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7. Injurias escolares.


Los niños se veían adorables con sus uniformes puestos.

Minseok se despidió de ellos con una cálida sonrisa y un gesto de su mano. La sensación al verlos marchar con Jongdae fue extraña, especialmente dejar ir a Baekhyun, quien parecía un poco asustado, aunque la idea de hacerse cargo solo de uno de ellos por el resto de la mañana fue alentadora.

Fue una mañana productiva. Incluso con Kenji siguiéndolo a todos lados e intentando boicotear su trabajo, Minseok pudo limpiar la casa más a fondo. Jongdae había mencionado en más de alguna ocasión que no tenía porqué limpiar más de lo que los niños ensuciaran o el área en donde se encontraban, pero a él no le molestaba limpiar.

Para el final de la mañana, Kenji, cansado de seguirlo por toda la casa, cedió y se tomó una siesta, lo que incluso le dio tiempo a Minseok para preparar un elaborado almuerzo a modo de celebración.

Kenji despertó justo a tiempo para ir a recoger a sus hermanos, Minseok lo metió en su cochecito y salió bajo el sol del mediodía. Empujar un cochecito por esas conocidas calles por las que había crecido fue toda una experiencia. Hasta ese día nunca se había planteado la idea de tener hijos propios, es decir, sabía que vendrían en el futuro, pero nunca imaginó los detalles ni planeó el número de niños. En ese momento pensó en ello, en una vida en la que tuviera que hacerse cargo de sus propios hijos. ¿Cómo sería? La percepción que tenía de los niños había cambiado mucho en los últimos meses; ya no pensaba en ellos como en algo que inevitablemente sucedería, sino como en una aventura a la que no dudaría en lanzarse de cabeza, por supuesto, más adelante, cuando fuera el momento apropiado. 

Le sorprendió percatarse de que ahora sí deseaba tener hijos, deseaba vivir aquella experiencia. Aún con esa extraña sensación encima atravesó los portones del colegio y recorrió sus jardines. El lugar era enorme y rápidamente lo hizo sentirse perdido, por suerte, alguien se acercó a él para ayudarle.

—Es por aquí —Jongdae anunció señalando el camino.

Minseok lo miró sorprendido.

—¿Qué haces aquí?

—Estaba preocupado por ellos, no tienes idea del trabajo que me costó que Baekhyun se quedara.

—Lo siento.

—No te preocupes, ya se acostumbrará —Jongdae aseguró, aunque intentaba convencerse a sí mismo—. Los niños se acostumbran rápido a cualquier situación.

Minseok asintió y continuó empujando el cochecito por un pasillo lateral.

—¿Y vas a quedarte?

—¿Quieres que me quede? —Jongdae preguntó girándose para mirarlo.

Había algo escondido en esa mirada, también en su sonrisa. A veces, Minseok tenía la sensación de que su jefe coqueteaba con él. Aunque, claro, aquello no podía ser más que su imaginación. Jongdae no se sentía atraído por él, en definitiva no le gustaban los hombres, solo era un tipo simpático y juguetón, como Kenji, sí eso era. Lo demás era solo su paranoica imaginación.

—Si me das la tarde libre, hasta podría alegrarme de que hayas venido —Minseok bromeó.

Jongdae ensanchó su sonrisa de gato.

Llegaron al área de preescolar y Hana, que estaba en el área de juegos junto a otros niños, no tardó en correr hacia ellos. Saltó sobre Jongdae, quien la atrapó en el aire y besó una de sus mejillas.

—¿Cómo estuvo tu primer día?

—Bien, pero olvidaste ponerle jamón del sándwich.

—Lo siento, tendré más cuidado la próxima vez —Jongdae se disculpó con un exagerado gesto de arrepentimiento, luego sonrió—, pero agradece que no olvidé el pan.

Hana rio divertida y le rodeó el cuello con sus brazos.

—Minseok, ¿me haces tú los sándwiches mañana? —Hana pidió sin desprenderse de su padre.

—Claro, llegaré más temprano.

—Vamos por tu hermano —Jongdae dijo y puso a Hana de nuevo en el suelo.

Fuera del aula de los más pequeños había una fila de mamás esperando por sus hijos. Cuando por fin fue su turno, la maestra hizo un pequeño gesto y llamó a Baekhyun. El pobre estaba hecho un desastre; habían mocos y lágrimas secas en sus mejillas. Al verlos, empezó a llorar de nuevo y corrió a abrazarse de las piernas de Minseok.

Jongdae suspiró con tristeza. Minseok alzó a Baekhyun y lo apretó contra su pecho.

—Mira lo que te traje —Minseok murmuró y sacó el oso de peluche de un compartimiento del cochecito de Kenji—. Te extrañó.

Baekhyun tomó al oso y lo apretó contra su pecho mientras sollozaba.

Jongdae acarició el cabello de Baekhyun y llevó su atención a la maestra.

—Mejorará con el tiempo —ella aseguró.

—¿Puede traer el oso mañana? —Jongdae preguntó—. Tal vez eso ayude.

—Es una regla no traer juguetes de casa, pero si Baekie promete no llorar mañana puede traerlo, solo unos días, en lo que se adapta.



Jongdae se estacionó fuera de casa y le ayudó a Minseok a bajar a los niños.

—Bueno, los veré más tarde —murmuró.

—¿No te quedarás a almorzar? —Minseok preguntó.

—Tengo que volver a trabajar —Jongdae respondió desanimado.

—Entra, no te quitará mucho tiempo, la comida ya está lista —Minseok anunció mientras se echaba las mochilas al hombro.

—Pero...

—Entra, no lo voy a repetir —Minseok amenazó.

Jongdae sacó su móvil, buscó el número de su jefe y, mientras esperaba a que contestara, observó a Minseok que acarreaba mochilas y loncheras al interior de la casa.

—¿Me das permiso para regresar un poco tarde?

¿Sucedió algo? ¿Los niños están bien? —Junmyeon preguntó sonando preocupado.

—Todo está bien, pero el chico que me gusta acaba de invitarme a almorzar y no puedo decirle que no.

Jongdae pudo imaginar el rostro de Junmyeon, pasando de una emoción a otra a medida que canalizaba lo que acababa de decirte.

¿Estás bromeando?

—No —Jongdae suspiró lentamente, su jefe no respondió—. ¿Tengo tu permiso o no? Está esperándome.

De acuerdo —Junmyeon murmuró descolocado—, pero recuerda que tenemos una junta a las tres y luego tú y yo vamos a tener una reunión a puerta cerrada para que me expliques hasta el último detalle de ese almuerzo.

Jongdae exhaló. Sabía que ser completamente honesto con él le garantizaría el permiso, pero ahora debía prepararse para hacer una confesión. Aunque tal vez aquello no fuera tan malo, estaba un poco cansado de ocultar lo que sentía por Minseok, aunque no estaba completamente seguro de lo que sentía.



—¿El niñero?

—Sí.

—¿Te gusta el niñero?

—Sí.

—¿Por qué carajos el niñero?

—¿Por qué no?

—Bueno, para empezar, porque es tu niñero y para continuar porque es buen niñero.

—Sí, lo es.

—También es el primero que dura más de un mes.

—Sip.

—¿Entiendes el problema?

Jongdae no respondió. Junmyeon soltó un resignado suspiro y pegó la espalda a su silla.

—Creo que eres consciente de esto, pero igual te lo voy a decir, como un amigo: es una mala idea.

—Lo sé —Jongdae suspiró lentamente—, pero no es como si hubiera podido evitarlo.

Junmyeon lo observó con intensidad.

—¿Estás enamorado?

Jongdae se removió incómodo.

—No lo sé —murmuró—. Solo sé que hay momentos en los que solo deseo abrazarlo y sostenerlo entre mis brazos por horas.

Junmyeon masculló una maldición y lo miró.

—Bueno, tal vez no sea tan malo —dijo pensativamente—. Si él te corresponde solo tienes que hacerlo funcionar para que no te abandone a la primer oportunidad, ni a ti ni a tus hijos.

Jongdae guardó silencio.

—¿Él te corresponde? —Junmyeon demandó.

Jongdae sonrió sin una pizca de diversión.

—Por supuesto que no, creo de hecho, que podría ser hétero.

Junmyeon se sobó las sienes

—¿Podría? ¿No estás seguro?

—Bueno, no es como si pueda ir y preguntarle para qué equipo batea.

—No, pero eso se nota.

—Pues a él no se le nota —Jongdae dijo con un toque de fastidio.

—De acuerdo, esto va a sonar como un plan malvado —Junmyeon puntualizó—, pero lo que tienes que hacer, así el chico de momento prefiera a las damas, es enamorarlo.

—¿Y cómo se enamora a un hétero?

Junmyeon alzó los hombros y negó.

—Yo que sé, ¿con detalles? ¿Flores y bombones? ¿Joyas?

—Dudo mucho que Minseok reciba bien alguna de esas cosas.

—Lo peor que puede suceder es que te rompa el rostro —Junmyeon señaló.

—No, lo peor sería perderlo.

—Pero aún no lo tienes.

—Yo no, pero mis hijos sí.



—Vamos a ser indulgentes esta vez, porque fue la primera vez —la coordinadora dijo con seriedad—, pero no lo vamos a tolerar una segunda vez, así que hablen con él.

Minseok asintió mientras evitaba que Kenji alcanzara los alguna de las baratijas con las que la mujer adornaba su escritorio. Se puso de pie y se despidió tensamente.

Se sentía molesto por ese llamado de atención. Incrédulo, era también una palabra para describir cómo se sentía. Es que de verdad le costaba creer que Baekhyun se le hubiera echado encima a un compañero, mucho menos a uno tan grande que incluso aparentaba ser de un curso superior.

Pero ahí estaban los dos, cubiertos de tierra y desgreñados, sentados afuera de la oficina de la coordinadora.

—Vamos a casa —Minseok dijo luego de poner a Kenji dentro de su cochecito.

Baekhyun tomó sus cosas de inmediato y empezó a caminar a su lado, cabizbajo.

—¿Por qué te peleaste con ese niño? —Minseok preguntó suavemente cuando estuvieron fuera del colegio.

Baekhyun se detuvo y su labio inferior empezó a temblar. No dijo nada, por supuesto que no lo haría, él casi nunca hablaba, todo lo que hacía era repetir lo que los demás decían. Sin embargo, el niño se descolgó la mochila y sacó de ella a su amado oso.

Minseok lo observó con los ojos redondos. Desde que él conoció al oso, este siempre había lucido viejo y desgastado, pero en ese momento una de sus orejas pendía de un hilo y su color marrón se había tornado grisáceo, incluso había una huella de zapato en él. 

—¿Ese niño hizo le hizo esto? —siseó y, por alguna razón que no supo interpretar bien, su sangre hirvió.

Baekhyun asintió mientras las lágrimas bajaban por sus mejillas.

—Me lo quitó y icho achí —Baekhyun imitó a alguien lanzando algo al suelo.

—¿Te quitó el oso y lo lanzó al suelo?

Baekhyun asintió.

—¿Por qué? —Minseok preguntó sin poder creer que existiera una razón válida para tal atrocidad.

Por toda respuesta, Baekhyun alzó los hombros y frunció los labios, estaba a punto de llorar.

—Qué hijo de... —Minseok se contuvo.

Con razón Baekhyun lo había golpeado, si el malnacido zángano orejón ese había cometido semejante crimen.

Minseok se agachó frente a Baekhyun y le limpió las lágrimas.

—¿Le pegaste porque pateó tu oso?

Baekhyun asintió con temor.

—Bien hecho —Minseok dijo sin ocultar el orgullo que sentía—. No dejes que ningún niño tonto y orejón se meta contigo, ¿de acuerdo? —Baekhyun se restregó los mocos, regándolos por sus mejillas y asintió—. Y no te preocupes por el señor oso, le daremos medicina y se pondrá como nuevo.



Esa misma noche, cuando Jongdae regresó a casa, abrazó a sus hijos y notó que el oso de Baekhyun abrazaba no era el mismo de siempre.

—Tomó meninchina —Baekhyun dijo al notar que lo miraba y se lo prestó un segundo para que pudiera apreciarlo.

Increíble, el oso lucía casi como nuevo. Había sido lavado y remendado de una forma muy pulcra. Jongdae solo conocía unas manos capaces de lograr un trabajo tan impecable. Como si lo llamara con su pensamiento, Minseok salió de la cocina cargando a Kenji. Su hijo casi saltó a sus brazos.

—Disculpa que no pudiera ir a la reunión —Jongdae se disculpó—. ¿Qué te dijeron? ¿Qué fue lo que pasó?

—Pasa que tu hijo golpeó a uno de sus compañeros —Minseok dijo con tranquilidad.

Jongdae frunció el ceño, iba a decir algo al respecto, pero Minseok levantó su índice en un gesto autoritario.

—Y no te atrevas a regañarlo.

Jongdae no pareció muy de acuerdo con aquella orden.

—Soy la persona que lo cuida y limpia su suciedad, así que si mi palabra sirve de algo, te pido que no lo castigues por esto.

Jongdae esperó a que se explicara, una sonrisa bailaba en las comisuras de sus labios. ¿Sabía Minseok lo adorable que se veía con un delantal puesto? ¿Lo hacía a propósito solo para gustarle más?

—Él tiene problemas para expresarlo —Minseok continuó, ignorando el gesto de idiota de su jefe—, pero, en resumen, un baboso de su clase lanzo al señor oso al suelo y luego lo pisó.

—Que hijo de...

—Sí, fue lo que yo pensé, así que me tomé el atrevimiento de decirle que estaba bien.

—¿Está bien que aprenda que la violencia es la mejor forma de lidiar con su enojo?

—No, está bien que no permita que ningún hijo de puta se meta con él —Minseok respondió en un susurro.

Jongdae sonrió. Cada día le gustaba más.

—Era un niño mucho más grande que él, además, y lo ha hecho morder el polvo —Minseok murmuró con un brillo de orgullo.

—De acuerdo, no lo castigaré —Jongdae anunció y se acercó un poco, mucho, tal vez demasiado a su rostro. De nuevo su familiar aroma invadió las fosas nasales de Minseok—, pero tú cuida lo que sale por esa boquita cuando hables frente a mis hijos.

Minseok lo miró a los ojos, completamente paralizado. Jongdae se alejó y él lo siguió con su mirada. Apretó los labios y exhaló pesadamente. Odiaba que Jongdae hiciera cosas como esa, le desagradaba esa extraña sensación que recorría su cuerpo cuando se acercaba demasiado.




Gracias por leer!

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