Capítulo 19
"El simposio"
A la mañana siguiente un suave aroma a tostadas recién hechas hizo que despertara. Las sábanas de ceda azul me hacían querer quedarme todo el día allí, pero no podía hacerlo.
Me levanté de la cama sintiendo el aire frío colarse por debajo de mi short y la camisa blanca que me cubría un poco más abajo de los muslos. Me abracé a mí misma, en el momento en que salí de la habitación, me encontré con un desayuno perfectamente preparado en la mesa del centro. Un alegre Octavian bebía café con aire despreocupado teniendo puestos unos lentes que le quedaban a la perfección, y seguramente lo ayudaban a leer el periódico que tenía en frente. Los primeros botones de su camisa estaban desabrochados y su cabello se mantenía despeinado.
―¿Quieres café? ¿O prefieres seguir comiéndome con la mirada? ―dijo sin levantar la vista del papel, sin poder evitarlo mis mejillas se tornaron de un rosado, que disimule bajando la mirada a mis pies.
―¿Vuelvo a ser un susurro? ―me acerqué a la mesa sentándome en frente de él.
―Efectivamente.
Las palabras se atoraron en mi garganta y salieron en un suspiro, sin más me serví una taza de café comenzando a desayunar en silencio. El maldito silencio que tendré que guardar por quien sabe cuánto.
―Hoy tendrán una reunión los generales, mi padre no asistirá por lo cual yo debo estar ―dejó el periódico a un lado para verme ―. Como mi susurro me acompañarás, te mantendrás al margen en todo momento.
Asentí observando fijamente sus ojos azules detrás de los cristales con un poco de aumento. Su expresión era fría y claramente hablaba en serio, iba a meterme en un tanque de tiburones hambrientos.
―Ayer tuviste un gran avance y mereces una recompensa ―de abajo de la mesa sacó una cajita alargada con una cinta azul y la extendió hacia mí.
Lo miré dudosa, pero aun así deshice el moño para poder levantar la tapa y encontrarme con una aguja cerrada y a su lado un piercing plateado.
Levanté la vista observándolo confundida.
―Antes de que te capturaran tenías uno en la nariz y te quedaba bien... Supuse que lo querías de nuevo.
Una sonrisa inesperada se formó en mi rostro y esa fue mi forma de decir un sincero: "Gracias".
―Eira se ofreció a hacértelo, pero hablé con Wren y ella dijo que lo haría ―la puerta detrás de mí se abrió y la pelirroja entró con aire de timidez ―. Las dejaré solas y vuelvo a buscarte para la reunión ―Octavian se levantó de la mesa, tomó su saco y se marchó.
En cuanto dejó la habitación me levanté rápidamente y recibí con los brazos abiertos a mi mejor amiga que corrió hacía mí para abrazarme. Volver a sentir su aroma me hacía sentir en casa, tenerla cerca provocaba que estas extrañas sensaciones que descubría poco a poco desaparezcan y poder sentirme más normal.
―Te extrañé tanto ―susurré sin dejar de abrazarla.
―No hables, no queremos que te metas en problemas.
―En la habitación no nos oirá. ―Me separé de ella, la guie al cuarto donde dormí y cerré la puerta detrás de nosotras.
―¿Cómo estás? Cuándo me enteré que se habían escapado rogué porque lo logren ―Wren se acercó a mí.
―Todo ha sido muy extraño, creí que íbamos a morir, pero aquí estoy, obedeciendo las órdenes de Octavian, ―a pesar de estar solas, hablé con cautela.
―Al menos son las de Octavian y no las de su padre u otro general ―me sonrió y por un segundo lo había olvidado, ella cree que me gusta mi secuestrador.
―Supongo que podría ser peor ―suspiré ―¿Qué han hecho? ¿Y Graycee?
―Solo es entrenamiento tras entrenamiento, le he dado al blanco, pero Clara continúa siendo muy ágil, ―recordé la golpiza que me dio la niña ―. Graycee tiene mucho potencial y a mí me han asignado para alimentar a Caín.
Mi mirada se iluminó y el corazón se me aceleró de tan solo escuchar su nombre, debía controlarme.
―¿Cómo está él? ―pregunté fingiendo indiferencia.
―Bien, supongo, no ha hablado y solo come, le cuento que estás a salvo y lo mucho que Waylan se preocupa por él, pero no dice ni una palabra.
―¿Has oído algo sobre los planes de los jinetes?
―Nada, solo que la reunión de hoy es muy importante, así que tendrás que estar atenta a cualquier cosa que nos pueda ayudar a escapar ―acarició su cabello pelirrojo, eso hace cuando está nerviosa.
―Tranquila, recuerda con quién estás hablando ―le sonreí.
―Con la señorita "tengo todo controlado" ―ironizó y no pude evitar reír.
―Así que me harás de nuevo el piercing, como en los viejos tiempos.
―Cómo en los viejos tiempos. ―Dijo con una sonrisa.
Tomamos el regalo de Octavian y fuimos al baño dentro de la habitación donde había todo lo necesario para desinfectarme la nariz.
Me recogí el cabello y Wren tomó de referencia el hueco de mi antiguo aro, que se marcaba a la perfección en el centro del ala izquierda de mi nariz.
―Respira... ―preparó la aguja y en cuanto tomé aire sentí el pinchazo que no se me hizo gran cosa, pero aun así, incomodó.
En el reflejo del espejo vi como pasaba el aro con mucho cuidado y concentración. Si las cosas hubieran sido diferente, Wren ahora estaría terminando su último año para luego ir a la mejor universidad de medicina, a ella siempre le gustó cuidar de los demás y cree que todos tienen salvación.
Pero algunos no la merecemos.
―¡Listo! Ya comienzas a verte como la Arcane de siempre ―levanté la vista al espejo y la observé con una sonrisa melancólica. ―¿Sucede algo? ―me giró hacía ella viéndome preocupada.
―Es que a veces extraño nuestra vida de antes ―sentí la necesidad de contarle la verdad sobre mi venganza.
―Aún no es tarde, no tenemos que dejar que este mundo nos consuma y tú más que nada mereces ser feliz ―sujetó mis hombros y me sentí débil.
Quería decirle todo, ser sincera con mi amiga.
"Wren, te he estado ocultando muchas cosas, ni siquiera estoy segura de querer marcharme de aquí. No sin antes vengar la muerte de mi padre, y no estoy con Octavian, me preocupa mucho Caín porque, de alguna forma extraña, me aferro a la conexión que teníamos de niños y quiero permitirme quererlo. Todo este lugar me está haciendo descubrir algo en mí, es una rara comodidad que nunca había sentido, aquí puedo hablar lo que he ocultado por miedo a ser juzgada."
Pero entre decir y querer hay una gran diferencia, un límite que no me atreví a pasar.
―Tienes razón, debemos escapar de aquí ―le mentí descaradamente y esperé un sentimiento de culpa que nunca llegó. Ella me atrajo hacía su cuerpo, rodeándome en un cálido abrazo, mis ojos se humedecieron y las emociones parecieron amenazar con explotar.
No lo hagas, apaga los sentimientos y sé fuerte.
La voz en mi mente susurró. Con todas mis fuerzas me apagué, y no estaba segura de volver a sentir si seguía evadiendo la tristeza.
Wren se quedó un rato más, reímos y recordamos viejas anécdotas, hablamos de algunos libros y música que extrañábamos. Hasta que la puerta de la habitación se abrió, Octavian entró más serio, con su perfecto traje, ya no llevaba las gafas.
Me di una ducha y me vestí. Ya lista, Octavian me condujo a la habitación donde los generales se reunirían.
Las risas llegaron a mis oídos, en cuanto la puerta se abrió, allí estaban todos, sentados en una mesa redonda, bebiendo y riendo. Parecían despreocupados, para nada intimidantes, pero no debía juzgar un libro por su portada, ellos eran asesinos despiadados con historias que los llevaron a tal puesto.
―Ha llegado la ley Carey. ―Dijo Luciel animadamente, mientras levantaba su vaso en nuestra dirección, lo que más me llamó la atención fue su mano entrelazada con la de Regulus... Los generales tenían un romance.
Octavian caminó hacía la mesa y yo lo seguí con la cabeza agachada, en completo silencio. Me quedé parada a su lado esperando ser invisible para estos depredadores hambrientos, pero mis deseos era mucho pedir.
―Veo que has traído tú nueva... Adquisición. ―Bellamy me observó y sentí ganas de vomitar.
―Comencemos señores. ―Octavian recuperó la atención de todos y desde mi posición podía ver sus hombros tensos junto a su gran espalda. ― ¿Cuál fue el motivo de convocatoria?
―Parece que tenemos problemas en el paraíso, pero dejaré que Regulus te explique mejor. ―Luciel le dio la palabra al hombre con el cabello peinado perfectamente hacía atrás.
―Hemos recibido un mensaje del ojo, quiere que reportemos el avance sobre los nuevos jinetes, pero sabemos que dos ellos serían perjudiciales para todos, así que debemos alterar los informes. ―Regulus habló con seriedad sin despegar la vista de Octavian.
―El ojo se enteraría de los informes alterados, hay que buscar otra alternativa. ―El castaño se inclinó hacia adelante apoyando los codos en la mesa.
―No tenemos otra alternativa, es nuestra cabeza o la de ellos ―Luciel me apuntó ―. Fuiste tú el que los mantuvo con vida, ahora todos pagaremos las consecuencias.
―No habrá consecuencias, deben confiar en mí ―Octavian se mostró relajado.
―¿Confiar en un niño? ―Bellamy habló irónico.
―No confiaremos en ti hasta que demuestres ser competente. ―Benjamín remató provocando carcajadas irónicas.
Al escuchar todo lo que ellos decían, sintiéndose tan superiores, lo primero que hice fue ver a Octavian quién se tensó aún más y apretó los puños sobre la mesa. El ruido de estos impactando contra la madera hizo quedar a toda la habitación en silencio, di un salto por instinto al ver la figura imponente de Octavian parada dándome la espalda.
―Seré un niño, pero soy su futuro general y el único que desde su nacimiento ha dedicado toda su vida a los jinetes. ―Habló enojado señalando a cada uno de los hombres. ―Así que si digo que no habrá consecuencias, no las habrá, y el ojo estará contento con nuestro desempeño. Aunque algunos de ustedes solo beben y se sientan a esperar que otros hagan su trabajo.
―¿Entonces que propone general Carey? ―Regulus habló sin expresión alguna y Octavian se calmó continuando de pie.
―Le entregaremos al ojo los informes tal cual están, con la verdad sobre todos los nuevos jinetes. Si yo fui capaz de ver el potencial en los dos problemáticos, el ojo también lo hará y no los ejecutará. ―Se hizo a un lado de la mesa y abrocho los botones de su saco ―. Una vez estén listos háganmelos llegar, yo mismo se los daré al ojo. La reunión acabó.
Me quedé atontada en mi lugar tratando de asimilar la forma en que lo vi actuar, pero rápidamente reaccioné y seguí a Octavian fuera de la habitación. Quería hablar y hacerle muchas preguntas, como por ejemplo: ¿Quién o qué, es el ojo?
Pero aun así decidí mantenerme en silencio hasta que estuvimos de vuelta en su habitación y enojado se sentó en la silla detrás de su escritorio.
―Sírveme un trago. ―Dijo tajante.
Me quedé parada con cara de confusión ante su petición, entonces lo recordé, sigo siendo su susurro y debo obedecer a sus órdenes. Fui hasta la mesa en una de las esquinas con diversas botellas, tomé uno de los vasos para whisky y serví el contenido de la botella que más me pareció familiar. Había observado a Octavian, todas esas veces en que lo vi beber, supe que le gustaba sin hielo así que solo le llevé el vaso hasta su escritorio y me quedé parada viendo como buscaba entre unos papeles.
Tomó el vaso, lo llevó hasta sus labios y tras el primer sorbo se giró a verme.
―Estás callada ―comentó inspeccionándome y yo me tragué las ganas de contestarle con sarcasmo.
"No me digas, es solo que me gusta estar en silencio, no es que mi lengua corra peligro por decir algo".
―La reunión pudo haber salido peor, pensé que meterías la pata.
Que poca fe me tienes Octavian... Puedo interpretar muy bien el papel que me propongo.
―Busca en esa biblioteca algún libro que hable de la mente.
Caminé hasta la biblioteca y me sentí pérdida al ver que el ochenta porciento de los libros hablaban de la mente. Los diferentes títulos bailaban ante mí, me preguntaba la raíz del interés de Octavian por la mente humana y la psicología. Finalmente uno me llamó la atención por completo, este tenía un lomo negro artesanal y se llamaba: "El ojo que nos controla".
No tenía autor y la frase de la primera hoja se me quedó grabada: "Tu mente no es segura y el pasado nunca ha pasado".
Caminé hasta la mesa y le extendí el libro. Octavian levantó la vista, su expresión se ablandó.
―Buena elección. ―Tomó el libro y volvió a su trabajo.
Me senté en frente de él, quise indagar sobre el libro y la reacción que le había provocado, pero su rostro se mantuvo completamente inexpresivo mientras tomaba nota en una libreta. Su caligrafía era perfecta, una cursiva redondeada se dibujaba con agilidad sobre los renglones, dejándome leer cosas que no tenían mucho sentido, al menos hasta que se dio cuenta que lo observaba y decidió explicarme sin dejar de hacer lo suyo.
―La mente humana puede llegar a ser tan predecible, pero a la vez un misterio y por esa razón, la estudio desde que tengo memoria. ―Hizo una pausa para verme de reojo ―. Los jinetes tenemos prohibido estudiar, pero seguir las reglas nunca ha sido lo mío, y tampoco es lo tuyo, por esa razón sé que ahora intentas complacerme con un fin desconocido.
Sus palabras me dejaron boquiabierta y no me podía resistir, debía hablar.
―No sabes nada de mí. ―Las palabras salieron disparadas en un tono gélido.
―Sé lo necesario, lo demás solo es un juego, no sé qué quieras lograr pareciendo una sumisa, pero ese teatro no te queda. Eres una tormenta Arcane ―me observó fijamente manteniéndose bastante tranquilo, mientras yo sentía como un torrente de emociones arrasaba con todo.
―¿Quién escribió ese libro? ―pregunté en un intento estúpido por cambiar de tema.
―El mejor jinete que alguna vez pisó esta isla ―tomó entre sus manos el libro.
―¿Sigue vivo?
―¿Acaso te dije que podías hablar? ―preguntó ocultando una sonrisa.
―No, pero asumiste que la máscara de buena chica me va muy mal ―sonreí y el suspiró negando con la cabeza.
―Murió hace doce años ―contestó a mi pregunta.
Me quedé en silencio, quise detenerme allí y no indagar más en el tema. Era la primera vez que teníamos una charla civilizada sin gritos o torturas de por medio. A partir de ahora avanzaría lentamente respecto a Octavian, con mucha cautela.
Estuve un par de minutos observándolo trabajar hasta que me aburrí y decidí tomar un libro para entretenerme por el resto del día. Para cuándo la noche cayó sobre nosotros, Octavian tenía el cabello hecho un desastre, la camisa desabrochada y llevaba sus lentes de lectura. Yo me había quitado el saco y me encontraba reclinada en la silla con los pies sobre el escritorio leyendo sobre enfermedades mentales hereditarias.
―¿Tienes hambre? ―Octavian rompió el silencio que había permanecido durante horas. Y me limité a asentir sin despegar la vista del libro ―. Te gusta leer...
―Es lo único que ha alegrado mi miserable existencia.
―No seas dramática ―se levantó acomodándose la camisa.
―Estoy siendo sincera, la lectura ha sido un faro en la oscuridad.
―¿Y qué lees ahora? ―preguntó desinteresado mientras tomaba un teléfono fijo del mueble.
―Los genes psicópatas ―leí el título en la parte superior de la página.
