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25. Festa.


Jongdae miró a su alrededor y sonrió, todos, excepto él, estaban dormidos. Incluso Minseok se había quedado dormido en el sofá a su lado, con Kenji en sus brazos.

La escena le parecía simplemente perfecta. Desde que Minseok vivía con ellos, la vida le parecía un poco más preciada. Incluso esas pequeñas discusiones que tenían a veces eran como chispas de colores en su día a día. Tener su apoyo y su cariño, aunque antes no lo sabía, era todo lo que necesitaba para que su vida dejara de parecerle una carga. Sin embargo, existía en lo más hondo de su ser un irracional temor a perderlo.

Tomó el mando del televisor y lo apagó. Se levantó, con mucho cuidado de no despertar a Baekhyun que estaba sobre su regazo, lo cargó hasta su cama y allí lo arropó. Besó su frente brevemente, esperando no despertarlo, y lo dejó allí. Volvió a la sala por Hana y también la cargó a su habitación. Mientras la dejaba en la cama se dio cuenta de lo mucho que había crecido y se sintió un poco ansioso al respecto. Quería que sus hijos vivieran y crecieran, pero no quería ni imaginarse lo solo que se sentiría el día que ya no tuviera que preocuparse por cada detalle de su existencia. Salió de su habitación para volver a la sala por Kenji, pero Minseok se había despertado y ya lo estaba dejando en su cuna.

Jongdae preparó su propia cama y Minseok no tardó en aparecer por la habitación. Casi como si fuera un sonámbulo, se metió bajo las sábanas a su lado y se acurrucó contra su pecho.

—¿Hoy no piensas hacerme el amor? —Minseok murmuró con los ojos cerrados.

—Pareces muy cansado —Jongdae respondió apretándolo contra su cuerpo.

Minseok suspiró y le acarició el pecho.

—No es cierto —masculló y pareció quedarse dormido al siguiente segundo, solo para volver a despertar—. No olvides que mañana hay una reunión en el colegio, tienes que estar ahí a las siete.

—Ya puse la alarma —Jongdae murmuró y le besó la frente.

Minseok asintió y murmuró un "te amo" antes de quedarse dormido. Jongdae tuvo que aguantarse las ganas de comérselo a besos... o no. Se inclinó hacia su cuello y empezó a repartir besos por su deliciosa piel.

—No te aproveches de mí mientras duermo —Minseok murmuró estirando su cuello para darle mejor acceso.

—Entonces despierta, ¿no querías que te hiciera el amor?

—Sí —Minseok musitó, más dormido que despierto.

Jongdae sonrió. Se metió bajo la sábana y descendió.

Minseok despertó de golpe al sentir como su hombría era succionada de una forma muy placentera.

—Carajo —siseó y hundió sus dedos en la cabellera de Jongdae.

Jongdae continuó dándole placer por un minuto más y luego volvió arriba.

—¿Ya estás despierto?

Minseok lo miró. Envueltos por la oscuridad, Jongdae no sabría decir si su gesto era de enfado o de deseo, o tal vez un poco de ambos. Como fuera, se lanzó sobre su cuello una vez más y continuó dándole placer con su mano. Minseok se estremeció y se aferró a sus hombros.

—Sí, ya —respondió en medio de un gemido.

Jongdae no perdió mucho el tiempo, lo despojó de su ropa y en un parpadeo lo tuvo bajo su cuerpo, gimiendo suavemente, arañándole la espalda, disfrutando de ese pequeño momento que solían robarle a la noche para consumar sus infinitas ganas de ser uno solo.



—¿Qué te dijeron? —Minseok preguntó luego de arrebatarle las boletas de la mano a Jongdae.

—Bien, su promedio es decente y aunque Hana habla demasiado y Baekhyun casi no dice nada, su conducta es muy buena.

—¿Cómo que decente? —Minseok protestó con el ceño fruncido—. Hana tiene un seis en letras.

—Al menos aprobó.

—Pero esa mujer me ha obligado a buscar como un millón de palabras del periódico, merecemos al menos un ocho.

—¿Merecemos?

—Sí, merecemos, como este nueve en lectura, me lo merezco, yo le he enseñado a leer.

—Tú solo la obligas a leer los chismes de la farándula para ti —Jongdae lo acusó con una sonrisa.

—No es cierto, a veces también leemos el horóscopo.

Jongdae negó sin dejar de sonreír y sacó un pequeño sobre del bolsillo trasero de su pantalón.

