Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

✧ Capítulo 25 ✧

PANDORA

Se me heló la sangre cuando comprobamos, sin ninguna duda, que faltaba un niño. Algunos de sus compañeros sostenían que había estado allí solo unos minutos antes, pero que lo habían visto alejarse de allí.

—¿Estaba solo? —le pregunté a uno de los chicos que aseguraban haberlo visto marcharse.

El muchacho se encogió de hombros. Tenía el cabello de color rubio arena y un rostro redondeado. Aparentaba solo unos once o doce años.

—No lo sé. Me dijo que quería ir al Acantilado. —El chico apretó los labios—. Enzo llevaba unos días actuando de un modo muy extraño. Creo que estaba planeando escaparse.

Marco y yo intercambiamos una mirada significativa. El Acantilado, situado a aproximadamente un kilómetro de la Academia, marcaba los límites para acceder al terreno desde el este. Era prácticamente imposible llegar hasta el Acantilado, pues una valla cerraba por completo ese lado de la Academia y, además, la zona era boscosa e irregular.

¿Por qué querría Enzo escaparse en mitad del día? Y, especialmente, si tenía planeado marcharse de la Academia, ¿por qué acudiría a su clase de la mañana? No tenía sentido. No, a no ser que alguien se lo hubiera llevado.

La profesora rubia, que había estado escuchando esa conversación, comenzó a sudar y su respiración se aceleró. Nos miró de forma muy seria.

—Iré a hablar con el director —nos dijo—. Tenéis que quedaros aquí, por favor. Vigilad a los chicos. Necesitan mantener la calma.

Lo primero que pensé fue que, si alguien ahí estaba a punto de perder la calma, era precisamente ella. La profesora ni siquiera nos dio la opción de contestar, sino que se apresuró a caminar con rapidez en dirección al despacho del señor Santos.

Marco y yo nos quedamos congelados un momento.

—Tenemos que ir —dije en voz baja—. Si la misma persona que se llevó a Emma se ha llevado a Enzo, no tenemos tiempo.

Marco dudó.

—Pero la profesora nos ha pedido que...

Suspiré. Maldición. ¿Por qué teníamos que estar allí nosotros? Las dos personas obedientes de nuestro pequeño grupo. Los dos eslabones más débiles de la cadena.

—No, Marco. Hay que ir —dije con seriedad—. Piensa en qué harían Hunter y Santos. ¿Ellos se quedarían aquí parados esperando a que venga el director? Enzo se va a marchar. Se va a marchar y no vamos a poder hacer nada por impedirlo si no corremos.

Mis palabras parecieron convencerlo. Sabía que Hunter y Santos no lo dudarían un momento.

—Vamos.

—Esperad.

El niño con el que habíamos hablado antes, el amigo de Enzo, nos detuvo.

—Yo voy con vosotros.

—Y yo también —se sumó otra niña que parecía ligeramente mayor, con el cabello largo y oscuro y expresión seria—. Enzo es mi hermano.

¿Quién éramos nosotros para impedirles seguirnos? Asentí con la cabeza y nos apresuramos a salir corriendo. El otro profesor aún permanecía en la puerta de su clase, intentando lograr que todos sus alumnos entraran en el aula. Nos gritó algo, probablemente queriendo que permaneciéramos allí, pero ninguno de nosotros obedeció y seguimos corriendo.

—Nos van a castigar —dijo Marco, apesadumbrado.

Yo no pude evitar que una pequeña sonrisa escapara entre mis labios. Me sentía rebelde, me sentía libre.

⚜︎⚜︎

El jardín no estaba en silencio, tal y como esperábamos cuando salimos junto a los dos alumnos de primero. Podíamos oír las conversaciones distantes de algunos alumnos que se movían al otro lado del jardín.

Marco caminaba por delante de nosotros, probablemente intentando que saliéramos de los terrenos de la Academia cuanto antes para evitar que algún profesor pudiera vernos. Yo sentía mi corazón latiendo con fuerza y mi respiración era pesada.

—¿Cómo te llamas? —le pregunté al niño rubio.

—Héctor.

—Y yo soy Amanda —se presentó la niña sin alterar su gesto serio.

—¿Por qué has dicho que Enzo llevaba un tiempo actuando de forma extraña? —me interesé.

Héctor se quedó pensativo un momento, como si no supiera qué decirme exactamente.

—Quería marcharse, me lo dijo varias veces —confesó—. Hablaba de cosas extrañas.

—De ángeles, de demonios... —participó Amanda—. No dejaba de leer libros raros y de hablar de criaturas.

Marco y yo nos miramos. Él me hizo un gesto, indicándome que debíamos darnos prisa. Marco andaba muy rápido y yo, que en general estaba cansada por no dormir bien, tenía cierta dificultad en seguirle el ritmo.

Un grupo de alumnos de segundo de bachillerato estaba practicando educación física en el jardín y yo busqué, inmediatamente, la cabeza rubia de Hunter. No me costó encontrarlo: estaba jugando al fútbol y se movía de un lado para el otro en ese improvisado campo. Llevaba una camiseta blanca que se pegaba a su cuerpo por el sudor y yo me quedé parada un instante. Nunca lo había visto vestido de blanco.

—¡Pandora! —gruñó Marco, nervioso—. Vamos, no te quedes ahí parada. ¡Que nos van a pillar!

Me aclaré la garganta antes de hablar, alcé un dedo y señalé a Hunter. Marco siguió mi dedo con la mirada y cuando reparó en él, también se quedó parado un momento. Pudo reaccionar con más rapidez que yo y corrió hacia él.

Hunter estaba preparándose, a punto de lanzar un penalti. Su cuerpo estaba tenso y su cabello, casi blanco, caía sobre su frente, ligeramente húmedo. Agarró la parte baja de su camiseta con fuerza y la utilizó para retirar el sudor de su rostro, yo aparté la mirada en ese instante. Era demasiado íntimo o... simplemente, no me iba a quedar embobada mirando a Hunter con dos niños de once años a mi lado.

Aún no había pateado el balón cuando Hunter reparó en Marco. En solo unos segundos, comprendió lo que estaba sucediendo y yo recé porque el profesor de educación física no estuviera vigilando a sus alumnos en ese momento.

—¿Qué está haciendo? —me preguntó Amanda—. Mi hermano puede estar en el Acantilado. ¡Vamos!

—Un segundo —susurré—, solo un segundo.

Marco y Hunter llegaron hasta nosotros corriendo. Marco parecía haber compartido muy rápidamente lo que estaba sucediendo, pues él ni siquiera se fijó en los dos niños que nos acompañaban. Me miró a los ojos y mi corazón se detuvo un instante. Después pasó a bombear más rápido, al mismo tiempo que mis piernas se aceleraban. Los cinco comenzamos a correr.

—No vamos a poder salir, no por aquí —dijo Hunter—. La verja está cerrada con una cerradura de hier...

Hunter se quedó callado en el mismo instante en el que todos llegamos a la altísima verja de hierro. Era imposible escalarla, además de muy peligroso. Pero eso daba igual, no era importante porque la puerta de hierro estaba completamente abierta.

—Esto no debería... —susurró Hunter, pero no terminó la frase.

—Vamos —dije—. Si Enzo ha salido hace poco, todavía podemos llegar a encontrarlo.

—¿Estaba solo? —preguntó Hunter.

Tanto Héctor como Amanda asintieron con la cabeza. Amanda se mordió el labio inferior.

—¿Creéis que alguien se lo ha llevado? —preguntó.

¿Cómo podíamos mirar a esa niña a los ojos y confesarle nuestras sospechas? No podíamos hacerlo, no en ese momento. Apreté la mandíbula y seguí corriendo. Lo único que necesitábamos hacer era encontrar a Enzo. Eso era todo.

⚜︎

¡Hola, amores!
Gracias por estar aquí :)

Mil besos


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro