
Capítulo 5: ¿Amigos?
En la entrada de la escuela mi amiga aun me estaba esperando y para mi sorpresa mi tío estaba a su lado, no se de que estaban hablando pero se callaron al verme salir, completamente empapa; la mirada de mi tío paso de la ira a la preocupación en menos de tres segundos; y dos segundos después los dos me estaban inspeccionando.
-¿Qué paso?- inquirieron a la vez.
-Estaba yendo al baño y escuche unos gritos en la piscina, fui a ver que estaba pasando y termine debajo del agua- explique apresuradamente, mientras luchaba por no quedarme dormida en ese segundo- ¿Podemos dejar el café para mañana?- le pedí a mi amiga sintiéndome muy culpable.
-Si, no te preocupes, ve a descansar- asentí débilmente mientras mi tío me rodeaba con sus brazos para guiarme a su auto. Antes de subirme, observe a mi amiga en la puerta y para mi sorpresa el idiota estaba saliendo en ese instante, nuestras miradas se encontraron por solo un segundo antes de que me subiera al auto.
Como esperaba con solo entrar al departamento, mi madre comenzó a gritar, tenía un muy mal carácter y siempre me había preguntado si eso era culpa de mi padre y su disfuncional familia. Mi cuerpo comenzó a tiritar poco después de que llegue, mire a mi madre con suplica, ella soltó un suspiro y me dejo ir, a mi habitación a darme una buena ducha de agua caliente.
Una vez que deje de tiritar, salí del baño y me cambie, mire la cama con anhelo, pero sino enfrentaba a mi madre en ese momento sería mucho peor luego. Solté un ultimo suspiro dispuesta a salir pero la conversación que se desarrollaba a unos metros de mi, era más interesante.
-Emily, debemos hacer algo. Le prometí a Serena...- Mi tío Walter intentaba marcar un punto pero mi madre no lo dejo terminar.
-Ya lo se, estuve ahí ese día, ¿Lo olvidas? Y yo hice la misma promesa, pero es mi hija de la que estas hablando y no voy a dejar que vuelva a pasar- advirtió con seriedad.
-Lo sabemos, pero tal vez allí este a salvo- trato de convencerla Jace.
-¿Cómo ellos?- el silencio se hizo presente unos instantes.
-Al menos podrías pensar en la posibilidad de...
-No- sentenció mi madre completamente decidida.
Prácticamente toda mi vida, jamás cuestione las decisiones que mi madre y el resto de mi familia tomaban sobre mi; sus sermones eran repetitivos y aburridos, pero jamás me queje de lo que optabam para mi. Creían que era lo mejor y confiaba en que sabían lo que estaban haciendo. Después del fin de semana la cosa no fue distinta, yo apenas si entendía el mundo y la historia de mi familia; aun así los últimos días estaba empezando a molestarme que me ocultaran cosas. Es decir podía aceptar que decidieran sobre mis estudios, mi vida o incluso cuando debía tomar el tratado; pero una cosa totalmente diferente es que me estén ocultando información, mi madre estaba tomando decisiones a mis espaldas y eso me estaba empezando a molestar.
Tome el picaporte de la puerta dudando si salir o no, dos segundos antes de abrirla gire la mirada a la ventana, un gran deseo de salir fuera me invadió, corrí hasta la ventana y salí al balcón, lo dude nos segundos antes de saltar, caer perfectamente y comenzar a correr a toda velocidad sin saber a donde.
No se cuanto tiempo paso, pero cuando tome conciencia al menos parcialmente, el ligero aroma a mar, lleno mis fosas nasales y como abeja a la miles corrí hasta él. Llegue a una terraza frente a central Park, en donde se encontraba el idiota de ojos verdes.
-¿Qué haces aquí?- interrogó girándose para verme- ¿Vienes a matarme?
-No, solo necesitaba respirar, si te hace sentir mejor, no se que hago aquí- admití caminando hasta él, mire la hermosa vista que se extendía ante nosotros- lamento haber intentado matarte, estaba enojada y...
-No te preocupes, después de todo no eres la primera- aseguró en tono burlón. Sonreí divertida.
-Te creo, no es fácil ser un semidiós- concorde.
-Aun que, si eres la primera que me muerde, eso fue nuevo- reconoció.
-¿Primer vampiro?- interrogue dejando ver ligeramente mis colmillos.
-Si, ¿y que se siente ser inmortal?- Reí divertida, mientras me giraba recostándome ligeramente sobre la barandilla de la terraza para poder verlo a la cara.
-Soy tan nueva como tu en esto- reconocí.
-¿Si? ¿Qué tan nueva?- interrogó curioso.
-Pues, desde el viernes- conteste, él se quedo sorprendido- Se puede decir que fuiste tu quien lo hizo...
-Lo siento- se disculpo- debí tener más cuidado.
-No te preocupes, de todas formas era algo que iba a pasar, tienes suerte de no halla sido una humana común; podrías haber matado a alguien.
-Lo tendré en cuenta- aseguró antes de que el silencio se hiciera presente entre nosotros, fije la mirada en el cielo que comenzaba a oscurecerse.
-Es tarde, debo volver- informe sin mucho animo de llegar a casa para los sermones.
-¿Tienes toque de queda?- inquirió burlón.
-Más bien prisión domiciliaría- respondí divertida- a mi familia no le agrada que este en la calle sola, menos si me escapo por la ventana.
-Entiendo- sonreí antes de soltar un pequeño suspiro para comenzar a ir, pero él me detuvo- Espera- Gire para verlo- Mi llamo Dorian Petridiz.
-Tessaria Rivera- Presente con una sonrisa de lado.
-Espera eres...
-Adiós- y sin dejarlo terminar salte por la terraza para emprender mi camino de vuelta a casa.
No me llevo más de cinco minutos volver y como no había llevado nada tuve que volver a entrar por el balcón, no quería tocar el timbre, porque aun tenía la ligera esperanza de que mi madre no se hubiera dado cuenta que no estaba allí.
Todas mis esperanzas se esfumaron cuando la vi sentada sobre mi cómoda cama, se puso de pie en un instante con sus brazos cruzados y el ceño fruncido. Normalmente era una persona que no temía a nada, pero esa mirada que sacaba chispas era de temer.
-Lo siento, mami- dije bajando la cabeza como buena niña.
-Siéntate- ordeno, y así lo hice, lista para el más largo de los sermones dados.
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