
20. PENÚLTIMO CAPÍTULO. DANIELLE. La revolución del amor.
«Muchos mueren demasiado tarde y algunos prematuramente. No entra aún en los oídos la doctrina del morir a tiempo».
Friedrich Nietzsche
(1844-1900).
Todavía no me convenzo de que mi primer marido vuelva a formar parte de la familia, así que le pregunto:
—¿Qué te parece si salimos a montar y charlamos a solas un rato? Dentro de poco vendrán todos a la fiesta y esto será un caos.
—Me parece genial, Dan. —Me sonríe con cariño—. Así recordamos viejos tiempos. ¿O te has olvidado de nuestro recorrido por la llanura de Montana?
—¡Jamás me olvidaré del escándalo que hacías! —Suelto una carcajada—. Te tirabas sobre la hierba y no había forma de que parases de reír.
—¡Estaba en shock! Primero te vi en plan maestro shaolin. Luego fui testigo de cómo los fantasmas de tres jefes indios te conferían el poder de comunicarte con los animales. Y cuando vi las piruetas que hacías sobre los potros ya entré en cortocircuito. —Nat se carcajea conmigo.
Entramos en los establos de Pembroke Manor, y, como siempre, los caballos rebosan de alegría al verme.
—¿Quiénes de vosotros quieren salir a pasear? —les pregunto a los potros; todos se adelantan, excepto Catrín, la yegua preñada, así que para que no se sienta mal la acaricio—. ¡Pobrecilla, estás exhausta! ¡Si sabré yo lo complicado que es cargar una barriga tan grande! —Le doy un beso sobre la frente.
—¡Nunca dejas de sorprenderme! —Nathan me observa, fascinado, y yo le sonrío.
—Me llevaré a los dos que llevan más tiempo sin salir. —Un potro y una yegua se adelantan—. ¡Pues hoy es vuestro día, mis niños!
Mi chica se acerca a Nat y este le coloca la silla y los demás aperos. Al mío solo le pongo las riendas, prefiero montar a la manera sioux.
Minutos después cabalgamos por la llanura perfumada a hierbas y a rocío. La felicidad me traspasa porque al devolverlo a la vida siento que, ¡al fin!, he hecho lo correcto. Por eso lleno las fosas nasales y el aire me proporciona la paz anhelada durante largo tiempo. Es más, siento que explosiono de tanta dicha. ¿Cómo podría ser de otro modo si Nat está con nosotros y respira de nuevo?
No me contengo y le confieso:
—Estaba segura de que algún día regresarías. Por este motivo antes de casarnos Will y yo nos prometimos que tú recuperarías tu lugar. —Le analizo los ojos grises, tan tiernos como antes—. No nos olvidamos de que cuando falleciste hacíamos planes para sacar adelante a nuestra familia no tradicional.
—Te cuento un secreto que se supone que no deberías saber, Dan, espero que los ángeles no se enfaden conmigo por revelártelo. —Estira el brazo y me acaricia la mejilla, ahora vamos al paso—. Siempre creí que tú estabas enamorada de Will y de mí por igual. Pero al morir y analizar mi vida al detalle me hicieron comprender que él es tu llama gemela, tu compañero de creación, la persona que está diseñada para ti... Y la que te acompañará por toda la eternidad. Entre vosotros existe una conexión especial a lo largo de infinitas reencarnaciones.
—Pues parece, entonces, que nuestra conexión acabará en esta vida —me lamento mientras contengo las lágrimas—. En estos últimos lustros he aceptado que soy inmortal y me preparo para asumir que Will algún día morirá. Con solo pensar que padeceré el dolor de volver a perder un esposo algo se me desgarra por dentro... Ya ves qué mal lleva él envejecer, se hace una cirugía estética detrás de otra... Pero también te amo a ti, corazón, por algo en su momento te pedí matrimonio.
—Dime la verdad: ¿en todos estos años te has acostado con alguien, además de con Willem? —Pone la cara de sabelotodo que, en ocasiones, solía irritarme.
—No, no he sentido la necesidad. ¡Y eso que Noah insistía una y otra vez con retomar nuestro affaire! —reconozco, sincera—. Pero estaba obsesionada con revivirte y todo mi tiempo libre lo dedicaba a planificar tu regreso. Lo demás pasaba a un segundo plano... Aunque creo que tienes razón porque la misma conexión de la que hablas la noté cuando Brooke y tú se conocieron. Y estoy convencida de que después de trabajar juntos como ángeles se debe de haber incrementado.
—¡¿Brooke y yo?! —Nat pega un chillido de asombro—. ¡Solo somos compañeros y amigos!
