26. No tan despacio.
Jongdae.
La mención de su nombre intentó arrastrarlo lejos de sus sueños, pero lo que realmente lo logró fueron los dientes que mordieron suavemente el lóbulo de su oreja.
—¿Qué? —murmuró sin abrir los ojos. Alzó una mano y esta chocó con un muslo denudo que instintivamente acarició.
Minseok, que estaba a gatas sobre él, sonrió.
—¿Pasas por mí cuando terminen mis clases?
—Mmm... mejor no vayas —Jongdae murmuró sin dejar de acariciar su muslo.
—Si continúo faltando reprobaré —Minseok le recordó—. Ven a recogerme a la salida.
Una sonrisa traviesa se extendió por los labios de Jongdae.
—Mejor lo hago ya —propuso llevando las manos al trasero de Minseok.
—Hablo en serio —Minseok le dijo al oído y aprovechó la cercanía para chupar la piel sobre su cuello—. Tenemos que ir de compras.
—¿Ya se acabaron las galletas? —Jongdae preguntó mientras amasaba el trasero de su novio.
—Otro tipo de compras —Minseok aclaró con una sonrisa y empezó a morder suavemente su hombro.
Jongdae gruñó completamente despierto ahora y en una serie de rápidos movimientos tuvo a Minseok de cara contra el colchón.
—Espera, voy a llegar tarde —Minseok protestó riendo contra la almohada.
—Eso hubieras pensado antes de despertarme así —Jongdae siseó sobre su oído y ya de paso aprovechó para absorber el aroma de su cabello aún húmedo por la ducha—. Mira como me pones —dijo frotando su repentina erección contra el trasero de Minseok—. Sé responsable y asume las consecuencias.
Hubo un instante de silencio, en el que Minseok tomaba una decisión. Debía admitir que esta vez sí había sido su culpa. Si se apuraba, puede que no llegara demasiado tarde.
—Sí, papi —musitó finalmente.
Empujó a Jongdae fuera de su cuerpo y, cuando este estuvo tendido de nuevo sobre la cama, se metió entre sus piernas. Llevó una mano al bulto que el pantalón del pijama no disimulaba y liberó la erección. Se inclinó sobre ella, pero Jongdae le sostuvo el rostro, impidiendo que lo tomara con su boca.
—No busques la solución más sencilla, desnúdate.
—Pero...
Jongdae salió de la cama y se estiró un poco después de deshacerse de su pijama. Minseok observó su desnudez y soltó un suspiro.
Demonios.
Minseok, derrotado, empezó a quitarse la ropa interior y la camiseta, las únicas prendas que llevaba encima. Cuando estuvo desnudo, Jongdae señaló la cama.
—En cuatro —ordenó mientras se acariciaba a sí mismo.
Minseok lo miró por un momento, sintiendo como su cuerpo se llenaba de ganas ante aquella orden. Se colocó sobre sus manos y rodillas, como Jongdae le había ordenado y esperó a sentir sus dedos o la punta de su pene, sin embargo, lo que obtuvo fue su lengua.
Carajo.
Un escalofrío recorrió toda su espina dorsal, jadeó y sus dedos empuñaron el cubrecama. Apretó los labios y se contuvo, estaba lloriqueando internamente. Era la primera vez que Jongdae le hacía aquello y mientras lo disfrutaba, empezó a preguntarse si en realidad sería tan malo reprobar un semestre.
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—Así que decidiste venir —Kyungsoo lo saludó con los brazos cruzados.
Minseok hizo un gesto de disculpa y Kyungsoo deshizo su ceño.
—Tienes tanta suerte de que el señor Cho se haya retrasado.
—Sí —Minseok musitó mientras se acomodaba en el asiento junto al de Kyungsoo—, hoy amanecí con suerte.
Kyungsoo notó la mirada soñadora de Minseok, últimamente se le veía tan radiante.
