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El segundo beso

Al cabo de unas dos horas, bajo a comer, rezando por no encontrarme a Ron por el pasillo. Desde la pelea de esta tarde no he hablado con él ni tampoco tengo intenciones de hacerlo. Si no ha comprendido lo que le he querido decir, me da igual. No voy a ser yo quien reconozca los sentimientos que afloraron en mí aquella noche, porque no es algo que puede considerarse parte del pasado pues sigue formando parte de mi presente. 

En la puerta del Gran Comedor veo la cabellera pelirroja de Ginny, que está a punto de entrar al Gran Comedor. Yo, que estoy a unos metros de la puerta, doy unas cuantas zancadas para alcanzarla pues no quiero entrar sola al Gran Comedor. ¿Que por qué? Porque me niego a llegar a la mesa de Gryffindor y a tener que enfrentarme sola a las inquisitivas miradas de Ron típicas tras una pelea... Suspiro aliviada cuando la alcanzo. Menos mal que me la he encontrado por el camino, porque si no, probablemente habría decidido no ir a cenar para no enfrentarme cara a cara con Ron.

- ¡Ginny! -digo cuando la alcanzo. Ella me da un beso en la mejilla y esboza una triste sonrisa que yo correspondo con una radiante. Le doy un ligero apretón de manos para reconfortarla, a pesar de que comienzo a hartarme de la actitud de la pelirroja. Es como si fuera ella quien se va a los juegos y por ello no pudiera dejar de dedicarme todas esas miradas de tristeza que entierran a una antes de estar muerta... Mas ella no es la única que me mira de ese modo.

Todos me miran de ese modo y estoy harta, porque incluso cuando me olvido de los juegos por unos instantes, hay alguien que con una cara de pena me recuerda que siguen presentes y que cada segundo que pasa estoy más cerca de formar parte de ellos. ¡Y no comprendo por qué me miran así, cuando soy yo la elegida y no ellos! ¡No entiendo por qué quieren demostrarme que están apenados por mi elección, por los juegos, por mi posible muerte, por mi futuro, cuando yo ya tengo completamente asumido mi destino!

- Herms... ¿Te has vuelto a pelear con mi hermano? -me pregunta ella mirándome con las cejas enarcadas y deteniéndose en medio del pasillo.

- Las noticias se extienden como la pólvora, ¿eh? -le respondo, esbozando una mueca de disgusto y de desagrado, pues ni me agrada estar enfadada con Ron ni me gusta hacer partícipe de nuestras peleas a los demás.

- Pues no sé si lo sabrá mucha gente, la verdad. A mí me lo ha contado Harry, que se lo había contado Ron -dice ella encogiéndose de hombros, pero de repente cambia la expresión a ira, recordando algo-. En cualquier caso, ¡has roto tu promesa! -me recrimina.

¿Qué promesa? Me pregunto para mí misma, sin decir ni una sola palabra en voz alta.

Trato de recordar qué es lo que he prometido a Ginny y cuándo lo he hecho. Entonces a modo de flash invade mi mente un recuerdo de la conversación que Ginny y yo mantuvimos hace apenas dos horas. ¡Cierto! ¿Cómo he podido olvidarlo? Sé la respuesta: Ron. La pelea con él me ha eclipsado hasta tal punto que he olvidado mi promesa. Yo le había prometido a Ginny que viviría el poco tiempo que me quedaba siendo feliz con su hermano a cambio de que ella me prometiera ser feliz pese a las circunstancias. Yo, al pelearme con su hermano, me había cargado la promesa.

- Eh... lo siento, Ginny, pero dudo mucho que pueda cumplirla. Está visto y comprobado que tu hermano y yo somos totalmente incapaces de llevarnos bien más de dos segundos -le digo yo, dedicándole una triste sonrisa.

- ¡Sí que podéis! ¿Cuántas horas pasasteis juntos durante el año de la Guerra Mágica? ¡Creo recordar que no os separasteis ni un segundo durante semanas! -argumenta la pelirroja.

- Tienes razón, pero... Esas situaciones fueron extremas... En condiciones normales, Ron y yo estallamos a la mínima -afirmo yo.

- Díselo, Hermione.

- ¿Qué le diga el qué, Ginny? ¿Qué no nos podemos llevar bien? Creo que eso lo sabe -le pregunto sin saber de qué me está hablando.

- No me refiero a eso, tonta. ¡Dile que te gusta! ¡Dile todo lo que sientes por él! -me aconseja mi mejor amiga. Tras su comentario, la miro con los ojos como platos.

- Definitivamente, Ginevra Molly Weasley, tú no estás bien de la cabeza -juro solemnemente-. ¿Quieres que se ría de mí quizás, Ginny? ¿O quizás prefieres que deje de ser mi amigo para siempre porque me dé vergüenza de mirarlo a la cara tras su rechazo?

- ¿De verdad crees que lo hará, Hermione? -me pregunta ella con una ceja enarcada, mientras yo asiento-. No sé quién es más estúpido si él o tú... ¡Le gustas desde cuarto curso, por Merlín! ¿Cómo va a negarse?

Yo no contesto nada, pues sé que sólo conseguiré prolongar la discusión y como no voy a seguir el consejo de Ginny ni tampoco va a convencerme para que lo siga, no tiene sentido que sigamos hablando del tema. La cojo de la mano y la arrastro hasta el interior del Comedor. Todo el mundo parece feliz y ríe despreocupadamente. Y me pregunto qué diablos me he debido de perder para que haya tal felicidad en el ambiente a tan sólo tres días de los juegos.

Veo a Ron en la mesa de los Gryffindor, hablando animadamente con Neville, que está sentando en la silla de enfrente. Decido sentarme al lado de Neville, en lugar de al lado de Ron como acostumbro a hacer. Ginny se sienta al lado de Harry que está a la izquierda de Ron. El pelirrojo se me queda mirando con ira cuando ve que me siento al lado de otra persona que no es él. Ante su reacción, no puedo evitar sonreír con arrogancia.

- Hola, Neville -saludo al moreno. Él me dedica una sonrisa y sigue comiendo un trozo de pollo. Yo decido también tomar un trozo de la fuente, que parece hoy más llena que nunca-. ¿A qué viene tanta celebración y tanta alegría? -pregunto distraída a mis amigos.

- ¿No te has enterado aún? -me inquiere Harry.

- ¿De qué? -le digo yo intrigada.

- Mañana domingo vienen los familiares a visitar los tributos... Es un extra con el que nadie contaba, pues aunque las familias ya lo saben desde hace dos o tres días, los profesores le rogaron a las familias no decir nada para darles la sorpresa. Hoy lo han comunicado a la entrada del comedor y la noticia se ha celebrado con mucha alegría y con mucha comida. Es un consuelo saber que al menos los tributos podrán ver a sus familiares antes de irse -me asegura él.

Ambos nos dedicamos una mirada de complicidad, pues ambos sabemos que ningún familiar va a venir a visitarme, porque mis padres siguen en Australia, alejados de toda esta parafernalia de los juegos y ajenos a mi existencia. Sí, mis padres siguen sin saber que tienen unas hijas y aunque me duele, me consuela saber que, en este aspecto, no estoy sola y cuento con el apoyo de Harry, quien se siente identificado conmigo, ya que si él hubiera ido a los juegos, tampoco habría recibido visita alguna.

- Bueno... ¿Y qué tal el día? ¿Habéis estudiado ya para el EXTASIS de Transformación y de Pociones? Tengo entendido que son los primeros de la semana, ¿no? -digo yo tratando de entablar conversación.

- Sí... Yo ya he estudiado para todas, excepto para Herbología... Menudo follón, porque el lunes tengo el examen de Herbología y de Pociones y aunque llegue preparada la asignatura de Pociones, de Herbología no he estudiado nada, como ya he dicho -dice Neville suspirando.

- No te preocupes. Seguro que sacas un Extraordinario, Neville, se te da genial Herbología. Serás capaz de estudiar el tocho entero mañana sin problemas. Tienes una habilidad prodigiosa para esa asignatura -le digo acariciándole el brazo para reconfortarlo-. ¿Y vosotros dos cómo lo lleváis? -le pregunto yo a Ginny y a Harry, omitiendo por completo la existencia de Ron, que a su lado parece oír la conversación aburrido.

- Yo lo llevo... bien. Tengo unas dudas de Encantamientos, pero creo que Harry podrá solucionármelas -comenta Ginny.

- Yo lo llevo... francamente... mal. No he empezado aún con casi ninguna asignatura y, bueno, los exámenes son la semana que viene -dice él ruborizándose ante mi reprobación.

Me saco un papel del bolsillo, escrito bajo mi pulcra letra y se lo entrego a Harry. Él lo despliega y lee atentamente el cuadrante que le he creado. Es el horario que me prometí crearle antes de irme para que se organizara las horas de la semana de exámenes para estudiar para todas sus asignaturas. Tras mi pelea con Ron, me dispuse a hacerlo tratando de evadir un poco el tema de la discusión, con poco éxito todo sea dicho, mas conseguí acabar el horario que ya había comenzado a preparar para Harry días atrás.

- Está encantado. Si empleas una hora más o menos en una asignatura u otra, él sólo se modifica para que saques el máximo provecho posible del día y te dé tiempo de estudiar todas las asignaturas y estés bien preparado para todos tus exámenes -comento mientras Harry observa atentamente el horario.

- Gracias, Hermione -me agradece Harry, dándome un ligero apretón en la mano como muestra de gratitud.

- De nada, Harry -le respondo con una sonrisa.

Veo que Ron se revuelve en su asiento, mirando a un punto fijo de la mesa de los Ravenclaw. Sigo su mirada y llego hasta un asiento vacío, por lo que deduzco que realmente no está observando nada en especial. Al mirar la mesa de los Ravenclaw, recuerdo a Luna, lo cual me hace recordar de la noche que vi llorar a Neville frente a la chimenea... No sé por qué motivo relacioné y sigo relacionando el llanto de Neville con Luna, mas creo que lo sé. Desde quinto curso cuando se conocieron, siempre he pensado que existía algo especial entre ambos... O al menos por parte de Neville, pues, aunque también creo hay algo de interés hacia el chico por parte de Luna, ella es tan impredecible que jamás puedes dar nada por sentado.

- Eh, Neville -lo llamo. Ron se sobresalta como si lo hubiera llamado a él-. Recuérdame después que te comente una cosa, ¿vale? Llevo días queriendo hablar contigo, pero no he tenido tiempo -puedo comprobar mirando de reojo que mi pelirrojo me está contemplando con el ceño fruncido y con las orejas rojas, mientras Neville asiente un tanto confundido.

Yo sonrío y Ron parece a punto de reventar. Por el tono colorado de sus orejas, deduzco que Ron está cabreado una vez más conmigo. Pero... pero... ¿Pero qué diantres le pasa a este chico? ¿Cómo puede cabrearse porque le haya dicho a... Neville... su amigo... nuestro amigo... de hablar? ¡Maldita seas, Ron Weasley, siempre enfadándote por cualquier estupidez y obligándome a darle vueltas a tus inexplicables enfados! ¡Deja de cabrearte por estupideces y sal de mi cabeza un rato!

- ¡Hola! -dice la risueña voz de Luna Lovegood, haciéndome salir de mis ensoñaciones-. Hey, Neville -dice ella, que porta unas enormes gafas celestes con forma de sol, sacudiendo el hombro del chico, que contempla sus movimientos entre confuso por su acercamiento y maravillado de que se haya dirigido a él en especial-. Lo siento, pero estabas lleno de pauras. ¿Sabías que son unos microorganismos muy peligrosos? Normalmente colonizan personas que tienen miedo y se apoderan de ellos infundiéndoles miedo. Debía quitártelas o probablemente se habrían adueñado de tu cerebro en cuestión de horas.