—Pues así como analizas a los demás, deberías reflexionar en una posible relación entre los dos. —Me inclino sobre su potro y le doy a mi marido un beso en la mejilla—. Habla con ella, estoy segura de que tu respuesta te sorprenderá. Resultaba obvio para cualquiera que se enamoró de ti a primera vista.
—Para mí nada de lo que tú dices sobre ella es obvio —me replica, franco—. Y no sé si estoy preparado para una conversación de este tipo. Todavía me cuesta aceptar que de nuevo estoy vivo.
—Pronto te acostumbrarás y comenzarás a disfrutar de la vida otra vez —le comento, optimista—. En el periódico todos te han aceptado como el hijo de ti mismo y has recuperado tu lugar. En cualquier momento comenzarás con las misiones del MI6 y esto le permitirá a tu parte aventurera que se sienta completa. Eres un luchador, Nat, sé que le sacarás partido a tu experiencia angelical y que lograrás hacer milagros.
—Solo con conseguir un pequeño porcentaje de tus logros me conformo, cariño. —Me sonríe de oreja a oreja—. Y aquí estás, joven y hermosa como siempre.
Este es el día de los recuerdos. Porque, más tarde, durante la celebración oficial del regreso de Nathan todos tenían algo que aportar acerca del pasado.
El primero en abrirle la puerta al ayer fue mi actual esposo:
—Quiero brindar por el regreso de Nathan. ¡Bienvenido, amigo! —Levanta la copa que contiene champagne Dom Pérignon—. Aunque lo cierto es que empezamos como rivales. Porque me enamoré de ti, mi amor, y que salieras con él no me detenía, quería que fueras mía. Una vez llegamos al extremo de pelearnos a puñetazos en el restaurante del Dorchester y la policía nos detuvo y nos puso en el mismo calabozo.
Los asistentes estallan en carcajadas. Menos Helen, que me clava la vista y pone los ojos en blanco en señal de crítica. No sé a quién habrá salido tan tiquismiquis, imagino que a alguna tatarabuela victoriana. Menos mal que Bjørn es su complemento y la contiene, de lo contrario sería un coñazo de hija.
Nathan levanta también la copa, lanza una carcajada y luego enfatiza:
—¡Gran verdad, Will! Éramos enemigos hasta que nos unimos para separar a Dan de aquel japonés por el que nos dejó. No recuerdo su nombre, ¿cómo se llamaba?
—¿Axel Tokugawa Fitzroy? —aporta muy divertido Operaciones, mi jefe del Secret Intelligence Service.
—¡Cierto, así se llamaba! —exclama Nat, feliz—. Los seguíamos a sol y a sombra e hicimos todo lo posible para separarlos. ¡Y funcionó! Al trabajar juntos formábamos un buen equipo.
—¡¿Cómo que me seguíais?! —Observo a mi primer marido con cara de pasmo, esto de ser bígama resulta complicado—. ¡Nunca me lo habéis dicho ninguno de los dos!
—Una cosa llevaba a la otra y nunca parecía el momento indicado para este tipo de confesiones. —Will se alza de hombros como para pedirme disculpas—. Pero lo más gracioso fue que ambos creímos que se casaría con el japonés cuando vimos que organizaban una fiesta. Nos cogimos una borrachera con sake, terminamos llorando como niños y nos hicimos este tatuaje. —Muestra el suyo y Nat lo imita—. Pero nos habíamos equivocado, quienes se casaban eran Cleo y Chris.
—Cleopatra y Christopher sueltan una carcajada y luego la reina interviene:
—¡No sé yo si hubiese disfrutado tanto con esta historia como ahora de haberlo sabido en aquel momento! —Se estremece—. El samurái Taira no Masakado me tocó con la espada de los dioses y me expulsó de este cuerpo. ¡Me costó un triunfo regresar!
—Esto es lo que pasa por no contar con unos padres y con unos amigos normales —refunfuña Helen, aunque no parece molesta—. Tenemos una madre inmortal, un padre ángel al que bajamos del cielo a escobazos, una amiga que es la última reina de Egipto y que en el pasado fue pareja de Julio César y de Marco Antonio. Y, para rematar, mi hermano sale con una diablesa.
—¡Odiaría rodearme de gente normal! —Se horroriza Daniel y, luego, en voz más alta aporta a las evocaciones del resto—: Gracias a mi memoria fotográfica, que a Nathan fue al primero al que llamamos «papá» y que temía que nuestro otro padre se enterase. Pasaron muchos meses varados en el Antiguo Egipto y cuando volvieron al presente traían a una polizona —enfoca la vista en Ágape y le pregunta—: ¿Verdad, pequeñaja? ¡Eres la mayor de nosotros!
—¡Cierto! —Mi hija menor mueve de arriba abajo la cabeza y lanza una carcajada.
—¡Vuestra madre es muy especial, chicos! —Will vuelve a alzar la copa, creo que con tantos brindis está un poco borracho—. Os confieso otro secreto: al poco tiempo de conocerla la secuestré y me la llevé a las islas Seychelles. Pero ella me dejó una nota y se escapó montada en un delfín. ¡¿Quién sería capaz de semejante proeza?! ¡Como vuestra madre no hay otra!
—¡Estoy de acuerdo! —interviene Noah Stone, mi compañero del MI6, quien me contempla con una nostalgia que atribuyo a que, como el resto, se encuentra bastante achispado—. No puedo hablar de nuestras misiones, pero sí decir que siempre ha sido y es muy creativa. —Me observa como si, desde detrás del cristal de la tienda que lo exhibe, analizara un objeto anhelado durante décadas, quizá porque mucho antes de casarme con Will dejamos de ser amantes.
—Mi nieta es muy especial. —Lady Helen infla el pecho de orgullo—. Y también mis bisnietos. —Los contempla de uno en uno—. Y tú igual, Nathan, no te imaginas la felicidad que me proporciona tenerte con nosotros de nuevo. —Levanta la copa, más alegre que un par de castañuelas.
Pero, un par de horas después, esta sensación de plenitud se interrumpe para mí. Porque veo que Liz se comporta con una actitud extraña al abandonar la sala por la puerta de servicio en lugar de por la principal. Y mi sexto sentido me previene de que la siga.
—Ya vuelvo —le comento a Will, que se halla a mi lado derecho; a Nat, que está a mi izquierda, le susurro—: No dejes que beba más o sacará todos nuestros trapos sucios al sol. —Él se ríe y se pone la mano sobre el corazón.
Le hago caso a mi instinto y sigo a Elizabeth... Aunque pronto me arrepiento de no haber permanecido en la ignorancia porque, escondida detrás de un roble, mi hija abraza al Diablo y le da un beso apasionado.
¡Decir que me aterra y que me asquea es poco! No entiendo cómo, con su inteligencia, se permite confiar hasta este punto en el Mal Personificado. ¡¿Cómo no es capaz de apreciar que se trata de nuestro enemigo, del ser que tanto nos ha dificultado la vida?! ¡Si hasta intentó asesinarla cuando era bebé!
—¡¿Se puede saber qué diantres hacéis?! —grito sin poder contenerme: ambos dan un salto y se separan.
Me asombra que el demonio no se haya percatado de mi presencia, podría haber aprovechado su distracción para deshacerme de él de modo definitivo.
—¡No es lo que parece! —exclama Satanás, igual que un pequeño cuando lo pillan en una travesura.
—Lo que parece es que tenías tu lengua de serpiente en la garganta de mi hija. ¡Elizabeth, no entiendo cómo puedes hacernos esto! —chillo muy enfadada—. ¡Es Lucifer, La Antigua Serpiente, El Gran Dragón, El Padre de la Mentira! ¡El Enemigo de Dios!
—¡Lo sé, mamá, pero nadie es perfecto! ¡Tú deberías entenderme! —me reprocha Liz, enfurecida en vez de avergonzada—. Te enamoraste de papá cuando era el mafioso al que debías espiar para el Secret Intelligence Service.
—¡¿Pero cómo confías en este monstruo?! —grito, angustiada—. ¡Durante milenios se ha dedicado a provocar que la gente sufra! ¡E intentó matarte a ti, a Will y a tu hermana, pero yo me puse delante y me asesinó! ¡Si hasta poseyó a tu padre y por culpa de él murió tu otro padre!
—¡¿Confiar en Satanás?! —Liz lanza una carcajada—. ¡Yo no confío en él para nada! Solo me encanta cómo besa. —Estas palabras me revuelven el estómago y me dan ganas de vomitar.
—Os recuerdo que yo sigo aquí y que os escucho —interviene el Diablo bastante molesto.
—¡¿Todavía?! —Furiosa, lo examino de la cabeza a los pies como si se tratase de un gusano—. ¡Piérdete o te envío hasta el Sahara como en nuestra última batalla! —Lo enfoco con la mano y se le empieza a volar el pelo por la brisa: una vez más, me congratulo por haberle robado este poder.
—¡No me iré a ninguna parte! —Me hace frente con las manos en las caderas—. ¡Yo amo a Elizabeth! Creía que estaba enamorado de mi esposa Mary, pero lo que siento por tu hija es muchísimo más fuerte. ¡Si hasta soy capaz de convertirme en mejor persona por ella!
—¡¿Mejor persona?! —Suelto una carcajada—. ¡Tú ni siquiera eres una persona! —Le pongo la mano sobre el pecho—. ¡Aquí no late ningún corazón!
—¡Mamá, deja de discutir con mi novio! —Le guiña un ojo a La Bestia y ella parece encantada—. Soy yo quien debe decidir con quién estar.
—¡Lo sé, hija, lo sé! —En mi desesperación me revuelvo la cabellera y sospecho que me quedo con aspecto de demente—. ¡Intuyo que te ha hecho su jueguecito con los ojos y ahora estás hipnotizada! O puede que tu tendencia a salir con malotes no te permita ver la realidad.
—¡No puedes vivir por mí! Satanás me ha jurado por la cruz invertida que no me hipnotizaría y yo le creo —me replica con suavidad y luego dirige la vista hacia el engendro, con tanto interés que se me vuelven a remover las tripas—. ¿De verdad serías capaz de cambiar o solo me lo dices para volver a llevarme a la cama? —Os juro que estoy a punto de vomitar.
—No sé cómo ha pasado, Elizabeth, pero siento que te amo y que acometería cualquier esfuerzo para estar contigo. —La observa con tanto amor que parece sincero, pero yo lo conozco y sé que solo se trata de una fachada—. Hasta iría contra mi propia naturaleza.
—¡¿Bromeas?! —intervengo en medio de su declaración, frenética—. ¡Tú y yo nos conocemos demasiado! Por eso sé que antes de convertirte en el Diablo eras un humano que, para estirar tus años de vida, le sacrificabas chicas vírgenes a Baal-zebub. Y, debido a estos méritos, conseguiste fusionarte con él —en dirección a mi hija, pregunto—: ¡¿Cómo puedes considerar, siquiera por un segundo, que tiene dentro de sí un mísero gramo de bondad?!
—¡Por Liz sería capaz de acometer cualquier tarea, por imposible que parezca! —Me enfrenta el muy desgraciado—. Sé que te cuesta creerme, pero si me das una oportunidad verás que sí soy capaz de cambiar y que...
Pero el Maligno no puede continuar. Humo de color negro le sale por la nariz y por la boca y le provoca una fuerte tos. Con rapidez se compacta, y, cuando huelo el hedor a azufre, a pescado en descomposición y a papiros comprendo que algo malo sucederá. Y no me equivoco: pronto se forma el escamoso cuerpo de una serpiente gigantesca a la que conozco muy bien.
El enorme bicho clava la vista en Satanás y le reprocha:
—¡¿Cómo es posible que te vuelvas a humillar ante esta bruja?! ¡No lo comprendo! ¡¿Te ha vencido varias veces y ahora, encima, le suplicas?! ¡Tu naturaleza es el mal y lo sé porque soy parte de ti! ¡¿Y ahora suplicas como un niño por el amor de una simple mujer?! —Levanta la pesada cola y la estrella contra Satanás, pero este es más rápido y la elude.
—¡Ven aquí, maldita serpiente! —le grita, furioso—. ¡Yo soy tu jefe, debes obedecerme! —La situación es demencial, pero al tratarse del Diablo siempre lo es de una forma o de otra—. ¡Regresa a tu estado gaseoso y vuelve a entrar en mí!
—¡De ninguna manera, me resisto a vivir dentro de un blandengue! —Vuelve a tratar de acertarle con la cola y el demonio la elude otra vez—. ¿Crees que estás enamorado de la hija de la bruja? —le pregunta, despectivo—. ¡Pues yo me encargaré de ella para que seas de nuevo el mismo!
—¡Como te atrevas a tocarle un pelo te juro que acabo contigo, maldito bicho! —Le lanza una bola de energía detrás de otra, pero no le hace mella en la dura coraza—. ¡Debes aceptar que algún día será tu Emperatriz del Infierno! ¡La amo y ni siquiera tú se interpondrá entre nosotros dos! ¡Aunque deba renunciar a ti!
—¡¿Mi emperatriz esta mocosa malcriada?! —La serpiente vuela alrededor de Satanás e intenta engullirlo—. ¡Jamás!
Cuando veo que Satanás llora a lágrima viva comprendo que no mentía, que de verdad la ama. Pero hay algo peor que admitir que son pareja. Me he quedado tan estupefacta por los acontecimientos que no he conseguido reaccionar. Y en un descuido Apofis coge a Elizabeth entre la boca y vuela con ella en dirección a las nubes. ¡Ahora mi pequeña corre un peligro extremo!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro