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Capítulo 47

Un inesperado trueno interrumpe sus pensamientos y las primeras gotas empiezan a caer sobre los invitados. Todos levantan su vista hacia el cielo y comprueban que las gotas son cada vez más numerosas y van cayendo a un ritmo cada vez más rápido. Los invitados buscan refugio y se dirigen hacia la sala de la piscina cubierta, donde sigue Emma agazapada. Apenas le da tiempo a moverse y sólo puede esconderse detrás de la torre de un gran reloj de cuco que hay pegado a la pared. 

Va viendo cómo los chicos y chicas van pasando junto a ella, con la cabeza agachada esperando que así la imprevista lluvia no les estropee sus peinados, lo que hace que nadie se dé cuenta de que ella está allí de pie, con todo su cuerpo pegado a un lateral del reloj, conteniendo la respiración. Sin mover la cabeza, sólo sus ojos, ha podido ver que todos los invitados han entrado, pero no ha visto a Fabio y a Carola. Mira hacia el jardín y los encuentra todavía allí. El tacón de ella se ha quedado atrapado entre unas maderas y él está agachado junto a ella intentado desengancharlo. Como la lluvia empieza a caer con más fuerza y ambos se están empapando, Fabio decide pasar una mano por las axilas  de la chica, y otra por sus piernas y la carga en brazos para llevarla de allí.

A Emma le parece ver aquella escena a cámara lenta, incluso le parece que sus rostros quedan demasiado juntos el uno del otro, y durante demasiado tiempo. Pasan por su lado y ninguno detecta su presencia, pero a ella le da tiempo a observar la mirada que Carola le dirige a los labios de Fabio. Ella misma había hecho ese mismo gesto un día antes, cuando Fabio la levantó de la escalera para llevarla a su apartamento. Ella también había mirado su boca al tenerla tan cerca de la suya. 

—¡Qué formas de llover! —exclama uno.

—¡Madre mía! ¡Ha empezado de repente! —exclama otro.

Y mientras Emma sigue allí, escondida, debatiéndose entre salir corriendo de allí para desaparecer, o para liarse a puñetazos con la inoportuna Carola. ¿Por qué ha tenido que cogerla en brazos? ¿Es que Fabio siente un impulso irrefrenable por cargar a las mujeres de esa forma? Empieza a valorar la idea propuesta por Leyla de salir allí y plantarle a Fabio un beso de tornillo, pero se ve incapaz de moverse. En ese momento, Fabio vuelve a pasar junto a ella, de camino al jardín, y se dirige a rescatar el zapato atascado de Carola. Piensa que, cuando regrese a la sala, podría verle allí escondida, así que aprovecha para moverse rápidamente hacia la puerta y quedarse en el pasillo. 

Alguien conecta los altavoces de la sala y sigue sonando música por ellos. Parece que la tormenta no va a impedir que siga la fiesta. Emma no puede contener su curiosidad y quiere comprobar si Fabio y Carola siguen estando tan cerca como antes. No soporta pensar que siguen allí juntos, hablando, bebiendo... Y su imaginación se empeña en ponerle las cosas más difíciles, dibujando en su mente situaciones de lo más íntimas entre ambos. 

Decide pasar por delante de la puerta con gesto disimulado y lanzar una rápida mirada al interior de la sala. Pero lo hace tan deprisa, que no consigue identificar a nadie, así que vuelve a hacer el mismo camino en dirección contraria. Le da tiempo a ver a un par de chicas, pero no localiza el llamativo vestido rojo. Tampoco ha identificado a Fabio. Repite el mismo recorrido un par de veces más, pero lo único que consigue es que Roger se dé cuenta de su presencia. 

Cuando Emma decide que su actitud está siendo demasiado patética y se va a marchar hacia la cocina, la voz de Roger la detiene a su espalda:

—Hola, baby, ¿qué haces?

—Hola, Roger. ¿Yo? Nada, pasaba..., iba a la cocina y he pasado por aquí.

—Sí, ya te he visto, ¡ja, ja, ja! Te he visto pasar varias veces. ¿Quizás querías ver a alguien?

—No, no. Yo... Sólo tenía curiosidad.

—¿Curiosidad? ¿Por quién? 

—Por nadie en concreto. Por ver quién estaba —Emma intenta disimular, pero es consciente de que no está siendo muy natural.

—Son amigos de la pandilla. Nos conocemos desde hace años —le explica Roger —:¿Sabes quién es la chica del vestido rojo?

—¿Quién? ¿Qué chica? No, no sé...

—Es Carola, la ex de Fabio. ¿Sabes qué? Tengo la sensación de que van a reconciliarse.

—¿Ah sí? ¿Tú crees? ¡Qué bien! —dice Emma mostrando una forzada sonrisa.

—Pues sí. La verdad es que me alegraría. Siempre he pensado que hacían muy buena pareja.

—Sí, ya... Bueno, pero no creo que sea fácil olvidar lo que ella le hizo...

—Si consigues perdonar, consigues olvidar.

—¿Crees que Fabio la ha perdonado?

—Parece que sí. Se les ve muy bien juntos. Y ya era hora. Mi hermano no podía vivir así, le había cambiado hasta el carácter, tú misma lo has podido comprobar. Se había encerrado en sí mismo y lo mejor es aclarar las cosas, ¿no te parece?

—Sí... claro. 

—Y te voy a decir algo más, ¿sabes por qué creo que os llevabais tan mal cuando os conocisteis? Porque le recordabas a ella. 

—¿Qué? ¿En serio?

—¡Sí, es posible! Lo cierto es que a mí también me recuerdas un poco a ella. Quizás a Fabio le pasó eso mismo, y cada vez que te veía, pensaba en Carola, por eso al principio fue tan duro contigo.

—Ya... 

—Pero no debes preocuparte, porque ahora se le ve muy feliz. ¡Me alegro por él! Oye, ¿por qué no te unes a la fiesta?

—No, no, no. Gracias. Es un reencuentro de amigos, no sé qué pinto yo ahí... 

—Tú pintas mucho, baby. Me encantaría presentarte a mis amigos. Les he hablado de ti y estarán encantados de conocerte.

—No, Roger, de verdad. Otro día si acaso...

—¡No seas tonta! ¡Anda, vamos! —Roger la coge por el hombro y la empuja suavemente al interior de la sala, ignorando las protestas de Emma que se muestra reticente a acompañarle. Se aproxima hasta el primer grupo, donde hay dos chicos y una chica hablando y Roger la presenta:

—Esta es Emma, la encantadora chica que cuida a mi madre. Estos son Adriano, Rober y Anna. 

Emma  sonríe sin saber qué decir, intentando que el rubor no ascienda a sus mejillas, sin éxito. Roger la sigue sujetando por el hombro y ella mantiene las manos cruzadas. No es capaz de prestar mucha atención a la conversación trivial que se produce en el grupo, mientras con sus ojos sigue buscando disimuladamente a Fabio. De pronto, sus miradas se cruzan y Fabio frunce el ceño al verla allí, bajo el amparo de su hermano Roger. Emma comprueba que al menos, ya no está pegado a Carola, a quien sigue sin ubicar. 

Fabio se acerca hasta el grupo en el que se encuentra Emma y le pregunta:

—Hola, Emma, ¿qué haces aquí?

—Yo... Emmmm, bueno, estaba aquí fuera y...

—La he invitado yo. Quería presentarla a mis amigos. Les he hablado tanto de ella que tenían curiosidad por conocerla, ¿verdad?

—Oye, ahora que me doy cuenta, ¿sabes que me recuerdas mucho a Carola? —comenta Adriano.

—¡Es verdad! —exclama Rober —:¿No te parece, Fabio?

—Sí, bueno...

—¿Dónde está, por cierto? —le interrumpe su hermano Roger —:Estaba contigo hace un momento, ¿no?

—Ha ido al baño —responde Fabio sin poder disimular su incomodidad. 

—Me alegra un montón que hayáis hecho las paces —dice de pronto Anna. 

—¿Quién es esta joven tan guapa? —dice otro chico que se une al grupo en ese momento.

—Estábamos comentando lo que nos recuerda a Carola —dice Adriano.

—¡Anda, pues es verdad! ¿No serás hermana de Carola, verdad?

—¿Qué dices de mi hermana?  —pregunta entonces Carola, que ha salido del baño y se ha acercado al grupo, poniéndose junto a Fabio y apoyando la mano en su hombro.

Emma levanta la vista y mira a la mujer a los ojos. Observa dónde ha apoyado su mano y con la naturalidad y confianza que lo ha hecho.  Tiene una piel preciosa y sin duda, ha ido al baño a retocarse el maquillaje que se la ha podido estropear con la lluvia, porque está perfecta. 

Se siente cada vez más pequeña, más nerviosa, más insegura y parece que todo empieza a darle vueltas a su alrededor. Quiere salir de allí, cada vez está más pálida.

—¿Te pasa algo? —le pregunta Roger al ver la palidez en su rostro.

—No me encuentro muy bien —responde Emma.

—Decía Adriano que esta chica nos recuerda a ti, Carola —dice el último chico que se unió al grupo —:Es verdad, ¿no te lo parece?

—¡Qué dices! No sé en qué se va a aparecer a mí —responde Carola con cierto desdén —:Fabio lo sabrá mejor que nadie, ¿verdad, caro?

Emma emite un casi inaudible "perdón", se lleva la mano a la boca fingiendo que le viene un arcada, se suelta de Roger y sale corriendo de allí. Sólo estaba fingiendo, aunque en realidad, esa situación le estaba provocando unas náuseas, empujadas por los celos, la rabia y la impotencia.

Fabio hace un amago de salir tras ella, pero Roger se le adelanta.

—Emma, ¿te encuentras bien? —le pregunta mientras la ve corriendo por  pasillo. Pero Emma no responde y se mete al baño —:¿Estás bien?

—Sí, algo me sentó mal —responde ella, tras apretar la cisterna del váter —:Enseguida salgo.

Roger vuelve a la fiesta y disculpa la repentina marcha de Emma, diciendo que se encuentra indispuesta. Al instante, Fabio hace intención de salir de la sala:

—¿Dónde vas? —le pregunta Roger.

—Voy a ver cómo está.

—Ya he ido yo. No creo que sea un buen momento, está en el baño, vomitando. 

—Iré a ver si necesita algo —insiste Fabio en tono serio y cortante- —:Tú atiende a tus invitados.

Cuando llega hasta la puerta del baño, la golpea con sus nudillos:

—¿Estás bien, Emma?

—Sí, sí. Es algo que me sentó mal. 

—¿Necesitas algo?

—No, tranquilo, gracias. Vuelve a la fiesta.

—Está bien —Fabio da unos pasos pero se queda apoyado en la pared, esperando a que Emma decida salir. Imagina lo confundida que puede sentirse después de haber sido presentada a Carola de esa forma. Todavía no había tenido tiempo de hablar con ella, de contarle lo que contenía esa carta, de explicarle claramente lo que había sentido al leerla. Por supuesto, tampoco había tenido ocasión de contarle la sorpresa que se había llevado al encontrarse con Carola esa noche. Quizás no fuera necesario entrar en los detalles de todas las emociones que le había provocado su presencia, pero sí quería decirle que la emoción más intensa era la que le provocaba el recuerdo del momento que vivieron juntos anoche.

Al cabo de un rato, Emma abre la puerta del baño lentamente. No espera encontrarse con Fabio allí delante, apoyado en la pared, con una pierna doblada y los brazos cruzados.

—¿Te encuentras mejor? 

Ella tiene intención de retroceder sus pasos y volver a encerrarse en el baño, pero sabe que sería pueril y cobarde.

—Sí, gracias.

—Emma, yo... No sabía que Carola iba a estar aquí esta noche.

—¿La has perdonado? —le pregunta Emma directamente, en tono serio.

—Sí...

Pero Emma no deja que continúe y comienza a andar por el pasillo en dirección a las escaleras.

—Espera un momento, Emma. No es por lo que tú crees.

—¿Y qué es lo que yo creo? ¿Lo sabes, acaso?

—No, no lo sé, pero quizás podrías pensar algo equivocado...

—¿Otro malentendido? ¿En serio? ¿Es que entre nosotros sólo va a haber malentendidos? 

—Si no me dejas explicarme, es normal que...

—¿Qué quieres explicarme, Fabio? ¿Vas a explicarme la complicidad que he visto entre vosotros? ¿Vas a explicarme cómo la has cogido en brazos para que no se mojara su precioso vestido rojo? ¿Vas a explicarme que todos piensan que os habéis reconciliado? ¿O vas a explicarme que no nos hemos visto en todo el día y ni siquiera te has acordado de mí hasta que me has visto aparecer con Roger? —el tono de Emma se va volviendo más colérico conforme va hablando.

—Creo que no estás siendo justa conmigo, Emma.

—Puede ser. Pero creo que tú tampoco has sido justo conmigo. Llevo todo el día esperándote y cuando apareces, te veo pegado a la mujer que te rompió el corazón, la que supuestamente te había convertido en un hombre frío y distante, la misma que regresa a tu vida escribiéndote una carta que no sé lo que contiene. Y a la que perdonas en el mismo instante en que aparece. 

—Estás dando muchas cosas por supuestas. Sé que no hemos tenido tiempo de hablar y todo ha sido muy precipitado...

—Eso parece. Que todo ha sido muy precipitado. Y no, no hemos podido hablar —Emma intenta seguir andando, pero Fabio la vuelve a detener.

—Pues hablemos...

—No puedo, Fabio.

—¿Por qué?

—Porque ahora mismo estoy muy enfadada y me siento avergonzada de mostrarme así. Estoy furiosa, triste y confundida. Y me preocupa que tú también lo estés.

—Yo no estoy confundido, Emma. 

—Pues deberías preguntarte por qué no has venido a buscarme cuando has llegado a casa. Por qué no tenías las mismas ganas de verme que yo a ti.

—No puedes saber las ganas que yo tenía de verte, Emma.

—Pero te has quedado en el jardín.

—Me estaban esperando para cenar...

—Ya... Sentado justo enfrente de ella.

—Emma, por favor. ¡Me parece ridículo que me estés montando una escena de celos sin motivo! —exclama Fabio subiendo el tono de voz.

—Me gustaría que realmente estuvieras convencido de eso, Fabio, de que es sin motivo. Y siento mucho montarte esta escena. Lo siento de verdad. Por eso no quería hablar ahora contigo, porque no soy capaz de ser racional. Estoy celosa, sí, y dolida, pero no puedo evitarlo. Todo lo que ha pasado me supera; lo que ha pasado esta noche, lo que pasó ayer... 

—¿Lo que pasó ayer? ¿Eso también te supera, lo que pasó entre nosotros? 

Se produce un incómodo silencio entre ambos. Emma puede ver la decepción y la preocupación reflejadas en el rostro de Fabio. Quiere decirle que se siente superada por toda la situación, por el hecho de que aparezca su ex de repente, por la buena pareja que dice Roger que hacen, porque él la haya perdonado y lo que eso puede implicar, por no haber podido hablar abiertamente de lo que ocurrió  entre ellos anoche y si significa algo más que una simple atracción. Ahora mismo está aturdida y está dejando que el dolor nuble su razón, porque el nudo que siente en su garganta es demasiado grande e incómodo como para centrarse en otra cosa que no sea disimularlo y evitar que le haga decir algo de lo que se arrepienta cuando sea capaz de pensar con calma.

—Será mejor que hablemos mañana. Buenas noches.

Y tras decir esto, se dirige con paso firme hacia la escalera, ante la atenta mirada de Fabio que se debate entre la ira, la duda y la compasión.


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Cavaliere Piacere  -     





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