XI
El peso de la corona
Los siguientes momentos fueron marcados por la desesperación, la ansiedad y el desconcierto. La guardia real, bajo las órdenes del capitán, resguardaron el palacio. Las puertas de La Esperanza se cerraron, y nadie en la capital podía entrar o salir de la periferia. Los nobles murmuraban en los corredores, la servidumbre agudizaba los oídos en las conversaciones de sus señores, el ambiente de fiesta se fue apagando a medida que el tiempo transcurría.
Callum dobló el número de guardias en el castillo, temía que los espías de Igor se infiltraran en el palacio y lastimaran a su familia, de modo que se veían parejas de soldados de aquí y allá.
Después del aparatoso acontecimiento, Callum llevó a Freya hasta sus estancias, donde la colocó con suavidad sobre la cama. La pobre mujer se desmayó debido a la desafortunada impresión que le causó la cabeza cercenada. Su vestido blanco ahora se encontraba de un leve tono rosado oscuro gracias al vino derramado y la sangre salpicada. Callum no tardó en enviarla por el Sanador real.
—¡Freya! ¡Freya!
Él alcanzó a oír la voz desesperada de la lady Alfoch, la cual se intensificaba a la vez que se acercaba al dormitorio del rey. Callum echó un vistazo a su esposa; pese a estar inconsciente, su semblante se encontraba turbado. Decidió que una figura más cercana a Freya quizás le ayudase a relajarse, así que caminó a las puertas dobles y las abrió. Lord Alfotch sujetaba el brazo de su mujer mientras le hablaba entre diente en un tono de reproche; al instante se percataron de su presencia y bajaron la cabeza.
—Freya todavía está inconsciente, pero de seguro se sentirá más cómoda si su madre se encuentra a su lado cuando despierte —dijo.
A Myrell le brilló la mirada, hizo un movimiento con la cabeza y entró enseguida al dormitorio. Callum se acercó a su suegro.
—Lady Evina y lady Decker lograron calmar a los nobles y los enviaron devueltas a sus aposentos. La princesa se encuentra con ellas en la recámara de su abuela —dijo el lord.
El capitán Rudolf apareció en el otro extremo del corredor. A Callum se le calentó la cara por el enojo y dio grandes zancadas al tiempo que su mandíbula se tensaba.
—¿Qué ocurrió, Rudolf? ¿Cómo es que lograron entrar al castillo sin que fueran vistos?
—He hecho todo lo que está a mi alcance, mi rey. Interrogué a los perpetradores, pero se han negado hablar. Tenemos sospechas de que alguien dentro del castillo los ayudó a entrar.
—El capitán tiene razón, majestad —opinó lord Alfotch—. La guardia real se encargó de custodiar las puertas y sus invitados.
—¡Hay traidores en mi castillo y ni siquiera lo sabías! —espetó Callum.
—Le puedo asegurar, mi rey, que mis hombres vigilan sin descanso el palacio como el bosque. Si hay algún traidor aquí lo pagará con su vida. Sin embargo, majestad, no quiero sembrar la mala semilla, más tengo una ligera sospecha de que quienes infiltraron a sus enemigos.
—¿Quién? —exigió saber Callum.
Rudolf lo miró directo a los ojos.
—Tal vez vinieron en el barco del rey Baltasar. Supe que tuvieron una pequeña avería por el camino y que se detuvieron en un puerto de Leokev. También tengo entendido que una notable cantidad de doncellas y criados están a sus servicios y, según recuerdo, la reina madre Elynor no terminó en buenos términos con su padre, tal vez...
—¿Estás acusando a mi familia de conspiración?
—Los traidores vienen de cualquier sitio, majestad. Olkesland está al oeste de Leokev y no le resultaría difícil mantener reuniones secretas. Y lo cierto es que la reina madre todavía siente un profundo odio hacia su padre; ver su legado terminado sería una de sus mayores satisfacciones.
—Con usted fuera del trono —empezó a decir lord Alfotch— solo quedaría su hermana y la reina madre no desaprovecharía la situación y manipularía a la muchacha para se deshiciera de lady Evina y así los York tomarían el control de Darkhir.
