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Capítulo 10

"Realidad deseada"

En toda la noche Octavian no dejó mis pensamientos, me permití entregarme a la esperanza de que mi plan saldría bien, de que había logrado manipularlo para que se lleve a mis amigos, pero otra preocupación rondaba en mi mente. Por la mañana me esperaba la quinta prueba, que superaría sola.
Cuando Octavian se marchó de la habitación, sentí como se esfumaba mi oportunidad de volver a ver a mi madre, porque luego de ayudar a mis compañeros, todos los jinetes se pondrían en su contra y no podría volver a pisar la isla.

―Despierta bella durmiente ―una sonriente Eira entró abriendo las cortinas y ventanas. ―¿Cómo dormiste?

―Prefiero el delgado colchón de la celda. ―Me quejé acurrucándome debajo de las mantas.

―Eres la única elegida que oigo decir eso.

―¿A todas las llevaban a dormir a la habitación de sus jinetes?

―Correcto, incluso las llenan de lujos, pero eso ya es decisión de cada general. ―La radiante mujer tomó las mantas y me las quitó de encima ―. Dios santo ¿te has dormido con el jardinero?

― ¿Tenía otra opción?

―Quizás en el armario que el general mandó a llenar para ti.

―Que afortunada... ―comenté sarcástica mientras me levantaba a duras penas de la cama.

―Yo te ayudaré a ver que este lugar no es tan malo, aprenderás a quererlo estando aquí. Ahora ven que te voy a preparar para tu prueba.

Eira se veía especialmente alegre hoy, me ayudó hasta para ducharme (algo que no hacía hace varios días), me vistió con mi overol mientras me comentaba que luego de que supere la prueba podría vestirme como las elegidas.
En todo mi proceso de despertar estaba deseando no encontrarme con Caleb y afortunadamente no lo hice, incluso cuando me obligaron a desayunar en la sala donde había despertado luego de comerme la tarta envenenada. Aunque eso me pareció bastante bueno, ya que ir al comedor, encontrarme sentada completamente sola, sin Waylan y Graycee peleando, sería una tortura.

Del grupo azul solo queda viva una de las gemelas, mientras que en el grupo bordó ha sobrevivido la niña y el chico de rasgos asiáticos.

Tuve todo el tiempo del mundo para tragar mi desayuno mientras pensaba en que ya Wren debería estar en casa, con sus padres y hermano llorando de la felicidad porque su pequeña volvió. Y mi madre aguardando por una hija que nunca llegaría...

―Esta prueba definirá si sirves como elegida, yo estoy segura que sí, solo mantente con vida ―Eira dijo levantándose del sofá en frente de mí. Ya era hora.

―Entonces hay que hacerlo...

Ahora mis opciones se reducían a sobrevivir y estar en esta isla hasta encontrar una forma de escapar, o morir.
El camino hasta la habitación de la prueba pareció eterno y las luces parecían disminuir. Hasta llegar a un pasillo totalmente oscuro alumbrado por una luz neón verde.

―Hasta aquí puedo acompañarte... Tu prueba esta al final ―Eira se despidió con una sonrisa.

Mis pies me condujeron hacía la puerta que al final esperaba por mí, había otras que ni siquiera me dediqué a investigar, quería que esto acabase rápido.
En la madera blanca se encontraba un ojo de luces neón, tomando coraje la abrí. Al entrar me sorprendí con lo pulcro que estaba el lugar, yo parecía ser la única mancha de color entre tanto blanco, en el centro solo había un sofá con unas gafas negras en el respaldar.

―Toma asiento... ―Una voz robótica salió de todas partes propocando que de un pequeño salto.

Dudándolo por un segundo obedecí, aterrada de lo que estaba por pasarme me senté en el sofá blanco y tomé las gafas.

―Hola Arcane Klein... Bienvenida a la quinta prueba, ―el robot comenzó a hablar, ― al colocarte los lentes serás introducida a una realidad deseada por treinta minutos, si logras escapar antes de que acabe el tiempo habrás completado todas las pruebas, si no tu cuerpo quedará en estado de coma para siempre...

Las manos me temblaban y mi corazón amenazaba con salirse de mi pecho, estaba asustada, ahora mismo no tenía que aparentar ser valiente, ya que estaba sola, no había nadie que me juzgue por romper en llanto o sentir miedo... Solo yo y la computadora.

―Ya puede comenzar.

Acerqué las gafas a mis ojos y todo se volvió oscuridad, sentí como dos agujas atravesaban mi cráneo, gritando sin parar intenté quitármelas, pero fue muy tarde ya que todas mis extremidades dejaron de funcionar.

Fueron unos segundos de oscuridad y luego abrí los ojos, estaba en la cafetería.
A mi lado, mi compañero preparaba café y el lugar parecía lleno como todos los sábados por la tarde.

―¿Piensas cobrarme? ―la voz de una persona me hizo caer en la realidad.

―Sí, lo siento... ―miré su total, le cobré las donas y el café con leche descremada. ― Alex, vuelvo en un segundo.

Algo confundida salí hasta el estacionamiento, sentía que me desmayaria. Una camioneta negra se detuvo a unos metros de mí, del asiento del acompañante bajó Caín, de atrás salieron Wren, Graycee y Waylan. Pero cuando el conductor se bajó, sentí como casi me desmayaba.
Octavian llevaba su camisa negra desabotonada, con las mangas arremangadas, el cabello despeinado y caminaba totalmente despreocupado hacía mí.

―¡Amiga! ―Wren saltó a abrazarme. ― ¿Qué haces con el delantal aún? Tu madre nos espera con las hamburguesas.

Yo no era capaz de reaccionar, ella se veía tan radiante con su vestido de flores y ese cabello rojo suelto, tenía en frente mío a mi mejor amiga de siempre que solo irradia luz.

―Incluso el delantal le queda bien ―Caín se acercó a mí y con su brazo me rodeó atrayéndome a él.

―Me van a hacer vomitar. ―Graycee continuó viendo algo en su teléfono.

―Bueno, vamos que se nos hace tarde. ―No tuve oportunidad de ni hablar ya que prácticamente me arrastraron a la camioneta.

Octavian obligó a Caín a ir atrás y yo me senté en el asiento del acompañante.
Todo parecía normal, el camino a casa era el mismo y al llegar nada había cambiado.
Fui la primera en bajar de la camioneta y correr a la cocina para ver a mamá, apenas atravesé el umbral de la puerta, su dulce canto inundó mis oídos, una gran sonrisa apareció en mi rostro.

―¡MAMÁ! ―dije saltando a abrazarla y sentí como estaba de vuelta.

―Tranquila leoncita, solo te fuiste mediodía ―dijo riendo mientras me devolvía el abrazo.

―Lo siento... Es que ese mediodía me pareció una eternidad.

―Entonces tendrás que dejar la cafetería si un par de horas se hacen eternas, lleva las hamburguesas al patio, tu padre ya encendió la parrilla.

Retrocedí un par de pasos y mi madre pareció preocuparse por mi cara que palideció.

―¿Te sientes bien Arcane? ―quiso acercarse, pero yo la esquive tomando el plato de hamburguesas.

―Si, por un momento me quedé congelada ―hablé rápidamente saliendo de la cocina hacía el patio.

Y entonces lo vi, mi padre arreglaba una silla mientras Octavian y Caín lo ayudaban con las otras. Era tal cual lo recuerdo, a pesar de haberme olvidado su voz, su rostro siempre permaneció en mi mente.
Mi padre tenía el cabello negro rizado y corto, sus ojos verdes parecían alumbrar todo el lugar, llevaba una camiseta gris con unos pantalones de mezclilla. Papá siempre fue el amor imposible de todas las amigas de mamá, ellas le coqueteaban, pero Abraham siempre estuvo tan enamorado de mi madre que nunca pensarías que otra mujer pasó alguna vez por su cabeza.

―¡Mi leoncita llegó con las hamburguesas! ―mi padre notó mi presencia y se acercó a mí acomodándose los lentes. ―¿Cómo te fue cariño?

―Bien papá... Mucha gente como todos los sábados ―dije recibiendo su beso en mi frente.

―Bueno, sabes que cuando quieras puedes dejar ese trabajo, pero si te hace feliz, con mamá te apoyaremos en lo que fuera.

Me dedicó una sonrisa dulce mostrando esa perfecta dentadura blanca mientras tomaba las hamburguesas y se las llevaba a la parrilla.
Waylan estaba sentado al borde de la piscina así que decidí hacerle compañía, me quité los zapatos y metí los pies al agua, pero a penas sentí la temperatura tan fría los quité.

―Tranquila... Algo de allí siempre te queda grabado. ―Dijo sin despegar la vista del fondo de la piscina.

―¿Qué?

―El agua fría, estamos en verano y tu piscina parece estar a diez grados bajo cero, no es el agua de tu piscina... Es el agua de la isla.

Me quedé viéndolo como una estúpida y él pareció notarlo soltando una risita.

―¿Cómo es que sabes de los jinetes? Se supone que esto es una simulación —susurré observándolo fijamente.

―Es tu realidad deseada, tú me imaginas, así que tú deberías poder responder esa pregunta.

Me voltee a ver a nuestro alrededor, pero todos parecían ocupados en sus cosas, así que podíamos continuar hablando.

―¿Cómo salgo de aquí? ―susurré acercándome a él.

―No tengo respuestas que tú no tienes... Sé lo que sabes, veo lo que ves, escucho lo que escuchas. Mis sentidos están conectados a ti Arcane. ―Me vio totalmente despreocupado.

―Estoy muy confundida Waylan, necesito salir de aquí, pasar la prueba.

―¿Y por qué lo harías? ¿Por qué no te quedas aquí y dejas a tu cuerpo en coma? Tu mente estaría en paz viviendo su propia realidad, allí afuera solo serías una prisionera.

Tenía un buen punto, aquí podría vivir lo que siempre desee, mis padres y amigos juntos, comiendo hamburguesas cada sábado. Construyendo algo con Caín, aclarar todo esto que me hace pensar en él, en el niño que siempre arreglaba mi bicicleta o ponía curitas de súper héroes en mis rodillas lastimadas. El niño que un día simplemente desapareció y luego volvió completamente cambiado.

―No, esta no es mí realidad ―me levanté de golpe.

―Pero quisieras que lo fuera, lo sé porque tú lo sabes. ―Waylan se levantó viéndome fijamente.

―¡A la mesa! ―La voz de mi madre nos interrumpió y con las palabras atoradas en la garganta me senté entre Octavian y Wren.

Todos comenzaron a comer y charlar, pero yo me sentí fuera de lugar, todos eran tan felices allí, yo no podía serlo, porque sé que esto no es real. Mi padre está muerto, mi madre a miles de kilómetros de mí. Mis amigos internados en medio del mar y nunca podría tener a Caín.
Mi cabeza se estaba volviendo un lío, sentía el filo de dos agujas entrando en mi cráneo y como un sonido agudo me dejaba sorda. Las risas se detuvieron, al levantar la cabeza, todos me miraban fijamente.

―Leoncita... ¿Te encuentras bien? ―Mi padre me miro preocupado y exploté, aquellas sensaciones eran aterradoras.

―¡No me llames así! ¡Tú no eres mi padre! ―Me levanté rápidamente provocando que la silla se caiga hacia atrás y todos se levanten.

―¿Qué dices Arcane? ―Wren quiso tomarme, pero yo la aparté de un manotazo.

―¡No me toques! ¡Tú tampoco eres mi mejor amiga! ¡Solo son producto de mi imaginación! ―dije alejándome de ellos.

―Te equivocas... ―Octavian me vio con una sonrisa macabra ―. Somos tus voces, las que te atormentan cada noche, las que te susurran que explotes cada vez que alguien te provoca. Las que hicieron que me manipules haciéndote la víctima.

Todos comenzaron a sonreír de forma macabra y acercarse a mí, todos menos Waylan quién veía fijamente por encima de mi hombro.

― ¡No se me acerquen! ―Intenté retroceder más, pero acabé tropezando con el piso del borde de la piscina, rápidamente me giré sobre mí espalda viendo como ya no había escapatoria.

―Ya es muy tarde Arcane, el tiempo se ha acabado y tu cerebro está entrando en estado de coma... No podrás volver ―dijo mi madre mientras me veía en el suelo.

Octavian comenzó a agacharse para tomarme, pero fue interrumpido por un grito a sus espaldas.

―¡Arcane! ¡Entrégate a la parte que te une a los jinetes y a su mundo! ―Waylan gritó haciéndome dar cuenta.

El agua fría de la isla, es mi único miedo que me une a la realidad de los jinetes, porque ellos trabajan así, usan tus miedos para fortalecer tus sentidos y estos fortalecen tu cuerpo.
Antes de que Octavian pueda atraparme me arrastre al borde de la piscina, me dejé caer sintiendo como una gélida sensación aparecía como pequeñas agujas clavándose por todos lados, para al final acabar durmiendo mi cuerpo y despertando mi mente.

Entonces ya todo era más claro: Una vez que los jinetes te capturan eres uno de los suyos o mueres...

Fueron tantas sensaciones que sería una tarea imposible describirlas exactamente, sentí como volvía a mi cuerpo por un túnel oscuro donde miles de cuchillas me atravesaban, intentaba quitarlas de mi mente mientras gritaba. Al llegar al final del túnel, logré sentir mis extremidades de vuelta y volver a la vida, de un tirón me quité los lentes encontrándome con la habitación blanca donde había comenzado la prueba.
De las patas de los lentes sobresalían dos grandes agujas que comenzaron a gotear sangre y ensuciaron el reluciente suelo blanco.

―Felicitaciones Arcane, ― la voz robótica resonó por todo el lugar, ―has superado las pruebas... Bienvenida a los jinetes.

¿Qué?

♠️♠️♠️

Pero bueno, bueno, buenoooo AAAAAA, perdón, me emocioné.
Está fue la última prueba y mi favorita, todo este tema de realidades deseadas me encanta. Ahora comienza una nueva etapa en la vida de Arcane, ha superado todas las pruebas y cómo dijo el robot (para ustedes también):

Bienvenidos a los jinetes.

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