Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

XXVI

La huida de Cleissy

Cleissy miró distraída el grajo en su ventana, el ave picoteó unas cuantas migas de pan que dejó en la mañana y emprendió vuelo al cielo despejado. La cabeza apoyada en los doseles de la cama, la mirada vacía en el cielo.

Perdió la cuenta de los días que habían transcurrido. Lady abuela se marchó con su doncella y la abandonó en los fríos y desiertos muros del palacio. Cada día, tan pronto se despertaba, se preguntaba una y otra vez por qué lo hizo.

Entretanto, su esposo, el usurpador, la había dejado tranquila. Ella rezó todos los días a Los Antiguos para que se entretuviera con otras mujeres y no la recordara, y así permitirse estar encerrada en su dormitorio. Lady Nora la vigilaba todo el tiempo. Estaba segura de que informaba a lady Amira de cada uno de sus movimientos. «Debo actuar como ellos desean, sumisa, de esa manera no tendrán una excusa para castigarme».

Por las noches, observaba el cielo en busca de consuelo. No podía evitar pensar en Allen y sus enseñanzas; jugaba con las zarzas y las manipulaba. Algunas veces mató aves nocturnas, al inicio sintió lástima por ellos, pero después todo se fue. Un vacío le llenaba ahora el pecho a Cleissy.

Estaba sola.

Todos se habían ido.

Era ella contra Dorian. Una oveja contra un lobo.

Un día, a finales de mayo, se encontraba leyendo cuando escuchó un ruido peculiar. Cleissy se acercó a la ventana y buscó con la mirada. El sol se escondía por el horizonte y el cielo rojo vertía su luz apagada sobre los bosques. El cuerpo se estremeció en el momento que oyó el aullido, vino de alguna parte, triste y melancólico, como si cien cuchillas se clavaran en su corazón. Nevado la llamaba. No solo era su mascota o guía, también era su amigo.

Al día siguiente su doncella la despertó temprano.

—La reina madre desea tomar el desayuno con usted, mi reina.

—No me vuelvas a llamar de esa manera —espetó Cleissy desde la cama mientras escondía el nuevo cuaderno de dibujo—. Te lo prohíbo.

—Es... es su título, mi lady —dijo con voz queda la muchacha—. Es la esposa del rey.

—¡De un usurpador queras decir!

—Le recomiendo no referirse a nuestro rey de esa manera, es impropio. Lady Amira quiere hablar respecto a sus nuevas obligaciones.

Cleissy soltó un gruñido y lady Nora la guío a la salida del castillo.

Amira se hallaba sentada en la terraza. Sus sirvientes estaban a su lado al igual que la nueva guardia real formada por hombres kuryanos. Cleissy dio un vistazo atrás y echó una mirada de soslayó a Ser Estefan, quien se vio obligado a hincar la rodilla por Dorian.

—Toma asiento, querida —dijo una vez que ella estuvo lo suficiente cerca.

Cleissy obedeció y esperó paciente a que sirvieran una bebida caliente. Lady Nora arguadó a un lado.

—Nuevos cambios se asoman a nuestro futuro. Dorian regresó y tienes un deber que cumplir con él. Supongo que fuiste educada como es debido para saber el noble arte de concebir hijos. No tuvieron mucho tiempo después de la boda y ahora tendrán más que suficiente.

Cleissy intentó disimular lo agobiada que estaba.

—Lady abuela se encargó de enseñarme lo necesario —contestó.

La anciana mostró una sonrisa desdeñosa.

—Lady Evina, ¿eh? ¿Y qué te enseñó?

Ella apretó la taza en sus manos con fuerza y la miró a la cara. Le contó a su suegra la poca información que sabía.

—¿Todavía eres una doncella?

—No. Mi esposo me tomó en la misma noche de nuestra boda —mintió.

—Entre los sirvientes que esperaban afuera de las estancias de mi hijo durante esa noche, compartieron conmigo algunos rumores que me inquietaron.

—Los sirvientes siempre hablaran a espaldas de sus señores. Inventaran excusas o historias descabelladas solo para ganarse algunas monedas de oro. Descuidan su trabajo.

—Sí, es algo que no negaré. Es mejor cortarles las lenguas y de ese modo callar sus molestas voces, aunque otras se callan por si solas —le dio otro trago a su bebida—. Una de las cocineras al servicio de lady Freya se lanzó de la torre más alta. Creo que su nombre era Carla, no, Celia...

—Cecilia —corrigió Cleissy envuelta en el horror.

—Claro. Le servía como nodriza a sus hijos bastardos.

La noticia la tomó desprevenida. La cocinera tenía dos hijos que cuidar, ¿por qué lo haría? No obstante, algo más llamó su atención.

—Los hijos de mi hermano no eran bastardos.

—Te contaré una historia acerca de Evina Leeuween. Hubo un tiempo en que las Ciudades Costeras cayeron en la pobreza, su señorío peligraba. Si bien, con las ultimas monedas que le quedaban, decidieron construir el barco más hermoso de todos los tiempos e invitaron al rey Bernal para que fuera el primero en navegar en él y así ganarse su favor. Lo llamaron La Gloria del Rey. Fuimos recibidos por lord Campell y su mujer, para ese entonces tutores de Evina y sus hermanaos, ya que su padre se había ahogado en el mar y su madre cortado la garganta delante de sus hijos menores. Fue allí la conocí. Yo no sabía cuan hambrienta de poder estaba, al menos no en un principio.

La voz desdeñosa, aburrida y apática de lady Amira se volvió nostálgica y por un instante Cleissy pensó que había algo de cariño en el recuerdo. La anciana continuó relatando la historia:

—Era una muchacha risueña, hermosa y encantadora. Todo lo opuesto a mí. Aunque era más joven que yo, eso no impidió que fuéramos amigas. Mi padre solo tuvo hijas con mi madre, el rey nunca me nombró heredera de manera oficial; mas todos esperaban que ascendiera trono, no había hombre en la familia que lo impidiera. Evina me alentaba, y yo a ella en el amorío secreto que mantenía con un pescador. Incluso llegó a confesarme que él dormía en su lecho cada noche. Su amante era un simple plebeyo que no salvaría a su casa de la ruina. Ella era la hermana mayor; tenían que casarla pronto.

»Mi padre ya le había echado el ojo, lo cautivó por completo y con mi madre lejos, eso no le impediría hacer de las suyas. Una tarde busqué a Evina en la capilla del castillo, solía ir a rezar allá y ¿cuál fue mi sorpresa? Encontrar a mi amiga y mi padre fornicando sobre el altar.

»No marchamos a los pocos días y pensé que mi padre la olvidaría por completo como a sus otras amantes. Fue un error. Pronto su tío obtuvo un puesto en el concejo, sus hermanos fueron escuderos y coperos de la corona, a excepción del mayor, que se quedó a administrar el astillero. Evina y sus hermanas pasaron a ser damas de la corte.

»Gracias a mis doncellas descubrí que ella estaba en cinta y mi padre no se hizo esperar para recordarle al sumo sacerdote acerca de la cláusula matrimonial la cual decía que si esposa no podía darle un hijo, él podría divorciarse. Mi amada madre fue enviada a morir a una torre y yo tuve que quedarme a ver como esa usurpadora tomaba su lugar. Siempre supe que Vikram era de su amante y no de mi padre. Bernal tuvo treinta bastardas, todas mujeres. Que un niño naciera es algo inusual. Solo hay que ver el carácter de Ana para saber que él carecía de nuestro orgullo. Vikram no poseía la apariencia del rey o el pescadero, por tanto, nunca pude probar nada.

Lady Amira terminó su té y Cleissy no supo que decir. Aun así, se dijo que no podía confiar en lo que dijera la mujer frente a ella, podría ser una trampa o alguna clase de manipulación.

—Regresa al castillo. Dorian está muy ocupado por ahora, pronto te visitará.

Al alba pasos ruidosos se acercaban por el pasillo. Cleissy se sobresaltó y en un rápido movimiento fue por la daga que guardaba debajo de la almohada y la metió dentro de su manga. La puerta se abrió de par en par; Artrel y cuatro soldados más entraron al dormitorio.

—¿Qué significa esto? —preguntó—. ¿Con que derecho se atreven entrar aquí?

—Su majestad y toda la corte la espera en la sala del trono, «mi reina» —contestó Artrel con tranquilidad.

—¿Para qué?

—Pronto lo descubrirá.

«Esto no me agrada».

Obedeció sin rechistar. No preguntó nada más y se limitó a seguirlos sin ni siquiera vestirse. Todos los nobles murmuraban sin cesar una vez que ella entró. Los cadáveres colgados habían sido removidos, aunque la mancha de sangre que dejó el cuerpo decapitado de lord Norfolk persistía.

Por el rabillo del ojo vio la familia Alfotch. Freya lucía impecable, sin rastros de luto o de pena. Cleissy se enfureció tan solo ver su rostro ajeno a la tristeza. «Siempre fue una traidora». Dorian cuadró los hombros y se levantó del trono.

—Cada uno de ustedes conoce a lady Cleissy, mi esposa. Supuesto vástago del rey Vikram II, un bastardo que pasó como hijo legitimo gracias a los engaños de Evina Leeuween. El trono nunca le correspondió, ni a él ni al rey Callum. Sin embargo, mi tío escondía otras cosas a sus súbditos.

El salón se llenó otra vez de murmullos.

—A pesar de eso, algunos demostraron su lealtad hacia el verdadero rey y me confesaron una terrible verdad —Dorian la miró directamente. Las piernas de Cleissy flaquearon—. Capitán Soltvedt, ¿podría repetir ante toda la corte lo que me confesó?

Rudolf dio unos cuantos pasos hasta el frente. Su sonrisa arrogante y ufana.

—Disculpe, majestad, pienso que la mejor para hacer la declaración es mi esposa, lady Soldvelt, que pese a ser acusada de traidora por su tío, demostró su lealtad con el legítimo heredero. Acércate, querida.

La garganta se le cerró apenas vio a Aliona caminar hasta el frente. La muchacha miró por unos segundos a su marido, repleta de seguridad. Aliona se enderezó y comenzó hablar.

—La supuesta princesa me reveló hace unos días que no era hija del difunto rey, además de eso, me dijo que era una Hereje. Me hechizó en su lecho y luego de tomar mi cuerpo, me amenazó con entregarme a sus compañeros como una vez hicieron esos salvajes. Por eso permanecí callada hasta que no pude soportarlo —dijo. Su tono de voz estaba cargado de odio y repugnancia.

Gritos de horror, escandalizados y de asombro, llenaron sus oídos. Ella observó confundida a Aliona. La cabeza solo se hacía siguiente pregunta: «¿por qué?»

—Lady Freya también me platicó acerca del espíritu que poseyó a esta abominación en Caín —agregó Dorian, expresando su asco—. ¡Qué no les engañe su cara inocente! La maldad corre por su sangre. Este insulto no quedará así. Queridos súbditos, en estos momentos otra sucia Hereje aguarda en los calabozos. Hay que mostrarle al país lo que su antiguo y amado rey protegió durante años. Y que mejor forma que quemarlas en la hoguera.

La muchedumbre aplaudió con ganas y gritaron una y otra vez «larga vida al rey Dorian». El usurpador se regocijó entre los gritos de los nobles.

—¡Llévenla al calabozo! —ordenó en medio de los vítores.

Artrel sujetó del brazo a Cleissy. Ella pasó al lado de Ser Estefan, que estaba pálido de la impresión. Cleissy lo miró con ojos aguados y fue arrastrada fuera de la sala del trono. A continuación, fue lanzada a una celda fría y oscura, la cual olía a orina y heces.

Estaba atrapada, sin aliados y sentenciada a muerte. Se abrazó el cuerpo, que no paraba de temblar. Una rata corrió por encima de sus pies y dio un grito. Todo allí era muy oscuro.

—¿Princesa?

—¿Lady Ronnetta?

Cleissy se acercó a los barrotes con la esperanza de ver algo, pero fue inútil.

—¿Qué hace aquí? —preguntó con voz débil y herida.

—Dorian me envió aquí. Toda la corte sabe que soy una Ilyria.

—¿Qué? ¿Por qué Callum permitiría...?

—Callum está muerto. Fue asesinado en la guerra y mi esposo tomó el trono para él.

—¡Qué Los Antiguos nos amparen! ¿Dónde está lady Evina?

—Se fue y me dejó —contestó—. Al igual que todos.

—No es así, todavía continuó aquí —replicó la mujer—. Encontraremos una forma de salir. Te prometo.

Cleissy quería creer en sus palabras, tener una leve esperanza. Sin embargo, el corazón desolado, traicionado y marchito ya no lo hacía.

Esa misma noche, recostada en un catre sucio, soñó otra vez con Allen. En esta ocasión lo vio proximo de una parcela de matorrales, Dante a su lado y otro animal muy cerca de él. Se trataba de Nevado y lo guiaba alguna parte. Cleissy despertó y tuvo la incógnita de si en realidad podría ver a través de él.

Por la mañana un guardia la llevó fuera, hasta un rellenado que conducía a los pasillos del palacio. Aliona y el capitán esperaban ahí. El soldado colocó grilletes pesados en sus manos y salió por la puerta.

—¿Qué ocurre? ¿Ya es la hora de mi muerte? —preguntó, la barbilla alzada y una mirada fría.

—No estas acostumbrada a dormir en un lugar, donde el frío arropa cada noche. Así que pensé en traerte algo caliente.

Rudolf se apoyó en la pared en silencio. Aliona, por su parte, se mostraba una sonrisa casi amigable.

—¿¡Con que vergüenza vienes aquí luego de acusarme de ser una Hereje frente a todo el palacio!? —le quitó la bebida de las manos y la tiró en el suelo—. ¿Por qué lo hiciste? ¿Por él? —apretó los labios; estaba enojada.

—Hay cosas que no comprendes.

Cleissy rio con falsedad.

—Traicionaste a mi familia que te acogió en el castillo pese a las fechorías de tu padre.

—¡Callum Barlovento me envió a Sylvia como si fuera un pedazo de carne! Por eso estuvimos ahí, ¿no es así? Para que sirviera de sacrificio. Para asegurar tu vida. Sé toda la verdad. Rudolf me la ha dicho, no lo niegues.

Cleissy dedujo que el hombre logró socavarle la información a la mujer que se encontraba en el último tramo del calabozo.

—Ambas sufrimos. Pasamos hambre, frío... siempre estuve a tu lado. Te cuidé más que a mí misma, eso demostró el amor que te tengo. Supongo que no fue suficiente.

—El trono nunca le perteneció. Si lady Evina no se hubiera comportado como una ramera, lady Amira sería nuestra reina y mi familia seguiría con vida.

—No toleraré insultos hacia ellos.

Apretó los puños. La ira le sacudía el cuerpo. A pesar de sus errores, ellos cuidaron y amaron de Cleissy como una más.

—Vikram Barlovento me quitó todo y yo hice lo mismo

—No te reconozco. ¿A dónde fue mi amiga? Si Evyanna viera en lo que te convertiste...

—¿Eso crees? —Rudolf intervino la acalorada discusión. Se alejó de la pared con las cejas levantadas y una sonrisa divertida—. La reina Evyanna, que encantadora mujer. ¿Quién diría que se cayó del caballo en trágico accidente? O eso es lo que todo el mundo imagina.

—¿De qué hablas, miserable? —espetó Cleissy. Comenzaba a perder la paciencia.

Rudolf se alegró de la curiosidad de Cleissy, como si eso le brindara cierto placer a la situación. Aliona palideció.

—Supongo que confiabas de forma ciega en mi esposa —él colocó ambas manos en los hombros de Aliona—. Verás, desde que llegó al palacio, Aliona se convirtió en mis ojos y oídos, ¿quién sospecharía de una niña? Le ordené vigilarte, mas nunca dijo cosas de gran importancia acerca de ti hasta que decidiste fugarte con Meyer. Sí, ella misma me entregó la carta que decía que Callum iría a Malboria en busca de Ronnetta. La cosa no se dificultó tanto pues Evina me ordenó buscarte. Volvamos al tema principal, el día que la reina salió a cabalgar no fue por un simple deseo, mientras estaba sin la compañía de sus damas, ella logró convencerla de dar un paseo.

»Se escabulleron de la guardia real. El mozo de cuadra preparó el caballo, con la silla mal colocada por orden de mi querida esposa que logró sobornarlo. Evyanna corrió por el bosque hasta que cayó. El daño no fue tan grave como lo esperado, debía morir aquel día, teníamos hacer que Leokev se levantara en armas. Así que nuestra querida Aliona tomó una piedra, la reina continuaba tendida en la tierra, algo aturdida, y golpeó su espalda para hacerla añicos.

Cleissy entreabrió los labios, consternada y horrorizada. Los ojos grises se le aguaron y la garganta se le cerró de dolor. Tuve ganas de vomitar y se sintió enojada. Algo le sacudió el cuerpo. La fuerza de querer hacerle daño a Aliona.

Era una traidora. Una asesina. Cleissy retrocedió mientras las lágrimas empapaban sus mejillas.

—Todavía hay más —Rudolf soltó los hombros de Aliona y se paseó por el lugar—. Aliona usó su don sobre las letras y pretendió ser Evyanna; robó su sello y escribió cartas al rey Igor. Allí mostró la preocupación de la reina, lo que hizo que el viejo rey dudara de las intenciones de Callum. Del mismo modo le confesó que la muerte de su hija estuvo en manos de su esposo para casarse con la hermosa lady Alfotch.

—¿La guerra...? ¿La guerra fue planeada por ustedes?

—Por supuesto. Aliona hizo uso de sus dotes femeninas, logró meterse en las sábanas de Jasper Lowell y tomar las llaves de las arcas reales. Robamos el dinero y una vez que la corona se vio de manos atadas, lady Myrell le metió la idea a su hija de que convenciera a su marido de traer a Dorian de regreso junto a un ejército que peleara por su yerno con la esperanza que Dorian tendría el oro suficiente para forjar espada y armaduras. Lo demás es historia.

—¡Eres una traidora! —masculló Cleissy. No lo pensó dos veces y se abalanzó encima de Aliona. Pese tener las manos apresadas, le dio unos cuantos manotazos y tiró de su delicado cabello.

Aliona gritó de dolor y Cleissy disfrutó escucharla sufrir. La tiró al piso y empezó a darle una serie de golpes. Rudolf la hizo a un lado y le pegó una bofetada. El guardia que la sacó de la celda la llevó de vuelta al calabozo.

—¡Eres una traidora! ¡Una sucia traidora! —gritó—. Que tu vida este llena de desgracias y sufrimiento. Rezaré para que no vuelvas a sonreír.

Los días en la celda eran aburridos y lentos. Cleissy solo tenía como distracción jugar con el collar que le entregó lady Ronnetta; el único recuerdo que le quedaba de su otra identidad.

Las puertas se abrieron una mañana y Alvis y Konstantin ingresaron al calabozo. Cleissy pudo discernir el sereno rostro del soldado a través de la antorcha que llevaba en la mano. No la miró, solo continuó su camino hasta la celda de lady Ronnetta. Cleissy agudizó el oído.

—El capitán ordenó que Alvis la visitara antes de... ya sabe.

«Nuestra ejecución», pensó Cleissy.

—Le pedí a mi padre que te libere, madre. Le dije que todo fue una confusión de su entrometida esposa.

—Alvis, no me gusta que hables de ese modo —reprendió su madre.

—Perdón.

—Prométeme que te comportaras y no olvidaras las cosas que te enseñé. Eres una ilyria poseedora de la magia roja. Los Antiguos están contigo. Eres fuerte, inteligente y muy hermosa. Nunca olvides que te amo.

—Madre...

—Ahora ve a charlar un poco con lady Cleissy; está triste. Yo necesito charlar con el soldado Meyer a solas.

—Está bien —replicó la niña.

Alvis se acercó hasta los barrotes, por la tenue luz Cleissy vio su rostro triste e inquisitivo. Lady Ronnetta y Konstantin hablaron entre susurros apresurados, terminaron de conversar un rato más tarde y Konstantin se llevó a la niña a los barracones.

Aquella noche, luego de la cena, Konstantin regresó a las celdas acompañado de Ser Estefan. Él abrió la puerta y caminó hacia mí.

—¿Qué haces aquí? —preguntó, alarmada.

—Tranquila. No te haré daño —dijo Konstantin.

—Mi lady, por favor cálmese y escuche —agregó Ser Estefan.

—¿Cómo creer en él? ¡Asesinó al soldado más leal que el reino alguna vez pudo conocer! ¿Y tú, que haces con él? ¡Se supone que debes proteger a la familia real, no aliarte con el enemigo!

—Y es lo que hago —a continuación, se sacó de la capa el cuaderno que le hizo a Cleissy y se lo entregó.

—Tuve que hacerlo. Era la única forma de que el capitán confiara en mí. Juré lealtad hacia ellos por usted, para cuidarte y que no la lastimaran.

—Trazamos un plan de escape para usted —terció Ser Estefan—. Debemos actuar rápido antes de que nos descubran. El tiempo es nuestro mayor enemigo. No vamos a dejar que la asesinen.

Konstantin le dio una capucha y los tres echaron a caminar a la salida. Cleissy paró en seco. «Lady Ronnetta continua prisionera, podemos liberarla y así huir todos juntos».

—Lady Ronnetta continua en su celda.

—Debemos marcharnos, mi lady —dijo Ser Estefan.

—¡No me iré sin ella!

Cleissy le arrancó el manojo de llaves de los dedos y regresó sobre sus pasos. Konstantin vino detrás de ella, iluminando la senda con la antorcha. Al llegar a la celda vislumbró a la mujer echada en una esquina, sucia y pálida. Cleissy le zarandeó el cuerpo.

—Lady Ronnetta, debemos marcharnos.

La mujer miró con reproche a Konstantin.

—Te dije que te la llevaras de aquí.

—Es terca. Le dije que no se marcharía de aquí sin usted. Démonos prisa, Alvis espera en la cocina.

Konstantin se sacó la capa que llevaba y se la dio a la ilyria. Salieron de los calabozos con pasos apresurados. Los guardias en las puertas estaban noqueados.

Avanzaron con sigilo y rapidez por los pasillos desiertos. Esquivaron soldados kuryanos y se escondieron algunas veces. Al llegar a la cocina, Ser Estefan, quien encabezaba la fila, les indicó que esperaran afuera; salió con la niña y Alvis corrió a los brazos de su madre.

De ahí tomaron el camino a las catacumbas debajo del palacio, las cuales conducían a las profundidades del bosque gracias a sus corredores secretos. La oscuridad era espesa y los escalofriantes silbidos del viento rasgaron el aire. Entonces, el estrépito de pasos y alaridos furiosos llenaron los pasillos.

—¡Los soldados! —Cleissy miró con gravedad el pasillo—. ¡Vienen por nosotros! ¡Nos atraparán!

—¿Qué tan grande son las catacumbas? —preguntó lady Ronnetta.

—No lo sé —repuso—. Tal vez un kilómetro.

Lady Ronnetta observó con atención el pasillo; sus ojos brillaron y Cleissy comprendió la locura que pretendía hacer.

—Bajen y huyan.

—No la dejaremos atrás. Si los soldados la atrapan...

—Si me quedo atrás y los entretengo lo suficiente, podrán huir. Estarán a salvo.

—No puede hacer eso. Alvis la necesita.

—Sí si permanece aquí y descubren que es mi hija y no solo una simple bastarda, correrá un grave peligro. Lady Aliona no es alguien de confianza y dudo mucho que la cuide. Ella estará mejor contigo. Necesita a otra ilyria a su lado. Alvis te ayudará en lo que necesites, además, el soldado Mayer cuidará de ambas. Confió en ti.

»Me uniré a ustedes en un rato, hija —dijo lady Ronnetta en dirección a la niña, que se aferraba a la mano de Konstantin—. Pórtate bien y obedece a lady Cleissy ¿me lo prometes?

—Lo prometo.

—Bien, ahora vayan.

Clessy echó un vistazo al pasillo antes de sumergirse en una puerta, la mujer había desaparecido.

Las catacumbas estaban salpicadas por estatuas de antiguos reyes que portaban largas espadas y sus respectivas coronas, todas adosadas a la pared húmeda y frente a ellas yacía un polvoriento sarcófago. Cleisys reconoció algunas por el camino: Arium I, conocido como el joven, estaba al lado de su padre Aeron I; Damon I apodado el borracho o el flojo; a esas le siguieron las tumbas de Aeron III, el caballero magnifico y Aeron IV, el despiadado. Cleissy se fijó en la estatua que pertenecía a la reina Ariana Darkwood, era la única mujer allí, ella una vez escuchó que fue apodada La Gran Reina. La última tumba que logró divisar en medio de la oscuridad fue la de Leoran III, el rey más odiado de todos los Darkhiranos; fue coronado a temprana edad al igual que tuvo a sus hijos a corta edad, aunque el rey no gustaba de la esposa que tenía, de modo que huyó del reino, con un botín de monedas de oro, en medio de una guerra para ir tras una Ilyria, abandonando así a su pueblo, deberes y familia.

Les costó una hora de viaje llegar a la salida. Una vez fuera de la oscuridad, se encontraron a sí mismo en un claro bañado por la luz de las estrellas. Caminaron por horas hasta que le dolieron los pies, finalmente Cleissy no pudo soportarlo más y tuvieron que acampar.

Alvis despertó en medio de la noche.

—¿Qué va ser de mi madre? No podrá alcanzarnos.

—Tal vez le cueste un tiempo, pero lo hará —mintió Cleissy; tuvo la impresión de que decirle la verdad sería muy doloroso. Alvis tenía la misma edad que tuvo ella cuando perdió a su madre—. No pierdas la fe. Yo te cuidaré por ahora —«y para siempre».

Despertaron a la hora del alba y emprendieron marcha hacia unas lomas cercanas. El sol le calentaba las espaldas y el calor del inminente verano le cansaba los cuerpos. Ser Estefan tuvo que dejar atrás la armadura y quedar con un simple jubón y bombachos mientras arrastraba la espada. Konstantin descubrió un arroyo escondido donde pudieron refrescarse las caras y los pies. Un instante más tarde los ladridos de los perros y el ruido de cascos los alertó.

—¡Corran! —gritó.

Cleissy tomó la mano de Alvis y echó andar con ella detrás. Los perros de caza se aproximaban. El aliento pesaba y las entrañas se le encogieron de pavor. «Si nos atrapan, será nuestro fin».

Ella intentó crear un muro de zarzas, mas los caballos y sus jinetes eran demasiados y detenerse en el bosque solo lograría rodearla. Casi los alcanzaban apenas oyó el aullido de Nevado. El zorro saltó desde una pequeña llanura, movió las nueve colas y sus ojos inyectados de ese rojo tan vivaz como la sangre hablaron a Cleissy a través de su mirada.

Quería que lo siguieran.

—¡Vamos! —gritó ella en medio del jaleo.

Nevado corrió por los pastizales al tiempo que el grupo lo seguía a duras penas. Ser Estefan apenas y podía sostener la espada y la cama. Dejaron atrás los árboles y un campo abierto de hierba alta les dio la bienvenida. Los persecutores arremetieron con furia. Cleissy quedó paralizada tan pronto vio a Cernunnos salir de una línea de follaje verde que se encontraba más allá.

Una manada de serpientes, osos y toros corrieron a gran velocidad; encestaron y descuartizaron todo aquel en su camino. Los árboles se agitaron y el viento sopló al tiempo que los mismos arboles cobraban vida y sus grandes ramas se convirtieron en brazos que lanzaban rocas.

La manada de animales se disipó luego de acabar con la brigada de hombres kuryanos. Nevado lamió la mano de Cleissy y ella acarició su cabeza. Sin darse cuenta, con su mano libre tocó el collar ilyrio; la llave que la llevaría a sus verdaderos padres, a la verdad.

Cernunnos dio la vuelta y regresó al bosque. Konstantin, Alvis, Ser Estefan, Nevado y Cleissy siguieron el mismo camino; rumbo a un futuro incierto.

Continuará.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro