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Insensatez

La Sala Común de Gryffindor está abarrotada, como supongo que estarán el resto de las salas comunes ahora que se han suspendido las clases durante una semana. Es lo único bueno que tienen los juegos para quienes no participan. Nuestros "profesores" nos han dado la semana libre para que los que nos vayamos aprovechemos pasando el tiempo con nuestros amigos, mas los que no participan en los juegos están aprovechando el tiempo para prepararse bien los exámenes finales de junio, que yo, por mucho que me duela y me cabree, no haré por culpa de los juegos. Y es que aunque nos hayan dado una semana, para mí va a ser seguramente la semana más agria de la historia. ¿Por qué diablos no puedo hacer los exámenes? Meses y años soñando con acabar mis estudios mágicos y ahora ni siquiera optaría a ello... ¿Es que estos malditos juegos sólo pueden traer cosas malas...? ¡Jamás podré sacarme los EXTASIS, moriré sin sacármelos!

Una vez bajadas todas las escaleras de la torre de las chicas de Gryffindor, busco con la mirada a mis amigos. Los encuentro gracias a la cabellera color fuego de Ginny que se agita en el aire gracias al viento nocturno que se filtra por la ventana. Veo que en la silla frente a ella, está sentado Harry, que mantiene una conversación con ella, y que Ron mira por la ventana sin sentarse en la mesa como acostumbra a hacer.

Me acerco hasta ellos y los saludo.

- ¡Hey! ¿Cómo os va todo? ¿Qué hacéis? -inquiero con una sonrisa.

- Lo mejor sería preguntar qué has hecho tú durante todo el día, ¿no crees? -dice Ron haciendo énfasis en la palabra , mirándome a los ojos y asumiendo el control de la conversación. Ginny y Harry preveen una nueva pelea, así que salen por el cuadro de la Señora Gorda y se pierden de vista-. Ayer te perdiste toda la tarde después de... -no acaba la frase, pero ambos sabemos perfectamente que se refiere a la cosecha-. Y hoy has estado desaparecida durante todo el día.

- Bueno... Digamos que ayer por la tarde estaba zanjando un asunto con... -pienso en el encuentro con Malfoy y no sé exactamente si debería hablar de ello- conmigo misma -acabo diciendo-. Tenía que hacer algo para sentirme bien conmigo misma, así que bajé a las cocinas e informé a los elfos de que en los juegos llevaré unas consignas de la PEDDO -miento.

- ¿Y esta mañana? -pregunta el pelirrojo. Yo comienzo a exasperarme, lo cual sé que no es nada bueno. No quiero iniciar una nueva pelea con Ron, pero ¿a qué viene tanto control de mis acciones? ¿Tanto le importa lo que yo hago?

- Me levanté temprano y bajé a los jardines a leer un buen libro. Eso es todo. Después no podré hacerlo, así que quiero aprovechar cada instante haciendo todo aquello que me gusta: leyendo, estudiando... -o estando contigo, Ron, me gustaría poder decirle, pero no digo nada... En primer lugar, porque estoy comenzando a cabrearme, y por otro lado, porque jamás me atrevería a reconocerle algo así.

- ¿Sólo te gustan hacer ese tipo de cosas, Hermione? ¿Sabes hacer algo más aparte de estudiar, leer o cualquier otra cosa similar? -dice ahora sonriendo. No me ofenden sus palabras, pues veo que los ha dicho para destensar el ambiente que hasta ahora había permanecido tenso por su culpa. Yo también le dedico una sonrisa.

- ¡Sé hacer un montón de cosas, idiota! Mira: sé cocinar, sé contar historias, sé hacer pociones, sé hacer punto... -digo tratando de hacer una larga lista, pero no se me ocurren más cosas.

- Lo de hacer punto no cuenta... Haces punto fatal, perdona que te diga -dice alborotándome el cabello cariñosamente-. Cuando haces un gorro no se sabe si es exactamente un guante o si son calcetines... -comienza a reírse.

- ¡Yo al menos sé hacer punto! ¿Qué sabes hacer tú aparte de pedirme que te haga los deberes? -le inquiero yo molesta por haber menospreciado mis trabajos con el punto.

- Pues sé hacer un montón de cosas. Sé pedirte que me corrijas los deberes, sé pedirte ayuda con los deberes, sé copiar tus deberes, sé persuadirte para que me hagas los deberes...

- Muy gracioso, Ronald -digo mientras le doy un ligero golpe en el pecho y me alejo de él.

Me encamino hacia el cuadro de la Señora Gorda y salgo al pasillo. Comienzo a alejarme del cuadro a grandes zancadas, a sabiendas de que Ron debe caminar detrás mía siguiéndome. Me giro y veo su cabellera pelirroja a unos diez metros de mí. Le sonrío y él me devuelve la sonrisa, mientras acelera el paso para tratar de alcanzarme. Yo respondo acelerando el mío también, casi estoy corriendo ya. Me encuentro con las escaleras y bajo a través de ellas una planta tras otra, hasta llegar al Vestíbulo Principal. No sé hacia dónde ir ahora. Veo el cielo estrellado a través de los grandes ventanales y se me ocurre la idea de desviar a Ron hasta los jardines. Decidido. Voy a ir a los jardines con Ron. No sé muy bien para qué he iniciado este juego, pero cada vez me gusta más.

Fuera, la temperatura es agradable. Debe rozar los diecisiete grados, aunque a veces una corriente de aire frío aparece y hace que la temperatura descienda ligeramente. En líneas generales, se podría estar allí bastante bien durante toda la noche.

- Sabes que ésto está prohibido, ¿verdad? -dice la voz de Ron a mi lado. ¿Cuándo me ha alcanzado? Ni siquiera he oído el eco de sus pasos al pisar la gravilla del césped.

Lo miro con una ceja enarcada y él me esboza una sonrisa divertida.

- Lo sé. ¡Y me da igual! -le digo correteando por los jardines.

- Vaya, Hermione, la nueva rebelde -dice mientras pongo yo los ojos en blanco-. ¿Desde cuándo no te importa incumplir las normas de Hogwarts?

- Desde que siento que este colegio ya no me pertenece -le confío mirándole a los ojos. Sus ojos color cielo me miran intrigados-. ¿Sabes? Puede que las paredes de este colegio sean las mismas que las de siempre, que su estructura sea la misma, que mis amigos sigan siendo los mismos... Pero para mí ya no es Hogwarts. No están ni Dumbledore, ni McGonagall, ni ninguno de los profesores que adoraba por su valentía o por su modo de enseñanza. No está el hombre más valiente de la historia: Snape. No queda nada de ello, por eso no puedo decir que esto para mí sea Hogwarts y por eso, me da igual romper las normas. Nada de ésto me pertenece ya y pronto dejará de pertenecerme para siempre... -digo sumida en mis pensamientos. Mi discurso es totalmente cierto. Hogwarts no me pertenece ya y no me importa romper las reglas ahora que sólo me queda una semana en este lugar ya ajeno a mí.

- ¿Por qué lo hiciste, Hermione? -susurra Ron.

- ¿Por qué hice el qué, Ron? -aunque sé perfectamente a qué se refiere.

- ¿Por qué te presentaste para sustituir a mi hermana? ¡Fue una estupidez por tu parte! -lo miro estupefacta. ¿Está insinuando que preferiría haber mandado a su hermana en lugar de a mí? Me parece un gesto muy bonito por su parte darme a entender que no quiere verme corriendo peligro, pero ¡es su hermana! ¿Cómo puede decir eso?

- ¡Es tu hermana, Ron! Tenía que salvarla... A ella y a tu madre. Piensa cómo lo pasaría tu madre si Ginny muriera en los juegos... Su única hija... Ya perdió a Fred, Ron, no puede perder a ningún hijo más -digo entrecerrando los ojos, esperando que comprenda que cuando hablo de perder a un hijo más también hablo de él y que se dé cuenta de que mis intenciones no son más que traerlo a él de vuelta.

- ¡No la perdería, Hermione! -exclama a voz de grito, ignorando mi último comentario-. Harry y yo intuíamos que los mandarían a ellos dos, porque están juntos -y nosotros no, le falta decir-. ¡Quieren espectáculo, Hermione! ¡Y ellos eran perfectos para dar espectáculo! Imagínate a dos amantes decidiendo cual es el merecedor de mantenerse con vida. Estoy seguro de que los habrían ayudado incluso durante los juegos para que ambos sobrevivieran hasta el final y uno de los dos tuviera que matar al otro. Harry me aseguró que si eso ocurriera, él mismo se heriría para salvar a Ginny...

- ¡¿Y te daría igual que Harry muriera para salvar a Ginny?! ¡¿Te daría igual que tu mejor amigo muriera?! -le pregunto gritando ahora yo también.

- ¡¿Cómo va a darme igual, Hermione?! ¡No me da igual! -dice muy cabreado-. ¡No quiero perder a Ginny! ¡Ni a Harry! ¡Ni a ti! ¡No quiero perder a nadie! ¡Ni siquiera a Lunática Lovegood! -la mención de la rubia me hace estremecer. Sólo espero que no sea ella una de las personas a las que me vea obligada a herir para mantener a Ron con vida...

- ¿Y crees que presentándote a los juegos vas a conseguir no perdernos a ninguno, Ronald? -grito muy enfadada. Jamás le perdonaré su insensatez a la hora de presentarse a los juegos. Jura no querer perdernos a ninguno, pero ¿acaso cree que por presentarse a los juegos no va a perdernos a ninguno? ¡A mí me perderá de seguro, porque trataré de mantenerlo con vida hasta mi último aliento! ¡Daré mi vida por él!

- ¡No, no os voy a perder a ninguno! Me perderéis vosotros a mí, pero al menos conseguiré manteneros a todos con vida -entonces encajo las piezas.

Harry tenía razón cuando ayer después de la cosecha me confío las intenciones de Ron. Su idea es exactamente la misma que la mía. Él pretende ir a los juegos, luchar por mi vida y salvarme para que tanto Harry como Ginny como yo estemos sanos y salvos en un futuro. ¿Pero para qué diantres quiero yo un futuro asegurado si no lo vamos a compartir ni siquiera como amigos? ¿Y qué gana suicidándose? ¿Por qué quiere dar su vida por la mía? ¿Tanto valora mi vida? ¿Tanto me debe como amiga? Porque es evidente que entre nosotros, a pesar del beso, no hay nada más que una larguísima amistad, aunque ya me gustaría a mí que fuera de otra manera... Debe ser todo fruto de una maravillosa amistad de casi ocho años, pues otra explicación no tiene cavidad en la lógica. De hecho, ¡nada de todo esto tiene lógica!

- ¡Eres un insensato, Ronald Weasley! ¿Acaso crees que voy a permitir que mueras? ¿Acaso crees que voy a dejar que me mantengas con vida? ¿Acaso crees que voy a aceptar que tu madre pierda a otro de sus hijos? ¡Deja de decir estupideces, por favor! -le digo gritando.

- ¡Deja de pensar en mi madre de una vez! ¡Piensa en ti misma! ¡En tu futuro! ¡Eres la bruja más brillante de la década! Tienes un futuro brillante, un abanico de oportunidades inigualables y unas capacidades mágicas sorprendentes -¿A eso se reducía todo? ¿A que yo tenía un futuro más próspero que el suyo?

- ¿De verdad crees tú que podría vivir un brillante futuro sabiendo que te robé a ti el tuyo? -le digo a voz de grito. Estoy harta de escuchar que piensa sacrificarse para salvarme.

Me gustaría poder gritarle que le quiero, que siempre le he querido, que llevo enamorada de él años, que no quiero un futuro que no vaya a compartir con él. ¡Que no quiero vivir rodeada de gatos, porque estoy segura de que si no comparto mi futuro con él, no tendré fuerzas para encontrar otra persona con la que compartirlo!

Él me mira con el ceño fruncido y yo rompo a llorar. Leo en la expresión de Ron que no sabe qué hacer, duda entre reconfortarme o romper a llorar también, pero yo no le doy oportunidad a que elija, pues salgo corriendo sin rumbo. Entro en el castillo y veo las figuras de Harry y Ginny en el tercer pasillo subiendo las escaleras tranquilamente. Decido esquivarlos, así que hago tiempo escondida en un rincón oscuro del castillo.

Cuando por fin los he perdido de vista, pienso en que tal vez lo mejor sería subir a la Torre de Astronomía, pues allí probablemente no me encontraré con nadie y podré respirar aire sin necesidad de explicarle a nadie por qué no puedo dejar de llorar. Corro hasta el séptimo piso y allí tomo las escaleras hasta la Torre, cuando descubro que ya está ocupada.

La silueta de la persona me permite deducir quién es. Aproximadamente un metro ochenta de altura, cabello engominado, mirada perdida, postura desgarbada... Es Draco Malfoy, aunque pocos lo hubieran descubierto con aquel aspecto tan demacrado. Llora y me pregunto por qué estará llorando, pero sin embargo, soy incapaz de acercarme y preguntárselo. Me limito a mirarlo desde la oscuridad de la esquina en la que me hallo escondida.

- No sabía que tuviera compañía... -dice Draco Malfoy, secándose las lágrimas con la empuñadura del jersey del uniforme-. Granger...

¿Cómo sabe que soy yo la que está ahí invadiendo su intimidad? En teoría, la oscuridad no debería permitirle saber que soy yo.

- ¿Cómo has sabido que era yo? -pregunto saliendo de mi escondite.

- Es difícil no saberlo, sangre sucia. El pelo escoba abulta demasiado como para que la oscuridad lo oculte -suspiro-. ¿Pelea con la comadreja?

- ¿Cómo lo sabes? -le inquiero un tanto sorprendida por su capacidad de adivinación.

- No es muy difícil saberlo, Granger. Siempre que lloras es por él... -lo miro un tanto avergonzada. No contaba con que Malfoy estuviera al tanto sobre mis sentimientos hacia mi pelirrojo-. Además, he oído la pelea. Es bastante fácil oíros discutir desde aquí -cierto, las vistas de la Torre en ese momento están enfocando a los jardines de Hogwarts, por lo que es muy fácil controlar los movimientos de los jardines. Dependiendo la época, la Torre apunta hacia una dirección o hacia otra para ver las constelaciones con mayor facilidad-. Gritáis muchísimo.

- Lo sé... -afirmo yo-. ¿Y tú qué haces aquí llorando? Ésto debe ser todo un hallazgo histórico. Debe ser la primera vez de la historia de Hogwarts que alguien ve llorar al insensible de Draco Malfoy.

- Un hallazgo histórico -murmura esbozando una sonrisa torcida-. Sentía la necesidad de descargarme un poco, ¿sabes, Granger?

- No sabía que tuvieras necesidades sentimentales, Malfoy -digo mientras me acerco un poco hasta dónde está él.

- Créeme, todos las tenemos. Que no tenga sentimientos hacia tu persona, sangre sucia, no significa que no las tenga hacia terceros -dice mirándome de arriba abajo. Me siento cohibida, por lo que me muevo para hacer que Draco desvíe su mirada.

- ¿Te ha dejado, Pansy, quizás? -digo yo a modo de broma.

- ¿Tú también? ¡Joder, sois todos unos putos pesados! ¡Que no estoy con Pansy, joder! ¡Nunca he estado con ella! Me la tiré en cuarto curso, sí, ¿y qué? -lo miro estupefacta. Yo en cuarto curso, apenas me acababa de dar mi primer beso con Krum y él ya pensaba en... ese tipo de cosas. Increíble-. ¿Por ello ya tenemos que estar juntos? Todo el mundo nos ve ya en el altar de bodas, pero lo cierto es que no. Entre nosotros, no hay nada más que una bonita amistad. La quiero como una hermana, igual que a tú a Potter supongo -asiento, encogiéndome de hombros.

- Eh, tranquilo, sólo bromeaba. Realmente me da igual tu relación con Pansy -digo mientras pongo los ojos en blanco. Pero él no se ríe, mantiene su típica expresión de asco-. ¿Puedo preguntarte entonces por qué estás aquí?

- No, no puedes, sangre sucia. -Oh... parece que he molestado al rubito engreído, pienso con una sonrisa, tras contemplar su expresión de cabreo. Después de todos estos años, siempre he pensado que ya nada de lo que pudiera decirle, podría llegar a molestarlo pues entre nosotros ya apenas quedan insultos que dedicarnos y al final, resulta que he podido usar un secreto de Draco para molestarlo. Genial. Pansy es un tema que le molesta, anoto mentalmente para usarlo como arma en futuras ocasiones-. ¿Has recapacitado? -inquiere él de repente, sobresaltándome.

- ¿Sobre qué? -digo yo confundida.

- Sobre lo que hablamos ayer. ¿Te lo has pensado mejor?

- No, mas creo recordar que ya zanjamos ese tema de conversación en su día -aseguro yo.

- De acuerdo. Entonces no tenemos nada más de qué hablar. Adiós -dice encaminándose hacia las escaleras.

- Eh, espera, Malfoy. Bajo contigo, aunque no tienes por qué irte. Yo me iba ya, así que puedes quedarte aquí si quieres -le propongo mientras camino hasta él. Él pone los ojos en blanco disgustado.

- No, no quiero. El aire está demasiado contaminado, sangre sucia -dice. No hace falta ser demasiado inteligente para darse cuenta de que cuando dice que el aire está contaminado, se refiere a que yo soy el contaminante.

- Pero bien que lo sigues respirando, hurón -digo yo vanidosa. No suelo ser una persona engreída, pero Draco Malfoy es un egocéntrico y me gusta molestarlo también actuando y respondiendo como él lo haría.

Me mira una última vez cabreado y se marcha escaleras abajo. Sonrío. Al menos el encuentro con Malfoy me ha hecho olvidar la pelea con Ron durante unos segundos. Unos instantes después de que Draco se pierda de vista, me dirijo hacia la ventana en la que él contemplaba antes el cielo y miro a la Luna que se halla enmarcada entre todas aquellas estrellas, como el astro más bello de la noche, el que reina por su brillantez... La Luna está preciosa. Tan refulgente, tan delicada, tan grande, tan blanca, princesa del cielo, esbozándome una media sonrisa. Le devuelvo la sonrisa, mientras admiro su belleza.

Paso horas allí contemplándola, anonada por algo de ella que me atrae de un modo espectacular, mientras mi mente vaga tratando de comprender los motivos que han llevado a Draco Malfoy a llorar y los motivos que me han llevado a mí a tratar de descubrir el por qué de su llanto, sin acabar de extraer una conclusión convincente.

Veo que la Luna está comenzando a ocultarse y que el Sol poco a poco va apareciendo en el cielo. Me sorprendo ante el hecho de que he pasado gran parte de la madrugada allí, sin ser consciente del tiempo transcurrido, atraída por la belleza de la Luna, que en cierto modo me recuerda a la del propio Malfoy: blanquecina, fría, enigmática, que sólo deja ver una parte de sí misma, pero que es preciosa cuando sonríe. Ahora entiendo perfectamente por qué me atrae la Luna, su parecido con Malfoy es evidente, sobretodo en lo que a curiosidad se refiere. Ambos son enigmáticos y yo amo resolver hasta el más difícil enigma.

Me marcho de la Torre y en unos minutos ya he atravesado el cuadro de la Señora Gorda, que parece muy enfadada por haberla despertado a las seis de la mañana. En la Sala Común, por muy sorprendente que parezca, ya hay algún madrugador estudiando. Entre todas las personas presentes, destaca una figura que se halla encorvada frente al fuego y cuya mirada se pierde entre las llamas. Tardo un tiempo en averiguar quién es, pero finalmente lo descubro: es Neville y, a juzgar por el sonido que sale de su garganta, está llorando. Tengo el impulso de acercarme y preguntarle qué le pasa, pero noto que el sueño empieza a tirar de mí en dirección a la torre de las chicas y concluyo que lo mejor será dejar la conversación para otro día.

Llego a mi habitación y veo que todas mis compañeras están dormidas profundamente, lo cual agradezco infinitamente pues así no tendré que explicarle a nadie por qué he llegado tan tarde ni qué es lo que he hecho durante toda la noche. Me acuesto sin quitarme el uniforme y me quedo dormida al instante.

Al día siguiente, me levanto para el almuerzo, cosa que justifico a los demás con que he pasado una mala noche con fuertes jaquecas y que por ello he dormido tantas horas. Ron parece poco convencido, pero no dice nada, mientras que Harry y Ginny me preguntan por mi estado actual de salud. Parecen preocupados.

- Tranquilos, no me pasa nada. Debe ser que leí demasiado y que tantas letras quemaran mis neuronas. Quiero leer tantos libros antes de tener que ir a los juegos que quizás me paso un poco de ritmo de lectura -digo dudando de si colará.

- Seguramente... Lees demasiado, Herms -dice Ginny alborotándome el cabello.

Continuamos hablando de cosas triviales durante el resto de la comida, pero ninguno de nosotros mencionamos siquiera la cosecha ni los juegos, aunque todos somos conscientes de que una parte de nuestra mente está ya en ellos. Unos preocupados por la suerte de sus amigos, como es el caso de Harry y Ginny, y otros, como Ron y yo, preocupados por su suerte propia.

- Bueno, Ginny y yo vamos a los jardines, porque ya hemos terminado de comer -dice el moreno al cabo de un buen rato de charla-. Os esperamos allí, ¿vale? -nos propone Harry a Ron y a mí cuando se levanta de la mano arrastrando a su novia. Veo que le guiña el ojo a Ron, pero yo me hago la tonta. ¿Qué significa ese guiño?

Miro en derredor, esquivando la mirada del pelirrojo ahora que estamos solos. Siempre es para ambos una situación incómoda el tener que hablar después de una gran pelea como la de ayer. Espero a que sea él quien comience, pues yo soy incapaz de pronunciar ni una sola palabra. Pero no empieza, así que le trato de arrancar yo misma las palabras.

- ¿Y bien? -le pregunto yo incitándolo a decir algo.

- ¿Y bien qué? -dice él encogiéndose de hombros.

- No sé... -digo yo incómoda, mientras me meto un trozo de pastel en la boca. Mastico sin pronunciar una palabra, esperando a que Ron diga algo de una vez.

- Hermione... -comienza a decir-. Yo... eh...

- ¿Sí? -le apremio a hablar.

- Yo... lo... -balbucea muy nervioso-. Lo siento, Hermione -susurra finalmente-. Siento muchísimo haberte gritado ayer, pero...

- ¿Pero...? -lo incito a decir al ver que deja inconclusa la frase.

- Pero... todo esto me puede -dice Ron y se marcha a grandes zancadas del Gran Comedor, dejándome sin palabras y con las ganas, una vez más, de besarlo y consolarlo.

Tardo unos segundos en asimilar que Ron se ha marchado. Tan pronto como soy consciente, salgo corriendo del Gran Comedor, bajo la mirada de Draco Malfoy que recae sobre mí, y busco el precioso cabello pelirrojo de Ron con infructuosos resultados.

Al cabo de unos quince minutos de búsqueda minuciosa por el castillo, me lo encuentro por fin sentado tras un banco de los jardines, oculto, pero bajo la luz del radiante astro rey. Me acerco y me siento a su lado. Lo observo durante unos instantes, pero él, a pesar de saber que estoy a su lado parece negarse a mirarme a los ojos, pues los mantiene fijos en un punto del jardín. Yo suspiro mientras acaricio cariñosamente su pelo de color fuego. Me mira sorprendido por mi muestra de afecto. Entre nosotros normalmente no suelen darse este tipo de demostraciones afectivas... y mucho menos después de una inminente reconciliación. Debe pasar mucho tiempo sin conflictos entre nosotros para que uno se atreva a demostrarle algo de afecto al otro. En líneas generales, soy yo la que muestra cariño pues Ron, además de ser muy tímido e inseguro, suele mostrarse incómodo ante una situación como esta, por eso me pilla por sorpresa que cierre los ojos y esboce una sonrisa, mientras se deja acariciar el pelo.

- Es difícil... asimilar... que... podría -empieza a decir Ron con la voz quebrada y muy nervioso. En cuanto a hablar de sentimientos hacia el otro, tanto Ron como yo somos patéticos- perderte... después de... ya sabes... -por un momento, pienso que va a rememorar el beso y mi corazón empieza a latir a toda velocidad, pero evidentemente me equivoco-: después de... todos estos años... juntos... Eres mi... mejor amiga, Herms -se limita a decir con una triste sonrisa.

- Ron... -es todo lo que soy capaz de decir.

Miro a sus ojos cerrados, a sus labios que reposan entreabiertos, a su agitada respiración, al rubor de sus mejillas... Sería tan fácil encajar sus labios con los míos en ese preciso instante, recordar el sabor de su boca, recordar cómo pasaba su mano por mi cintura elevándome en el aire cuando me lancé sobre él... Algo se agita desbocadamente en mi estómago y una punzada presiona en la boca de éste. Cuando Ron abre los ojos, mis casi mágicos recuerdos sobre el beso se desvanecen por unos segundos, aunque ese hormigueo en el estómago sigue haciendo acto de presencia. Se incorpora un poco y toma un mechón de mi cabello. Durante unos minutos parece absorto jugueteando con mi tirabuzón, mientras que yo me estremezco al notar su mano sobre mi cabello. De repente, deja de jugar con mi pelo y me atrae hasta sí para abrazarme tiernamente, mientras me hace una promesa que ambos sabemos que no podremos mantener.

- Buscaremos el modo de salir los dos con vida de los juegos, te lo prometo.

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