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✧ Capítulo 22 ✧

«I can't help but want you». Ruelle. War of hearts.


PANDORA

Cuando abrí los ojos, lo primero que vi fue a Hunter. Estaba dormido en la cama de Emma, con los ojos cerrados y la respiración tranquila. Observándolo así, en ese momento, no lograba entender que alguna vez hubiera podido sospechar de él.

Sus pestañas oscuras temblaban ligeramente y me pregunté qué estaría soñando.

Era el tercer día seguido que dormía conmigo, pues Santos se había quedado cuidando a Marco otra vez. Sorprendentemente, Marco estaba mejorando poco a poco, pero reconocía que para mí había sido un shock encontrarlo tan enfermo, sin saber qué demonios le estaría sucediendo.

No pude evitar quedarme mirando a Hunter unos segundos más. Estudié cada rasgo, cada una de las curvas de su rostro. Tenía unos rasgos marcados, una mandíbula fuerte y la piel muy clara. Sabía que Hunter no había nacido en España y, según tenía entendido, su familia procedía de algún lugar del norte de Europa. Las únicas veces en las que Hunter había hablado de sus padres, lo hacía con una amplia sonrisa y eso me provocaba ternura.

Yo no encajaba con mi familia, nunca lo había hecho. Quizás por eso no había querido salir corriendo de allí desde el primer momento en el que Emma había desaparecido. Quizás por eso me había quedado: porque prefería un misterio potencialmente peligroso antes que regresar al asfixiante y monótono ambiente de mi casa en Madrid.

Sus ojos azules se abrieron, fijándose en mí. Enrojecí una vez más, como me sucedía siempre que él me miraba de esa forma. Aparté la vista y me puse en pie con rapidez.

—Buenos días, Pandora.

¿Por qué su voz sonaba tan sexy?

Yo fingí que no me derretía y me dirigí a la puerta. Aún me encontraba en pijama.

—¿Quieres café? —respondí—, voy a por uno.

—¿En pijama?

¿En pijama? Sí. Decidí que lo haría en pijama simplemente por no pasar por la humillación de reconocer que estaba nerviosa y que quería salir de la habitación un segundo. Era sábado por la mañana y probablemente no habría nadie rondando por la Academia tan pronto. Había una máquina de café en el área común del primer piso y me dirigí a ella sin dudar.

—Te traigo un café —dictaminé, ya no era una pregunta.

Cuando ya me encontraba en la puerta, oí que Hunter se levantaba de la cama.

—¿Te importa si me ducho?

Temblé por dentro y, una vez más, tuve que tomarme un instante para que mi voz sonara firme.

—No, adelante. Tienes toallas en el baño.

Salí del cuarto con el corazón a mil por hora y solo entonces, mientras caminaba por el pasillo con lentitud, me quedé parada un instante al comprender lo que me estaba sucediendo. Probablemente, lo maldito peor que podía pasarme a esas alturas, en ese momento.

Me llevé una mano al pecho y, deteniéndome en mitad del pasillo, me giré una vez más hacia la puerta de mi cuarto.

Mierda, me gustaba Hunter Alexandre.

⚜︎⚜︎

Hunter pasaba las páginas lentamente, clavando sus ojos en cada palabra y frunciendo el ceño de vez en cuando, ante alguna frase particularmente sorprendente. Su cabello, aún húmedo, presentaba ahora un tono ligeramente más dorado.

—No sé dónde acaba la ficción —comentó él mientras le daba un nuevo sorbo a su café, tenía en sus manos un tomo de tapa dura con cubierta negra—. Mira esto, esta parte está subrayada: «Los demonios viven en las tinieblas, en las profundidades del Hades, en el último rincón del mundo. En el pasado también ellos vivieron en la Tierra y en otros mundos». ¿No te pone la piel de gallina?

Y tanto que si lo hacía.

—¿Quién ha escrito ese libro?

—Lynn Harper —respondió él—. Se llama «Luz y tinieblas en el mundo ausente».

—¿Qué es el mundo ausente?

Hunter se encogió de hombros.

—¿El manicomio del que han salido todos estos escritores? —sugirió él.

Tomé mi móvil y busqué rápidamente en Google. Tecleé las palabras «mundo ausente» y me encontré con varias canciones antiguas con ese título. Parecían, más bien, canciones románticas que no podrían aportar ninguna pista. Borré mi búsqueda y tecleé con rapidez «Lynn Harper». Al instante surgió en la pantalla de mi móvil la imagen pixelada de una mujer con el cabello pelirrojo y largo. No tenía una entrada en Wikipedia, lo que me hizo pensar que no debía de ser muy famosa.

—Lynn Harper —leí en voz alta—, escritora e historiadora, nacida en Avi...

—¿Qué más?

Acababa de clicar en la página web con la esperanza de encontrar más información. Un molesto y recurrente mensaje en letras negras apareció en mi pantalla: «No tienes conexión a internet. Por favor, reinicia tu router o contacta con el servicio de atención al cliente de tu proveedor».

Bufé. Lo único peor que no tener internet era tener solo un poco.

Dejé mi móvil sobre la cama y cerré el libro que yo misma estaba leyendo.

—Nada, da igual —respondí, después suspiré—. Menuda forma de pasar el sábado, ¿no?

Hunter se rio entre dientes.

—¿Tenías un plan mejor que este?

Era doloroso pensar que no, no lo tenía. No tenía amigos en Madrid, apenas tenía amigos, en realidad, y lo último que habría pensado hacer los fines de semana habría sido regresar a casa.

—No, en realidad no. ¿Y tú? ¿Puedes volver a casa?

—Mi casa está a 2.500 kilómetros de aquí.

Sonreí.

—Entonces imagino que no. ¿Echas de menos a tu familia?

Hunter levantó la vista del libro y me observó un instante. Después cerró la tapa de su lectura y supe que íbamos a tomarnos un pequeño descanso de la investigación.

—Sí, los echo mucho de menos. Pero sé que ellos se sienten orgullosos de verme aquí —contestó Hunter—. ¿Y tú, Pandora? ¿Tienes familia?

No supe si eso debía ofenderme. Sabía que una gran parte de los estudiantes en la Academia vivían en esa situación. Yo no era brillante en mis clases, a diferencia de Marco. Me pregunté si algo en mí le había dado la impresión de que había recibido una beca.

—Sí, viven en Madrid —contesté—, pero mis padres están muy ocupados y mi hermana está en la universidad en los Estados Unidos. Así que no me apetece mucho aparecer los fines de semana para jugar a ser la hija invisible.

Si lo que dije le sorprendió, Hunter no lo demostró.

—¿Dónde estudiabas antes?

—He vivido en todas partes. El año pasado estábamos en Argentina, el anterior en China... mi padre es diplomático y viajamos mucho. Incluso tuve que repetir un curso porque, simplemente, nos mudamos tres veces en el mismo año. —Bajé la voz al hablar de nuevo—. No sabes cuánto me alegro de que este sea mi último año de instituto. Me muero por poder decidir un lugar y quedarme allí.

—¿Para siempre? —preguntó Hunter con una pequeña sonrisa.

—Nada es para siempre, Hunter.

Sus ojos azules se quedaron fijos en mí. Experimenté un profundo escalofrío y, al instante, me sentí culpable. Hunter estaba en la cama de Emma, ella había desaparecido y en ese momento yo solo podía pensar en que quería tenerlo cerca. Al menos, Emma y yo no éramos amigas. Aun así, me sentía mal.

Recordaba la noche en la que Emma había llorado por Hunter y yo había sido la única persona ahí para consolarla. La relación de esos dos debía de haber sido más que complicada.

—¿Y tú? —pregunté—. ¿Cuál es tu historia?

Hunter bajó la cabeza un instante y su cabello rubio acarició su frente. Después apretó los labios. Supe que lo que estaba a punto de oír sería complicado.

⚜︎

¡Hola, reinas (y reyes)!
¡Gracias por pasaros por aquí!

¡No os vayáis sin votar y contarme si os está gustando!

Mil besos

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