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✧ Capítulo 39 ✧

«Out in the darkness, I saw an angel. Held back the flood until the sky fell». Sirens, Fleurie.


PANDORA

30 de septiembre

Me quedé congelada en la puerta de mi habitación, sin saber qué hacer, cómo reaccionar. Emma se apresuró a secarse las lágrimas con las mangas de su jersey fino. Lo último que me habría esperado era encontrarla llorando.

—Perdona —dije, avergonzada—, será mejor que vuelva en...

—¡No! No. —Emma negó con la cabeza y se levantó de su cama—. Pasa, no te preocupes. Yo acabo de llegar —explicó—, es solo que...

Dubitativa, di un paso dentro del cuarto. Emma había recuperado su habitual sonrisa, aunque sus ojos estaban enrojecidos todavía. Eso no cambiaría, aunque se secara las lágrimas por completo.

Me picó la curiosidad, pero no tenía confianza como para preguntarle a Emma qué estaba sucediendo, por qué lloraba. Apenas hacía unas semanas que nos conocíamos y, más allá de tener la misma edad y de dormir en la misma habitación, no había muchas más cosas que tuviéramos en común. Definitivamente, no éramos amigas.

Yo no tenía amigos, en realidad. Desde el momento en el que había llegado a la Academia San Gabriel me había sentido sola, terriblemente sola. Imaginaba que eso no iba a cambiar próximamente, para mi desgracia.

—¿Estás bien? —me interesé, aunque pregunté con precaución.

—Sí, sí. Claro. Estaba hablando con Hunter y... —Emma dejó escapar un suspiro, como si ni siquiera tuviera intención de terminar esa frase y le resultara más sencillo dejar su explicación ahí—. No es nada, todo va bien.

Yo apreté los labios un momento, sentí que sus palabras no eran genuinas y que no estaba tan bien como quería aparentar. Me pregunté si Hunter le habría hecho daño. Caminé hasta mi cama y me senté sobre el colchón, dispuesta a tumbarme cuanto antes y quedarme dormida mientras escuchaba música.

—¿No vas a ir a la fiesta? —me preguntó Emma.

Yo solo negué con la cabeza.

—No me gustan mucho las fiestas —mentí.

La realidad era que no quería ir sola. Que me daba vergüenza y un poco de miedo.

—Deberías venir, te lo pasarás bien.

—¿Tú vas a ir? —pregunté.

Ella asintió con la cabeza. Me pareció bastante contradictorio que se sintiera con ánimos suficientes para ir a una fiesta cuando, apenas unos minutos antes, estaba llorando. Emma forzó una sonrisa, aunque supe que lo hacía con la mejor intención.

—Tengo algunos asuntos que solucionar esta noche, Pandora.

No quise preguntar más. Emma no había pronunciado esas palabras con la esperanza de que yo preguntara más detalles, eso me quedó muy claro.

Emma se puso en pie y se dirigió hasta el espejo de nuestro cuarto. Observó su reflejo durante unos segundos, recolocando su falda corta y alborotando ligeramente su cabello rojo y brillante. Emma era preciosa y, además, lo sabía. Si yo hubiera tenido al menos la mitad de la seguridad que ella mostraba, probablemente habría podido comerme el mundo.

Yo llevaba apenas unos días en la Academia y dudaba que en algún momento pudiera sentirme cómoda allí. Tan solo quería apretar los puños y esperar a que el tiempo pasara tan rápido como fuera posible, que ese año terminara cuanto antes.

Emma tomó su móvil de encima de su cama, después me dirigió una última mirada.

—Si cambias de idea, yo estaré en la fiesta, Pandora.

—Gracias —dije desde mi cama.

Le dirigí una pequeña sonrisa, después Emma salió de la habitación. Me pregunté qué tipo de asuntos tendría que solucionar esa noche y, si de algún modo, estos estaban relacionados con Hunter Alexandre.

Nunca había hablado con él, tampoco tenía ninguna intención de hacerlo, en ningún caso. Hunter era reservado, misterioso. También era guapo, muy guapo. Pero eso no era relevante.

Emma se despidió de mí con un gesto, después cerró la puerta de la habitación. Tan solo unos minutos más tarde, el sonido de la música llegó hasta mi habitación y supe que la fiesta había comenzado. Me tumbé sobre la cama y cerré los ojos, deseando poder quedarme dormida, que esa noche pasara pronto.

Pero no lo conseguí.

El suelo comenzó a vibrar a causa de la música y, además, las voces del resto de los alumnos de la Academia empezaron a alzarse. Dejé escapar un largo suspiro y miré a la puerta de mi habitación.

¿Debería ir a la fiesta?

⚜︎⚜︎

Acerqué el vaso de cerveza a mis labios y bebí un largo trago una vez más. Ni siquiera sabía cuántos vasos me había tomado ya y en ese momento todo comenzaba a darme vueltas. Esa era mi peor pesadilla: me encontraba sola en una esquina mientras la música y las voces a mi alrededor parecían completamente ajenas a mí. No había hablado con nadie desde hacía varios minutos y, aunque al principio, al llegar allí, un par de chicas de mi clase me habían saludado, la conversación no había avanzado mucho más.

Solo en ese momento se me había ocurrido que sería una buena idea beberme una de las cervezas que reposaban sobre una mesa en el área común. Según me había explicado Claudia, una chica que se sentaba detrás de mí en la clase de inglés, las bebidas eran para todo el mundo y no tenía que pagar nada.

Me había bebido la primera cerveza demasiado rápido, deseando que me diera ánimos y fuerzas para acercarme a alguna de las personas que ya conocía y hablar con ellos. En cambio, el alcohol consiguió justamente lo contrario: me paralizó, me hizo sentir aún más asustada. De pronto sentía que todo el mundo me miraba, que todos eran tan conscientes como yo de que estaba completamente sola.

Trastabillé cuando comencé a caminar hacia un punto un poco más tranquilo, alejado de donde todos los estudiantes se habían concentrado y charlaban animadamente. Me habría dado de bruces con el suelo si una mano no me hubiera sujetado un instante antes.

—¿Estás bien? —me preguntó una voz que tardé varios segundos en asociar a un bonito rostro moreno. La chica tenía el cabello negro y rizado recogido en una cola alta—. ¿Necesitas algo?

Recordé que se llamaba Santos, aunque apenas la había visto en clase.

—Tienes un nombre extraño para ser una chica —dije.

Y enrojecí al momento después de pronunciar esas palabras. No quería decirlas en voz alta, tan solo había sido un pensamiento. Ella me observó, ligeramente confundida.

—Me llamo Alicia —contestó ella—, ¿qué tiene eso de extraño?

Me habría encantado desaparecer después de oír esas palabras, pero mi cuerpo permaneció ahí, delante de ella. La joven frunció el ceño.

—¿Seguro que estás bien?

—Necesito un poco de aire —susurré, avergonzada, mientras me apartaba de ella.

Caminé unos cuantos pasos, convencida de que no lo estaba haciendo en línea recta, pero al menos volvía a estar sola. La única ventaja de no tener amigos en esa situación era que, al menos, no seguiría haciendo el ridículo delante de nadie.

Llegué hasta un punto oscuro de la habitación, vacío, y me apoyé contra la pared, intentando controlar mi cabeza y que todo dejara de dar vueltas a mi alrededor. Tomé aire profundamente, decidida a recomponerme de mi borrachera para poder volver a mi habitación, cuando oí una voz familiar.

—Pero Hunter, me lo prometiste.

Supe que era Emma, lo supe al instante. Y yo estaba tan borracha que no era capaz de reaccionar lo suficientemente rápido como para marcharme de allí, al saber que estaba escuchando una conversación ajena.

—No te lo prometí, Emma, te dije que...

—Prometiste que nos marcharíamos. Hoy.

Pude ver, a unos metros de mí, cómo el chico rubio se pasaba una mano por su cabello rubio platino. Estaba nervioso, era evidente.

—Emma, no lo entiendes. Quiero estar contigo, te lo juro, pero es una locura. Ni siquiera sé qué es lo que tanto te asusta, por qué quieres que...

Los ojos claros de él se fijaron en mí. Automáticamente, el chico frunció el ceño.

—Nos están escuchando —musitó entre dientes.

Yo me quedé congelada de nuevo, pero Emma se giró y fijó sus ojos verdes en mí. Al instante pareció preocupada y yo me di cuenta de que debía de ofrecer un aspecto lamentable.

—¿Pandora? —Emma se acercó a mí con lentitud, después se giró hacia Hunter—. Joder... ¿cuánto has bebido?

No se me escapó el hecho de que Hunter puso los ojos en blanco.

—¿Necesitas algo? —me preguntó Emma—. ¿Quieres agua? Tienes que sentarte...

Negué con la cabeza.

—Estoy bien —dije con una voz demasiado lenta, demasiado grave—. Esta fiesta es una mierda. Todo el mundo me está ignorando y... Emma, te juro que no sé qué hacer. Sabía que no encajaría aquí, pero es que todo el mundo...

Hipé. Después sentí ganas de llorar ante mi patético arrebato de sinceridad con una chica que no era mi amiga, tan solo mi compañera de cuarto.

—Vamos a llevarte a la habitación. —Emma acarició mi cabello con suavidad durante un momento y sus ojos se mostraron empáticos—. Has bebido mucho, pero todo está bien.

—Todo el mundo me ha visto y...

—Nadie te ha visto, Pandora. Todo está bien, te lo juro.

Apreté los labios. No quería estar allí, quería marcharme de la Academia de una vez por todas.

—¿A dónde vais? —pregunté.

Emma y Hunter se miraron el uno al otro. Hunter chasqueó la lengua.

—Te dije que nos estaba escuchando —gruñó.

—¿Vais a marcharos de la Academia? —exigí saber—. Por favor, llevadme con vosotros. Odio este lugar, nunca debería haber...

—No —dijo Hunter con firmeza—. Nadie va a marcharse de aquí. Y tú no has oído nada, ¿entendido? Nada.

Chasqueé la lengua. Hunter era tan gilipollas como guapo, me quedaba claro.

—No me hables así —respondí, entrecerrando los ojos—. Y os he oído perfectamente. Queréis marcharos de aquí porque Emma está...

—¡No has oído nada, joder! —Hunter se situó a solo unos centímetros de mí. Pude sentir el calor que despedía su piel y mis ojos se fijaron en su rostro. Su nariz recta, sus ojos azules, del mismo color del mar, sus labios apretados en una mueca de furia contenida—. No sabes en qué lío podrías meternos si se te ocurriera abrir la maldita boca y...

Hunter se alejó de mí de pronto cuando Emma puso su mano en el pecho del chico, forzándolo a establecer cierta distancia conmigo.

—¿Qué demonios haces, Hunter? —demandó—. No está bien. Necesita acostarse, no que la trates como un energúmeno. Tráele un vaso de agua.

—Pero, Emma...

El rostro de la joven pelirroja se endureció.

—Tráele un vaso de agua.

Hunter me miró una vez más, probablemente resentido conmigo. Después salió del área común y su figura se perdió a través de la puerta que conducía a las escaleras. Emma se acercó a mí de nuevo.

—Vamos a la habitación. Necesitas dormir un poco. —Su voz fue dulce—. Mañana vas a estar echa una mierda.

Supe que tenía razón. La sangre de mis venas parecía haberse convertido en alcohol y fluía por todo mi cuerpo a una velocidad extraordinaria. Quería cerrar los ojos y dormirme, también despertarme en otro lugar.

—Gracias —susurré.

Emma me tomó del brazo y estuvimos a punto de dar el primer paso hacia nuestro cuarto, cuando una nueva voz llamó mi atención.

—Emma.

Procedía del mismo pasillo por el que Hunter había desaparecido unos segundos antes, pero la voz era femenina. Mi compañera de cuarto se quedó congelada un momento. Después me soltó de golpe, yo estuve a punto de caer al suelo.

—Espérame aquí un segundo —susurró Emma.

La vi caminar hacia el pasillo, pero no me quedé parada tal y como ella me había pedido. No sabía bien por qué, pero estaba convencida de que, si lo hacía, Emma no volvería. Simplemente lo sabía.

La seguí durante unos metros, con la música y los gritos aún retumbando a mi espalda. Solo en ese momento reparé en una joven de cabello negro y piel pálida. Su gesto se endureció cuando me vio.

—Emma, ella no debería verme.

—¿Quién eres tú?

Estaba claro que no era una alumna, pero era demasiado joven como para ser una profesora. Llevaba un vestido negro y su rostro era dolorosamente hermoso, mucho más que cualquier supermodelo. Como si se tratara de una de esas pinturas antiguas que representaban figuras divinas.

—Emma, tenemos que irnos —susurró la mujer.

Emma negó con la cabeza.

—Hunter está preparado. Vendrá en un minuto, podemos esperarlo.

—No está listo, Emma. Lo siento mucho.

—Pero Zanna, tú dijiste que...

—Lo estará. Te lo garantizo, lo estará. Pero ahora tenemos que irnos.

Había una urgencia en su voz, una prisa que me hizo sentir miedo de pronto. Yo no sabía quién era esa mujer, pero no quería que Emma se fuera con ella.

—Emma, vamos a la habitación... —murmuré, asustada.

Y la mujer vestida de negro apretó los labios, contrariada. Se acercó a mí y sus ojos se fijaron en los míos, provocándome un profundo escalofrío.

—Fuera de aquí.

Di un paso hacia ella, dubitativa, pero en mi estado yo no era capaz de enfrentarme a absolutamente nadie.

—Emma, volvamos —dije con más firmeza—. No te vayas con ella.

—Tú no sabes nada de mí, nada de ella —dijo la mujer con voz grave, después me estudió con la mirada un instante—. Deberías marcharte, por tu bien. Marcharte de este lugar.

Su voz me estremeció. Sentí miedo por Emma, mucho más de lo que lo sentí por mí misma. Entonces me lancé hacia esa mujer, como si así pudiera detenerla. Era un pensamiento absurdo, inconexo. Y me sorprendió el hecho de que ella pareció adelantarse a mi movimiento sin ninguna dificultad. Se apartó con tanta rapidez que, una vez más, yo trastabillé. Intenté recuperarme y, al hacerlo, resbalé hacia atrás.

Oí el golpe en mi nuca antes de sentirlo. Fue un ruido sordo, hueco. Después, mi visión se tornó roja y el dolor inundó mi cabeza. Noté un sinfín de lágrimas arremolinándose en mis ojos y las manos de Emma tocando las mías.

—Va a estar bien, Emma, no te preocupes. —La voz llegó hasta mí como si se encontrara lejos, muy lejos—. Pero tenemos que irnos ahora.

Cerré los ojos. El dolor no remitió, pero el resto de mi cuerpo pareció quedarse dormido. Quizás, por fin, podría descansar un poco, alejarme del ruido y de la música.

Silencio. Solo oía silencio. Por fin.

Los siguientes minutos fueron borrosos. Noté que alguien rozaba mi cabeza y probablemente descubría la sangre, también sentí que unos brazos me alzaban. Pude oler su aroma, el cosquilleo de la tela de su camisa en mi mejilla. En las pocas ocasiones en las que fui capaz de abrir los ojos, también distinguí de forma borrosa su cabello rubio y sus labios entreabiertos. Sentí su aliento sobre mis labios en el momento en el que él me depositó sobre mi cama y su expresión preocupada se convirtió en un espejismo distorsionado.

Solo entonces me quedé dormida. Solo entonces, mi mente cubrió todo lo sucedido bajo una gruesa capa de dolor, sangre y miedo.


⚜︎

¡Hola! Gracias por pasaros :)

Me encanta la canción de este capítulo. Desde que descubrí a Fleurie, creo que ella hace la banda sonora oficial de todo lo que escribo últimamente.

Nos vemos en el siguiente capítulo.

Mil besos

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