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El error

Entré a la habitación, harta del vestido que llevaba puesto. Charly me siguió por detrás, escuché que cerró la puerta y trató de besarme el cuello, pero me aparté riendo, para poder dejar mis lentes y mi celular en el velador de la habitación, pues los llevaba en la mano y no quería que me estorbaran.

Volteé a verlo y, sin quitarle la vista de encima, traté de bajarme el cierre del vestido, pero no lo logré y volteé, a lo que él intervino, deslizando el cierre al mismo tiempo que sentía su aliento cada vez más cerca de mi cuello, provocando que mi piel se erizara al sentirlo. Dejé que mordiera mi cuello al tiempo que mi vestido caía libre al suelo, escapando de mis labios un leve gemido para luego voltear a verlo y exigirle que nuestras bocas se unieran.

Nunca me besaron como él lo hacía y aquello solo me enloqueció. Odiaba despegar mis labios de los de él, pero también odiaba que no estuviera consintiendo mi cuello por prestarle atención a mi boca.

Mientras nos besábamos, fui deslizando mis manos por el torso del chico, hasta llegar a su pantalón y colé su mano para anticipar lo que venía, provocando que él se estremeciera, pero en lugar de bajarle el cierre, volví a subir un poco y le fui desabotonando la camisa desde abajo hacia arriba.

—Debo decirlo: te veías tan bonita con ese vestido... —Me dio un beso en la clavícula—. Pero sin él, eres magnífica.

Siguió bajando su cara para recorrarme, mientras sentía un cosquilleo que excitaba cada vez más. Enredó sus dedos en mis bragas y las deslizó hacia abajo, al tiempo que su lengua jugaba con uno de mis pezones, haciendo que fuera difícil para mí mantenerme de pie al provocar que me estremeciera.

Su lengua se deslizó después por mi abdomen, por lo que podía imaginar lo que venía con ansias.

—Espera, espera... —pedí, casi susurrando, pero lo suficientemente fuerte para que él se apartara.

Maldije al darme cuenta que provoqué que parara sus caricias, a lo que decidí moverme rápido, tirándome sobre la cama para luego abrir mis piernas y mover mis dedos por mi vulva, invitándolo a aproximarse, lo que hizo con rapidez, ubicando su cabeza entre mis piernas.

***

Me levanté tomando mi cabeza entre mis manos y dibujé círculos imaginarios con mis dedos, sin recordar mucho de lo que había soñado ni lo que había pasado la noche anterior. Sentía que mi cabeza iba a explotar de tanto que palpitaba, si es que eso era posible, y tenía mucha sed. Traté de buscar mis lentes con la mano, pero no los encontré cerca, por lo que, me puse de pie, empeorando el dolor de cabeza, y caminé hasta mi mochila, pero tampoco los encontró ahí.

—¿Qué pasa? —preguntó Romina desde su cama, con los ojos entrecerrados y cierta molestia en su tono.

—No encuentro mis lentes —contesté.

—¿Tus lentes? No recuerdo haberte visto con ellos anoche… o sea, sé que por el disfraz no los usaste, así que, pensé que los habías dejado acá, que no los llevaste.

—¿Los habré dejado en la fiesta?

—Ni idea. Trata de hacer memoria.

Bufé e hice el esfuerzo de recordar la noche anterior, aunque las imágenes que pasaron por mi mente eran un tanto difusas gracias al alcohol.

***

Me removí en la cama al sentir el sonido del celular, luego de descansar un rato y despertando al tenerlo junto a la almohada. Me fijé con molestia en la pantalla iluminada, con el único objetivo de callar el ruido insoportable del aparato.

—Cel, ¿dónde estás? —preguntó preocupada Romina al otro lado de la línea.

—Ah… —Solté una risilla—. Por ahí. —Todavía estaba un poco ebria.

Weona —me llamó Romina desde el otro lado de la línea—, ¿en dónde estás?

—Eh... —Reí y me sujeté la cabeza con una mano—. Descuida, ya... ya voy al salón.

—Más te vale, porque mis padres llegaron a buscarnos.

—¡Cresta! —Puse una mano en mi frente y fruncí el ceño—. Ya voy.

Una mano se posó sobre mi abdomen por detrás, pero lejos de sentir miedo, sentí cierta calidez. Volteé con una sonrisa a ver al chico, quien se levantó ligeramente para tratar de besarme, pero me aparté y salí desnuda de la cama.

—Me tengo que ir —dije acomodándome la peluca, impidiéndole ver alguno de mis mechones rojos.

—Quédate un poco más —suplicó—. Podríamos...

—No.

Volví a reír, tomé mis cosas y me empecé a vestir, para luego tomar mi celular que estaba en el velador.

—Al menos dime cómo te encuentro después.

Sonreí al escucharlo y salí de la habitación, sin hacer mucho ruido, pues no quería que los demás invitados notaran en lo que ella estaba. Me escabullí, para despistar y que Romina pensara que estaba en el baño.

—¡Ah! ¡Aquí estás! —exclamó Romina al toparnos de frente, a la salida del pasillo que conducía a uno de los baños.

—Lo siento, es que... creo que el alcohol me pasó la cuenta —me excusé.

—Ni me lo digas. —Frotó su sien, mientras me conducía hacia la salida—. Mi cabeza me está matando.

—Y eso que tú pudiste dormir un rato.

—¿Tú no? ¿Qué hiciste entonces todo este rato?

—Eh... bueno, bailé mucho y luego... luego me fui al baño, ya me viste. Igual descansé un poco, pero fueron solo unos minutos... justo llamaste.

Sorry. Vamos, que ahora sí que nos matan mis padres por demorarnos.

Asentí y la seguí.

***

Todavía sentía que me daba vueltas todo y ni siquiera logré recordar bien quién era el chico, solo lo bien que se sintió. ¿Y por qué recordé aquello si se suponía que estaba tratando de recordar dónde dejé mis lentes? Todo me pareció confuso en ese momento.

—¿Y? —preguntó Romina, expectante—. ¿Recuerdas dónde los dejaste?

Celeste negó con la cabeza.

—Uh... no importa. —Romina se levantó de golpe—. Voy a buscar un paracetamol y agua para las dos.

Me volví a echar dentro del saco y cerré los ojos, a su vez que Romina salió de la habitación para ir a la cocina.

¿Quién había sido aquel chico?

No era la primera vez que tenía sexo casual con un extraño en una fiesta, pero sí la primera vez que no lograba recordar su identidad. Bueno, también era la primera vez que bebía tanto y claramente eso ayudaba a nublar mi memoria.

Romina regresó luego de unos minutos, con un par de vasos de agua en la mano y una tira de paracetamol entre los dientes. Le recibí uno de los vasos y luego vi con desagrado cuando se sacó la tira y rompió el aluminio de un comprimido para dejarlo caer sobre mi mano.

—Podías haber traído los vasos y después ir por el paracetamol.

—Así era más rápido, no te pongas quisquillosa.

Bufó y me tomé la pastilla. Romina se sentó sobre su cama e hizo lo mismo, para luego terminar su vaso de agua y revisar sus mensajes.

—Están mandando fotos del carrete¹. —Rio.

—No quiero ver.

Terminé de beber y miré a Romina, quien tenía una expresión que no sabía si era de asombro o espanto.

—Creo que ya sé dónde están tus lentes... más bien, con quién.

Fruncí el seño, me levanté rápido y me posicioné al lado de mi amiga, boquiabierta. Justo en ese momento, un chico envió un mensaje al grupo, luego de la foto de mis lentes:

~Charly: «Hey, ¿de quién son estos lentes?».

~JP: «Vi a la chica con la que te acostaste anoche con unos lentes así en la mano cuando le estaba sirviendo un trago».

Mierda.

Las imágenes se empezaron a volver claras en mi mente, sin salir del asombro.

Charly...

Ahora todo empezaba a calzar.

—¡Cresta! —exclamé.

—Ey, tranqui, no te vayan a escuchar mis padres hablando así.

—Es que, Romi... —Estaba catatónica.

—Me estás asustando. Estás como si hubieras visto a La Llorona.

—Puta la wea... —Suspiré—. ¿Qué hora es?

—Eh... las doce y media.

Exhalé con alivio. No se me podía pasar la hora de la pastilla, aunque ese era solo uno de los problemas en ese momento. Abrí los ojos asustada al recordar de nuevo mi primer problema del día.

—Debo recuperar mis lentes antes de que mis padres vuelvan.

—¿Por qué es tan urgente?

—¿Qué les digo si me ven sin ellos?

—Uh... ¿que los rompiste? Así no tienes que recuperarlos.

—¡Romi, me los compraron hace un mes y costaron cien lucas! ¡Mis papás me van a matar...! ¡Mi mamá me va a matar!

—Bien, entonces, escríbele al chico.

—Sí, eh... ¿y qué le digo? ¡Espera! ¿Alguien ha dicho que era yo la que...?

—No, tranqui. Jessica seguramente va a tratar de hablarte primero, antes de decir algo en el grupo.

—Cierto.

Busqué mi celular y vi que tenía dos llamadas perdidas recientes de Jessica, a lo que la llamé devuelta.

—¡CC, al fin! —exclamó del otro lado de la línea.

—Dime, por favor, que tienes mis lentes.

—Algo así... No exactamente. Pasa que Charly, el que mandó la foto, es mi hermano.

—Cresta, con razón sabía tanto de ti.

—¿Uh?

—Eh... —Reí, un tanto nerviosa—. No importa. Por favor, se los quitas y luego vienes donde Romi o nos encontramos en algún punto para que me los pases, ¿va?

—Es que ese es el problema, no creo que pueda... Pasa que, Charly partió temprano, porque quedó de irse hoy con sus amigos al sur...

—¡¿Me estás weando?!

—¡CC, vocabulario! —me gritó Romina.

—¡Ya, lo siento! Jess, por favor, dime que todavía no se va al sur.

—Tal vez alcance a llegar al bus antes de que parta, aunque lo dudo. El bus sale a la una.

—Entonces... ¿Puedes ir a buscarlo? Solo para buscar mis lentes, por favor.

—CC, creo que eso te corresponde a ti. Son tus lentes, tú los dejaste tirados...

—¡Bien, voy a ir! Mándame la dirección del terminal.

Corté la llamada y esperé a que Jessica me la enviara.

—CC, es imposible que llegues —me dijo Romina—. No tienes transporte y tampoco dinero, además, ya van a ser la una de la tarde.

—¿Me prestas para el uber?

—Ugh... Te voy a acompañar.

Y así lo hicimos. Ni siquiera nos duchamos, en favor del tiempo, solo pedimos un uber y nos vestimos rápido.

—Me debes diez lucas, por cierto —dijo Romina, en cuanto entramos al auto.

—Sí, te voy a pagar lo del disfraz y el uber.

—No me refiero a eso, da igual. —Se echó a reír—. Me refiero a que ¡gané la apuesta! No pudiste pasar ni una sola fiesta sin besar a alguien. —Siguió riendo.

—Uh, cállate.

Luego de algunas cuadras, decidí pedirle otro favor a Romina:

—¿Puedes pedirle mis lentes?

—¿Estás loca? ¿Qué le digo?

—Que te mandó la dueña.

—¿Y por qué la dueña no puede ir a buscarlos?

—Porque... Porque lo de anoche no tuvo que pasar. No quiero que sepa quién soy.

—Y no lo va a saber —dijo, mirando su celular.

—Solo si tú vas en mi lugar.

—¡No, es que ya son la una, debe de estar saliendo el bus!

—¡Cresta!

Me fijé que había un enorme atochamiento o, como le decimos acá, un gran taco². Era prácticamente imposible llegar, sobre todo porque todavía nos faltaba bastante por recorrer.

Así que, me resigné ante la idea y empecé a contarle la verdad a Romina.

—Quería resolver este asunto rápido y cerrar lo que pasó anoche. Estaba ebria y cometí errores tontos, sin duda el peor de todos fue el haber dejado mis lentes ahí, junto a Charly.

—Creí que dirías que el error fue acostarte con él.

—¿Qué? No. O sea, sí estaba ebria, pero así como que no pudiera valerme por mi cuenta... No. —Reí un poco al recordarlo—. En fin, me encantó, pero no quiero volver a ver a ese chico.

—No te entiendo.

—Es que... ¿y si quiere algo conmigo? Y la verdad es que lo de anoche fue más despecho que otra cosa. Pasó que Pablo se puso a hablarme por mensajes y le contesté. Luego me topé con este chico, Charly, que es un mijito rico³ de primera y... Nada, nos pusimos a bailar, luego nos pusimos cada vez más calientes y nos acostamos, es todo. Tenía que quedarse así, ni siquiera le di mi nombre o número, para estar segura de que las cosas quedarían así... ¡Pero no! ¡Tenía que dejar mis lentes junto a él! ¡Sí seré bruta!

—No sé si quería saber todo eso. —Se entrometió el conductor de Uber y me miró con cierto desagrado—. Como sea, creo que deberías hacerte cargo de tus errores.

—Disculpa, ¿quién te pidió la opinión? —contestó Romina—. Gracias por tu servicio, pero no tienes por qué andar diciendo esas cosas.

—No, Romi, tiene razón cuando dice que debo hacerme cargo.

En eso, vimos un bus de la línea que me avisó Jessica que su hermano iba a usar, yendo por la avenida, también atrapado en un taco.

—Y es justo lo que haré ahora.

Salí decidida del vehículo, ante la mirada extrañada de Romina, exigiendo una explicación. Corrí entremedio del tráfico hasta llegar a la puerta del bus y empecé a golpear. Luego de unos segundos, el chofer me abrió y me exigió el pasaje, a lo que respondí que estaba ahí para buscar a alguien.

—¿Alguno de ustedes se llama Charly? —pregunté.

Una mano se alzó al fondo y fui hasta allá, pues no se alcanzaba a ver. En el asiento, me topé con un gringo rubio y de ojos claros, lo que me sacó de onda.

—¿Charly?

El gringo asintió.

—Oh... Eh... Mala idea preguntar así, disculpe. No es el Charly que estoy buscando.

—Señorita, tengo que avanzar —dijo el chofer del bus—. Ya bájese, a menos que quiera que llegue a Arica con usted arriba.

—Esperen... —pedí mientras avanzaba hacia la puerta—. ¿Este bus va a Arica?

—Es un recorrido al norte, pasa por varias ciudades hasta llegar a Arica —explicó una señora.

Bajé pálida. No necesitaba una explicación de cómo funcionaba el recorrido, pues más de una vez viajé así, sino que necesitaba leer el estúpido letrero del frente antes de subir.

Ya era la una y un cuarto de la tarde, por lo que, ya no tenía esperanzas de llegar hasta ese chico para pedirle mis lentes. Caminé entre los autos, provocando que sus conductores me tocaron la bocina y me gritaron una orquesta de insultos o, como les llamamos en Chile, garabatos⁴, como "quítate, perra culia⁵" e incluso de qué me iba a morir. Sí, la vida en la ciudad era una mierda.

—Vámonos a tu casa. —Me rendí.

Fue todo un lío regresar al tratar de cambiar la ruta en medio del atochamiento en el primer fin de semana de febrero, conocido en Chile como la fecha en la que los chilenos empiezan sus vacaciones —nunca supe por qué prefieren salir en febrero por sobre enero—. El camino fue en silencio, hasta que Romina vio algo en su celular:

~Charly: «¿Me ayudan a difundir?».

Decía el mensaje de Charly en el grupo de la fiesta, al que por cierto, nunca me sumé. A continuación, puso el link de una publicación.

«Se busca a Cenicienta», iniciaba el post, con una imagen de mis lentes.

«Si eres la dueña de estos lentes, fuiste anoche a una fiesta disfrazada de Cenicienta, escríbeme para vernos el 14 de febrero y te los devolveré».

Como dirían en el teatro: mierda, mierda, mierda.

Al menos no dijo en público que nos acostamos... No, esperen, al último del post puso:

«Espero que podamos revivir lo de anoche».

Mi suerte no podía ser peor.

Esperen, porque sí, fue peor:

«5 llamas perdidas de Pablo», leí la notificación.

Tenía que confrontar a ese mentiroso de mierda y además recuperar mis lentes que estaban en manos de alguien a quien no quería volver a ver.

Sí, siempre puede ser peor.

•••


Conceptos:

Carrete¹: fiesta.

Taco²: atochamiento vehicular.

Mijito rico³: nuestra forma predilecta para decir que está muy guapo, incluso se lo gritamos a cantantes internacionales cuando se presentan en Chile.

Garabato⁴: insulto o grosería, como "weon", "mierda", etc.

Culiao/culia⁵: creo que se pueden hacer una idea de qué significa sjdksksk lo voy a dejar como que es uno de los garabatos que más usamos y también que combinamos con otros (ejemplo: "gil culiao", "perra culia", etc.).

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