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Capítulo 10: Mato a mi primer monstro

Las siguientes dos semanas se pasaron volando, además de que realmente no entendía como mi vida podía cambiar radicalmente. En primer lugar mi madre empezó a salir más de la casa, ¿A donde y por qué? no tenía ni idea, pero de alguna forma sabia que se debía a mi abuela y a que realmente estaba intentando darme algo de espacio para crecer. Por otro lado, mis abuelos me regalaron una nueva moto para poder ir sola otra vez a la escuela y el cambio más importante de mi vida se debía a Dorian, que en algún segundo que pestañe él se había hecho amigo de mi amiga, ¿Cómo y por qué? tampoco lo sabía. Pero no fue hasta el día en que el profesor de latín entrego las notas, cuando mi vida realmente cambio por completo.
-Petridiz, Rivera- llamo el profesor a nuestro lado al mismo tiempo que dejaba el trabajo entre medio de los dos, cuando vi la hermosa A que había en él chocamos los cinco; al mismo tiempo que él me regalaba una sonrisa; la clase paso normal con la ligera diferencia de que él profesor no dejo de mirarnos, en toda la clase.
-¿Festejamos?- interrogo divertido Dorian mientras juntábamos nuestras cosas.
-Petridiz, Rivera, quédense un momento- nos pidió él profesor, mire a Dorian confundida, esperaba que él tuviera algunas respuestas pero parecía estar en mi misma situación que yo. el último estudiante salió cuando llegamos al frente.
-¿Pasó algo?- inquirí confundida.
-Oh claro que paso algo- contestó él poniéndose de pie- Hace más de veinte años tus padres me mataron en este salón.
-¿Sabes de qué esta hablando?- Inquirió mi compañero divertido.
-No, pero parece un mal chiste- él asintió y ambos comenzamos a reír, hasta un segundo después cuando el profesor se trasformo en un ciclope de casi dos metros y mando a volar el escritorio, Dorian me lanzo a un lado para esquivarlo, mientras nos poníamos de pie lo recordé- Ahora que lo mencionas mi abuela menciono algo sobre un trabajo de latín- Mi compañero ya tenía una espada en su mano, yo solo ladee la cabeza confundida- ¿Por qué Apolo estará traumado contigo?
-Porque soy un gran guerrero- Aseguró.
-No lo pareces, ¿Cómo dijiste que te llamabas?- indagué.
-Jeff...
-¿Tessaria te das cuenta de lo que esta pasando aquí?- indagó mi compañero confundido; lleve mi mano a boca en clara señal de asombro.
-¿Quien eres tu a todo esto?- le preguntó Jeff fijando por primera vez la mirada en él. Mire al ciclope un instante, antes de usar mi velocidad para colocarme detrás de él sacar mi espada de la mochila, dar un saltó clavar la espada en el ojo del ciclope y caer nuevamente, con toda la gracia del mundo, junto a Dorian.
-Le mandare tus saludos a mi madre y a mi abuelo- Le asegure, un segundo antes de que se convirtiera en polvo.
-Espera, no dijiste... dijiste que....- Intento decir pero las palabras no le salían, sonreí mientras iba por mi espada, para guardarla.
-Pensé que sería más aterrador, pero supongo que uno solo no es tan grave, ¿Verdad?- Él soltó un suspiro guardando su espada- ¿Lo hice bien? ¿Debí darle tiempo a defenderse? ¿Tal vez dejarte hacer algo?- Él coloco una mano en mi hombro ante de darme unas palmaditas en él.
-Lo hiciste perfecto- apremio- Yo no lo podría haber hecho tan rápido, incluso tenemos varios minutos de receso antes de la próxima clase.
-¿No es normal eso?- inquirí mientras caminábamos por los pasillos, él se limito a negar pero antes de que pudiéramos decir algo nuestra amiga nos intercepto.
-¿Qué tal les fue en clases?
-Bien- Aseguré.

El resto del día trascurrió tranquilo, Dorian, Alexandra y yo decidimos ir por un café. Estuvimos allí hasta que el sol comenzó a ponerse; y aunque mi amiga insistió para que hiciéramos algo esa noche tuve que negarme, necesitaba ir a casa a conocer la historia de Jeff.

Llegue al ocaso y me sorprendió encontrar a mis abuelos allí, aunque si que me alegro de sobre manera verlos; sonreí al verlos. Mi madre estaba en la cocina, como siempre; así que solo deje un beso en su mejilla antes de ir a cambiarme, por algo más decente. Opte por una falda corta negra y una remera de mangas largas azul, con botas altas. Cuando estuvimos todos en la mesa en silencio, mire a mi madre y sonreí divertida antes de comentar.
-Jeff, te envía saludos- la cara de los dioses era un poema, mi madre casi se ahoga con un pedazo de pasta, Apolo poco le falto para tirarse debajo de la mesa y hacerse una bolita. Mis tíos no entendían nada de lo que estaba pasando.
-¿Cariño estas bien?- Inquirió mi madre asustada mientras se paraba para venir a verificar por ella misma- ¿Te lastimo? 
-No- respondí tranquilamente- En realidad fue muy divertido- Mi madre le envió una de esas miradas fulminantes a su hermano mayor.
-No oí nada- explico mi tío encogiéndose de hombros- ¿Y quien es Jeff?
-El ciclope que daba Latín en la escuela- Explique como si fuera obvio- él dijo que mis padres lo habían matado en ese mismo salón hacía más de veinte años- Sonreí divertida- Solo me llevo tres segundo derrotarlo, ¿Y a ti mamá?- interrogue como niña pequeña mientras ella volvía a sentarse en la mesa.
-Mira Apolo, tardo lo mismo que tu en mandar a la mierda la apuesta- recordó burlón Thor.
-Maldito ciclope estúpido- Se quejo en un susurro el dios del sol.
-¿Qué apuesta?- Indagué mirando a mi abuelo.
-Olvídalo- pidió mi abuela, antes de sonreír y tomar mi mano sobre la mesa- Muy bien hecho cariño, pero recuerda siempre estar atenta cuando te enfrentas a un enemigo- Yo asentí divertida, sabía que no siempre sería fácil, pero al menos había demostrado que podía hacerlo.
-¿Mamá? no me dijiste cuando tardaron, tu y papá en derrotarlo- Ella no contesto y Jace comenzó a reírse.
-El almuerzo ya había comenzado hacia unos minutos cuando llegaron a la cafetería- contesto mi tío divertido- Recuerdo el horror en la cara de Marcos cuando ustedes llegaron tarde.
-Admito que me sorprende que recuerdes eso- confesó mi madre, haciendo que toda la mesa estallara en carcajadas. 

El resto de la noche paso tranquila, mi madre y sus hermanos se la pasaron hablando sobre mis tíos y sus hermanos, sin soltar una sola lágrima que no fuera de risa.   

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