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Capítulo 67

Al día siguiente, Emma llama a Fabio para preguntarle por su estado de salud, sin embargo el teléfono le aparece apagado. Lo sigue intentando a diferentes horas, pero el resultado siempre es el mismo.

Por la noche, antes de irse a la cama, prueba a llamar una última vez. Pero nada. Le parece extraño que Fabio tenga todo el día el teléfono apagado y no puede evitar preocuparse. ¿Y si ha empeorado? ¿Y si ha apagado el teléfono porque no le quiere contar que está muy enfermo?  Quizás simplemente haya decidido apagar el teléfono para poder descansar sin que nadie le moleste.

Le envía unos cuantos mensajes antes de quedarse dormida. Pasa una noche inquieta, con extraños sueños que no consigue recordar pero que le dejan una molesta sensación cuando despierta a la mañana siguiente. 

Lo primero que hace es comprobar el estado de sus mensajes, que siguen sin respuesta y sin el doble check azul que confirma su lectura. Antes de bajar a desayunar, vuelve a llamarle, pero su teléfono sigue apagado. 

Cuando está preparándose el desayuno, aparece el señor Díaz de Farlosio, le da los buenos días y le dice:

—Voy a estar unos días fuera, Emma. Estaré preparando nuestro próximo viaje a Italia de la semana que viene. Mañana vendrán a embalar algunos de mis cuadros que también se expondrán, y quiero mostrar alguna de tus obras.

—¿Qué? ¿Mis obras? ¿Los cuadros que he pintado para usted?

—Sí, he separado los lienzos que he elegido.

—Pero, son...

—Son magníficos, Emma. Y me gustaría llevarme algún otro. En concreto, me gustaría que pintaras a mi mujer. A ella siempre le habría gustado tener un retrato suyo, pero murió antes de que lo encargara. Tengo algunas fotografías suyas, te las he dejado en el estudio. Escoge la que más te inspire. Me gustaría que su retrato también estuviera en la exposición.

—Pero yo no... Mis trabajos son...

—Son excelentes. Si no lo fueran, no estarías aquí —dice el señor Farlosio con convicción.

—Muchas gracias por su confianza y por esta gran oportunidad que me ofrece.

—Gracias a ti, Emma. Tienes mucho talento, yo sólo quiero que otros lo vean.

—Muchas gracias, de verdad —responde Emma con una gran sonrisa. Antes de que el señor Farlosio se marche, Emma le pregunta —:¿Ya sabemos dónde tendrá lugar la exposición?

—En Florencia, la cuna del arte. No te preocupes, mi secretario se está encargando de todo. Intentaré venir antes pero, si no es posible, él te dará las instrucciones necesarias para que te reúnas conmigo. ¿Por qué tienes tanto interés en el lugar donde será la exposición?

—Bueno, es que..., me gustaría avisar a una persona para intentar encontrarme con ella —dice Emma sonrojándose.

—Mmmm, entiendo... ¿Una persona importante para ti?

—Muy importante. Y está en un pueblo de Florencia, así que...

—No te preocupes. Os encontraréis.

—¡Gracias!

Emma se va a su estudio y observa las fotografías de la que fue la esposa del señor Díaz de Farlosio. Era una mujer muy hermosa, con una mirada serena y una sonrisa muy dulce. Escogió una fotografía en la que estaba apoyada en una barandilla, con unas espectaculares vistas al fondo en un romántico atardecer. 

Cuando lleva un par de horas en el estudio, vuelve a llamar a Fabio, pero sigue sin recibir respuesta. Necesita saber cómo se encuentra y no tener noticias suyas desde hace tanto tiempo, aumenta su preocupación.

Finalmente, decide llamar al teléfono de Roger para que le informe.

—Hola Roger, ¿cómo está Fabio?

—Mejor, pero sigue en la cama. ¿Y tú, cómo estás?

—¿Sigue en la cama? ¿Es que está peor?

—Ayer se pasó el día durmiendo. Hoy parece que no tiene tanta fiebre...

—¿Fiebre? ¿Tiene mucha fiebre? —le interrumpe Emma preocupada.

—No, ya no...

—¿Puedo hablar con él? Tiene el teléfono apagado.

—Ah, bueno, se le habrá acabado la batería. Ahora está durmiendo, luego le diré que has llamado.

—Roger, ¿me estás diciendo la verdad?

—Pues claro, ¿por qué no iba a hacerlo? Oye, me ha dicho que te veremos pronto, ¿es que vas a venir a visitarnos?

—Sí, bueno, no lo sé todavía. Pero, por favor, Roger,  ¿puedes comprobar si está despierto? Me gustaría hablar con él.

—No, sigue durmiendo. Es mejor dejarle descansar...

—Dime la verdad. Tengo la sensación de que me estás ocultando algo. ¿Qué pasa?

—No pasa nada, Emma... 

—Haz una cosa; cuando se despierte, dile que me llame, por favor. O llámame tú y le pasas tu teléfono. 

—Es que no sé...

—¡Roger! —le vuelve a interrumpir Emma, cada vez más alterada —:por favor, estoy preocupada. Me dijo que se había resfriado y ayer no pude hablar con él.

—Le quieres mucho, ¿verdad?

—Sí.

Se produce un breve silencio. Emma nota el tono algo desolado de Roger al hacerle esa pregunta. Él le había declarado su amor y, aunque ella nunca se lo había tomado demasiado en serio, decirle que estaba enamorada de su hermano podría haberle herido sus sentimientos.

—Lo siento, Roger.

—Yo también, Emma. Y quiero pedirte perdón.

—¿Pedirme perdón? ¿Por qué?

—Por haber sido un gilipollas y un mezquino —confiesa Roger —:No he querido aceptar la realidad. Me enamoré de ti, Emma, y quería conseguirte como fuera. He hecho cosas de las que no me siento muy orgulloso.

—¿De qué estás hablando? 

—Yo contacté con Carola y le sugerí que le enviara una carta a Fabio. Yo la invité a aquella cena sin que Fabio lo supiera. Pensé que si lograba perdonarla y se encontraba de nuevo con Carola, podría revivir los sentimientos de mi hermano por ella, y hacer que se desvanecieran los que sentía por ti. También pedí que nos hicieran una foto mientras bailábamos aquel día en el refugio y le pedí a Carola que se la enseñara a mi hermano. 

—¿Y fuiste tú quien le envió las fotos a mi amiga Leyla desde mi móvil?

—No. Eso lo hizo Carola, fue idea suya, aunque a mí me pareció muy buena, la verdad. Sólo queríamos separaros, hacer lo posible por evitar que os enamorarais, sin darnos cuenta de que ya lo estabais. Perdóname, Emma.

La joven no sabe qué contestar, no sabe cómo reaccionar. 

—También fui yo quien le dijo a Santiago el hotel en el que os alojasteis en Milán. Mi intención sólo era que apareciera allí, y que su presencia evitara que pudierais pasar la noche juntos. Pensar en que eso pudiera producirse me revolvía el estómago. Actué movido por los celos y no imaginé que aquello podría ocasionar tantos problemas. No pensé que Santiago fuera tan despiadado.

—La ambición de Santiago no tiene límites, Roger, ya deberías saberlo. Y su egoísmo sólo ha traído problemas a vuestra familia.

—Lo sé, Emma, pero yo sólo quería separaros y cualquier cosa que se me ocurriera para conseguir mi objetivo, me parecía suficientemente justificada, sin tener en cuenta las consecuencias. También fui yo quien...

—¡No quiero saber nada más! —le interrumpe Emma.

—Por favor, Emma, perdóname. Sé que he sido un completo imbécil, egoísta y ruin.

—¿Fabio lo sabe?

—Sí, he hablado con él. Tuvimos una fuerte discusión y... Luego pudimos hablar con más calma y me perdonó. Cuando se desvaneció me asusté. Creo que eso provocó que empeorara...

—¿¡Que empeorara!? ¿¡Se desvaneció!? Roger, ¿cómo está Fabio?

—Está..., está bien, Emma.

—¡Quiero hablar con él!

—No puedes.

—¿Por qué? ¿Qué pasa? ¿¡CÓMO ESTÁ FABIO!?

—Tranquila, Emma, está bien, en serio. Está en el hospital.

—¿¡EN EL HOSPITAL!?

—Sí, pero está bien, en serio. Ha perdido por completo la voz, se agravó la infección de garganta y le ha afectado a las cuerdas vocales. Tenía mucha fiebre y...

—¡Oh, dios mío! ¿Dónde está? Tengo que ir a verle...

—No, Emma. Hoy le darán el alta. Está mejor. En cuanto llegue a casa le diré que te escriba. Se va a poner bien, te lo prometo.

Roger escucha los sollozos de Emma al otro lado del teléfono.

—Perdona, no tendría que haberte dicho nada, sólo he conseguido preocuparte. ¡Todo esto es por mi culpa, joder! Lo siento, Emma.

