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El Lienzo de Discordia: Parte II


Capítulo 8

Pero, ¿qué había sucedido antes? Era sencillo de explicar: la primera en pasar fue Rita Scrow, convirtió el escenario en un fondo que simuló una granja neozelandesa, con una iluminación que alternó entre tonos cálidos de la tarde y fríos de la noche, con efectos de humo y sombras para crear una atmósfera misteriosa y envolvente. Ella llevaba un atuendo victoriano pero con detalles oscuros que parecían representar a la muerte y la desgracia. Se trató de un monólogo poético profundo, abstracto y difícil de entender, pero un fragmento no olvidarían jamás:

"...Desperté en un amanecer ensangrentado,

los hombres que me atormentaron, caídos como hojas en otoño.

La plaga que llevé fue mi venganza,

mi libertad comprada con muerte..."

Le siguió Telos, su presentación no tuvo palabras ni cantos, solo una ambientación sublime que comenzó con movimientos suaves, levantando los brazos y haciendo que pequeñas montañas de tierra emergieran a su alrededor, representando su planeta natal, Tauro. Con sus manos, dibujó el contorno de sus cuernos y su cuerpo, mostrando su identidad como Tarnesi.

Luego, los movimientos se volvieron más bruscos y angustiados. La tierra se agitó, formando grietas y representando la llegada de monstruos que consumieron todo. Las figuras se derrumbaron, y en ese instante, todos los que observaban su participación mimética, sintieron su abandono. Y cuando creyeron que acabó, hizo movimientos más firmes y decididos, y la tierra se transformó en una estructura sólida y segura. El mensaje era claro: representaba su promesa de convertirse en el protector de su raza.

Astri Sigurdotir, la valkyria, convirtió el escenario en un gran salón de Asgard, con una decoración que combinaba la majestuosidad de Valhalla, con símbolos de Freya: flores, plumas, y elementos de guerra; y una música de fondo, un canto nórdico interpretado por un coro femenino, con instrumentos tradicionales como el cuerno y la lira, creando un ambiente épico y solemne. Mientras ella, iniciaba con una danza en solitario, con movimientos fluidos pero poderosos, reflejando su coraje y determinación. Y, a medida que danzaba, otros bailarines se unían, representando a los guerreros caídos que ella había guiado al Valhalla.

Por otro lado, Galdor hizo un espectáculo de magia. Usó un espacio abierto rodeado de elementos naturales, como árboles y rocas, con una plataforma central de hielo translúcido. La atmósfera estaba llena de una niebla ligera y destellos de luz que evocaban su magia.Con el movimiento de sus manos, recreó luces suaves y cambiantes que resaltaban los tonos verdes y dorados de sus ojos, creando un ambiente místico. Él estaba en el centro del escenario en una nube de escarcha brillante, vestido con su armadura adornada con hojas y runas mágicas. Su capa ondeaba con un viento etéreo. "Soy Galdor Eismann, maestro de la magia y la naturaleza, en mi esencia, la armonía es mi mayor fortaleza", dijo, y al levantar sus manos, criaturas de hielo aparecieron en conjunto de columnas de hielo del suelo, que se transformaron en figuras detalladas de animales y paisajes naturales.

Entonces, con un movimiento fluido, transformó la fuente de agua en el escenario en una danza de corrientes y formas acuáticas, creando ilusiones y reflejos mágicos. Y, de la nada, Galdor seleccionó a una criatura mágica herida y, utilizando un orbe de hielo, la sanó. La herida se cerró y la criatura se llenó de energía, mostrando la pureza de su magia curativa. Y finalizó invocando una ola de energía mágica que renovó y revitalizó la naturaleza alrededor del escenario, haciendo que todo floreciera y se llenara de vida.

"Que la magia y la naturaleza en sus corazones hallen armonía, que el poder de creación y protección guíe su travesía. Gracias por compartir conmigo este instante de alegría." Y con ello desapareció en una ráfaga de escarcha y hojas, dejando una sensación de paz y asombro en el aire.

El gigante de hielo, Belgemir, deslumbró a todos con el proceso de una escultura y tallado, una impresionante y perturbadora obra de arte que mezclaba horror, belleza y ego. Cada elemento estuvo diseñado para mostrar su dominio sobre el hielo y su insaciable deseo de poder. El escenario era un paisaje desolado y gélido, con montañas de hielo en el fondo y una plataforma central helada también. Había niebla y esta se movía con el viento. Luces frías y azuladas destacaron el pedazo de hielo en el centro, desde el principio.

La base de la escultura estaba formada por figuras humanas retorcidas y atrapadas en el hielo, simbolizando el control y el dominio de Belgermir sobre sus seguidores y enemigos. Las expresiones de las figuras eran una mezcla de sufrimiento y admiración, mostrando el horror y la devoción que él inspiraba o imaginaba. El cuerpo principal, traía consigo una figura gigantesca y monstruosa que recordaba a Belgermir mismo, pero con características exageradas. Su rostro era una mezcla de belleza y terror, con una sonrisa maliciosa y ojos que parecen seguir a cualquiera que los mirase. Y, alrededor de la figura principal, había elementos que representan su poder y egocentrismo: tronos de hielo, coronas y armas gigantescas. Cada detalle estaba cuidadosamente esculpido para resaltar su supremacía y deseo de poder. Y como el pináculo de ello, una enorme corona sobre su cabeza.

Gimerla Mer, por otro lado, se posicionó en el centro del escenario, con sus grandes alas extendidas, reflejando la luz en sus plumas. La audiencia quedó en silencio, expectante. El ambiente se llenó de una música épica, profunda y resonante Con un movimiento rápido y decidido, Gimerla tomó su martillo y lo hizo girar, mostrando su destreza y fuerza. Sus alas se movían con precisión, creando corrientes de aire que añadían dramatismo a la escena. Se elevó en el aire, entonces, para realizar acrobacias impresionantes, sus movimientos eran rápidos y fluidos; mostraba su habilidad de vuelo perfecta y veloz.

Mientras realizaba piruetas y giros, su martillo se transformaba, adaptándose a los elementos del escenario. Primero, se volvió un arma de metal brillante, luego de madera resistente, y finalmente, de tierra, cada transformación acompañada de un impacto visual que dejaba a la audiencia boquiabierta y que revelaba sus habilidades, también.

A medida que la música alcanzó su clímax, Gimerla aterrizó con fuerza, generando una onda de choque que resonó por todo el lugar. Acto seguido, empezó una coreografía de combate contra guerreros imaginarios, su martillo se movía con una precisión letal, ejecutando la técnica de carga explosiva con un golpe final que simulaba una explosión volcánica, con efectos de fuego y humo, creando una visión espectacular. Y, para cerrar su presentación, Gimerla ascendió una vez más, sus alas desplegadas al máximo, cubriéndola a ella y a la escena en una pose protectora y poderosa. Con un último golpe de su martillo, que ahora brillaba con una energía eléctrica absorbida del escenario, descargó una chispa que iluminó todo el lugar, finalizando su actuación con una demostración de su poder y determinación.

Para Erian, el escenario se oscureció, sumido en una atmósfera de misterio y tensión. De repente, un rayo de luz iluminó a Erian Trai, vestido con sus ropas ligeras y capucha que ocultaba parcialmente su rostro. Con movimientos fluidos, comenzó su actuación, combinando arquería de precisión con técnicas de combate cuerpo a cuerpo.

Erian desenfundó su arco de Ullr, lo que dejó atónitos a todos, una obra maestra que brillaba con un tenue resplandor azul. La música comenzó, un ritmo creciente que imitaba el latido de un corazón cazador. Con agilidad asombrosa, disparó una serie de flechas hacia varios blancos en movimiento, cada disparo fue certero, demostrando su destreza y precisión. Las flechas, al impactar, liberaban una estela de arena.

Luego, realizó una serie de maniobras acrobáticas, mezclando ataques rápidos y precisos con movimientos evasivos. Su representación de energía, la serpiente mítica Erpo, apareció como una sombra a su alrededor, añadiendo un aire de peligro y misticismo a su actuación. Con cada golpe, demostraba su habilidad, dejando rastros de energía oscura que simbolizaban el sangrado y corte de sus enemigos imaginarios.

La música cambió a un tono más sombrío cuando Erian se volvió casi invisible en la penumbra del escenario. Se movía con una rapidez sobrenatural, atacando desde las sombras y mostrando su dominio de la oscuridad. Cada movimiento era calculado y letal, como un verdadero cazador acechando a su presa.

Para finalizar su actuación, Erian invocó una energía extraña. Su piel brillaba con un resplandor verduzco, como si fuera venenoso, y la serpiente Erpo se materializó completamente, envolviendo su cuerpo en un baile mortal. Con un último y poderoso disparo de su arco, liberó una flecha que estalló en una ráfaga de hielo y veneno, simbolizando su capacidad para combinar los elementos de Ullr y su propia energía oscura. Erian se quedó de pie, en el centro del escenario, rodeado de los restos congelados y envenenados de sus enemigos imaginarios. Era arte, pero de ese que incomodaba, del tipo que aterrorizaba y ensangrentaba, uno bélico y barbárico.

Ainhoa, por su parte, se presentó en el escenario con un escenario de una playa solitaria, al atardecer, mirando al horizonte. Y con una voz melódica y profunda, comienza a cantar:

En las olas escucho susurros,

de un tiempo que se desvaneció,

donde el mar era puro y sereno,

sin el peso del dolor.


Oh, voces del mar, guíenme en la oscuridad,

a través de mares de incertidumbre y temor,

en cada ola llevo mi anhelo,

de un mundo donde el amor sea el motor.


Bajo la luna, entre reflejos plateados,

se ocultan historias por contar,

de cómo el hombre olvidó su origen,

y en su ceguera, dejó el mar naufragar.


Oh, voces del mar, canten en mi corazón,

la canción de la esperanza y la verdad,

que cada ola sea un recordatorio,

de que debemos cuidar este hogar celestial.


Entre las corrientes y las mareas,

donde la vida danza en libertad,

Soy la guardiana de las aguas, que

clama por un mañana de paz.


Oh, voces del mar, que nunca se silencien,

que encuentren eco en cada corazón,

juntos, en armonía con la naturaleza silente,

donde el amor y el respeto sean la voz de la razón.

Un canto que reflejaba el rugir del mar, ante un padecimiento perpetuo por agentes externos y que simbolizaba su propia conexión con las aguas.

https://youtu.be/zkFxEtoknE8

La gigante de fuego, Sólveig Hrafna, se presentó en el gran escenario, con una figura imponente y resplandeciente en el centro. Con cada paso que dio, las llamas que envolvían su cuerpo danzaron con gracia, como si el fuego mismo estuviera obedeciendo su voluntad. Con un gesto majestuoso, levantó las manos al cielo y en un instante, las llamas a su alrededor se intensificaron, y como si fuera una coreografía ensayada, Sólveig hizo girar al fuego en espirales ascendentes, creando remolinos de luz anaranjada que iluminó todo. Las llamas parecían danzar al ritmo de una melodía antigua y poderosa, emanando una sensación de energía salvaje y controlada a la vez.

Luego, con un movimiento rápido y preciso, Sólveig dirigió las llamas para formar figuras complejas y formas abstractas que parecían narrar historias antiguas de batallas y triunfos. Cada chispa que saltaba de sus dedos era un testimonio de su habilidad para manipular el fuego, mostrando un dominio que solo los verdaderos maestros del elemento podrían igualar. El acto de pirotecnia de Sólveig fue más que una exhibición de poder, fue una declaración de la voluntad y la capacidad de Muspelheim, con honor y respeto.

Sin embargo, lo que destacaron por completo, opacando al resto, aparte de Ainhoa, Nyra y Ëlar, habían sido Kizmel Treinirin, de la raza Aeloniana, la cual en lugar de armas y estruendo, ella llevaba consigo un instrumento al que, por palabras de Bragi, se trataba de una aeloflauta, instrumento propio y particular de los de su raza, un objeto tallado con madera oscura de los árboles nocturnos, un tributo vivo a la majestuosidad de la noche y los búhos que tanto les caracterizaba.

Con manos expertas, Kizmel inició una melodía etérea y serpenteadora por el aire, como un susurro ancestral. Cada nota evocaba la paz y la armonía que anhelaba para su pueblo y para el universo en su conjunto. La música fluía como un río de luz y sombras, tejido con la misma magia que llenaba los bosques de Aelonia en las noches más tranquilas. Sus ojos, profundos y llenos de la sabiduría, capturaban la atención de todos los presentes. Parecía abrir una ventana al pasado, presente y futuro, revelando secretos y verdades ocultas entre las estrellas y las sombras con cada nota; cada acorde era un eco de su alma, una búsqueda de respuestas a las preguntas que la habían atormentado desde su juventud. ¿Había sido correcto seguir el camino de la guerra? ¿Podría encontrar un camino hacia la paz sin más sacrificios?

Concluyendo su actuación, Kizmel bajó su aeloflauta con reverencia, los aplausos por parte del dios Bragi resonaron con fuerza.

https://youtu.be/ZolRoy026Tk

El siguiente en destacar fue Bragi Boddason, quien desplegó su talento con maestría entre los otros participantes. Se presentó con su laúd, con una actuación que no sólo transportaba a una melodía tabernera, sino un relato vivido de las epopeyas y las aventuras fantásticas propias de Islandia, tejido con notas que evocaron la grandiosidad de los héroes y los dioses.

Con cada acorde y cada palabra, Bragi transportó a su audiencia a un mundo de mitos y leyendas, donde la magia de sus composiciones resonó profundamente, demostró su capacidad para conectar con el alma de aquellos que lo escuchaban, y se podía sentir su corazón albergando resentimientos hacia los dioses que parecían haberle dado la espalda en vida.

En las costas de Islandia, nací bajo el sol,

Mi madre me enseñó a pescar y a cantar con pasión.

Pero el destino cruel, me robó su calor,

En manos de mercenarios, comenzó mi prisión.


Mi voz era mi don, mi laúd era mi fe,

Esclavo de un noble, cantaba por doquier.

Las hazañas de los dioses, glorifiqué sin cesar,

Pero en sus reinos divinos, no me quisieron aceptar.


Con mi laúd como espada, en tabernas me presenté,

Cantando mis desdichas, con danzas de libertad.

Más los dioses allá arriba, en sus tronos de esplendor,

Ignoraron mis súplicas, mi arte y mi canción.


¡Oh, Odin y Thor, escuchad mi voz!

¿Por qué me condenáis, a la oscuridad y al dolor?

Mis versos eran tributos, a vuestra grandeza sin par,

Pero mi alma y mi voz, en vuestro reino no estarán.

https://youtu.be/4Ixmi-pg4b8

Y por último, hasta ese momento sin la participación de Angeló, Tronic, se presentó con una entrada rimbombante, en donde los tambores resonaron en el vasto escenario, mientras los demás participantes aguardaban con expectación. Tronic, el campeón de Balder, irradiaba una presencia que capturaba la luz misma del cosmos. Su figura, envuelta en una armadura azul y dorada que reflejaba destellos como estrellas lejanas, se destacaba en el centro.

Y, con pasos elegantes y precisos, Tronic inició su danza ceremonial a la que Bragi llamó: "La Danza Luminae", por palabras de él mismo, era la danza sagrada de los Neobóticos. Era una coreografía con movimientos fluidos y gráciles, inspirados en una especie de ballet clásico, con tecnología, que hicieron que cada gesto pareciera una manifestación de luz y vida.

Proyecciones de luz envolvieron su cuerpo, formando patrones brillantes que narraban la historia de la creación y la armonía. Su cabello rubio, como un río de luz plateada, se movía en sincronía con cada movimiento calculado y cada salto acrobático. En un momento culminante de la danza, Tronic invocó la Luz de Balder. Un resplandor cálido y brillante llenó el escenario, disipando las sombras y purificando el espacio a su alrededor. La audiencia quedó cautivada por la combinación de gracia humana y poder divino que Tronic encarnaba.

Ante cada participación había un tiempo de descanso. En un mundo normal, gobernado por las leyes de la física, planear cada presentación pudo haber sido un acto que llevaría meses y mucho agotamiento. Pero en este caso, donde el tiempo fluía de forma diferente y las gemas del artista resonaban en su corazón, todo se manifestaba como el dios Bragi deseaba.

Para cuando Nyra y Ëlar habían acabado, Angeló se había colado tras bambalinas, con la excusa de que él era el siguiente participante. Y eso era cierto, pero sus pasos resonaban por el suelo de mármol en dirección a Ëlar y Nyra, quienes estrechaban sus manos entre ellos cómo un acto simbólico de camaradería. Ver ese pequeño gesto, incluso, le repugnó de inmediato.

—Un gran espectáculo fue el que brindaron, díganme, ¿en qué se inspiraron? —preguntó Angeló, mirándoles fijamente, con una sonrisa sardónica. Ambos lo miraron con cautela, manteniendo el silencio—. ¡Oh, por favor! Vengo con actitud afectuosa, crearon una melodía de forma majestuosa. —La piedra del artista en el pecho de Angeló se iluminaba cada vez que hablaba, otorgándole de manera involuntaria el don de la rima en cada oración.

—No sabría qué decir, solo dejé a la música fluir —respondió Nyra con una actitud amable, pero distante. Su mirada analizaba a Angeló, expectante a cualquier actitud sospechosa.

—Los elfos son una raza talentosa, Freyr los bendijo de forma portentosa —siguió Angeló sonriendo, ocultando sus sentimientos de asombro, no esperaba la respuesta cordial de Nyra—. ¿Sus talentos se deben a su esencia? ¿O los forjaron a través del esfuerzo y la experiencia?

—¿Esencia? ¿A qué haces referencia? —preguntó ella, intentando hacer hablar a Angeló, esperando dar con sus verdaderas intenciones. Ëlar le miraba con curiosidad, escudriñándole de una forma que parecía atravesar su alma.

—A la naturaleza de tu raza, el talento con el que cargas. Tener la bendición de un dios ha de ser impresionante, aunque a muchos les parecerá sofocante —Angeló dio un vistazo rápido a la cicatriz de Ëlar, tratando de enfatizar su punto.

—No entiendo tu punto en este asunto. Aunque soy una elfa, no camino con las misma tutelas. Soy de Neobótico, nuestro planeta no lo rige un dios, y tampoco le tenemos devoción a Freyr, el mismo que mencionó —respondió ella, extrañada.

Ëlar dio un paso enfrente, capturando la atención de ambos.

—Yo entiendo a lo que te refieres, pero debes saber que Nyra no entiende sobre estos menesteres —contestó—. Alfheim no es su hogar, por lo que ella no conoce sobre los sufrimientos de marginar. Como muy bien has dicho, tu y yo lo entendemos, tu siendo un Æthar y yo un renegado como consecuencia.

—Oh, con que de eso va el asunto —intervino Nyra, con los ojos abiertos por la sorpresa. Angeló se dio cuenta que, en efecto, esta no tenía idea de lo que era vivir en Alfheim. Una maldita privilegiada, además—. Si vivimos expectantes sobre lo que quieren los demás, el camino a seguir difícilmente encontrarás —respondió con una sonrisa nostálgica y reflexiva. Angeló lo sintió como una provocación, ¿quién era ella para decirle eso?—. El dios que nombraste nunca me ha guiado, y no me importa lo que hizo en el pasado, de verdad nunca me ha ayudado. Seas quien seas y lo que seas, si hay virtud para mí en esa odisea, seré una compañera en tu carrera, aunque nuestras supuestas razas no se llevan.

—Es curioso que lo hayas mencionado, es grato encontrarse con un renegado —dijo aparentando cordialidad y respeto—. Son los elfos que mejor me han agradado, tómenlo como un detalle y un buen halago. —Miró a Nyra en ese momento—. Al menos, concordamos en que los dioses no son necesarios, lo más importante es ser leal a nosotros mismos y estar bien acompañados.

Nyra y Ëlar asintieron, para luego continuar con su camino. Angeló se encontraba con los dientes apretados. Observaba a Nyra y Ëlar irse con una mezcla de rabia y frustración creciente. Eran los únicos elfos puros en la competencia, y para él, era un recordatorio constante de la inocencia que él mismo había perdido, de las dificultades que había enfrentado como marginado en Alfheim.

Sus palabras fueron una pantalla para su verdadera incomodidad. Quería provocar una reacción genuina, una muestra de vulnerabilidad que revelara que no todo era tan perfecto para ellos como parecía. Lo peor fue, que aunque Ëlar habló, para él hubo un destello de complicidad. Lo que le dio desesperación. ¿Por qué ellos, que no eran la inmundicia de Alfheim, tenían que representar la pureza de los elfos en la competencia? ¿Por qué no podían entender la carga que él llevaba? Lo peor era que

Nyra había respondido con una confianza que rozaba en la arrogancia, debido a esa imbecilidad que se hallaba por la ignorancia. Era muy distinta a la de su propia experiencia.

Sí, la rabia y la frustración seguían bullendo en su interior, alimentadas por la sensación de ser incomprendido y de estar solo en su lucha. En su mente, comprendió algo, aquella competencia era una prueba de que él aún tenía mucho que demostrar en los Juegos de Asgard, no solo como un puto artista, sino como un guerrero élfico con una carga que nadie más parecía entender.

El escenario se había oscurecido como el resto de la sala. Una penumbra que volvía el aire denso, con una sensación de desasosiego y una soledad tan abrumadora que, a todos, les llegó a la garganta, como si algún ente espectral les asfixiara. En el centro del escenario, una luz blanquecina y mortecina, alumbraba un asiento y un caballete, donde Angeló se sentó, dándole la espalda al público.

Allí, Angeló dejó escapar su veneno acumulado contra los elfos de la luz y la oscuridad. Su voz, cargada de sarcasmo y amargura, resonó en el espacio, desafiando incluso al mismísimo dios de la poesía.

—Ah, los elfos de la luz y oscuridad, qué honor tenerlos hoy aquí, en verdad —comenzó con una sonrisa torcida, sus ojos brillaban fijos hacia el lienzo, con un resentimiento apenas contenido—.. Tan puros, tan inocentes, ¿no es así? Uno, un marginado entre su gente hoy aquí, y la otra, elfa oscura, en Alfheim perdida, sin entender el mundo que la vida nos brinda.

Sus palabras eran afiladas como dagas, y cada sílaba lanzada denotaba años de resentimiento acumulado. Sus manos tomaron pinceles, y con ello, comenzó a pintar, pero nunca dejó de hablar:

—El talento que ostentan, la bendición de Freyr, ¿es eso lo que los hace superiores? ¿O solo es su soberbia por su lugar a nacer? Qué ironía, ¿verdad? Los intocables, los puros, tan ingenuos, tan vulnerables, pero están llenos artimañas, de odio y el mismo que nos dan.

Entonces, su tono se volvió más oscuro, lleno de una satisfacción retorcida, sus manos no paraban y se guiaban solas, con la gema en su pecho brillando con una intensidad tan fuerte, que asemejaba una enorme fogata de rabia:

—¡Oh, qué placer observar su farsa de moralidad! En su burbuja de luz o sombras viven en vanidad. Yo, el renegado, el engañador, disfruto en verdad, sus conflictos, sus debilidades, tras sus máscaras de falsedad.

—Oh, gran dios, ¿acaso me compadezco? —Angeló se volvió un momento al dios Bragi, con una mirada y tono desafiante y calculador—. Atrapados en su percepción, sin un eco. Quizás los envidio por su incapacidad, de ver el mundo como un juego de habilidad. Donde cada verdad es relativa y negociable, y cada moralidad, en el tablero, es ajustable y despreciable.

Sí, la ironía en sus palabras era palpable, una capa de cinismo que no podía ocultar.

—Aquí me encuentro entre luces y sombras, jugando con astucia y pasión, buscando la asombra de las sombras. Porque al final, oh, dios Bragi, es un teatro de absurdos y juegos, donde brillo como el mejor acto en estos renglones y ruegos.

Con una última mirada desafiante, Angeló se apartó del lienzo, dejando que sus palabras martillaran en el aire cargado de tensiones y revelando su creación. Sabía que había tocado una fibra sensible, tanto en los elfos como en el dios que los observaba. Y en su corazón, una chispa de satisfacción se encendió, alimentada por el hecho de haber expuesto las hipocresías que tanto lo habían molestado durante años.

Lo que pintó, se trató de un cuadro que respiraba su desdén y resentimiento. En él se plasmaba un paisaje distorsionado de Alfheim, donde la luz brillaba con una intensidad casi cegadora en un lado, mientras que las sombras se extendían ominosas en el otro. En el centro, una figura de un elfo marginado, con la mirada perdida y el gesto de soledad, representaba la alienación y el rechazo. Al lado, una elfa oscura, perdida y confundida, miraba hacia un horizonte oscuro y desconocido.

Los colores del lienzo eran intensos pero discordantes, con tonos dorados y plateados que se mezclaban con sombras profundas y grises. Cada pincelada parecía cargar con la carga emocional de años de amargura y envidia acumulada, reflejadas en los detalles meticulosos de las expresiones y los contrastes. La escena era simple: Angeló manifestó su deseo de dominio y poder sobre aquellos que le habían considerado inferiores. Si ganaba los juegos, los elfos puros y oscuros serían sus esclavos, obligados a servir a los mestizos y convertirse en sacrificios para él mismo como el nuevo dios de Alfheim. Era una fantasía oscura y retorcida, pero que no hablaba, sino que gritaba todo lo que realmente sentía. El título en el encabezado, en letras grandes, decía: "La Divinidad de los Cruza". Por supuesto, nadie aplaudió, aunque no le quitaba mérito a la muestra artística y terrorífica de lo que había pintado.

El teatro en aquella plataforma rectangular, se mantenía en una oscuridad profunda, una penumbra densa que parecía sofocar a los presentes. Bragi observaba desde su esfera de cristal, con una expresión imperturbable. De repente, la esfera desapareció y Bragi comenzó a flotar sublime hasta el suelo. Al tocarlo, todo el teatro se desvaneció, dejando solo la plataforma cuadrada de oro, rodeada por el cosmos infinito. Cada participante miraba con curiosidad al dios, mientras las gemas salían de sus pechos para luego desaparecer. Eso anunciaba el fin de aquel desafío. ¿Qué sucedería?

—Veo que algunos de ustedes comprenden el arte en su esencia más pura —dijo el dios Bragi con una voz que resonaba como música celestial—. Kizmel, mi campeón Bragi, Nyra y Ëlar, han demostrado una comprensión profunda. Vuestro arte no solo es una expresión, sino una conexión entre vuestra alma y el espectador.

»Ainhoa y Tronic, vuestra habilidad para capturar la belleza de la naturaleza y la tecnología, respectivamente, es digna de alabanza; habla de corazones fervientes que buscan hacer reflexionar sobre la vida —continuó el dios Bragi—. Han mostrado que el arte puede trascender las barreras del tiempo y el espacio, e incluso las especies.

Kizmel y Bragi asintieron humildemente, Nyra y Ëlar mantuvieron una expresión serena, mientras Ainhoa sonreía y Tronic inclinaba su cabeza en señal de respeto.

Entonces, el dios Bragi se volvió hacia los otros participantes con una mirada que se endureció un poco:

—Rita, Angeló y Gimerla—comenzó él, mirando a la participante con ojos penetrantes—. sus expresiones tenían profundidad, pero fue ese dolor y rencor lo que opacó la conexión con el espectador. Recuerden que el problema del dolor, del sufrimiento, es que les ciega de tal forma que les impide empatizar con quienes les observan.

—Belgermir, tu obra es técnicamente impecable, pero fría. El arte debe ser una extensión del alma, y la tuya está ausente en tu trabajo. Galdor, tu egoísmo en la presentación fue evidente. El arte no debe ser una barrera, sino un puente. Astri y Sólveig, sus trabajos carecieron de la chispa para que fuera memorable. Telos y Erian, ambos fallaron en transmitir algo más allá de sus propias ambiciones. Todo esto demuestra que todavía no lo entienden: el egoísmo debe convertirse en una conexión entre sus vidas y el espectador, una mera herramienta que empatice con los demás.

Algunos de los mencionados asintieron con humildad, pero otros, hicieron un gesto de desdén, entre ellos Angeló. Lo que decía el dios Bragi podía ser cierto, pero no tenía porqué ser una verdad para él.

Bragi hizo una pausa, permitiendo que sus palabras calaran en cada uno de los participantes antes de continuar con una revelación inesperada:

—Recuerden, un dios no es sólo expresión artística. Tiene atributos que van más allá. Es el conjunto de todas sus habilidades, su sabiduría y su capacidad para inspirar y conectar con los demás, lo que realmente importa. Solo así podrá empatizar y conocer dichas necesidades, algo de lo que muchos en el panteón de los dioses carece, motivo por el que algunos de ustedes sienten resentimiento hacia nosotros. Se sintieron abandonados, pero también sé, que no todos los de acá fueron olvidados en su miseria. De hecho, que estén acá demuestra que no han sido olvidados por sus dioses. Es una oportunidad que tal vez se les debía.

De haber podido, Angeló se hubiera reído allí mismo. ¿Quién necesita empatía cuando se podía controlar? ¿Acaso no era lo que hacía Freyr, Loki o Hela? Mientras observaba a los otros participantes, sus ojos se posaron momentáneamente en Nyra y Ëlar, quienes habían sido elogiados. "¿Capacidad para inspirar y conectar con los demás?, pensó, con su tono interno impregnado de cinismo, "¿Inspirar qué, exactamente? ¿Esperanza? ¿Valentía? ¿La misma esperanza que los dioses nos niegan cuando más la necesitamos?"

Había muchas preguntas más: ¿Realmente creen que los dioses pueden comprender nuestras luchas? ¿Realmente era una oportunidad que tal vez se les debía? —se burló internamente—. No, Angeló no creía que esa fuera una oportunidad concedida por benevolencia. Era una prueba, un juego más, y ellos, simples piezas en su tablero.

Angeló no buscaba su aprobación ni su redención. Busco el poder que ellos poseían y la oportunidad de subvertirlo a su favor. Y cuando ganara esos juegos, no sería un dios que inspire y conecte. Sería un dios que controle, manipule y domine, exactamente como ellos lo han hecho siempre. Angeló dejó que una sonrisa fría cruzara su rostro, mientras sus ojos volvían a centrarse en Bragi. Sí, jugaría su juego, pero lo haría a su manera, utilizando sus propias reglas. Y al final, demostraría que los verdaderos dioses no son los que inspiran, sino los que saben manejar las piezas del tablero con maestría.

—Sin embargo, debo aclarar algo —dijo el dios Bragi con voz ahora más suave, pero aún poderosa, interrumpiendo los pensamientos de Angeló—. No somos nosotros quienes los descalificaremos. Los desafíos que enfrentan están diseñados para probarlos a ustedes mismos. Serán ustedes quienes determinen su valía y su lugar aquí.

Fue difícil que los participantes no se miraran entre sí. La sorpresa era evidente en sus rostros. La idea de que sus propias acciones y decisiones determinarían su destino era liberadora y aterradora al mismo tiempo. Y dicho eso, Bragi aplaudió con fuerza, el espacio-tiempo pareció desdoblarse en sí mismo, el aire comenzó a vibrar con una energía densa y palpable, y un zumbido grave resonó a través de la sala, escalando rápidamente en intensidad. Ante los atónitos ojos de los presentes, un enorme agujero negro se abrió, devorando la luz a su alrededor y proyectando sombras ondulantes en las paredes. Era un portal dimensional, una anomalía cósmica que parecía desafiar las leyes de la física y la realidad misma. Su borde giraba en espiral, que parecía absorber todo a su paso, como si el mismo universo estuviera siendo devorado.

Dentro del vórtice, destellos de energía intermitente iluminaban brevemente su insondable profundidad, revelando vislumbres de paisajes alienígenas y desconocidos. El centro del portal era una negrura tan profunda que parecía tirar del alma de quien se atreviera a mirarla directamente.

—Entren, el segundo desafío les espera. ¡Bienvenidos a los verdaderos Juegos de Asgard!

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