Capítulo 49
—¡Ah, ya estás aquí! —exclama Max —:Ya he pedido el vino y ahora traerán la carta.
Max se levanta y cede su asiento a Fabio. La verdad es que se hubiera quedado encantado a acompañarlos. La sola presencia de Emma le hace sentir especialmente cómodo y feliz. Pero no había que ser muy listo para darse cuenta de que allí sobraba.
—Bueno, pues me marcho. Que lo paséis bien.
—Pero, ¿no te quedas a cenar? —pregunta Emma contrariada.
—No —responde Fabio rápidamente —:Max me ha hecho el favor de venir para avisarte de que me iba a retrasar un poco. Me quedé sin batería en el móvil y no pude avisarte. Como sabía que él venía hacia acá, pensé que así te podría hacer compañía.
Max se marcha y el camarero se acerca a servir el vino en sus copas.
—Disculpa el retraso —dice Fabio.
—No pasa nada.
—¿Habías estado alguna vez en Milán? —le pregunta Fabio después de pedir la cena al camarero.
—Una vez, cuando era pequeña. Mi abuela era milanesa.
—Ah, no lo sabía. Mi abuelo también nació en Milán. ¿Y sólo has venido una vez?
Emma comienza a hablar de su familia y de la bonita historia de amor de su abuela. Según le contó, ella tenía un "medio novio" en Milán, pero el verano que viajó a España, conoció a su abuelo y se enamoraron. Ella creyó que sólo había sido un amor de verano y, aunque intentó seguir con su vida cuando regresó a Milán, nunca pudo olvidarse de aquel hombre. Y aquel hombre, nunca pudo olvidarse de ella. Por aquel entonces, sólo podían comunicarse por carta, y los padres de su abuela se encargaban de evitar que ninguna de las cartas que su hija escribía llegaran nunca al buzón, y de la misma forma, también se encargaron de que ninguna de las letras que su abuelo le escribía desde España, llegara nunca a manos de su hija. Pero su abuelo nunca se rindió y no se conformó con haber vivido un amor, que estaba convencido de que no había sido pasajero. Así que, cuando consiguió el dinero suficiente para un largo viaje en barco, se fue hasta Milán a buscar a su amada. La encontró, se casó con ella y pudieron disfrutar de su historia romántica.
Fabio escucha embobado el relato de Emma, prestando más atención a su voz, a sus gestos, a su especial y cautivadora forma de narrar, que a sus propias palabras.
—¿Te apetecería que mañana fuéramos a dar una vuelta por el casco antiguo de la ciudad? —le pregunta Fabio.
—Sí, claro, me encantaría.
Y la conversación deriva en una especie de guía turística, en la que Fabio mezcla información sobre monumentos y lugares emblemáticos, con sus propios recuerdos de la infancia.
Ambos están disfrutando de su mutua compañía y de tan grata conversación. Sin embargo, en el pecho de Emma sigue habiendo un incómodo nudo ante la incertidumbre por saber lo que Fabio quería hablar con ella. La charla sigue sin que se adentren en temas más íntimos y personales, y la cena llega a su fin.
Cuando se levanta, Emma comprueba que está un poco mareada debido al vino que ha tomado. Y quizás es también el alcohol lo que hace que sienta un extraño hormigueo en el estómago en compañía de Fabio, quien le propone salir a la calle para que le dé un poco el aire.
Pasean por la acera del hotel, en silencio, sin el valor suficiente para dar rienda suelta a todas las palabras que permanecen calladas. Finalmente, es Emma la que da el primero paso:
—Fabio, quería pedirte perdón por lo de anoche.
—No, Emma, perdóname tú a mí, fui muy egoísta. Me dejé llevar por la emoción de encontrarme con mis amigos y...
—¿Con Carola?
Fabio se detiene y Emma lo hace junto a él:
—Escucha, Emma, quiero ser completamente sincero —dice mirándola fijamente a los ojos.
—Por favor, te lo agradecería —dice Emma aguantando su mirada.
—No te voy a negar que me impactó encontrarme allí a Carola, no esperaba que estuviera.
—Pero, si era un encuentro de la pandilla, tendrías que contar con que ella también acudiera, ¿no?
—No, no contaba con ello. Ni siquiera pensé en esa posibilidad. Es algo que organizó Roger. Además, hacía muchos años que no sabía nada de ella.
—Hasta que te envió la carta...
—Sí, algo que también me pilló por sorpresa —Fabio hace una breve pausa y observa el rostro de Emma, quien parece querer disimular que en él se refleje todo lo que piensa y siente.
—Entiendo. Dijiste que todo había sido muy precipitado. Creo que ni siquiera nos hemos dado tiempo para asimilar todo lo que ha ocurrido —añade Emma.
—Tienes razón. Además, muchas de las cosas que han pasado se escapan de mi control, algo que ya debes saber que no me gusta nada. A veces, hay cosas a las que tienes que enfrentarte porque alguien pone en tu camino, sin que tú hayas intervenido. No lo eliges, sólo te dejas llevar, sin tener el control...
—No sé si te entiendo, Fabio... ¿Te refieres a lo que pasó entre nosotros?
—No, por supuesto que no. Sólo quiero decir que no contaba con volver a encontrarme con Carola, no estaba en mis planes.
—Pero... —le dice Emma, invitándole a continuar. Tiene la sensación de que Fabio quiere decirle algo y teme que se trate de algo que no quiere escuchar.
—Pero ha aparecido sin que yo tenga nada que ver, y ante eso no puedo hacer nada —la interrumpe Fabio.
—Perdonarla.
—Bueno, sí, la he perdonado, pero...
—Por favor, Fabio, has dicho que quieres ser completamente sincero conmigo.
—Eso intento.
—Entonces, ¿puedes decirme que no pasó nada anoche entre tú y Carola?
—No —responde Fabio bajando la vista.
—¿No puedes decírmelo mirándome a los ojos?
Fabio guarda silencio un momento. No le miente, no pasó nada. Y no cree que sea necesario decirle a Emma que Carola apareció en su habitación, se acercó a él, le desabotonó la camisa mientras besaba su cuello y él tuvo que frenar el deseo de aceptar sus caricias. Pero, su gesto involuntario ante la pregunta de Emma, lo había delatado.
—No Emma, no pasó nada.
—¿Y por qué tengo la sensación de que me ocultas algo? —sigue preguntando ella —:Sólo quiero saber...
—Vino a buscarme —la interrumpe Fabio —:Pero no pasó nada, créeme.
Emma quiere creerle, lo desea con todas sus fuerzas, pero la sombra de la duda se lo impide. Tuvo que creerle también cuando le dijo que no se había acostado con Cindy, y sólo podía contar con su palabra. ¿Y si estaba siendo demasiado ingenua? ¿Y si él se estaba aprovechando de su ingenuidad? Suspira profundamente y empieza a andar de regreso al hotel. Fabio hace lo mismo, a su lado.
—¿Por qué no dices nada?
—Porque... No sé, Fabio. Estoy confundida.
—Entonces, ¿no me crees?
Se paran frente a la recepción del hotel y piden las llaves de sus habitaciones.
—Mírame —le pide Fabio antes de moverse de allí. Emma lo mira a los ojos y siente que puede creer en él, incluso en contra de ese miedo que sigue albergando en su interior.
—Sí, te creo —responde ella por fin. Y Fabio suelta todo el aire contenido en sus pulmones. La mira con ternura y agradecimiento, dibujando una dulce sonrisa en sus labios. Ella también sonríe y comienzan a andar hasta el ascensor.
—Gracias —dice Fabio cuando las puertas del ascensor se cierran y empieza a subir.
—¿Por qué?
—Por creer en mí.
—Pero, tengo miedo —confiesa Emma.
—¿Miedo? ¿Por qué?
Salen del ascensor y caminan por el pasillo, parándose frente a la puerta de una de las habitaciones. Emma se apoya en la puerta y mira fijamente a Fabio, situado ante ella.
—Todo es muy confuso, Fabio, y tan complicado... Has estado años protegiéndote por el dolor que te causó tu prometida. Años que no has tenido contacto con ella. Aparece de pronto, la perdonas y...
Emma baja la vista al suelo y también su tono de voz para decir:
—Fue a buscarte, porque todavía siente algo por ti. Lo que no sé es si tú todavía sientes algo por ella.
Fabio pone sus dedos suavemente en la barbilla de Emma, obligándola a levantar la cabeza y mirarle a los ojos:
—¿Sabes por qué la he perdonado? Por ti.
—¿Por mí?
—Sí. Porque tú has conseguido que me deshaga de ese rencor que llevaba tanto tiempo guardando en mi interior. Un rencor que me hacía daño y que también hería a los demás. Un rencor que no me dejaba deshacerme del todo de su recuerdo.
—Roger me dijo que creía que ese era el motivo de que fueras tan duro conmigo cuando nos conocimos. Que en realidad te recordaba a ella y todo el dolor que te provocó. Dijo que creía que seguías enamorado de ella y...
—No me importa lo que diga Roger —Fabio se acerca a Emma y apoya la mano en la puerta, sobre su hombro —:Sólo me importa que intente besarte.
—¿¡Cómo!? —exclama Emma sonrojándose.
—¿Vas a negarlo?
Emma intenta agachar la cabeza, avergonzada, pero Fabio se lo impide sujetándole la barbilla.
—No —responde ella en un susurro.
—¿Sabes qué? No me extraña —Fabio pasa suavemente el pulgar por los labios de Emma —:No me extraña que quiera besarte, que quiera probar el sabor de tus labios.
—Pero...
—Shhhh. No me importa lo que diga o haga Roger. Sólo me importa lo que quieras tú, Emma. Y lo que quiero yo. Y ahora mismo, lo único que quiero es besarte.
Emma se humedece los labios instintivamente antes de que se junten con los de Fabio. Todas sus dudas y sus temores se esfuman con ese beso. De su mente desaparece Carola, Roger y cualquier persona que pueda enturbiar la pasión que desata ese contacto. Levanta sus brazos y los coloca sobre los hombros de Fabio, haciendo que él se acerque todavía más a ella, pegando sus cuerpos con el deseo contenido.
La puerta del ascensor se abre y aparece una pareja acompañada de dos niños que, al pasar junto a ellos, emiten unas burlonas risitas.
—Meteos en la habitación, hombre —dice el padre al pasar junto a ellos, en un tono que mezcla el reproche con la picardía.
La pareja se separa un instante, se mira con complicidad y sonríen. Fabio abre la puerta con su tarjeta y entran en la habitación. Emma empieza a andar pero él la sujeta por el hombro y la obliga a girarse, atrayéndola hacia su cuerpo con efusividad, buscando nuevamente sus labios. El beso se vuelve más ardiente, más fogoso y apasionado. Fabio se separa un instante de ella para sujetarle la cabeza con ambas manos. Sus ojos reflejan su excitación y Emma puede verla claramente, sabiendo que sus propios ojos tienen el mismo brillo.
—No quiero que nada se interponga entre nosotros —dice Fabio.
—Ni yo —responde ella.
El joven la abraza fuertemente y ella apoya la cabeza en su pecho, dejándose mecer por esos brazos fuertes que la rodean y que le hacen sentir una seguridad sobrecogedora. Fabio deja caer su cabeza sobre la de ella, embriagándose del aroma de su pelo, regocijándose en esa agradable sensación que le invade cuando está con Emma. No saben el tiempo que permanecen así unidos. Ella puede escuchar los latidos del agitado corazón de Fabio, sintiendo cómo el suyo también está acelerado.
Están solos, en la habitación de un hotel y, aunque Emma no tiene dudas de que está en la mejor compañía, se pone nerviosa al pensar que, justo detrás de ellos, hay una enorme cama. No quiere que ese momento termine y nada le apetece más que pasar la noche con Fabio. Sin embargo, pensar en acostarse con él le provoca un escalofrío que no consigue identificar.
No sabe si es porque Fabio adivina sus dudas, pero se separa de ella, le da un tímido beso en la boca y le dice:
—Hasta mañana.
—Hasta mañana —responde Emma algo desconcertada.
Cuando Fabio va a salir de la habitación, se da cuenta de la puerta corredera que separa la otra sala. Se gira hacia Emma, señala la puerta con la mano y gesto de curiosidad, y pregunta:
—¿Esa no tenía que ser la habitación de mi madre?
—Mmmm, creo que sí. Ella fue la que pidió que fueran habitaciones comunicadas. Se ha debido equivocar al pedir la llave.
Fabio levanta su vista hacia arriba, suelta una sutil sonrisa y se encoge de hombros. Algo le dice que no se trata de una simple confusión. Sospecha que ha sido un acto premeditado de la pícara de su madre.
Le da las buenas noches a Emma y pasa a la habitación contigua, cerrando la puerta corredera tras de sí. Se queda allí, de pie, con las manos en la puerta, reprimiendo el deseo de abrirla de nuevo y cruzar los pocos paso que lo separan de Emma. Ella también se acerca hasta la puerta, pone sus manos en los tiradores y cierra los ojos, imaginando cómo Fabio se desabotona la camisa, se la quita y la lanza al suelo, tal y como ocurrió en su sueño. Puede visualizar su torso desnudo, con esos pectorales definidos que ha podido adivinar mientras se acomodaba en su abrazo. Imagina cómo se quita los pantalones y cómo se tumba en la cama, con las manos detrás de su cabeza, mirando al techo, tal vez pensando en ella.
Abre los ojos y observa sus manos todavía sobre los tiradores, apretándolos con fuerza, ordenando a sus brazos que hagan el movimiento para separarlos.
Al otro lado, Fabio está en la misma posición. Apoya la cabeza suavemente sobre la puerta y cierra los ojos, imaginando cómo Emma se va quitando la ropa. Visualiza los senos redondos y erguidos que ha podido adivinar cuando permanecían abrazados. Abre los ojos y agarra los tiradores con la decidida intención de separarlos para abrir la puerta, para pasar al lado de Emma, tumbarla sobre la cama, desnudarla lentamente y recorrer todo su cuerpo con millones de besos.
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¿Alguno de los dos se atreverá a abrir esa puerta? ¿Serán capaces de hacer realidad lo que sienten o se conformarán con lo que dibuja su imaginación?
Vuestros comentarios podrían ayudarme a decidir lo que pase en el próximo capítulo 😉.
¡Gracias por estar ahí!
¿Y tú? ¿Ya me sigues? Unjovenromantico
Cavaliere Piacere
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