El tiempo
Me gustaba estar en el jardín delantero de la casa... Los rosales emanaban un perfume potente, singular, todo el espacio olía a mamá, una fragancia fresca como lluvia de verano. Picaflores de alas revoloteaban en torno a la luz del sol.
Permanecí un momento quieta, totalmente inmovilizada y recordé una conversación telefónica que mi madre había tenido días antes de desaparecer.
Al parecer charlaba amistosamente con una amiga de algún club nocturno. Había dicho algo sobre un mánager de grupos musicales y en ese preciso momento me retrotajo a una posible pista.
Corrí hacia mi habitación y levanté la pesada alfombra roja, tomé los papeles que había escondido del agente policial.
Eran cartas... cartas manuscritas por un tal Sandro, decidí leer más.
Sé que mi posición esta muy lejos de todo sentimentalismo, pero puedo afirmar que aquel que firma estos trozos de papel color lavanda, es un rufián melancólico.
No dudé y llegué a la conclusión que esto se trata de un lenocinio o un proxeneta. Entonces pensé, ¿tan vulnerable o inestable es mi madre para caer en los engaños de un hombre?
Claro está que a mamá nunca pudo decir no, siempre fue confiada por naturaleza y por lo visto el hombre en cuestión usó la adulación, el contexto y la confianza, como su mamá fuera fantoche.
.....
Después del increíble hallazgo, me fue absolutamente necesario buscar a mi padre para que informe al investigador privado.
Papá estaba de pie en el jardín, regando las plantas, el rosal, los helechos y las azucenas de mamá, bajo el sol en su equinoccio de otoño. Tomé su mano con delicadeza y coloqué el pilón de cartas sobre ella. Sin mediar palabras, papá comenzó a leer y la vergüenza se opuso entre nosotros.
Mi padre dejó caer la regadera metálica al suelo y caminó hacia la cocina, tomó el telefóno de disco de la pared para llamar al detective, cuando este atendió su llamado, papá comenzó a gritar un sin fin de calamidades.
Le instó al hombre que encuentre al saltimbanquis que era Sandro Eber Wilson, el peruano que tenía secuestrada a mamá.
Finalmente mi padre aseveró que lo conocía, que era un mánager de estrellas músicales marginales, de la movida tropical latina, un muerto de hambre, corrupto que vive de los conciertos de esos pobres músicos sin talento para ganarse el sustento.
En ese momento sentí el gozo inenarrable. Al fin, la policía podría hallar sana y salva a mi progenitora.
De solo imaginar a ese tal Wilson, se me erizaba la piel, calaba hondo en mi pecho y me pregunté a mi misma, como puede ser que existan personas con tan poca ética, con tan poca moral, con tantos devaneos, con tantos defectos, alguien que rotundamente es un delincuente.
.....
Había pasado casi una semana, hasta que en esta turbia mañana de marzo habían allanado el caserón del peruano.
Lo vimos en el noticiero del mediodía, Sandro Eber Wilson tenía una especie de locación privada. Según la información este individuo había comprado a fines de los '80, unas hectáreas cerca de la cordillera de Chile.
Allí construyó una serie de casas independientes en forma de semicírculo. En la primer vivienda, que daba a la calle, era la casa de él, la que compartía con la octogenaria de su madre.
De la segunda, hasta la sexta vivían los músicos y los cantantes de las bandas que él representaba. Eran grupos de música tropical, que tenían cierta fama en la zona de Chile, Perú, Bolivia, Paraguay
y Argentina, donde tenían sus presentaciones.
Después de la sexta, había seis casas más, para la sorpresa de los periodistas y de la policía, se trataba nada más y nada menos de las seis pseudo esposas.
Sí, seis mujeres; con cada una de ellas tenían entre dos y cuatro hijos. Todos vivían hacinados en ese complejo diminuto, con un patio central abarrotado de sogas y ropa colgada al sol, con niños corriendo alrededor de un viejo árbol seco.
Las cámaras mostraron las caras de todas las mujeres y yo rezaba que enfoquen el rostro de mi madre.
Hasta que la vimos, mamá llevaba un vestido color naranjo muy ceñido y corto. Su rostro reflejaba la lucha, ojeras oscuras, labios hinchados, ojos enrojecidos y su cabello desprolijo.
Ver su rostro me alivió profundamente, también sucedió con Marcus y con papá. La sonrisa pueril de mi hermano me llenó de alegría, en cambio mi padre sintió ira e indignación, quería encarar al insolente.
Creo que él pensó en la injuria por deshonrar a la familia, pero la soez del famoso polígamo, proxeneta, podría alimentar las penas infernales, que por monstruosas que parezcan, serían inextricables para resolver ahora mismo.
......
Pasaban las horas y la luna bañaba ahora enteramente mi habitación. Y he aquí lo que sucedió: el teléfono sonó y después de una breve conversación, mi padre tomó las llaves del auto, sus documentos y salió rumbo hacía la comisaria.
Papá ya había adoptado la postura de un monstruo. Su intención era manifiesta.
Lorenzo que recién acaba de entrar por la puerta lo miró con indecible expresión de amargura a su tío. En cambio Marcus; dormía, vencido por la incertidumbre y el sueño, inhalando y exhalando acompasadamente.
Matilde estaba planchando ropa en la sala, al ver la secuencia no se atrevió a hacer el menor movimiento. Permaneció así durante unos instantes. En el rostro de la mujer se reflejó un dolor que pasó por toda su alma, entre todos los ahogos del recuerdo. Entonces se atrevió a hablar, toda temblorosa como meditando un plan. La mucama comenzó a relatar su historia, con un ademán violento desenchufó la plancha y se desabrochó el delantal con puntillas de broderie.
Se sentó en el sofá de la esquina y dijo que conocía muy bien al tal Wilson, que una década atrás había ido a un casting para la televisión y el peruano la había contratado para ser la bailarina de un programa dominguero, donde se presentaban en vivo diversas bandas de música tropical. Que la había elegido por ser poseedora de unos ojos verdes y una bonita figura voluptuosa.
Hablaba pausadamente y un frío mortal salía de su boca, los cuatro estábamos helados y rígidos oyendo una historia llena de corrupción y abuso, bajo la triste luz de la noche que amortajaba aquel despojo sepulcral.
......
La incertidumbre comenzó a poblarse de miedos, los ojos de Marcus centellaban con un ligero temblor al pie de su cama.
Mientras trasnochabamos observábamos por el ventanal de la habitación de papá, la luminiscencia de las luciérnagas en la copa de nuestro árbol.
Pensamos en todas las posibilidades y las razones, que tal vez mamá se dejó hipnotizar con palabras vacías y sintió nuevos bríos en su galope, un posible estado de limerencia.
Al ver el alba, esa luz tenue de tonos rosados que se asemeja a la aurora, decidimos que era suficiente la espera y nos acostamos en los sillones de la sala de estar. Nos acurrucamos en posición fetal para conciliar el sueño.
Después de unas horas, siento el sonido del auto de papá abriendo el garage y veo a mamá entrando a la casa.
Un remolino de sueños, pareció nublar mi vista durante unos instantes; era inconmensurable. Mis ojos se abrieron como plato, salté del sillón y abracé a mi madre, ella me besó con ternura.
En cambio mi padre tenía unos movimientos pausados, parece que quería dejarse llevar por el estado somnoliento, sin ofrecer la menor resistencia y cayó rendido en el diván.
Mamá dijo que habían estado largas horas declarando en la comisaría, que todo estará muy bien. Pero su rostro pálido y sus ojeras violáceas reflejaban a simple vista un odio frenético, como una criatura mortífera que estuvo eventualmente en cautiverio. Pero mamá también tenía ademanes de orgullo, es una luchadora que sabe separar el vacío y la nada.
....
Muchas personas tenían razones para matar a mi padre, el no era muy querido y se había convertido en una persona muy difícil de tratar, había tenido muchas peleas con varias personas en público.
Papá tenía un muy mal carácter, si alguien actuaba de forma inapropiada, algo que lo hiciera sentir amenazado, esa persona estaría muy cerca de vivir las consecuencias de sus actos.
El hizo amigos poderosos en el pasado cuando era abogado, uno de ellos pertenecía a la mafia italiana, era un hombre robusto y mal temperamento, llamado Gianni Ferrari.
Este era conocido por beber sangre de vaca en grandes cantidades, porque era un fanático de Bruce Lee, el precursor en alimentarse con sangre de animales para conseguir una mejor salud y ser la máxima encarnación de la masculinidad.
Gianni todavía seguía en contacto con papá, eran muy cercanos, muy íntimos, éste vive cerca de casa y actualmente es el extravagante dueño de una cadena de Bingos y casinos en Argentina.
Papá siempre fue un jugador con mucha suerte y sabíamos que iría con Gianni para pedir ayuda para vengarse de Sandro Eber Wilson.
Para alguien de afuera, pensaban que el italiano lo tenía todo, una linda esposa, bonitas joyas, una casa con piscina y un Lamborghini diablo color rojo estacionado en el jardín delantero.
Finalmente mi padre fue a visitarlo, Marcus lo predijo en un santiamén y mamá reaccionó de forma sospechosa.
Lorenzo dijo que su hermana le había confesado ciertas cosas que vivió durante su desaparición, que Wilson le había prometido un buen empleo que no podía rechazar y que solo tendría la duración de cuarenta y ocho horas y luego eso sería todo.
Pero el plan había salido mal y la retuvo en su locación por varios días. Que no podía escapar porque no tenía dinero para haber regresado a casa y ahora estaba aterrorizada, mortificada y avergonzada por todo lo ocurrido en la cordillera de los Andes.
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