Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Acciones

Un leve y dulce picoteo en mi cara es la forma de buenos días con la que me encuentro esta mañana, la mañana que sigue a uno de los mejores días de mi existencia. Estiro los brazos para desperezarme y sin poder reprimir una sonrisa, me llevo las manos a los labios. Están ligeramente desgastados y muy agrietados, cosa que me hace tremendamente feliz pues confirma que todo lo que viví la noche anterior es cierto y no fruto de mi desbocada imaginación. Me froto los ojos, en respuesta a la radiante y molesta luz que incide en mis párpados y que me molesta a pesar de que los tengo cerrados. Después, los abro y no puedo evitar sobresaltarme cuando me encuentro con unos gigantescos ojos amarillos examinándome a escasa distancia de mi rostro.

Es una lechuza. Una preciosa lechuza de plumaje blanco que sin duda alguna es la primera vez que la veo en mi vida y que permanece posada en mis rodillas. Acaricio sus elegantes plumas cariñosamente, preguntándome a quién pertenecerá. La contemplo durante un rato admirando la belleza de su plumaje blanco, el cual hace un curioso y precioso contraste con sus ojos amarillos y con su pico anaranjado, pico que por cierto porta un pergamino. La inteligente lechuza se da cuenta de que estoy mirando fijamente el pergamino y lo suelta sobre mi regazo. Yo me incorporo un poco y la lechuza ante el desequilibrio experimentado se pone sobre mi mesita de noche.

– ¿Para mí? –pregunto y tan pronto como pronuncio las palabras, me siento como una idiota por tratar de hablar con un animal. Mas aquel simpático pájaro parece entenderme, pues ulula a modo de afirmación. Revolotea un poco alrededor mía y vuelve a posarse sobre la mesita de noche.

Abro el primer cajón de la mesita de noche y le tiendo unas golosinas para lechuza que se come encantada. Examino el pergamino durante unos instantes antes de abrirlo y tras mantener la vista fija en él unos segundos, llego a la conclusión de que tanto el dueño del ave como el del pergamino es alguien elegante y refinado, pues la cinta de satén verde que envuelve el pergamino es casi tan elegante como el plumaje blanco de la lechuza. Todo parece cautelosamente elegido por alguien con un distinguido estilo o por alguien que quiere causar buena impresión. Al abrirlo, me sorprende ver que el autor tiene una caligrafía también elegante, pulcra y concisa.

Ratita:

Quiero repetir una tarde como la noche de ayer. ¿Quedamos a las siete donde siempre? Traete el peluche de comadreja que te regalé quiero hacerle unos cuantos cambios antes de irme. ¡Que no se te olvide, eh! Sin pegas ni excusas.

Espero tu respuesta impacientemente. Envíala con Neftis (la lechuza).

Hurón.

Sonrío cuando acabo de leer la carta. No me hace falta releerla ni una sola vez para adivinar que aquella pulcra letra es la de Malfoy y que bajo ese precioso pergamino de una idílica quedada se esconden millones de mensajes subliminales. Me pregunto por qué habrá escrito la carta con tanto secretismo y tantas decoraciones. Tardo segundos en averiguarlo y una vez lo he descubierto, me parece tan obvio... Seguramente los mortífagos también controlan las cartas que mandamos los tributos. Han de controlar todos nuestros movimientos y siendo sinceros, si son capaces de poner cámaras y micrófonos para mantenernos controlados las veinticuatro horas del día, ¿cómo no van a revisar nuestro correo en busca de cualquier anomalía en nuestra actitud?

Analizo la carta palabra a palabra tratando de descubrir qué es lo que realmente quiere decir todo aquello. Es evidente que el “Quiero repetir una tarde como la noche de ayer” no son más que palabras decorativas, así que no les presto demasiada atención. El “¿Quedamos a las siete donde siempre? Traete el peluche de comadreja (...)” se refiere descaradamente a que necesita que vayamos a la Sala de los Menesteres a las siete tanto Ron como yo. Seguramente será para concretar qué es lo que vamos a hacer en los juegos y cómo lo vamos a hacer. Releo el nombre de su lechuza, Neftis, ¿qué clase de nombre era ése para una lechuza? Me pregunto cuál será su significado etimológico, mas no le doy más importancia, pues me centro en el final de la carta: Hurón. No puedo evitar carcajearme al leer aquella palabra escrita por su propio pulso. No sé si ha usado ese apelativo para mantener el secretismo o si lo ha hecho simplemente por el gusto de hacerlo, pero igualmente me provoca unas cuantas risas.

Enseguida me pongo a elaborar mi carta a modo de respuesta para que Neftis se la lleve lo antes posible. La releo una vez más antes de dársela a la juguetona lechuza que vuelve a reposarse en mi regazo y a acariciarme con su sedoso plumaje.

Hurón:

El rato de ayer por la noche fue genial, así que me parece una idea genial tratar de rememorarlo. Siento muchísimo haber tenido que marcharme tan pronto, pero bueno hoy nos veremos y recuperaremos el tiempo perdido... Las siete me parece la hora perfecta. Nos vemos donde siempre, ¿me esperarás fuera o dentro?

P.D.: Tranquilo que no olvidaré llevarme tu precioso peluche.

Ratita.

Enrollo el pergamino con la cinta del propio Malfoy y se lo doy a Neftis, que se marcha ululando de mi habitación. Decido que mientras espero la respuesta de Malfoy, podría aprovechar el tiempo y tomarme una ducha tranquilamente, ya que ninguna de mis compañeras de clase se hallan en la habitación, lo cual me parece completamente normal considerando que son más de las dos de la tarde. Cuando entro en la ducha, el agua está extremadamente caliente, tanto que mi piel se enrojece al contacto, pero no bajo la temperatura, pues me encanta esa sensación. Pienso en las gotitas de agua que recorren mi cintura... Allí mismo estuvieron posadas las manos de Ron ayer por la noche. No puedo reprimir esa boba sonrisa que mi cara me obliga a componer al pensar en mi pelirrojo. ¡Por fin todo se ha aclarado! ¡Por fin las cosas van bien entre nosotros! ¡Por fin nuestra relación parece tener cavidad en la lógica! ¡Por fin todos estos años de espera han dado sus frutos!

Evoco los recuerdos de los labios de Ron pasándome los dedos por mis labios una vez más. Decido que no puedo esperar más para volver a verlo, así que salgo inmediatamente de la ducha y salgo en albornoz del cuarto de baño hasta el armario en busca de algo qué ponerme. Justo cuando he decidido que ponerme, unos cómodos jeans y una camiseta básica de media manga, entra por la ventana la lechuza de Malfoy con su respuesta. Tan pronto como deposita el pergamino en la cama, atraviesa la ventana y se marcha animadamente.

Ratita:

Me alegra saber que tú también te lo pasaste bien ayer. Te esperaré dentro. Ya sabes, piensa en el simplismo. Ambos lo odiamos.

Hurón.

Cabeceo en desaprobación a las palabras de Malfoy. Me parece un poco imprudente que por su parte haber dado una prueba tan clara de lo que tienes que pensar para convocar la Sala de los Menesteres, aunque en realidad pensándolo bien... ¿quién diablos más allá de nosotros sabe qué significa aquello de que odiamos el simplismo? ¿Quién diablos sabe que hemos quedado en la Sala de los Menesteres? Nadie más que nosotros dos. Bueno, y Ron también tendrá que saberlo, cosa que no creo que le haga la menor pizca de gracia.

Ya vestida, salgo de la torre femenina y me encabezo hacia la masculina. Quiero acercarme a la habitación de Ron y Harry, por si acaso mi pelirrojo sigue dormido y aún no se ha marchado, para recordarle que hoy es el día en el que viene su familia a visitarle. Cuando llego a la habitación, llamo a la puerta y es Neville quien me abre.

– Hola, Hermione. ¿Buscas a Ron? –pregunta mi amigo sin dar rodeos.

– Eh... sí –afirmo yendo al grano–. ¿Está despierto?

– Claro, pero ya no está aquí. Se fue hará unas dos horas. Supongo que habrá ido a encontrarse con su familia...

– Ah, claro –digo un tanto desanimada ante la idea de que Ron se haya ido sin siquiera pasarse por mi habitación–. Bueno, ¿y tú qué haces aquí solo? ¿No bajas? –pregunto bastante extrañada porque mi amigo no haya bajado a ver a Luna.

– Sí, bajo ahora. Estaba acabando de prepararme... Hoy me voy de picnic al Lago Negro con Luna y su padre. No me hace mucha gracia la idea de que me presente a su padre, pero bueno ella ha insistido... y yo... no he podido negarme –comenta esbozando una tímida sonrisa.

– Ya os vi ayer. Me alegro tantísimo por vosotros, Neville –aseguro componiendo una sonrisa mientras le acaricio el brazo.

– Yo también me alegro por los dos. Ya hoy Ron nos lo contó todo muy emocionado –no puedo evitar ruborizarme ante las palabras de Neville.

– Muchas gracias –digo antes de abrazarlo.

Él me abraza también torpemente y me recuerda ligeramente al inseguro chico de cuarto curso que me pidió ir al baile, porque pensaba que yo lo trataba muy bien y lo ayudaba siempre que lo necesitaba. Han cambiado las cosas tanto desde entonces... ¿Quién le diría a Neville que acabaría emparejado con una chica que por entonces no conocía y que sería una gran amiga de la chica a la que le pidió ir al Baile? Ha pasado tanto tiempo... Y tantas cosas entre nosotros. El destino ha provocado que hayamos estado unidos, combatiendo el mal juntos y cosas como tales no se olvidan fácilmente. Definitivamente Neville es una de las personas que más voy a echar de menos cuando tenga que irme a los juegos... mañana... ¿Mañana? ¿Ya? ¿Pero cómo demonios ha pasado el tiempo tan rápidamente?

– Bueno, nos vemos después, ¿no? –digo yo rompiendo nuestro abrazo.

– Claro –sentencia. Me giro sobre mis pies para marcharme, cuando sus palabras interrumpen mi partida–. Oye, ahora que lo recuerdo... Hace unos días dijiste que teníamos que hablar, ¿no, Hermione? ¿De qué querías hablar conmigo? ¿Lo recuerdas?

– Oh, cierto –ahora sí lo recuerdo. Recuerdo que lo vi llorando desconsoladamente frente a la chimenea, así como evoco mis palabras sobre una futura conversación entre él y yo–. Ya no es necesario hablar de ello, pero...

– Da igual, cuéntamelo. Me quedé con la intriga –dice encogiéndose de hombros.

– No creo que sea un tema agradable sobre el que hablar precisamente ahora.

– ¿Es de...? –dice a punto de estallar en un llanto.

– Sí. Es de ella –confirmo débilmente–. Bueno o al menos eso creo. El otro día te vi llorando frente a la chimenea de madrugada y me alarmé bastante... Ayer cuando te vi con ella, abrazado en aquel montículo de piedras, lo entendí. Llorabas por...

– Luna –suelta justo antes de romper en lágrimas.

Le limpio las lágrimas y una vez más lo abrazo para reconfortarlo. Ojalá pudiera decirle que la traería de vuelta, ojalá pudiera asegurarle que la cuidaría cada día para evitar su muerte, ojalá pudiera anunciar con convicción que sobreviviría... ¡Ojalá pudiera prometerle que compartirían un maravilloso futuro y que serían felices juntos! Ojalá pudiera hacer que todas esas palabras reconfortantes se hicieran realidad, mas no puedo. Pues no está dentro de mis posibilidades prometerle que será ella la vencedora, cuando yo misma ya tengo fijada la meta de hacer a Ron vencedor.

– Lo siento... –susurro.

Neville me mira a los ojos y sonríe tristemente para después disentir, pues ambos sabemos que no tengo por qué lamentarme la suerte de otra persona, en este caso de la de Luna, puesto que yo estoy en las mismas condiciones que ella.

– Será mejor que me vaya, ¿vale? Quiero ver a Molly y a Arthur –digo yo rompiendo el abrazo definitivamente.

– Salúdalos de mi parte, ¿vale? –me pide él mientras se frota los ojos con la manga del jersey para borrar las lágrimas de sus ojos.

– Claro. Después nos vemos.

– Eso. Ya nos vemos –se despide y nada más marcharme, me siento extremadamente mal por ello, pues aunque cierra la puerta de la habitación, puedo oír sus incesantes sollozos por la suerte de Luna desde la Sala Común. Debería y me gustaría poder ir, abrazarlo y consolarlo, justo igual que antes, pero... ¿quién me consuela a mí? ¿Quién es capaz de hacer desaparecer el dolor que me provoca la idea de tener que considerar a Luna como una enemiga? ¿Quién puede soliviantar el daño que me produce la idea de saber que voy a tener que matar gente?

Y de repente obtengo la respuesta: Ron.

¿Dónde te has metido, Ron? Cuando llego al Vestíbulo de Hogwarts, no hay ni un alma. Suspiro y me acerco al Gran Comedor, cuyas puertas están abiertas de par en par, en busca de los Weasley, pero a pesar de que está lleno de gente, no hay ni rastro de la familia de Ron. Veo el pelo platino de Malfoy sentado en la mesa de su casa junto a su madre y frente a la excesiva fuente de comida... Mi estómago gruñe reclamando su porción alimenticia, pero decido que mi hambre puede esperar, pues he de buscar a los Weasley. Quiero ver antes a mi pelirrojo y, si aún no ha almorzado, proponerle ir a comer conmigo.

Noto las pupilas de Malfoy clavadas en mí cuando salgo corriendo a los jardines. Allí me encuentro por fin con un cúmulo de cabezas pelirrojas, que rápidamente asocio con los Weasley. Distingo que están Ron, Arthur, Molly, Percy, George y Ginny evidentemente. También, entre aquella marea de cabellos anaranjados, vislumbro el cabello azabache de Harry. Me pregunto dónde estarán Bill y Charlie. Disminuyo la marcha y me acerco a ellos con una sonrisa como respuesta a la que Ron me ha dedicado nada más verme. Alguien debe anunciar mi llegada, puesto que la familia al completo se gira para contemplar cómo camino hasta llegar a ellos. Molly me saluda ya desde el lejos con la mano y Arthur me sonríe. Me siento incómoda por unos instantes, pues se me plantean millones de dudas sobre el asunto de cómo debería tratar a los padres de Ron, después de todo lo ocurrido entre su hijo y yo la noche pasada. Aún más dudas me surgen acerca de cómo he de tratar a Ron. Evidentemente delante de sus padres, voy a actuar como si fuéramos sólo amigos, pero ¿y cuándo estemos a solas? Siento que me tiemblan las piernas.

– ¡Hola, Hermione, cielo! ¿Cómo estás, querida? –me saluda la señora Weasley cuando llego a su lado. A continuación, me abraza con dulzura y me hace sentir algo más cómoda–. ¡Pero qué canija que estás! ¿Aquí no os dan de comer o qué? ¡Seguro que si hubieras venido a pasar el verano a casa, no estarías tan delgada! Aun así, estás preciosa, querida, si se me permite decirlo, claro –comenta cuando rompe nuestro abrazo con una sonrisa, mirando inquisitivamente a Ron, que se ha ruborizado muchísimo, al igual que yo.

– ¿Por qué te pones rojo, Ronnie? –pregunta George, haciendo que Ron y yo nos removamos incómodos. Su voz suena tan apagada que hasta aquel comentario, que habría hecho reír probablemente a todos los presentes, suena terriblemente triste. Es evidente que venir a Hogwarts no le ha hecho ningún bien a George, pues debe estar rememorando mucho de los momentos compartidos con su alma gemela, alma que por primera vez no lo acompaña por estos terrenos. Debe ser doloroso volver a un lugar que solías compartir con una persona importante en tu vida y que ya no está–. Me alegro de verte, Hermione –dice él componiendo una triste sonrisa, justo antes de perderse de nuestra vista en dirección al castillo.

Todos nos quedamos mirando cómo se marcha sin pronunciar una sola palabra, pues todos suponemos que necesita estar solo y rememorar en silencio y quizás también entre algunas lágrimas algunos de los mejores momentos que le ha dado este colegio siempre en compañía de Fred. Molly respira hondo tratando de contener las lágrimas también, Arthur se acerca a ella y le pasa el brazo por los hombros.

– Yo también me alegro de veros a todos –comento al cabo de unos segundos tratando de destensar un poco el ambiente.

– Nosotros también nos alegramos de verte, Hermione –sentencia el padre de Ron dándome un ligero apretón de manos mientras me dedica una sonrisa que denota lo triste que le hace ver a su hijo George sufrir así. En segundos soy capaz de ver que la tristeza de George no es más que un reflejo de la que sienten todos, pues, aunque quizás en menor medida, todos echan en falta a Fred y al espectacular sentido del humor que ambos compartían. ¿Cuántas vidas se cobró la guerra? ¿Y cuántas más se cobrarían ahora los mortífagos en los juegos? La mía, por descontado, pero también probablemente se llevarían otras 22 más...

– ¿Has ejercido este año también como prefecta, Hermione? –me pregunta Percy irrumpiendo en mis pensamientos y en un desesperado intento de alejar la tristeza que nos embarga a todos ante el recuerdo de aquellos que se marcharon, de aquellos cuya esencia siempre permanecerá entre los destruidos tabiques de este castillo...

– Qué va. Este año, nuestros maravillosos profesores han decidido prescindir de prefectos y hacer todo el trabajo ellos mismos –me obligo a responder, a pesar del nudo que tengo formado en mi garganta–. Supongo que no se fían de nosotros.

– Oh, es una pena –exclama Percy un tanto decepcionado.

– Sí, una pena, claro –dice Ron con una sonrisa–. Una pena es que nos estemos perdiendo el almuerzo del Gran Comedor... ¡Me muero de hambre!

– Pues que no se diga más. Vamos a comer –propone Arthur. Todos asentimos y, sin separarse de su esposa, ambos encabezan la fila en la que nos desplazamos todos al Gran Comedor.

Ron se queda parado a la espera de que llegue. Cuando está a mi lado, me agarra del brazo pidiéndome que no me mueva del sitio y una vez que todos nos han adelantado, reanudamos la marcha ubicados ya al final de la cola, que sigue encabezada por los padres de Ron. Percy habla animadamente con Ginny y Harry sobre su dimisión como trabajador del Ministerio de Magia tras la recuperación del poder a manos de los mortífagos. Tanto la pelirroja como el azabache no parecen interesados por el tema, pero fingen interés para contentar a Percy. Por tanto, Ron y yo estamos al final de la fila, ajenos a los oídos de los demás.

– ¿Qué tal has dormido? –pregunta antes de tomarme de la mano. Yo lo miro con una ceja enarcada y él, dada mi expresión de confusión, hace lo mismo–. ¿A qué viene esa cara? ¿Te molesta que lo haga? –dice cabeceando en dirección de nuestras manos.

– No, ¡claro que no! Es la falta de costumbre –comento soltando una risita nerviosa. Él se encoge de hombros y yo le respondo a su pregunta–: He dormido bastante bien, la verdad. A pesar de que han sido pocas las horas que he dormido, me siento descansada. ¿Y tú qué tal has dormido? ¿Has descansado? Hoy te has levantado bastante temprano, ¿no?

– Sí. ¿Cómo lo sabes? –pregunta él ligeramente sorprendido.

– Me pasé hace un rato por tu habitación para informarte de que iba a bajar y para proponerte bajar conmigo en caso de que estuvieras aún en tu dormitorio. Aunque, bueno, de poco me sirvió, porque ya te habías marchado –le comento–. ¡Vamos, que digo yo que podrías haberme avisado de que ibas a venir a ver ya a tu familia! ¡Sabes perfectamente que yo quería acompañarte! –exclamo propinándole un ligero codazo en el costado.

– No hables antes de tiempo, Mione. Mandé a mi hermana a tu habitación para que se acercara a decirte que me iba ya a ver a mis padres y la echaste tirándole una almohada –dice él dándome un suave golpecito en la nariz con su dedo–. Querría haber ido yo mismo a darte los buenos días, pero te recuerdo que los chicos no podemos acceder a vuestra torre...

– Cierto... Aunque no recuerdo eso de la almohada...

– Te lo prometo. Pregúntale a Ginny si quieres.

– Tranquilo, te creo –aseguro esbozando una sonrisa.

– Ea, pues ya está. Ahí tienes la explicación. Que conste que yo te avisé.

– Vale –digo resignada, justo antes de cambiar de tema de conversación–: Oye, ¿y el resto de tus hermanos dónde están? ¿No han venido?

– No, no han podido venir. Bill está en Egipto trabajando para Gringotts y Charlie sigue en Rumania con los dragones. Ellos querían venir, pero les ha sido imposible cambiar la fecha de vacaciones. Están muy tristes al respecto, pero bueno al menos han podido mandarles un regalo y un pergamino cada uno para que me lo dieran –suspira. Se nota mucho que lamenta que sus hermanos no hayan podido venir. Le doy un dulce apretón de manos para reconfortarlo y él me dedica una azulada mirada de amor.

– ¿Qué te han dicho tus padres? –le inquiero sin poder reprimirme.

A ninguno de los dos nos gusta hablar del tema de los juegos, pero creo que ya es hora de hacerlo, pues al fin y al cabo partimos mañana y es mejor ir concienciándose ya sobre nuestro futuro próximo. Probablemente mañana a esta hora de camino a algún lugar desconocido y por descontado peligroso. Un lugar alejado de todas las personas que amamos, un lugar cercano al dolor, el lugar donde pondré fin a mi existencia... Y me doy cuenta, aunque resulte sorprendente, de que realmente me da igual morir, de que si tiemblo al pensar en los juegos es porque no puedo evitar que hay un riesgo, un riesgo de que le pase algo a Ron y la simple idea de que le hagan daño, me duele. Me duele pensar que... que... pudiera... perderlo.

– Me han dicho que estoy condenadamente loco y que no entienden por qué lo he hecho. Que es la cosa más estúpida e inmadura que he hecho en mi vida –dice él sin inmutarse.

– Y tienen razón. Yo tampoco sé cuáles fueron los motivos en los que te basaste para hacerlo, Ron, pero fue una absurda y completa estupidez por tu parte –le reprendo.

– Pues ¿qué quieres que te diga? Pero yo no lo veo así –exclama él, parándose en medio del trayecto–. No me parece ninguna tontería. Imagínate que... te pasara... algo –cabecea intentando alejar esos pensamientos y al cabo de unos segundos añade–: Mis padres ya saben que no tengo intenciones de volver. Saben que mis intenciones son que vuelvas tú –susurra mientras me acaricia la cara con la mano.

– Tú lo has dicho: son tus intenciones, pero ambos sabemos que no es lo que vas a hacer. No cometerás la estupidez de quitarte la vida por mí. Ellos te necesitan con vida y yo también –exclamo muy enfadada mientras me remuevo para apartar su mano de mi cara.

– ¿Sabes? No es algo discutible, Hermione, así que borra de esa inteligente cabecita que tienes cualquier otro plan que no conlleve tu salvación. No vas a morir –zanja–. Volverás con vida y buscarás a tus padres –trato de rechistarlo, pero me silencia poniéndome un dedo en la boca a modo de advertencia.

Allá donde se posan sus dedos, las células de la piel de mis labios responden emitiendo una irresistible y pequeña descarga eléctrica. Levanto la mirada, ruborizada, y nuestras miradas se encuentran. Ante su cristalina y límpida mirada con la que trata de convencerme, no puedo hacer otra cosa que dejar que las lágrimas broten de mis ojos. No voy a darle el gusto de salvarme. Él tiene que vivir. Esos ojos color cielo cargados de energía no pueden perderse, tampoco pueden hacerlo sus pecas, ni su pelo color fuego, ni su larga nariz, ni su complexión nervuda, ni su descomunal altura. Nada de ello se puede perder, Ron ha de existir.

Él me estrecha contra sí y yo sollozo en su pecho mientras me acaricia el pelo con dulzura. Ahora más que nunca estoy convencida de que él ha de existir, aunque ello conlleve que yo haya de morir. No es que desee la muerte, simplemente deseo que él viva, y sé que el único método es muriendo yo, por eso la muerte no se me antoja como algo tan difícil. Sé que será difícil cuando llegue el momento, pero sé que seré capaz.

Me aprieto con más fuerza contra él, hundiendo mi cabeza en su pecho y respirando su embriagador olor. Ojalá pudiéramos sobrevivir los dos. Ahora que estamos juntos, todo duele más...

– Siento romper esta bonita estampa amorosa, pero necesito hablar con Granger un momentito –interrumpe Malfoy, que acaba de aparecer de la nada–. Así que si me disculpas... –dice el rubio tirando de mí para alejarme de Ron.

– Eh, eh. ¿Qué crees que estás haciendo? –se queja Ron atrayéndome hacia sí.

– Es evidente, ¿no te parece? Alejarla de ti. Ya te he dicho que quiero hablar con ella, sin que tú estés de por medio, claro –se pasa la mano despreocupadamente por su pelo rubio.

– Me parece genial que quieras hablar con ella, pero ahora mismo ella está conmigo, así que piérdete y búscala en otro momento, ¿vale?

– No, no vale. Necesito hablar con ella ahora mismo –Malfoy comienza a exasperarse.

– Pues eso no va a ser posible –dice Ron cabreado.

– Oye, Weasley, ¿por qué no te vas por ahí a pedir limosna con tu familia y me dejas hablar de una maldita vez con Granger? Mira, ten, ya tienes el primer galeón –dice lanzándole un galeón a los pies. Como consecuencia, Ron se pone rojo del odio que Malfoy le inspira–. Quizás con unos cuantos más por fin consigas cambiar de túnica –ataca cruelmente el Slytherin. Yo lo miro con la boca abierta, incapaz de decir nada. Esta vez se ha pasado...

– No quiero galeones –dice lanzándole el galeón certeramente a la nariz–. ¿Para qué los necesito? –inquiere el pelirrojo justo antes de plantarme un beso en los labios–. La tengo a ella. No necesito nada más material que a ella misma –me aprieta contra sí con fuerza, como si quisiera mostrarle a Malfoy que le pertenezco–. Así que puedes quedarte con tu inútil galeón –se aparta de mí y se lo tira a los pies de Malfoy. Después, añade–: Es una pena que el amor no se pueda comprar con galeones, ¿verdad? Estoy seguro de que si fuera así, lo habrías comprado, pero las cosas no son así. Nunca podrás valerte de los montones de galeones que tienes acumulados en tu cuenta de Gringotts para que alguien te quiera de verdad –continúa separándose de mi lado–, o mejor dicho, para que ella te tenga un mínimo de aprecio y éso es lo que te fastidia. Éso es lo que te jode, que ella prefiera estar conm,igo antes que a tus montones de galeones, que ella me prefiera. Qué triste es la envidia –sentencia, despertando la furia contenida del rubio, que no parece capaz de decir nada.

Una vez lejos de mí, Draco se dirige a Ron con las intenciones de plantarle un puñetazo en la nariz, pero el Gryffindor predice el movimiento del rubio y amaga justo a tiempo para evitar el impacto. Yo miro la escena confundida sin entender muy bien a qué viene todo esto. No entiendo por qué Ron parece querer marcar territorio delante de Malfoy. No entiendo por qué Malfoy parece enfadado ante dicha acción. No entiendo por qué pelean cómo si Malfoy también estuviera interesado en mí. No entiendo nada y entonces lo entiendo todo.

Los juegos acaban de comenzar. El triángulo amoroso acaba de ponerse en marcha.

– ¿Envidia? ¡¿ENVIDIA?! –se carcajea histéricamente–. ¿Pero qué demonios sabrás tú, Weasley? ¿Has estado espiándonos quizás las noches que hemos estado juntos? Apuesto a que, de haberlo hecho, te habrías llevado una sorpresa con respecto a la relación que tengo con ella. No tiene nada que envidiarle a la tuya –lo provoca el rubio–. De hecho, he avanzado más con ella en apenas una semana que tú en siete años.

– Vale, todo eso está muy bien, pero con el que está ella ahora mismo es conmigo y no contigo –dice Ron tratando de parecer calmado.

– ¿Crees que no lo sé? Ya sé que está contigo y me da igual la relación que tengáis. Yo me limito a preocuparme por la que tengo yo con ella. Quizás, dado que estáis juntos, deberías preocuparte tú un poquito más por la relación que tengo yo con ella –lo alerta.

– ¿Podéis dejar de hablar de mí como si no estuviera?

– ¿Ah pero que hay algo de lo que preocuparme? –comenta el pelirrojo, ignorando mi petición–. La conozco perfectamente y sé que jamás estaría interesada en tener algo contigo, así que no sé de que he de preocuparme.

– Deberías de preocuparte de mí. Soy... mmm... bastante persuasivo. Granger podría cambiar de opinión –sigue atacando.

– ¿Hola? ¡Estoy aquí, por Merlín! –digo tratando de hacerme notar, mas me ignoran.

– ¿Cambiar de opinión? –Ron se ríe–. Hermione es tanto o más cabezota que yo. Créeme es difícil hacerla cambiar de opinión. Si la conocieras bien, lo sabrías.

– ¿Insinúas que no la conozco? –el pelirrojo asiente–. Sé de ella más de lo que piensas. De hecho, sé cosas de ellas que tú ignoras...

– ¿Por ejemplo? –pregunta Ron sorprendido.

– ¡Por Merlín! ¡Dejad de hablar de mí como si no estuviera! –grito exasperada–. ¡Y dejad de pelearos como críos! Parad, en serio, porque me ponéis enferma. ¿No querréis pasar vuestro último día siendo torturados por los profesores? ¡Os recuerdo que mañana nos marchamos y que para dos de nosotros probablemente éste sea el último día que nos queda para compartir en armonía con los demás! Después tendremos que matarnos entre nosotros, así que ¡parad, por favor! –mis palabras sirven como tranquilizante y la cargante atmósfera de odio que embargaba a los dos chicos parece suavizarse un poco.

– Ojalá nadie se me adelante a la hora de matarte, zanahoria. Sería la persona más feliz del mundo si fuera yo el que decidiera tu destino –dice con una sonrisa el rubio.

– No hables tan rápido, Malfoy. ¿Quién dice que no serás tú quien acabará diciendo plegarias y rogándome que te perdone la vida?

– Créeme, eso no pasará.

– ¡Que paréis, por Merlín! ¡En serio, se acabó! –digo yo ya muy cansada de toda aquella actitud. Si esto es lo que me espera hasta el fin de mis días, probablemente me volveré loca mucho antes de que este fin llegue–. Ron, ve al Comedor con tu familia y guárdame un sitio a tu lado. Hablaré con Malfoy y ahora iré para allá. Tardaré poco tiempo, de verdad –aseguro antes de darle un corto beso en los labios.

– Cuidado con lo que le haces –lo amenaza el pelirrojo justo antes de marcharse, a lo que responde Malfoy poniendo los ojos en blanco.

– Evita ese tipo de situaciones cuando yo esté delante, ¿de acuerdo? –me espeta de repente, cuando ya estamos los dos solos.

– ¿Por qué? ¿Te molesta? –pregunto yo con una sonrisa burlona pintada en mi rostro.

– En lo que respecta a mi vista, sí. ¿Sabes? No es agradable ver cómo Weasley y tú intercambiáis saliva. De hecho, es bastante desagradable –insiste–. A mí, personalmente, me produce arcadas.

– No creas que porque te produzca arcadas, pienso dejar de hacerlo. Ron ya es mi novio oficialmente, así que no tengo por qué privarme de besar a mi novio –digo yo un tanto ruborizada. Novio... Es mi novio... Suena tan bien que no puedo evitar esbozar una sonrisa.

– Ya sé que es tu novio, pero intenta que mi madre no te oiga decir eso, ¿vale? El hecho de estar con un traidor de sangre sólo empeoraría la ya de por sí mala impresión que tiene de ti.

– La verdad es que no me importa mucho la impresión que tenga tu madre de mí, ¿sabes?

– Pues debería importarte ahora que te la voy a presentar oficialmente –deja caer, haciendo que ponga los ojos como platos.

– ¡¿Estás loco?! –grito alarmada. ¿Cómo pretende presentarme a su madre? ¡Ella debe odiarme por lo que soy! ¡Y además, ella ya me conoce! ¡La señora Malfoy me conoce por ser la sangre sucia que su hijo año tras año ha insultado, por ser la mejor amiga del enemigo de su Señor, por ser la novia del hijo de Molly, la mujer que mató a su hermana! ¿Cómo pretendía presentármela sin que saliera muerta del intento? Definitivamente, los juegos me parecían totalmente insignificantes frente a lo que me imponía la madre de Draco.

– No. Te lo estoy diciendo en serio, ven –dice él tirando de mi mano para hacerme avanzar hasta el Comedor.

– ¿Para qué quieres presentármela? ¡Ella ya me conoce! ¡No es necesario...!

– Pero no oficialmente. Quiero que vea que es posible que caigas bien, independientemente de tus orígenes y de tu estatus de sangre. Ella no cree que seamos amigos. De hecho, odia la idea tanto como yo la odiaba antes... Sólo quiero que vea que tiene una concepción errónea sobre ti. ¡Venga, Granger, no seas estirada! –me suplica con la sonrisa más angelical que jamás he visto componer a dicho demonio.

– No –mantengo.

– Por favor... –dice acariciándome el brazo con el dorso de la mano. Se me erizan los vellos de aquellos recovecos de la piel que se han encontrado con la suya, a una temperatura mucho más baja que la mía.

– No... –repito tras liberar un suspiro.

– No voy a suplicarte más, Granger. ¡Ven, joder! ¡Mi madre quiere conocerte! –ahora me da un ligero apretón de manos y yo lo miro extrañada, sin comprender muy bien a qué vienen todas estas señales de descarado coqueteo.

– ¿Éso quiere? –suelto una carcajada histérica.

– Granger, jamás te he pedido un favor y... por favor... yo... –comienza a decir.

– ¡De acuerdo, iré, hurón! –cedo.

Sin más palabras que decir, Draco Malfoy me tira de la mano y entramos casi corriendo en el Gran Comedor. Veo que Ron mantiene la fija en el enlace de nuestras manos mientras arranca un muslo del pollo que ahora come con ira, yo suspiro apenada. Me incomoda ver enfadado a Ron por culpa de algo que estoy haciendo, mas tampoco me atrevo a apartar la mano de Malfoy. ¿Se vería muy mal a ojos del público que lo hiciera? Una vez más suspiro.

– Mamá, aquí está. Es ella la chica de la que te estuve hablando antes –oigo decir al rubio–. Sé que ya la conoces, pero jamás has mantenido una conversación con ella. Seguro que tras un rato hablando con ella, te cae bien y me comprendes. Es tan divertida e inteligente –me siento adulada por los cumplidos de Draco, a pesar de que sé que son producto del plan.

Me quedo sorprendida cuando me doy cuenta de que estoy ya al lado de la madre de Draco, que está sentada en la gran mesa de los Slytherin, hablando sombríamente con el padre de las hermanas Greengrass. La madre gira la cabeza para mirarme para después sonreírme falsamente. El hombre mira la escena sin comprender muy bien de qué va todo eso.

– Un placer volver a verte –dice seria Narcisa antes de tenderme su mano a modo de saludo. Me quedo sorprendida. Esperaba al menos una mueca de desprecio o un insulto por parte de ella. Toda aquella amabilidad me resulta demasiado extraña. ¿Estaría la madre de Malfoy al tanto del plan...? ¿Estaría fingiendo para quedar bien delante de las cámaras y para quedar como una buena madre que acepta incluso a alguien de diferente sangre

– El placer es mío –miento descaradamente esbozando una falsa sonrisa y estrechando su mano con firmeza. Ella me clava una uña y yo finjo no percatarme. Definitivamente, está fingiendo tanto como yo–. ¿Qué tal le va todo, señora Malfoy? –ella se limita a contestarme un imperceptible bien que da por terminada la conversación. Aparta la mirada de mí y se sumerge en una interesante charla con el señor Greengrass sobre elfos domésticos–. ¿Y tu padre? –le pregunto a Draco, dada la actitud de su madre.

– En Azkabán –responde en una voz muy floja. Me sorprendo pues no estaba al tanto del paradero de su padre. Cuando veo su rostro atravesado por una mueca de tristeza, lamento haberle preguntado por Lucius y siento compasión por él–. A él lo mandaron a Azkabán por traidor, por haber abandonado en plena batalla. A mi madre y a mí nos dejaron en libertad, porque pensaron que lo pasaríamos mucho peor estando alejados de él y separados: él en Azkabán, mi madre en mi casa y yo aquí, a punto de enfrentarme a la propia muerte. Definitivamente acertaron... No saben los muy hijos de puta cómo echo de menos a mi padre... –me confía él.

– Lo siento. No sabía que tu padre estaba... allí. De haberlo sabido, no te habría preguntado. Lo siento muchísimo, de veras –me disculpo.

– A veces es mejor informarse de algo antes de hablar –suelta de repente Narcisa que parece haber estado todo el rato pendiente a la conversación.

– Luego te veo, ¿vale? –le digo a Draco con una sonrisa, pues me siento incómoda en presencia de la madre del Slytherin.

– Claro. Después nos vemos –dice él pellizcándome la mejilla cariñosamente antes de encaminarme a la mesa de mi casa, donde disfruto de un grandioso almuerzo en compañía de la única familia que me queda, bajo las preguntas de Ron y las miradas inquisitivas de Malfoy, que parece pendiente de todas y cada una de las acciones que hacemos Ron y yo. Cuando su mirada se encuentra con la mía, me pongo más nerviosa de lo que debería y sé que él también, porque rápidamente la aparta, ruborizado. No son pocas las veces que deseo que él se levante del sitio que ocupa al lado de su madre y se traslade al lado mía. No son pocas las veces en la que siento durante aquellas horas la necesidad de reconfortarlo y de abrazarlo por todo lo que ha tenido que pasar y por la frialdad de su madre. Me sorprendo al reconocer en mí sentimientos hacia Malfoy, ya sean de tipo de preocupación o de tristeza ajena, son sentimientos. Y eso me asusta. Me asusta darme cuenta que Malfoy ha sido capaz de despertar en mí sentimientos, sean cuales sean éstos.

– ¿Qué hace este gilipollas aquí? –exclama Ron nada más percatarse de la presencia de Draco Malfoy–. Creía que íbamos a estar juntos. De haberlo sabido...

Después de pasar toda la tarde comiendo y hablando con la familia de Ron, le dije que fuéramos a dar una vuelta, que tenía ganas de estar con él y al pobre lo he traído aquí, a la Sala de los Menesteres, donde nos esperaba Draco Malfoy para dar los últimos matices al plan. Después, iremos a despedirnos de los familiares de Ron, pero evidentemente antes hemos de cerrar todos los cabos sueltos del plan si queremos sobrevivir al menos uno de nosotros.

– ¿Crees que a mí me agrada desperdiciar minutos de mi vida a tu lado, comadreja? –le interrumpe exasperado el rubio.

– Vale. No empecéis, por favor. Ahora mismo no hay cámaras, así que no tenéis por qué fingir –digo yo tratando de mediar entre ambos.

– ¿Fingir? ¿Crees que hemos fingido hoy? –comienza a reírse histéricamente–. No tengo que fingir con él odio, porque lo detesto a muerte sin necesidad de que haya unas cámaras que nos estén grabando –ataca Malfoy.

– El sentimiento es mutuo, hurón saltador –se limita a decir ahora el pelirrojo. Yo suspiro ante la expectativa de toda la tarde se desarrolle así: ataque tras ataque.

– Se acabó, no sigáis, por favor. Vamos a hablar de lo que hemos venido a hablar sin más rodeos ni más peleas ni más estupideces –intervengo una vez más tratando de instaurar la paz–. ¿De qué querías hablar, Malfoy? Supongo que nos habrás citado por algo, ¿no?

– Realmente contigo ya está todo hablado. A ti sólo te he citado para que trajeras a este gilipollas. Creo que debo aclararle unas cuantas cosas antes de empezar los juegos por si acaso se le va la olla y toma las decisiones equivocadas... cuando vea... determinadas... acciones... en el campo... de batalla... o fuera de él –parece elegir las palabras cautelosamente. ¿Por qué siempre ha de ser así de misterioso?

– ¿Qué acciones? –pregunto yo.

– Hay muchas acciones que van a darle problemas a la comadreja, pero creo que hay una que va a ser especialmente problemática.

– ¿Qué acciones? –insiste Ron.

– Besarla, por ejemplo –dice con una voz totalmente firme.

Yo pongo los ojos como platos y la piel del rostro se me palidece, a excepción de las mejillas que cobran un color rojizo intenso. Ron, cuya mano está enlazada a la mía, aprieta los dedos tratando de contener el impulso de irse para Malfoy y darle un buen golpe en la boca.

– Quiero que te quede totalmente claro, comadreja, que pienso hacerlo. El plan tiene que ser creíble y sin besarla, ni siquiera se notará que siento algo por ella. En cuanto me tropiece con la oportunidad perfecta, lo haré, así que vete haciéndote a la idea –comenta él clavando su mirada en mí, cohibiéndome–. Te lo he advertido para que después no te pille por sorpresa, Weasley. No vaya a ser que luego cometas alguna locura como tratar de matarme y acabes pagándolo con tu miserable vida –dice dirigiéndose al pelirrojo mas sin apartar su mirada de mí.

– ¿Lo has oído? –me pregunta Ron entre carcajadas–. ¡Dice que va a besarte! –estalla una vez más en carcajadas–. ¿Pero de veras crees que ella dejaría que la besaras? –le inquiere al rubio.

– No sé. Creo recordar que el otro día ella me besó por su propia voluntad –las carcajadas de Ron se pierden y su rostro se crispa de odio hacia el Slytherin, que esboza una sonrisa de triunfo.

– Fue parte del plan –digo secamente.

Malfoy cabecea a modo de reprobación, pues al igual que yo sabe que no fue nada preparado, sino que fue algo espontáneo, que salió de mí porque sí, pero no trata de contradecirme, cosa que agradezco gratamente.

– También serán parte del plan los que le daré en los juegos, así que no hay de qué preocuparse, ¿no, Weasley? –inquiere clavando su mirada en el pelirrojo.

– Jamás la beses delante mía o... –dice Ron muy serio. Parece estar a punto de saltar de mi lado y arremeter contra Malfoy con un puñetazo en la cara, así que me agarro a su mano con más fijeza y lo miro tratando de calmarlo, pues lo último que quiero es que acaben pegándose aquí delante mía por esta estupidez.

– Da igual, Ron. Si he de hacerlo, lo haré –lo contradigo. Ron me mira completamente confundido y balbucea algo así como un ¿pero qué demonios dices? mientras Malfoy sonríe triunfante–. Borra esa estúpida sonrisita de tu rostro, rubito. No creas que disfrutaré. Sólo quiero que ganes –prometo mirando a mi pelirrojo– y si el único modo que tengo de hacerlo es creando polémica dándole un beso a Malfoy delante tuya, lo haré. Tú debes soportarlo, Ron. Cuando veas cosas de ese tipo, recuerda siempre que tú eres al que quiero. Todo con él será puro teatro –le aseguro mientras le acaricio el rostro.

– Si quieres, puedo darle un beso ahora mismo para que te vayas acostumbrando –dice el rubio con una sonrisa pícara en el rostro. Yo cabeceo. Definitivamente, este chico no tiene remedio.

– No creo que sea algo a lo que pueda llegar a acostumbrarme –encaja la mandíbula.

– Pues más vale que lo hagas. Estoy convencido de que una vez que me bese a mí, suplicará a todas horas que la bese y probablemente tú no serás más que parte de su pasado, Weasley –dice muy pagado de sí mismo el Slytherin.

– No fantasees tanto, rubito. Una cosa es que te bese como parte del plan y otra cosa es que disfrute haciéndolo –le corto fríamente, mientras Ron se ríe disimuladamente, pues a pesar del asco que le produce la idea de que Draco y yo nos besemos, parecen hacerle gracia mis continuos cortes.

– De acuerdo, sangre sucia –dice un tanto cabreado–. Se acabó el tema del beso. Hay muchas otras cosas de las que hablar, no sé si lo sabéis –zanja el Slytherin.

– ¿Como por ejemplo...?

– Sobre qué vamos a hacer en las entrevistas.

– ¿Qué entrevistas? –me cuestiono un tanto sorprendida, pues no tenía ni idea de que en algún momento fueran a entrevistarnos.

– ¿No pensaréis de veras que cuando lleguemos a dónde quiera que vayamos nos van a soltar en el arena del tirón y nos van a poner a luchar entre nosotros? –yo me encojo de hombros y lo miro con el ceño fruncido incitándolo a continuar–. Antes de los juegos tenemos dos días, es decir, los juegos no empiezan hasta el jueves por la mañana. El lunes lo tomamos como día sabático para conocer al resto de los tributos y el martes y el miércoles nos prepararemos físicamente para los juegos. La noche del miércoles nos entrevistarán uno por uno para que la comunidad mágica nos vaya conociendo..

– ¿Cómo sabes todo eso, hurón? –pregunta secamente el pelirrojo.

– Digamos que... tengo mis contactos –dice él con una sonrisa una vez más muy pagado de sí mismo–. Por eso, siempre voy un paso por delante del resto de vosotros.

– Éso no está contemplado en las normas de los juegos. ¡No estás en igualdad de condición con el resto de los tributos, tienes ventaja sobre nosotros! ¡No me parece justo! –exclamo yo.

– Seguro que incluso tiene un mapa del lugar donde tendrán lugar los juegos –dice Ron mirándolo con más desprecio del usual.

– ¿Por qué no os calláis y os limitáis a escuchar? ¿Creéis que vosotros estáis haciendo todo lo legal en cuanto a los juegos se respecta? ¡Estáis involucrados en un plan, que me apuesto lo que sea a que no está acatado bajo las normas! ¡Y tampoco estáis en igualdad de condiciones con respecto a los otros tributos, porque sabéis tanto como yo! ¡Os cuento todo lo que ellos me dicen!

Draco Malfoy me dedica a una mirada tan sincera que no puedo evitar estremecerme. Yo asiento y sin decir ni una sola palabra le digo con mis ojos que, por muy sorprendente que parezca, lo creo bajo cualquier pronóstico.

– Ya claro... –bufa Ron.

– Vale, lo que tú digas, Malfoy. Te creemos –me limito a decir y Ron me mira como si me hubiera vuelto loca, pero ni siquiera se esfuerza en rechistar.

– Eso espero, porque no os queda otra –dice–. Bueno, volviendo al tema de la entrevista... Supongo que nos harán preguntas sobre cuáles van a ser las técnicas que vamos a usar en los juegos, sobre qué pensamos que se nos puede dar mejor, etcétera. Yo pienso soltar que estoy enamorado de ti, Granger, así que hazte la sorprendida. Haz como si no supieras que estoy enamorado de ti.

Y sus palabras me trastocan, porque aunque sé que sus palabras no son en un sentido literal, mi cabeza no puede evitar interpretarlas literalmente la primera vez que éstas se repiten mentalmente en mi cerebro. Han sonado con tanta firmeza, con tanta fuerza, con tanta seguridad, en un tiempo tan presente que no he podido evitarlo... Y aunque es evidente que sus palabras no adquieren un sentido textual en el contexto citado y que entre nosotros no hay ninguna inclinación amorosa de ningún tipo, el Haz como si no supieras que estoy enamorado de ti causa mella en mí. Analizo una vez tras otra esa frase y me pierdo en ella: él no me quiere y yo lo sé, ese debería haber sido el significado real de su frase en lugar del sentido que realmente aporta su frase que es el de él me quiere y yo no lo sé. Tras varios análisis de su afirmación, llego a la conclusión de que es una frase totalmente contradictoria y de que probablemente yo la he malinterpretado, pues carece de sentido lógico pensar que sus palabras hablan de realmente alguna atracción por parte del rubio hacia mí en un tiempo presente y por supuesto un desconocimiento por mi parte hacia tal atracción. Por supuesto, no habla en un sentido literal, pero ha sonado tan presente todo que no he podido evitarlo. Sé que ha de referirse a que en los juegos él se supone que él está enamorado de mí y que en un principio yo no lo sé... Sin embargo, a pesar de todas mis conclusiones y de que sé que todas sus palabras son una gran controversia hasta en el sentido menos literal de la frase, no puedo sacármela de la cabeza.

– Esa cara valdrá –dice el rubio con una sonrisa sacándome de mis ensoñaciones. Yo me ruborizo ligeramente.

– Bien. ¿Y yo qué hago? –interviene Ron muy calmado. Me sorprende su serenidad y es así como me doy cuenta de que he sido yo la única que ha sacado la frase de contexto.

– Tú di que lucharás contra mí por ella o lo que a ti te parezca mejor Intenta darle a entender al público que vamos a dar espectáculo.

– Vale, bien. ¿Y yo qué he de decir? –intervengo yo después de unos segundos de silencio.

– Tú tienes que decir que no tenías ni idea de mis sentimientos, pero muéstrate turbada, como si realmente yo a ti también te gustara un poco. No te reprimas y cuenta que tus intenciones iniciales eran salvar a Weasley y de que esas intenciones no han cambiado. Será genial cuando al final de los juegos no sepas por quién decantarte, pues verán que he trastocado todos tus planes –dice él con una sonrisa.

– Cuentas mucho con eso de que me voy a enamorar de ti y de que no voy a saber a quién salvar en los juegos, pero yo si fuera tú, no estaría tan seguro de ello, eh –digo cortante.

– Que sí, que sí, Granger. Creo que ya hablamos de esto hace unos días. Bueno, el tema de las entrevistas zanjados también. Ahora tenemos que fijar los objetivos, es decir, las personas que vamos a cargarnos en primer lugar en los juegos –comenta él despreocupadamente, a pesar de que está hablando de destruir vidas humanas. Sentiría desprecio por él probablemente si no supiera que no hay más opciones.

– Sí, me parece buena idea eso de fijar objetivos –concuerda Ron por primera vez en toda la tarde con el rubio.

– Vale. Las escuelas que participan son Durmstrang, Beauxbatons, Instituto de las Brujas de Salem y Mahoutokoro. No sé cómo serán los dos últimos colegios, pero Durmstrang es sólo de chicos y chicos que por cierto son bien fuertes, como bien recordaréis –afirma el rubio. Veo de reojo que Ron me está mirando a la espera de alguna reacción, pues al fin y al cabo yo estuve con Krum, que pertenecía a esa escuela. Yo me limito a asentir para no generar polémica–. ¿Qué os parece si vamos en primer lugar a por ellos? Supongo que quitarlos de en medio siendo los más fuertes nos solucionará muchas cosas cuando estemos más débiles.

– Sí, creo que deberíamos en primer lugar a por ellos. Podríamos aliarnos temporalmente a Beauxbatons para que nos ayuden a quitarlos de en medio. Después los podemos quitar de en medio nosotros a ellos –propone Ron.

– Sí, es una buena idea de Weasley... Pero necesitáremos también apoyos de Hogwarts. No creo que podamos nosotros dos con los dos tíos de Beauxbatons y ella con las dos tías.

Y siguen trazando planes para eliminar a un montón de tributos en cuestión de horas. Me sorprende ver la frialdad con la que trabajan en esa parte del plan ambos, pero más aún me sorprende ver lo compenetrados que parecen en tal tarea. ¿Cómo pueden hablar de matar a gente con tanto temple y lo peor, cómo pueden concordar tanto en las ideas de ambos? Un escalofrío recorre mi piel ante el pensamiento de que tributos de otros colegios pudieran también estar trazando un plan en el que trataran de decidir mi destino o el de Malfoy o peor aún el de Ron...

Al cabo de unos minutos hablando ambos del plan de un modo casi ininteligiblemente para mí, pues no les estoy prestando atención. Ambos sonríen satisfechos y me miran a la espera de que diga algo por fin.

– Me parece genial –miento, pues realmente no me he enterado de nada.

– Pues entonces ya está todo hablado –dice el rubio esbozando una sonrisa.

– No todo –le contradice el pelirrojo–. Queda la parte más importante.

– ¿Qué parte?

– La parte en la que se disuelve la tregua –confirma el pelirrojo.

– Ya sabes que se disolverá cuando quedemos sólo nosotros tres, ¿no? –el pelirrojo afirma–. ¿Entonces qué quieres saber?

– Nada. Sólo quería saber si lo recordabas...

– Siempre lo recuerdo, Weasley, siempre lo recuerdo –sentencia justo antes de marcharse de la Sala de los Menesteres, no sin antes darme un suave pellizco en la mejilla que hace que mis mejillas se sonrosen.

Ron no comenta nada al respecto y me toma de la mano para salir por la puerta de la Sala de los Menesteres. Tras unos minutos caminando en silencio, llegamos al Vestíbulo y oigo llantos y sollozos que intuyo que proceden de los jardines. Y entonces, sé que ha llegado la hora. La hora de decir adiós a todas las personas que sé que no volveré a ver ya nunca más. Se me cierra la garganta y sin ver a los Weasley, ya han comenzado a brotar las lágrimas de mis ojos. Por unos instantes, siento que no voy a poder hacer frente a una despedida. Sin embargo, Ron me da un sólido apretón en la mano que permanece enlazada a la suya y entonces sé que soy capaz de hacer cualquier cosa siempre y cuando no me la suelte, pues al fin y al cabo... todo es, una vez más, por él.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro