Mis pensamientos se manifestaron con alucinaciones visuales en forma de nubecillas negras y escarlata. El odio se representó con una decoloración rojo oscuro. Necesitaba ir por mis medicamentos antes de colapsar. Sin embargo apreté mis ojos y respiré profundo para calmarme.

El hombre se puso de pie, detrás de mi silla, y mencionó que el bebé de Elisabetta no tendrá un padre, pero él estaría dispuesto a pagar los gastos del niño. En ese momento perdí toda la esperanza en Elisabetta, pero la muerte de Ray podría calmar toda esa amargura que traía instalada en mi pecho.

—Seré honesto, lo que dijiste del embarazo de Elisabetta me dejó pasmado, sin habla — confesé pensando en el futuro de la castaña.

—Tampoco lo sabía —agregó Lorenzo—. Estoy feliz por ella.

—Por mi parte, llegando a esta instancia, creí que la policía local resolvería el caso, me parece que no hicieron lo suficiente — agregó el hombre sujetando  el acta entre sus manos— me duele mucho.

—Sin duda el caso es misterioso y excepcional —agregó Lorenzo— ; sin embargo conmueve saber que ese niño nunca conocerá a su padre.

—¿Usted sabe algo a cerca de la mujer de las llamadas telefónicas? —interrogué interesado.

—Según lo que me dijo un investigador, se trataba de una mujer que se llama Emilce — agregó el hombre.

Una arruga se bifurcó en la frente de Lorenzo. No había más dudas. En el rostro de el muchacho se vió la indignación.

—Emilce ¿La tía de Elisabetta? —pregunté abochornado.

—¿Por qué querría llamar tantas veces a una mujer de cuarenta y cinco años? — exclamó con su mansa voz.

—No hagas caso, solo dialogaban de forma amena —bramó, el tipo— ; Ray era un hablista y la prensa deformó la información para que sea más sustanciosa de lo que realmente es.

—Es cierto, la prensa amarillista siempre va a sugestionar al consumidor —explicó Lorenzo.

—Se terminó, pero sigo recordando los buenos momentos, los recuerdos son para siempre —masculló el hombre.

—El génesis de todo esto, ya no es tan importante —balbuceó Lorenzo— ¿Usted sabe si habrá un velorio?

—Sus seguidores estan mortificados — agregó el hombre— ; sí, esta noche, cuando me entreguen el óbito que aún esta en la morgue.

—Siento que la muchedumbre estará disgustada con toda esta confusión
—mascullé.

—No lo sé, están los que creen en su doctrina, los que solo piensan que fue un cantante de mala muerte y los que piensan que solo era un tenorio y donjuán —explicó el tio de Ray.

—El fenecimiento es un hecho, la agonía será transitoria, pero pasará —dijo Lorenzo, frotando la espalda al hombre.

.....

Después de todo el drama sobre la misteriosa muerte de Ray, decidí buscar un segundo empleo en horario vespertino. Busqué vacantes para empleos en las inmediaciones cercanas al campo, ya que nos mudariamos de locación, cerca de la casa de mi padre y la de Emilce.

Tomé el trabajo en un restaurante local, como lavaplatos. Acepté sin pausa y sin prisa, ya que tenía que hacer algo para mantener a Gloria y a mi bebé que estaba en camino. En un pequeño pueblo todos se conocen y la gerente del local, Lolita, conoce a nuestras familias desde que éramos pequeños. Aunque no parecía tener más de cuarenta y cinco años.

Había días en que la mujer me decía que me veía muy cansado, que seguramente andaba saltando de un trabajo al otro para conseguir reunir dinero, para comprar pañales u otros artículos. Ella me dijo que no me podía rendir, pero también tenía que dar el brazo a torcer y tenía que pedirle ayuda económica a mi padre.

Progresivamente, las opiniones de mi gerenta no escaseaban. A ella le gustaba sentarse a mi lado, en una mesada de mármol de la cocina del local y contarme viejas anécdotas sobre la vida de Gloria y Elisabetta. Sin embargo, era una persona muy excéntrica, le gustaba cambiar mucho su apariencia, color de cabello, un día aparecía con una melena rubia y suelta, al otro día lo cambiaba a un rojo furioso, siempre con un donaire electrizante.

Su ambición era convertir su positivismo en una marca y poder ser una influencia para los demás. Lolita no tenía miedo en preguntar cuestiones íntimas, hasta asuntos más delicados. Me preguntaba por mis problemas emocionales, de una forma u otra comencé a tomarle cariño y confianza. Yo comencé a soltar la lengua y ella a afilar su lápiz. Lo positivo de esta amistad, es que en una semana me había triplicado el sueldo ¿Como no podía estar feliz con ello?  Me permití consender, con toda mesura y entusiasmo.

Al pasar los días, Lolita estaba tornándose controversial y me dijo que sabiendo mi posición entre Gloria y Elisabetta, que no tenía nada de malo cambiar de fe. En ese momento pensé que estaba perdiendo la compostura, entonces la encaré y le dije que me diga sin rodeos lo que realmente quería decirme.