en la espalda.

—Verás mejoras poco a poco y cada vez dolerá menos —le habla Adam, quien luego me ve a mi —. Ya le dije que debería recibir masajes ortopédicos para aliviar todo ese dolor. Admito que yo no sé de eso, pero tengo unos buenos contactos que podrían ayudar. Te los enviaré.

Asiento con la cabeza y le agradezco con un simple movimiento en la mano. Luego, me pongo de pie y quiero tanto que Michelle me mire, pero no lo hace. Ella solo ve el suelo.

—¿Quieren ir a almorzar? —pregunta Silene —. Conozco un buen lugar cerca y es vegano.

—Tengo una hora libre —anuncia Adam —, y yo nunca me negaría a la comida ¿Qué dicen ustedes, primas?

La pregunta fue para las dos, pero todos miramos a Michelle porque sabemos que la última palabra la tiene ella. Suspira, como si supiera que el peso de esta decisión está solo sobre sus hombros. Al final, solo asiente y tomamos eso como un "sí, vayamos a comer".

La rodeo por los hombros mientras caminamos fuera del centro de rehabilitación. En el camino, varios doctores y pacientes se detienen a saludar a mi primo y a Silene. En cada parada, yo miro a Michelle, esperando que ella me devuelva la mirada. No quiero que se aleje de nuevo, no quiero que lo haga.

Ella parece notarlo, así que alza solo un poco su cabeza y me ve. Susurra un "estoy bien" antes de tomar mi mano y darme un apretón no muy firme. No le creo, pero tampoco es como si pudiera decirle algo que la ayude. Esto es demasiado frustrante, me pregunto si en algún momento dejará de sentirse así.

Finalmente, los saludos parecen acabar y seguimos con nuestro camino hacia el estacionamiento. Silene tiene un único guardaespaldas que es quien la dejó en la clínica, pero ella nos informa que le pidió que se fuera a almorzar antes así que no volverá pronto. Adam nos trajo a Mich y a mi, lo que nos lleva a la conclusión de que él nos llevará a los cuatro a almorzar. Lo seguimos hacia su auto, un Ford negro que veo de lejos.

Lo que me sorprende y me deja un poco descolocada es encontrar a pocos puestos de distancia una Jeep un tanto vieja que reconozco. Podría no ser el auto que estoy pensando que es, pero entonces veo a cuatro adolescentes salir de ahí y mi duda se esfuma. Por supuesto que ese el auto de los hermanos Cooper y por supuesto que los hermanos Osbone están con ellos, ¿pero qué es lo que hacen aquí?

—Hola, hola —dice Lid, acercándose con sus tres amigos hacia nosotros —. Acabamos de mejorar su día con nuestra llegada, de nada.

Llegan hasta nosotros y estoy esperando que Michelle se tense, o algo, pero no lo hace. Más bien, los observa de una manera que no puedo descifrar.

—Terremotos, no los esperaba ver aquí—suelta Adam, realmente sorprendido. Ve hacia el auto y luego hacia los Cooper —. Me impresiona que esa cosa siga rodando ¿Ya lo llevaron a un mecánico?

—Los mecánicos somos nosotros, Adam —asegura East —. Compramos ese auto y la idea era repararlo entre ambos.

—Un año después y las reparaciones parecen no detenerse —suspira Tyler —. En fin, es nuestra chatarra. Ya hasta cariño le agarramos.

—¿Y qué hacen aquí? —pregunta Silene, pero algo me dice que ya lo sabe.

Es más, por la forma en la que Lid le sonríe con complicidad, estoy segura de que ya lo sabe.

La adolescente se acerca a mi, su barbilla alzada como siempre. Noto que trae puesto unos shorts de jean y una camisa transparente que deja ver la parte de arriba de un bikini rojo. Enarco mis cejas hacia ella ¿Qué es lo que planea hacer?

—Elise, venimos a raptar a tu hermana —es lo que me dice.

—Si, pero somos unos secuestradores de mierda y le decimos que la vamos a raptar antes de hacerlo —señala Drew. Su tono de voz es monótono, desinteresado, y no puedo descifrar si está bromeando o algo. No con sus ojos cubiertos por esas gafas de sol —. Cabe destacar que este no fue mi plan.

—Si siguiéramos tus planes, estaríamos en la cárcel —dice Tyler. Finalmente, una pequeña sonrisa nace de los labios de D.

—Sabes que considero experto en crear esa clase de recuerdos tan inolvidables, Cooper.

—Y tú sabes que aprecio mi libertad y mi vida. Sigamos con esto de raptar a Michelle.

Lid rueda sus ojos, como si toda esa charla la aburriera. Luego, se acerca a mi hermanita y le sonríe con naturalidad; como si fueran amigas de toda la vida. No sé porque esto me incomoda tanto.

—El plan es ir a una playa no muy lejos de aquí —le dice —. Está ligeramente abandonada, pero es increíble y hermosa ¿Te animas?

Estoy a punto de arrastrar a Michelle lejos, acercarla solo a mi y protegerla. Ni siquiera entiendo bien a que viene esta repentina necesidad de evitar que mi hermanita se aleje de mi, es algo que me surge tan natural que me sorprende. Quizá por eso me descoloca tanto escuchar a Mich responderle a Lid una respuesta que jamás esperé que saliera de sus labios.

—Si —es su respuesta, mientras se aleja de mi agarre. De inmediato, quiero sostenerla de nuevo —. Iré con ustedes.

¿Qué? ¿Por qué? ¿Por qué quiere ir con ellos?

—¡Bien! Eso fue rápido, creí que haría falta persuadirte —suelta Lid, con una amplia sonrisa llena de satisfacción —. ¿No tienes problema con que nos la llevemos, Eli?

—Mich estará en buenas manos —asegura Easton, rodeando a mi hermana en un medio abrazo. Se le ve un tanto incómoda, pero no lo aleja —. La llevaré a casa antes de que anochezca y en una pieza. Promesa.

Easton me hace un puchero, pero no lo miro a él. En lugar de eso, veo a Michelle y busco algo de arrepentimiento en su mirada. No encuentro eso, tampoco miedo, ni incomodidad. Más bien, encuentro desesperación...por irse.

Asiento con la cabeza solo porque parece que mi hermana necesita irse, alejarse de aquí. Me duele y me llena de unos nervios mucho más grandes que mi propio cuerpo. La Michelle del pasado jamás habría hecho esto, ella se habría refugiado en mi. Esta chica rubia, con los mismos ojos avellana y los mismos labios rosados que mi hermana, me sonríe con gratitud. Es como si quisiera alejarse...

¿Pero alejarse de quién? ¿De mi?

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