—Una de las mamás también me dio esto.

Minseok tomó el sobre con el ceño fruncido, más valía que no fuera alguna carta de alguna admiradora secreta o algo parecido.

—¿Has estado coqueteando con las mamás?

—No —Jongdae murmuró sonriendo como gato.

—Sonreírles así cuenta como coquetear —Minseok señaló su sonrisa con un gesto de pocos amigos.

—Las sonrisas solo son amabilidad —Jongdae apuntó divertido.

—Ajá, y lo siguiente que uno sabe es que está hundido hasta el cuello contigo —Minseok objetó—. No creas que no conozco tus técnicas.

—¿Te seduje con mi sonrisa? —Jongdae preguntó, posando las manos en su cintura para atraerlo.

—Un poco, así que... —Minseok calló al sacar la tarjeta del sobre y notar que era una invitación a una fiesta infantil. La sonrisa de Jongdae se hizo todavía más grande—. Oh, no. No, no, no, no. NO. Baekhyun no va a ir, nadie va a ir.

—¿Por qué no? —Jongdae preguntó con un puchero—. Hace mucho que no nos invitan a una fiesta, Kenji nunca ha ido a una, además es Baekhyun quien debe decidir.

—¿Una fiesta? —Hana preguntó y sus ojitos brillantes asomaron por el respaldo del sofá—. ¿Cuándo?

Los ojitos de Baekhyun también asomaron. Jongdae le arrebató la invitación a Minseok y se la mostró a su hijo.

—Un compañero te invitó a su fiesta de cumpleaños.

¿Festa? —Baekhyun preguntó con los ojos redondos.

—Es de tu compañero Chanyeol —Jongdae aclaró—. ¿Quieres ir?

Baekhyun asintió tímidamente.

—Pero es del orejón qué te molestaba —Minseok protestó parándose en jarras frente a él.

—Min, no le enseñes a guardar rencor —Jongdae le pidió suavemente.

Minseok lo miró por un instante. Jongdae parecía igual de emocionado por la fiesta que sus hijos.

—Bueno, llévalo —accedió a regañadientes—, pero le compras el juguete más feo que encuentres.

Jongdae rio entre dientes.

—Un osho.

Minseok y Jongdae miraron a Baekhyun.

—¿Quieres regalarle un oso? —Jongdae preguntó, inclinándose hacia su hijo.

—¿Para qué? —Minseok se cruzó de brazos en desacuerdo—. ¿Para que vaya a tirarlo y a pisarlo?

—Minseok, por favor.

—Como sea, vayan si quieren, pero asegúrate de mantenerlo bien lejos de ese orejón.

—Espera, tú también vendrás.

—Ah, no. Yo no iré a una fiesta del enemigo.

—Min...

—Además es sábado, tengo clases —Minseok dijo, zanjado el tema con una victoriosa sonrisa.



Minseok mantuvo su mirada al frente y sus brazos cruzados durante todo el trayecto.

—Minseok —Jongdae lo llamó suavemente sin apartar la mirada del camino, ni las manos del volante—. Quita esa cara, vas a una fiesta.

Minseok le dio una mirada airada. Los niños se habían pasado toda la semana suplicándole que los acompañara y al final, cuando Kenji aprendió a decir la palabra "fiesta" —o su intento de ella—, no tuvo más remedio que aceptar.

—Habrá pastel —Jongdae le recordó.

Minseok suspiró y su rostro se relajó un poco.

—Ojalá que al menos sea un pastel decente —murmuró.

Jongdae le dio un rápido vistazo.

—Ojalá hayan sándwiches.

—Sí, de orejas...

Jongdae rio divertido y negó. Le agradaba el sentido del humor de Minseok, aunque era un poco agrio a veces.

No tardaron mucho más en llegar a la residencia de los Park. Un hombre vestido con algún traje de animal los saludó y les indicó el camino hacia el estacionamiento.

Minseok observó el lugar con una mezcla de enfado y admiración. Ese orejón era un maldito suertudo y seguro también un presumido.

Jongdae se estacionó, pero antes de bajar del auto, se giró hacia el asiento trasero para hablarle a sus hijos. Se veían tan adorables vestidos con su ropa más elegante.

—Escuchen, este es nuestro regreso a la vida social, vamos a portarnos bien todos, para que sigan invitándonos a más fiestas, ¿de acuerdo?

—Sí, papi —Hana dijo asintiendo obediente

—¡Chi! —Baekhyun exclamó emocionado.

—¡Tchi! —Kenji copió a su hermano.

Jongdae asintió satisfecho al ver a sus tres retoños siendo buenos y se giró hacia Minseok.

Minseok lo miró con un gesto de pocos amigos y Jongdae continuó mirándolo, suplicando con sus preciosos ojitos de un marrón parecido al chocolate. Minseok suspiró vencido.

—Sí, papi —murmuró también, dándole una de sus encantadoras miradas.

Jongdae le regaló una deslumbrante sonrisa llena de satisfacción.

—Así me gusta.

Bajaron a los niños del auto y caminaron todos juntos, como la feliz familia que eran, hacia la fiesta.

—¡Papi, perritos! —Hana exclamó de repente y empezó a tirar de Jongdae hacia un puesto junto a la entrada desde el cual provenían los inconfundibles ladridos de cachorros.

Todos se acercaron al quiosco y observaron la gran cantidad de perritos dorados que había en un corral.

—¿Puedo tocarlos? —Hana le preguntó a una chica que llevaba una diadema con orejas de perro en la cabeza.

—Claro —ella le contestó con una enorme sonrisa.

Hana se acercó y tomó uno. Jongdae también se acercó y uno de ellos saltó hacia él. 

—Si quieren, pueden elegir uno ahora y llevarlo a casa al final de la fiesta —la chica con orejas de perro les dijo.

—¿De verdad? —Jongdae preguntó asombrado.

Minseok observó a los cachorros luciendo muy sorprendido, parecía que Cruela se había robado otros cien perros para hacerse un abrigo, solo que esta vez había escogido un atuendo dorado en lugar de manchas.

Jongdae estaba encantado, levantó al cachorro que había estado acariciando y este empezó a besarle el rostro. Los ojos de Jongdae, llenos de ilusión, se posaron sobre Minseok.

Carajo, Minseok no necesitaba uno de esos en casa, suficiente tenía ya con los niños y con Jongdae, como para sumar los desastres de un perro a las cosas que debía limpiar.

—Este me gusta y yo a él —Jongdae dijo intentando convencerlo.

Algo parecido al terror se apoderó del rostro de Minseok.

—No podemos llevarnos uno —replicó en un susurro.

—¿Por qué? —Jongdae preguntó un poco desilusionado.

—Porque no —Minseok respondió ceñudo—. ¿No tienes suficiente con tres hijos?

—Pero él necesita un hogar —Jongdae murmuró haciéndole cariñitos al animal, luego lo puso frente al rostro de Minseok.

Dios, Jongdae era tan adorable. Bueno, los dos.

La mirada de Minseok se suavizó. Kenji, a quien cargaba en sus brazos, estiró su mano hacia el cachorro y este empezó a lamerle los dedos, logrando que el niño soltara una ruidosa carcajada.

—Lo llamaré Felipe —Jongdae declaró.

—Dae —Minseok lo llamó—, es una niña.

Jongdae giró al animal para cerciorarse y sonrió.

—Entonces se llamará Felipa.

—Te dije que no podemos llevarla.

—Por favor, yo limpiaré su caja de arena —Jongdae insistió—. Mírala, ella necesita un hogar.

—Los perros no hacen en cajas de arena —Minseok señaló.

—Aprenderá —Jongdae aseguró.

Minseok observó como la cachorra llenaba de besos el rostro de su novio y pensó que esa era una de las cosas que más caracterizaban a Jongdae; la forma en la que permitía que sus emociones tomaran decisiones importantes en su vida, esa descabellada impulsividad que seguramente era la culpable de que hubiera terminado con tres hijos aún siendo tan joven. Esa pasión que le fascinaba.

—Tus ojos dicen que sí —Jongdae apuntó y, como si Minseok hubiera verbalizado un "sí", fue corriendo a dejarle sus datos a la encargada para que le apartaran a la nueva integrante de la familia.



Minseok tenía que aceptarlo, los papás del orejón sí sabían cómo dar fiestas. Había un tobogán inflable, una granja, una pequeña pista de carreras, una piscina de pelotas y al menos seis bares de dulces regados por el gigantesco jardín. Sí, era muy ostentosa, pero al menos todo el mundo parecía divertirse. El único problema era que había demasiado chocolate por todas partes y Jongdae estaba disfrutándolo más de la cuenta.


—¿Quieres uno? —Jongdae preguntó, acercándose para ofrecerle algo de un plato repleto de chucherías.

—¿Y los niños? —Minseok le preguntó, sin apartar la mirada de la piscina de pelotas por mucho tiempo, temía que las bolas de colores se tragaran a Kenji si se descuidaba por mucho tiempo.

Jongdae alzó un poco los hombros.

—Por ahí.

—¿No se suponía que los estabas cuidando?

—Sí, pero también tenía que cuidar que esos mocosos no me dejaran sin galletas rellenas, son unas pirañas.

Minseok negó y tomó un malvavisco recubierto de chocolate.

—Hana está en el inflable —Jongdae anunció, observando el tobogán—. Y el cumpleañero se llevó a Baekhyun.

Minseok miró a Jongdae con el ceño fruncido.

—¿A dónde?

—No sé, a jugar por ahí.

—¿Por qué lo dejas ir con ese vándalo?

—¿Queruias kue le dijerua kue nom? —Jongdae balbuceó con la boca llena de algún chocolate. Tragó y continuó—. Ese niño nos invitó a su fiestota.

—Eres como ese hombre, el señor Chan, que comprometió a su hijo con Junmyeon por dinero.

—Primero que nada, su apellido es Zhang —Jongdae lo corrigió, pronunciando cuidadosamente la palabra en mandarín—. Segundo, no estoy comprometiendo a Baekhyun, solo ofrezco su amistad como agradecimiento, además él parecía feliz.

—Eso dices tú, pero ¿qué tal si el orejón ese lo tiene amenazado?

—No creo que... ¡Kenji!

Minseok se giró de inmediato a la piscina para ver qué sucedía. Kenji estaba bien, pero había decidido liberarse del estúpido traje de marinero en que su niñero había decidido embutirlo y ya de paso del pañal, objeto que sostenía en sus manos con aires de victoria.

Minseok corrió a sacar al niño de la piscina no nudista, pero Kenji decidió correr. Rodeó toda la piscina persiguiéndolo, pero esta era demasiado grande como para alcanzarlo desde afuera y Ken demasiado listo como para mantenerse al centro, lejos de su alcance.

—Señor, el niño no puede estar desnudo dentro de la piscina.

Jongdae miró al chico encargado de la piscina y señaló a Minseok.

—Mi prometido está intentando sacarlo —anunció.

Ambos miraron a Minseok, que estaba muy lejos de alcanzar su objetivo.

—Voy a entrar —Jongdae anunció con resignación y le dio su plato lleno de comida—. Sostenme esto, por favor. No vayas a comerte nada.

—No, señor —el muchacho murmuró mientras Jongdae se quitaba los zapatos.

La piscina no era muy profunda, tal vez medio metro, pero las pelotas hacían muy difícil mantenerse de pie, razón por la que Jongdae tuvo que avanzar a gatas. Al notar que su padre se acercaba, Kenji echó a correr lo más rápido que pudo, pero no pudo escapar.

—Niño, ¿qué haces mostrando tu paquetito? —lo reprendió al atraparlo.

Le sacó el pañal de las manos y volvió a ponérselo mientras el pequeño diablillo reía sin una pizca de vergüenza. Después intentó ponerse de pie para salir de ahí, pero desafortunadamente acabó tropezando y cayendo sobre su trasero dentro de la piscina. Kenji no paraba de reír.

—¿Disfrutas el mal ajeno? —Jongdae preguntó mientras le lanzaba pelotas con suavidad.

—¡Busca su ropa! —Minseok le recordó desde afuera.

Jongdae miró alrededor, pero no se veía nada. Empezó a revolver las pelotas y pronto encontró la camisa, pero los pantalones no aparecían por ninguna parte. Revolvió un rato hasta que encontró otro pañal. Tan pronto como lo levantó lo dejó caer de nuevo porque estaba sucio, es decir, embarrado de caca con textura pastosa.

—¡Está sucio! —exclamó asqueado.

Ante su grito, las mamás empezaron a sacar a sus hijos de ahí. Jongdae también se apresuró a salir y a llevarse a Ken consigo, aunque aún no tuviera sus pantalones. Al sacarlo notó que también le hacía falta un calcetín. Por suerte, traían ropa de repuesto, porque no planeaba volver a meterse de nuevo a la piscina de mierda para recuperar sus prendas.



