El lago dorado
IMPORTANTE N/A: Al subir el capítulo a Wattpad, se me han borrado por defecto algunos espacios entre palabras. Trataré de corregirlo entre hoy y mañana. ¡Lo siento mucho!
Draco está herido. Draco. Herido.
Tan pronto como comprendo lo que significan las palabras de Ron, comienzo a descender apresuradamente, sin sentir siquiera dolor cuando las rocas me rajan la piel. Una vez abajo, reconozco a Zephyr, Ron y Draco. Al verlos a los dos respiro tranquila. Sin embargo, pronto reparo en la ausencia de Ayleen y por unos momentos temo que esté muerta, mas conforme me voy a acercando a ellos la descubro en el suelo de rodillas,balbuceando y lloriqueando cual niña pequeña. Pronto descubro que es porque tiene el hombro desencajado. Zephyr intenta colocárselo en su sitio a la vez que le reprende su comportamiento tan infantil.
Ron, a pesar de que tiene la piel sudorosa y llena de rasguños, no presenta lesión evidente, por lo que se podría decir que es el que está mejor de los tres. Apoyado sobre su hombro está Draco, el cual luce pálido,débil y tembloroso y esconde su rostro en el torso de Ron.
— ¡¿Qué le ha pasado?! —exijo saber nada más alcanzarlos.
Ron lo sienta con cuidado en el suelo y me pide que me agache para que vea bien la lesión. Mi pelirrojo le agarra con cuidado el rostro a Draco y lo gira hacia mi dirección, dejando al descubierto una sangrante herida que recorre la mitad izquierda de la cara del Slytherin, desde la ceja hasta el mentón. Ese mismo corte se continúa después a nivel del hombro y de la clavícula, sin llegar a alcanzar el tronco.Aunque la herida no tiene pinta de ser excesivamente profunda, sí es extremadamente larga, por lo que probablemente necesite puntos.
Me aproximo hacia Draco y agarro ahora yo su rostro por la barbilla. Él abre los ojos y me mira lastimosamente. Se me rompe el corazón al descubrirlo llorando.
— Tranquilo, no llores. Te pondrás bien, te pondrás bien —le susurro tratando de tranquilizarlo. De repente, recuerdo algo—: ¡Ron! ¡Luna! ¡Tienes que ir a por ella! Está dormida en el interior de la cueva.
— ¿Dormida?—pregunta con extrañeza—. ¿Cómo es que ha acabado dormida?
— Es una larga historia. Después, te la cuento. Ahora es importante que vayas a por ella. Lleva ya sola un rato —le apremio.
— ¿Y tú qué vas a hacer con él? ¿Necesitarás ayuda?
— No lo sé —le respondo, con sinceridad—. Tú ve a por Luna. Supongo que si necesito ayuda, ellas podrán ayudarme.
Busco con la mirada a las chicas, tratando de ganarme una confirmación. Sin embargo,ninguna de las dos parece prestarme atención; de hecho, ni siquiera parece que les importe que esté aquí o que Draco esté herido. La mirada de Ron viaja de las Brujas de Salem a mí y se vuelve desconfiada. Yo compongo una expresión de ruego y él, sin más dilaciones, se marcha por fin en busca de la Ravenclaw.
Vuelvo a centrar toda mi atención en Draco, que sigue sollozando, y en su herida. La examino con cuidado, mas sin tocarla para evitar que se le infecte más de lo que se le ha podido llegar a infectar. El corte tiene muy mala pinta pues, además de seguir sangrando intensamente, presenta los bordes enrojecidos e inflamados. Además, a su alrededor, hay numerosos hematomas de un intenso color morado que hacen aún más evidente lo fuerte que ha debido ser el golpe que ha generado el corte. Sigo examinando la herida hasta que llego a la conclusión de que efectivamente voy a tener que cosérsela. Suturar aquella herida definitivamente va a ser una tarea ardua si tenemos en cuenta que no tengo ni aguja ni hilo y que ésa es la única forma que conozco de cerrar heridas.
— ¿Necesitará puntos? —me pregunta de repente Ayleen, que está ahora detrás de mí. A su lado, Zephyr mira al Slytherin con los ojos cerrados como rendijas.
La voz de Ayleen suena triste, apagada, y carece de aquel repique de diversión e ironía que caracteriza a su voz. Me giro para mirarla y su aspecto acompaña al tono de su voz: también su rostro está totalmente deslucido, pálido, desmadejado. Se lleva la mano hacia el hombro,dolorida. Éste lo tiene fijo ahora gracias a un cabestrillo que Zephyr ha debido de construirle con algún tipo de camiseta o prenda de ropa. Zephyr, por su parte, parece enfadada. Tiene los brazos en jarra y sigue con la mirada clavada en Draco. No sé si la hostilidad y el recelo que hay en su mirada se debe a algo en concreto que haya podido pasar entre ambos durante el enfrentamiento al uróboro o simplemente a que es la única forma de la que sabe mirar al Slytherin.
— Eso creo... Pero no sé cómo lo voy a hacer. No tengo ni agujas ni hilo ni nada similar.
La chica se limpia las lágrimas con el antebrazo para aclararse la visión y se agacha a mi lado para contemplar la herida de Draco. No dura ni dos segundos observándola. Rápidamente se aparta del chico y se levanta con el rostro aún más pálido, conteniendo claramente las ganas de vomitar que le ha generado ver tanta sangre. Cuando se le pasan las náuseas,vuelve a mirarme, mas evitando posar su mirada en el Slytherin, y medice:
— Si no recuerdo mal, hay una forma de suturar las heridas sin hilo y sin agujas—parece estar tratando de hacer memoria—, que es usando las mandíbulas de las hormigas. Al menos, eso hacen los indígenas delAmazonas.
— ¿Las mandíbulas de las hormigas? —pregunto sorprendida. Oigo a Zephyr resoplar detrás de nosotras y me la puedo imaginar poniendo los ojos en blanco.
— Sí —y asiente simultáneamente con la cabeza—. Lo que hacen es obligarlas a morder los bordes de la herida abierta para cerrarla. A continuación,les arrancan el cuerpo, dejándole únicamente la cabeza con la mandíbula que cierra la herida.
— ¿Y no se infecta la herida? —inquiero, mostrándome aún más estupefacta.
— No —responde la chica—. Las hormigas que usan, que son las del género Atta,tienen glándulas que producen antibióticos y antifúngicos, por lo que tienen el efecto justo contrario: desinfectan la herida.
— Brillante —le halago sinceramente—. ¿Cómo sabes tanto sobre el tema?
— Antes de descubrir que era maga, quería ser entomóloga. Mis padres lo son, así que siempre me han apasionado los insectos —me confiesa, y observo que sus ojos se ponen incluso brillantes.
— Vaya. Debes serla primera persona que conozco a la que le gustan los insectos —y sonrío cordialmente—. No sé si ya es demasiado preguntar, pero... ¿sabes si hay en este hábitat hormigas de esas de las que me hablas?
— No lo creo. Las Atta son hormigas cortadoras de hojas y aquí hay pocas hojas que cortar. En realidad, que yo sepa, pocas hormigas viven en el desierto.
— Entonces, ¿para qué me lo cuentas? —temo sonar algo borde, pero que me haya contado todo ello para que después no haya aquellas dichosas hormigas que me permiten suturar heridas me exaspera. Zephyr suelta una carcajada al notar mi desesperación.
— Te lo cuento porque he pensado que tal vez podamos encontrar algún otro insecto o animal para sellar la herida de la misma forma que hacen los amazónicos con las hormigas.
— Los únicos insectos que he visto aquí son éstos —le comento a la vez que le enseño aquellos bichos luminescentes que pululaban alrededor del árbol y se clavaron en mi piel y en la ropa—. El problema que plantean es que generan picor y, si se clavan en profundidad,adormece la piel de la zona.
Ayleen usa sus uñas para extraer cautelosamente uno de los insectos de mi ropa y los escruta con la mirada detenidamente, como si tratara de descubrir son aptos para la tarea.
— Que adormezca la zona es beneficioso, pues hará que la curación sea más indolora e imagino que bajará un poco la inflamación. Lo que pasa que no sé si nos servirán porque su mandíbula es muy pequeña —me confiesa con sinceridad.
— Podemos intentar cerrar la herida atravesándolos de un lado a otro como si fuera una grapa o algo así —le propongo.
— Supongo que por intentarlo no perdemos nada —asiento para mostrar mi conformidad.
— Claro que vais a perder algo: el tiempo. ¿No os dais cuenta? Ese chaval está muerto ya. Es imposible que consigáis cerrar una herida tan grande sin un hechizo o una poción —declara Zephyr—. Si fuerais listas, no perderíais el tiempo y os marcharíais de aquí.
— ¿De veras estás diciéndome que lo deje aquí tirado? —le pregunto, estupefacta. La chica asiente tan pancha—. ¿Es que aún no te has dado cuenta de cómo funcionamos? Somos un equipo y cuidamos los unos de los otros.No lo voy a dejar aquí solo para que muera.
— ¿Y tú? ¿Es que no has entendido las reglas de estos juegos? Da igual si juegas en equipo, en pareja o en solitario, al final sólo va a haber un ganador, así que si quieres sobrevivir, te recomiendo que lo dejes aquí y te salves a ti misma. Has de saber que si no lo dejas morir ahora, puede que te veas en la situación de tener que matarlo más tarde y, entonces, ya no será dejarlo morir, sino matarlo con tus propias manos, ver derramar su sangre...
