Capítulo 12
"El juez, los jinetes, el verdugo y la decapitada"
Sí, me había confiado, creí que sería más ágil que una niña, pero luego de la prueba salí disparada sintiendo como la sangre me hervía.
Luciel no había perdido oportunidad de humillarme ante cada error y yo me sentí la persona más inútil del mundo. No podía sostener correctamente ese asqueroso palo, mis pies se peleaban por tropezar y mi fuerza había desaparecido.
En el camino hacia la habitación parecía que iba echando humo por la nariz, hasta me veía a mí misma como una caricatura, Octavian iba detrás de mí sin decir nada. Aunque su mirada me pesaba, sabía que durante todo el camino me observó, no fue hasta que estuvimos delante de la puerta que decidió hablar de una maldita vez.
―No puedes actuar así, los generales se informan todo. ―Susurró enojado mientras me tomaba del brazo.
Por todos los santos, denme paciencia con este chico, porque si me dan fuerzas le estampo mi puño.
―Lo que se informen los generales me importa un carajo, ahora déjame en paz. ―Dije intentando no perder la paciencia.
―Recuerda que ahora todo es más complicado y debes cooperar.
―Es complicado porque no pudiste subir a cuatro adolescentes a un barco. ―Susurré señalándolo.
―No intentes culparme, mejor fíjate al idiota que le agarras la mano...―me tomo del brazo atrayéndome hacia él.
Las palabras se atoraron en mi boca en el momento en que la puerta se abrió y la figura imponente de Caleb nos hizo parecer pequeños.
Octavian me soltó inmediatamente y se puso recto como un soldado ante su general.
¿Y yo? Bueno, casi dejo un charco de orina al levantar la cabeza y notar como Caleb me veía con una expresión seria, pero de ella detonaba una clara superioridad.
―Octavian, tus servicios no son requeridos, yo me encargo de la señorita. ―Sus palabras fueron hacía su hijo, pero en ningún momento dejó de verme.
Octavian pareció dudar por un segundo, pero como un perro obediente se marchó sin decir nada, yo me quedé sola con el mastodonte de ojos azules. En un gesto educado me dejó pasar, luego cerró la puerta mientras que yo me quedé paralizada dándole la espalda.
Entendía perfectamente porque susurrábamos con Octavian, ahora me aterraba pensar que Caleb nos había escuchado y sabía sobre el plan de escape fallido.
―¿Cómo te ha ido con Luciel? ―preguntó detrás de mí.
Mal, pésimo, horripilante, y todos los adjetivos parecidos a esos. Así me fue.
―Bien... ―solté sin verlo ―. Aunque en realidad ya lo sabes, los generales son como viejas chismosas ¿cierto?
Me giré para enfrentarlo, pero ahora él estaba tranquilamente sirviéndose un vaso de whisky. No iba a mostrarle debilidad, a pesar que sepa cuánto me aterra, no se lo demostraría, lucharía para que al final se canse de mí y me libere... o me mate.
El que no arriesga, no gana ¿cierto?
―No me gusta ese término, pero sí... Me he enterado de todo ―en su rostro se mantenía una sonrisa cargada de superioridad, mientras que su voz salía con tranquilidad ―. Si pudieras usar tu habilidad para ser una carga, en desempeñarte físicamente... Serías imparable Arcane.
¿Qué si me molestó ese comentario?
Me hirvió la sangre, no tengo que probarle nada a nadie, pero desde que pisé el cuadrilátero los hombres de este lugar se han esforzado en remarcarme que solo soy una carga y aquí estaba el idiota mayor, bebiendo tranquilamente su whisky mientras sonreía. La tranquilidad en cada uno de sus movimientos me hacía imposible descifrarlo, como si se tratara del inteligente, multimillonario y poderoso villano de alguna película.
Pero aquí no estábamos en Hollywood, tampoco había cámaras, solo yo y uno de los villanos más perfectos, pero a la vez malvados.
Ahora, con ese traje negro hecho a su medida, su cabello oscuro perfectamente peinado con algunos mechones rebeldes y esos ojos azules. Te hacía olvidar que tenía unos cuarenta y tantos. Sin olvidar que Octavian era la prueba viviente de los genes divinos, ya que ellos se parecían mucho.
―Nadie quiere estar aquí al principio, pero luego nos verás como una familia... Así siempre sucede.
No me había dado cuenta que estaba viéndolo fijamente con los puños apretados y tuve que apartar la vista a algún punto de la habitación. Tenía que actuar minuciosamente con este hombre.
―Ustedes nunca serán mi familia. ―Escupí con furia y él solo amplió su sonrisa.
―Eres joven Arcane, a tu edad las cosas tienden a cambiar, nada es seguro ya que basas tus creencias en tu entorno. ―Se sentó en uno de los sofás de cuero ―Y nuestro entorno es tan cambiante como el clima.
Desde esa perspectiva, la escena era similar a la de un terapeuta hablando con su paciente, entonces sentí como en mi cabeza se encendía una bombilla y si esto hubiera sido una caricatura, en mi rostro se habría formado una sonrisa malévola.
Pero me contuve, por fuera parecía una hoja en blanco. Di unos pasos hacia él y acabé sentándome en el sofá de adelante.
―Supongamos que tengas razón, si me esfuerzo en las pruebas ganaré fuerza y conocimiento, pero... ―me incliné hacía adelante apoyando mis codos en las rodillas. ― ¿Qué gana usted señor Carey? Podemos ayudarnos mutuamente.
Su expresión se volvió la de un mafioso inexpresivo a punto de cerrar un trato y con la postura relajada habló:
―Yo te marqué, puse mucho en juego para que pruebes no ser una incompetente. Así que no se trata de lo que gano, si no de lo que pierdo y eso es tiempo ―sus iris azules se clavaron en mí y me contuve para no mearme encima ―. Aquí el tiempo es el juez, los jinetes abogados y nuestra vida corre el riesgo de ser condenada.
No tardé en entender aquélla metáfora, debía buscar una forma de que "el tiempo" sea una negociación entre ambos.
―Hagamos un trato... ―solté sin desviar la mirada mientras él se mostró interesado ante mis palabras. ― Yo no haré que usted pierda el tiempo conmigo, seré la mejor en cada prueba y si lo logro, me deberá un favor.
En su rostro se formó una sonrisa cargada de malicia.
―En un trato se juega cosas concretas señorita Arcane y un favor mío tiene un precio impagable. Así que no, no hay trato. ― Se levantó del sofá ―. Ahora ve a descansar, mañana entrenaras el doble con Luciel, más te vale no perder el tiempo, porque en este juicio, yo soy el verdugo y usted está a punto de perder la cabeza.
Y se marchó, destruyendo cualquier esperanza de negociar, me dejó como una estúpida que jugaba a ser valiente y lo peor, es que era cierto. ¿Qué esperaba lograr desafiando a un hombre como Caleb? Bueno... Al parecer nada.
Solté un sonoro suspiro y tardé unos segundo en recoger mi ego para poder llevármelo a la cama y allí descansar.
Porque Caleb tenía razón, yo tenía las de perder en este enfermizo juego mental.
♠️♠️♠️
Ya sé... Ya sé que es un capítulo bastante corto, pero últimamente mis responsabilidades me están sofocando y siendo sincera, los jinetes son mi único cable a tierra que me calma. En fin, volviendo al capítulo... ¿qué les parece Caleb? Yo sinceramente estoy enamorada de los hombres Carey.
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