✧ Capítulo 24 ✧
MARCO
Me desperté ese lunes como nuevo. Más que eso, incluso, estaba mejor de lo que nunca me había sentido.
Me levanté de la cama sabiendo que estaba solo. Santos se había ido la noche anterior, cuando yo todavía seguía cansado y dolorido. Abel, mi compañero de cuarto, aún no había regresado de su viaje a Estonia con su familia, algo que agradecía. No habría sido agradable pasar mi enfermedad con Abel ahí.
Me quité la camiseta y, al llegar al baño, me percaté de que había recuperado un tono de piel normal por fin. Me sorprendí al mirarme al espejo. Era como si hubiera recuperado el peso que había perdido y, además de eso, todo ese peso se hubiera convertido en músculos.
—¿Qué demonios? —susurré.
El espejo me devolvía un reflejo mucho más perfecto de lo que había sido unos días antes. Yo nunca me había considerado a mí mismo guapo, no exactamente, al menos. No era Hunter, eso estaba claro, pero esa mañana, parado sobre las baldosas frías del baño de mi cuarto, me di cuenta de que yo tampoco estaba tan mal.
Me di una ducha rápida, aún sorprendiéndome cada vez que tocaba mis brazos o mis hombros. Mis músculos estaban duros, como si hubiera pasado la última semana en el gimnasio y no en la cama. Solo cuando rocé mi espalda sentí un profundo pinchazo de dolor. Quizás había pasado demasiadas horas en una mala postura.
Me puse el uniforme negro de la Academia y salí de mi cuarto con renovadas energías. Me sentía con tanta fuerza y capacidad que, estaba seguro, podría leer todos los documentos de Emma yo mismo esa misma noche. Hunter podría dormir en su habitación de una vez si quería.
Mi primera clase era latín y, no estaba exagerando, en esos momentos sentía que podía citar las Catilinarias si me lo proponía.
Con una sonrisa inmensa, me acerqué a Pandora, que en esos momentos se encontraba en la puerta de la clase. Sentí que me estaba esperando.
—No sabía si vendrías —me dijo, su rostro expresaba preocupación.
—Estoy bien, muy bien —dije, exultante—. ¿Te lo puedes creer? Es como si... —El rostro de Pandora no cambió su expresión y eso me hizo quedarme callado de pronto—. ¿Sucede algo?
—Hay algo raro. Algo está pasando.
Enarqué una ceja.
—¿Algo?
Pandora, nerviosa, se acercó a mí y bajó la voz.
—No podemos ir a clase.
—Pero ¿qué dices? ¿Por qué?
—En serio, Marco, tengo un mal presentimiento. Nos vamos.
No me estaba preguntando si quería o no quería ir, me estaba diciendo lo que íbamos a hacer. Maldición, la situación debía de ser grave.
—Pero la señora Amira ya me ha visto —susurré—, joder, la he saludado.
Pandora me agarró del brazo, arrastrándome con ella un par de metros lejos de la puerta. Negó con la cabeza y yo suspiré, sabiendo que mi destino estaba sellado ya.
—Supongo que me toca perder otra clase —bufé.
Aun así, no me resistí. Seguí a Pandora hasta que ambos nos perdimos entre el tumulto de la gente en los pasillos.
⚜︎⚜︎
—¿No puedes sentirlo? —preguntó Pandora.
—¿Sentir el qué?
Ella suspiró mientras seguía caminando por el pasillo. Por lo menos me había soltado la mano, lo que significaba que ya no tenía miedo de que yo me diera la vuelta y regresara a la clase de latín.
—Es como si algo estuviera a punto de pasar. Algo malo.
Fruncí el ceño.
—Qué optimista, Pandora.
—A veces oigo su voz.
Me detuve y Pandora caminó un par de pasos más hasta darse cuenta de que me había quedado parado. Miró hacia atrás y me hizo un gesto para que siguiera moviéndome.
—¿La voz de quién?
—No lo sé —contestó—, pero es... algo. Alguien. Una mujer —contestó, sus palabras no tenían demasiado sentido—. Me sucede justamente antes de despertarme, ¿sabes? Es una sensación horrible. No me puedo mover y ella me ordena que me vaya, dice que va a venir a la Academia, que se va a llevar a quienes son suyos...
Un intenso escalofrío me recorrió. Eso sonaba a disparate, tenía que admitirlo, pero es que todo era una maldita locura desde la desaparición de Emma. Nada había tenido demasiado sentido.
—Pandora, estás bajo mucha presión —intenté decir—, todo esto es demasiado...
Ella me interrumpió antes de que pudiera continuar. Se retiró el flequillo con un movimiento y, acto seguido, su cabello cayó desordenado de nuevo sobre su frente. Me observó de forma seria, mucho más de lo que jamás había visto en ella.
—Marco, te juro que me encantaría estar volviéndome loca. ¡Ojalá! Me encantaría que todos los libros y documentos raros de Emma fueran solamente locuras o supersticiones, pero me temo que no sea así. Creo que hay algo en la Academia, algo que no es humano. —Sus palabras eran calmadas, me mantuvo la mirada fijamente—. Y viene a por nosotros.
Tardé un par de segundos en asentir con la cabeza y seguir caminando. Yo nunca había sido espiritual ni místico, más bien al contrario. Creía que todo, absolutamente todo, podía ser explicado con ciencia. Era extraño que, por primera vez, las palabras de Pandora habían sembrado en mí la duda.
Quería creer que Emma se había escapado. Podría entender que alguien se la hubiera llevado, pero con ese «alguien» me refería a alguien tangible y humano. No a un elfo, un vampiro, un ángel o a un demonio, como proponía Pandora. Eso era absurdo, tenía que serlo.
Bajamos las escaleras hasta el primer piso y nos encontramos los pasillos repletos de niños pequeños. Yo nunca bajaba a las clases de primero y segundo, simplemente no me pillaba de paso para ir a ningún sitio, pero ahí estábamos.
Como movidos por la intuición de Pandora, ella simplemente siguió caminando. Algunos profesores se encontraban fuera de las aulas, intentando organizar el caos de niños gritones que se movían de un lado para otro. Según mis cálculos, tendrían unos doce o trece años. ¿Por qué me parecían tan pequeños? ¿Habría sido yo tan bajito también cuando tenía su edad?
—¡En orden, por favor! —Una mujer corpulenta de cabello rubio y ojos oscuros intentaba hacerse oír por encima de los gritos—. A ver, chicos. ¡Por favor!
Nadie parecía escucharla, como si hubiera sucedido algo...
Solo entonces caí en la verdadera conclusión.
—Ha sucedido algo —me dijo Pandora al oído.
—¡Vosotros! —La profesora rubia clavó sus ojos en mí y yo suspiré. Era difícil pasar desapercibido si medía medio metro más que el resto de los chicos que me rodeaban—. ¿Qué hacéis aquí? ¿No tenéis clase?
Pandora me miró a mí y yo temí por mi vida que fuera a dejarme hablar. Porque yo no tenía ni idea de por qué estábamos allí. Para mi alivio, ella posó su mano en mi antebrazo con suavidad y se giró hacia la profesora.
—Tenemos una hora libre —respondió con seriedad y señaló las mochilas que ambos llevábamos colgadas—. Íbamos a estudiar al jardín.
La mujer pareció preocupada y no le dio demasiada importancia a esa explicación.
—Ayudadnos —nos ordenó de pronto—. Tenemos que separarlos por clases. Primero A y primero B. —Señaló hacia su derecha—. Y segundo A y segundo B.
A unos metros, un profesor ya anciano intentaba hacerse oír también por encima de la multitud.
—¡Los de segundo conmigo!
Yo asentí con la cabeza automáticamente, como el alumno bueno y obediente que era. No entendía por qué estábamos separando a los estudiantes como si se trataran de un rebaño de ovejas, pero me dispuse a comenzar a hablar en voz alta para que los chicos me escucharan. Pandora, por el contrario, frunció el ceño y se acercó un poco más a la profesora.
—¿Por qué? ¿Qué sucede? —preguntó.
La profesora pareció dudar un instante, como si no supiera si quería pronunciar sus siguientes palabras. Después, tras tomar una decisión, se acercó a nosotros y bajó un poco la voz.
Mientras negaba con la cabeza, con gesto preocupado, dejó escapar las siguientes palabras:
—Falta uno.
⚜︎
¡Hola, amores!
Gracias por estar aquí :)
♡ Mil besos ♡
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