—¿Sexo matutino? —preguntó en un susurro y las mejillas encendidas de Minseok le confirmaron que había acertado—. Qué suertudo eres —murmuró con un puchero —. Yo también quiero.
—Pídeselo a Jimin —Minseok murmuró dándole una mirada traviesa.
Kyungsoo negó con un gesto de desagrado.
—Quiero que me den como cajón que no cierra —murmuró—, y él parece demasiado... suave. No es lo que busco.
—Si te pones tan exigente no vas a conseguir nada, además no debes juzgar a un libro por su portada.
Kyungsoo sonrió casi diabólicamente al imaginar uno de esos libros infantiles que al abrirlos saltaba una figura en tres dimensiones, por supuesto que la figura que imaginó emergiendo de los dobleces fue un pene gigante.
⚡
Cuando las tediosas clases de ese domingo terminaron, casi salió del aula dando saltitos de emoción; Jongdae le había enviado un mensaje anunciando que lo esperaba afuera con los niños y Minseok se sentía como si fueran de camino a un parque de diversiones.
—¿Y qué es lo que quieres comprar? —Jongdae preguntó mientras Minseok se ataba el cinturón de seguridad.
—Muchas cosas —Minseok dijo con los ojos brillantes.
Jongdae entrecerró los ojos intentando adivinar.
—¿Ropa de invierno? —preguntó.
Minseok negó esbozando una sonrisa traviesa y Jongdae lo adivinó un segundo antes de que lo dijera.
—La decoración navideña.
Minseok fue consciente del gesto lleno de aflicción que se formó en el rostro de su pareja. Había temido esa reacción, fue por eso que no especificó a qué tipo de compras se refería, Jongdae seguro se habría negado a venir si lo hubiera sabido de antemano.
—Oye, yo no me uní a ti para convertirme en el novio del Grinch —Minseok protestó—. Si quieres sentarte a ver el abismo durante las fiestas es tu problema, los niños y yo vamos a celebrar como se debe.
Jongdae torció el gesto y abrió su boca para darle alguna excusa, pero Minseok se apresuró a sacar una hoja doblada de su mochila y se la ofreció.
—Y mira, me saqué un diez, creo que lo merezco —dijo con orgullo.
Jongdae suspiró resignado y le revolvió el cabello.
—Por supuesto que te lo mereces.
Minseok sonrió victorioso y guardó la hoja rápidamente. En realidad esa prueba sorpresa ni siquiera era de ese semestre, pero la había encontrado en medio de uno de sus cuadernos algunos días atrás y la había guardado en caso de que le fuera útil en el futuro.
Jongdae se inclinó sobre él para morderle una mejilla suavemente.
—Y tú te encargarás de la decoración, yo soy pésimo para eso.
—Si no sabes ni forrar cuadernos, por supuesto que me haré cargo yo —Minseok murmuró sobándose la mejilla.
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Todo aquel ambiente navideño le provocaba sentimientos encontrados, traía recuerdos y el amargo sentimiento de todo lo que ya no sería. Jongdae intentó ser positivo y concentrarse en el presente, justo como le había dicho esa terapeuta a la que había empezado a frecuentar por insistencia de su pareja. El brillo y la ilusión en la mirada de sus acompañantes también le ayudó a apaciguar un poco sus angustias.
Además, algo bueno de Minseok era que sabía perfectamente lo que quería, incluso formas, colores y tamaños, lo malo era que quería demasiado, o al menos a Jongdae se lo parecía. Incluso había tenido que sacar a Kenji del carrito de compras para que Minseok pudiera poner algunas esferas más ahí.
Como fuera, Minseok lucía tan feliz como un niño en una juguetería y mientras se debatía entre un gorro de oso y uno de muñeco de nieve, Jongdae casi sintió que era un cuarto hijo en lugar de su novio.
—¿Cuál te gusta más? —Minseok preguntó de pronto, intentando captar su atención.
Jongdae lo miró fugazmente.
—El de oso —respondió.
—Ni siquiera lo estás viendo —Minseok murmuró decepcionado.
Jongdae suspiró y empezó a hablar en un tono bajo y rápido mientras su mirada se mantenía fija en el puesto de dulces a unos metros de ellos.
—Claro que sí, es café claro, como un camello, y tiene el hocico blanco, llevas un rato dudando, pero seguro te verás precioso con él. Además, tengo la esperanza de que sea lo único que planees llevar puesto en nochebuena mientras me entregas mi regalo de navidad, que supongo y espero que sean chocolates, justo como el que Hana esta a punto de llevarse a la boca —dijo esto último un poco alarmado y se apresuró a correr hacia ella con Kenji en sus brazos.
Minseok, con las mejillas coloradas, también llevó su mirada hacia el puesto de caramelos que Jongdae había estado mirando todo el rato y sonrió.
—¿Tú qué dices, Baek? —preguntó mostrándole ambos gorros al niño que llevaba atado a una mochila.
—¡Ozo! —Baekhyun exclamó con una sonrisa, señalando el gorro de oso.
—Sabía que dirías eso —Minseok le dijo apretándole suavemente la nariz.
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Cuando por fin tuvieron dentro de la carretilla todo lo que Minseok había ido tachando de su lista, y un par de cosas extras que no, se dirigieron a la caja. La fila era enorme, pero Minseok estaba de tan buen humor que no le importó. Aunque no podía asegurar lo mismo de Jongdae, a quien ya parecían dolerle los brazos de llevar a Kenji toda la tarde.
—Si quieres, lleva a los niños a la zona de juegos del centro comercial —Minseok ofreció—. Te llamaré cuando salga.
Jongdae se mostró de acuerdo con la idea. Antes de marcharse con sus traviesos retoños, sacó una tarjeta de uno de los bolsillos en sus pantalones y se la ofreció.
Minseok negó fervientemente.
—No te preocupes, ahorré para esto.
Jongdae frunció el ceño y le puso la tarjeta en la mano. Minseok la tomó a regañadientes.
—Será tu bono navideño —Jongdae anunció.
Minseok aún parecía inconforme. Dio un paso hacia él y le susurró al oído:
—Creí que mi bono navideño sería una cogidota así bien rica.
Jongdae soltó una ruidosa carcajada que intentó esconder en la espalda de Kenji, aunque tardó un minuto entero en parar de reír.
—A veces te desconozco —le dijo entre risas, con el rostro rojo.
—¿Entonces no? —Minseok preguntó, fingiendo desilusión.
—Por supuesto que sí —Jongdae aseguró limpiándose las lágrimas.
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Jongdae empujó el camión por el borde de la cama y luego lo hizo deslizarse por la pancita de Kenji, mientras este se desternillaba de la risa.
—Ñuuum —Jongdae murmuró mientras el resto de autos tomaban velocidad por la carretera bebé—. ¡Esto es una persecución! ¡Hay que atrapar a los ladrones! ¡WIU WIU WIU! —exclamó mientras empujaba el coche de policía sobre las piernitas de su hijo menor.
Minseok asomó sus ojos por la puerta semiabierta de la habitación y sonrió. Decidió no interrumpirlos al notar que estaban tan ocupados, pero Felipa delató su presencia al levantarse de la esquina en donde había estado durmiendo para correr a su pies.
—¿Terminaste? —Jongdae preguntó sorprendido.
Minseok asintió emocionado y Jongdae se apresuró a levantar a Kenji de la cama para ir a ver cómo había quedado la decoración. Un par de horas atrás él, Kenji y la cachorra habían sido desterrados de la sala por no hacer más que estorbo, aunque Minseok lo había dicho con palabras más amables.
A mitad del pasillo de las habitaciones, Minseok, quien encabezaba la marcha, se detuvo para ordenarle que cerrara los ojos. Jongdae cubrió los ojos de Kenji con su mano, cerró los propios y tomó la mano de Minseok obedientemente para que este los guiara.
—¿Ya? —preguntó cuando se detuvieron. Se sentía un poco ansioso.
—Espera —Minseok dijo y se apresuró a apagar las luces de toda la casa para que las guías de luz blanca tuvieran protagonismo—. Ahora sí.
Jongdae abrió los ojos y por un segundo se sintió abrumado por la cantidad de cosas brillantes que llenaban su sala. Notó que sus hijos miraban el árbol como hipnotizados y se giró hacia Minseok, que también miraba su obra de arte con los ojos brillantes.
Como siempre, muchos pensamientos se acumularon en su cabeza. Pero en la cima de todo estaba la certeza de que Minseok era lo que él y sus hijos tanto necesitaban. Minseok era como la estrella brillante en la punta del árbol.
—A los niños les gusta —Minseok murmuró atrapando su mirada—. Parecía un poco preocupado, tal vez por su silenciosa reacción.
—A mí también —Jongdae aseguró en susurro—, me encanta.
Minseok aún parecía preocupado.
—Esta es mamá —Hana anunció mientras señalaba uno de los adornos que colgaban del árbol.
Jongdae se acercó para observar la figura que su hija le mostraba. Era un ángel, una mujer de largo cabello marrón y vestido y alas blancas. Estaba hecha de porcelana y aunque no parecía haber otra como ella, no desencajaba con el resto de la decoración.
—Esta soy yo —Hana continuó, señalando un osito con una chonga rosa en su cabeza—, este es Baekhyun, Kenji, Minseok y tú —dijo mientras señalaba al resto de la familia de osos liderada por dos osos machos, uno blanco y uno marrón.
Jongdae sonrió, sintió a Minseok rodeándole la cintura desde atrás y giró su rostro para mirarlo.
—Cásate conmigo —le pidió en voz baja.
Minseok lo miró a los ojos y sintió que su cuerpo entero se helaba, Jongdae no sonreía, había tanta seriedad en su voz y en su gesto, que no cabía duda de que la pregunta iba completamente en serio.
—Mi mamá me mata si me caso antes de graduarme —Minseok murmuró.
Jongdae bajó a Kenji al suelo y se giró para mirarlo con intensidad.
—Entonces hay que hacerlo luego de tu graduación —propuso—. ¿El día siguiente te parece bien?
Minseok tenía las mejillas completamente coloreadas de rosa y sus grandes ojos brillaban, reflejando la luz de la infinita cantidad de foquitos con los que había llenado el árbol y las guirnaldas.
—¿Te gusta el oro blanco? —Jongdae preguntó sin dejar de mirarlo, parecía tan serio—. Me gustaría que el diseño de nuestros anillos fuera idéntico. Siempre he querido ir a Fiji, podríamos ir ahí de luna de miel... aunque no quisiera tener que dejar a los niños... por cierto, me gustaría que empiecen a llamarte papá también.
Minseok le cubrió la boca con ambas manos.
—Ve más despacio —le pidió con el corazón latiéndole con fuerza y gritando internamente "sí" a todo.
Jongdae asintió y Minseok apartó las manos de su boca.
—Múdate con nosotros hoy —Jongdae pidió—, ¿o también te parece muy pronto?
Minseok miró alrededor. Hana había vuelto a ver su película navideña junto a Baekhyun y Kenji estaba arrastrándose bajo el árbol de navidad siguiendo a Felipa. En el comedor estaban amontonadas las cajas vacías de los adornos y guías y frente a él Jongdae continuaba mirándolo expectante.
—Deja que levante el desorden del comedor y luego me llevas a traer el resto de mis cosas.
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Gracias por leer!
Nota: Perdón por hacerlas esperar, estuve rehaciendo el final, solo nos quedan un par de capítulos más.
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