Desde que te conozco me pregunto ¿Como algo tan oscuro puede tener partes que brillen?
—Victoria  Cas

Separo mi largo vestido sobre el borde del precipicio, estaba gélida, no por la altura ni lo vertiginoso que se veía, nunca le tuve miedo a las alturas, me estremecía con la brisa de esta noche, la cual estaba más obscura de lo normal, más tenebrosa y solitaria. Era perfecta, pareciera una premonición de lo que sucedería, cómo un presagio. Cómo si el cielo supiera lo que estaba pensando en hacer, en lo que sucedería, ahora el lloraría por mí. Lloraría por un alma que no tiene razón por la cual vivir más, por quien luchar, ya nada tenía sentido.

Mi familia no me quiso, desde que tengo uso de razón sabía que no me querían por eso estaba en este lugar, un lugar para personas que no pertenecen a ningún sitio, que no pertenecen a este mundo.

Imperfecto.

Tal vez todo hubiera sido diferente, tal vez todo fuera distinto y solo tal vez mi destino no hubiera sido este, de principio a fin. Ya estaba escrito estaba previsto que asi terminaria, pero ¿Quien me asegura que esto hara que termine? Nadie tiene la certeza de que es lo que pasa, después de la muerte.

¿Qué es lo que se siente en tus últimos momentos de conciencia?

Los pensamientos pararían y eso era todo lo que quería.

Prefiero eso a esta inmensa soledad, nadie se preocuparía por mi, nadie notaría mi ausencia. Ya no tenia miedo, me sentía preparada, estaba lista.

—¿Desde ahi se obtiene una linda vista señorita Leourox?.—escucho una voz grave a mis espaldas, justo donde estaba.
Volteo rápido para ver quien era esto provoca que tambaleara.—Ten cuidado.—me toma de la cintura fuertemente. No vi cuan rápido se acercó hacia mí.—Sería muy feo caer desde esta altura.—su voz era ronca y demandante. Sus ojos penetrantes y atrayentes pero sobre todo me provoco un poco de incertidumbre.

¿Quien era el?

Me alejo de él sin querer tener más su cercanía y su olor imprégnate.

—A usted que le importa.—respondo cortante y fria.—Es la área de las chicas, aquí no pueden entrar los hombres.—siseo con desagrado.

—Te aseguró que yo puedo estar en cualquier lugar de este castillo.—estaba tan cerca de mí, invadiendo mi privacidad nuevamente, sin dejar de  observarme.—Pero tú no puedes estar aquí, esta prohibido. Y más a estas horas.

Sabía perfectamente que estaba prohibido sabía que con mi estado no podía estar aquí. Que debía de estar en mi habitación minúscula y que debía de dormir con las drogas que nos mantenían a todos aquí.

—Deseo estar aquí necesitaba un poco de aire.

—Si claro sobre el tejado de este edifico, con probabilidades suicidas.—por supuesto el no me creyó.

Me toma del brazo llevandome lejos de mi destino.

—¿Que tratas de hacer?.—me quise soltar de su agarre.—Suéltame.—trato de quitar su manos. Sin importarme parecer brusca.

—Es hora de dormir Corinne.—sin premeditarlo saca una inyección la cual me hizo perder la consciencia. Desvaneciéndome en sus brazos. Sin opción, una aterradora oscuridad me invadió sin permiso.