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Capítulo 18

"El juego de los pecados"

Prácticamente Waylan me obligó a comer, aunque estaba a punto de desmayarme, mi estómago se había cerrado y cada cucharada de esa extraña sopa me daba náuseas. Estábamos en aquélla habitación donde se oía solo el ruido de mis cubiertos y el chico de cabello rubio me observaba.

―Yo sí puedo hablar... ―apoyó los brazos sobre la mesa ―. Wren estaba muy preocupada, todos nos sentimos traicionados cuando Octavian nos dijo que intentaron escapar. ―No despegue la vista del plato, pero se oía bastante molesto ―. Hicieron algo muy estúpido y ahora están pagando las consecuencias... Caín está encerrado.

No necesitaba regaños, yo había sido arrastrada por Caín hasta la playa, por primera vez tenía algo con qué defenderme y ni siquiera podía hablar, solo escuchar y tomar esta estúpida sopa.

―Wren tomó el turno de noche porque quiere verte, ni siquiera sé por qué sigue preocupándose por una persona que solo le importa escapar con su amante. ―No necesité más, me levanté y arroje el plato de sopa.

Waylan se levantó de golpe intentando quitar la sopa caliente de su ropa, por un momento sentí que me golpearía, pero solo apretó la mandíbula.

―Tú y Caín se merecen el uno al otro, son egoístas y no notan los sentimientos de los otros. ― Y sin más, se fue dando un portazo.

Se había comportado como un idiota, él no conocía la historia completa y claramente defendería a su amigo, fui tonta al creer que yo también era su amiga.
Estaba enojada, la sangre me hervía, solo me pude desquitar con lo que tenía más cerca, comencé a arrojar todo hacía las paredes, destruía lo que tenía a mano mientras la ira no se disipaba. Y esta aumentó cuando una carcajada se escuchó sobre el ruido de muebles romperse.

Me giré con la mandíbula tensa y me encontré con esos ojos azules burlones, él vestía su perfecto traje negro, apoyado en el marco de la puerta se burlaba de mí.

―Actúas como una niña. ―A penas lo escuché, me acerqué enojada hacía él y me detuve cuando nuestros rostros estuvieron a tan solo centímetros.

―Púdrete. ―Susurré.

―Shh... ―su mano tomó mi cuello y me acercó a él. ―Los susurros no hablan ―levantó su dedo índice y lo posó entre mis labios. En ese momento noté lo cerca que tenía a Octavian y un hormigueo apareció en mi estómago, mi vista viajó hasta sus labios y en el momento en que una sonrisa burlona se formó en mi rostro, abrí la boca y le mordí el dedo con furia.

Soltó una grosería arrojandome hacía atrás, al levantar su dedo índice, la marca de mis dientes se tiñeron de rojo. Él pareció debatirse si golpearme, pero en el instante en que me miró con una sonrisa, se llevó el dedo a la boca succionando la sangre mientras algo dentro de mí se removió.

―Las reglas no son imposibles de cumplir Arcane, tienes suerte de que eres mí susurro y no el de mi padre ―sacó un pañuelo y envolvió su dedo ―. Si eres una buena chica tendrás recompensas, pero si te comportas como una niña rebelde serás un susurro por siempre y matarán a Caín.

Nunca había sido exactamente la chica que se queda callada, pero tampoco soy estúpida, sé lo que me conviene y tener a Octavian de enemigo no es beneficioso. Ahora que lo tengo más cerca que nunca podré utilizarlo para llegar a su padre, a quién le arrebatare todo.
A mis costados apreté los puños sintiendo mis uñas clavarse en las palmas de mis manos y tras unos segundos bajé la cabeza asintiendo, me rendía.

―Vamos avanzando... ―se acercó a mí y con suavidad acomodó un mechón rebelde detrás de mí oreja ―. Yo seré tu entrenador desde hoy en adelante, los generales no pueden acercarse a ti. Sígueme.

Ahora hasta parecía preocuparse por mí, este chico tiene graves problemas de bipolaridad y complejo de superioridad.

Tomó mi mano y me condujo fuera de la habitación, esta parecía otra ala de la cárcel, incluso más oscura y tétrica. No se parecía en nada a la sección lujosa de los generales.
Nos adentramos en una pequeña habitación que en el centro tenía dos sillas enfrentadas y un aparato destellando luces neón.

―Toma asiento.

Obedecí, caminé hasta la silla donde me senté y pude ver el aparato más de cerca. Octavian tomó unas mangas conectadas a la computadora y me las puso en ambos brazos, se sentó en frente de mí comenzando a prepararlo.

―Hoy purgaras tus pecados preciosa, pero de una forma mucho más divertida... Al menos para mí. ―Luces rojas rodearon las mangas en mis brazos ―. Podrás hablar y lo harás solo para contarme todo el mal que has hecho. Esta máquina detecta tus pulsaciones así que si mientes miles de pinchazos se clavaran en tus brazos.

Abrí los ojos de par en par al escuchar a lo que me iba a someter, intente levantarme, pero Octavian encendió la máquina y pude sentir como agujas me penetraban la piel. Solté un grito desesperado mientras me aferraba a la silla.
En cuanto el dolor se disipó, jadeé accediendo a esa tortura.

―Comencemos... ―se inclinó hacia adelante. ― ¿Cuál fue tu primer pecado que quieras confesar?

Estar tanto sin hablar ahora me hacía sentir extraña, al oír su pregunta investigué en el interior de mi mente, mis recuerdos. Cuándo era tan solo una niña, pero en esas épocas no había ningún mal en mí.

Sí que lo hay, ese Halloween...

La voz en mi cabeza susurró y las imágenes aparecieron.

―Tenía ocho años, fue en Halloween cuando asesine al gato de la niña que me molestaba y lo colgué en su pórtico. ―hablé.

―¿Por qué lo hiciste?

―Solo porque me molestaba... ―las agujas volvieron a aparecer y grité apretando los dientes con fuerza. ―Está bien... Quería vengarme, muy dentro de mi deseaba verla sufrir, entonces ataque a donde más le dolía.

―¿Cómo lo mataste? ¿Qué sentiste al asesinarlo?

Lo dudé varios segundos, pero no podría mentir, incluso nueve años después, todas esas emociones seguían vivas en mí.

―Lo abrí con el hacha de mi padre, la sangre me ensucio el rostro, pero aun así manché mis manos para poder colgarlo. Y respecto a lo que sentí, no puedo describirlo, pero te aseguro que culpa no fue. El gato murió en el primer golpe. ―Confesé sintiendo como comenzaba a sudar.

―Interesante... Como toda una psicópata ―sonrió burlándose de mí.

―Lo maté por venganza, es injusto, cuándo un niño mata un animal por diversión lo llaman psicópata, pero cuando lo hace un adulto le llaman deporte y cultura ―me defendí.

Touché... Pasemos al siguiente pecado. ―Ahora su tono de voz era más serio, se veía como un terapeuta interrogando a su paciente.

Busqué en mis recuerdos algo que había hecho y nadie se había enterado, quizás algunas cosas estúpidas como bromas a mis vecinas, peleas o insultos. Pero nada muy grande... Hasta que lo recordé.

De nuevo la sangre goteando, los cristales rotos...

―A los catorce años le rompí la cabeza a un chico en el baño, él me estaba acorralando y lo tomé desprevenido tomándolo con fuerza por su cabello y lo estampe contra el espejo ―recordé cada instante de ese momento.

―¿Te iba a lastimar?

―Había lastimado a Wren y yo era la siguiente, no se esperó que reaccione de esa forma, el cristal cayó sobre él.

Octavian se quedó unos segundos en silencio meditando mis palabras sin despegar la vista de mí, me sentí expuesta y nerviosa. Nunca nadie se había enterado de esto, en el momento de cometer tales actos, me prometí a mí misma llevarme el secreto a la tumba.

―¿A quién más has lastimado Arcane? ―rompió el silencio entre nosotros.

―A nadie más... ―las agujas se clavaron en mi brazo, cerré los ojos soltando un sonoro grito ya que estás parecían aún más filosas.

―No te expongas a esto, di la verdad.

―¡A mí, a mí misma he lastimado! ―grité desesperada y las agujas pararon, pero el dolor seguía penetrando mis brazos ―. Luego de la muerte de mi padre me sentí muy sola, culpable y que todo me estaba atropellando... Solo quería acabar con eso, centrar el vacío en dolor físico y así descansar, pero mi mente nunca me dejó en paz, el dolor nunca me abandonó. ―Sentí las lágrimas acumuladas en mis ojos.

―El dolor nunca nos abandona, solo aprendemos a vivir con él y lo utilizamos. Eso hacemos los jinetes, usamos todas las emociones negativas para potenciarnos ―Octavian apartó la máquina y se acercó a mí ―. No tendrás que volver a lastimarte, o esconderte, acepta a esa niña enojada o a esa adolescente desesperada, que ellas te ayuden a convertirte en la mejor versión de ti misma.

―En una psicópata loca... ―susurré observándolo fijamente y él levantó su mano acariciando mi rostro con sus dedos.

―Aquí no existen los cuerdos y locos, todos somos nosotros mismos... Nadie se oculta y tú no deberías hacerlo.

Pensé en sus palabras que divagaron por mi mente una y otra vez hasta que una idea formó una sonrisa torcida en mi rostro y Octavian pareció sorprenderse.

―Cambia de lugar conmigo, si yo no me ocultare, tampoco tú... Deja de ser un misterio para mí Octavian Carey.

Pude observar a la perfección como su mandíbula se tensaba y por un segundo dudaba, pero se hizo para atrás y rápidamente me quitó las mangas, para mi sorpresa, allí no había sangre ni cicatrices. Me levanté observándome los brazos.

―El dolor es psicológico preciosa ―me volteé a verlo mientras él ajustaba las mangas ―. Soy todo tuyo, confesaré mis pecados.

Sentí el poder en mis manos y en cuanto atraje el aparato a mí me confundí, no era una computadora, tenía muy pocas teclas con símbolos extraños. En la pantalla se mostraban unas pulsaciones y un porcentaje acompañado de más números.
Octavian soltó una carcajada y se acercó a mí.

―El porcentaje indica las descargas. ―Le aumentó ―. Y la maquina se activa automáticamente, pero si identificas una mentira no dudes es castigarme, solo aprieta ese botón.

Apoyó la espalda de nuevo en el respaldar y observé por unos segundos la máquina, con una sonrisa apreté el botón que soltaría las descargas. Octavian se retorció en la silla apretando la mandíbula y vi las venas de su cuello sobresalir mientras un gruñido se escapaba de entre sus labios.

―Eso no me lo esperaba ―me observó divertido ―. Déjate de travesuras y comienza, solo ten en cuenta una regla... Si no quiero responder una pregunta, el juego se acaba, aunque tú tengas el control en tus manos, yo soy el dueño.

―Confiesa tú primer pecado. ―El juego comenzó y la sonrisa en su rostro me estremeció.

―Tenía unos siete años, le debía dinero a un bravucón y robé el anillo de oro de mi padre para dárselo.

―¿En serio ese es tu pecado? ―lo miré incrédula.

―Perdona por no asesinar a un animal, ―respondió con sarcasmo ―, de todas formas es un pecado, "no robarás". ―Citó el séptimo mandamiento bíblico.

Touché... ―suspiré mientras cruzaba las piernas. ―Pasemos al siguiente pecado.

―A los once años vi con otros ojos a la mujer de la limpieza ―una sonrisa pícara apareció en su rostro y sin pensarlo, le solté una descarga provocando que un gruñido deje sus labios.

Te pasa por idiota...

―De verdad me estás aburriendo Octavian. ―Suspiré.

―Esa vez rompí los últimos dos mandamientos al mismo tiempo, ―bromeó, pero a mí no me daba gracia ―. Está bien aguafiestas, ¿quieres un verdadero pecado? Entonces pregunta, sé que te mueres por preguntar.

Lo observé con cautela y con una expresión inalterable me incliné hacía adelante apoyando los codos en mis piernas.

―¿Cuándo fue la primera vez que asesinaste a alguien? ―solté sin más, mi pregunta no pareció sorprenderlo.

―En mi cumpleaños número catorce. Ese día atacaríamos la ciudad, yo era el encargado de las inyecciones, pero unos jinetes me arrojaron fuera de la furgoneta antes de que esta arranque. Corrí y accione el protocolo de emergencia, ya que si un jinete cae, nadie vuelve por él, pero mi padre no podía perderme. ―Algo en su tono de voz cambió, no estaba mintiendo, el recuerdo le dolía ―. El mismísimo Caleb me buscó en su camioneta y al llegar al muelle asesinó a tres de los jinetes, el último me lo dejó a mí. Sostuve con fuerza mi cuchillo y estando lleno de temor, le corté el cuello.

―¿Lo conocías?

―Sí, él era de mi escuadrón, siempre fue un idiota, pero entrenábamos juntos.

―¿Te arrepientes?

―No, fue bueno que mi primera muerte sea un compañero, eso me enseñó que no puedes confiar en nadie.

Algo quedó rondando en mi cabeza y no pude evitar preguntar. ―Mencionaste que tu padre no podía perderte, ¿por qué?

―Porque soy su único hijo. ―Esperé la descarga de la máquina, pero sus pulsaciones se mantuvieron estables. Estaba mintiendo, lo sabía.

―Te daré la oportunidad que me digas la verdad sin recibir una descarga. ―Me incliné hacía él, acortando la distancia entre nosotros.

Octavian se inclinó de tal forma que quedamos enfrentados y con un tono meloso dijo: ―Castígame.

Sin pensarlo dos veces me hice hacía atrás, subí la potencia un nivel más y apreté el botón. Intentó reprimir un grito mientras se retorcía y yo lo disfrutaba, verlo así me generaba extrañas descargas en mi cuerpo.

Adrenalina, poder... Deseo.

Al terminar la descarga, una sonrisa se formó en sus labios y con la respiración agitada contestó mi pregunta: ―Por mi madre... Él no podía perder a su hijo, luego de ver morir a su esposa.

Abrí la boca sorprendida y ni siquiera lo disimule, todo este tiempo había creído que Eira era su madre, pero resulta que está muerta.

Cuidado Arcane, Octavian manipula muy bien la verdad...

La voz en me advirtió y continué con mi postura inalterable, pensando cada una de mis palabras.

―¿Cómo murió? ―la pregunta salió con seriedad.

―El juego se acabó. ―Su expresión volvió a estar cargada de frialdad, se deshizo de una de las mangas.

―No, Octavian, esto no terminó. ―Rápidamente subí la potencia y accione el botón.

Cualquiera habría esperado el grito de dolor de Octavian, pero el mío lo sofocó. Él había puesto la manga en mi brazo libre y ambos recibimos la descarga, gritamos y nos retorcimos en nuestro lugar.
Las agujas eran más filosas, su dolor se extendía hasta mi espalda, torpemente quise quitarme la manga, pero Octavian la tenía asegurada y al levantar la vista, él me observaba con una sonrisa. Su enfermiza sonrisa.

En cuanto los pinchazos acabaron caí al suelo temblando, Octavian se arrodilló junto a mí apartando el cabello de mi cara.

―Ella se suicidó, la obligaron a hacerlo. ―Dijo acariciando mi rostro.

♠️♠️♠️

Seguimos descubriendo sobre el pasado de nuestra protagonista y que no todos son santos. ¿Qué les ha parecido esto que sucedió con Octavian? ¿Habrán segundas intenciones? Nuestro chico de ojos azules sigue siendo un misterio.

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