— ¿Por qué tienes que ser siempre así de gore y de dramática, Zephyr? Mira la cara de la muchacha... ¡La has espantado! —dice Ayleen refiriéndose a mí—. Déjala que lo intente. ¿Acaso tú no intentarías salvarme a mí si me encontrara en esta situación?
— Claro que sí—dice en un tono demasiado agudo como para sonar realmente convincente—. Pero tú eres como de mi familia, Ayleen. Éste,dicho por el pelirrojo, es su enemigo. ¿Qué sentido tiene que salven a su enemigo cuando pueden deshacerse ya de él?
— Fue nuestro enemigo durante años, pero solucionamos nuestras diferencias y ya no lo es —digo tajantemente.
— Pero lo ha sido... ¿Cómo puedes fiarte de alguien a la que has odiado durante años? ¿Cómo puedes estar segura de que no es truco, de que a la hora de verdad no empuñaría su cuchillo contra ti?
— Cállate ya, Zephyr.
— De acuerdo—concede la morena—. Me voy a investigar un poco. No me voy a quedar para ver cómo salváis a este inútil. Volveré en unas horas y espero que para entonces se haya desangrado.
Por un instante siento el impulso de levantarme y estrangular, figuradamente hablando, a Zephyr, pero me contengo. Incluso aunque lo hubiera intentado no lo habría conseguido, pues la chica desaparece de mi vista antes de que me dé tiempo siquiera a parpadear.
— No le hagas caso. Vamos a poder salvarlo —dice Ayleen, abriéndose hueco entre mis pensamientos—. Dame la chaqueta que voy a ir sacando los insectos mientras tanto.
Me la quito y se lado y a Ayleen para que ella saque con las uñas todos los insectos que pueda. Yo tumbo a Draco en el suelo y me arrodillo a su lado. Lo contemplo durante unos segundos tratando de descifrar si está consciente o no. Como si supiera lo que estoy pensando, el chico abre débilmente el ojo de la mitad de la cara no afectada, disolviendo todas mis dudas sobre su estado.
— ¿Sabes lo quele pasa a Zephyr? —me pregunta Ayleen a modo de pregunta retóricasin apartar la vista de la chaqueta—. Que tiene miedo, porque sabeque cuando vuestro amigo-barra-enemigo-barra-lo-que-sea se recobre,le va a hacer pedacitos.
— ¿Por qué iba aquerer Draco hacerle daño?
Ayleen me tiende elprimer insecto. Decido probar suerte en primer lugar con la parte dela herida que se encontraba por encima de la clavícula, dado que sila operación resulta un fracaso es preferible que le quede mal eltórax a que se le estropeen las facciones. Con ayuda de mis dedos,tomo los dos bordes de la herida cuidadosamente y los aproximo.Después, atravieso la piel de ambos flancos y la herida parecequedar cerrada.
— Para empezar, porque la odia;y para seguir, por eso —señala con el dedo la herida delSlytherin—. El desgarro que tiene ese chico en la cara no es cosadel destino, es culpa de ella —me confiesa la chica de ojosalmendrados—. La muy idiota lo empujó contra el uróboro pocoantes de que vosotras os lo cargarais y él tuvo la mala suerte deimpactar precisamente contra una de las garras del animal.
— ¿En serio hizoeso? —inquiero, incrédula, mientras repito la operación variasveces con los insectos que Ayleen me va tendiendo. La chica asiente amodo de respuesta.
— Zephyr es capazde cualquier cosa con tal de salvarse. Estoy segura de que seríacapaz incluso de haber dejado que ese animal me devorara si con ellose garantizara la victoria —me confiesa, mientras se aparta unmechón de pelo de la cara con el dorso de la mano—. En Salem, erauna de las chicas más odiadas del colegio porque era excesivamentecompetitiva en todo y porque siempre estaba dispuesta a hacercualquier cosa, incluso pisotear a sus amigas, para ser la mejor. Dehecho, apenas tenía amigas... Ni siquiera nosotras éramos amigas;es más, ella no me tragaba.
— Pero antes hadicho que tú eres como familia para ella... —comento, sin apartarla mirada ni las manos de mi trabajo.
— Lo ha dichoporque sabe que soy la única aliada que tiene aquí verdaderamente ytiene miedo de perderme ya que sé mucho más sobre supervivencia queella; no lo dice porque verdaderamente lo crea —sentencia.
— Pero te ha curado el brazo...
— De todos los que estamos aquí ahora mismo, soy su única aliada verdaderamente—comenta haciendo un claro énfasis en la palabra mientras que hace un gesto de entrecomillar con los dedos—, así que le conviene que esté lo más sana posible por si en algún momento nos traicionáis —suelta con toda la naturalidad del mundo.
— No os vamos a... —comienzo a decir en nuestra defensa.
— Ya, ya. Sé que no vais a traicionarlos, o al menos esa es la sensación que me da. Tú y el pelirrojo me transmitís confianza.
Justo cuandotermina de decirme eso, finalizo con la sutura de la herida. Sinembargo tan pronto como termino de cerrar la parte de la herida queocupa el tórax, descubro que hemos fracasado, pues inmediatamentedespués de dejar de pinzar su piel con mis dedos, se empiezan aseparar los bordes dejando abierto nuevamente el corte. Dracoprofiere más de un grito de dolor en el proceso de reapertura de laherida. Ante la situación de fracaso, me quito la chaqueta y la uso para presionar la herida con el objetivo de ejercer un efecto similar al de un torniquete y evitar que pierda más sangre.
— No funciona—comenta Ayleen, como si no fuera evidente.
— Me doy cuenta—le respondo, sonando más borde de lo que realmente pretendo—.Tenemos que pensar otra cosa.
— Ante estasituación, lo único que se me ocurre que podemos hacer es ponernosa rezar —comenta Ayleen, haciendo un comentario que a mí me resulta desafortunadoe innecesario.
Decido no responderle y me dispongo a hacer un repaso mental detodos los conocimientos que tengo sobre curación de heridas. Se meocurren varias pociones que podría realizar, pero lo cierto es queen realidad no dispongo ni de un caldero ni de los ingredientesnecesarios para realizarlas, por lo que da igual que me las sepa dememoria y las sepa realizar a la perfección: no podré usarlas.También se me viene a la mente algún que otro hechizo, pero esasideas fugaces las aparto tan pronto como aparecen pues tampoco tengovarita con las que realizar un conjuro. A la desesperada, trato derecordar alguna planta o criatura mágica, pero me hallo en lasmismas, dado que en el desierto tanto la flora como la fauna sonextremadamente reducidas.
Me hallo al borde dela desesperación cuando llega hasta nosotros Ron con Luna cargada ensus brazos. Deposita a la chica nuevamente en el suelo y la golpea enel brazo sin querer con una pequeña roca que había en el suelo,mas ésta no se queja, lo que me hace llegar a la conclusión de que siguecompletamente dormida. Cuando examino a Luna y veo que aún estádesvestida, le pido a Ayleen que vaya a cubrirla con la chaqueta queella me prestó dentro de la cueva y que ahora estaba en el poder dela Bruja de Salem. Ron, tras apartarse con el antebrazo las gotas desudor que perlan su frente, se acerca hasta mí y echa un vistazo aDraco. Cuando descubre que se encuentra en el mismo estado que en elque lo dejó, me pregunta:
— No hasconseguido nada, ¿no? —aunque sé que no lo hace queriendo, eltono con el que me formula la pregunta me resulta demasiado exigente,lo que hace que me sienta algo culpable por no haber podido resolverla situación.
— ¡He hecho todolo que he podido! —exclamo, a la defensiva—. Pero no hay hilo niagujas. Tampoco he podido cerrarle la herida con éstos —le muestrouno de los insectos—, y he repasado mentalmente todos losconocimientos que tengo sobre la curación de heridas, pero no se meocurre nada. ¡No sé qué más hacer!
— ¿Has probadocon díctamo? —me pregunta Ron—. Recuerdo que cuando me hiceaquella herida en la aparición conjunta, tú me curaste con esenciade díctamo.
— Ya lo habíapensado, pero evidentementeaquí no tengo.
— La esencia de díctamo es una poción carísima y muy difícil de encontrar.
— Eso ya lo sé.¿Crees que soy tonta?
— Claro que no—pone los ojos en blanco—. Lo que quiero decir es que la esenciade díctamo es así por el díctamo, o sea, que el díctamo tambiénes caro y difícil de encontrar.
— ¿Y? —inquierocon fastidio.
— ¿No te ha dadopor pensar por qué es tan caro y difícil de encontrar? —disientocon la cabeza y él me pone nuevamente los ojos en blanco—.Hermione, ¿cuál es el otro nombre que puede recibir el díctamo?
— No entiendo adónde quieres llegar a parar con esto...
— ¿Cómo se llamatambién el díctamo? —insiste.
— Arbustoardiente —respondo de inmediato—. El díctamo o arbustoardiente es una planta mágica que se utiliza en la elaboración depociones y en la curación de cicatrices y heridas. Se caracterizaporque en estado salvaje se puede encontrar en la falda de algunosvolcanes y en otros terrenos de naturaleza basáltica; y, a veces,echa vapores inflamables —cito de memoria del libro de "Milhierbas mágicas y hongos".
Ron enarca una cejay, entonces, comprendo adónde quería llegar exactamente con todoaquello. Tiro de él y me fundo en un brazo de agradecimiento. Cuando rompo nuestro agarre, puedo ver sus mejillas ligeramente rosadas.
— ¡Brillante!—exclamo y noto que los ojos se me ponen brillantes de la propiaexpectación—. Aunque no sabemos si en este volcán en concretohabrá díctamo...
— Ya lo sé, pero creo que debemos intentarlo —responde Ron, infundiéndome la esperanza quenecesito en estos momentos—. Tú quédate aquí con él y con Lunay yo iré con Ayleen a buscar el díctamo.
Ayleen, que estabaal lado de nosotros aún tratando de pasarle la chaqueta por losbrazos a Luna, se entera de cuál es el plan y acepta de buen grado.
— Por cierto,¿dónde está Zephyr?
— Se ha largado—comenta su compañera de escuela.
— ¿Cómo que seha largado...? ¿Pero va a volver?
— Ha dicho que ibaa explorar y que volvería en unas horas, pero sinceramente no creoque vuelva. Sabe que si conseguimos curarle la herida a Draco, él lava a matar.
— ¿Y tú? ¿Cómoes que te has quedado aquí si intuyes que no va a volver?
— No lo sé, laverdad —dice la chica, algo divertida, a la vez que se encoge dehombros—. Se lo estaba diciendo antes a Hermione... No sé por qué, pero me transmitís confianza. Siento que no me vais a traicionar. Es un pálpito que tengo y espero que no me falle... Además, siento que en parte estoy en deuda con vosotros.Probablemente de no ser por vosotros nunca habríamos conseguidomatar el uróboro.
Ron no respondenada. Ayleen rápidamente se incorpora y se dispone a su lado,dispuesta a marcharse en cuanto el chico le indique. Ron me pide quetenga cuidado y, tomándome completamente desprevenida, me deposita un beso en la mejilla. Hacía tanto tiempo que no me dedicaba una muestra de cariño que el corazón se me encoge de felicidad y expectación. No me da tiempo a corresponderle, pues inmediatamente después se marcha hacia puntos más bajos delvolcán para iniciar la búsqueda del díctamo.
Mientras tanto yo,sentada en el suelo, me devano los sesos tratando de encontrar otraalternativa, pues una parte de mí, muy poderosa además, no deja de cuestionarse si Ron y Ayleenllegarán a encontrar semejante planta aquí. Llegada a un punto de máxima saturación mental, una pequeñaporción de mi cerebro bastante cruel llega incluso a plantearse si Ron se esforzará lo suficiente para encontrar la planta, ya que la curaciónde Draco es un hecho que no le favorece en ninguno de los sentidos.Me siento sucia y terriblemente culpable cuando semejante idea cruzami mente. ¿De verdad me estoy planteando que Ron no se estéesforzando por hallar el díctamo cuando es él mismo quien tuvo laocurrencia?
Por suerte, Luna sedespierta y esos amargos y terribles pensamientos que arroja miinconsciente más cruel se desintegran, pues toda mi atención pasa a centrarse en la recién levantada. En las facciones de la Ravenclaw,prima la desorientación, la confusión y la sorpresa. Me levanto yme acerco inmediatamente hasta ella. Cuando me ve, parece ligeramentemenos confundida. A continuación, se incorpora un poco,permaneciendo apoyada sobre sus brazos.
— ¿Qué hapasado, Hermione?
— Aquellosbichos... te picaron, ¿lo recuerdas? —Luna parece pensarlo un pocoantes de asentir con la cabeza.
— ¿Loconseguimos? Me refiero a que si conseguimos cortar el árbol y mataral uróboro —inquiere preocupada.
— Gracias aMerlín, sí —acompaño mi respuesta con una pequeña sonrisa yella sonríe también aliviada.
— ¿Y Ron, Ayleen,Zephyr y Malfoy? ¿Dónde... dónde... están? —balbucea, luciendoclaramente nerviosa y temerosa ante la posibilidad de que ellos nohubieran sobrevivido.
— Tranquila, estánvivos. Bueno... Draco está herido y Zephyr se ha marchado y nosabemos si volverá.
— ¿Qué le pasa aMalfoy? —me pregunta a la vez que se incorpora sobre sus brazos.
— Míralo túmisma —le sugiero y me aparto ligeramente para dejar a la vista elrostro de Draco. Los ojos de la chica se abren mucho y la piel de sugesta palidece cuando recorre con la vista la herida del Slytherin—.No sabemos cómo cerrársela. Ron y Ayleen han ido a buscar díctamoa la falda del volcán y los alrededores.
— Oh —susurra.Sus facciones son el claro ejemplo de desagrado ahora mismo. Cuandoparece recomponerse, me pregunta—: Supongo que ya habrás intentadocoserle la herida.
— Efectivamente—digo, a la vez que asiento con la cabeza—. El problema es que notenemos ni aguja ni hilo. He intentado cerrarle la herida con lasmandíbulas de los insectos que nos picaron en la cueva, porqueAyleen me dijo que algunos indígenas hacían lo mismo con lasmandíbulas de hormigas, pero no funcionó. Por eso, Ron y ella sehan ido a buscar el díctamo.
— Mmm, vale... —su voz denota claramente duda. Ella también debe de estar cuestionándose el hecho de que vayamos a encontrar el díctamo—. Entonces, habéis intentado con la sutura y ahora estáis buscandodíctamo... —reflexiona más para sí mismo que para mí. Derepente, me mira con los ojos brillantes por la expectación.Reconozco dicha mirada; ha tenido una idea—: ¿Has probado conalgún hechizo?
— No tenemosvarita, Luna. De ser así, sería lo primero que habríamos intentado —lerespondo, ligeramente molesta, porque me haya propuesto algo que esevidentemente irrealizable en estas condiciones.
— Ya sé que notenemos varita, pero no creo que la necesitemos.
— ¿Cómo pretendes hacer un hechizo sin varita?
— Si realmente quieresy necesitas realizar un hechizo, no la necesitas. Para hacer magia, lo único quenecesitas realmente es magia y tú la tienes, porque eres maga... La magiafluye por tu sangre, por tu cuerpo; la varita es sólo uncanalizador. Estoy segura de que si te concentras lo suficiente,serás capaz de canalizarla a través de tus manos —propone,claramente esperanzada.
Tras terminar deformular su propuesta, comprendo exactamente por qué Luna siempre hasido considerada una lunática por algunos de mis compañeros deHogwarts. Alguna de sus ocurrencias son sencillamente descabelladas cuanto menos. ¿Cómo pretende que sea capaz de realizar un hechizo sinvarita? La magia sin varita siempre ha sido una de las doctrinas máscomplicadas de la magia; de hecho, únicamente magos muy poderososson capaces de realizarla. Ahora mismo únicamente recuerdo aDumbledore como mago capaz de usarla, así que ¿cómo voy a ser yocapaz de usarla? Su idea me resulta tan absurda que por un momentodeseo reclamarle un poco de coherencia en el asunto. Sin embargo, mecontengo y me limito a decirle:
— ¿Eresconsciente de lo que me estás proponiendo, Luna?
— Claro que sí.Estoy segura de que tú serías capaz de hacer magia sin varita.Eres realmente buena en el uso de la magia, Herms, así que ¿por qué no? De hecho, dudo mucho que no hayas hecho nunca antes un hechizo sin varita —dice la chica perpleja—. Incluso los niños pequeños mágicos son capaces de hacerlo...
— Ya sabes que lamagia sin varita en niños es un caso accidental, o sea, que no lohacen conscientemente —le contradigo—. Además, incluso aunque fuera capaz, ¿cuáles serían las consecuencias? Es decir, dudo mucho que tepermitan realizar magia sin varita aquí sin consecuencias.
Luna sigueinsistiéndome sobre la realización de la magia negra, mas yo dejode escucharla pues de repente empiezo a percibir algo raro,diferente, en el ambiente. En un primer momento no sé decirexactamente qué es, pero siento como si cada una de las partículasde los gases atmosféricos se estuvieran aproximando entre sí dandolugar a una clara condensación del aire. A la vez que este fenómenotiene lugar, empiezo a sentir el típico calor asfixiante de aquellosdías en los que existe una elevada humedad en el ambiente. Tardoapenas unos segundos en romper a sudar. Miro a Luna, la cual apuntacon la cabeza al cielo tratando de buscar una explicación a esterepentino cambio de temperatura, y observo que ella también tiene lafrente perlada por el sudor. Ambas nos miramos, con incomprensión, yantes de que una de las dos tenga tiempo siquiera a hacer uncomentario, ocurre lo más bizarro que puede llegar a ocurrir en undesierto: empieza a llover. No es lluvia en el sentido más estrictode la palabra, sino más bien un fino sirimiri que moja pero no losuficiente como para calar la ropa. Alzo las manos en dirección alcielo y permito que las gotas que caen del cielo toquen las palmas demis manos. Espero que aquel contacto genere en mi piel algún tipo dereacción: dolor, escozor, picor... pero nada ocurre. Luna y yo nosmiramos con incredulidad, pues nos cuesta creer que aquel fenómenometeorológico aparentemente normal sea algo fortuito o azaroso. Bajola mirada y busco a Draco para ver si a él le ha afectado de algunaforma, pero éste sigue tan pendiente del dolor de sus heridascutáneas que ni siquiera parece haberse percatado de la lluvia.
— ¿Qué...? ¿Qué significa esto? —inquiere Luna, sin apartar la vista delnublado cielo que se cierne sobre nosotras.
— No tengo niidea, pero sea lo que sea, dudo que sea buena señal —respondo.
— Eso está claro—concuerda conmigo la Ravenclaw—. Ahora más que nunca, tienes que intentarlo.
— ¿El qué?—pregunto algo desubicada.
— Tienes queintentar curarlo con magia sin varita para irnos de aquí lo antesposible.
— Asúmelo, Luna.No sé hacer magia sin varita. Tenemos que esperar a que Ron y Ayleenlleguen con el díctamo.
— Dudo que Ron yAyleen encuentren aquí díctamo, Hermione. Estamos en el arena,quieren que muramos, así que no van a darnos precisamente una planta con la quepodemos curar prácticamente cualquier tipo de herida —dice Luna,muy seria.
— Luna...—comienzo a decir.
— Hermione, tienesque intentarlo. Como ya te he dicho antes, no sabes si Ron y Ayleenconseguirán traer el díctamo y no puedes confiar ciegamente en esaposibilidad. Debes intentar otra cosa si quieres salvarlo.
— Ni siquiera sépor dónde empezar...
— No lo sé. Yotampoco he realizado magia sin varita, pero supongo que al igual queen todo hechizo debes concentrarte y ponerle todas tus ganas, tusfuerzas, en realizar el hechizo.
La lluvia se hace más fuerte y empieza a soplar un débil viento que no augura nada bueno. Ante el empeoramiento de la situación metereológica y las altas probabilidades de fracaso de la búsqueda del díctamo, decido que Luna tiene razón y que realmente no pierdo nada por intentarlo.
— De acuerdo... Lo intentaré —cedo.
— Prueba primerocon Episkey —asiento paramostrarle mi conformidad con su proposición.
Acontinuación, me acerco a Draco y me siento a su lado. Retiro la prenda de ropa con la que le estaba haciendo el intento de torniquete, poso laspalmas de mis manos sobre la herida de su rostro y él abre el ojopenosamente. En su rostro se compone una débil mueca de dolor por elcontacto de mi mano con su herida, pero en sus ojos puedo leer elintenso alivio que le reporta saber que quiero curarlo. Además dealivio, en su mirada puedo ver que confía en mí. El saber queconfía en mí me genera una grandísima gratificación y me hacesentir más segura de mis posibilidades. Cierro los ojos paraconcentrar toda esa seguridad y confianza en algún lugar de mimente. A ese conglomerado, le sumo toda mi voluntad, mis fuerzas, misganas, mis conocimientos, mi energía. Aprieto los ojos, tratando decanalizar todo lo que tengo y dirigirlo a ese punto central queimagino en mi mente, y de repente, siento cómo toda la magia que hay, estática, flotando en el aire, y también la que hay en mi cuerpo se agrega a esa mezcla de fuerzas. Derepente, siento rezumar una intensa energía desde lo más profundode mi ser. Visualizo en mi mente mis manos y dirijo con todas misganas aquel conglomerado de energía hacia ellas, mientras repito enmi fuero interno "Episkey"una vez tras otra. Como una bala propulsada por la pólvora, noto uncañón de magia salir de mis manos, abandonar mi cuerpo e irradiarseen dirección a la herida del rostro de Draco. Por unas milésimas desegundo, noto la piel de Draco temblar bajo mis manos, pero prontomis propias manos ceden por el esfuerzo y se apartan por sí solas dela piel de Draco. Percibo un hormigueo que precede al posteriortemblor que invade a mis extremidades. Mientras jadeo por elesfuerzo, abro los ojos con cautela pues me tengo miedo de descubrirque la herida del Slytherin sigue ahí.
—¡Ha funcionado! ¡Sabía que podrías! —oigo que celebra Luna, massu voz suena como un lejano eco.
Sinembargo, cuando abro los ojos y busco el rostro de Draco, noencuentro nada; y no porque no esté ahí, sino porque mi vista estácompletamente ocupada por millones de fotones destellantes y decolores diferentes que me impiden ver cualquier cosa. Parpadeo variasveces intentando, sin éxito, que aquella cegadora nebulosa decolores desaparezca de mi vista.
—¿Hermione? —la voz de Luna vuelve a reverberar en mi mente como sise tratara nuevamente de un sonido alejado—. ¿Estás bien? Estásmuy pálida.
Laaguda e inquisidora voz de Luna se queda clavada en algún lugar demi hemisferio cerebral izquierdo, a la altura de mi hueso temporal, yempieza a resultarme excesivamente irritante, mucho más irritante delo que realmente debería. De repente, aquella molestia es sustituidapor un dolor pulsátil y violento. El dolor es realmente insoportablee intenso, tanto que soy incapaz de reprimir un grito. Me llevo lamano al lado izquierdo de la cabeza de forma refleja y cierro losojos. Contraigo los párpados con fuerza, como si con ello fuera aconseguir que semejante dolor desaparezca. Lejos de desaparecer,aquel tormento se hace más y más palpitante, más y más profundo,más y más agudo, con cada segundo que pasa.
Tratode respirar hondo para calmarme, pero tampoco puedo. Es como si todosy cada uno de mis bronquios se hubieran espasmolizado y, en unreclamo de oxígeno por parte del resto de mis órganos corporales,mis pulmones hubieran decidido aumentar su ritmo al máximo. Mepercato de que, no sólo mis pulmones están desbocados, también micorazón está latiendo a un ritmo taquicárdico. Como si quisiera acompañarme en mi agonía, también la lluvia arrecia y, en cuestión de segundos, toda mi ropa está completamente calada; y lo peor es que siento como si las gotas de agua me estuvieran penetrando hasta los tuétanos de mis huesos.
—¿Hermione? —me llama nuevamente Luna y su distante pero aguda vozvuelve a clavarse en ese punto de mi cabeza amplificando mi dolor.Deseo hablar, simplemente para rogarle que se calle, pero es como sino recordara cómo hacerlo—. ¡Hermione! ¿Qué... te pasa?¡Hermione, responde... por favor! —ahora la voz de Luna me suenaligeramente entrecortada.
Actoseguido, la chica me agita y con aquel sencillo y simple movimientoconsigue desatar en mi organismo unas intensas arcadas. Convivo conlas náuseas durante unos segundos mas cuando descubro que no voy aser capaz de aguantar aquellas ganas de vomitar durante mucho mástiempo, me levanto. Abro los ojos, aunque nuevamente no veo nada másque pequeñas manchas de colores superponiéndose unas a las otras,y, notando cómo me tiemblan las extremidades, camino tantos metroscomo mis piernas me permiten antes de caer de rodillas y vomitar elpoco contenido que tengo en el estómago. Justo en ese instante,todas mis fuerzas ceden y me caigo de lado. Por algún tipo deconjunción divina tengo la suerte de no caer sobre mi propio vómitoy alguna parte de mi mente, que aún no ha sido ocupada por aqueldolor pulsátil, lo agradece internamente.
Nisiquiera me esfuerzo en intentar levantarme, pues sé que si lo hagovolveré a vomitar y sinceramente ahora mismo es lo último que meapetece. Me acomodo en posición fetal y permanezco tumbada,tapándome con los brazos la cabeza y deseando que desaparezca aqueldolor. Trato de pensar en cualquier cosa excepto en el dolor, enDraco, en Ron, en los Juegos, en el propio arena, en lo que sea...pero es como si aquel insoportable tormento tuviera control únicosobre mi mente y consiguiera acaparar toda la atención. Llegado unpunto, el dolor es tan intenso que ni siquiera me preocupo por lo rápido que me late el corazón o me ventilan los pulmones, sino que solamente puedo pensar en él, palpitante, punzante y doloroso in crescendo, ocupando cualquier posible espacio de mi mente.
—¡Hermione!—oigo que vuelven a llamarme, aunque esta vez la voz no es la deLuna, sino la de Ron, la cual acaba por resultarme igual de molestaque la de la Ravenclaw—. ¿Qué demonios... le ha... ha pasado,Luna?
—No-no lo sé... Ha hecho ma-magia no... magia sin varita... y derepente, se ha... —intenta explicar la chica, cuya voz suenaestrangulada—. No-no puedo hablar... Me asfixio —en su voz,detecto ahora un repique de sorpresa.
—Yo tam-también lo llevo... notándolo... un rato. ¡Tenemos...tenemos que... irnos de aquí... ya! —grita Ron. Hasta ahora no mehabía percatado, pero su voz suena ahogada.
Entre la migraña, el ruido ambiente generado por las conversaciones de Ron y el resto, el sonido de mi corazón taquicárdico martilleándome la cabeza y la hipoxia provocada por mi acelerada ventilación pulmonar, siento que mi cerebro está a punto de estallar en millones de cachitos.
—Deben haber... echado algo... en... el agua...
— Es... la-la... lluvia... —y ahora es Ayleen la que habla.
Apesar de que el dolor de cabeza sigue ahí, insoportable, aquellaconversación capta parte de mi atención. ¿La lluvia? ¿Qué tieneque ver la lluvia con todo esto? ¿Acaso no soy la única que notaque le falta el aire? ¿También ellos tienen este dolor de cabeza?Imposible. De ser así, no podrían estar en pie.
—Yo... cogeré a Hermione en brazos... Ayleen, Luna, vosotras...ayudad... a Malfoy... a caminar —dice Ron como buenamente puede. Senota que le cuesta encontrar el aire suficiente para hablar—. Vamosarriba... Allí... no está... lloviendo —tiene que hacer variaspausas para terminar la frase.
Acontinuación, noto sus manos pasar por debajo de mi espalda paraelevarme en el aire y comienza a caminar intuyo que cuesta arriba.Conforme anda, puedo notar su respiración agitada en su pecho contramis brazos. Oigo varias veces unas débiles sibilancias como signodel claro estrechamiento de sus vías respiratorias, e incluso aquelmínimo sonido me molesta. No obstante, no es nada comparado con lomuchísimo que me molesta el sonido de sus pisadas, el cual esinfinitamente más reverberante, por lo que decido centrarme mejor enel sonido de su irregular respiración. Noto como si cada una de susinspiraciones o espiraciones fueran pequeñas agujas perforando micráneo.
Conformeva pasando el tiempo, me percato de que su respiración se vahaciendo cada vez más superficial e intuyo que cada vez le cuestamás trabajo respirar, pues a mí misma me pasa lo mismo. A pesar deldolor de cabeza, soy capaz de apreciar que apenas entra un delgadohilo de aire a través de mis bronquios. Recuerdo que Ron y Lunahabían mencionado algo de que la lluvia había sido la responsable,pero ¿de verdad la lluvia era capaz de generar algo así? ¿Cómosimples gotas de agua eran capaces de producir ahogo?
—¡Luna! ¡No... pares... ahora...! Quedan... solamente... unos...metros... —grita Ron con un hilo de voz por la asfixia. Aquella vozentrecortada, ahogada, retumba en el interior de mis huesos cranealesy me taladra el encéfalo. El dolor vuelve a ser tan intenso quenuevamente no puedo reprimir los gritos—. Tran... quila... —mesusurra tratando de tranquilizarme, sin saber que con ello lo únicoque está haciendo es generarme más daño.
Meretuerzo en sus brazos y parece comprender que me molesta que mehable porque decide no volver a hacerlo más durante el resto delcamino. Al cabo de lo que a mí me parece una eternidad, dejo de notar la lluvia y Ron mesuelta en el suelo con cuidado, por lo que deduzco que hemosalcanzado nuestro objetivo. A pesar de que tengo los ojos cerrados,percibo que sigue a mi lado, pues aún puedo oír claramente surespiración. Me doy cuenta de que poco a poco ésta se varalentizando y se va volviendo más regular y más cadente. A la vezque me percato de ello, descubro que también yo poco a poco estoyconsiguiendo respirar mejor. Dado que ya no me estoy mojando, llego ala conclusión de que, como bien habían predicho Ron y Luna, laasfixia se debía a la dichosa lluvia. Rezo porque con el fin de lalluvia desaparezca mi dolor de cabeza, mas no lo hace. Sigue ahí,palpitante como un corazón desbordado de sangre.
Trasunos minutos de silencio, oigo a Ron levantarse de mi lado paraacercarse a hablar con el resto. Por unos instantes, deseo levantarmee intentar acercarme a ellos, pero tan pronto como abro los ojos ydescubro que sigo viendo manchas de colores, pierdo las ganas. Mellevo las manos a la cabeza y trato de cubrírmela con ellas comobuenamente puedo, a la vez que ocupar mi mente con algún otropensamiento que no sea el dolor. Después de un buen rato, noto queme cubren la cabeza con algo. No sé exactamente qué es porqueevidentemente sigo con los ojos cerrados, pero intuyo que se trata deun abrigo o algo similar y probablemente sea de color negro pues esbien opaco. La oscuridad que me reporta me alivia parcialmente eldolor de cabeza. Me aprovecho del ligero alivio para vaciar la mentey tratar de dejarla en blanco por unos segundos, no sin que antesinunde mi mente el pensamiento de si Draco estará bien.
Medespierto completamente desorientada al cabo de unas horas.Rápidamente aparto el abrigo que me cubre la cabeza y, cuandodescubro que el cielo vuelve a estar ocupado por el Sol en vez de porla Luna y las estrellas, mi desorientación se amplifica. ¿Cuántotiempo he estado dormida? ¿Tanto como para que la noche se hayavuelto a convertir en día? ¿Y dónde estoy? ¿Por qué estoy sola?¿Cómo he llegado hasta aquí?
De repente, todas mis preguntas hallan su respuesta en un borbotónde recuerdos que invaden mi mente y pasan a velocidad vertiginosamostrándome todo lo que ha ocurrido. Me sorprendo al recordar que enteoría mi visión debería estar ocupada por una amorfa amalgama decolores y que además debería tener una intensa cefalea, pues ya noexperimento ninguna de las dos sensaciones. Mi campo de visión esperfectamente normal y, aunque aún puedo notar un ciertoentumecimiento mental, similar al que tiene cualquiera después de beber más alcohol de la cuenta, no me duele la cabeza.
Meincorporo ligeramente y contemplo sorprendida el lugar en el que meencuentro. Estoy rodeada por paredes de rocas, un suelo de arenasalpicado con alguna que otra roca y a lo lejos puedo ver ¿un lago?No me atrevería a llamarlo así porque el líquido color oro que loocupa ni de lejos se asemeja al agua, pero tal vez el término lagoes el que más se le aproxime. En las proximidades del lago, veo aRon, Ayleen y Luna sentados en el suelo. Ron parece estar dibujandoen la arena de éste algo que por la distancia evidentemente no soycapaz de dilucidar. Draco está de pie, a una distancia prudente delos tres, pero parece estar contemplando lo que Ron está dibujando yestar haciendo algún que otro comentario al respecto. Es él elprimero que se percata de que he despertado y, tras dedicarme unamirada de alivio, cabecea en mi dirección al resto del grupo queacto seguido centra su atención en mí. Ron se levanta de inmediatoy corre en mi dirección, seguido de Ayleen y Luna. Draco, en cambio,camina hacia mí con indiferencia. El pelirrojo tarda apenas unossegundos en alcanzarme y se arrodilla a mi lado para inmediatamentedespués sumirme en un cálido abrazo. Me aprieta tan fuerte contrasí que por un momento temo que me vaya a dejar sin respiración.
—¡Gracias a Merlín, Hermione! —susurra en voz baja mientras hundesu rostro en mis rizos para depositarme un beso en la cabeza. Acontinuación, se aparta y me agarra el rostro con sus grandes manosmientras me pregunta—: ¿Estás bien? No sabíamos si... Merlín...menos mal que...
—Sí, sí, estoy bien. No te preocupes —le respondo con unasonrisa—. Aún me noto un poco... ¿embotada? Pero más allá deeso, se puede decir que estoy bien.
—¡Hermione! ¡Menos mal que estás bien! —dice Luna casi llorandode la emoción—. No te haces una idea de lo mal que me sentía...Pensaba que... —su voz se vuelve cadente a medida que va hablando yno llega a terminar la frase.
—Pensaba que iba a estallarte la cabeza en cualquier momento e ibas amorir —termina Ayleen por ella. A pesar de que no es más que lapura realidad, pues probablemente era eso lo que pensaban todos, sucomentario vuelve a resultarme desafortunado y completamenteinnecesario. De hecho, Ron le lanza una mirada glacial.
—Fui yo la que te incitó a intentar aquel estúpido hechizo sin teneren cuenta las posibles repercusiones... Todo ha sido mi culpa—concluye Luna con un hilo de voz.
—De eso que no te quepa la menor duda —responde Ron muy seco,dedicándole una mirada ligeramente hostil hacia la Ravenclaw.
Lachica parece a punto de romper a llorar y abro la boca para decirleque no se preocupe, que no es su culpa, pero no llego a decir nada,pues toda mi atención se disipa de la rubia y se centra en un nuevoobjetivo en cuanto el Slytherin alcanza mi campo de visión. Mispupilas inevitablemente viajan a la cicatriz blanca que surca el ladoizquierdo de su rostro de arriba abajo hasta perderse por debajo desu camiseta. La cicatriz no le roza ni el ojo ni los labios por tansólo unos milímetros y, aunque la belleza de sus rasgos siguen ahí,su rostro está ligeramente deformado a nivel de la mejilla por elrecorrido de aquella marca. En cualquier caso, suelto un suspiro detranquilidad al descubrir que la movilidad de sus músculos facialesestá intacta cuando todo su rostro se contrae para guiñarme un ojo.
—Draco... —se me escapa de entre los labios.
—¿Te encuentras ya bien, Granger? —me pregunta manteniéndoseerguido, a unos metros de donde me hallo sentada. Yo me limito aasentir, aún embelesada por la gratificante sensación de saber queestá bien—. Gracias por intentarlo —me dice y compone una muecaque me recuerda débilmente a una sonrisa.
Ledevuelvo la sonrisa y ésta no pasa desapercibida para ninguna de lospresentes, incluido Ron. Éste carraspea, probablemente para queaparte mi vista de Draco. Reflejamente centro mi atención ahora enel resto del grupo y decido que ha llegado el momento de ponerme enpie. Me incorporo con ayuda de Luna, la cual aún sigue luciendoclaramente preocupada por su actuación, así que decido dedicarleunas palabras de calma:
—No te culpes, Luna. No ha sido culpa tuya, sino mía. Sabíaperfectamente que podrían penalizarme por hacerlo y lo hiceigualmente.
—No debería haberte sugerido nada —dice, mostrándose arrepentida—.Deberíamos haber esperado al menos hasta saber si Ron y Ayleenhabían encontrado el díctamo.
—¿Lo encontrasteis? —pregunto con el fin de saciar mi curiosidad.Ron asiente a modo de respuesta, antes de empezar a explicarle:
—Como supusimos, había díctamo en la falda del volcán. Lo que pasaque tardamos mucho en encontrarlo porque crece muy escondido, entrerocas. Llegamos a encontrar tres plantas y pensamos en traérnoslas,pero cuando sacamos de raíz la primera, las otras dos salieronardiendo espontáneamente, por lo que sólo conseguimos lo suficientecomo para curar el hombro de Ayleen yevidentemente para la herida del hurón.
—Sólo por curiosidad, ¿cómo de eficaz fue el hechizo? ¿Sirvióverdaderamente de algo?
—¿No lo recuerdas? Justo cuando terminaste el hechizo, te dije quehabía funcionado. Bueno, no funcionó completamente, pero sí enparte: conseguiste cerrarle los extremos de la herida —me respondeLuna.
—Evitaste que se desangrara —comenta Ayleen—, aunque creo tambiénlo habríamos conseguido sin ayuda del hechizo, simplemente con eldíctamo.
—Fue una estupidez —añade Ron aún molesto—. Os deberíais haberesperado a que llegáramos nosotros.
—No podíamos estar seguras de que fuerais a encontrarlo. Imaginaosque no lo hubierais encontrado, ¿qué habría pasado entonces?
—Tu hechizo habría sido completamente absurdo de todas formas,Hermione, pues con sólo uno no habríamos conseguido salvar a Malfoyy tampoco es que ninguno de nosotros hubiera estado dispuesto aarriesgar su vida intentando otro hechizo para salvarlo, la verdad—repone el pelirrojo—. Si buscamos el díctamo, fue por ti,porque sabíamos que te negarías a dejarlo atrás, no porquerealmente nos importe si se muere o no este gilipollas.
—Otro comentario más y tardaré un segundo en olvidar la mínimagratitud que siento ahora mismo por ti por el inmenso odio quenormalmente me generas, Weasley, y creo que no hace falta que terecuerde cuáles son las consecuencias.
Anteel comentario del Slytherin, Ron suelta un bufido divertido y ponelos ojos en blanco, mas no añade nada. Draco tampoco hace ademán decontinuar la pelea. Yo suspiro aliviada.
—Bueno... Contadme qué ha pasado mientras he estado dormida.
—No gran cosa —responde Ron.
—¿Que no ha pasado gran cosa? —replica Ayleen con un repique en lavoz—. ¡Estamos aquí encerrados, así que como tú veas...! ¡Sieso no te parece gran cosa...!
—¿Encerrados?
—Sí. Las paredes de roca que nos rodean crecieron cuando alcanzamosla cumbre del volcán, así que técnicamente estamos sin salida—aclara el pelirrojo.
—Bueno... Sin salida no exactamente —compone Luna—. Creemos que síhay salida, sólo que la salida está por debajo de eso —ycabecea en dirección al lago dorado—. El único problema es queparece oro fundido y, si es así, no podremos atravesarlo. Encambio...
—¿Habéis intentado entrar? —pregunto, interrumpiendo a laRavenclaw.
—¡Claro que no! Éstos son unos rajados... —exclama Ayleen, mientras cabecea en dirección al resto del grupo—.Yo ya he dicho que deberíamos intentarlo.
— ¿Nosotros unos rajados o tú una suicida? —le responde Ron.
—¿Y qué vamos a hacer?
—Eso es lo que te iba a explicar Luna, Herms —comenta Ron—.Creemos que hay alguna forma de atravesarlo, porque pensamos queZephyr lo hizo.
—¿Zephyr? —inquiero muy sorprendida. Apenas recordaba ya laexistencia de la Bruja de Salem—. ¿La habéis vuelto a ver?
—¿Te imaginas que Zephyr se vuelve a dejar ver? —dice Ayleensarcásticamente, después de soltar una carcajada seca.
—Hemos encontrado su ropa con manchas de sangre —comenta elpelirrojo—, pero ni rastro de ella.
—¿Su ropa llena de sangre? —inquiero y los chicos me asienten—.¿Creéis que ha...?
—¡Claro que no está muerta! De ser así, no estaría aquí solo suropa. Yo lo que creo es que es muy lista —responde Ayleenmostrándose claramente molesta—. Probablemente se hayaautoinfligido daño para sangrar, haya manchado la ropa y la hayadejado aquí tirada para que pensemos que la han matado. Ella sabíaque al final acabaríamos llegando aquí de una forma u otra, asíque ha intentado dejar toda la evidencia posible de que no sigue convida para que no la busquemos, cuando es más que obvio que siguevivita y coleando. Dado que no hay muchas más opciones por aquí,pensamos que lo más probable es que haya atravesado el oro líquido.
—¿Y cómo se supone que vamos a hacerlo nosotros?
—Eso es lo que tenemos que averiguar, supongo —responde Ron.
—Yo creo que es mucho más sencillo de lo que estos dos pesimistaspiensan —expone Ayleen a la vez que señala con los dedos a Ron yLuna—. Yo pienso que lo más probable es que, aunque el líquidotenga aspecto de oro líquido, no lo sea, sino que probablemente setrate de una prueba de valentía.
—Por increíble que suene, creo que Ayleen tiene razón —intervieneDraco por primera vez en todo este tiempo—. No puede ser muycomplicado atravesar lo que quiera que sea eso si la incompetente deZephyr ha sido capaz de hacerlo ella solita, sin ayuda.
—¡Oye, que Zephyr será lo que quieras, pero desde luego no esninguna idiota! —se queja la Bruja de Salem con una entonación enla que es muy difícil diferir si realmente está molesta o estádivertida por el comentario del Slytherin.
—Cuestionable —se limita a decir Draco con un tono de vozcompletamente neutro.
—En fin —dice Ron, tomando las riendas de la situación—. De unaforma u otra, tenemos que decidir qué vamos a hacer, no podemosseguir aquí parados sin más, básicamente porque no nos lo van a permitir durante mucho más tiempo. La lluvia era un aviso para que subiéramos, así que imaginaos qué otra cosa pueden llegar a hacernos para que entremos en el lago...
—Podríamos lanzar algo al líquido a ver cómo responde —propongo.
—Ya lo hemos intentado —responde Luna—. Lo escupe al cabo de unossegundos completamente fundido.
—Yo ya lo he dicho. Yo creo que lo mejor es que nos tiremos al aguasin darle muchas más vueltas —insiste la chica de ojosalmendrados.
—De acuerdo. Si tan segura estás de tu teoría, ¿por qué no lointentas tú y nos cuentas qué tal la experiencia? —propone Dracoy, en su voz, puedo notar un poco de tedio.
—Vale. Ya que insistes... No tengo ningún tipo de inconveniente en intentarlo —responde Ayleen y, poniendoen tela de juicio cualquier atisbo de cordura que la chica hubierapodido mostrar hasta el momento, comienza a correr en direcciónhacia el lago de oro.
Elpelirrojo y la rubia corretean detrás de ella, tratando dedetenerla, pero Draco, que no parece importarle mucho lo que haga lachica, y yo, que aún no me he recobrado del todo del ataque demigraña, nos atrasamos. Caminamos más lentamente, en silencio,durante unos instantes, hasta que él se decide a romper con elsilencio:
—Granger, fue muy valiente por tu parte intentar un hechizo parasalvarme aun sabiendo las posibilidades tan altas que había de quete penalizaran por ello.
—Merecía la pena asumir el riesgo: había mucho más que ganar queperder —le respondo, sin atreverme a levantar la mirada del suelo.
—Gracias —y a pesar de que es una sola palabra, su voz suena mássincera que nunca.
—Siento mucho que te haya quedado la cicatriz...
—Hombre, jode un poco, sobre todo porque imagino que me desfiguraráun poco la cara, pero bueno no estoy muy preocupado, pues sé pormucho que me afee, seguiré siendo guapo —y se ríe. Ante semejantecomentario, no puedo hacer más que acompañarlo en la risa—.Además, creo que prefiero una cicatriz a estar muerto.
—No sé si hace unos meses habrías opinado lo mismo... —comento amodo de broma. En cierto modo, aunque he hecho el comentario con tonojocoso, no espero que se ría, pues nunca lo hace, así que cuandoesta vez sí se ríe, me toma por sorpresa y me siento complacida. Derepente, su risa se corta y anuncia con un claro matiz deincredulidad decorando su voz:
—Se ha tirado.
Mepermito mirar al rostro de Draco, que muestra igualmenteincredulidad, y tardo unos segundos en comprender a qué se refiere.Después, sigo la trayectoria de su mirada con la mía y comprendoque se refiere a Ayleen. Sincrónicamente, Draco y yo aceleramos elpaso con el objetivo de acercarnos a Ron y a Luna lo antes posible.Cuando llegamos, Luna contempla la escena a través de sus dedos, conlos cuales se cubre parte de la cara, y Ron tiene la boca abierta.Ninguno de los presentes, ni siquiera Draco, esperábamos realmente que la chica tuvierael valor de hacerlo y mucho menos de una forma tan precipitada.
—¿Y ahora qué? —pregunto.
—Pues a esperar a ver si sale y nos dice algo—responde Ron cuandosale del estado de shock en el que hasta hace segundos se encontraba.
Acontinuación, el pelirrojo se sienta en el suelo próximo a laorilla y se acomoda. Luna se sienta a su lado, sin borrar aún lasorpresa del rostro. Ron palmea el suelo próximo como para ofrecermeque me siente junto a él. Me muerdo el labio, indecisa, y trasdedicarle una mirada a Draco que éste no capta por estar mirando allago, decido sentarme. Una vez estoy sentada, veo que Draco me buscacon la mirada y cuando me descubre junto al pelirrojo compone unaexpresión de desagrado, pero no me dice nada, sino que se mantieneen pie mirando a la nada.
—Ya no va a salir —murmura Ron en un tono pesimista al cabo de unos minutos.
—No te anticipes. A lo mejor está buscando debajo una salida o algoasí —sugiero, tratando de ser algo más optimista que él.
—Es raro. A estas alturas ya la debería haber expulsado el lago—comenta Luna luciendo claramente pensativa y sin apartar la vistadel líquido dorado—. Las piedras que arrojamos no tardaron más decinco minutos en salir propulsadas y ya han pasado más de cincominutos...
—Pues nada, estamos sin salida oficialmente —resume Ron—. Es unapena que haya muerto. En el fondo, me caía bien.
Derepente, una idea cruza mi mente:
—Tal vez no esté muerta y simplemente es que no pueda salir.
—¿Qué quieres decir? —inquiere Ron.
—Lo que quiero decir es que a lo mejor una vez te metes en el lago, teabsorbe o algo así y ya no puedes salir —propongo. A continuación,me pongo en pie—. Supongo que vosotros las piedras las habéislanzado desde la distancia, ¿no? —Luna asiente—. De acuerdo, voya intentar una cosa.
—¿No irás a intentar tirarte tu también, verdad? —inquiere elpelirrojo y en su voz detecto claramente preocupación y miedo.
—No, no, tranquilo. Simplemente voy a tratar de descubrir cómo deparecido es este líquido con la niebla del otro arena.
Buscopor el suelo algún palo, mas no encuentro ninguno, dado que aquí lavegetación brilla por su ausencia. En su lugar, decido tomar delsuelo una piedra más o menor alargada. A continuación, me arrodillohacia el lago dorado. Ahora que estoy más cerca, me doy cuenta deque desprende algún tipo de vapor que delata su condición mágica.También me percato de que el fluido que contiene es más líquido yopaco de lo que en la distancia podía apreciar. Tal es la opacidaddel líquido que es imposible descubrir qué esconde debajo. Sinembargo, no me dejo amedrentar por semejante hecho y, tomando por unextremo a la piedra, decido introducirla por el extremo opuesto en ellíquido mas sin soltarla. Inmediatamente después, siento unaimponente fuerza tirar de la piedra desde dentro del propio lago. Lafuerza es semejante que, de no haber soltado la piedra reflejamente yhaber sido arrastrada en sentido contrario por los brazos de Ron, mehabría caído al lago. Caigo de bruces sobre él y, cuando nosrecomponemos de la caída, éste me mira con la mandíbuladesencajada mientras me exclama:
—¡¿Estás loca o qué?! ¡Has estado a nada de caerte!
—Pero gracias a ti no me he caído y he confirmado lo quesospechaba... ¡Es un traslador! —anuncio muy contenta y hago casoomiso al enfado del pelirrojo.
—¿Y tenías que hacer todo esto realmente para confirmarlo? Como sino fuera evidente que lo es... —me regaña ahora Draco, en un tonode voz pétreo—. Levántate de ahí, anda —me agarra del brazo yme levanta, apartándome de Ron. Esto no le hace ni pizca de graciaal pelirrojo, que se incorpora torpemente por el propio enfado.
—El efecto de atracción es exactamente igual que el de la niebla —ledigo a Draco, muy entusiasmada—. Tira hacia dentro como un chupón.
—Ya, ya, lo hemos visto —vuelve a decir Ron en un tono de clararecriminación.
—Creo que deberíamos cruzarlo —propone de repente Draco—.Partiendo de la base de que la chalada no ha vuelto, existen dos posibilidades: o que haya muerto, o que realmente haya cruzado el traslador. Personalmente, medecanto más por la segunda opción, pues si hubiera muerto, supongo que elcadáver habría flotado.
—¿Estás proponiendo en serio que nos tiremos sin más? —preguntaRon, incrédulo.
—¿Tienes alguna idea mejor? —le suelta el Slytherin, claramenteofendido—. Si es así, soy todo oídos.
—Ron, Malfoy tiene razón... Tenemos que irnos de aquí —concuerdala Ravenclaw—. No van a dejarnos seguir aquí mucho más tiempo.¿Acaso no lo escucháis?
—¿Que se supone que debemos escuchar aparte de tu molesta voz depito, Lunática? ¿Ya estás delirando otra vez? —pregunta Draco yse ríe frívolamente.
Lunapone los ojos en blanco y bufa. A continuación, se lleva un dedo alos labios, mandándolo claramente a callar, y dispone su otra manopor detrás de su pabellón auricular a modo de antena. Ahora quetodos estamos en silencio, yo también puedo escucharlo. Es viento;viento haciendo chocar rocas contra las paredes que nos atrapan en lacumbre del volcán. A juzgar por las atronadoras notas que compone elviento en su melodía, imagino que además será un viento bastantefuerte; aunque bueno, tampoco era para esperar menos. Estaba claroque no nos iban a permitir quedarnos aquí mucho más tiempo y queademás ya han encontrado la nueva forma de hacernos atravesar ellago de oro, incluso aunque decidiéramos no hacerlo.
—Es viento, ¿no? —pregunta Ron.
—O un huracán... ¿Quién sabe? —dice Luna en un tono alarmista.
—¿Cómo va a ser un huracán? —le responde el pelirrojo, quitándolehierro al asunto—. ¡Es imposible que se forme un huracán aquí, enpleno desierto! Los huracanes nacen en el océano y aquí dudo que...
—Después de todo lo que has visto aquí, ¿en serio te pareceimposible que provoquen un huracán, zanahoria? Dale uso a la únicaneurona que te queda y piensa un poco antes de hablar —le reprendeel Slytherin después de soltar un bufido—. Aunque me duela másdecir esto que meter la lengua en un cubo de ácido sulfúrico, he dereconocer que la Lunática tiene razón. Antes ha llovido y puede quela lluvia no fuera más que el preludio del huracán que nos tienenpreparados. Por ello, creo que no merece la pena seguir esperandoaquí, porque de una forma u otra vamos a acabar en el interior deeso —y cabecea en dirección al agua.
—De acuerdo, Hurón. Si tan seguro estás de que lo mejor es tirarseal lago, ¿por qué no te metes tú primero?
—¿Para qué meterme yo si tenemos a Lovegood de voluntaria?
Yde repente, contra todo pronóstico, el Slytherin empuja a Luna alinterior del lago. La chica, que estaba completamente desprevenida,cae sin poder hacer nada por remediarlo. Tanto Ron como yo nosquedamos clavados en el sitio de la propia sorpresa. Mientras que yopermanezco en estado de shock durante unos instantes, Ron se lanzahacia el Slytherin y le pega un puñetazo en la mandíbula. Draco ledevuelve el golpe, en este caso en el estómago, y se enzarzan en unapelea sin aparente remedio.
—¡¿ESTÁS LOCO O QUÉ?! —le grita sin dejar de golpearlo.
—Tarde o temprano, iba a hacerlo —le responde el Slytherin, riéndosehistéricamente. Nunca antes lo había visto reírse tanto. Toda larisa del Slytherin es interrumpida por el nuevo golpe que Ron leatiza en la cara. En este caso, le da en la boca y le revienta ellabio. El Slytherin escupe sangre y dice entre carcajadas—: Ése haido a maldad, ¿eh, Weasley?
Ronle vuelve a golpear, acertándole esta vez en la boca del estómago.El cuerpo de Draco se curva en respuesta al golpe y, por unosinstantes, me temo que vaya a caerse. Sin embargo, el chico serecobra con un pasmo sorprendente y le golpea fuertemente en la caraal pelirrojo, quien había bajado la guardia al pensar que Dracoquedaría anulado después del último golpe.
Decidoque ha llegado el momento de intervenir, así que me meto entre ambosy trato de separarlos mientras grito los nombres de ambos. Tanto elGryffindor como el Slytherin me ignoran por completo y siguentratando de golpearse. Entonces, un golpe que iba dirigido de Draco aRon me acierta en el costado y pierdo el equilibrio por completo.Estoy a punto de caerme, pero uno de los dos me agarra de formapétrea con su brazo y consigue impedirlo.
Derepente, veo a Ron caerse al lago. Trato unos instantes en comprenderqué es exactamente lo que ha pasado, mas cuando veo la pierna deDraco extendida en dirección al pelirrojo, comprendo que el rubio seha aprovechado de que Ron estaba desprevenido por mi inminente caíday le ha dado una patada para empujarlo. Extiendo los brazos haciaRon, en un intento de agarrarlo e impedirle que se caiga. Sinembargo, para entonces, es demasiado tarde. Su cabellera pelirroja sefusiona con el líquido del lago y desaparece. Sin pensármelo, megiro y, antes de que pueda golpearle a Draco con mis puños en elpecho, me agarra las muñecas. Ni siquiera me da la oportunidad dedecir algo, pues inmediatamente cubre mi boca con la suya. Sus labiosdestilan un deseo animal. Sé que debería apartarme para soltarle unreprimenda, pero cuando me estrecha contra sí y noto esa pequeñapero suficiente presión que ejercen sus manos contra mi cintura, medoy cuenta de que, aunque debería, no puedo apartarme de él. Dehecho, es él quien nuevamente rompe el beso.
—Menos mal que los he empujado... Necesitaba esto mucho más de lo quepensaba.
—Hablando de empujarlos... —empiezo a decir, pero me interrumpetapándome la boca con una mano.
—Ahórratelo, Granger. Tarde o temprano, todos vamos a tener que meternos en el lago y de esta forma tú y yo hemos salido beneficiados, así que ¿para qué estropear elmomento con un sermón? —hace una mueca y, a continuación, mira alcielo como si tratara de confirmar algo—. Tenemos que irnos ya.Está a punto de alcanzarnos.
Justocuando termina de hablar, empiezo a notar cómo la arena del desiertoempieza a levantarse del suelo. A pesar de que el viento no es aúnmuy intenso, parte del cielo ya está cubierto por un amenazanteciclón.
—Tienes razón —concuerdo con el Slytherin.
—Coge esa mochila de ahí —me indica. Tras cogerla, me tiende lamano y yo la cojo con gusto—. ¿Preparada? —asiento a modo derepuesta—. Pues allá vamos.
Entonces,cierro los ojos, tomo mucho aire, cojo impulso y me lanzo hacia ellago de oro, sin soltarme de la mano de Draco en ningún momento,escuchando de fondo el atronador sonido del viento, que ya haalcanzado la superficie del volcán.
Nadamás entrar en contacto con el líquido, noto esa intensa fuerza quetira de mí hacia abajo. Sin embargo, esta vez noto algo más: lamisma fuerza que me invita hacia el interior del lago, me aparta delSlytherin y me obliga a dirigirme justamente a la direccióncontraria a la que se encuentra el chico. Es como si fuera una fuerzade atracción hacia el fondo y de repulsión hacia los lados. Luchocontra ella, mas sin éxito, así que en un momento dado dejo desentir a Draco cerca de mí.
Losiguiente que noto es la textura del líquido contenido en el lago.Me sorprende descubrir lo parecidas que son su viscosidad y sudensidad a las del agua. Cuando abro los ojos, no obstante, ellíquido no es transparente como el agua, sino que mantiene su colordorado opaco y es tan, tan, tan opaco, que da la sensación de queestuviera rodeada por una pantalla de semejante color. Debido a ello, no veo nada de lo que me rodea, salvo el suelo, que es rocoso. De hecho, ni siquiera soy capaz de ver a Draco.
Memuevo, tratando de desplazarme a través del líquido, y me alegradescubrir que me puedo desplazar en cualquier dirección, exceptohacia arriba o en dirección a Draco, pues la fuerza sigueempujándome en sentido contrario siempre que lo intento. Recuerdoque el aire que tengo es limitado, así que comienzo a bucear encualquier dirección, intentando encontrar lo que quiera que sea quetengo que encontrar. Tras varios segundos sin encontrar nada significativo, trato de predecir qué debe ser aquello que tengo que encontrar o hacer para poder salir de aquí. Se me ocurre que tal vezsean túneles o algo así lo que debo encontrar, así que decido seguir nadando.
Segundo tras segundo, noto cómo se me va agotando el oxígeno de los pulmones y empiezo a agobiarme. Todo a mi alrededor sigue del mismo color y nada cambia conforme me desplazo. Es como si, a pesar de estar nadando, no me moviera realmente del sitio en ningún momento. Intento ascender,pero la fuerza de atracción del lago sigue empujándome hacia abajo y obligándome a mantener pegada al suelo. La sensación de asfixia,de falta de aire, aumenta cada vez más y más.
Esto no puede ser tan difícil. Zephyr y Ayleen encontraron la salida y seguro que Draco, Ron y Luna también la han encontrado, ¿por qué no voy a ser capaz yo de salir? Me digo a mí misma, tratando de no perder la calma. Sin embargo, mi ya de por sí poco nítida visión cada vez se hace más borrosa y cada vez mis pulmones me instan con mayor anhelo algo de oxígeno. A sabiendas de que lo único que voy a conseguir es ahogarme más pronto, decido inspirar a la desesperada, pues ya no puedo más. Noto cómo mi nariz, mi tráquea, mis bronquios, mi pulmón por completo, se llenan del líquido dorado y siento que me ahogo. Por unos momentos, temo que vaya a morir allí mismo, agobiada,asfixiada, ahogada, pero entonces ocurre la magia... Justo cuando estoy al borde de perder la consciencia, algo, como si fuera un muelle, me impulsa desde el suelo del lago hacia la superficie.Siguiendo una trayectoria parabólica, aterrizo contra un suelo cubierto de césped. En la caída, me hago daño en el codo pero hago caso omiso a dicho hecho, pues mi mente sigue aún tratando de descubrir qué es exactamente lo que ha pasado. ¿El truco para salir estaba en dejar que el líquido penetrara en el interior del cuerpo? Como sé que jamás voy a obtener una respuesta a semejante pregunta, dejo de planteármelo y me dispongo a analizar el nuevo lugar en el que me encuentro.
Me incorporo y me giro sobre mí misma tratando de obtener una bueno visión sobre el lugar en el que estoy. Ya no hay ni un solo resto del color dorado del desierto, ni mucho menos hay restos de la blanquísima nieve. Ahora todo es verde. El suelo, hecho de césped,es de un intenso color verde y las paredes que se encuentran a mis lados y a mi espalda, hechas de setos y enredaderas de varios metros de altura, son igualmente verdosas. Los setos se disponen formando un largo pasillo que, a lo lejos, se bifurca en varios pasillos, también revestidos de setos y enredaderas. Rápidamente comprendo qué esexactamente el lugar donde me encuentro: un laberinto.
Cuando creo que ya no hay nada más que pueda sorprenderme, una voz que procede del mismísimo cielo nocturno anuncia:
—Enhorabuena a todos. Sois los doce afortunados que habéis conseguido llegar a la última fase de los Juegos de Sangre: el laberinto, un laberinto cuya única salida es la victoria —el interlocutor, cuya voz me resulta familiar, hace una parada dramática antes de continuar hablando—. Únicamente saldréis de aquí aquellos que sobreviváis a todos los obstáculos y a los tributos que os encontréis por el camino. Sí, no penséis que me estoy confundiendo, os estoy hablando en plural a consciencia. Las normas han cambiado. Ahora ya no sólo podrá ganar uno de vosotros,sino que podréis ganar hasta dos siempre y cuando pertenezcáis al mismo colegio. Dicho esto, sólo me queda deciros que en el centro del laberinto hay cosas que os podrían catapultar hacia la victoria:comida, agua, armas y... una varita; así que mucha suerte ¡y que continúen los juegos!
«Las normas han cambiado. Ahora ya no sólo podrá ganar uno de vosotros,sino que podréis ganar hasta dos siempre y cuando pertenezcáis al mismo colegio.»Las palabras se repiten en mi mente como un eco lejano mientras trato de procesar lo que éstas quieren decir y, sobre todo, lo que conllevan...
Tengo que encontrar a Draco y Ron antes de que ellos mismos se encuentren o uno de los dos le quitará la vida al otro.
________________________________________________________________
Knock, knock. ¿Hay alguien ahí?
Si aún queda alguien, le ruego que me perdone: soy una mentirosa... Y he vuelto a actualizar meses más tarde de lo que dije, pero es que de verdad que no sé cómo lo hago que no tengo nunca tiempo de nada. Primero prometí que actualizaría en Navidades, pero me puse a estudiar para los finales y no me dio tiempo. Cuando terminé los exámenes, prometí que actualizaría y tampoco lo hice, porque me salieron muchísimos planes y estuve organizando un viaje con unas amigas. Y la semana pasada me di cuenta de que ya estaba bien, que tenía que actualizar sí o sí antes de irme al viaje y aquí me tenéis, un día justo antes de irme de viaje, corrigiendo el capítulo a toda velocidad y subiéndolo para que no me odiéis más de lo que ya probablemente me odiáis.
Espero que el capítulo os parezca "decente" y es que, a pesar de la larga espera y de lo largo que es el capítulo (tiene unas 17 o 18 páginas), he de decir que este capítulo no es especialmente interesante, porque es un capítulo de transición, necesario para el cambio de escenario donde ocurrirá la "última fase" de LJDS. Sé que no ha habido demasiado Ron/Hermione/Draco, pero es para lo que me ha dado el capítulo, así que lo siento mucho.
Dicho esto, me despido de vosotros (al menos durante 15 días, porque eso es lo que dura el viaje y me voy mañana) y esta vez no pienso decir fecha para el próximo capítulo, viendo lo mala que soy prediciendo para cuándo voy a tener el próximo capítulo.
En cualquier caso, ¡gracias por leerme! ¡Nos vemos en los comentarios! ♥♥♥
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro