19. DANIEL Y ASTARTEA. Solo faltabas tú.
«¿Es el hombre un fallo de Dios o Dios un fallo del hombre?»
Friedrich Nietzsche
(1844-1900).
—Hola, guapito de cara. —Astartea se acomoda en el asiento de al lado del trillizo—. No estés tan deprimido, he venido para hacerte compañía. Aunque te hagas el hombre independiente y sin compromisos sé que me extrañas.
—¡Lo que me faltaba para rematar una noche desastrosa! —se queja Daniel y esconde la cabeza entre la barra y los brazos—. Debes de tener un radar demoníaco que te avisa el momento más apropiado para fastidiarme.
—¡Mira este cuerpazo y levanta el ánimo, so tonto! —Él la obedece y contempla con interés los pechos que desbordan el corsé negro y plateado y las piernas que la minifalda deja a la vista—. No te quejaste demasiado el otro día cuando nos enrollamos en la fiesta —se burla la diablesa.
—¡Sí que me quejaba! —refunfuña el muchacho.
—Solo al principio, luego te volviste loco por mí y tuviste cuatro orgasmos. —Astartea se ríe con desparpajo.
—¡Tú vuelves loco a cualquiera! —exclama, molesto—. Y haces que resulte muy difícil olvidarte.
—Deduzco que esta noche te ha ido fatal. —La joven le palmea el brazo—. Seguro que todas las tías han pasado de ti y que tienes la autoestima por el suelo.
—Algo así. —Daniel muerde las palabras.
—No te preocupes, guapito, sigues tan atractivo como siempre y pronto volverán a caer en tus redes. —Lo tranquiliza y le revuelve el pelo—. Ha sido una de las jugarretas de mi padre, ha estado aquí.
—Gracias por revelármelo —bufa, molesto—. ¿Pero no crees que contármelo va en contra de tus intereses?
—No me gusta que se entrometa, quiero conseguir las cosas por mí misma. —Traviesa, le guiña el ojo—. O a los chicos atractivos.
—¡Gracias a tu confesión me siento a salvo contigo! —le replica, irónico—. ¿Compites con el Diablo para determinar quién hace caer a más humanos?
—No, aunque te parezca increíble la mayoría de las veces se comporta conmigo como un auténtico padre. —Vuelve a revolverle la cabellera rubia con la mano—. Salvo cuando se trataba de tu familia. Los odiaba y quería haceros caer.
—¿Nos odiaba? No entiendo, empleas un tiempo verbal que indica pasado. —Se sorprende el trillizo—. ¡¿Ya no nos odia?!
—Tengo ciertas sospechas de que no, pero no puedo compartirlas contigo hasta que se conviertan en certezas —le explica con voz misteriosa.
—¡Ah, no! ¡No puedes dejarme a medias! —refunfuña Daniel y la coge del brazo—. ¡Dímelo!
—Creo que le gusta mucho tu hermana. Cada vez que habla con ella luego se queda con la mirada perdida, suspira y no desea salir con nadie más. —Le enreda con los dedos la mano—. Me parece algo positivo porque lleva demasiados años solo. —Baja la voz—. Y te confieso que prefiero a tu hermana y no a Mary. Por lo que me contaron de ella era una especie de fundamentalista religiosa. El Infierno está mejor sin esa diablesa, no me gustaría que regresase.
—Es imposible que vuelva, Dios la ha desprogramado —le murmura el trillizo en el oído—. Pero ¡¿cómo puede ser que aceptes a mi hermana como posible madrastra?!
—Elizabeth está muy bien. —Mueve la cabeza de arriba abajo—. Si fuera tu otra hermana jamás la aceptaría, da la impresión de que siempre lleva un palo dentro del trasero.
—¡Así es Helen! —Daniel lanza una carcajada incontenible—. Aunque todavía no entiendo cómo puedes pensar que una Van de Walle podría emparejarse con el Diablo. —Vuelve a reírse sin control—. Resulta poco probable que suceda, Liz es muy inteligente.
—¿Acaso tú la ves por aquí? —se burla Astartea—. ¿No habéis venido juntos?
—Hace rato que está desaparecida, se debe de haber enrollado con alguien y largado de aquí. —Mueve la mano, tranquilo—. Al menos esta madrugada uno de los dos se divertirá.
—¿Eres tonto o qué? —La chica le efectúa un golpecito en la frente—. Mi padre ha estado en esta discoteca y ahora tu hermana se ha desmaterializado. ¡Es obvio que se han enrollado y que se han ido juntos!
—Pues para mí no hay nada obvio. Liz nunca me ha comentado nada. —Pone cara de preocupación—. Pero si tal posibilidad es cierta debería ir a informar a mis padres.
—¡Tú no irás a informar nada, déjalos en paz! —Lo sujeta con fuerza del brazo.
—Tu sugerencia me parece demasiado enrevesada. —El trillizo frunce el ceño—. ¿O se trata de que pretendes distraerme para que secuestre a mi hermana?
—¿Eres tonto, guapito de cara? —le replica la diablesa—. En esta situación quien corre más peligro es papá, creo que está enamorado de Liz. Ella, en cambio, va de un chico malo al siguiente. Si lo meditas, era lógico que se acostara con el mismísimo Diablo.
—¡Lo que no tiene ninguna lógica es esta conversación! —Ruge el trillizo—. ¡¿Cómo puedes pensar, aunque sea por una milésima de segundo, que mi hermana haría el amor con Satanás?!
—Por eso no quería decirte nada. Además, ya lo han hecho, pero tú no te has enterado. —Se le acerca, le da un beso sobre los labios y se retira enseguida.
—¿Y eso? —le pregunta Daniel con ganas de más.
—Para que focalices. —Astartea efectúa un mohín—. Te olvidas de lo importante.
—¿Y qué es lo importante según tú? —la interroga con su cara de angelito.
—Que esta madrugada también puede terminar genial para ti, bobalicón. —Vuelve a besarlo, en esta oportunidad con más pasión.
—Acabar esposado en la cama de un motel no me parece un buen final —le recrimina el muchacho.
—La noche de la fiesta no acabaste esposado, dame un voto de confianza. —Le acaricia el rostro—. Creo que empiezo a sentir cierta debilidad por ti.
—¡Ay, pequeña piraña, no sabes cuánto me tranquilizas! —le replica el muchacho y lanza una carcajada.
—Solo a papá le permito llamarme así —lo previene Astartea.
—Pero te va muy bien el mote —y luego Daniel la acusa—: Cuando pillas a un hombre no los sueltas hasta que lo conviertes en un esqueleto.
—Tú haces lo mismo, guapito de cara, por eso en la universidad te llaman Billy the Kid —le replica al momento.
—Solo busco el placer, no hay ningún objetivo detrás —la acusa mientras la señala con el índice.
—Es lo que yo también hago —al reparar en la mirada acusatoria del trillizo, agrega—: La mayoría de las veces... ¿Tan cobarde eres que no te animas a irte conmigo para pasar una madrugada maravillosa?
—Estoy seguro de que pretendes distraerme porque Satanás se ha llevado a mi hermana.
—¡Te aseguro que Liz se lo ha llevado a él! ¡Como si no la conocieras! —y luego, reacia, añade—: Te juro por la cruz invertida que tu hermana no corre ningún peligro. ¿Contento?
—Contento no, pero quizá sí un pelín más tranquilo. —Daniel emite un suspiro.
—Te sugiero, entonces, una solución intermedia: enrollémonos ahora mismo en el baño —le propone Astartea, descarada.
—¿Tú nunca te cortas? —le replica asombrado, pero sin poder evitar que el deseo le burbujee dentro del cuerpo.
—¿Para qué cortarse? —La diablesa le pasa la lengua por los labios—. Quieres follar conmigo y yo quiero follar contigo. Y como no te fías para irnos a otro lado nos encerramos en el baño y hacemos lo que ambos queremos. Como te decía, es una situación intermedia.
—¿Sin esposas? —le pregunta Daniel aún indeciso, pero sí muy tentado—. ¡Júramelo por la cruz invertida!
—Te juro por la cruz invertida que no te esposaré ni te ataré y que seré una buena chica —y después se inclina y le murmura en el oído—: Te espero en el baño femenino. —Escruta a izquierda y a derecha, y, al apreciar que nadie la mira, se desmaterializa en medio de una explosión de azufre.
Daniel se levanta enseguida y camina rápido hacia el servicio que Astartea le ha indicado. En el fondo teme que sea una jugarreta para dejarlo con las ganas. Pero, cuando arriba, ella lo espera.
—Entra rápido, guapito de cara. —Una vez que él accede cierra la puerta y la tranca—. ¿Has traído los preservativos, tal como te ha enseñado tu mamá?
—¡Deja de burlarte, súcubo! —La levanta en brazos, la sienta sobre la encimera del baño y le abre las piernas—. Ahora te enseñaré todo lo que yo he aprendido solito.
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