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1. La habitación blanca

El sonido de la bala resuena en mi oído como si el disparo se hubiese realizado en una cueva. Abro los ojos y lo primero que veo es una pared blanca. Todo me da vueltas. Intento tomar un respiro, pero no puedo hacerlo. Pongo mi mano derecha en mi pecho y... nada. No siento nada.

Me siento e intento poner en orden todo lo que ha pasado. Lo último que recuerdo es la cara de horror de Drac. Después de eso todo se desvaneció.

¿Podría ser que me haya muerto?

Sacudo la cabeza al pensar en eso. Eso es imposible. 

Pero me pongo a reflexionar un poco y llego a la conclusión de que no es tan descabellado. No respiro, mi corazón no late y conectando todo con mi último recuerdo ya todo tiene sentido. Aunque solo tengo que comprobar una cosa.

Llevo puesta la misma ropa que en la última noche: unos jeans elásticos de color negro, una camiseta gris con un escote que me marca los pechos y una chaqueta negra de cuero. Veo que tengo un problema al ver que en mi camiseta hay una enorme mancha roja y negra. Poco a poco bajo el escote hasta que mis pechos quedan al descubierto y allí lo veo. En medio de mi pecho hay un hueco rodeado de sangre.

Grito al verlo, pero me calmo al instante.

—Bueno, al parecer no tener corazón ni pulmones, tiene sus puntos buenos.

Escuchar su voz me suele dar rabia, pero es como si alguien me hubiese arrancado mis emociones.

¿Estamos muertas?

Creo que sí, Nora.

Analizo mi alrededor. Estoy en una especie de habitación rara. Todo es blanco. Estoy sentada en una cama de color... blanco. Como no.

Este cuarto da asco —pongo los ojos en blanco al escucharla.

Gracias, señora obvia.

No veo ni puertas ni ventanas.

—Estoy atrapada —exclamo en voz alta.

¿Estás? —su voz suena ofendida. — ¿Te olvidas de que yo también estoy aquí?

¡Cállate de una maldita vez!

Quilliti di ini milditi viz —imita mi voz.

Me levanto de la cama e intento tocar una de las paredes, por si tiene algún tipo de puerta secreta. Sin embargo, mientras más acerco mi mano, la pared parece alejarse más y más.

Intenta con algo más... drástico —me aconseja Nora.

Entiendo a lo que se refiere. Me pongo en posición y comienzo a correr. Esperaba chocarme y darme un buen golpe. Sin embargo, yo seguía corriendo como una idiota y nunca me acercaba más a la pared. Es como si estuviera en una habitación infinita.

Paro al entender que seguir corriendo no va a cambiar mi situación. Lo sorprendente es que no estoy nada cansada. Miro hacia atrás y me doy cuenta de que sí he avanzado. La cama está más lejos. Camino hasta allí y cuando me vuelvo a girar, la pared está detrás de mí. No entiendo nada.

— ¿Dónde estamos, Elena? —por primera vez, la voz de Nora suena a preocupada.

—No lo sé —le contesto. —Lo que sí sé, es que es imposible salir de aquí.

No quiero quedarme en este sitio —se queja Nora

—Yo tampoco —le digo duramente. —Si tienes alguna idea con la que podamos salir, estoy encantada de escucharla.

Ella se calla. El silencio parece eterno, pero por fin la vuelvo a escuchar:

—¿Cómo está el techo? ¿Pasa lo mismo que con las paredes?

Tengo una idea para averiguarlo. Me quito un zapato y me subo encima de la cama. Cuando estoy arriba tiro el zapato lo más arriba que puedo. Y pasa lo que más me temía. El zapato no rebotó contra la pared del techo. No se escuchó ese sonido tan típico que oyes cuando un objeto rebota contra algo.

El zapato se cae al suelo, pero no por un impacto. Simplemente, por la gravedad. Lo tiro de nuevo, para asegurarme de que no fui yo la que tiro flojo. Lo tiro con todas mis fuerzas y lo más arriba que puedo. Pero pasa lo mismo.

Es imposible que sea por mí. La cama no es tan elevada, sin embargo, yo tampoco soy pequeña. Tengo una altura mediana. No soy ni bajita, pero tampoco soy tan alta.

Me dejo caer en la cama, rindiéndome.

—Nada —le digo a Nora, aunque sé que ella lo sabe bien.

Ella ve lo que veo, aunque no lo que yo siento. Bueno, al menos psicológicamente. Ella sí siente el dolor físico que yo siento y yo también cuando ella toma el control. No sabe nada sobre mis pensamientos. En verdad me alegro por eso. Sí, solo supiera las cosas que a veces le diría, seguramente se volvería loca y tomaría el control y haría un desastre.

Tiene que haber un modo de salir de aquí. Estoy segura.

Me gusta tu optimismo, pero no sirve para nada —le digo.

Creo que he sido un poco cruel con decirle eso, pero ella siempre lo es conmigo, así que da un poco igual. 

No sé cuanto tiempo está pasando, pero yo sigo acostada en la cama sin decir nada, esperando a que pase algo. Incluso cierro los ojos, por si me quedo dormida, pero no lo consigo.

Me cuesta acostumbrarme al hecho de que no puedo respirar. Es algo tan raro. Mientras estás vivo no siempre te das cuenta de que estás respirando. Es como pestañear. Si te concentras y le haces caso sabes que lo estás haciendo, pero si no, es como si no lo hicieses. Pero ahora que estoy muerta, empiezo a echar de menos esa sensación. El sentir el aire y mis latidos de corazón. Jamás pensarías que es algo se pueda extrañar hasta que te lo quitan. A mí me lo quitaron bastante rápido.

Vuelvo a recordar la última noche. Todo iba tan bien. Pero de un momento a otro todo se descontroló y yo terminé con una bala en el corazón. No quiero ni seguir recordandolo.

¿Quieres jugar a algo? —la pregunta de Nora me toma por sorpresa.

—Ya no soy una niña —le recuerdo.

Ya lo sé, pero me aburro.

¿Con quién hablas? —me sorprendo al escuchar una voz distinta a la de Nora.

En estos casos me suelo sobresaltar, pero en la situación en la que estoy no siento nada. Aunque sí estoy sorprendida.

Me siento en la cama y veo el torso de un tipo vestido completamente de blanco. 

Creo que le voy a coger manía a este color.

Es muy alto. Subo poco a poco la mirada hasta que llego a su cabeza. No puedo ver su rostro, ya que está cubierto con una máscara sin nada. No tiene ningún hueco por donde ver; no hay hueco para la boca y no hay una curvatura para la nariz. No tiene pelo. Su cabeza al igual que todo su cuerpo es blanco. Joder, la persona que diseñó este sitio seguramente tenía problemas mentales.

— ¿Cómo ha entrado aquí? —le pregunto.

—Eso no te incumbe —me responde. No sé muy bien cómo es su voz. No parece que sea femenina, pero no es tan grave como el de un hombre. Ni siguiera se parece a la voz chillona de los niños. Aunque por su físico me iría más por el lado de hombre. No tiene ni pechos ni cadera como una mujer. Pero observándolo mejor, tampoco tiene la musculatura de un hombre. Literalmente, parece una figura geométrica tridimensional.

¿Qué tipo de abominación de la naturaleza es esta? —ríe Nora.

Él no la escucha. Nadie excepto yo la puedo escuchar.

—Te vienes conmigo —me dice cogiéndome del brazo.

¡Rápido, chica! ¡Reacciona! ¡Pégale! Te quiere secuestrar.

¿Eres tonta, Nora? —le digo en voz baja para que "la persona" o lo que sea, no me pueda escuchar. —Sí, supo entrar, lo más seguro es que pueda salir de aquí. Y cuando salgamos, entonces te puedes deshacer de él y después intentaré buscar ayuda.

Nora se queda en silencio y yo aprovechó para burlarme de ella:

—Menos mal que soy una persona que no piensa con los puños.

¿Quién te ha sacado de las peores situaciones? —me pregunta ofendida.

— ¿Y quién me ha metido en la mayoría de ellas? —le replico con una sonrisa.

Se queda callada. Jaque mate, querida Nora.

La persona me lleva al "centro" de la habitación, ya que en este cuarto infinito no creo que tenga un centro definido. Da un golpe con el pie al suelo y este se desprende en un cuadrado perfecto. Ambos cabemos en él perfectamente, pero yo, por si acaso, me aparto un poco del borde.

El cuadrado comienza a bajar lentamente como si fuera un ascensor. Echo un vistazo hacia arriba y veo el cubo en el que había estado. Para ser infinita es demasiado pequeño. Tal vez, si hubiera corrido un poco más habría llegado hasta el final. De un momento a otro, el cubo desaparece con un destello.

—Vale, este sitio es una completa locura.

—Estoy de acuerdo —digo sin querer en voz alta.

La persona gira su cabeza. Yo le doy una mueca y miro a otro lado. Miro a otro lado y veo más cubos y personas bajando de ellas. Interesante. Así que no soy la única que está en este mundo paralelo.

La verdad, no me imaginaba la muerte así. De niña pensaba que cuando la gente buena moría, iba al cielo y allí vivían felices y sin ninguna preocupación. Cuando crecí, deseché esa idea por completo. Aunque existiera un cielo donde ir, yo no habría sido merecedora. A los dieciocho años me fugué junto a mis amigos, del orfanato y empezamos a tener una vida de crimen. Robábamos, estafábamos a la gente y mil cosas más. La última noche, estábamos celebrando nuestro exitoso atraco.

Antes de que me dé cuenta llegamos a nuestro destino. La persona me arrastra por el brazo. Aquí hay más variedad de colores por suerte. El suelo está hecho de metal o algún material parecido. Hay unas placas metálicas con hologramas en todas partes; edificios altos con una esferas brillantes en la cima de cada uno. ¡Qué moderno! 

Llegamos hasta una gran cola. No sé muy bien para qué estamos esperando y creo que los otros tampoco. Todos van acompañados por una persona. Al lado de nosotros hay otra cola y así sucesivamente.

La gente que está esperando son de distintas razas. Hay negros, blancos, asiáticos, latinos, etc. Todos hablan al mismo tiempo, así que no puedo entender ni una sola palabra. Aparte, todos hablan distintos idiomas. Yo solo hablo español y francés. También noto que todos los acompañantes son iguales. No solo sus vestimentas, sino que sus cuerpos también son iguales. Parecen clones. Y creo que lo son.

La cola avanza más rápido de lo que yo pensaba. En un par de minutos ya solo hay tres parejas delante de nosotros. Están delante de una especie de mostrador. Se paran delante y un segundo después se van con un papel en la mano.

Es nuestro turno.

El mostrador es larguísimo. La persona que nos atiende también lleva la misma máscara, pero a diferencia de los otros, tiene el pelo de color plata brillante. Hay otra persona igual sentada al lado suyo, otro al lado y otro más al lado. Cada uno atiende una cola distinta.

Mi acompañante me da una bofetada para que vuelva a lo que estamos. La persona del mostrador me da lo que yo pensaba que era un papel, pero en realidad, es tela. Lo cojo y mi acompañante me empuja para que camine. Vamos a la dirección contraria a la cola.

- ¡Qué grosero! -comenta Nora.

Yo pongo los ojos en blanco:

-No necesito tus comentarios ahora, Nora -digo en voz muy baja. Casi como un susurro.

- ¿Y entonces qué hago? -me pregunta. -Porque no veo que estés haciendo nada.

-Ten paciencia, por favor

-Sabes que yo no tengo paciencia -me recuerda. -Me dijiste que cuando salgamos de ese cubo puedo deshacerme de este imbécil.

-Lo sé, lo sé...

- ¡Dame el control! -me ordena.

-Ni lo sueñes -le respondo con firmeza.

-¡Dame el control y saldremos de aquí!

-Deja que piense en un plan y te doy el control de mi cuerpo -pero antes de que pueda hacer nada, mi acompañante me da otra bofetada.

- ¡La tela! -me dice señalando un monitor.

Estoy un poco confundida. Miro hacia atrás y veo lque nos hemos alejado de las colas. Vuelvo a mirar para delante. Estamos en frente de una gran puerta. En vez de una puerta, hay una capa de holograma o láser para impedir que entremos. Supongo

Por mi mini segundo de observación me gano otra bofetada.

- ¡La tela! -repite.

-¡Vale, vale! ¡Tranquilo! -le digo.

Observo la tela. Mide unos diez centímetros y tiene dibujado un rombo dentro del cuadrado. No tengo muy claro lo que tengo que hacer. Él sigue señalando el monitor. Supongo que tengo que colocarlo allí.

Y así es. Al colocarlo, el dibujo aparece en la pantalla y la máquina hace un pitido. La capa de láser u holograma desaparece y entramos. Caminamos por un pasillo. En las paredes están dibujadas distintas figuras. Veo el mío y me doy cuenta de que debajo de la figura salen luces de color azul que llegan hasta el piso y al parecer marca nuestro camino. Veo de reojo a otras personas siguiendo otrsa luces. Detrás de mí no hay nadie.

Llegamos a una sala donde hay más personas. Mi acompañante me suelta y me deja allí con los otros. Parece una sala médica. Hay camillas, aparatos médicos, herramientas de presición, etc. Otra persona enmascarada me coge de la muñeca. Esta tiene pelo verde.

-¡Dame el control, Elena! ¡Te lo digo por última vez! -me había olvidado por completo de Nora.

-Ahora no -digo lo más bajo que puedo.

- ¡Se acabó! -grita Nora.

Ay no. Mi cabeza comienza a dolerme un montón. Pierdo el equilibrio y me caigo al suelo. Cierro los ojos con fuerza y ordeno en voz alta a Nora que pare. La persona peliverde intenta levantarme, pero es tarde. Nora tomó el control.

No puedo hacer nada. Intento gritarle, pero mi boca no se abre. Siento como mi cuerpo se mueve solo. Bueno no, solo no. Mi cuerpo se mueve como Nora lo desea. Me abalanzo sobre la peliverde y cierro el puño para (supongo) golpearla. Pero de repente siento como si me hubieran pegado una especie de esfera en el cuello. Lo toco y al momento, una potente corriente eléctrica me recorre el cuerpo entero.

Cuando la corriente para, todo se oscurece a mi alrededor y pierdo el conocimiento.


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