Nosotros nos mirarnos sin saber muy bien qué decir. En realidad, estamos acostumbrados a ese tipo de comentarios de Luna Lovegood sobre criaturas invisibles, que sólo ella y su padre ven, pero jamás llegaremos a encontrar las palabras adecuadas para esas situaciones.

- Me preguntaba... -se pregunta ella mirando a través de la ventana-. ¿Quieres venir conmigo al Lago Negro, Neville? -dice ella con un temple envidiable... ¿Cómo puede ser capaz de proponerle tal cosa sin siquiera inmutarse? Si yo tuviera que proponerle a Ron ir a algún lado los dos solos, probablemente me pondría hecha un manojo de nervios y no llegaría a decirle nada-. Es que he oído que hay una plaga de plimpys. Podríamos ir a verlos, ¿te apetece?

- Claro -balbucea Neville, que se ha puesto increíblemente nervioso.

Veo que Neville se pone en pie y camina con paso inseguro al lado de la Ravenclaw rubia, que le entrega unas gafas de visión subacuática muy parecidas a las que ella lleva puestas y cuyas lentes tienen un aspecto muy similar al de una lupa. Desvío la mirada, complacida. Me parece genial que Luna comparta algunas horas de sus dos, ahora que ya está terminando el sábado, últimos días con Neville, quien probablemente debe estar destrozado por todo lo que pueda pasarle a Luna. Veo cómo se marchan charlando animadamente, olvidando por completo los juegos, así como veo la sonrisa de bobo que se extiende en el rostro de Neville cuando ella se aparta el pelo rubio de la cara. Ahora sin lugar a dudas puedo asegurar el vínculo existente entre ambos.

- ¡Qué bonito! -dice Ginny sonriendo, achuchando a su novio, quien la acoge pasándole los brazos cariñosamente por sus hombros.

- Es genial que Luna quiera pasar algunos momentos con Neville antes de irse, ¿no creéis?

- Es tan tristemente bonito que me entran ganas de llorar -comenta la pelirroja sin exagerar, pues ya tiene los ojos brillantes-. Hacen una pareja... preciosa, ¿verdad?

- Sí... Son perfectos el uno para el otro -me entran ganas de llorar, al pensar que esta puede ser la última noche que compartan juntos...

Si pudiera dar varias veces mi vida, otra de las personas por las que la daría sin duda alguna sería Luna. Es totalmente opuesta a mí, tan incrédula, tan imaginativa, tan original, con unas ideas tan claras que nadie puede cambiarlas por chocantes que resulten... Y puede que todo ello, su peculiar esencia, se pierda en los juegos. De hecho, tendrá que perderse si quiero que Ron gane. Jamás había pensado en ello. Puede que tenga que matarla a ella también. Sonrío irónicamente pues sé que jamás sería capaz de hacerlo... Sólo puedo pensar en una cosa: ojalá pudieran ganar los juegos más de una persona.

- Pobre Luna -susurro yo.

Miro a mi alrededor y me doy cuenta de que las cuatro mesas están ya prácticamente vacías, de que ya no queda casi nadie en el comedor, así que propongo que nos marchemos. Una vez fuera del comedor, proponemos diferentes planes para pasar la noche antes de acostarnos. Yo propongo que podríamos quedarnos repasando las asignaturas y resolviendo las dudas de Harry y Ginny, pero rápidamente éstos se niegan. Seguimos debatiendo diferentes posibilidades. Entonces de repente Ron, quien hasta ahora no había dicho ni una sola palabra, hace acto de presencia ofreciéndonos un buen plan.

- Podríamos reunir mantas y algo de comida e ir al Lago Negro. Tengo entendido que hoy van a ir casi todos los de sexto y séptimo curso a pasar allí la noche. Va a ser algo así como una fiesta de despedida para los que nos vamos a los juegos, ya que la mayoría de los que hemos salido somos de esos cursos. Supongo que por eso Luna ha invitado a Neville a ir. Podría ser divertido, ¿no? -propone Ron.

- ¡Totalmente de acuerdo! -dice Ginny despeinando cariñosamente la cabellera color fuego de su hermano. Él bufa y se peina, mientras le dedica una mirada de desprecio-. Por fin propones algo divertido, hermanito.

- Me parece bien, tío -comparte Harry.

Ahora las miradas del moreno y de la pelirroja recaen sobre mí, esperando que yo dé mi opinión, de que me niegue a ir o de que acepte, pues yo suelo ser la más retraída en cuanto a romper normas se refiere y escaparse en plena noche para ir a una fiesta ilegal es totalmente algo totalmente considerable como violación de las normas. ¿Pero acaso importan ya las normas?

Asiento con la cabeza sin pronunciar palabra alguna. Noto que Ron, después de toda la frialdad demostrada durante la comida, me observa con una sonrisa que en un principio trata de ocultar, mas sin éxito alguno.

- Vale. Nos reunimos en media hora en el cuadro de la Señora Gorda. Vosotras podríais encargaros de buscar mantas y cosas de abrigo y Harry y yo nos ocuparemos de buscar provisiones por si nos entra hambre a media noche -dice Ron, mirándome. Yo le devuelvo la mirada y asiento con una expresión carente de sentimiento alguno. Sigo enfadada, pero tampoco voy a demostrárselo.

Ginny pasa por el lado de su novio y le da un ligero beso en los labios, mientras que Ron y yo contemplamos la escena incómodos. La pelirroja susurra algo en el oído de Harry, éste se ríe y se marcha con Ron en dirección a las cocinas.

Llegamos al cuarto en cuestión de minutos y revuelvo todo mi armario buscando las mantas de invierno que quité de mi cama hace poco por la entrada del calor. Las encuentro sin problemas y las doblo pulcramente. Ginny coge las suyas de su armario, pues ahora al ser del mismo curso comparte habitación conmigo, y además les quita a Lavender las suyas con un "No se dará cuenta" en los labios. Ambas nos sentamos en el suelo. Aún nos sobran veinte minutos hasta que vayamos a dónde habíamos quedado con los chicos y no sabemos qué hacer.

- ¡Tengo una idea! -dice la pelirroja.

- ¿Qué idea? -le pregunto yo en un tono monótono.

- Vamos a cambiarte de ropa. Todos vamos vestidos hoy como muggles y tú, en cambio, sigues con la túnica del uniforme -comenta examinándome de arriba abajo-. Si quieres impresionar a mi hermano y que se arrepienta de haber causado una pelea, debes vestirte más... eh... mejor. Tengo el pálpito de que hoy va a pasar algo entre vosotros.

- Si tú lo dices... -digo yo encogiéndome de hombros. Ella esboza una sonrisa de devoción.

Podría haber tratado de negarme, pero una vez más me recuerdo que con Ginny eso no sirve de nada. Es muy difícil que hacerle cambiar de idea cuando ya tiene una en mente.

Ella abre mi armario y lo examina buscando algo "decente" que ponerme. Comienza a rebuscar en mis ordenados montones de ropa, con muecas que denotan que no ve nada que le guste. Saca unos jeans pitillos de color oscuro y los deposita sobre mi cama. Ahora empieza a buscar qué es lo que ponerme de zapatos y de ropa de arriba.

Cierra el armario poco complacida y abre el suyo.

- Supongo que de arriba sí te valdrá mi ropa. De los zapatos, nos ocuparemos más tarde, ¿vale? -yo me limito a asentir.

Comienza a rebuscar en sus desordenados montones de ropa y lanza prendas a diestro y siniestro, sin importarle cuan caótico es el desorden que está creando. Me pongo a recoger la ropa que ella está lanzando y la voy doblando. Cuando se gira con una sonrisa en el rostro y una prenda en la mano, mira el montón de ropa doblada por mí agradecida.

- Gracias, pero no hacía falta... -dice ella ruborizándose-. A ver qué te parece esta camiseta. Yo creo que te va a quedar genial. Es un color que contrasta a la perfección con el color de tu piel, ¿no crees?

Me muestra una preciosa camiseta entallada de manga al codo con un pronunciado escote en forma de V. Es de un tono beige elegante y de encaje, aunque abajo lleva un forro de color beige, marca demasiado... ¿mis virtudes? No es la ropa que suelo llevar por mi propia voluntad, la miro con reprobación, pero es muy bonita y seductora... así que no pongo pegas a la hora de ponérmela.

- Es muy bonita -comento.

- Y más bonita será cuando la lleves tú puesta -me halaga la pelirroja, pasándome la camiseta para que me la ponga-. Podrías ponértela por dentro del pantalón, probablemente quedará más bonita de ese modo. Mientras te cambias, voy a solucionar el problema de tus zapatos -dice comenzando a examinar tanto su armario como el mío.

Yo me quito el uniforme y me enfundo mis estrechos jeans. La verdad es que no suelo usarlos, porque son demasiado ajustados y marcan demasiado mi figura, cosa que no me hace mucha gracia. Ahora me pongo la camiseta y, siguiendo el consejo de Ginny, la introduzco por dentro del pantalón. Miro mis pies descalzos y, en unos segundos, Ginny me está mostrando unos bonitos zapatos de cordones de un tono marrón muy cercano al del chocolate.

- Pruébate éstos a ver qué tal te van. Son míos, pero quizás te vayan bien -dice guardando toda la ropa que he doblado.

Me los pruebo y noto que hay suficiente espacio para que mis pies se muevan libremente por todo el zapato, pues me está un poco grande, pero no me quejo.

- ¿Qué tal te están? -me pregunta mirándome a los pies.

- Muy bien. Estoy muy cómoda -le respondo agradecida-. Pero... Ginny, ¿no crees que voy a pasar mucho frío así en el Lago con una camiseta de manga al codo con un forro finísimo recubierto con un encaje?

- Puede ser. Por eso he pensado en... ¡ésto! -exclama mostrándome un bonito jersey de punto marrón muy grueso-. ¿Te gusta?

- Me encanta -esbozo una cálida sonrisa y abrazo a mi amiga, tras tenderme ella su jersey. Ese tipo de ropa sí es mucho más de mi estilo.

- Genial. Estás preciosa -me ruborizo-. Pero aún queda un pequeño detalle por resolver -dice ella mirándome el pelo.

- ¿El pelo? -inquiero tratando de domarlo un poco con mis manos.

- Y el maquillaje -me dice ella.

A mí la verdad es que no me hace mucha gracia la idea de maquillarme, pues jamás me he visto favorecida cuando me he maquillado, pero dejo que Ginny me maquille. Confío mucho en su criterio y en lo que pueda hacer de mi aspecto. Noto brochas deslizarse por mi rostro de aquí para allá y me horrorizo al pensar cuan divertido resultaría para Ron si el resultado fuera tan exagerado que rozara el desastre. Más tarde, siento las manos de Ginny moviéndose por mi pelo y finalmente percibo que Ginny me pone algo así como una diadema en el pelo para retirármelo de la cara.

Voilà -dice ella. Abro los ojos y me levanto. Ella me examina de arriba abajo y sonríe dando saltitos-. ¡Estás perfecta! ¡A mi hermano se le va a caer la baba cuando te vea así! -me ruborizo ante su comentario.

Busco un espejo y recuerdo que el más cercano es el del baño. Me dirijo hasta él, con un poco de miedo de lo que pueda llegarme a encontrarme, pero mi miedo se desvanece cuando me veo reflejada en aquel cristal.

Mi pelo sigue tan rizado como siempre, pero en vez de estar enmarañado, luce a modo de unos tirabuzones totalmente cerrados y sin encrespar. Todo mi flequillo está recogido con una fina diadema de color marrón, que apenas se nota en mi pelo, dejando ver mi frente por completo. El suave maquillaje enmarca mi rostro de un modo espectacular. Es una base muy similar a mi color de piel pero que le da un aspecto a ésta de estar mucho más despejada y tersa. En el maquillaje del rostro, sólo destacan mis mejillas ligeramente más sonrosadas por los coloretes y mis ojos que Ginny los ha maquillado sólo con rímel para hacer de mis pobres pestañas todo un bosque.

En cuanto a la ropa, el resultado es demoledor. El jersey de punto marrón encaja a la perfección con la tonalidad de los zapatos y va en una armonía maravillosa con mi camiseta de encaje beige, que me está bastante ajustada y realza mucho tanto el pecho como la cintura. Los jeans crean unas curvas impensables a partir de mis caderas y mis piernas están en una armoniosa proporción con el resto del cuerpo. Los zapatos quedan genial con el conjunto.

Me miro una vez más y salgo del baño. Me abrazo a mi mejor amiga y nos balanceamos sobre nuestros pies mientras yo le grito un montón de agradecimientos por su idea. Miramos la hora y vemos que nos hemos colado quince minutos, pero no decimos nada. Ginny no se cambia, aunque es totalmente comprensible pues está radiante con su precioso traje color blanco hueso y sus romanas de color marrón. Lleva un bolso a juego y también una chaqueta del mismo tono que los zapatos. Ginny sabe hacer unas combinaciones de prendas geniales.

Tomamos las mantas y bajamos escaleras hasta encontrarnos fuera de la Torre de Gryffindor. Nos aseguramos de que no haya nadie vigilando cerca a nosotras. Al no haber nadie, Ginny y yo bajamos las escaleras tratando de hacer el mínimo ruido posible hasta llegar a la planta baja, donde nos esperan desesperados tanto Harry como Ron. Ron lleva mochila, mientras que Harry lleva bolsas en la mano.

Observo como Ron se toca el flequillo nervioso una vez tras otra tratando de ponérselo bien, aunque para mí está perfecto. Ginny salta sobre las espaldas de su novio y casi lo desestabiliza. Harry me sonríe y camina hacia fuera con su pelirroja sobre las espaldas.

Ron, que hasta ahora, ni siquiera se había dado cuenta de que estaba allí, me mira y la expresión de su rostro no deja mucho que imaginar. Ha notado que me he cambiado de ropa y que la ropa que he elegido esta vez es mucho más... atrevida de lo habitual.

- Vaya, Hermione, estás... eh... -balbucea el pelirrojo, poniéndose tan colorado como su cabello. 

Yo también me ruborizo, olvidando por completo que debería seguir enfadada con él y pedirle explicaciones. Aquella estúpida pelea por su insensibilidad ya es parte del pasado, pues ahora sí parece bastante perspicaz ante mis cambios, tanto que ha tratado de ¿piropearme? Sonrío con ganas y agradezco internamente a Ginny sus recomendaciones. 

- Sexy es la palabra que buscas, zanahoria -dice una voz detestablemente asqueada. Una voz que puedo reconocer rápidamente como la de Draco Malfoy.

Veo la confusión de Ron pintada en su rostro, la cual debe ser un reflejo de la mía. ¿Qué hace Draco Malfoy tratando de adularme? Recuerdo todas las conversaciones que he mantenido con él y trato de rememorar algún momento en el que haya sido amable conmigo, sin realmente encontrar ninguna. De hecho, en la última charla que mantuvimos, había insinuado que yo contaminaba el aire que respiraba y que por eso no podía soportar estar en una misma habitación conmigo, lo cual no se podía interpretar como una charla cordial ni mucho menos...

- Vaya, Weasley, ¿también pobre en vocabulario? Pensé que tus limitaciones eran exclusivamente económicas, pero veo que una cosa lleva a la otra. ¿Tales son las deficiencias económicas de tu familia que no te puedes permitir comprar un diccionario que te ayude a solucionar tus carencias lingüísticas? -dice el rubio con arrogancia y desprecio hacia Ron.

- ¿De qué sirve no tener carencias económicas ni lingüísticas cuando con tu dinero no puedes solucionar tus deficiencias morales, Malfoy? -digo muy cabreada.

Ron me mira con una sonrisa preciosa. Parece que he encontrado la respuesta que a él mismo del enfado no se le ha ocurrido. Pero yo sí lo he hecho, pues que insulte a Ron o que se ría de él me duele más que lo haga conmigo.

- Tienes razón... Una pena que tú tampoco puedas arreglar otros asuntos con dinero considerando lo increíblemente sexy que estás esta noche -asegura él mirándome de arriba abajo con una expresión que roza la lujuria, pero que bien podría significar odio o asco también. En Malfoy, los sentimientos son casi tan difíciles de reconocer como en Ron, aunque las diferencias entre ambos son evidentes. Los valores morales de Ron son infinitamente superiores a los del rubio. No ha dicho en ningún momento que con otros asuntos se esté refiriendo a mi sangre sucia, pero tanto Ron como yo somos capaces de deducirlo.

En segundos, veo que Ron se abalanza hacia Malfoy tratando de golpearle en el pómulo. Falla por unos milímetros. Yo lo detengo, agarrándolo del brazo e interponiéndome entre ambos.

- Déjalo, ratita, déjalo -lo miro asqueada ante su apelativo "cariñoso". ¿A qué viene toda esa confianza?-. ¡Déjalo golpearme, así disfrutaré más después en el arena cuando lo mate con mis propias manos! -exclama. Pero no le da a Ron la oportunidad de que lo golpee pues se marcha hasta la puerta y desaparece de mi campo de visión.

- ¿Estás bien, Ron? -le pregunto tomando su rostro con mis manos. Se está convulsionando.

- ¡¿Por qué no me has dejado darle al gilipollas ese de Malfoy, Hermione?! -grita cabreado.

- Porque no merece la pena...

- ¡¿Que no merece la pena?! ¡Ese hijo de puta ha insinuado que tú eres una...! -pero no pronuncia las palabras, pues ambos sabemos perfectamente de qué insulto habla.

- ¿Y qué? No es algo que vaya más allá de lo que suele decirme normalmente, Ron -comento yo encogiéndome de hombros-. Vamos afuera anda -lo agarro de su brazo, olvidando por completo que en teoría seguimos peleados desde lo que pasó esta tarde, y nos encaminamos en dirección al Lago Negro.

- ¡Lo odio, Hermione, lo odio! ¡Y te prometo que en los juegos lo mataré con mis propias manos! -promete él. Yo me estremezco, recordando en la propuesta que el propio Malfoy me hizo días atrás en la sala aquella.

¿De veras pretendía fingir un triángulo entre Ron, él y yo? Acabaríamos probablemente todos heridos antes de que comenzáramos a fingir nada, pues el odio entre ellos era tan evidente que no durarían más de unos segundos sin iniciar una pelea, y no había mejor prueba que la de hoy. Pero no sólo me preocupaba que el odio de Ron hacia Malfoy hubiera acabado con todo, sino también el mío propio. ¿Cómo pretendía el rubio que lo besara si nos hemos odiado desde siempre? ¿Cómo pretendía Malfoy que lo besara a él, si era incapaz de besar al chico que me gustaba? Ahora más que nunca me parece que el plan de Draco Malfoy carece de sentido alguno y me alegro de haberlo rechazado.

- Gilipollas... Es que cuando ha dicho que estabas sexy... ¡¿Pero de qué va?! ¡Que sabrá él! ¡El comentario estaba fuera de contexto! ¡Tú siempre estás guapa! Bueno y encima, ¿escuchaste cómo te llamó? ¡Ratita! ¡RATITA! ¡Vamos a ver para qué tuvo que llamarte así! ¡Estoy seguro de que sólo buscaba provocarme! ¡Sabe que odio los motes que usa! ¡Quería empezar una pelea conmigo, seguro, porque él sabe que yo me cabreo un montón cuando...! -él sigue despotricando cosas sin coherencia en crítica de Draco Malfoy, pero yo ya no lo escucho.

El "¡Tú siempre estás guapa!" está en mi cabeza prohibiéndome pensar en cualquier otra cosa que no sean esas palabras saliendo de su boca... Camino a su lado durante todo el trayecto físicamente, aunque mentalmente estoy muy lejos. No puedo dejar de pensar en sus palabras. Es como si ellas mismas no quisieran salir de mi mente. Retumban en mi cráneo todo el rato, haciendo que mi corazón lata a mil y que mi estómago mariposee. Estoy en pleno estado de flujo, en un estado de éxtasis emocional tremendamente reconfortante. Entierro ahora sí que sí el tema de la pelea de ayer y me dejo que únicamente salga a la superficie de mi cráneo aquellas palabras que Ron me ha dedicado. ¡Tú siempre estás guapa! ¡Tú siempre estás guapa! ¡Tú siempre estás guapa! Suena tan bien oírlo repetidamente...

- Hermione, ¿me estás escuchando? -dice Ron mirándome con el ceño fruncido-. Ya hemos llegado al Lago Negro.

Miro a mi alrededor y veo la orilla del lago muy vacía de personas. Entonces reparo en que en una de las esquinas de aquella orilla, tras una roca, hay luz y movimiento. En la esquina opuesta, veo a Neville y Luna sentados sobre una de las rocas. Luna, aún con sus gafas de visión submarina, abraza a Neville, que llora desconsoladamente con las gafas colgadas en un pie.

Nos encaminamos hacia la zona de luz y movimiento y encontramos a alumnos de todas las casas, mezclados. Unos hablan animadamente, otros ríen, un tanto bebe whiskys de fuego y el otro se limita a beber cervezas de mantequilla, unos cuantos lloran en los brazos de su pareja y otros se besan apasionadamente, pero todos se hallan juntos tapados con mantas frente al fuego de una improvisada hoguera que cambia de color cada cierto tiempo. Me doy cuenta de que quizás aquel lugar no es el adecuado para Ron y para mí. Todos están en parejas o en grandes grupos de amigos, lo cual para nosotros es bastante difícil ya que ni somos parejas ni nuestro grupo parece estar cerca.

Busco a Harry y a Ginny entre la multitud, pero no los encuentro.

- ¿Y Harry y tu hermana? -pregunto sin dejar de buscarlos con la mirada.

- No sé. Eso mismo me estaba preguntando... Ya viste que ellos dos se fueron por delante de nosotros, así que en teoría ya deberían estar aquí -dice él frunciendo el ceño.

- O no -susurro en un tono demasiado bajo como para que Ron se entere. Seguro que todo esto es un diabólico e improvisado plan de Ginny para que me quede a solas con su hermano.

- ¿Qué hacemos? -me pregunta Ron examinando la multitud.

- Como quieras... Tú eres el que propusiste venir aquí -digo yo encogiéndome de hombros.

- En realidad, a mí me lo propuso Seamus, no tenía ni idea de que iba a encontrarme aquí. No sé por qué me da a mí que esto no es más que un punto de encuentro para ligarte a la primera tía que te encuentres. Quizás Seamus creyó que querría ligarme a alguna tía antes de morir en los juegos -su comentario me molesta y deja de importarme el ¡Tú siempre estás guapa! que hasta ahora me había hecho tan feliz. ¿Así que ha venido aquí para ligarse a toda la que pueda en mi cara para tener la experiencia de haberse tirado a una tía antes de morir? ¿Y encima en mi cara? Me pongo roja de furia.

- Pues ya sabes, Ronald. No decepciones a Seamus y vete a ligar. Seguro que ahí te están esperando las chicas que te adoran por tus hazañas de héroes durante la Guerra y que te persiguen y acosan por los pasillos. Con todas ellas, seguro no te va a faltar con quien ligar y seguro que tienes entretenimiento para toda la noche -él me mira con una expresión de interrogación en el rostro.

- ¿Y qué te hace pensar que yo quiero ligar con ellas? -inquiere fastidiado.

- La cara de idiota que pones cuando te alaban por los pasillos. Tu expresión de embobamiento se parece mucho a la que ponías cuando contemplabas a Fleur caminar -digo yo sin poder reprimir mi ataque de celos.

Todo lo que estoy diciendo es totalmente cierto. Desde que llegamos al colegio, las hazañas de héroe de Harry y Ron se han extendido por todo el colegio y han ganado una importante posición en el mercado de chicos de Hogwarts. Harry está fuera de venta, porque es novio de Ginny, pero Ron, en cambio, está totalmente disponible para el público femenino. Como de los dos héroes sólo Ron está libre, todas las chicas tratan de llamar su atención en cualquier momento, sin importarles que yo estuviera delante o no.

- ¡Por Merlín, Hermione, otra vez no! ¡Otra vez con tus paranoias mentales sobre las tías estas, no, te lo suplico! -exclama llevándose las manos a la cabeza-. ¡Vayámonos de aquí, por favor! -baja las manos de su cabeza y con una de ellas, me agarra la mía.

Salgo disparada de allí tirada por la mano de Ron. Se para en un punto escondido de la orilla del lago y se sienta en el suelo. Tira de mí para que me siente a su lado. Acto seguido, extiende mi manta que -misteriosamente- tiene él y nos tapa a ambos con ella.

- ¿Qué haces tú con mi manta? -pregunto con frialdad.

- Se te cayó cuando estaba hablándote del subnormal del hurón volador camino hacia aquí. Parece ser que dije algo que te impactó y se te cayó al suelo. ¿Ni siquiera te diste cuenta? -responde él sin darle mucho importancia. De repente, Ron trata de pasarme el brazo por los hombros con una notable torpeza e inseguridad, pero yo me alejo de él-. ¿De verdad, Hermione? ¿De verdad te alejas de mí por esta estupidez? Después era yo el que tenía que madurar... ¿Qué me dices de ti? -me reprocha él con el ceño fruncido-. Ven aquí, anda -sugiere, pero yo niego con la cabeza. Él comienza a cabrearse por mis continuos rechazos.

- Olvídalo, Ron, no quiero estar cerca de ti -bufo.

- ¿Por qué?

- Por Merlín, Ronald, ¿por qué va a ser? ¡Sabes perfectamente por qué! -exclamo yo.

- ¡Otra vez cabreada! ¡Joder, Hermione, ésto es una pesadilla! -dice y sólo consigue cabrearme más, pues no puedo evitar recordar cuando en primer curso insinuó que yo era una pesadilla.

- Una vez más vuelvo a ser una pesadilla para ti, ¿eh? -estoy fuera de mis casillas.

- ¡No, Hermione, no! ¡Me refiero a que para mí es una jodida pesadilla tener que soportar que estés todo el maldito día cabreada conmigo! -me trata de explicar.

- ¡Por Merlín, Ron, no digas estupideces! ¡Sabes perfectamente que no estoy todo el día cabreada contigo! ¿Pero qué quieres que le haga si me das motivos para cabrearme?

- ¡¿Pero qué dices?! ¡Joder, Hermione, pero si te pasas las veinticuatro horas del día enfadada conmigo! ¡Y no sé qué hago para qué siempre estés cabreada! ¡Primero te enfadaste por decidir presentarme a los juegos para protegerte, después porque malinterpreté un comentario que hiciste sobre la noche del baile y ahora estás cabreada por tus estúpidos celos hacia unas chicas que ni siquiera sabemos si están en la fiesta! -grita él indignado. Respira hondo. Parece intentar calmarse para no elevar más la voz.

- ¡No han sido celos! ¡Ha sido... una reacción... de... de...! -no sé qué decir. Sí que han sido celos, pero no se lo voy a reconocer-. ¡Has flirteado con ellas! -le reprocho sin acabar la otra frase.

- No he flirteado con ninguna ch... -comienza a decir.

- ¡Pero has insinuado que te gustaría! -exclamo yo sin dejarlo terminar.

- ¡¿Quién diablos ha dicho en algún momento que yo quería flirtear con alguna otra chica que no fueras tú, Hermione?! ¡Déjalo ya, en serio, porque me pones enfermo! ¡No sé qué necesitas para darte cuenta de que no me interesan ninguna de esas tías! ¡De que en realidad no me interesa ninguna otra tía que no seas tú, joder! ¡De que la que siempre me has interesado tú, Hermione! -me grita el pelirrojo, rojo de un coraje y una furia que le resultan muy difíciles de contener.

Yo me quedo sin saber qué decir. ¿Ha sido eso una... declaración? ¿Tenía Ginny razón? ¿Va a pasar algo hoy entre nosotros? Comienzo a temblar y siento que mi estómago se ha convertido en una especie de agujero negro, así como siento mi corazón y mi mente palpitando en sus cavidades desbocadamente. Ambos parecen estar perforando mis costillas y mi cráneo respectivamente. Trato de relacionar las palabras que me ha dicho de diferentes maneras posibles, pero todas ellas encajan con lo que yo considero una declaración en toda regla. Me pregunto si todo esto no será fruto de mi desbordante imaginación cultivada a partir de horas y horas de lectura y de estudio. ¿Quizás las conexiones de las neuronas están fallándome y me han creado esta ilusión audiovisual? Trato de convencerme de que es así, porque mi corazón es incapaz de encontrarle un sentido lógico a todo lo que Ron se supone que me ha dicho... ¿Cómo él va a estar... interesado... en mí? Yo... yo... No puedo entenderlo. Y mi cerebro me indica que no es una ilusión, que es real, mas yo no lo comprendo. No comprendo cómo Ron se ha fijado en una chica como yo. Una sabelotodo, una rata de biblioteca, una chica conflictiva y que se pasa el día peleando...

¿Qué es lo que debo responder ahora? No lo sé. En cualquier caso, aunque supiera qué decir, no podría decir nada pues se me ha formado un nudo en la garganta que debe estar comprimiendo a mis cuerdas vocales quienes parecen haber perdido su capacidad de oscilación y producción de sonido.

Ron se levanta y comienza a caminar cabreado en dirección al castillo. En un principio, ni siquiera soy consciente de que se está marchando, pues mi mente aún sigue congelada y mi corazón paralizado. Cuando soy consciente de su partida, está a al menos veinte metros de mí. Me levanto, tirando las mantas al suelo y corro tras él, pero Ron, a pesar de que es consciente de mi carrera, no se detiene para plantarme cara.

- Ron... ¡Ron! ¡RON! ¡RONALD! -lo llamó varias veces, pero él no me hace caso-. ¡RONALD BILLIUS WEASLEY! -grito.

Tras varios gritos, él se gira exasperado y se me queda mirando de un modo sombrío en la distancia. En un primer momento, creo que va a seguir andando en dirección al castillo, pues está mirando hacia la escuela. Pero de repente, cuando comienza a caminar a grandes pasos justo en dirección opuesta a la supuesta, es decir, hacia mí. Conforme la distancia entre nosotros disminuye, mi corazón late proporcionalmente más deprisa.

- ¿Qué demonios quieres ahora, Hermione? -me chilla él, rojo de enfado.

- Yo... yo... -balbuceo inteligiblemente-. R... r... r... Ron... yo...

- Sé lo que me vas a decir, Hermione. Que me ves como un hermano, que no me quieres del mismo que yo a ti, que aquel beso de la Batalla Mágica fue fruto de un impulso, que te arrepientes de haberlo hecho... ¿Sabes qué? ¡Que me importa una mierda! ¿Vale? ¡Me da igual! Lo pillé hace bastante tiempo, cuando después de la batalla hiciste como si nada hubiera pasado, así que no pasa nada. Ya he aguantado así todo el curso, no va a pasar nada por soportar unas semanas más -comenta mi pelirrojo-. De todos modos, en cuestión de semanas estaré muerto -me estremezco.

Yo me quedo sin palabras. Oír todo aquello salir de sus labios, me ha dejado congelada. Espero a que se marche, pero no lo hace. Sino que hace una vez más todo lo contrario a lo que espero: deja de cavilar y acorta distancias entre nosotros haciendo que su rostro se quede a escasos centímetros del mío.

- Total, si voy a morir... Quizás al menos podría... -susurra hablando para sí mismo-. ¿Podría...? Bah, ni siquiera te voy a pedir permiso. Lo siento, Hermione.

Nuestros cuerpos están casi pegados el uno al otro. Me quedo paralizada, sin saber muy bien qué hacer. Pasa un dedo por mis labios y se estremece... Yo tiemblo... Él acerca su rostro al mío... Y entonces sé que va a pasar, sé que nuestros labios van a unirse después de haber esperado tanto tiempo, después de todos estos meses...

Pero no pasa.

Por favor... Suplico en mi fuero interno. Deseo que me bese ya, quiero sentir sus labios ya sobre los míos, no puedo seguir aguantando esta dulce tortura ni un segundo más. Ya no quiero que las distancias se acorten, porque lo que realmente quiero es que entre nosotros, entre nuestros labios, no haya distancia. Cierra los ojos y yo también los cierro aguardando un beso que al final nunca llega. Me deposita un dulce beso en la punta de mi nariz y otro en la frente. Son dos besos preciosos, tan dulces como el algodón de azúcar, pero con un ligero sabor amargo, porque a mí, ante la expectativa de un beso en la boca, me parecen insuficientes. ¿Por qué ha cambiado de idea tan repentinamente? Estaba casi segura de que iba a ocurrir y él también parecía convencido de que así iba a ser... En cambio, me ha dejado aquí, con la boca semiabierta esperando un beso que ya jamás me dará. Acto seguido, el pelirrojo deshace la distancia entre nosotros y retrocede alejándose de mí mientras yo me quedo clavada en el sitio, sin saber muy bien qué hacer.

Ron ha tenido el valor de reconocer que me quiere y yo, en cambio, lo he estropeado todo. He sido incapaz de reconocerle que estoy enamorada de él, de que es la persona que más deseo en el mundo... Y para colmo, he impedido que tenga lugar nuestro segundo beso. Pero esto no es lo peor de todo... Lo peor de todo y lo que más me fastidia es que sé que después va a ser muy difícil sacar el tema a colación. Ha tardado meses en hablar de nuestro primer beso, ¿tardaría también meses en hablar de nuestro inconcluso segundo beso...? Suspiro. Supongo que a ese ritmo jamás podré aclarar nada, pues no dispongo de tanto tiempo. No tengo más que unas semanas de vida por delante... así que inevitablemente tendré que decirle lo que siento a él, pues quiero cumplir lo que le prometí a Ginny: quiero ser feliz el poco tiempo que me queda al lado de Ron, el chico del que llevo enamorada como una idiota desde cuarto curso.

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