El juramento inquebrantable
Me siento en las mantas frustrada, removiendo la arena del suelo con un palito y cavilando sobre todo lo ocurrido. No puedo creer que haya sido incapaz de responderle a Ron nada después de todo lo que él me ha confesado. Suelto el palito y cojo algunas piedras que encuentro depositadas en el suelo. Las tiro contra el lago para ahogar parte de la impotencia que corre por mis venas ardiendo en odio hacia mí misma. ¿Cómo se puede ser tan inteligente en cuanto a estudios se refiere y ser una negada en la inteligencia emocional? ¡No lo entiendo! ¿Por qué no he sido capaz de decirle nada a Ron? ¿Por qué no me he atrevido a salvar la distancia entre nuestras bocas habiendo tenido la oportunidad de hacerlo? ¿Por qué no he encontrado las palabras para hacerlo quedarse a mi lado? Cojo un montón de piedras y, reprimiendo el impulso de lanzármelas a mí misma, las estrello contra el agua una vez más descargando mi ira en aquel movimiento.
Miro hacia la zona por la que Ron se ha marchado y tal cual lo hago, lamento haberlo hecho. En primer lugar, porque cualquier mínima posibilidad de arreglar lo que había hecho, de decirle lo que siento, se desvanece cuando veo que Ron no ha vuelto y que definitivamente se ha marchado al castillo. Y en segundo lugar, porque veo a Luna y Neville besándose y siento, aunque me avergüence reconocerlo, envidia... A pesar de que estoy tremendamente felices por ellos, siento envidia... Mas no de Luna por estar con Neville, sino envidia al pensar que Ron y yo, si no fuera por mi aturdimiento mental en el momento de la declaración de éste, podríamos estar ahora mismo en la misma situación. ¡Siento envidia, porque Ron y yo podríamos ser quienes estuvieran besándose apasionadamente! ¡Siento envidia, porque, diablos, hasta para Neville y Luna es más fácil expresar sus sentimientos que para Ron y para mí! ¡O mejor dicho, hasta para Neville y Luna es más fácil expresar sus sentimientos que para mí, porque Ron hoy por primera vez ha sido capaz de reconocerme lo que siente por mí! ¿Y yo qué he hecho frente a su declaración más allá de susurrar inteligiblemente su nombre varias veces? ¡No he tenido el coraje para reconocerle que yo tampoco he olvidado el beso de la Batalla, para decirle que tampoco a mí me importan otros chicos, porque no veo chicos más allá de él...! ¡No he sido capaz de decirle nada de ello, lo cual probablemente él lo habrá tomado como una confirma a sus pensamientos, cosa que es una estupidez considerando lo que siento por él desde cuarto curso!
¡Me odio!
Tomo un montón nuevo de piedras y comienzo a tirarlas una por una al lago con más fuerza, si cabe, incluso que en las veces anteriores. Intuyo que mi último tiro ha superado a los anteriores porque forma una onda gigantesca en el lago. Quizás eso me hubiera hecho sentir orgullosa en algún momento dada mi poca fuerza, pero en este momento sólo me sirve para desahogarme... Bueno, en realidad, ni siquiera para ello, pues conforme voy tirando piedras con más fuerzas, más odio siento en mi cuerpo. Odio hacia mí misma, una vez más.
Apenas giro la cabeza hacia la derecha en busca de más piedrecitas, cuando distingo la figura de Draco Malfoy saliendo de entre las sombras de esta cerrada noche. Está subiéndose la cremallera de unos pijos pantalones poco apropiados para la fiesta campestre que se ha celebrado esta noche y a la que, considerando la dirección de la que proviene, parece haber asistido. Trata de adecentarse el pelo, que está hecho un completo desastre, con las manos, mas no obtiene un buen resultado. Su ya no engominado pelo cae en forma de un bonito flequillo sobre su frente y su color rubio albino reluce en plena oscuridad. Se mete las manos en los bolsillos y camina hasta a mí. Cuando llega a las mantas en las que estoy sentada, se debate unos instantes entre sentarse o quedarse de pie. Al final, opta por sentarse a mi lado.
- Bu -dice a modo de saludo, sin sonreír.
- ¿Debería haberme asustado? -pregunto muy seria. Él se encoge de hombros y compone una sonrisa torcida-. Hola, Malfoy. Adiós, Malfoy -digo en un tedioso tono de voz, que parece hacerle mucha gracia pues sonríe ampliamente, lo cual a mi modo de ver es incomprensible considerando que acabo de echarlo.
- Puedes tratar de echarme con unas palabras poco educadas y poco usuales en ti, Granger, que no me voy a ir -dice él poniéndose cómodo sobre las mantas.
- Mira, Malfoy, hoy no estoy de muy buen humor, así que creo que lo mejor es que te vayas y me dejes tranquila, a no ser que desees revivir un bonito momento que compartimos en tercer curso -le insinúo, refiriéndome al puñetazo que le di cuando empezó a carcajearse porque su padre había conseguido que sacrificaran al hipogrifo de Hagrid-. Te aseguro que esta vez no necesitaré tener a Buckbeak como excusa...
- Guau. Veo que la ratita tiene buena memoria -susurra Draco ruborizándose ligeramente. Es evidente que le avergüenza lo que pasó aquel día, lo cual resulta bastante irónico, considerando que yo, en cambio, le tengo especial cariño a aquel día. ¡Pero qué increíblemente bien me sentó dale un puñetazo a Malfoy para desahogarme...!
- ¿Y el huroncito tiene buena memoria? ¿O quiere que se la refresque?
- No, gracias -se limita a decir.
Espero a que se marche, mas no lo hace, lo cual me saca de quicio. ¿Por qué diablos no se va y me deja tranquila de una vez? Lo miro iracunda, reprimiendo el impulso de echarlo de la manta de un empujón, pues sé que, acabada esta absurda pequeña pelea, se acabará aburriendo de estar en silencio y se marchará por donde ha venido sin más. Estamos callados al menos diez minutos, él sin saber que decir y yo a la espera de su partida para sumirme en mis pensamientos y buscar el mejor modo de solucionar lo que yo misma he estropeado esta noche... Pero soy tan increíblemente desgraciada, que ni siquiera Merlín me permite eso, pues Draco Malfoy, cuando parecía a punto de sucumbir y marcharse cansado de mi mutismo, acaba encontrando algo de lo que hablar conmigo...
- Sabía que acabaría yéndose...
- ¿Tú? Te sigo viendo aquí. Hablando de irse, ¿podrías irte de una maldita vez para dejarme asimilar la noche de hoy? Gracias, Malfoy. Adiós -me gustaría decirle, pero me contengo, porque la curiosidad de saber a qué se refiere me puede-. ¿Quién? -me limito a decir.
- Weasley, por supuesto -responde bosquejando una sonrisa de satisfacción a causa de mi habla-. Es incapaz de aguantar segundos delante de una chica como tú... Le impones, ¿eh, Granger? -dice el rubio entre carcajadas-. Valiente gilipollas el zanahoria...
- Debería haberle dejado que te pegara cuando tuvo la oportunidad de hacerlo -reflexiono en voz alta. Lo miro cabreada por haber insultado a Ron y él me mira con arrogancia, lo cual hace que me cabree aún más-. Hubiéramos disfrutado de lo lindo tanto él como yo y así hubieras aprendido que a veces es bueno callarse la boca.
- Bah, no creas. Está bien no callar. Además, respecto a lo de que hubierais disfrutado ambos... yo no estaría tan seguro -me pongo en pie para irme de su lado, pues en vista de que él no se va y únicamente está peleando conmigo, decido que lo mejor es que me marche. Él a pesar de mi inminente levantamiento, continúa hablando-: Si nos hubiéramos pegado, probablemente él hubiera salido perdiendo -dice él encogiéndose de hombros, mientras yo me sacudo la arena y las pequeñas piedrecitas que se han depositado sobre mi pantalón- y ya hoy ha perdido bastante, ¿no crees? -continúa dándole un doble sentido a la frase que me pierdo.
Me quedo de pie mirándolo fijamente sin saber a qué se refiere. Él tira de mi brazo para que vuelva a sentarme a su lado y yo cedo, pues una vez más la curiosidad me puede.
- ¿A qué te refieres? -le demando enarcando una ceja.
- Oh, vamos, ratita, sabes perfectamente de qué estoy hablando.
- No, no lo sé. Dímelo -insisto.
- ¿Y tú eres la bruja más inteligente de todo Hogwarts? -dice cabeceando, tras esbozar una sarcástica sonrisa-. En fin, da igual. Te lo explico -su penetrante mirada atraviesa mis iris color chocolate mientras aclara todo este asunto, poniéndome nerviosa-. Me refiero a que el idiota de Weasley ha perdido la oportunidad de liarse contigo esta noche. Noche en la que, por cierto, estás inusualmente radiante -ahora su mirada recorre mi cuerpo e instintivamente me tapo incómoda con el abrigo marrón, para ocultar mis curvas.
- ¿Gracias? -enarco una ceja. Él asiente-. En cualquier caso, tú no sabes si entre Ron y yo ha pasado algo esta noche. No has estado aquí para verlo.
- ¿Y cómo estás tan segura, Granger? -ahora es él quien enarca una ceja.
- ¿Tú... nos... has... estado... espiando? -inquiero en un tono de voz más agudo de lo usual en mí, mientras lo miro con los ojos como platos.
- No exactamente... Aunque sí os he echado un vistazo. He visto lo suficiente para afirmar que entre vosotros no ha pasado nada más allá de vuestras míticas discusiones y de la extraña declaración de Ron. ¿Todo lo hacéis peleando? -me guiña el ojo.
- ¡Tú... tú... tú! -balbuceo ininteligiblemente muy enfadada ante su confirmación. ¿Con qué derecho se cree de espiarnos a Ron y a mí? Respiro hondo, tratando de calmarme, y vuelvo a ponerme en pie.
- ¿Yo qué? -dice tratando de retener mi atención.
- Tú no tienes derecho a espiarnos a Ron y a mí y mucho menos en el tipo de situaciones que hemos vivido él y yo esta noche -él bufa-. De hecho, no creo que sea de tu incumbencia nada de lo que pase entre Ron y yo ni esta noche ni nunca, ¿no crees? -sentencio, ya un poco más calmada, justo antes de ponerme en pie para alejarme de él.
- No, no lo creo -él también se pone en pie y tira de mi brazo para que me detenga y mantengamos una conversación cara a cara-. De hecho, creo que es totalmente de mi incumbencia -dice él pasándose la mano despreocupadamente por su cabello rubio pálido.
- Ya, claro. De tu incumbencia... -repito encogiéndome de hombros sin entender muy bien por qué le interesa tantísimo lo que pasa entre Ron y yo hasta llegar al extremo de espiarnos-. ¿Es entonces de la mía saber por qué te estabas subiendo los pantalones cuando te he visto? -inquiero yo ahora recordando aquel detalle.
- Así que te has fijado, ¿eh? -dice él mirándome con una ceja enarcada tratando de seducirme y con una sonrisa lujuriosa en sus angelicales facciones-. Realmente no es de tu incumbencia pero si quieres saberlo, te lo diré. Ahora eso sí, si me haces decírtelo, no llores ni nada, ¿eh, Granger? Te advierto que puede que te disguste lo que vas a oír.
- Tranquilo, nada de lo que puedas decirme creo que pueda disgustarme o traumatizarme hasta el punto de hacerme llorar -le replico a la espera de que me confíe ya el por qué de su misteriosa aparición.
- Genial. Me estaba tirando a una tía mientras esperaba que tu amiguito zanahoria huyera como tiene por costumbre hacer y pudiera por fin acercarme a hablar contigo. Necesitaba algo de sexo antes de los juegos y dudo mucho que tú estuvieras dispuesta a dármelo, ¿me equivoco? -insinúa descaradamente. Yo me río nerviosamente, mas tratando de parecer arrogante, ante su descarada y desmesurada indirecta... Él ahora también sonríe. Se le nota muchísimo que le encanta hablar de ese tipo de temas conmigo, pues supone bien que soy una inexperta en ellos y que cualquier posible alusión al tema me hace tartamudear y ponerme blanca como la cal.
- No, no te equivocas, huroncito. Has dado en el clavo -intento parecer calmada e indiferente, como si realmente fuera un tema que no me preocupara tratar, porque supiera lo suficiente de él como para hablar sin tapujos. Aun así, analizo mi respuesta encontrándola poco convincente. Me he puesto tan nerviosa que no he sido tan borde con él como frecuento a ser y temo que Malfoy lo haya interpretado como que hay una mínima posibilidad de ceder por mi parte, cuando realmente no hay ninguna.
- Entonces veo que he hecho bien al no intentar nada contigo -zanja por fin-. Igualmente, aunque no estés dispuesta a acostarte conmigo, aquella oferta que te hice sigue vigente, ratita -me recuerda él, mirándome fijamente a los ojos.
- Espera... ¡Por Merlín! ¿Cómo he podido ser tan idiota? -ahora todo parece encajar. Todo lo que me ha dicho, todo lo que ha hecho, todas las insinuaciones, todos los gestos, su perseverancia... Todo esto debe ser parte de un plan. De ese estúpido plan que Malfoy me propuso y que yo misma me encargué de rechazar-. Así que todo esto de los piropos y tal es parte del... -me tapa la boca con su mano para silenciarme, mas yo lucho por deshacerme de su mano, hasta conseguirlo por fin, pero no menciono el plan dejando de este modo mi frase inconclusa.
- Y así hubieras aprendido que a veces es bueno callarse la boca -cita las palabras que yo misma le dediqué antes cuando le dije que me arrepentía de haber impedido que Ron le pegara.
- Bah, no creas. Está bien no callar -cito ahora yo también las suyas, tratando de imitar su tono de voz y su arrastre de las palabras tan característico. Él sonríe de un modo casi imperceptible ante mi patética interpretación.
Se acerca a mí para agarrarme del brazo. Me convierto en un flan cuando siento su fría mano sobre mi jersey marrón de lana, mas no digo nada al respecto, ni le pido que lo quite. De hecho, ni siquiera hago un movimiento brusco con el brazo para que retire su mano. Él tampoco dice ni hace nada a pesar de que debe notar mi temblor. Malfoy simplemente se limita a tirarme del brazo en un intento de moverme del sitio en el que yo permanezco estática con el ceño fruncido tratando de averiguar qué pretende.
- ¿Me acompañas, por favor? Quiero enseñarte algo -me propone.
- Piérdete, Malfoy -digo apretando la mandíbula. ¿De veras pretende que después de saber que me está utilizando para el plan que yo rechacé a toda costa lo acompañe a algún sitio...? ¡Claro, joder! ¡Claro que lo acompañaría, porque tengo que acompañarlo! ¡Tengo que acompañarlo hasta algún lugar seguro donde poder hablar con él, un lugar donde pueda recriminarle a voz de grito todo lo que está haciendo sin mi consentimiento!
- Por favor -suplica antes de que yo le confirme que al final voy a acompañarlo.
- De acuerdo. Iré.
Él pone los ojos en blanco, me suelta el brazo y se agacha para recoger de la manta. Espero a que me la dé, pero no lo hace. La carga él por mí echándosela a un hombro, cosa que le agradezco con una sonrisa. Él se encoge de hombros para restarle importancia. A continuación, hace algo que me pilla totalmente desapercibida y que casi hace que me caiga en redondo de la impresión: busca mi mano en la oscuridad con la suya para después entrelazar nuestros dedos y alejarnos de la playa con las manos unidas en dirección del castillo.
No puedo reprimir los estremecimientos que recorren a cada uno de mis terminales nerviosos al percibir el sedoso tacto de la mano de Draco, pues es la primera vez que nuestras manos se encuentran y permanecen entrelazadas en armonía. La piel desnuda de su mano es tan suave como una pluma y su epidermis es tan delgada como una capa de piel de cebolla. Sus dedos son largos, fríos y de un color blanquecino que los hacen parecer témpanos de hielo. Témpanos de hielo que se derriten al contacto con mis dedos, que parecen arder en llamas. Camino en silencio a su lado en silencio, agarrada de su mano, con la sensación de que aquello está mal. Bien es cierto que lo ha hecho probablemente para que no me escape, pero una parte de mí siente que está traicionando a Ron...
Oh, Ron, si no te hubieras ido, ¡cuán diferente hubiera sido la noche!
Al cabo de unos minutos caminando, ya estamos dentro del castillo. Subimos rápidamente las escaleras hasta llegar a la séptima planta donde, en un punto concreto que ambos conocemos a la perfección, me suelta de la mano. El punto es la Sala de los Menesteres, lugar que yo usé en quinto para las reuniones del Ejército de Dumbledore y que él usó en sexto para... para... cosas mucho peores, por decirlo de algún modo.
Pasa varias veces por delante del tapiz en el que se materializa la puerta que lleva a la Sala de los Menesteres tratando de convocarla. La puerta aparece por fin y ambos nos arrastramos hasta el interior. La habitación materializada no es peculiar como espero considerando el refinamiento del Slytherin, sino que por el contrario resulta ser una estancia bastante sencilla, pero perfecta para mantener una breve conversación. Es un pequeño cuadrado de cuatro metros por cuatro más o menos y hay dos sillas que se disponen una enfrentada a otra.
Una vez dentro, la puerta desaparece y de repente él empieza a hacer algo que en un principio me alarma: se lleva la mano hasta el pecho y comienza a desabotonarse un poco la camisa. Tiemblo... ¿Por qué... se está... desabotonando... la... camisa? Al cabo de unos instantes, deja de hacerlo y descubro que lo ha hecho simplemente porque tiene calor, a pesar de que tiene las manos heladas. ¡Pero qué idiota eres! ¿De veras pensabas que trataría de violarte o algo así, Hermione?
Después se remanga también la camisa hasta la altura del codo. En el antebrazo izquierda veo la Marca Tenebrosa tatuada y me la miro fijamente durante unos instantes, él se revuelve incómodo y la esconde bajándose la camisa otra vez hasta la altura de la muñeca. En cambio, la otra manga sí se la deja hasta el codo, lo cual me permite ver el escondite de la varita del Slytherin. ¡Tiene la varita guardada en la manga de la camisa, entre la tela y su piel! Vayas ideas... En fin, la saca y pronuncia muffliato para silenciar la sala.
- ¿Ésto era lo que me querías enseñar? ¿Que sabes convocar lo que quieras en la Sala de los Menesteres? ¿O quizás me querías enseñar que sabes conjurar elmuffliato? Guau, felicidades, Malfoy. Eres todo un genio -digo irónicamente.
- ¿Pero cómo puedes ser tan estúpida? ¡Claro que no es nada de esto lo que te quiero enseñar, por Salazar! ¡Si fueras un poquito más lista, te habrías dado cuenta de que realmente no quiero enseñarte nada! -adiós a la cortesía y a la amabilidad mostrada antes en la playa-. ¿Acaso creías que te iba a enseñar un lugar bonito para pasar la noche juntos charlando sobre nuestros problemas? ¿O tal vez creías que conjuraría un hechizo para hacer volar corazoncitos por los aires? Es evidente que no -dice haciendo énfasis en el no-. Ay, ay, ay, Granger. Una vez más haces que me vea obligado a cuestionarme si realmente eres la bruja más inteligente de todo Hogwarts, como muchos aseguran. A veces me pareces un poco... Mmm... ignorante, Granger... Mmm... ¿Cómo decirlo? Ah, sí, un poco muggle, Oh, espera... ¡Qué idiota! ¡Olvidaba que es que tú eres muggle, sangre sucia! -critica mirándome con desprecio.
- ¡Bravo, Malfoy, bravo! -digo mientras le aplaudo.
- ¿Por qué me aplaudes? -inquiere él confundido.
- Por tus grandes actuaciones en lugares públicos. No sé por qué tratas de adularme delante de todos, pero no me cabe la menor duda de que seguramente tiene algo que ver con ese plan que yo misma recuerdo haber rechazado. No creo que me piropees por gusto por los pasillos, la verdad, así que no encuentro otro modo de justificar todas estas estupideces que estás haciendo que con tu absurdo plan para ganar los juegos -afirmo esperando la respuesta del rubio. Él me dedica una sonrisa de suficiencia, mientras asiente con orgullo-. Aunque hay algo que no entiendo...
- ¿Qué no entiendes? -me inquiere él confundido.
- ¡¿Que qué no entiendo?! ¡Pues que no voy a entender! ¡No entiendo por qué has ignorado mi deseo de que no se realice el plan! ¡Aunque no es lo único que no entiendo! ¡Tampoco entiendo porque has empezado ya con el plan, por qué tratas de adularme, por qué finges preocuparte por mí ante los demás y por qué te esfuerzas en que todo esto parezca creíble a ojos de gente a la que aún no le importa, porque los juegos no han empezado todavía! -le recrimino muy cabreada.
- Vayamos por partes. En primer lugar... -medita antes de exclamar como un poseso-: ¡Si no he respeto tu jodido deseo de que no se realice el plan, es porque me dan igual lo que tú desees ya que frente tus deseos, antepongo los míos, Granger! ¡Mi mayor deseo es ganar los juegos y tú eres la única herramienta de la que dispongo para ganarlos, así que te usaré para lograr mis fines, sin importarme que esté respetando tus peticiones o no! ¡Entérate, Granger, me da igual lo que opines, pienso seguir utilizándote! -después de decir todo esto, respira hondo, se pasa una mano por su cabello y parece recobrar toda la calma que había perdido hace unos instantes.
- ¡Te lo prohibo! -enarca una ceja-. Te prohibo que me utilices a mí, a Ron y a cualquiera... para tus propios fines -digo cruzando los brazos sobre mi pecho.
- No sólo son fines propios, sangre sucia... Te recuerdo que tú y Weasley salís beneficiados -me recuerda él sin perder la calma-. Granger, en serio, reconsidéralo. Las cosas podrían salirnos muy bien si siguiéramos mi plan. Seguro que nadie ha pensado en una alianza... ¿Te haces una idea de la gran ventaja nos daría sin duda alguna frente al resto de los concursantes?
- No, Malfoy, no. No va a colar. Olvídalo -zanjo yo sin considerar ni una sola vez ceñirme al plan que propone el rubio-. En cualquier caso, quiero que me aclares el otro cabo que has dejado suelto. ¿Me puedes explicar por qué diablos has empezado ya con el plan? Te anticipo que sea por lo que sea que hayas empezado el plan, quiero que pares ahora mismo y que me dejes fuera de tu estúpido plan de inmediato.
- He empezado con él, y temo decirte que seguiré con él sin importarme lo que digas, Granger, porque los juegos ya han empezado -lo miro sin comprender muy bien a qué se refiere y le pido con la mirada que aclare a qué se refiere. Él suspira ante mi petición-. Hogwarts está pinchado, ¿vale? Nos tienen vigilados las veinticuatro horas del día a los tributos con microcámaras y micrófonos de tamaños diminutos que han instalado por todo Hogwarts. Incluso en la fiesta de hoy había de ellos, sangre sucia, ¿te das cuenta de lo que eso significa? Cualquier cosa que oigan o sepan, incluso antes de los juegos, podrían usarlo más tarde en nuestra contra o a nuestro favor. Por ello, ya estoy llevando a cabo el plan. Si ven desde un principio que hay algo de atracción entre tú y yo, puede llegar a colar el asunto del triángulo amoroso. Y por otro lado, te he impedido pronunciar nada respecto al plan, porque tal y como ésto puede beneficiarnos, puede perjudicarnos si se dan cuenta de que es el triángulo amoroso no es real, sino que es algo premeditado. No podemos dejar que oigan nada que nos perjudique y una alianza no recogida bajo sus normas es algo que sin duda alguna nos perjudicaría... No me gustaría salir volando por los aires nada más pisar el arena.
- ¡Maldita sea, Malfoy, entonces pueden estar grabándonos aquí! -grito yo con los ojos casi salidos de las órbitas en pleno ataque nervioso. Le golpeo un brazo con el puño cerrado del puro nerviosismo que me ha producido su noticia. Ahora ni siquiera me importa el plan, sino que me centro en el asunto de que todo lo que hemos hablado haya podido ser grabado.
- No, aquí no. Es el único lugar seguro de todo Hogwarts.
- ¡¿Y tú qué sabes, hurón?! ¡Este sitio es tan peligroso como cualquier otro! ¡¿Cómo puedes estar tan seguro de que aquí no nos están grabando? -le inquiero poco convencida y muy lejos de estar calmada.
- Porque esta habitación está en constantes cambios y no siempre toma la misma forma, por lo que tal y como una forma de esta sala aparece, puede no volver a aparecer. Además, creo que no sepan de la existencia de esta habitación, no es fácil convocarla -filosofa acertadamente el Slytherin-. De todos modos, siempre que voy a hablar de algo de este tipo, convoco el muffliato incluso aquí por si acaso. No sé si servirá de algo, pero yo por si acaso lo digo.
- Mira, ¿sabes qué? ¡Que me da igual todo! ¡Que ya estoy harta! Ahora que sé de la existencia de cámaras, pienso gritar en medio del pasillo todo lo de este estúpido plan. Delatarte sólo me traerá ventajas pues, además de conseguir que dejes de acosarme por fin, tendré un rival menos en los juegos. Estoy completamente segura de que ni siquiera esperarán a los juegos para matarte si se enteran de lo que estás haciendo -aseguro yo girando sobre mí misma para desplazarme hasta la puerta y marcharme de allí, pero Draco me retiene.
Me tira del brazo y me agarra por el antebrazo con su mano para no dejarme ir. La distancia entre ambos es tan escasa que a mí me incomoda, sin embargo, el rubio parece estar en su salsa, pues no borra una sonrisa torcida de su rostro en ningún momento. Yo me alejo de él unos centímetros pues soy incapaz de soportar nuestra proximidad, porque en cierto modo noto que perturba mi lucidez mental estar tan cerca de él.
- Hagamos algo, ¿de acuerdo, Granger?
- No, Malfoy, no. No vamos a hacer nada. Se acabó. O me dejas absuelta del plan o lo cuento todo -lo amenazo.
- Deja que me explique, por favor. ¡Yo te he explicado todo lo que has querido saber! ¡Creo que merezco unos minutos para tratar de hacerte cambiar de opinión con respecto a todo esto!
- No te va a servir de nada -digo con toda convicción de que va a ser así.
- En ese caso, ¿qué más te da escuchar mi proposición, Granger? Si no te convenzo, te daré libertad para que te veas absuelta del plan, ¿vale? Y dejaré de acosarte y de tratar de seducirte por los pasillos, de verdad -me promete mirándome fijamente a los ojos. Su penetrante mirada azulada atraviesa mis pupilas tratando de convencerme. Y lo consigue, pues acabo asintiendo en silencio a la espera de su proposición-. Recuerdo que el día que te comenté lo del plan, me dijiste que no lo harías porque no confiabas en mí... Así que en teoría tú no quieres verte involucrada en nada relacionado al plan por tu falta de confianza hacia mi persona, ¿no? -vuelvo a asentir para darle la razón, sin saber muy bien a dónde quiere llegar-. Solucionemos el problema de la falta de confianza y el plan podrá seguir adelante. No tendrás que decir nada y no tendré que acosarte. Sólo seguiremos unas pautas mínimas de seducción y de cordialidad para parecer que sí que hay algo entre nosotros y todo solucionado.
- Ya, claro. Suena muy fácil. ¿Pero cómo pretendes solucionar mi problema de falta de confianza hacia tu persona? ¿Me vas a hacer olvidar todo lo que me has dicho años atrás con un obliviate? ¿O quizás vas a usar un giratiempo para cambiar nuestra relación en el pasado? - propongo yo irónicamente.
- Son unas ideas bastante buenas para solucionar el problema, pero no dispongo ni de conocimientos para hacer un obliviate ni de un giratiempos, así que mi solución no tiene nada que ver con ellas -me confía el Slytherin.
- ¿Entonces? ¿Cuál es tu gran idea? -inquiero yo haciendo énfasis en la palabra gran.
- Mi gran idea es hacerte una promesa con la condición de que si soy incapaz de cumplirla, muera al instante... Es decir, un juramento...
- ¿Un juramento inquebrantable? -termino yo poniendo los ojos como platos. Él me responde asintiendo con la cabeza-. ¡¿Estás loco?! ¡¿De veras crees que me prestaría a ello contigo?! -grito.
- No te anticipes, sangre sucia. Aún no me has dejado decir las condiciones del juramento inquebrantable -me reprocha él con el ceño fruncido.
- Sea lo que sea, no voy a prestarme a ello.
- ¡Vale, joder, pero cállate, Granger, y escúchame de una jodida vez! -me callo para escucharlo, aunque ambos sabemos que de sea cual sea su propuesta voy a rechazarla en cuanto la haya realizado-. Había pensado proponerte que en el juramento inquebrantable se cerrara el siguiente trato: yo prometo seguir el acuerdo al que lleguemos sobre el triángulo amoroso y sobre nuestra supervivencia a rajatabla durante los juegos sin siquiera intentar matarte a ti o a Weasley hasta el momento en el que la tregua se rompa, que será cuando nos encontremos sólo nosotros tres en el arena, a partir de ahí cada cual podrá hacer lo que le dé la gana.
- ¿Y si rompes el acuerdo qué? -le pregunto yo.
- Ya te lo he dicho antes, Granger: muero. Si rompes un juramento inquebrantable, mueres -me cuenta él.
Cavilo unos instantes sobre las palabras de Malfoy, hasta darme cuenta de que lo que Malfoy me está ofreciendo me tienta bastante. ¿Acaso pierdo algo? Si acepto seguir el plan, yo no voy a romper mi promesa de fingir un triángulo amoroso ni mucho menos la tregua si ello conllevara más días de vida junto a Ron. Ha dicho que la tregua se rompería cuando quedáramos sólo los tres... ¿No le daba eso desventaja? Si Ron y yo quedáramos los últimos junto a él, seríamos dos contra uno, pues sin duda alguna yo ayudaría a mi pelirrojo a sobrevivir bajo cualquier pronóstico y el rubio lo sabía. Aquello no cuadraba demasiado...
- Bromeas, ¿verdad? -inquiero.
- No, de veras que muer... -comienza a decir el rubio.
- No, no. No hablo de eso. Me refiero a que hay algo que no me encaja. Si rompes la tregua cuando estemos únicamente nosotros tres en el arena, tendríamos ventaja sobre ti, ¿no crees? -le digo yo frunciendo el ceño.
- ¿Realmente es una ventaja? Cuando quedemos únicamente nosotros tres, estarás tan enamorada de mí que serás incapaz de matarme... -comenta él mirándome de arriba abajo mientras esboza una sonrisa arrogante.
Me remuevo en mi sitio y de un manotazo aparto la mano de Malfoy de mi antebrazo, que aún permanecía ahí. Lo miro asqueada para que capte que la idea de un enamoramiento entre él y yo es inconcebible más allá de la tragicomedia que me ha propuesto interpretar.
- Bah, olvídalo. No voy a dejar que te defiendas de nuestros ataques en desventaja, no me parece muy justo un combate dos contra uno cuando probablemente estemos medio muertos. Acabarías muriendo, pues ambos sabemos que jamás me enamoraría de ti y que yo siempre me pondría de parte de Ron frente a ti, Malfoy -comento.
- Bueno, eso es un riesgo que yo asumo, sangre sucia. Créeme, si te propongo hacer un juramento inquebrantable es porque estoy muy seguro de que finalmente te acabarás enamorando de mí -dice él dibujando una mueca en su rostro.
Me quedo pensando unos instantes en cómo puede él asegurar con tanta convicción que me enamoraré de él. Bien es cierto que el Slytherin es bastante seductor y... guapo. Sí, es bastante guapo, como bien he observado muchas otras veces. Por esa parte, cualquier podría enamorarse perfectamente de él. Su físico era destacable, pero su personalidad era detestable. Jamás encajaríamos y no sólo porque somos totalmente diferentes en cuanto a gustos y nos odiáramos desde que tengo uso de razón por nuestras diferencias morales, sino que tampoco encajaríamos jamás por las divergencias con respecto a nuestro... origen, por decirlo de algún modo. Ambos somos de familias incompatibles: él es un sangre limpia y yo una sangre sucia. Jamás, jamás, jamás podríamos enamorarnos. Jamás podríamos enamorarnos por nuestra diferencia de linaje, mas no era algo que me preocupara realmente, porque dudo mucho que algún día pudiera llegar a enamorarme de él, ya que estoy segura de que siempre estarían presentes en él la prepotencia y la arrogancia para recordarme que no merece la pena.
- Escúchame. Hagamos lo siguiente ¿vale? -propongo yo frunciendo los labios para componer una forzada sonrisa a la serpiente, que me mira con los ojos entrecerrados-. Olvidemos todo este rollo del juramento inquebrantable, pues no quiero tener que verme en la situación de que o Ron o yo tengamos que matarte porque no me haya enamorado de ti, pero llevemos a cabo el plan. Confiaré en ti, Malfoy, así que no me falles, porque a la mínima situación sospechosa, no dudaré en atravesarte el corazón con una daga o con lo que sea... -él sonríe complacido, porque por fin haya aceptado llevar a cabo su plan-. Bueno, me voy, ¿vale? Ya nos veremos -digo llegando a la puerta de salida en segundos. Le dedico una última sonrisa antes de poner una mano sobre el pomo de la puerta.
- Eh, espera, Granger -dice él-. ¿Tienes algo que hacer lo que resta de noche? -disiento con la cabeza y lo miro poco convencida-. Entonces supongo que podría robar algo de tu tiempo, ¿no?
- ¿Para qué quieres mi tiempo? -le pregunto yo sin comprender a dónde quiere ir a parar.
- Para conocerte... Si vamos a tener que fingir un triángulo amoroso, supongo que necesito saber cosas de ti para cualquier tipo de situación que pudiera darse, ¿no crees, ratita? -abro los ojos como platos ante su proposición, pero no me niego. Sino que, por el contrario, mi subconsciente me incita a asentir para aceptar su propuesta y finalmente lo hago: asiento para aceptar pasar un rato charlando con él.
- ¿Qué quieres saber de mí, Malfoy? -digo yo aún lejos de él.
- Mmm... No sé -cavila durante unos instantes-. Por ejemplo, ¿te gusta esta habitación? -yo disiento. Es demasiado simple para mi gusto-. A mí tampoco. Me está poniendo enfermo estar aquí encerrado en este minúsculo sitio.
- A mí también me pone enferma estar encerrada en un espacio vacío tan reducido.
- Apuntado mentalmente: La ratita odia los sitios pequeños y vacíos -dice él mirando hacia arriba muy concentrado, como si estuviera almacenando los datos en su cerebro.
- Apunta también esto mentalmente, huroncito: Odio que me llamen ratita -digo yo esbozando una sonrisa, que me es respondida con otra del Slytherin, que trata de ocultarla sin éxito alguno. Me gusta verle sonreír, siempre me parece una muchísima mejor persona cuando dibuja una sonrisa en su rostro.
- Apunta tú esto en tu prodigiosa cabecita: Me da igual que odies que te llame ratita, porque seguiré llamándote así durante una buena temporada -dice él muy serio. Yo, ante su expresión, no puedo hacer otra cosa que me reírme. Mi propia risa me suena rara considerando quién ha sido el que en esta ocasión la ha producido...
Salimos de la Sala de los Menesteres al cabo de unos segundos en silencio y nos mudamos a la Torre de Astronomía donde seguimos con nuestra conversación, sin darle importancia a las cámaras y a los micrófonos, tratando de ser nosotros mismos frente a ellos, tratando de demostrar que realmente nos llevamos bien y que realmente hay química entre nosotros.
Pasamos al menos dos horas sentados allí, hablando de temas muy diversos con el fin de obtener información el uno del otro. En un principio, los temas son muy triviales: hablamos de nuestro color favorito, de nuestra asignatura favorita, de nuestro profesor favorito, del mejor libro que hemos leído... pero después los temas empiezan a ser más específicos: hablamos de nuestros planes de futuro (a pesar de que quizás ninguno de los dos pudiéramos llevarlo a cabo), de qué nos gustaría estudiar, de los cambios producidos en Hogwarts y... finalmente de relaciones. Este tema acaba volviéndose incómodo para mí conforme vamos profundizando en él, a pesar de que Malfoy parece encantado de que haya salido a colación.
- Así que es cierto que te gusta Weasley y que te besaste con él en la Gran Batalla Mágica, ¿eh? -dice él cerrando los puños con fuerza fingiendo estar molesto por ello.
- Eh... sí... Pero hace como... como si nada hubiera... pasado -balbuceo mientras me pongo muy roja de la vergüenza-. Bueno... o al menos... hasta esta noche... él... él... se me ha... declarado... y... yo... estúpida... no...
- No has sido capaz de decirle nada. He visto y escuchado la escena desde el sitio en el que estaba con la tía esa, Granger -confiesa él encogiéndose de hombros, pero yo lejos de enfadarme, me siento aliviada porque así no tendré que contarle nada más sobre lo ocurrido esta noche-. Joder... Os liasteis en la Batalla y hasta ahora no habéis hablado del tema... ¿Cómo puede el zanahoria ser tan gilipollas? Te acabará perdiendo... Y si yo fuera él, no lo permitiría -susurra tan flojito que me cuesta oírlo. Evidentemente él no olvida el plan ni un instante-. Bah, en fin... En cualquier caso, supongo que eso significa por tanto que tampoco habéis follado, ¿no? -me pregunta dándole un nuevo enfoque a la conversación. Un enfoque que sabe que me avergüenza muchísimo.
- ¡Malfoy! -le reprocho muy nerviosa mientras lo golpeo en el brazo.
- ¿Qué? -exclama él como si no hubiera dicho nada malo.
- ¡No hables así, por Merlín! -digo yo indignada.
- Vale... Así que tampoco habéis mantenido relaciones sexuales, ¿no? -me inquiere él mirándome con desprecio por obligarlo a hablar de un modo inusual en él.
- No... Él y yo... nosotros... jamás... -balbuceo de un modo ininteligible, con la sangre agolpada en mis mejillas de la vergüenza.
- La verdad es que vuestra relación es bastante rara, Granger -asegura él. Yo lo miro a la espera de que se explique, aún avergonzada-. Me refiero a que estabais todo el rato peleando. Peleabas con él, incluso más que conmigo lo cual ya es decir. Supongo que vuestras peleas se daban por los celos o porque no queríais ninguno de los dos reconocer qué era lo que pasaba entre vosotros -lo miro con la una ceja enarcada, sin comprender del todo bien por qué Draco se ha fijado tan bien en la relación mía y del pelirrojo-. ¡A ver, no me mires así, ratita! ¡Vuestra relación amor-odio no era ningún secreto! ¡No podía serlo cuando os pasabais el día peleándoos en público!
- Tienes razón. No era ningún secreto nuestro relación y sí que era extraña. Nunca hemos tenido claro qué tipo de relación teníamos, porque no estábamos juntos, pero en quinto y sexto curso, además de durante la búsqueda de los Horrocruxes y la Batalla Mágica claro, nos mandábamos indirectas cada vez más directas. Además, siempre que uno salía con otra persona, el otro se encelaba e iniciaba una pelea en la que podíamos aguantar semanas sin hablarnos. Por ejemplo, Ron se cabreó muchísimo conmigo por haber ido al Baile de Navidad con Viktor Krum y apenas me habló hasta que se fue... Y bueno, yo cuando pasó lo de Lavender... -un escalofrío me recorre la espalda al recordar lo mal que lo pasé.
- Sí, te vi alguna que otra noche deambulando por los pasillos, mientras yo... bueno... buscaba el... armario evanescente, y desde luego estabas horrible... horriblemente mal, me refiero, claro -corrobora él esbozando una sonrisa falsa. Se nota bastante que no le gusta recordar que gracias a ese armario llegaron los mortífagos que sembró el caos en Hogwarts.
- Sí, lo pasé bastante mal -digo tratando de disuadir el tema de los mortífagos para no hacerlo sentir mal-. Aunque ahora creo que lo estoy pasando incluso peor que entonces, porque por aquella época al menos no nos habíamos besado... Pero ahora siempre que me peleó con él, paso miedo pensando que un día se harté ya de mí y dejé de perdonarme... De que me obligue a olvidar todo lo que vivimos el año pasado. Me da igual que ahora las cosas no sean como por entonces, pero al menos quiero tenerlo como amigo y a veces siento que lo voy a acabar perdiendo de ese modo también.
- Hay algo que no entiendo... -comienza él muy pensativo.
- ¿Qué no entiendes? -inquiero yo.
- No entiendo porque si ambos os queréis, no estáis ya juntos.
- Yo creo que... tenemos miedo a comenzar una relación amorosa, porque si acabáramos mal, perderíamos también la amistad que hemos mantenido durante casi ocho años.
- Ya... Pero en la situación en la que os halláis, nada de eso tiene sentido; no cuando por fuerza mínimo uno o incluso los dos tenéis que morir en los juegos. ¿Para qué os habrá servido tratar de conservar vuestra amistad? La perderíais al perder al otro... Yo creo que lo más lógico es que estéis juntos el tiempo que os quede juntos y seáis felices -me recuerda un poco a las palabras que Ginny también me recomendó.
- Las cosas entre nosotros son muy difíciles de explicar... Siempre hay algo que nos impide estar juntos. Siempre hay algún obstáculo -digo yo apenada mirando a un punto fijo de la pared.
- Supongo que siempre tiene que haber alguna barrera... -cavila él en un bajo tono de voz.
- ¿A qué te refieres? ¿A ti también te ha pasado algo así... con alguien? -me atrevo a preguntar, a pesar de que no estoy muy segura de que vaya a responderme.
- ¡Joder, claro que no! -exclama el rubio con indignación-. Pero para conseguir cualquier cosa siempre hay barreras y obstáculos que hay que superar. No sé cómo puedes pensar que me haya pasado a mí... Yo jamás he estado enamorado de nadie, Granger -me confía él.
- Más allá de ti mismo, claro -bromeo sin creerme del todo sus palabras.
- Exacto -dice Draco con una sonrisa-. No, en serio, jamás he querido a nadie. Supongo que en cierto modo se habrá debido a que jamás he sentido que ninguna tía me haya querido. Las chicas que se han acercado a mí han venido buscando lo que todas: sexo del siniestro Draco Malfoy. Supongo que les debía dar morbo tirarse a un mortífago de sangre pura y popular en el mundo mágico por ser el archienemigo de San Potter, de la Comadreja traidora a la sangre y de ti, la odiosa sangre sucia, rata de biblioteca -me confía el rubio con una sonrisa irónica, que yo interpreto como que realmente él jamás se ha sentido dichoso por la vida que ha tenido.
Tras su confesión, me siento un poco mal por el chico que está sentado solo en la escalera de la Torre de Astronomía frente a mí, que estoy de pie. Jamás habría pensado que Malfoy pudiera sentirse tan desdichado bajo esa apariencia de que lo tiene todo cuanto quiere. ¿Así que todos aquellos insultos y aquella fama de mujeriego eran sólo una apariencia, una horrible máscara que se había adherido a él de un modo tan fuerte que muy pocas veces podía quitársela? Más allá de su desdicha, yo me siento dichosa por sus confesiones, me encuentro feliz por haber podido atisbar una mínima de luz en toda la oscuridad que lo envuelve... Me siento feliz por haber podido conocer un poquito de la parte más humana de Draco Malfoy.
Reprimo el impulso de sentarme a su lado y abrazarlo para compadecerlo por todo lo que se pierde al no haber estado jamás enamorado. ¿Qué sentido tiene la vida cuando hablas de amor sin siquiera saber el significado real de éste, sin siquiera haberlo experimentado una sola vez?
- Lo siento -digo yo.
- ¿Por qué lo sientes? -me pregunta él muy confundido.
- Por todo lo que te pierdes...
- Oh, no lo sientas, Granger. Es más lo que gano que lo que pierdo. Mi padre desde pequeño siempre me ha dicho que los sentimientos no son más que fuente de confusión y de error, así que cuanto menos se siente, más racional se es -asegura el rubio mientras se aparta el pelo de los ojos y esboza una triste sonrisa.
- No te creas -le contradigo-. La vida no es del todo racional sin amor. Bien es cierto que pueden llegar a ser fuente de confusión, sí, pero también pueden ser fuente de un manantial de felicidad. No sabes las sensaciones tan maravillosas que nacen en ti cuando estás enamorado...
- ¿Ah, sí? ¿Qué sensaciones se dan? -me pregunta él, algo incrédulo.
- Hay tantas... Por ejemplo, cuando la persona de la que estás enamorada te sonríe, sientes que la respiración se te corta y te ruborizas -él me dedica una sonrisa tan blanca que casi alumbra la oscuridad de la Torre y me pregunto si habrá sonreído para comprobar si me he ruborizado y saber así si me gusta quizás un poco-. O sino... cuando estás en cualquier lugar, con amigos, familiares o lo que sea, pero no estás a gusto porque te falta él o ella, porque necesitas estar en el lugar en el que esa persona esté -me siento a su lado tras trastabillar con mis pies al caminar-. Cuando te roza la mano... ¿Cómo describir lo que sientes cuando él o ella toca tu mano? Es una sensación indescriptible -digo mientras aprieto su mano muy avergonzada. Él la retira rápidamente, algo perturbado.
No sé por qué lo he hecho, pero me arrepiento al instante, porque sé que él se ha sentido muy incómodo. Pero lo que cuenta realmente es que lo he hecho. Le he agarrado la mano y no entiendo por qué lo he hecho. ¿Lo he hecho por compasión por no haber estado enamorado nunca y haberse perdido tantas cosas? ¿Por agradecimiento por haber compartido toda una noche que sin duda alguna hubiera sido deprimente sin él? ¿O por mí misma?
Prefiero no darle más vueltas y olvidar lo que he hecho. Es más sencillo así tanto para él como para mí.
- Es indescriptible, porque no se siente nada -dice él tras carraspear para aclararse la voz.
- No sientes nada, porque no estás enamorado de mí, idiota -él entorna los ojos como dando a entender que es lo que he dicho es tan evidente que ni siquiera fuera necesario aclararlo.
- ¿Y qué sientes tú cuando te acaricio la mano, Granger? -me pregunta él mientras me roza la mano y me pone la piel de gallina.
Y una vez más opto por no pensar en lo que acaba de ocurrir, porque es difícil explicar por qué los vellos de mi piel se han puesto como escarpias ante su roce.
- Nada -digo yo titubeando.
- ¿Ves? Todo esto es una tontería.
- Lo dices porque jamás has sentido nada parecido -me atrevo a decir.
- Bah, ni quiero sentir nada parecido. ¡Qué pasteloso, por Salazar! Suena jodidamente vomitivo -asegura él componiendo una mueca de asco.
Después de su comentario, nos mantenemos unos segundos en silencio. Finalmente él se levanta de mi lado y me tiende una mano para que me levante. Yo la acepto e, impulsada por el tirón de su mano, me levanto de las escaleras.
- Es tarde, Granger. Me voy a ir ya a dormir -comenta él.
- Eh, claro. Bueno supongo que adiós, entonces -digo yo muy nerviosa, sin saber muy bien si debería decir algo más después de haber compartido toda la noche con él.
- Si quieres, puedo acompañarte hasta el cuadro de tu torre -propone el rubio, mientras yo asiento con la cabeza-. De todos modos, tengo que bajar las escaleras hasta la planta séptima para coger las que llevan hasta las mazmorras, ya sabes -aclara.
Caminamos separados por unos centímetros el uno del otro en un incómodo silencio. Ambos parecemos habernos quedado sin palabras, después de todo lo que nos hemos confiado el uno al otro durante toda la noche, ahora no sabemos qué decir. Cuando llegamos al cuadro de mi torre, la situación se torna aún peor pues ahora sí que no sé qué debería decirle al Slytherin. ¿Debería irme sin decir nada? ¿O debería decir algo y marcharme? Finalmente opto por la segunda opción.
- Gracias... por... acompañarme -digo yo ruborizada.
- No es nada, pelo fregona -nuevo mote, oh no, pienso-. Ya nos vemos -comenta guiñándome un ojo. Yo le sonrío haciendo caso omiso a su nuevo apelativo cariñoso.
- Buenas noches, Malfoy -voy a volverme y entonces decido que no voy a marcharme aún, porque él se merece algo más que un simple buenas noches.
Me giro sobre mí misma y me aproximo hasta él. Me pongo de puntillas y le beso en la mejilla. Él se queda hecho una estatua de piedra mientras mis labios se posan sobre su cachete que ahora está coloreado de un intenso color rojo.
- ¿Hermione...? -dice una voz detrás de mí que suena enfadada.
Una voz que lamentablemente me es familiar. Una voz que reconozco en cuestión de segundos como la voz de Ron, que acaba de salir del cuadro y ha visto la escena del beso.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro