Capítulo 4
"El aroma de mi hogar"
¿Cómo haría para levantarme a desayunar? Si cada extremidad de mi cuerpo ardía, sentía como los cortes amenazaban con abrirse al mínimo movimiento.
Al ver como el padre del amable jinete que me habló antes de la cena, se transformaba en un psicópata sin control, sentí el más profundo deseo que todo se acabe allí. Deseaba morirme desangrada en el piso de aquella celda, pero al terminar mi castigo, supuse que unos enfermeros me trajeron hasta aquí. Donde desperté, con luz blanca dándome directamente en la cara.
Estaba en la camilla de la enfermería con vendajes en mis brazos y manos.
Me levanté con dificultad y caminé sujetándome de todo, hasta un pequeño espejo en una de las paredes.
Mi labio tenía un corte que comenzaba por la parte superior, pasaba por mi comisura derecha y formando una línea recta, acababa en el labio inferior.
Mi ojo estaba morado y restos de sangre coagulada dibujaba pequeños lunares en mi mejilla.
Mi pelo estaba hecho un desastre, así que, con mi mano sana intenté aplastarlo un poco. En total fueron cinco cortes, uno en la mano derecha y los otros cuatro en el mismo brazo.
—Vuelve a la camilla, tus heridas se abrirán —una mujer vestida de blanco se apresuró para ayudarme a volver a la cama —, si no te recuperas para antes del desayuno ellos te van a desechar.
No era una mujer muy grande, su cabello rubio y algunas arrugas la hacía aparentar unos cuarenta años. Ella demostraba verdadera preocupación por mí, así que, sin discutir, volví a la cama.
—¿Desecharme? —Hice una mueca al subirme sobre la camilla.
—Exacto, si no puedes continuar con las pruebas te matarán y sobreviviste a Brutus, eres una muchacha muy fuerte. Por suerte Octavian llegó a tiempo.
Así que así se llama el monstruo.
—¿Hubo otras que no sobrevivieron? —La observé deambular por la habitación como un alma en pena buscando las cosas necesarias para cambiar mis vendajes.
—Si, pero no fueron mujeres, él nunca había atacado una.
—¿Y por qué yo sí?
—Asesinaron a su hijo porque te habló.
Abrí la boca sintiendo esa información como una patada en el estomago y sentí mis ojos cristalizarse.
—No llores cariño, Harry conocía muy bien las reglas y aun así se acercó. —Ella comenzó a cambiar cada vendaje.
—¿Por qué matan a los jinetes que hablan con las presas? —La observe acercarse de nuevo a mí.
—Harry era un jinete susurro, ellos tienen prohibido hablar hasta que su periodo de prueba acabe.
No quise indagar mas en el tema, simplemente me entregué a los pensamientos intrusivos que quebraban mi cordura en dos, incitándome a deseos como la muerte. Pero algo me mantenía con vida, algo no permitió que muriera en la prueba o que fuera asesinada por Brutus, algo o alguien luchaba por mantenerme respirando. Pero... ¿Yo quería que fuera así? ¿De verdad deseaba morir?
La respuesta estaba allí misma, en mi cautiverio se encontraba una razón para no entregarme a las manos de la autodestrucción. Debía proteger a Wren, mantenerla con vida hasta que pueda escapar y con suerte, yo también lo haría, no dejaría que mi madre caiga como lo hizo luego de la muerte de mi padre.
Ahora las palabras de Graycee cobraban sentido, por más imposible que pareciera, si no hay una salida, nosotros crearemos una, porque no me permitiré acabar como mi padre... Asesinada por los problemas que no me atreví a enfrentar.
Tras las indicaciones de Eira, la enfermera, me obligue a mí misma parecer recuperada, aunque me ardía el cuerpo a cada paso que daba. Cuando dos jinetes pasaron a buscarme, salí con la cabeza en alto siendo escoltada al comedor. En cuanto llegué, las miradas se posaron en mí y me siguieron hasta que llegué a mi lugar, donde mis compañeros de sección desayunaban. Ellos no tenían rastro de haber sido torturados y Wren solo jugueteaba en silencio con su manzana, podía ver como se morían por hacerme preguntas, pero aun así intentaban evitar verme.
El silencio duró unos minutos que se hicieron eternos hasta que yo decidí romperlo.
—¿Van a comenzar a hablar o seguirán viéndome como un animalito de la calle?
—Es que te ves... —Graycee finalmente se permitió verme.
—Muy mal. —Waylan acabó su oración.
—Si bueno, parece que fui la única castigada por la reunión secreta de la cual no tenía idea hasta que Caín me arrastró hasta allí. —escupí con furia, pero él no me miraba, estaba concentrado en algún lugar del comedor.
—Parece que la loca le pegó el virus de "actúo como un psicópata sin hablar mientras miro a la nada". —dijo Graycee llevándose su manzana a la boca.
Ignore por completo su comentario sobre Wren y cuando me gire a verla me di cuenta que ahora ella miraba lo mismo que Caín. Me uní a las miradas buscando qué era tan interesante, y lo encontré. Sobre los pasillos que rodean el comedor por el segundo piso, en el techo, una escotilla se camuflaba gracias a las marcas de óxido.
—Parece que los locos conectan más neuronas que tú Graycee. —Waylan no perdió oportunidad de burlarse, por lo tanto, recibió un golpe en el hombro de parte de la castaña. —Muy bien, todos mírenme a mi o seremos muy obvios... Hay que volver a reunirnos.
La carcajada que solté provocó que todos nos miren por unos segundos y luego vuelvan a lo suyo.
Tenía que estar de broma.
—¿Y ganarme otra paliza? No gracias.
—Pero no seremos tan obvios, piensen... ¿Cuándo es el momento en el que estamos todos juntos? —Waylan susurró a todos.
—El desayuno, almuerzo, cena y las pruebas. —Graycee contestó.
—Exacto, planearemos las reuniones en el desayuno, luego de la cena Caín pasará por las celdas a darnos un mapa que analizaremos —Waylan susurró observándonos a todos —, y en dos días nos juntaremos por la madrugada a compartir ideas.
Incluso Wren parecía estar escuchando el plan de Waylan. El chico parecía tener las ideas claras, pero aun así me pregunté: ¿Cómo es que Caín puede salir de su celda? ¿Él había sacado a los demás anoche?
Antes de que acabe el desayuno planeamos lo último y en cuanto nos tocó levantarnos, fuimos conducidos a una habitación que en su puerta tenía una nariz brillante de luces neón, al entrar, esta era completamente amarilla y en el centro se formaba un círculo de sillas de consultorio médico, junto a cada silla había una bandeja con un aparato demasiado extraño. Parecía una mascarilla, pero de su interior sobresalían dos hisopos.
—Hagan el favor de tomar asiento.
Todos obedecimos al hombre de unos cuarenta años, al sentarme en mi silla observé por un segundo a la persona detrás de él. El chico que llamó mi atención en la primera prueba me miró por un segundo y sus ojos azules parecían de cristal, pero luego apartó rápidamente la mirada hacia su jefe quién se acercó a nosotros.
—Se les colocarán las mascarillas que están a sus lados y los hisopos que estarán dentro de sus narices los ayudarán a ser estimulados con olores... Pasen la prueba y sobrevivirán o sean débiles y morirán.
Al ver por toda la habitación, la mesa de los suicidios aún permanecía allí, lista para que durante la prueba alguien salga corriendo y decida quitarse la vida.
Esta vez otro jinete vino a ayudarme con la mascarilla y el chico de ojos azules fue con Waylan.
La sensación de los hisopos me provocó una molesta sensación de picazón dentro de la nariz, pero en realidad no era dolorosa, solo molesta. Nos recostamos hacía atrás cerrando los ojos mientras sentía como poco a poco, me era imposible sentir el olfato hasta que por una milésima de segundo dejé de sentir por completo, pero pronto mis fosas nasales se inundaron de olores.
La cafetería...
Fue lo primero que sentí, podía oler el café y los pastelillos que preparábamos en la mañana para los policías, también las donas que eran furor entre los estudiantes. Con tan solo sentir el olor a ese lugar tan familiar, pude imaginármelo y verme dentro de este, con mi delantal atendiendo con una sonrisa para recibir propinas, mientras que en la radio sonaba una canción ochentera.
Algunos chicos universitarios aprovechaban la ocasión para coquetearme, pero yo no estaba interesada en alguien demasiado mayor, ni siquiera eran mi tipo.
Al ir en busca de más donas me vi por el espejo de la cocina y era normal, con mi piercing en la nariz, el cabello recogido con mechones escapándose por mi frente, no había golpes ni cortaduras... La cafetería era mi casa y ese recuerdo me daba paz, no, mejor dicho, yo lo convertía en la más pura paz.
Pero como si supieran lo que estaba pensando, el olor a café desapareció en un instante y el lugar se llenó de un olor metálico, casi familiar, sabía perfectamente que era... Sangre.
Todo a mí alrededor se difumino y ahora yo me encontraba en el suelo del baño, creía que sería el recuerdo de mi padre muerto en mis manos, pero no, se trataba de uno más reciente.
La sangre brotaba de mis muñecas y podía ver como Wren lograba abrir la puerta, mientras yo perdía la razón, ella no dejaba de llorar mientras gritaba por ayuda. Me envolvió los brazos con unas toallas y logró llamar a una ambulancia.
Ella era la única que sabía cómo me estaba sintiendo, que ya no soportaba vivir con la imagen de mi padre cayendo al suelo con una bala entre ceja y ceja. Que ya no podía fingir que todo estaba bien, mientras tenía que ser fuerte por mamá y evitar que ella caiga en una adicción. Wren estuvo en todos mis días de lucha, incluso casi ve como acabo con esa guerra.
Nunca me olvidé de su expresión de terror, el auténtico miedo a perderme.
Ahora mismo sentía como la tristeza me inundaba, sabía que algo le habían hecho a mi amiga en la primera prueba y yo no podía hacer nada, mejor dicho, no me atrevía.
Si ella nunca se alejó a pesar de verme casi acabar con mi vida... ¿Por qué yo no me atrevía a luchar por traerla de vuelta?
Y entonces el recuerdo se difumino y yo era capaz de sentir de nuevo mi cuerpo físico, en mi pecho se sentía un gran nudo, mientras que mis mejillas húmedas seguían recibiendo lágrimas. Me sentía muy culpable, pero no dejaría que eso me destruya, al contrario, ahora sabía que tenía que hacer con Wren.
Lo mismo que ella siempre hizo conmigo, simplemente permanecer, estar hasta que me deje ayudarla.
Al abrir los ojos me encontré con el jinete de ojos azules quitándome la mascarilla mientras me veía con una media sonrisa. Me permití observar a mis compañeros, pero el único que permanecía con el aparato era Waylan, que no tardó en despertar temblando y de sus ojos brotaban muchas lágrimas. Graycee se levantó rápidamente y fue a ver como estaba.
Al mirar a Wren, sus ojos verdes estaban fijos en mí y una sonrisa se formó en su rostro, yo se la devolví y quise correr a abrazarla, sentir que la había recuperado de nuevo, pero no pude.
No había notado en que condición estaba Caín, temblaba de furia y solo tardó un segundo en saltar de su silla y correr hacía los jinetes, el que me había ayudado se quiso interponer, pero fue el que recibió un sonoro puñetazo que lo hizo retroceder.
—¿¡Creen que pueden torturarme con eso!? —Caín gritaba golpeando al que se interpusiera en su camino. —¡NUNCA HE SENTIDO TRISTEZA Y MENOS CULPA!
Ahora el chico de ojos azules era el que corría hacía él comenzando una pelea entre los dos. Yo estaba agarrada a mi silla sin saber qué hacer, entonces miré al hombre encargado que se mantuvo serio en todo momento viendo la pelea que acabó cuando él levantó el brazo y los demás jinetes acudieron a separarlos.
Definitivamente había subestimado la fuerza de Caín, ya que en ese momento el jinete era el más golpeado. Se los llevaron a los dos de la sala y solo pude pensar en cómo sería castigado mi compañero.
Caín ¿Qué te han hecho hacer?
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