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Clases de tipos

Algunos no saben que es la decadencia, otros no saben que es sufrir y otros, se mueren sin conocer el verdadero amor.
Mi vida estaba llena de huecos, como si fuese un virus que te infecta, como si de sífilis se tratara.

Eli siempre estuvo cerca de mí, en cuanto sondeaba el terreno, para atacarla de forma desprevenida. Siempre con total prudencia había comenzado a charlar amistosamente, pero ella siempre me escuchaba temblando, pero nunca supe porque tenía tanta desconfíanza, aunque debo presumir que se debe a un suceso del pasado donde ambos casi morimos.

Y así comenzó un nuevo diálogo, intentaba contener mi rabia y mi ira, hasta que la jugarreta se iba tornando más amena. Abandoné mis lloriqueos y rabietas al divino botón. Había optado por ser una figura responsable, para convencer a Gilda, que había cambiado.

Durante un atardecer de día domingo, cuando se estaba poniendo el sol, miré por la ventana y a Ray. El ojiverde estaba de pie en la vereda de la casa de los Signorelli, portando sus inconfundibles pantalones ajustados de cuero de cocodrilo color verde oscuro.

Me pregunté porque siempre volvía a tratar de intentar apasionar a Eli.
Parece que siempre buscó la aprobación de su familia. Pero luego de la muerte del padre de Elisabetta, las cosas, con certeza, habían cambiado para él. La confianza ciega, se había disipado.

Estaba harto, de que ese tipejo, con facha de don Juan, llenándome el saco de cuernos.

Parece que vivía en una méritocracia, donde el único beneficiado siempre tendría que ser él. ¿Pero por qué? ¿Por qué no soy el indicado? ¿Por qué siempre todo acaba en un triángulo?

Ray siempre tuvo lo que el quiso. Estrellita de rock y chamán de medio tiempo. Dinero, fama, facha y una cola de minas a su disposición.

.....

Después de beber unas cervezas, me había propuesto hablar con Lorenzo. Estaba seguro que no se negaría, ya que gracias a su buena suerte, él estaba vivo.

Él aceptó sin dudar, pero me dijo que necesitaba un aventón, porque quería ir esa noche al antro. Le pregunté a donde quedaba tal lugar y me dijo que era aquel sitio donde su sobrina conoció a Ray. Debo admitir que sentí que me lo dijo, como si fuese puñalada trapera.

Entonces pensé que también sería una buena oportunidad para explorar y reconstruir un mundo que aún desconocía. Mientras conducía se me ocurrió indagar sobre el tema y le pregunté como era posible que Elisabetta haya estado vinculada con el ojiverde.

Él respondió que ella no tuvo una infancia y adolescencia normal, que su padre se ganaba la vida, gracias a los contactos con los integrantes de la mafia Italiana - Argentina y que ella siempre tuvo un extravagante modo de pensar.

Entonces le dije que solo ella sabe desconectar la mente de su cuerpo. Que me hubiese gustado estudiar neurociencia, para tener la capacidad de saber y distinguir como podría funcionar la mente de cada individuo.

Me dijo que me entendía, pero que ella creció rodeada de tratos ilegales y que después del fallecimiento del padre había perdido la picardía que la caracterizaba.
Mientras conducía por una ruta oscura, comencé a ver una zona de casas rodantes. De pronto una nube de polvo apareció en el camino y pisé el freno sin divagar. Abrí la ventanilla y sentí una pestilencia a pescado muerto. Luego salí de mi camioneta y que flotaba bajo la penumbra de la noche una figura monstruosa, de ojos verdosos fluorescentes.

De repente todas mis pesadillas y mis visiones, se habían compaginado en ese terror nocturno. Intenté hesitar, para controlar mis impulsos, pero no lo logré.

Miré hacia donde estaba Lorenzo y vi que él entrecerraba los ojos mirando al frente, congelado, con la mirada perdida.

Ladislao —chilló desesperado— después de pasar una hora a tu lado, puedo ver que tu mente es un manicomio.

¿Acaso quieres enloquecerme? —pregunté, interrumpiendo el silencio.

Veo que es en vano —dijo frunciendo el ceño. ¿Insinuas que no sé que estas demente?

¡Ah, no! —le contesté, volviendo a sentarme en el asiento.

¡Tu batalla ya esta perdida! —bramó Lorenzo mientras forcejeaba conmigo— en lugar de perder el tiempo divagando, deberías investigar cual la causa y la raíz de tus alucinaciones.

A medida que él iba aumentando la voz, sentía que mis deseos de ser alguien normal se cristalizaba y el flujo de mis alucinaciones visuales comenzaban a disminuir. Entonces le dije:

Solo sos un lastre desde la cuna hasta la tumba.

Pero si tienes distorciones cognitivas e inestabilidad emocional —siseó Lorenzo haciendo un gesto con el dedo.

Sabés — agregué lamento haberme echo cargo de , la noche que te dispararon en la acera.

.......

Cuando salí con Lorenzo, acontecieron cosas que cambiaron un poco el plan.
Pude ver en su rostro lo aterrorizado que se sintió al verme colapsar en pleno viaje.

Estábamos a diez minutos de nuestro vecindario, muy cerca de un barrio de casas rodantes, bordeando la ruta panamericana. Hasta que de pronto comencé a ver una nube de polvo que nubló mi vista, luego de eso comencé a alucinar, a ver una figura sepulcral frente a mi camioneta.

Sé que estaba un poco ebrio, ya que había estado bebiendo cerveza de forma compulsiva. Pero ello no causó que mi percepción mude tan rápidamente.

Lorenzo al verme en ese estado lo único que hizo fue culparme de tener bajo el déficit de atención y me relacionó con un demente o con un esquizofrénico.

Sin embargo, seguí conduciendo hasta el antro. Cuando llegamos al local me dijo que sería mejor que regrese a mi casa, puesto que las luces y la música alta, podrían hacerme experimentar distorsiones y engaños de la propia mente.

Lo que no quería entender, es que yo no planifico tener una alucinación y que lo que veo para mí es completamente real. Pero él se puso de pie y cerró su chaqueta de cuero negro, insistiendo que retorne a mi casa, entonces conducí de regreso a casa hasta que en medio del viaje comencé a ver destellos de luz de colores en medio de la noche.

La luz de los faros antiniebla delanteros, apuntaron a una grande e inmensa bestia de ojos saltones. Entonces pisé el acelerador, intentando que la visión liliputiense sea absorbida por la oscuridad. En ese momento comencé a oír un suave susurro flotando entre el viento, que me decía que debo deshacerme de todos aquellos que me hacen daño. Sentía todas aquellas anomalías, que intentaban causar daño a mi sistema y comencé a sentir náuseas. Pensé en tomar el teléfono y llamar a Elisabetta, para que me ayude a terminar con toda la situación.

Pero al estirarme mi brazo, en cuanto tomaba el volante, comencé a tener una hiperventilación profunda y sentí un síncope.

....

Esa noche conduje como pude hasta llegar a la guardia de un hospital, que quedaba a cinco minutos de donde había frenado. Con dificultad logré estacionar en el predio donde estaban las ambulancias.

Después de eso no recuerdo con exactitud que sucedió, puesto que cuando abrí los ojos, ya me encontraba en una cama del hospicio. Entonces esperé paciente hasta que un médico entró a la habitación. El hombre parecía un octogenario, piel arrugada, escaso cabello y grandes bolsas que colgaban de sus ojos color avellana.

Se acercó y se presentó como el doctor Aguirre. Me preguntó como me sentía en ese momento y si recordaba algo. Entonces le conté que había tenido una mala noche y que en algún momento había sentido una pérdida del conocimiento que había sido acompañada por un malestar del corazón.

Me dijo que probablemente tuve una paralización de la respiración y de los movimientos naturales del corazón, que lo causa la falta de irrigación sanguínea en mi cerebro.

Le dije que seguramente había tenido un desmayo, porque no tenía recuerdo alguno y me contestó que era probable haber tenido una pérdida súbita de la conciencia y volvió a indagar con preguntas relacionadas a un trauma psíquico o abuso de drogas y alcohol.

Comencé a sudar frío y entonces sentí un ardor en mis codos y rodillas. Me levanté la camisa que llevaba puesta y noté los raspones y magulladuras. Tragué saliva y le pregunté a Aguirre que significa tener un trauma psíquico y me dijo sin prisa y sin pausa que se trata de un evento que amenaza profundamente el bienestar de un individuo y que ello envuelve a la muerte.

Llegó un momento que ya no deseaba oír al médico y le dije si me estaba por dar el alta para retirarme del nosocomio. Me dijo que a mi camioneta se la había llevado la grúa y que necesitaba que una persona mayor de edad me retire.

....

Con el mundo a punto de desmoronarse, no había tenido más remedio que acudir a Gloria, la prima de Elisabetta, para que resuelva el problema del hospital.

Cuando ella llegó, habló con un médico de guardia sobre mi estado de salud. En sus ojos se veía la angustia y la desesperación. Noté que el miedo y la inquietud, se habían apoderado de su expresión facial.

Pude observar con fijeza a la mujer que desde siempre fue mi amiga. Durante unos instantes imaginé que con ella a mi lado, con certeza que recobraría mi confianza.

Ella se había sentado a mi lado, tomándome de la mano, parecía levemente traumatizada por mi situación y me preguntó porque había decidido mudarme a ese vecindario. Ella decía que vivir en la ciudad es para gente elitista y que solo estaba malgastando energía esperando que Elisabetta cediera.

Pero un aluvión de rabia azotó con violencia mis pensamientos. Se me puso la piel de gallina y sentí deseos de ultrajarla con mis palabras. Pero ladeé la cabeza haciendo un gruñido, tomé mis cosas y le dije que teníamos que ir a mi casa.

Al fulminarla con la mirada, Gloria se sintió una impetuosidad, se notaba que estaba cabreada conmigo. Al entender la situación, permanecí como estatua mientras ella manejaba su auto, hasta mi casa.

Cuando llegamos la invité a beber unas cervezas que tenía guardadas en la nevera, ella aceptó, pero insistió nuevamente con que quería que le diga de una vez por todas, porque aún permanecía cerca de su prima.

Nos habíamos sentado en el pórtico, conversando y divagando como dos adolescentes ebrios. Todo el mal humor se había evaporado en el aire fresco de un día nublado.

Gloria siempre fue líder, pero también es una joven inofensiva. Entonces me acerqué a su rostro y la besé durante un instante prolongado, apretando sus labios trémulos contra los míos. Ella me respondió con un beso de mayor intensidad, mientras la besaba sentí en mi cuerpo esa fortaleza que andaba buscando hace tiempo.

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