Callum tuvo un profundo sentimiento de miedo y se quedó en silencio. Al poco rato llegó el Sanador. El rey esperó afuera, en compañía del capitán y su suegro. Pronto el guardia que vigilaba la puerta avisó al rey que el Sanador requería de su presencia. Él no tardó en acudir al llamado con las piernas flojas, tenía el ligero presentimiento de que algo le ocurrió a su esposa.
Al pasar por el umbral, vio a Freya despierta. Continuaba pálida y, con ayuda de su madre, se había quedado con sus prendas interiores. Myrell dejó espacio para que Callum se acercara a su hija.
—¿Cómo está? —preguntó mientras buscaba la mano de Freya.
—El susto fue lo que causó que lady Freya perdiera la conciencia por tanto rato. Continúa débil gracias a que sufrió un colapso, pero pese a su estado, su cuerpo pudo sobrellevar el impacto —informó mientras guardaba en una especie de baúl pequeños sus instrumentos médicos.
Callum arrugó la frente.
—¿A qué se refiere con su estado? —por el rabillo vio que Myrell miraba con semblante serio al Sanador.
—Su esposa está en cinta, majestad.
Callum no sentía el cuerpo debido a la felicidad que le embargó la noticia. ¡Un hijo! ¡Un heredero! Su linaje no estaba perdido y él había cumplido con su deber como rey.
—Estoy embarazada —dijo en voz baja Freya, al tiempo que sus ojos centellaban como los de Callum.
—Así es, mi reina —repitió el Sanador.
Freya todavía no era reina, pero escuchar el título en la voz del hombre fue algo que encendió la soberbia en sus ojos. Sin embargo, dentro de las estancias del rey, había una persona que no estaba del todo feliz con la noticia de la llegada del nuevo miembro de la familia real. Myrell mantuvo un gesto pétreo, apenas Freya la llamó, la mujer pareció reaccionar y estiró los labios delgados en una sonrisa.
—Es una grata noticia. No cabe duda de que el reino se regocijara —dijo sin mucho entusiasmo.
A Callum no le agradó nada su tono de voz indiferente. Lady Alfotch no tardó en partir de las estancias del rey, al igual que el Sanador, y Callum y Freya quedaron a solas.
—Le prometo que le daré un príncipe, mi rey.
—Es lo que todos esperan y sé que no me fallarás. Esperaremos hasta unos días para dar a conocer tu estado.
Freya asintió con la cabeza. Su mirada se trasladó a la butaca donde el vestido de novia descansaba.
—Tengo miedo, Callum. La noticia de mi embarazo llegará a los oídos del rey Igor y querrá tomar la vida de nuestro pequeño príncipe también.
—Primero tendrá que pasar por mi cuerpo y si intenta hacerlo, lo mataré. Nadie tocara una hebra de tu cabello o la de nuestro hijo —y le tocó con cariño el vientre—. Cualquiera que intente hacerles daño recibirá mi ira.
—¿Y si se tratase de su hermana? —inquirió—. ¿Se atrevería?
—Cleissy nunca le haría daño a un hijo mío. Los amaría al igual que yo a sus hijos.
—Posee un gran corazón, mi rey; pero le recuerdo que el mismo amor que siente por su hermana, lo sintió lady Decker por el difunto rey y eso no le impidió ser desagradable con la princesa.
Callum se rascó la barba.
—Cleissy no es como mi tía —terció Callum para tranquilizarla—. Además, lady Decker permitió ser influenciada por rumores que no tenían pruebas para ser respaldados.
—Majestad...
—No soy ciego, Freya. Escuchó lo que los sirvientes y mis nobles murmuran acerca de Cleissy, más la naturaleza trabaja en formas que desconocemos. Ella es mi hermana, una princesa de mi casa.
Con tantas sorpresas y disgustos, la noche, fría y tormentosa, llegó más rápido de lo que Callum esperaba. El rey tuvo que pedir al criado que alimentase más de lo debido las llamas de la chimenea, de modo que ahora el dormitorio se encontraba bien iluminado bajo una luz naranja. Freya permanecería ahí por unos días hasta que recobrara su salud.
Callum soñó con Lavana, el oráculo que se presentó en el castillo. En el sueño le entregaba un huevo enorme y verde como el pasto. Él se negaba a conservarlo, pero la mujer le replicaba que debía cuidar de la criatura que estaba dentro.
«Eres el elegido. El rey que quebrará las cadenas del yugo. El rey de reyes y señor de señores. La gente te amará y seguirá».
Tan pronto sus ojos se abrieron, vio el sol de la mañana, cosa que Callum agradecía. La cabeza la dolía y tenía un extraño presentimiento en el pecho. La voz de Lavana era ronca y profunda, aún podía oírla y eso hizo que se le erizara el vello de los brazos. Él y Freya desayunaron a solas, así que enseguida que terminó su planto, se dirigió al concejo.
A medida que avanzaba, recordaba las vividas memorias: en las puntas de sus dedos y a lo largo de sus palmas tenía la impresión de haber tocado las escamas calientes del huevo. Callum deseaba olvidarlo, pero no pensaba en otra cosa. Sin embargo, todo se desvaneció tan rápido vio a Cleissy en un balcón del ala este, con una mano entrelazada a la de su doncella, que parecía la una muestra de cariño intimo.
El rey experimentó una sensación desagradable ante aquello. Enseguida carraspeó y lady Aliona soltó rápidamente la mano de Cleissy, acción que la desconcertó.
—Majestad —dijo lady Aliona.
Cleissy se dio la vuelta y dio una reverencia.
—Déjanos a solas.
Lady Aliona se marchó y Callum se acercó al balcón.
—Discúlpame por no ir a verte, Freya no se encontraba bien —Callum estudió su rostro, Cleissy se mantenía indiferente—. ¿Lady Aliona cumple con su trabajo?
—Lo hace.
—Noto que le tienes mucho afecto.
—Ha estado a mi lado por mucho tiempo, es normal.
—No quiero que te confundas. Quizás un poco de compañía masculina te vendría bien.
—Lady Aliona es una gran compañía.
—Hay ciertas cosas que son consideradas aberrantes en nuestras costumbres y pienso que tal vez lady Aliona nuble tu juicio.
—Mi dama es perfecta para mí y no pienso discutirlo, majestad —Cleissy observó el pasillo, la dama aguardaba por ella un poco alejada de ellos—. Tengo que irme, mi tía Jhoan me invitó a tomar el té.
Cleissy giró sobre sus talones y se encaminó hacia la otra muchacha. Callum las vio perderse por una de las escaleras.
Al llegar al salón del concejo real, seis rostros lo recibieron con respeto. Callum ocupó su lugar en la cabecera de la larga mesa, de inmediato la asamblea dio comienzo y cada uno de los hombres fue hablando mientras decían noticias no tan importantes y otras de suma importancia, como la que comentó el capitán una vez que fue su turno.
—Los prisioneros escaparon durante la noche. Apenas fui notificado, envié a los perros de caza y mis mejores jinetes; encontraron sus cadáveres cerca de la orilla del río que desemboca de la montaña al suroeste de aquí.
—Estaban débiles por la tortura; ¿cómo lograron escapar? —demandó saber el rey.
—El guardia encargado de custodiarlo estaba muerto. Le cortaron la garganta de lado a lado —replicó Rudolf—. Me temo que mis sospechas eran ciertas; alguien dentro del castillo ayudó a los traidores.
—Pero, ¿quién? —inquirió lord Grey.
El capitán volvió la mirada al rey, como diciéndole a través de sus ojos la respuesta. Callum se encontraba en una situación delicada, sin saber en quién acudir o confiar. En su cabeza, todo el que estuviera a su alrededor era un perro hambriento y él un pedazo de carne que estaban dispuestos a sacrificar. De pronto quiso que la familia de su madre se marchase de vuelta a su país. Eran sus parientes, pero Rudolf tenía razón; podrían suponer una amenaza dada al latente resentimiento.
Todos aguardaron silencio hasta que lord Alfotch decidió romperlo.
—También recibimos noticia del comandante Norfolk, majestad. Descubrió un campamento Hereje en medio de un valle próximo al bosque que rodean Malboria. Para su mala suerte, ya se habían marchado, pero dice que han dejado un pequeño rastro que solo él pudo ver; parece que van al sur.
—Son buenas noticias, mi rey —opinó Ivan Moore.
—Yo no me alegraría tanto, mi lord —terció su suegro—. Pueden que quieran despistar a James Norfolk y decidir atacar cuando se haya alejado lo suficiente de la capital. Posee un gran número de hombres.
—Gran parte de los hombres de Norlfok ahora están bajo las órdenes de Ser Draven. Puedo ordenarle que permanezca en Malboria hasta el regreso de su padre —comentó el capitán.
Callum asintió. Malboria solo estaba a una semana de La Esperanza, en caso de que la guardia real no fuera suficiente para contener un ataque sorpresa, los soldados podrían acudir más rápido que cualquier otro ejército de sus lores.
—Envía a tu jinete más rápido.
—Artrel Dabrowskis es adecuado para la tarea, mi rey.
Entonces Callum miró a lord Lowell, el tesorero.
—Hace poco me informaste de que los señores feudales cobraron una notable cantidad de impuesto, de modo que, las arcas reales crecieron en estas últimas semanas.
—Así es, majestad —respondió el hombre, que se veía algo tembloroso y agitado—. Yo mismo hice las cuentas.
—Use el dinero para comprar vino y comida, espadas y escudos, pronto dispensaremos de ellos, así como buenos caballos y acero para armaduras. Cuente cada moneda y notifíqueme el gasto. El rey Igor nos atacará en cualquier momento y necesitamos reforzar nuestras fronteras.
—Como ordene, majestad. Después de que todo esté listo, yo mismo acudiré a usted.
La sesión del concejo real se dio por concluida y Lord lowell fue el primero en marcharse de manera apresurada. Lord Alfotch miró con diversión cómo el tesorero se iba; algo oscuro surcó los ojos de su suegro.
Para la tarde, la reina madre Elynor solicitó hablar con él al igual que el rey Baltasar en la sala del trono.
Los días se tornaban cada vez más helados con la venida del invierno. Mientras avanzaba por el pasillo acompañado de su guardia real, vio los árboles desnudos y el cielo azul que se teñía de naranja. Afuera el sol se ocultaba tras las montañas puntiagudas y unas delgadas nubes se agrupaban cerca de la cima. Encontró a lady Abuela y Callum White, quienes lo esperaban a un lado de las puertas dobles que conducían a la sala del trono.
La anciana miró la entrada de color blanco con inquietud.
—¿Qué hacen aquí? —inquirió Callum.
—Escuché que el rey y su madre solicitaron una audiencia contigo —replicó lady abuela.
—¿Cómo...?
—No hay algo que suceda en este palacio sin que yo lo sepa, mi león. ¿Qué piensas que quieren?
—No lo sé con certeza —dijo—, pero creo que tiene que ver con Cleissy.
—Con todo lo ocurrido, el rey Baltasar querrá mostrarle su apoyo al igual que la reina madre y lo harán por medio de una alianza; le ofrecerán hombres en caso de una guerra y a cambio pedirán a la princesa —dijo Callum White con severidad—. Ya lo intentaron algo similar hace cinco años.
—Cleissy debe permanecer aquí —sopesó lady abuela—, es lo que tu padre hubiera querido sin importar qué. Además, no sabemos si comprenderán la naturaleza de tu hermana. ¡Podrían matarla!
—El rey Igor nos declaró la guerra, quizás...
—Tu abuelo enfrentó rebeliones con menos hombres de los cuales posees a tu servicio y salió victorioso. Tú también harás lo mismo.
—Igor, está débil y tú eres fuerte. La muerte de la reina Evyanna lo ha enloquecido, solo es cuestión de tiempo para que su pueblo y vasallos lo entiendan. El príncipe Francisco todavía es demasiado joven y carece de experiencia en la guerra, su madre querrá firmar la paz —agregó Callum White.
—Creo que quieren derrocarme y vengarse del legado de mi padre poniendo a Cleissy como reina.
Lady abuela y Callum White lo observaron sorprendidos y confundidos. Callum le contó acerca de sus dudas.
—No sé si tus conjeturas sean acertadas, Callum; pero debes ser precavido. Hace muchos años comprendí que la sangre puede traicionarte de las formas más viles por el poder y el odio. No todo aquel que dice ser leal a ti lo es —dijo la anciana mientras lo observaba con fijeza.
Finalmente, Callum entró a la sala del trono en compañía de Callum White por pedido del rey, cosa que disgustó a lady Elynor.
—Es un gusto volverte a ver, sobrino —empezó a decir el rey Baltasar—. Mi madre y yo esperamos que tu esposa no haya sufrido de alguna contusión grave. Escuché que fue traslada a los aposentos de la reina.
—Así es —confirmó Callum—. Su salud continúa delicada, pero confío en que nuestros Sanadores cuidarán bien de ella.
El rey creyó que no era necesario comentar la noticia de su heredero, después de todo, las personas frente a él podrían ser las causantes de su caída.
—Esas son buenas noticias en tiempos tan desafortunados, querido nieto. Mi hijo y yo conversamos acerca de lo sucedido y tememos que la guerra pueda ser desastrosa para tu reino.
—Es por esa razón que encontramos una solución que resultará muy beneficiosa para ti —continuó el rey Baltasar—. Bastián es un muchacho precioso y con una enorme fortuna, creemos que sería un marido adecuado para la princesa. Dicha unión fortalecerá nuestras relaciones.
—Es su sobrino, ¿por qué una alianza y no ayudarlo solo porque es su sangre? —preguntó Callum White con seriedad.
—Esto no te concierne, bastardo —espetó lady Elynor—. No tienes ningún derecho de dirigirte a un rey de tal forma.
—Descuida, madre. No me siento ofendido —dijo el rey Baltasar y le dirigió una mirada gélida a Callum White—. Tal vez no estés familiarizado con cómo funciona la nobleza, pero las alianzas no solo sirven para obtener poder, sino también sirve para mantener la paz en nuestros países. La princesa es hija de mi hermana, y Elysa fue una mujer muy querida en Olkesland, Cleissy será bien recibida y tratada por el pueblo. El rey Callum tendrá más fuerza y Elysa podrá descansar en paz tras cumplir su deseo.
—Y mi querido hermano no tendrá descanso tras su hija ser llevada de su tierra —replicó Callum White.
—Cleissy es una princesa y las mujeres de su estatus deben servir al reino. Un matrimonio político es la forma en que sirve a su hermano —Elynor tenía la cara roja a causa de la furia—. El rey Vikram a poco le importaba lo que le pasara a mi nieta. Mi hija temía lo que su marido hiciera con ella si no lograba sobrevivir al difícil parto que tuvo, me suplicó a través de sus cartas que trajera a Olkesland a Cleissy, pero tú, bastardo, hiciste que cambiara de opinión.
—¡Solo le hice entender a mi rey que, pese a las dificultades, amaba a esa niña! Y esa es la verdad que tanto le cuesta aceptar: Vikram amó a su hija como a cualquiera de sus hijos.
—¡Basta!
El rey Baltasar alzó la mano para detener a su madre.
—Leokev se encuentra en medio de Darkhir y Olkesland, si atacamos desde el este y el oeste, se verán acorralados y no tendrá de otra que rendirse. Lo único que te pedimos es que dejes a la princesa partir con nosotros.
El plan resultó tentador, pues con dicha estrategia sería más rápido eliminar a las tropas del rey Igor. Sin embargo...
«Habrá rumores y algunos te cuestionarán, pero debes mantenerte firme, por mí, por tu madre y por ella. Cleissy solo te tendrá a ti y confío que no me fallarás, hijo mío. Es mía, mi única hija, tienes que cuidarla».
—Soy Callum de la casa Barlovento, hijo de Vikram II y nieto de Bernal I. Por mis venas corre la sangre de Aeron Barlovento, aquel que las leyendas llaman asesino de dragones. No soy un hombre ordinario. Soy el rey de una tierra prospera, que ha resistido tempestades. Igor no es nadie comparado conmigo. Esto les digo, honro la memoria de mi padre y que mi hermana no es una moneda de cambio a la cual puedan llevarse. Ganaré esta guerra y cualquiera que venga en el futuro. Soy un guerrero y como guerrero lo único que necesito es mi espada para derrotar a mis enemigos.
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