Chanyeol se sentía muy feliz, solo sabía contar hasta el siete sin equivocarse, así que su felicidad llegaba hasta el siete. Normalmente sus padres solían estar ocupados, incluso durante el fin de semana, pero ese día estaban ahí y habían hecho la fiesta más grande del mundo por su cumpleaños. Sus primos y sus compañeros también estaban ahí, así que los llamó a todos para que jugaran juntos.

Habían decidido jugar a las escondidas y en algún momento terminó corriendo en la misma dirección que Baekhyun, el más pequeño y callado de sus amigos.

Al notar que lo dejaba atrás, Chanyeol regresó en sus pasos y le tomó una mano para ayudarle a ir de prisa. Atravesaron los arbustos que dividían el jardín del estacionamiento y corrieron juntos hacia los autos. Antes de llegar a su escondite, Chanyeol tropezó con una piedra en su camino y cayó de rodillas al suelo, raspándose una de ellas.

Baekhyun lo miró con temor, especialmente cuando notó la sangre, pero fue valiente. Se escondieron entre dos autos y Chanyeol se sentó en el suelo para examinar su herida.

—No luele —Baekhyun dijo mientras le daba suaves palmaditas en su cabeza—. No luele.

Intentaba decirle que todo estaría bien.

Chanyeol asintió. Sacó un pañuelo de su camisa y se limpió la sangre sobre el raspón, mientras Baekhyun buscaba algo en la bolsa que había recibido al llegar y que cargaba sobre su muñeca. Sacó las pegatinas de perrito y, después de intentarlo por un minuto entero, logró despegar una. La puso sobre el raspón del cumpleañero, como si fuera una bandita, y este sonrió agradecido.



—¿Y si estas personas son secuestradores? —Minseok murmuró sosteniendo a Kenji en sus brazos.

Ahora llevaba puesta ropa menos pomposa y qué suerte porque estaba llenándola toda de comida.

—No te preocupes, solo deben estar jugando por ahí —Jongdae respondió en voz baja, aunque empezaba a ponerse ansioso por la ausencia de Baekhyun, hacía como veinte minutos que no lo veía y las teorías telenovelescas de Minseok empezaban a sonar muy posibles.

Por suerte, cuando hicieron el llamado para partir el pastel, Baekhyun apareció... de la mano de Chanyeol.

—Ahí está —Jongdae señaló aliviado.

—¿Y por qué lo trae de la mano? —Minseok gruñó—. Te dije que lo mantuvieras lejos de ese mocoso.

—Oye, pensándolo bien, si en el futuro ellos llegaran a ser algo, no me molestaría —Jongdae murmuró, ganándose una mirada asesina por parte de Minseok—. Solo digo, al menos nada va a faltarle.

—Le faltaría la dignidad si se le ocurre emparejarse con semejante adefesio, me rehúso a que mi niño salga con un delincuente.

Jongdae rio suavemente y dejó de preocuparse por ello mientras una nueva preocupación venía a su mente. ¿El pastel sería de chocolate?




Cuando la fiesta llegaba a su final, Hana y Baekhyun estaban sucios y muy despeinados, pero lucían de lo más felices. Kenji dormía y Jongdae se había comido dos porciones de pastel y de paso llevaba un par para más tarde.

Al salir reclamaron a Felipa, a quien le habían atado en el cuello un listón que contenía los datos de Jongdae.

Estaban a punto de marcharse cuando Minseok notó algo entre los arbustos.

—Espera un segundo.

—¿Qué sucede? —Jongdae preguntó mientras se abrochaba el cinturón.

Minseok no respondió y se perdió entre los arbustos que rodeaban el estacionamiento. Cuando volvió, un minuto después, se había quitado la chaqueta y la traía hecha una bola en las manos.

—¿Qué pasó?

—Nada —Minseok respondió poniéndose el cinturón con prisas—. Vámonos de aquí.

Jongdae obedeció y encendió el auto para salir del estacionamiento. Cuando estuvieron fuera de la residencia, le dio un vistazo a Minseok y notó que este reprimía una sonrisa.

—¿Qué hiciste? —le preguntó muy curioso.

Minseok deshizo el bulto de su chaqueta y Jongdae miró con ojos redondos al polizón.

—Adivina ¿quién se quedó sin su regalo de cumpleaños? —Minseok preguntó con una enorme y malvada sonrisa mientras acariciaba la tarjeta que colgaba del listón del perro.


"Feliz cumpleaños Chanyeol, con amor mamá y papá"



Gracias por leer!

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