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Capítulo 31


—¿Por qué dices eso? —pregunta Fabio acercándose al primer peldaño de la escalera, donde Emma se ha quedado parada. En esa posición, sus ojos están a la misma altura que los de Fabio.

La chica baja la cabeza, intentando evitar su mirada intensa, escrutadora. Cómo le gustaría poder contarle el chantaje, la situación estresante que está viviendo, la angustia que está sintiendo. Quizás esa fuera la mejor opción, contarle toda la verdad y pedir su ayuda. Pero algo se lo impide. Posiblemente el temor ante su posible reacción al sentirse traicionado. En el fondo tiene la esperanza de que todo se solucione, de que al final, Santiago desista y se busque otra víctima a quien coaccionar. 

Pero ahora tiene que intentar aclararle por qué había dicho eso, por qué sentía que era ella la culpable por haberse hecho ilusiones. Por qué le había creído cuando le dijo que siempre había querido besarla. Y sin embargo, no sabía qué decir. Entonces, Fabio continúa hablando:

—Tú no tienes la culpa, Emma. Yo me he comportado como un estúpido —empieza a explicarse Fabio sin dejar de mirarla con atención —:Sé que te he hecho sentir incómoda. Posiblemente, es lo único que he hecho desde que llegaste a esta casa. Pero ayer lo empeoré todo. Y encima, cuando intento decir algo para evitar que te vayas, consigo el efecto contrario. Sólo te puedo decir que lo siento y pedirte que me perdones por haberlo estropeado todo. Creo que este es tu sitio y no quiero que te vayas. 

Emma levanta la vista y lo mira directamente a los ojos. Vuelve a encontrar ese brillo especial, esa conexión íntima que parece haber entre ellos. Siente que puede ver más allá, adentrarse en su interior tras esa fachada inaccesible. 

Fabio también puede sentir ese vínculo que se ha creado entre ellos, esos lazos que nacen desde lo más profundo. Se atrevería a decir que el corazón de Emma late con la misma intensidad que el suyo. Sin embargo, todavía resuenan en su cabeza aquellas palabras que Emma le dijo a su hermano: "cuando empezaba a ser feliz, viene un hombre sin corazón y lo estropea todo". Y el único que podía haber roto su felicidad era él, por haber intentado traspasar esa frontera que él creía franqueable.

—Por favor, dime que no te vas a ir —dice Fabio.

—No —responde Emma en un susurro —:No me voy.

—Bien —añade Fabio —:No volveré a molestarte.

Y tras decir eso, Fabio se da la vuelta y se dirige a su despacho, mientras Emma empieza a subir la escalera. 

Al cabo de un rato, aparece Alessandro en la habitación que comparte con Sandro, donde Emma se encuentra organizando la ropa del niño, tal y como le había pedido la señora Gina.

—Hola Emma, ¿no estás con Sandro?

—Hola. No, está con su abuela. Se han ido al pueblo.

—¡Mierda! —exclama Alessandro —:Cindy está a punto de venir y quiero que el niño esté en casa. Tienes el teléfono de mi madre, ¿verdad? ¿Me dejas tu teléfono para que la llame y pedirle que vuelva ya? Es que me he dejado el mío en el coche.

—Sí, claro —responde Emma sacando el móvil de su bolsillo. Pero en ese momento cae en la cuenta de que todos sus contactos están en el teléfono antiguo y teme conectarlo de nuevo por si se encuentra algún mensaje de Santiago. Al ver la preocupación de Alessandro y no encontrar una excusa convincente para no dejarle su teléfono y que llame a su madre, decide activarlo.

En la pantalla le aparecen más de 50 mensajes procedentes de Santiago, pero no los mira, busca directamente el contacto de Gina y le pasa el teléfono a Alessandro, iniciándose ya la llamada. 

—Mamá, ¿dónde estás? Cindy está a punto de llegar y quiero que encuentre a Sandro en casa.

—Estamos de compras —responde Gina desde el otro lado de la línea.

—Por favor, ¡venid ya! —dice Alessandro antes de terminar la llamada. Sin devolverle el teléfono a Emma, abre el WhatsApp para mandarle un mensaje a su hermano Fabio.

-Fabio, Cindy debe estar a punto de llegar. Si todavía no ha llegado mamá, distráela. 

Emma espera impaciente que Alessandro le devuelva el teléfono, mientras sigue atareada con la ropa para calmar su inquietud. Al escuchar los sonidos del teclado, se gira rápidamente y le pregunta:

—¿Qué haces?

—Perdona, le estoy enviando un WhatsApp a mi hermano 

—¡No! ¿Por qué? ¿A quién?—pregunta Emma excitada.

—A Fabio. Para pedirle que entretenga a Cindy si viene antes que mi madre.

—¡Pero lo estás haciendo desde mi teléfono!

—Ah, es verdad, tienes razón.

Y sin devolverle el móvil, manda a Fabio un nuevo mensaje:

-Soy Alessandro. Me dejé mi teléfono en el coche y te escribo desde el de Emma.

Después, Alessandro le devuelve el móvil a Emma, quien comprueba que Fabio está en línea, aunque no envía ninguna respuesta. 

—Creo que estoy exagerando un poco —empieza a decir Alessandro, mientras se pone a dar vueltas por la habitación —:Es ella quien se ha ido para seguir con su carrera, sin importarle dejarnos a su hijo y a mí, ¿no? ¿Por qué me preocupa tanto lo que pueda pensar si viene a ver a Sandro y no lo encuentra en casa? 

—¿Porque no quieres que se enfade? —sugiere Emma.

—Sí, es posible. Porque no quiero que se lo tome como una especie de venganza. No quiero que nuestra separación sea demasiado traumática. 

—¿Es que ya das por hecho que os vais a separar? 

—Sí. Me lo ha dejado muy claro. Incluso me ha dicho que ya ha hablado con un abogado.

—Oh —Emma no sabe qué decir. 

—Y se ha informado bien. Me ha advertido de que no intente acusarla de abandono del hogar ni nada parecido. Que ella simplemente es una mujer trabajadora que tiene que conciliar su vida familiar con la profesional y bla, bla, bla... —sigue explicando Alessandro, aunque lo hace más bien para sí mismo que para Emma —:Ha sido muy tajante y combativa. No hay mejor defensa que un buen ataque y estoy convencido de que quiere asegurarse de tener un buen arsenal de armas, por si llega el momento de batallar.

En ese momento, se abre la puerta de la habitación y aparece Fabio, con el teléfono de Alessandro en la mano:

—He ido a por él —le dice ofreciéndoselo a su hermano  —:No dejan de llegar notificaciones.

Alessandro comprueba su pantalla y ve que son mensajes de Cindy avisándole de que se retrasa un poco y pidiéndole que se asegure de que pueda ver al niño en cuanto llegue. De inmediato, marca el número de su madre y sale de la habitación. 

Emma y Fabio vuelven a quedarse solos:

—¿Has arreglado tu teléfono? —pregunta entonces Fabio.

—Ah..., sí... Bueno... En realidad no se había roto.

—Ya —dice Fabio sin más. 

—No quería mentirte, Fabio. En realidad, quiero dejar el número antiguo para temas personales y he contratado una nueva línea para asuntos de trabajo. Te puedes tomar nota del nuevo si...

—No tienes por qué darme explicaciones —le interrumpe Fabio, y de inmediato se da cuenta del tono cortante que ha utilizado, e intenta suavizarlo para seguir hablando —:Perdóname, no quiero parecer grosero...

—No lo eres. Perdóname tú —le interrumpe ahora Emma —:Tenía que habértelo dicho. No sé por qué te dije que se me había roto. En realidad, lo que quiero es deshacerme del número anterior, pero tengo todos mis contactos agregados al viejo.

—No volveré a pedirte que me muestres tu móvil, Emma. Ese fue otro de mis errores cometidos. 

—Ya... Bueno, no es por ti. Es por otro... asunto. 

—Está bien. Sólo quiero que sepas que confío en ti. 

—Gracias —responde Emma. 

—¿Quieres darme el nuevo número?

—Sí, por supuesto —dice Emma y anota el número de Fabio en su nuevo teléfono para hacerle una llamada perdida.

Mientras tanto, una larga secuencia de notificaciones empieza a sonar en el móvil antiguo de Emma, y su pantalla se llena de constantes mensajes de Santiago. 

—¡Joder! —exclama Emma apagando rápidamente el teléfono.

—¿Es ese el otro... asunto? —pregunta Fabio señalando el móvil con su mirada.

—Sí.

—¿Alguien de quien quieres deshacerte?

—Sí. Pero es un tema muy complicado —responde Emma abatida.

—Puedes recurrir a nuestros abogados, si lo necesitas. Son expertos en asuntos de acoso, como imaginarás. Si quieres puedo ponerte en contacto con el bufete y que te asesoren. 

—Gracias pero...

—Espera —dice Fabio y, tras guardarse el nuevo número de Emma, le envía el contacto del bufete de abogados que trabaja para la familia —:Habla con ellos. Pregunta por Max y dile que vas de mi parte. No te preocupes por los gastos , no te cobrarán nada. Ya ganan suficiente dinero con nuestros casos.

—Muchas gracias, Fabio.

—De nada. 


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