Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

15. Cumpleaños (Parte I).


Estoy aquí.


Lucy bajó de inmediato, abrió la puerta y le regaló una cálida sonrisa al verlo en su porche.

Minseok la observó atentamente y su determinación empezó a flaquear.

Ella era su lugar seguro, con quien podía contar en las buenas y en las malas. Era una amante y una amiga. Aunque nunca estuvo realmente claro, por mucho tiempo tuvo el presentimiento de que era ella con quien un día iba a casarse, con quien compartiría su vida.

—Te amo —Minseok le dijo, y era cierto, pero ya no sabía qué clase de amor era.

—Yo también —Lucy aseguró estudiando su mirada—. ¿No vas a entrar?

Minseok negó y tomó una profunda respiración.

—¿Vienes a terminar conmigo? —ella preguntó con resignación.

Minseok la miró con temor. ¿Era tan evidente o ella lo conocía mejor de lo que pensaba?

Lucy se sentó en el último escalón y palmeó el espacio vacío. Minseok se sentó a su lado.

—¿Recuerdas aquella promesa que hicimos cuando empezamos a salir? —Lucy preguntó, buscando su mirada.

Minseok asintió. Habían prometido continuar siendo amigos ante todo.

—Lo lamento.

—¿El qué lamentas?

—Que las cosas no sean como antes.

—Sí, yo también —Lucy comentó abrazando sus rodillas—. Últimamente he estado preguntándome qué fue lo que nos alejó. Es tonto, pero en el fondo estuve sintiéndome un poco celosa de esos niños, de lo feliz que te hacían y ayer... me sentí un poco culpable. Los cuatro te necesitan mucho más que yo.

Minseok guardó silencio. ¿Por qué había dicho los cuatro?

—¿No me lo vas a decir? —Lucy alzó las cejas y lo miró.

—¿El qué? —Minseok preguntó sintiéndose nervioso.

—Vamos, Minseok. Somos amigos, te conozco, sé que hay algo entre tú y tu jefe.

Minseok negó asustado.

—Nosotros no...

¿No qué? No se habían besado, ¿esa era su excusa? ¿Y todo lo demás? ¿Los roces no contaban? ¿Y las caricias? ¿Y el coqueteo?

—¿Hasta dónde has llegado con él?

Minseok no respondió, realmente no lo sabía.

—¿Se han besado? —Lucy preguntó temerosa.

Minseok negó inmediatamente.

—Pero quieres hacerlo, ¿no? Por eso viniste a terminar conmigo, porque eres demasiado noble.

Lucy soltó un largo suspiro.

—Gracias, supongo —murmuró apartando su mirada.

—Perdóname.

—No tienes que disculparte, son cosas que pasan —Lucy murmuró limpiándose una mejilla.

Carajo, la había hecho llorar, cómo odiaba hacerla llorar.

—Lo siento, no quiero lastimarte —Minseok aseguró acercándose a ella para limpiarle las lágrimas, pero ella lo empujó suavemente.

—Nos fuimos alejando lentamente así que creo que fue una buena preparación. Además, tengo que confesarte algo.

Minseok la miró con curiosidad.

—Apliqué para una plaza como pasante y me aceptaron.

—¿En serio? —Minseok preguntó, sin ver el daño en ello. ¿Por qué no le había dicho antes?

Lucy asintió apretando los labios.

—Es una televisora importante, en Australia.

Oh.

—¿Por qué no me lo habías dicho?

—No estaba segura de que me aceptaran y cuando la carta de aceptación llegó... me sentí muy asustada —Lucy confesó.

—¿Por qué?

—Es que tendría que mudarme... fuera del país —Lucy murmuró—. No sabía cuánto tiempo me tomaría volver y no quería dejarte. Anoche estuve pensando... Tu jefe tiene razón; mi carrera podría darme muchas cosas, cosas que de verdad anhelo, pero ir por ellas me alejaría de ti y entonces comprendí que tú y yo, tal vez, no estamos destinados. Yo quiero viajar, conocer muchos lugares y volar, mientras que tu sueño es comprar una casa en este mismo vecindario, conseguir un buen empleo en esta misma ciudad... Somos tan distintos.

Minseok se restregó el rostro. Sus ojos picaban, se sentía incluso más culpable.

—Diablos, Lu. No puedes detenerte por mí, ni por nadie, piensa en ti y persigue tus sueños. Debiste habérmelo dicho, más te vale no haber rechazado...

—Aún no, la fecha límite para marcharme es en una semana.

Ambos guardaron silencio y poco a poco las emociones fueron apaciguándose.

—Entonces te vas a Australia —Minseok dijo de pronto, aunque decirlo en voz alta no lo hizo sonar más real.

—Sí —Lucy exclamó—. Estoy tan emocionada y aterrada, hay animales salvajes, se encuentran arañas y serpientes por todas partes.

Minseok rio entre dientes.

—Pero tú eres una chica intrépida y audaz, no hay serpiente en el mundo que pueda vencerte. Si se meten contigo seguro terminarán hechas botas o carteras.

Lucy rio y cuando las risas se desvanecieron su angustia se sintió un poco más liviana.

—¿Seguiremos siendo amigos? 

—Por supuesto —Lucy aseguró.

—Eres la mejor.

Guardaron silencio por un momento más. Minseok pensó que tal vez debía marcharse, antes de arrepentirse.

—¿Y? —Lucy preguntó atrapando la mirada de su ex—. ¿Vas a hablarme de Jongdae?

—No.

—Cuéntame, estoy muy curiosa por saber cómo sucedió.

—No ha sucedido nada...

Lucy lo miró acusadoramente.

—Dime, somos amigos, no voy a enojarme, solo tengo mucha curiosidad por saber cómo es que un hombre ha conquistado tu corazón.

Minseok exhaló.

—No lo sé, pasamos mucho tiempo juntos, especialmente desde que me pusieron el yeso. 

—¿Y...?

—Y se la pasa todo el tiempo diciéndome estupideces.

—¿Qué tipo de estupideces?

Minseok se sonrojó.

—Oh, ¿ha estado coqueteándote?

—Sí, de una forma muy tonta —Minseok murmuró y no pudo evitar sonreír.

—Bueno, si un hombre como él hubiera estado coqueteándome, tal vez yo también habría caído.

Minseok la miró con el ceño fruncido. 

—¿Qué? —Lucy alzó sus hombros—. Es guapo, además que sea un papá soltero tiene cierto encanto. ¿No notaste en la feria cómo las mujeres lo miraban? Si no te decides pronto podrían robártelo. 

Minseok pensó en ello, Jongdae no parecía interesado en nadie... pero seguro habían personas interesadas en él, especialmente en la oficina, en donde siempre vestía esos trajes que lo hacían ver tan atractivo. 

Carajo, tenía que dejar de armar películas en su cabeza. Se puso de pie y se despidió de Lucy, ambos sintiéndose muy extraños, pero antes de marcharse recordó algo.

—Oye, ¿puedo preguntarte algo? —Minseok le dio una mirada llena de curiosidad—. Eso que dijiste ayer sobre escribir un libro de poemas, ¿por qué nunca lo habías mencionado?

Lucy sonrió un poco avergonzada.

—Poemas... —murmuró mientras reía suavemente—. Jamás en mi vida he escrito algo que no sean reportes escolares, solo lo dije porque quería saber qué tan dispuesto estaba tu jefe a superarme.

—¿Qué?

—Ay, Minseok, yo no te lo voy a explicar. Ve con él y pregúntale de qué se tratará el suyo.




El miércoles Jongdae despertó muy temprano gracias a una de esas pesadillas que iban y venían.

Tomó su móvil de la mesita de noche y miró la hora, la fecha y el mensaje de Junmyeon. Suspiró y salió de la cama con cuidado de no despertar a sus hijos.

Lavó su cara para hacer desaparecer el rastro de las lágrimas y se miró en el espejo. Sus ojos estaban un poco hinchados. De pronto, esa pregunta que siempre rondaba su mente resonó con fuerza dentro de su cabeza.

¿Por qué no fuiste tú? se preguntó, mirándose a los ojos.

Quizá era un pensamiento egoísta y desesperado, pero si el destino de sus hijos era perder a uno de sus padres, ¿por qué no a él en lugar de ella? Ella habría sabido sobrellevar mejor las cosas.

Junto a ese pensamiento empezaron a arrastrarse otros más, igual de oscuros. En los últimos meses habían venido con menor frecuencia, pero ahí estaban y a Jongdae le preocupaba que se quedaran para siempre dentro de su cabeza.


—Buenos días.

Jongdae escuchó esa voz y se giró sorprendido. Minseok estaba en el pasillo, mirándolo con preocupación.

—Llegaste muy temprano hoy —Jongdae murmuró, ni siquiera lo había escuchado abrir la puerta.

Minseok alzó los hombros.

—Desperté temprano, así que pensé que sería bueno empezar el día temprano. ¿Te sientes bien?

Jongdae asintió sin mirarlo, le avergonzaba sentirse así. Tampoco quería que lo viera de esa forma, pero es que habían días en los que era imposible fingir. Y ese parecía ser uno de esos días de mierda.

—Bueno —Minseok murmuró descolgándose la mochila del hombro—, fe...

—¡Papi! ¡Es tu cumpleaños! —Hana exclamó saltando en medio de ellos en el pasillo.

Minseok exhaló y miró a Hana que corrió a su habitación, seguramente para traer el regalo que le había hecho a su padre.

—Feliz cumpleaños —Minseok murmuró en ese pequeño momento a solas y volvió a acomodarse la mochila en el hombro.

—Gracias —Jongdae murmuró de vuelta, con un pequeño asentimiento de su cabeza.

—¡Feliz cumpleaños! —Hana gritó, ondeando una hoja en donde había hecho un dibujo para su padre.

Jongdae levantó a su hija del suelo y dejó que esta le explicara su obra de arte llena de brillos y pegatinas.

—Haré café —Minseok anunció y se marchó a la cocina sin esperar respuesta, de todos modos nadie le prestaba atención.

Tal vez debió haber hecho un dibujo él también. Así posiblemente estaría en los brazos de su jefe él también.




—¿Qué quieres comer? —Jongdae preguntó abriendo el refrigerador.

Minseok arrugó el entrecejo y lo miró. El último par de días, su jefe había estado de lo más pegajoso. Lo abrazaba por detrás cada vez que tenía oportunidad, le regalaba caricias discretas o le decía cosas inapropiadas al oído. ¿Por qué ese día no? Minseok miró alrededor, pero Hana no estaba por ahí y los menores aún dormían.

—¿Te pasa algo? ¿Estás enojado conmigo?

Jongdae lo miró y negó, aunque no parecía sincero. Había algo extraño en él. Se veía, más que distante, perdido.

—¿Quieres hablar?

—No es nada —Jongdae insistió.

Y repentinamente tiró de Minseok y lo envolvió en un abrazo.

—Qué bien hueles —murmuró al percatarse del aroma a champú que se desprendía del cabello del niñero.

Minseok correspondió al abrazo con el único brazo que podía. Apoyó su mejilla contra el hombro de su jefe y disfrutó del calor de su cuerpo, de la fuerza de sus brazos y del palpitar de su corazón.

—¿Minseok se siente mal?

Ambos se separaron de inmediato cuando la niña preguntó.

—Me duele el brazo, pero ya estoy mejor —Minseok murmuró con las mejillas encendidas.

—Ven, necesitas té y medicinas —Hana anunció y tomó la mano de Minseok para arrastrarlo hasta su habitación.




—¿A dónde vas? —Minseok preguntó.

Casi era mediodía y Jongdae llevaba un traje puesto.

—Junmyeon me pidió que fuera a la oficina —Jongdae anunció intentando atarse la corbata.

—¿No puedes hacerlo desde aquí? —Minseok preguntó con el ceño fruncido—. Tus padres vendrán hoy.

—Lo sé, no te preocupes, solo serán un par de horas, volveré tan pronto como pueda.

Minseok asintió resignado, llevó sus manos a la corbata de Jongdae y se la ajustó correctamente.

—Gracias —Jongdae murmuró y le acarició una mejilla, preguntándose si estaba bien desear más de lo que ya obtenía de él. 

—Ten cuidado y vuelve pronto —Minseok murmuró, sintiéndose muy tentado a retenerlo a punta de besos. No quería que se fuera, aunque solo fuera un rato, quería que se quedara, quería sus caricias y sus abrazos, y, desde luego, todas las estupideces que tuviera que decirle.

—¿Tienes algo más que decir? —Jongdae le preguntó, notando la intensidad de su mirada.

—Más te vale volver pronto, o no te daré tu regalo —Minseok lo amenazó.

Jongdae casi sonrió y se inclinó para hablarle al oído.

—Si eres tú, estaré ansioso por quitarte la envoltura —susurró.

—Idiota —Minseok siseó con las mejillas rojas.



—¡SORPRESA!

Jongdae observó a la docena de empleados y la gran cantidad de globos que llenaban la oficina y sonrió avergonzado.

Junmyeon se acercó para abrazarlo antes que nadie.

—¿Por esto me hiciste venir? —Jongdae le preguntó en voz muy baja.

—Fue idea de las chicas —Junmyeon murmuró—. Yo les dije que seguro estabas feliz en casa con tus hijos y tu niñero, pero ellas insistieron.

Jongdae intentó poner su mejor cara y recibió con una sonrisa todos los abrazos que sus compañeros de trabajo le ofrecieron. El gesto lo conmovió, él llevaba trabajando como la mano derecha de Junmyeon desde el inicio de la compañía, pero nunca había pensado en lo apreciado que era en ese lugar.




—¿Le ayudo? —Minseok preguntó al ver a su suegra... perdón, a la señora Kim, cargada con varias bolsas y una caja de pastel.

—No te preocupes —ella dijo y se apresuró a llevar todo a la mesa—. Junmyeon me dijo que las secretarias habían organizado una fiesta para Jongdae. ¿Te dijo a qué hora volvería?

—No —Minseok respondió en un tono demasiado frío.

La señora Kim le dio una breve mirada. 

—Bueno, ya vendrá, hay que ponernos manos a la obra. Le voy a preparar un estofado de cordero, a él le encanta, siempre que hago en casa tengo que traerle un poco o se indigna. 

Minseok asintió, su mente tomó la información del cordero y la agregó en el archivo titulado "JD". Solo JD, nada de estúpidos corazones.

—¿Quieres que te enseñe a prepararlo?

—Sí, claro —Minseok accedió, pero más le valía al infeliz no estar de coqueto con las secretarias.

Maldición, ¿por qué se sentía tan inseguro?


Cuando por fin apareció, eran casi las seis de la tarde y la cena estaba casi lista. El señor Kim padre ya se encontraba ahí, acompañando a los niños en la sala, y su madre estaba en la cocina.

—¿En dónde está Minseok? —preguntó, después de haber saludado a su madre.

—Doblando ropa limpia en una de las habitaciones —ella anunció, dándole una mirada inquisidora a su hijo.

—¿Qué?

—¿Por qué no lo llevas a algún lugar después de cenar? 

Jongdae la miró sin comprender.

—Los dos deben estar cansados de hacer cosas siempre con los niños. ¿Por que no van a algún lugar? Tu papá y yo podemos quedarnos a cuidar a los niños un rato.

—Estoy un poco cansado y no creo que... pero voy a preguntarle a Minseok.


Jongdae dejó a su madre en la cocina y fue a buscar a su querido niñero.

—Hola —lo saludó al verlo trabajar sobre un cajón del armario.

—¿Cómo estuvo tu fiesta? —Minseok preguntó fingiendo desinterés.

—¿Cómo sabes que...? —Minseok no respondió y continuó organizando los calcetines de Baekhyun—. Estuvo bien.

Minseok asintió.

—Deberías ir a cambiarte para cenar.

Jongdae asintió.

—Mi mamá me dijo que saliéramos a alguna parte, se ofreció a cuidar a los niños. ¿Quieres?

—¿Vas a comportarte?

Jongdae asintió y esbozó una pequeña sonrisa.

—Seré un caballero.

—De acuerdo, si no estas muy cansado de celebrar, vamos.

Jongdae lo miró acusadoramente.

 —¿Estás enojado?

—No —Minseok respondió tajante e intentó salir de la habitación, pero Jongdae le cerró el paso. 

—¿Estás celoso? ¿Se te ocurre que podría tener alguna aventura con alguna de las chicas? ¿Crees que los tacones y las minifaldas despiertan mi deseo?

—Vete al diablo.

—¿Quieres saber qué me pone de verdad? —Jongdae le preguntó cerrando la puerta—. Lo que de verdad me enciende es imaginar todo lo que podría hacerle a tu linda boquita.

Minseok también lo imaginó. Un torrente de cochinadas que encendieron sus mejillas y otra cosa.

—¿Crees que por ser tu cumpleaños no puedo romperte el rostro, idiota?




—... cumpleaños feliz.

Jongdae mantuvo la mirada fija en el fuego de las velas y deseó, con todo su corazón que el relleno del pastel fuera de chocolate. Tenía muchos otros deseos, algunos confusos y poco lógicos, pero dudaba que se cumplieran solo porque el soplara la vela.

Por un segundo todo se oscureció. Minseok, sus padres y sus hijos aplaudieron. Qué instante tan alegre en medio de la oscuridad. Era extraño, pero así podía definir su vida desde que su esposa murió.

Alguien encendió las luces y lo primero que vio fueron los ojos de Minseok, quien cargaba a Kenji con su brazo bueno. Una de las cosas que Jongdae más lamentaba de toda la situación era que su hijo jamás hubiera podido conocer los brazos de su madre.

Intentó no pensar más en ello y hundió el cuchillo en el pastel. Qué bien, el relleno sí era de chocolate. En el trabajo le habían fallado con una torta de vainilla y frutas.

Mientras los niños más grandes jugaban con el abuelo, la señora Kim se acercó a su hijo y a Minseok que se turnaban para alimentar a Kenji con pequeños trozos de pastel.

—Entonces, ¿a qué hora se van a ir a hacer cosas de hombres? —preguntó.

—¿Cosas de hombres? —Minseok preguntó alzando una ceja.

—Ya sabes, ir a un bar, o a esos lugares en donde las mujeres bailan en el tubo.

—Señora Kim, creo que a su hijo no le gustan esos lugares de mala muerte —Minseok señaló.

—Seguro que donde bailan mujeres no, pero si son bailarines seguro que va contento. A ti también te gustan, ¿verdad?

Minseok se atragantó con el trozo de pastel que había estado a punto de tragar y Jongdae sonrió.

—Déjalo en paz, mamá.

—Sí le gustan —su mamá vocalizó, convencida de ello.




Gracias por leer!

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro