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2. Mr. God

Me despierto acostada en una de las camillas. Me cuesta moverme y me duele todo el cuerpo.

—Gracias, Nora —le digo con mal humor.

Es tu culpa para que lo sepas —replica.

La persona peli-verde se acerca a mí:

—La operación se ha realizado con éxito. Aquí está su número. Ahora tiene que irse a la sala de al lado y su ropa estará en el casillero con este mismo número —en ese momento me doy cuenta de que estoy desnuda. Me tapo rápidamente los pechos y cruzo las piernas para ocultar mi parte íntima.

La peli-verde me extiende un papel. Lo cojo rápidamente y me vuelvo a tapar. Mientras la peli-verde se va tranquilamente a otra de las camillas donde está un hombre moreno con una pierna robótica.

Sigo acostada con las manos en los pechos y en eso me doy cuenta de algo: mi corazón está latiendo. Me siento de golpe y me olvido completamente de que estoy en pelotas. Cojo un puñado de aire por la nariz y siento como este pasa por mis pulmones y sale por mi boca.

¡Whoa! Estamos respirando. Lo mejor que nos ha pasado en la vida —el tono de burla de Nora me revienta.

—No voy a hablar contigo.

Vale ofendidita —lanzo un suspiro. No quiero empezar a discutir.

Miro el papel que me dio la peli-verde. En él está escrito el número nueve. Me siento en la camilla y observo a mi alrededor. Ahora ya estoy completamente segura de que estoy en una sala médica. Hay más personas aquí y cada uno con una herida distinta. Al fondo del todo hay una puerta grande. Supongo que ese conducirá hasta la sala que me dijo la peli-verde.

Me levanto y empiezo a caminar hasta que me vuelvo a dar cuenta de que estoy desnuda. Me tapo rápidamente con las manos.

Ay, por favor. No seas tan ridícula. Quita tus manos que para que vean ese cuerpazo si quieren.

No tengo un cuerpazo. Además, es MI cuerpo. Yo decido lo que hago con él.-le replico.

No es solo tuya, Elena. Y si quiero, puedo tomar el control —esto me lo tomo como una amenaza.

—Esta vez no me dejaré vencer ten fácilmente.

Ya lo veremos.

Acelero mis pasos y llego rápidamente hasta la puerta. Este se abre inmediatamente. No me detengo a mirar y entro.

Escucho como la puerta se cierra detrás de mí. La habitación o sala no es tan grande como la sala médica, pero es lo bastante espaciosa para que quepa bastante gente allí. Hay algunos tíos y algunas chicas que me miran. Busco lo más rápido posible el casillero con el número nueve con la vista y la encuentro. Voy hasta allí e intento abrirla, pero no lo consigo.

—Podríamos intentar forzar la cerradura - aconseja Nora.

—No tiene ninguna cerradura —le digo muy bajito.

Y es verdad. Lo único que hay es una especie de monitor o pantalla como la que había antes. Donde tenía que poner la tela para abrir esa puerta. Tal vez este funcione igual. Vale la pena intentarlo.

Coloco el papel sobre la pantalla y este hace un pitido. Después aparece la forma de una mano sobre este. Pongo mi mano allí y en ese momento, el casillero se abre.

Dentro, hay ropa doblada y unos zapatos. Cojo la ropa y la observo. Hay una ropa de interior para mujeres que curiosamente es de mi tamaño y una especie de mono o un traje de cuerpo entero. Es de color negro, con líneas doradas y con el número nueve bordado sobre él.

Me lo pongo. Es bastante cómodo y flexible. Puedo moverme muy bien en él. Los zapatos son deportivos y parecen bastante resistentes. Cierro el casillero. En la pantalla se vuelve a aparecer la forma de la mano. Interesante.

En el centro de la sala hay unos bancos. Me siento en uno de ellos y espero a que pase algo.

— ¿En serio vamos a quedarnos sentadas a esperar? —me pregunta Nora.

—¿Qué otra cosa puedo hacer?

No sé. Tú eres la "inteligente" de las dos —lanzo, un suspiro, cansada de seguir escuchándola. —¿Qué pasa? ¿He dicho algo que no te haya gustado?

—Si escribiera todas las cosas que más dicho o me has hecho hacer, creo que nunca terminaría.

Ja, ja, ja. Muy graciosa.

Poco a poco, la sala se llena de gente de distintos lugares. Todos se visten con la misma ropa que yo, pero cada uno tiene un número distinto. No puedo comprender todos los números, ya que algunos están escritos con letras raras. Al cabo de un rato, entra la peli-verde y nos hace unos gestos para que la sigamos.

No confío en ella —comenta Nora.

Creo que ella tampoco se fía, porque una loca saltó sobre ella e intentó estrangularla —Nora se queda callada, aunque estoy segura de que se siente orgullosa por lo que hizo. Ella no se arrepiente casi nunca de sus acciones.

La médica nos guía hasta el fondo de la sala. Pone su mano sobre la pared y este se abre. Entra y nosotros la seguimos.

Entramos en un sitio enorme. Parece un despacho muy moderno. Las paredes tienen un color crema con líneas y dibujos dorados. En cada esquina hay una persona como las que nos guiaron en la fila. Al fondo del todo hay una enorme ventana y un hombre está parado frente a él, dándonos la espalda. Detrás de él hay un largo escritorio. Vamos hasta allí y nos paramos. El hombre escucha nuestros pasos y se da la vuelta para vernos.

Parece un hombre joven de unos veinte años, tal vez. Tiene el pelo corto de color negro y unos ojos azules que parece que están brillando. Tiene una barba no muy espesa que le da un toque muy masculino. Lleva un traje muy elegante de color azul marino.

En un momento nuestras miradas se cruzan y me da una especie de escalofrío al verlo.

No está nada mal —dice Nora con ese tono que usa cuando intenta ligar.

—Te recuerdo que tenemos novio —le recuerdo —Con quien, por cierto, te liaste sin mi consentimiento.

No es mi culpa que tú no sepas cómo seducir a un tío por tu cuenta.

Alguien me toca el brazo y vuelvo a la realidad. Uno de los tipos que estaban en las esquinas me extiende una caja. En él hay un aparato parecido a unos auriculares inalámbricos muy pequeños. Cojo un par y los miro sin saber qué hacer con él. Observo a los otros. Algunos también están igual de confundidos que yo, pero otros se los pusieron en las orejas y tienen una pantalla delante. Me las pongo y la pantalla aparece delante de mí. En él están escritos distintos idiomas. Selecciono el español y escucho un pitido. La pantalla desaparece y noto que algo ha cambiado, pero no sé qué es. Escucho atentamente a los otros y entonces me doy cuenta: puedo entenderlos. Todos hablan en español. Ahora comprendo para qué sirven los auriculares. Son como lo que te dan en los museos cuando ponen una película o algo y entonces tú lo escuchas en el idioma en el que lo seleccionaste. Pero eso no tiene mucho sentido, porque en los museos, las películas ya están dobladas a los distintos idiomas y en los auriculares traducen todo en el momento. Aparte, creo que las voces originales de los otros no cambian.

Intento quitar los auriculares para comprobarlo, pero no puedo. Es como si lo hubieran pegado dentro de mis oídos.

— ¿De verdad fuiste capaz de meter esas cosas en tu oído? —me recrimina la señorita sabelotodo.

— ¿Qué hubieras hecho tú, en mi lugar? —le pregunto.

—Se los hubiera tirado a la cara inexistente de ese tío.

Iba a contestarle, pero entonces unos golpes nos hacen callar a todos. El hombre empieza a hablar:

—Bienvenidos...

—Dónde estamos? —le interrumpe una chica pelirroja.

El hombre cierra los ojos y suspira:

—Odio que me interrumpan, pero como son nuevos aquí, lo dejaré pasar —contesta con dureza. No sé si es por los auriculares, pero el hombre tiene una voz más grave que he oído en mi vida. —Ustedes están en El núcleo.

Todo el mundo empieza a murmurar. Ni ellos ni yo entendemos nada.

¿Qué mierda es El núcleo? —pregunta Nora como si yo lo supiera o como si ella tuviera el control.

El hombre le da un golpe a la mesa para que nos callemos.

—Déjeme explicarles todo desde el principio —un viejo intenta preguntar algo, pero el hombre levanta una mano. —Y no le aconsejo a nadie interrumpirme.

El viejo agacha la cabeza avergonzada.

Al comprobar que todos estamos atentos, el hombre comienza a relatar:

—Mi nombre es Mr. God. Muchos me conocen como Dios, como Zeus o con otros mil nombres, uno más ridículo que el otro.

—Cómo si Mr. God no fuera ridículo —agradezco de corazón que solo yo pueda escuchar a Nora y sobre todo que Mr. God no escuchó este comentario. No parece buena idea meternos con este tipo.

— «Yo fui el que creo vuestro universo. Este sitio se llama El núcleo, porque es el centro de todo. Aquí vienen todos las personas al morir. Durante años los muertos se quedaban aquí y trabajaban como esclavos para mí. Pero los muertos iban acumulándose y ya eran insoportables. Las cosas comenzaron a ser muy aburridas.» —Mr. God comienza a caminar alrededor del escritorio. Yo no le quito la vista en ningún momento - «Así que he reducido a la gente muerta de aquí y que solo los que sí son merecedores y bien fuertes, puedan trabajar aquí. Y así logré estabilizar todo y ya o necesitaba a nadie más para trabajar, porque tenía a los mejores.»

Mr. God se para y se sienta en el escritorio:

—El único inconveniente es que los muertos siguen llegando. Así que he decidido que todos los tienen la oportunidad de mostrar sus capacidades y su valentía participando en mis juegos. Solo uno de cada treinta puede ganar. Y el ganador tiene el gran premio de una segunda oportunidad. El ganador puede volver a la vida.

El silencio se rompe por completo cuando escuchamos esto último. ¿Volver a la vida? Pero en cierto modo estamos vivos. Nuestros corazones están latiendo. Es todo muy raro.

Levanto la mano como si fuera una niña pidiendo el turno de palabra en el colegio. Mr. God me mira de arriba y abajo:

—Dime —me dice con aburrimiento.

—Tengo un par de preguntas, si no le importa —le digo con toda la confianza y seguridad que puedo, ya que esos ojos azules me están haciendo sentir intimidada.

— ¿Qué haces, Elena? —no le hago caso a Nora.

— ¿Solo puede haber un ganador?

—Sí —me responde Mr. God.

—¿Y qué le va a pasar al resto?

Mr. God esboza una sonrisa que me pone los pelos de punta:

—Formarán parte de este sitio para siempre.

—No entiendo —comento confundida.

—Ya lo verás. Ten paciencia.

— ¿Por qué han hecho que nuestros corazones vuelvan a latir?

—Porque así es mucho más divertido —me responde como si fuera obvio.

—Me cae bien este tipo —dice Nora, divertida.

La ignoro y sigo con mis preguntas:

—¿Y el ganador, volverá a su cuerpo y vida anterior o reencarnará en otro?

—Aunque muchos tengáis la esperanza de que existe, pero no. No existe la reencarnación. O estáis allí o estáis aquí. No hay más —yo asiento y me quedo callada. Pero Mr. God me sigue observando y eso es algo que no me hace sentir nada cómoda. —Cuál es tu nombre?

—Elena —le respondo.

— ¿Solo Elena?

—Elena Martín Galán - murmuro. No me gusta mucho mencionar mi nombre completo. Me recuerda a todo lo que he pasado.

—Elena Martín Galán —repite con una voz pensativa. Hay un momento de silencio, hasta que él lo rompe. —Pues, venga. No perdamos más el tiempo que ustedes no son los únicos muertos aquí.

Todos esperamos a que él haga algo, pero se queda quieto mirándonos con el ceño fruncido. Observo a mi alrededor. No noto nada raro. Él empieza a murmurar algo y le hace un gesto a alguien detrás de nosotros. Giro la cabeza y veo a la peli-verde acercándose y poniéndose enfrente de Mr. God.

— ¿Por qué hay veintiocho personas y no treinta? —le pregunta con una voz dura y escalofriante.

Empiezo a contar a todos y efectivamente son veintisiete más yo. En total veintiocho.

—Hubo una pelea en la sala médica y tuvimos que dormirles a los dos —en ese momento escucho la puerta abrirse. —Pero ya están aquí.

—Al parecer no eres la única problemática —le digo en voz baja a Nora.

No me van a hacer competencia, eso te lo aseguro.

Esas dos personas ya pueden temer por sus vidas. Nora odia que la gente le gane. Por eso me odia tanto. Yo la supero en inteligencia, aunque ella me supera mil veces en fuerza, astucia y confianza en sí misma.

Vuelvo a girarme para ver quienes serán las víctimas de Nora si ella toma el control. Pero al verlos casi me desplomo al suelo. Siento como un nudo se me forma en la garganta y como se me nubla la vista.

—No puede ser —exclamo con un hilo de voz.

Drac... —Nora también se ha quedado tan perpleja como yo.

—Y Damien.

¿Cómo han llegado aquí?

Eso mismo me pregunto yo. ¿Cómo ha llegado mi novio y mi mejor amigo hasta aquí? 

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