―El gen MAO-A ―me observó de reojo mientras marcaba algo en el teléfono ―. Es peculiarmente interesante ese tema... ―Se detuvo en cuanto alguien contestó al otro lado ―Eira, ¿nos traerías la cena?
Cortó en cuánto supuse que había recibido una respuesta afirmativa de parte de la enfermera y luego de unos treinta minutos ya nos encontrábamos en su sofá cenando tranquilamente las patas de pollo.
Yo fui la primera en irme a poner el pijama e ir a acostarme, estaba a punto de dormirme cuándo Octavian entró y encendió la lámpara de noche, me quedé viéndolo mientras comenzaba a quitarse la ropa.
―¿Qué...―tartamudee incorporándome ―¿Qué haces?
―Me estoy quitando la ropa, ¿qué te parece que hago? ―se deshizo de la camisa dejando al descubierto tu abdomen bien formado y comenzó a desabrocharse los pantalones, minis Arcane comenzaron a gritar de pánico.
―¡¿Qué?! ―me acerqué deteniendo sus manos ―. Si quieres oblígame a lamerte las botas, pero no a esto, eres repugnante.
Octavian me observaba con confusión y de repente soltó una carcajada. ―Vaya fetiches tienes Arcane, tranquila, no vamos a hacer nada que no quieras.
―¿Entonces por qué te quitas la ropa? ―me hice para atrás.
―Mi pijama se reduce a mi ropa interior y quiero dormir en mi cama ―me explicó como a una niña pequeña.
Pestañee varías veces intentando no ver su abdomen, él tenía razón, esta es su cama.
―Dormiré en el sofá. ―me levanté de mala gana.
―No seas testaruda, allí dormirás incómoda y ya te repetí que no haré nada que no quieras, ¿quién te crees que soy? ―me detuvo ―. O si quieres, duerme sobre el cuero duro, mañana no podrás ni levantarte.
Lo dudé por varios segundos, él tenía razón, ese sofá sería jodidamente incómodo. Suspiré rindiéndome y volví a la cama.
―Buena chica ―dijo mientras se sacaba los pantalones y quedaba semidesnudo.
Octavian era de esos chicos que parecían perfectamente moldeados por las manos de un dios. Cada cosa que se pusiera, se amoldaba a su cuerpo como si estuviera hecho a medida.
Antes de que se metiera en la cama pude apreciar un tatuaje en la zona de las costillas y debajo una cicatriz, esta era una frase en otro idioma.
"El passat no ha passat".
Alcancé a leer y supe que era catalán, mi madre se la pasaba cantando canciones en ese idioma, hasta el punto de enseñarme algunas palabras.
Él apagó la luz y nos sumió en la profunda oscuridad, pero ya no podría conciliar el sueño y mucho menos teniendo a Octavian al lado. Me sentía como una presa durmiendo con su depredador, así que tomé la decisión de esperar que él se durmiera y así escabullirme fuera de la habitación.
No sabía con certeza dónde quería ir, solo que tomé una linterna, mis zapatos y me adentre por los pasillos neón. Mis pasos eran silenciosos y mis sentidos estaban alerta en cada momento. Si lograba llegar al comedor, me guiaría hasta las celdas donde se supone tendrían a Caín.
El ala de los jinetes parecía eterna y las puertas eran muy similares entre sí, al doblar en una esquina una persona parada en frente de mí casi me provoca un paro cardíaco, quise salir corriendo, pero esta fue más rápida y me derribó inmovilizándome en el suelo. Una gran melena rubia me hizo relajar cuando pude ver esos ojos marrones y una sonrisa burlona.
♠️♠️♠️
Holis caracolis ¿Qué les ha parecido el capítulo?
Mejor, recapitulemos... Arcane es el susurro de Octavian quién está muy interesado por la psicología. Pudimos ver a los generales en otras situaciones y descubrir que Luciel y Regulus andan en algo.
Y Arcane no puede pasarse más de cinco minutos sin meter la pata, se ha escapado de la habitación y la han descubierto ¿Quién será está persona con cabello rubio y gran habilidad para derribar a alguien?
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