—Llámame en cuanto llegue a casa, por favor.

—Sí, lo haré, te mantendré informada. No estés triste, Emma. Pronto estaréis juntos de nuevo. ¿Estás bien?

—Sí —contesta Emma casi en un susurro —:Llámame, por favor.

—En cuanto llegue —antes de que Emma corte la llamada, Roger la llama de nuevo —:¡Emma! ¿Podrás perdonarme?

—Sí, ya lo he hecho. Sólo te pido que le cuides. Por favor.

—Lo haré.

Durante toda la mañana, Emma no es capaz de concentrarse en su pintura. Le habría gustado poder dejarlo todo y subirse al primer avión hacia Florencia para estar junto a Fabio. Tenía la sensación de que Roger no le había contado toda la verdad y le preocupaba pensar que Fabio estuviera más grave de lo que su hermano le había confesado. Ni siquiera era capaz de pensar en todo lo que le había contado Roger sobre sus intentos por interponerse en su relación. Su único pensamiento estaba centrado en Fabio, en su estado de salud, en sus deseos de estar a su lado.

Seguía ensimismada con la mirada perdida en el lienzo que había empezado, cuando alguien llama a la puerta con sus nudillos y entra de inmediato. Es un joven con un atuendo algo estrafalario y un color de pelo indefinido:

—Qué maravilla, ¡qué maravilla! —exclama acercándose hasta el lienzo —:¡Y sólo son los primeros trazos! ¡Incroyable! ¡Fabuleux! Lo tienes que terminar pronto, mon chéri.

—Gracias... ¿Quién eres?

—Soy Antoine, asesor del señor Díaz de Farlosio y vamos a preparar el viaje a Florence. Tendrás que darte prisa, mon amour, porque este me lo quiero llevar. Ve preparando tus cosas, si quieres te puedo ayudar a elegir el vestuario, también entiendo de moda, no sólo de arte. No te vayas a llevar un vestido de boda ni nada parecido. Tiene que ser algo que demuestre tu personalidad, tu naturaleza, tu essence.

—Pero...

—Vamos a tener unos días de mucho ajetreo, reina. Yo estoy para ayudarte en todo lo que necesites, menos para pintar. Que sepa de arte no quiere decir que sepa pintar, ¡ja, ja, ja! Posiblemente salgamos en cinco días. Te avisaré cuando tenga los billetes. ¿Tienes tarjetas?

—¿Tarjetas?

—Sí, de visita. Va a conocer tu arte mucha gente importante, belle femme, y seguro que te sale algún cliente, además de algún agente. El señor Díaz de Farlosio es tu mecenas pero seguro que te salen muchos "novios", ¡ja, ja, ja! 

Antoine habla muy deprisa y no para de moverse de un lado a otro. Ha conseguido contagiar a Emma su alteración y entusiasmo, lo que también ha despertado de nuevo su inspiración y, cuando el joven abandona el estudio, Emma es capaz de volver a poner toda su atención en el lienzo.

Mientras tanto, Fabio sigue en el hospital, esperando que pase el médico para determinar si le quitan la vía desde la que le han estado suministrando el antibiótico. La fiebre ha remitido, pero sigue sin poder hablar afectado por una fuerte afonía. Cuando Roger llega, le cuenta la conversación que ha tenido con Emma y Fabio, utilizando una libreta para comunicarse, riñe a su hermano por habérselo contado y haberla dejado preocupada.

Después de que Roger se disculpe y le cuente que, al igual que él, Emma también le ha perdonado, Fabio escribe en el cuaderno la siguiente frase: necesito tu ayuda.

Roger se sienta en la cama y va leyendo en voz alta lo que Fabio empieza a escribir en el cuaderno. Mientras lee, le hace alguna pregunta que Fabio responde en el mismo cuaderno y sigue dando instrucciones. 

—Cuenta conmigo —le dice Roger. Fabio deja el bolígrafo sobre la libreta, extiende su mano y Roger se la aprieta con fuerza —:No te volveré a fallar. 

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¿Para qué necesita Fabio la ayuda de su hermano? ¿Estará recuperado para cuando Emma viaje a Florencia? ¿Conseguirán verse?

En el próximo capítulo (que posiblemente sea el último), se desvelará.

Perdón por haber tardado tanto en actualizar, pero he estado de viaje. Prometo compartir el desenlace muy pronto.

Gracias por seguir ahí y por seguirme - Unjovenromantico

Cavaliere Piacere


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