✧ Capítulo 21 ✧
«And I found love where it wasn't supposed to be». Amber Run. I Found.
SANTOS
—¿Estás bien?
Nunca había visto a Marco así, tan apagado, tan... muerto. Su piel tenía un tono cenizo que me provocó un escalofrío y, a pesar de solo llevar un par de días sin verlo, parecía más delgado. Tenía la cara chupada y unas gotas de sudor acariciaban su frente.
—Sí, estoy bien —dijo él.
Estaba mintiendo.
Dejé escapar un suspiro y lo observé con preocupación. Tan solo había acudido a su cuarto porque llevaba sin saber de él desde hacía dos días y, a decir verdad, me había preocupado. Por un momento, incluso, había pensado que quizás él también había desaparecido.
—¿Quieres pasar? —preguntó Marco con voz ronca.
—¿Estás solo?
Él asintió con la cabeza y se hizo a un lado. Entré en la habitación y lo que vi no me sorprendió en absoluto: todo estaba ordenado, todo estaba en su lugar. Supe de inmediato cuál era la cama de Marco, solamente porque todo a su alrededor parecía haber sido colocado con la mayor pulcritud del mundo. A esas alturas ya sabía que Marco era extremadamente perfeccionista y cuidadoso.
—¿Has comido algo hoy? —pregunté—. Necesitas reponer fuerzas.
Por la pinta que tenía, en realidad, lo que Marco necesitaba era un hospital.
—No tengo apetito.
El chico llegó hasta su cama y se tumbó sobre ella. Cerró los ojos de nuevo y yo, por un momento, no supo qué hacer. Pensé en sentarme en la cama de su compañero de cuarto, pero no tenía ni idea de quién podía ser. Nunca le había prestado especial atención a Marco, si tenía que ser sincera, no hasta haberme visto envuelta en toda esa situación junto a él.
Marco dejó escapar una tos ronca que tardó varios segundos en remitir. Le acerqué una botella de agua.
—Estás fatal —susurré, después me acerqué y rocé su rostro con la palma de mi mano—, y estás ardiendo. Marco, deberíamos llamar a un médico.
—Estoy bien, de verdad. Necesito... solo necesito descansar.
Con cuidado, me senté a los pies de la propia cama de Marco y lo observé con preocupación.
—¿Quieres que hable con tu familia? —ofrecí—. Podría decirles que estás enfermo y que...
—No, no hace falta.
—Pero, Marco, tienes muy mal aspecto. Déjame llamarlos y...
—Estoy seguro de que están muy ocupados.
—Santos —me interrumpió él con firmeza, una firmeza que nunca antes me había mostrado. Pareció estar a punto de volver a negarse, de repetirme que no lo necesitaba. Finalmente tan solo suspiró y volvió a hablar—. No tengo familia.
Yo me quedé en silencio, sin saber qué contestar.
—Yo... —balbuceé.
Marco continuó hablando.
—Mis padres de acogida tienen cuatro hijos más. Son buenas personas, jamás se quejarían por tener que venir a recogerme... pero no les resultará precisamente conveniente tener que preocuparse por mí.
Apreté los labios. Tenía que haberlo imaginado. ¿Alguien tan constante, tan inteligente, tan trabajador como Marco? No, desde luego que no se trataba de alguien como yo, alguien que lo había tenido absolutamente todo y que no conocía la sensación de tener que trabajar para conseguir un objetivo. Estaba claro que él estudiaba en la Academia con una beca, por eso siempre estaba tan preocupado por sacar las mejores notas.
Antes de que yo pudiera volver a hablar, antes de disculparme, Marco respondió de nuevo. Tenía los ojos cerrados de nuevo, como si la luz le molestara, y me percaté de que sus labios estaban resecos y amoratados. No entendía qué era aquello que le estaba sucediendo.
—Se me pasará pronto —susurró él—, estoy seguro.
Yo estaba cansada de insistirle. Marco era mayorcito y no tenía por qué ir al hospital si no quería hacerlo. Suspiré al pensarlo, como si fuera posible conseguir conectarse a la línea durante más de un minuto para conseguir llamar a una ambulancia.
—¿Habéis conseguido más información? —preguntó.
Yo lo miré. Posé mi mano en la suya y él no la apartó. Estaba tan caliente que ni siquiera pude imaginarme cómo sería estar en su cuerpo en esos momentos.
—No te preocupes por eso ahora.
—Creo que yo estoy cerca de averiguar algo —susurró—, pero tengo la sensación de que ese «algo» no va a gustarnos demasiado.
Compuse una mueca irónica.
—A estas alturas —dije—, me conformo con cualquier cosa.
Marco tardó varios segundos más en volver a hablar. Su tono se había vuelto más grave, más monótono.
—Leí acerca de criaturas, criaturas que no existen... o que no deberían existir. Y Emma lo había subrayado todo, como si todo fuera importante.
—Quién sabe lo que tenía Emma en la cabeza al apuntar todas esas locuras.
—Hay jerarquías en los ángeles, ¿lo sabías, Santos? No todos valen lo mismo ahí arriba.
Me giré hacia él y enarqué una ceja.
—¿Ah, sí?
—¿Quién lo diría, verdad? Se supone que los ángeles fueron creados para llevar el mensaje de Dios, para protegerlo... y, al final, están divididos en clases. Como nosotros. ¿Qué nos diferencia, entonces?
Supe que estaba delirando. Eso me asustó, porque no creía que su enfermedad pudiera ser tan grave.
Con un gruñido, me dirigí al baño para comenzar a mojar algunas toallas en agua fría. Necesitaba hielo, había que bajarle la fiebre. Me acerqué al teléfono de la habitación, el único que parecía funcionar correctamente al tratarse de una línea interna, y marqué 444, el número de la habitación de Emma. Había hecho ese mismo movimiento tantas veces en el pasado, había pasado tantas horas hablando con ella... solo que, esta vez, fue la voz de Pandora la que me recibió.
—¿Sí?
—Soy Santos —comuniqué—. Marco está fatal, necesito que me traigas hielo a su habitación.
Un momento de silencio en el que pude ver a Pandora asintiendo con la cabeza sin necesidad de verla de verdad.
—Voy.
—Gracias.
Colgué el teléfono y volví a Marco al cabo de un par de minutos. Coloqué la toalla fría y húmeda sobre su frente, sabiendo que, sin hielo, la tela no permanecería gélida durante mucho tiempo.
—¿Sigo vivo? —preguntó Marco.
Yo no pude evitar dejar escapar una sonrisa. Mantuve mi mano sobre la toalla y mi rostro quedó a solo unos centímetros del suyo.
—Claro que sigues vivo, imbécil. ¿Crees que voy a dejar que te mueras mientras te vigilo? Te puedes morir cuando sea el turno de Pandora.
Marco volvió a toser, pero esta vez lo hizo porque su cuerpo quería reírse. Seguía sin abrir los ojos y, en cierto modo, lo agradecí. Especialmente cuando pronunció sus siguientes palabras.
—Si supieras cuántas veces he soñado con tenerte aquí así... bueno, así no —se corrigió—, desde luego que así no.
Yo suspiré.
—Descansa —le susurré—, estás muy cansado, Marco.
—Si la palmo, merecerá la pena. Me habría roto el corazón terminar el instituto sin haber cruzado nunca una palabra contigo.
Mi mano se detuvo un momento y me percaté de que mis dedos temblaban. Necesité unos segundos para recomponerme, para volver a concentrarme. No sabía lo que estaba diciendo, un instante me hablaba de ángeles y de Dios y al instante me soltaba algo como eso... no, no debía hacerle caso. Era mejor así.
—Shh... —insté—. Duerme un poco, Marco. Lo necesitas.
Su respiración se volvió rítmica pocos segundos más tarde. Eso me alivió, en realidad, pues no quería que Marco, en ese estado, me dijera cosas de las que luego pudiera arrepentirse. O, simplemente, cosas que fueran a avergonzarlo.
Prefería no tomármelo en serio. Solamente estaba enfermo y ya está.
No había dicho todo eso de verdad.
¿No?
⚜︎
¡Hola, amores!
¡Gracias por pasaros por la historia! ¿Os gusta la pareja de Marco y Santos? ¿Qué opináis?
¡No os vayáis sin votar y comentar!
♡ Mil besos ♡
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