✧ Capítulo 3 ✧
«Pour the gas, I'll light a match». Dead to you. Memyself&I.
PANDORA
Si Alicia Santos se acercaba demasiado a una botella de gasolina, estaba segura de que explotaría. Era ese tipo de chicas que uno solo ve en las películas, que no existen en el mundo real porque, si lo hicieran, el mundo estaría en peligro.
Compartíamos solo dos clases, pero, en ese mes, apenas la había visto en las aulas. Cualquiera diría que es complicado saltarse las clases en un internado, ¿no? Pero Santos lo conseguía de forma remarcable. Quizás el hecho de que su padre fuera el director del colegio contribuía considerablemente a que sucediera.
Con un libro en una mano y un tenedor en la otra, mordisqueé una patata frita mientras mis ojos se perdían entre las letras de La sombra del viento. No estaba completamente sola si al menos tenía algunos libros.
Santos ni siquiera pidió permiso antes de tomar la silla frente a mi mesa. Se sentó en ella con las piernas abiertas y se quedó mirándome en silencio unos instantes, esperando a que yo reaccionara. Yo la miré de reojo y apreté los labios ligeramente. Finalmente suspiré y cerré el libro, levantando la cabeza hacia ella.
—Hola —la saludé.
Su cabeza de largos rizos negros se inclinó hacia la derecha y sus ojos oscuros, delineados por capas y capas de eyeliner, se entornaron. Ni siquiera necesité escuchar la pregunta para saber qué era lo que estaba a punto de decir.
—¿Dónde está Emma?
Me encogí de hombros.
—No lo sé —contesté—, llevo sin verla un par de días.
Santos posó sus manos sobre la mesa y me percaté de que tenía varios tatuajes en los dedos. A pesar de llevar el mismo uniforme que yo, Santos parecía muchísimo más estilosa y madura. ¿Cómo demonios había conseguido hacerse tantos tatuajes si todavía no tenía dieciocho años? ¿Acaso eso no era ilegal? También tenía un piercing plateado en la nariz y su lenguaje corporal evidenció que estaba nerviosa. De pronto sentí la necesidad de confortarla de algún modo.
—Estoy segura de que volverá. Quizás se ha ido a casa por el fin de semana.
Sabía que era lunes y que, si así hubiera sido, ya estaría de vuelta.
—¿No te ha dicho nada?
Negué con la cabeza y Santos cerró los ojos un instante. Su piel era oscura y tan brillante que me pregunté cuánto se gastaría esa chica en crema hidratante. Tenía el típico aspecto descuidado de alguien que cuida mucho su estética.
Se dejó caer sobre la silla durante unos momentos y yo me quedé allí, en silencio. ¿Debería continuar leyendo? ¿Acaso se iba a quedar conmigo haciéndome compañía? Antes de que yo hiciera ningún movimiento, volvió a hablar.
—Soy Santos, por cierto. Emma es mi mejor amiga.
Yo compuse una pequeña sonrisa. Me sentía agradecida por esa pequeña introducción, pues era consciente de que Santos podría haber actuado exactamente igual que Hunter: podría haberme preguntado por Emma y, acto seguido, molestarse por mi respuesta. Como si fuera mi culpa.
No le dije que ya lo sabía, que las había visto juntas en numerosas ocasiones desde mi llegada a la Academia.
—Yo soy Pandora —me presenté—. Soy nueva.
Me arrepentí al instante de haber dicho algo tan absurdo como evidente.
—Emma dice que eres muy desordenada.
Supe que me estaba ruborizando, pero Santos soltó una pequeña carcajada.
—Compartir habitación con ella tiene que ser una pesadilla. Tan obsesionada con el orden y las rutinas...
—Está bien —dije con naturalidad—, es una buena compañera de cuarto. Lo tiene todo planeado.
Santos volvió a extender sus manos sobre la mesa y me miró muy seriamente.
—Por eso es tan raro que no esté aquí. Emma no hace nada sin haberlo previsto antes. Nunca desaparecería así como así.
—A lo mejor le ha surgido algo... quizás ha sucedido algo con su familia.
Emma tenía familia, eso lo sabía.
El sistema de la Academia San Gabriel era interesante y no era habitual de encontrar. Se trataba del internado más caro y más exclusivo de España, sí, pero aproximadamente el veinte por ciento de los alumnos recibían una beca que cubría por completo toda la matrícula y los gastos del internado. Estos estudiantes, por lo general, no tenían familia y llegaban a la Academia de todos los países del mundo tras aprobar unos exámenes muy complicados. El otro ochenta por ciento de los alumnos, desde luego, provenían de familias muy adineradas y no tenían ningún tipo de problema para pagar los miles y miles de euros que costaba esa educación tan exclusiva.
Santos negó con la cabeza.
—Me lo habría dicho —susurró—, después sacó su teléfono móvil del bolsillo interior de su jersey y me lo tendió.
—Dame tu móvil. Si aparece o te enteras de algo escríbeme, ¿vale?
—Vale.
Marqué mi número de teléfono con rapidez y después le devolví su móvil a Santos. Ella se puso en pie. Se giró hacia mí una última vez.
—Encantada de conocerte —dijo y, por primera vez, me dedicó una brillante sonrisa que dejó entrever unos dientes blancos y perfectos—. Nos vemos por ahí, Pandora.
Le devolví la sonrisa.
—Nos vemos por ahí.
Pocos minutos después de que Santos se marchara de la cafetería, mi teléfono sonó. Cuando observé la pantalla, pude ver un mensaje:
Número desconocido. 15:13.
Soy Santos. Porfa avísame si Emma no vuelve esta noche!
Guardé el teléfono y suspiré. Observé el mensaje de nuevo.
¿Debería comenzar a preocuparme? No era por ser catastrofista, pero ¿y si le había sucedido algo a Emma? Quizás debería hablar con algún profesor para contarle lo que estaba sucediendo, sin embargo, eso no era asunto mío, ¿no?
Regresé a mi cuarto después de comer. Esa tarde aún tenía dos horas de educación física por delante en los jardines de la Academia y, además, también había planeado ir a nadar durante un rato. Esa era una de las ventajas de estar en ese lugar: al menos podía disfrutar de todos los lujos de la Academia: piscina, un enorme polideportivo con un gimnasio, bibliotecas enormes...
Apenas había abierto la puerta cuando me quedé congelada. Oí un ruido en el interior del cuarto y, solo por un instante, dejé escapar un suspiro de alivio. Emma había vuelto. Cerré la puerta y pasé el pequeño corredor que me llevaría a la estancia principal, allí donde se encontraban las dos camas dobles. La mía estaba situada justamente bajo la ventana y, junto a ella, había un par de cajas con cosas que todavía no había desempacado. La otra cama, situada al otro lado de la habitación, era la de Emma.
Esperé encontrarme el brillante y largo cabello rojo de la joven y me sorprendí a mí misma de lo feliz que me sentía de que ella hubiera regresado. Como si no hubiera sabido cuán tensa y preocupada me encontraba hasta ese momento...
Pero esa sensación se desvaneció al instante, tan pronto como me percaté de que no era Emma quien estaba en mi habitación. Los ojos azules de Hunter Alexandre se fijaron en mí tan pronto como él escuchó la puerta y me percaté de que el joven movía su mano con rapidez, apartándola del colchón vacío de la cama de Emma.
Tragué saliva con dificultad y di un paso atrás. De forma instintiva tomé el pomo de la puerta con una mano, pero no la moví, no hice nada más.
Mi voz tembló cuando pronuncié las siguientes palabras:
—¿Qué haces aquí?
⚜︎
Hola, reinas y reyes míos.
¿QUÉ DEMONIOS HACE HUNTER EN LA HABITACIÓN DE PANDORA?
Lo veremos en el próximo capítulo, lo subiré mañana mismo. ¡No olvidéis votar y comentar antes de marcharos de aquí! Muchísimas gracias por leerme, sois un amor.
♡ Mil besos ♡
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro