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Capítulo 3

"Sin piedad"

No sabía cuánto daño me había provocado aquélla prueba, eran demasiadas preguntas rondando en mi mente. ¿Cómo sabían lo de mis padres? ¿Acaso me habían vigilado?

Toda esta situación me hacía creer que lo jinetes no seleccionaban aleatoriamente adolescentes de la ciudad, si no que nos tenían estudiados y sabían todo de nosotros, pero ¿por qué atacar nuestra mente y no nuestros cuerpos? Creía que serían pruebas físicas, pero ahora mismo me sentía totalmente pérdida.

Estaba segura que dormí todo el día, ya que cuando me desperté la luna se asomaba con timidez por la ventana, tenía un fuerte dolor en la cabeza y los oídos me ardían haciéndome sentir un pitido constante. Me costó levantarme de la cama y caminar hasta la reja que, para mi sorpresa, estaba abierta.

Lo dudé, pero al final terminé saliendo por los fríos pasillos iluminados por débiles luces neón de color rojo, tomé el camino que ya conocía hacia el comedor.

Al bajar las escaleras mis compañeros estaban sentados charlando, pero yo no era capaz de escucharlos. Graycee discutía algo con Waylan mientras que Wren se encontraba pérdida viendo a la nada, el lugar de Caín estaba vacío.

Una persona me tomó del hombro provocando que de un salto me gire con brusquedad, allí estaba un jinete joven de cabello rubio sonriendo, al darse cuenta que no era capaz de escucharlo sacó una libreta de su bolsillo y comenzó a escribir.

— "No te preocupes, la sordera es común, ya se te va a pasar" —Anotó en la pequeña libreta de cuero. Yo asentí viendo a mí alrededor y noté que a las otras dos mesas les faltaban integrantes.

—"¿Y los demás?" —Pregunté en lenguaje de señas, mi vecina sorda fue la que me enseñó.

Esperé que él termine de escribir suponiendo que, si me entendió, pero que no sabía hablarlo.

—"Muertos" —Terminó de escribir y mi rostro palideció, sentí como me bajaba la presión y estaba a punto de desmayarme, ¿ellos murieron en aquélla prueba?

Me fue inevitable no ver a la mesa y sentir preocupación hacía el miembro de mi equipo faltante.

—"¿Mi compañero igual?"

—"No, él fue el primero en superar la prueba".

La conversación murió allí y tuve que sentarme con los demás, fui completamente ajena a la discusión de Graycee y Waylan ya que no podía oírlos y Wren no se giró a verme en ningún momento, su cabello pelirrojo estaba despeinado y noté que le faltaban algunos mechones de la nuca.

En cambio, yo seguía con el mismo moño desprolijo que tiene atrapado a mi cabello rizado.

En aquel momento decidí concentrarme en las otras mesas, en la mesa azul faltaban dos integrantes, quedando con vida solo un chico musculoso que pareciera ser jugador de fútbol americano y dos chicas, ambas gemelas.

En la mesa roja faltaba tan solo una persona, quedando un chico con apariencia bastante normal, otro de lentes y el otro con rasgos asiáticos. Y solo una chica que parecía una niña pequeña, debería tener dieciséis años y aparentar trece.

Poco a poco el pitido constante desapareció en uno de mis oídos recobrando la audición en ese, aunque prefería estar sorda que tener que soportar la incomodidad que da escuchar solo de un lado.

Caín no apareció en toda la cena y yo ya recuperé la audición para cuando me escoltaron de nuevo a mi celda. Cómo había dormido todo el día me recosté boca arriba e intenté al menos descansar, pero mi mente no lo permitía así que solo gané que el dolor de cabeza se intensifique.

Estaba tan sumida en mis pensamientos que no había notado la presencia de alguien más hasta que su sombra me alertó de eso.

De un salto me acorrale contra la pared observando como Caín se encontraba dentro de mi celda, su apariencia no era la mejor, sus ojos rodeados por unas notorias ojeras me veían fijamente, mientras que en su piel tan pálida se le reflejaban los tonos rojos de las luces neón. Una de las tiras del mono estaba sujeta a su hombro, mientras que la otra caía dejando ver su torso y brazos tatuados debajo de la blanca camiseta de tirantes.

—¿Qué haces aquí? —Susurré sin despegarme de la pared.

— Ven conmigo... —Era la primera vez en años que lo escuchaba hablar, su voz era ronca y distante, para nada comparada al niño que antes conocía.

—¿Para qué?

—No hagas preguntas.

Pestañeé varias veces mostrándome bastante confundida. — ¿Cómo saliste de tu celda?

—Dije que sin preguntas, ahora levántate. —Alcancé a ver como apretaba la mandíbula.

Lo pensé por unos segundos y finalmente acabé levantándome de la cama para poder seguirlo a través de los pasillos neón, sabía a la perfección que esto estaba mal. A nuestros secuestradores no les gustará para nada saber que sus presas andan rondando por el lugar.

Dejé de conocer el camino cuando pasamos de largo las escaleras y continuamos hasta el final, doblamos a la derecha encontrándonos con otra sección de celdas, pero estas de color rojo, al final llegamos a una de donde provenían diversos susurros y al entrar me encontré con la sorpresa de que la niña que había visto en el comedor corrió hasta Caín y lo abrazó.

Mi vista fue hacía Waylan, Graycee y Wren.

—En unos minutos acaba el cambio de turno, debemos apresurarnos —dijo Waylan inclinándose sobre el mapa en el suelo —. Aquí estamos nosotros —apuntó —, y tengo la teoría de que las salidas son estás.

—Espera... ¿Salidas? —Pregunté incrédula.

—Claro, ¿qué esperabas? ¿Qué nos quedemos aquí esperando nuestra muerte? —Cómo siempre, Graycee tan simpática.

—No, es que creí que era imposible salir.

—Alguien ya lo hizo... El único sobreviviente. —Waylan refutó.

—Pero nadie sabe dónde está, ni siquiera volvió con su familia, así que nada asegura que de verdad escapó. —Observé a todos los presentes.

—No me importa si tú quieres quedarte, pero yo haré lo posible por irme, tan solo mira como dejaron a tu amiga. —Graycee señaló a Wren.

Al verla lo noté, no puedo creer que haya sido tan idiota de pensar que solo estaba extraña conmigo, no fui capaz de ver a mi mejor amiga sufriendo, arrancándose el cabello de a mechones mientras tenía la mirada pérdida.

Rápidamente me acerqué a la esquina donde ella estaba sentada y tomando su rostro entre mis manos la obligué a verme.

—¿Qué es lo que te hicieron Wren? Contéstame...

—No logramos que hable —Caín habló a mis espaldas —. Creemos que en realidad no nos escucha.

—Si nos escucha, la sordera dura solo un rato. —repetí las palabras del jinete.

—Dejen a la loca y concentrémonos en lo que en realidad importa. —Graycee escupió su veneno detrás de mí, lo que provocó que me levante con furia y la empuje contra la pared.

—¡Cierra la maldita boca! ¡Wren es mi mejor amiga!

—¿Y crees que eso me importa? ¡Aquí todos pasamos por ese maldito audio! ¡Escuché cada gemido de mi violador mientras yo solo gritaba!

Al escuchar las palabras de Graycee la solté viéndola con una expresión totalmente confundida. Siempre creí que ella tenía la vida perfecta.

—No me mires así Arcane, no necesito tu maldita lástima, ese desgraciado ya está muerto. Lo que necesito es escapar de aquí.

La habitación quedó en completo silencio y sin decir nada más asentí acercándome al mapa, pero fue demasiado tarde ya que la pequeña niña, que en algún momento había salido de la celda, ahora entró alertándonos que el cambio de turno había acabado, por lo cual, los jinetes vendrán.

Mi instinto fue correr hacia Wren y ayudar a que se levante mientras los demás salía corriendo y nos dejaban atrás, no íbamos a lograrlo y afortunadamente Caín notó eso al girarse sobre su hombro.

—Mierda... —susurró mientras se acercaba corriendo a nosotras y cargaba a Wren —¡Corre a tu celda!

—¿Pero ustedes?

—¡Deja de hacer las malditas preguntas!

La forma en que lo dijo me aterró y no necesité más para salir corriendo por los pasillos mientras sentía cada pulsación, pude ver como Graycee se metía a su celda y luego, en la de al lado, Waylan. Cuando me giré Caín y Wren ya no estaban detrás de mí.

Deseando que no les pase nada corrí a toda velocidad hasta llegar a mi celda, donde sentí como mis músculos se relajaban uno por uno en cuanto cerré la reja.

—Está prohibido que los prisioneros salgan de sus celdas.

Una voz grave habló a mis espaldas y sentí como todo el mundo se me venía abajo, al girarme un jinete estaba sentado en la cama jugando con un cuchillo.

—También está prohibido que los jinetes hablen con los prisioneros.

En cuanto salió de la oscura esquina pude ver su rostro y temblé al notar una horrible cicatriz que comenzaba en su frente, pasaba por su ojo completamente blanco y acababa en el comienzo de su mandíbula. Podía sentir como su aura era totalmente oscura, su mirada se mantenía fija en mí como si de un psicópata se tratara.

—Iban a matarte junto a mi hijo, pero alguien apostó por ti Arcane. —decidí no contestar mientras retrocedía a medida que él avanzaba hacia mí —¿Ha valido la pena? —preguntó de forma hostil provocando que mis ojos llenos de lágrimas y terror acaben soltando todo aquello.

—Si, lo vale lo vale. —contesté desesperada.

—Bueno, espero que lo haga, pero todos deben pagar por sus errores.

No tenía a dónde escapar, yo misma había cavado mi propia tumba y en cuanto él se acercó más y más, yo me giré desesperada intentando abrir la reja mientras gritaba por ayuda, pero nadie me escuchaba, y si lo hacían, no vendrían por mí.

Mis gritos desesperados fueron ahogados por su mano en mi boca mientras que con la otra me tomaba y arrojaba con fuerza contra la pared, todo mi lado izquierdo recibió el impacto y caí al suelo sintiendo mis huesos arder. Lo siguiente fue una fuerte patada en el rostro que me hizo escupir sangre y me sorprendió no ver algún diente en el suelo.

—¡Basta por favor! —supliqué viendo como él levantaba el cuchillo.

—No hay opción, en la isla del pánico no existe la piedad. —una sonrisa macabra se dibujó en su rostro aterrador y lo último que recuerdo fue el dolor agudo en mi brazo que provocado por un corte limpio del cuchillo.

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