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Capítulo 22


Emma se va a su habitación y se sienta sobre la cama. Necesita pararse a pensar, calmar su ajetreado corazón, gestionar todas esas emociones que la embriagan. No es capaz de comprender a Fabio. Se pregunta qué es lo que motiva su actitud. Es obvio que le molesta la relación que mantiene con Roger y hay algo que la incita a pensar que podría estar celoso por ello.

—Para que estuviera celoso, tendría que tener sentimientos. ¡Y ese hombre es un bloque de hielo! —exclama Emma en voz alta. 

Se tumba sobre la cama y revive la escena vivida en el despacho con Fabio, una y otra vez. Recuerda el momento en el que él se sitúa frente a ella y le coge las manos. Vuelve a observar su sonrisa, su mirada  tierna, su voz calmada. Y el corazón se acelera de nuevo. Se remonta un poco más en el tiempo y va hasta el recuerdo del momento en el que estaba en el refugio con Roger, cuando él se le acerca lentamente, en su papel de galante enamorado. Y el corazón se agita una vez más en su pecho.

—¿¡Pero qué me pasa?! —dice otra vez en voz alta.

Decide sacar su teléfono y llamar a Leyla, ella seguro que es capaz de poner algo de orden en sus ideas y calma en sus emociones.

—¡Por fin! —exclama Leyla al otro lado del teléfono —:Empieza a hablar, nena, y no te dejes ningún detalle.

—¡Te echo mucho de menos! No sabes cómo me gustaría que estuvieras aquí en este momento. 

—¡No te imaginas cuánto me gustaría estar ahí, bonita! Y también te echo mucho de menos, pero déjate de ñoñerías ahora y ¡empieza a contar!

Emma empieza a relatarle todo lo ocurrido desde que salió de la casa de los Laponte esa mañana, hasta el momento en que salió del despacho de Fabio, después de que él le dijera su último comentario. Y Leyla escuchó con atención toda la historia, soltando algún grito, también alguna obscenidad, pero sin interrumpir a su amiga. Al terminar el relato, le da su sincera opinión:

—¡Está más claro que el agua, Emma! Es obvio que a Roger le gustas y ya te ha tirado los tejos, de una forma sutil, pero lo ha hecho. Fabio lo sabe o lo sospecha, y encima cree que a ti también te gusta Roger, por lo que está muerto de celos. ¿Y sabes por qué, eh? ¿Lo sabes? ¿No lo sabes? Pues tu amiga Leyla te lo dice; ¡porque a Fabio también le gustas! ¡Es evidente! Pero como tú vives en tu mundo, ¡no te has enterado! ¿Alguna duda?

—¿¡Estás loca?! — le pregunta Emma a su amiga —:Pero, ¿de quién te crees que estamos hablando? Son los Laponte, Leyla, no se trata de los compañeros con los que íbamos al colegio. ¿Tú sabes en qué ambiente se mueve esta gente? ¿Te haces una idea de las mujeres con las que se relacionan?

—¿Es que tú no sabes qué mujer eres tú? ¡Vamos, Emma, que voy y te pego dos hostias como te infravalores!

—No me infravaloro, Leyla, soy realista. Soy una chica de barrio que lo más cerca que ha estado del lujo y el glamour fue cuando fuimos de vacaciones a aquel hotel en el Pirineo, que el conserje nos subió la maleta a la habitación. Y yo se la arranqué de las manos, porque pensaba que era otro huésped que cogía mi maleta pensando que era la suya.

—¿Y qué tiene que ver el lujo y el glamour con el amor, querida?

—Pues mucho, Emma. Tendrías que haber visto la ex novia de Roger que apareció por sorpresa en la fiesta de su madre. La Svaroski o algo así, una rusa de metro ochenta, un cuerpo perfecto, una cara perfecta, un vestido perfecto...

—¡Y una loca perfecta! Esa no cuenta. Lo que sí es perfecta es mi teoría.

—Que no, Leyla, que yo creo que es todo mucho más... terrenal.

—Entonces, a ver, ¿cuál es tu teoría, pequeña Watson?

—Muy sencillo; Fabio sigue sin fiarse de mí y no le gusta que me lleve bien con Roger, porque seguro que piensa que estoy tramando algún plan para obtener información y chantajearles.

—¡Wow! ¡Qué gran teoría! ¡Y una mierda! —exclama Leyla —:Entonces, explícame a qué viene la escenita esa de la seducción que me has contado que te ha hecho Roger en el sitio ese de los pastores, ¡venga!

—¡Yo qué sé! Estaba mostrándome sus dotes de interpretación...

—¡Estaba tonteando contigo, Emma, que no te enteras! Y además, te digo una cosa, no sé cómo has resistido y no te has lanzado en picado a morderle la boca, la verdad te lo digo. Yo me veo en una situación así, y ya te digo yo que tienen que venir los Vengadores del Espacio para rescatar a Roger. 

—¡Ja, ja, ja! ¡Qué bruta eres! 

—Además, ¿qué problema hay en que Roger Laponte tontee contigo? ¡Es que ni siquiera me puedo creer que esté diciendo esta frase! "Que Roger Laponte esté tonteando con mi amiga Emma". ¡Madre mía! ¡Si ya me ha vuelto a dar otro microinfarto!

—Pues eso, que si tu teoría es cierta, sólo estaría tonteando...

—Insisto, ¿y qué problema hay? Disfruta del momento y punto. O es que..., acaso..., ¿no te estarás enamorando?

—¡Pues claro que no! —protesta Emma —:Ya te digo que, si tú teoría es cierta, sólo sería un tonteo.

—¡Pues tontea, Emma! Y si eso lleva a algo más ¡aprovéchalo, nena! Que estamos hablando de Roger Laponte, ¡que está como un camión de melocotones! ¡Que es el hombre más guapo sobre la tierra! ¡Que tiene un cuerpo de escándalo! ¡Que te tiene que gustar sí o sí! O es que..., acaso..., ¿te gusta más Fabioooooooooo?

Emma se queda un momento en silencio y Leyla aprovecha para contraatacar:

—¡Es eso! ¡Ay madre! ¡Emma que te conozco! No te habrás enamorado del hombre de corazón de hielo, ¿¡verdad!?

—Yo...

—Espera —Leyla suelta el teléfono y Emma escucha una serie de golpes desde el otro lado de la línea.

—Leyla. ¿Leyla? ¿Qué estás haciendo? 

Emma sigue escuchando golpes y un grito ahogado. Leyla ha ido a tumbarse sobre la cama, taparse la boca con la almohada y ha empezado a gritar como una loca, mientras da puñetazos sobre el colchón. Al cabo de unos segundos, vuelve a coger el teléfono:

—Pero, ¿qué haces? —pregunta Emma.

—¡NO, EMMA, NO! Que con ese hombre no tienes nada que hacer. Que tiene el corazón congelado. Que si te enamoras, tú no vas a querer tener nada con él a no ser que él se enamore. ¡Y no parece que pueda enamorarse! Que lo vas a pasar mal, Emma, que te conozco. Olvídate de eso. 

—¿Y si no puedo?

—¡Claro que puedes! Mira, no sabes cuánto tiempo vas a estar trabajando en esa casa, pero llegará el día en que te marches, y posiblemente no vuelvas a ver a ningún miembro de esa familia en tu vida. Así que, hazme caso, deja los sentimientos a un lado y disfruta el momento. 

—Ya... —responde Emma poco convencida.

—A ver, respóndeme a esto; ¿te ves saliendo o casándote con alguno de los dos?

—No, claro que no...

—Entonces, ¿para qué te vas a hacer ilusiones con el señor Congeleitor, con el que no vas a tener nada, pudiendo vivir un apasionado romance esporádico con el señor Apasioneitor?

—Pero yo no quiero vivir un apasionado romance esporádico con nadie. Además, ni siquiera pienso que eso sea posible. 

—¡Ay, Emma! Entiendo que no quisieras tener un rollo con "alguien", pero estamos hablando de ¡Roger Laponte!

—¿Tan convencida estás de que quiere tener algo conmigo? 

—¡Por supuestísimo, nena! Eres un bombón. ¡Cualquiera querría tener algo contigo! ¿Qué hay de malo en ello? ¡Estamos en el siglo XXI! ¡En la revolución de la mujer! Olvídate de los prejuicios, los estereotipos, los cánones, los roles! ¡Haz lo que te salga del mismísimo horno! ¡Eres libre! ¡Sé feliz! ¡Sé libre!

—¡Tienes razón! —exclama Emma, contagiada por el entusiasmo de su amiga —:¡Soy libre! 

En ese momento, llaman a la puerta de su habitación y Emma deja un momento aparcada esa exaltación de la libertad. Cuando abre, se encuentra a Fabio al otro lado:

—¿Estás ocupada? —pregunta.

—No.

—En cinco minutos te espero con Paolo en mi despacho. 

—Muy bien —responde Emma, en el mismo tono escueto que ha empleado Fabio, quien se da la vuelta y se marcha. Pero, cuando sólo ha dado unos pasos, Emma sale al pasillo y lo llama —:¡Fabio!

Este se detiene, se gira y Emma se acerca hasta él:

—Sólo quiero que sepas que no siento nada por Roger. No me gusta. Bueno, sí me gusta, es tan guapo que te tiene que gustar sí o sí. Pero no me gusta como se supone que te tiene que gustar una persona. Pero quiero decirte que, en cualquier caso, soy una mujer libre, y sensata, y responsable. No quiero que pienses, ni por un momento, que sería capaz de acercarme a Roger para intentar obtener información que luego pudiera utilizar en contra de vuestra familia. 

Fabio la escucha con atención, pero no dice nada. Se muestra serio, aunque con un gesto más relajado. Emma espera una contestación y al no recibirla, le dice:

—Es más... —y en lugar de seguir hablando, vuelve a su habitación, coge su teléfono móvil que había dejado sobre la cama, le dice a Leyla que la llamará luego, cuelga y sale de nuevo al pasillo, donde Fabio sigue esperando —:Quiero enseñarte una foto de esta mañana. Roger me ha cogido el móvil cuando recibía un mensaje de mi amiga Leyla, nos ha hecho la foto y se la ha mandado directamente a través del WhatsApp.

Emma le muestra la pantalla a Fabio, donde aparece el fragmento de conversación en el que le enviaba el selfie. Él observa la imagen y le da tiempo a leer los siguientes mensajes que se habían intercambiado, donde Leyla le preguntaba por su cara de espanto ante semejante bombón, y Emma respondía —aunque realidad había sido el propio Roger quien escribía—, que era una sonrisa de felicidad absoluta. 

—Te lo enseño para que veas que no tengo nada que ocultar y que no me ha dado tiempo a evitar que Roger enviara la foto a Leyla, aunque yo le he pedido que no lo hiciera. De hecho, le he dicho que si tú la descubrías, querrías despedirme.

Fabio sigue en silencio y Emma sigue esperando algún comentario por su parte. Pero como no lo hace, dice una última frase antes de darse y la vuelta para volver a su habitación:

—Sólo espero que llegue el día que consigas confiar en mí, antes de que caiga un meteorito y destruya el planeta. Porque visto lo visto, parece que hay más probabilidades de que ocurra lo segundo antes que lo primero. 


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