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✧ Capítulo 38 ✧

SANTOS

Dejé escapar un grito cuando la luz me cegó. Una vez ese rayo remitió, fui capaz de distinguir lo que estaba sucediendo frente a mí: Hunter había cambiado, esta vez de un modo innegable. Se había convertido en un ángel.

Se hizo un profundo silencio a nuestro alrededor, tan solo alterado por los gritos del propio Hunter, quien sollozaba de dolor. Su espalda estaba sangrando y supe que esas alas le resultaban dolorosas, eso me hizo estremecerme por completo.

Una mano a mi espalda tiró de mí y yo ni siquiera reaccioné, de tan impresionada como me encontraba.

La voz de mi padre no me sobresaltó, aunque sí me pregunté cuándo había aparecido él allí. Mi padre se acercó a Pandora, que en esos momentos se encontraba en el suelo, abrazada al tembloroso cuerpo de Hunter. Trató de hacer que se levantara y, como era de esperar, Pandora se resistió. Tampoco yo sabía qué hacer, cómo proceder. Finalmente él fue capaz de ponerla en pie y la miró a los ojos.

—Tenemos que hablar. Ven, Pandora —dijo mi padre.

Esas palabras me asustaban. Porque sabía perfectamente que querían separarnos, que Pandora y yo no éramos parte de todo eso.

—Marco —susurré.

Marco se había quedado congelado, con la vista puesta en Hunter y en lo que este se había convertido. Ni siquiera pareció percatarse de que le estaba hablando.

Extendí un brazo para tocar a Marco, pero mi padre posó su mano en mi hombro y tiró de mí ligeramente.

—Alicia, ven.

Sin que ninguna de las dos comprendiera lo que estaba sucediendo, mi padre nos condujo a Pandora y a mí hacia la puerta. Pandora intentó regresar atrás una vez más y mi padre, que no parecía impresionado en absoluto por lo que acababa de suceder, se mostró más firme.

—Necesita espacio —susurró mi padre, refiriéndose a Hunter—. Está sufriendo, necesita estar solo.

Salimos de la habitación y las puertas se cerraron a nuestra espalda. Yo caminé varios pasos y, finalmente, me senté sobre el suelo de piedra, apoyando mi espalda en la pared. Negué con la cabeza.

—No puede ser, es una maldita locura —dije.

Mi padre se quedó en silencio y yo lo observé durante un instante.

—Tú lo sabías. ¿Hace cuánto tiempo que lo sabías? —exigí saber—. ¿Tú también eres parte de lo que ellos quieren hacerles a nuestros compañeros?

Mi padre se llevó una mano a la barbilla. Tardó varios segundos en hablar. Pandora, aún de pie a mi lado, parecía encontrarse en shock.

—Alicia, las cosas son mucho más complicadas de lo que parece. Pero ellos dicen la verdad, solamente queremos protegerlos. Protegeros a todos...

—¿Secuestrándonos? —dije, alzando la voz—. ¿Haciéndonos saltar desde precipicios? ¿Convirtiéndonos en...? En... —Mi voz se quebró—. ¿Qué diablos le habéis hecho a Hunter?

Mi padre chasqueó la lengua.

—Maldita sea, Alicia, estamos diciendo la verdad. Son ángeles, todos lo son. No hemos hecho nada, tarde o temprano habrían terminado convirtiéndose, uno a uno. Cuando uno de los hijos de Kahenn se expone a la verdad, del modo que sea, se convierte.

—¿Y Emma lo había hecho ya?

Mi padre asintió con la cabeza, después tomó aire profundamente.

—Emma fue la primera. Por eso Zanna se la llevó, porque corría el riesgo de que sucediera algo como esto. —Señaló con el dedo al interior de la cafetería, ahora solo una puerta cerrada—. Corría el riesgo de que se convirtiera. Emma llevaba tiempo investigando, sabía la verdad. Por eso quería escaparse junto a Hunter, junto a su hermano.

—Lo sabías —comprendí yo en ese momento.

Me quedé en silencio, pensativa, y solo en ese momento, Pandora habló. Le temblaba la voz, pero logró componer una oración completa.

—¿Eso es lo que han hecho? —preguntó—. ¿Han convertido a Hunter en un ángel para exponer a los otros a la verdad? ¿Para forzarlos a cambiar también?

—Sí —contestó mi padre.

Su voz me hacía daño. Como si estuviera comprendiendo, en solo un momento, que ese hombre al que yo creía conocer, no era más que un extraño.

—¿Qué papel juegas tú en esto, papá? Tú no eres un ángel. Ni eres hermano de Zanna y del señor Castelli. ¿Quién eres?

El rostro de mi padre se puso aún más serio. Alzó la vista, como si no quisiera mirarme mientras hablaba.

—Yo soy quien se ocupa de proteger a los aus... a los mortales.

—¿A los ausentes?

Mi padre enarcó una ceja.

—¿Sabéis lo que son?

Pandora apretó los labios y después habló.

—Mortales, humanos sin magia ni ningún talento sobrenatural. Lo que yo soy, ¿verdad? Lo que todos nosotros deberíamos ser...

—Yo sirvo de protección, de escudo, sirvo como una cierta división para asegurarme de que nadie vulnera la línea que separa los dos mundos.

Tuve que controlarme para no dejar escapar una sonrisa sarcástica. ¿Qué coño me estaba contando? Mi padre era mi padre, un tipo normal, aburrido, incluso. No era un protector mágico de un mundo de fantasía.

—¿Desde hace cuánto tiempo? —pregunté.

—Desde siempre, Alicia —contestó mi padre y esas palabras fueron como un golpe en mi estómago—. No soy el único. Somos muchos los designados, pero nuestra labor es importante. Tu abuelo también lo fue, y el mío antes que él. Corre en nuestra sangre.

Eso me hizo bajar la mirada hacia mis manos durante un momento. Observé mis venas verdosas en la piel morena de mis brazos.

—¿También en la mía?

—Tú puedes elegir, Alicia. También yo pude, cuando era joven. Y decidí cumplir con mi deber, proteger aquello que más me importa.

—¿Qué pasa con nosotras? ¿Y con el resto de los alumnos?

—El resto de los alumnos regresarán a la Academia pronto. Nadie sabe lo que está sucediendo aquí, piensan que hemos tenido que evacuar la escuela por una emergencia y que todo pasará pronto. Cuando regresen, algunos de sus compañeros se habrán ido, pero todo esto tendrá una explicación razonable y nadie se preocupará demasiado. El director del centro habrá cambiado, pero ¿a quién le importa eso? —explicó—. Los niños ausentes que aún permanecen aquí volverán a sus casas, mañana. Y no recordarán nada de lo que han visto.

—¿Tú también te irás? —pregunté.

—Yo tan solo estaba aquí para velar por el equilibrio, para proteger a los hijos de Kahenn. Cuando ellos se vayan, seguiré velando por los mundos, pero no aquí.

Sus palabras me hacían sentir pena, como si algo me dijera que toda esa situación me haría perder a mi padre. En los últimos años no nos habíamos llevado tan bien como a mí me habría gustado, pero nunca me había preocupado demasiado. Más bien al contrario, siempre había pensado que las cosas mejorarían, que nuestra relación se fortalecería cuando terminara el instituto.

—¿Dónde van a llevarlos? —pregunté.

Justo en ese momento, la puerta de la cafetería se abrió. Zanna salió de la enorme sala y permaneció a un lado en silencio, tan solo observándonos con su inquietante mirada.

—A un lugar seguro —contestó mi padre.

Pandora bufó. Yo tomé aire profundamente y me puse en pie, sintiéndome ligeramente mejor.

—¿A un lugar seguro? —cuestioné.

Esta vez fue Zanna quien contestó.

—Al otro lado. A nuestro mundo, donde Kahenn no puede entrar, pues mi padre se lo ha prohibido. Es la única forma de conseguir que él no forme su ejército, que no los utilice para llevar a cabo su venganza.

Pandora negó con la cabeza.

—Pero ellos... ellos no están solos, no pueden desaparecer de un día para otro. Tienen familias, personas que los echarán de menos.

Zanna avanzó hacia nosotras. Su vestido negro se adaptaba a cada pequeña curva de su cuerpo y, por un momento, pensé que tenía mucho sentido que fuera un ángel. Parecía una modelo o una actriz de Hollywood. La gente así, tan imponente, tan perfecta, simplemente no existía.

—Los olvidarán. Es por su bien —contestó Zanna—. Igual que vosotras. Tampoco recordaréis todo esto, estaréis a salvo.

Me tensé al instante. Pandora clavó sus ojos oscuros en Zanna.

—No vais a dejar que nos vayamos así como así, ¿verdad?

Mi padre intervino.

—Esto es precisamente a lo que me refiero con mantener el equilibrio entre ambos mundos. No podemos dejar que el mundo oculto afecte al nuestro, es importante que siga habiendo una división. Por el bien de todos.

Di un paso hacia adelante y miré a mi padre con mucha más seriedad de la que jamás le había mostrado.

—Papá, para solo querer el «bien de todos», sonáis mucho como si fuerais los malos de esta historia.

Zanna compuso una pequeña sonrisa, sus dientes eran blancos y perfectos.

—Encanto, si crees que nosotros somos los malos, ni siquiera puedes imaginarte lo que sería capaz de hacer mi hermano Kahenn. Uriel y yo estamos apagando los incendios que él ha comenzado.

Solo una hora antes no me habría creído ni una sola palabra de todo eso que estaba escuchando. Ahora, no solamente lo creía, no, sino que también me preocupaba, también me sentía parte de ello...

—¿Y cómo vamos a olvidar todo lo que hemos visto? —preguntó Pandora.

Zanna asintió con la cabeza.

—Esa es una buena pregunta. Puedo enseñártelo.

Sin siquiera preguntar, la mujer dio un par de pasos hacia delante y posó una de sus manos sobre el hombro de Pandora. Supe que iba a hacerle algo a mi amiga y, aun así, me quedé congelada. Pandora suspiró, ahogando un grito y, solo un instante más tarde, Zanna abrió mucho los ojos.

—¡No! —gritó Pandora.

Ante mis ojos, mi amiga alzó un brazo y, para mi sorpresa, el cuerpo de Zanna salió despedido hacia atrás unos tres metros. Zanna cayó al suelo, aunque se incorporó con una rapidez pasmosa, propia de un ser sobrenatural.

—Tú... —dijo Zanna, alzando las cejas—. Esto es increíble, no creí que fuera...

Zanna se quedó quieta y Pandora y yo comprendimos al mismo tiempo lo que acababa de suceder: Pandora no había utilizado su fuerza física para liberarse de ella, no, había sido algo más. Ni siquiera la había rozado y, aun así, Zanna había volado por los aires.

En ese instante, un escalofrío recorrió mi columna vertebral y gotas de sudor frío comenzaron a bajar por mi espalda. Me acerqué a Pandora, cuya respiración se había acelerado después de lo sucedido.

Solo entonces ella levantó la cabeza y me miró. Frunció el ceño antes de hablar:

—Ahora lo recuerdo todo.


⚜︎

¡Hola, amores! 

Gracias por pasar a leerme :)

Creo que he vuelto a confundiros con el capítulo, pero no os preocupéis, pronto subiré el siguiente!

Mil besos

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