III
Sangre derramada
Los siguientes días Cleissy deambuló por la mansión sin mucho que hacer. Su tía Ana preparó un banquete por la llegada de sus sobrinos. La idea no le emocionó del todo, Cleissy todavía lloraba durante las noches la muerte de Evyanna para ir a festejar. Al parecer la viuda Decker pretendía que Callum no pensara más en ella. Por otro lado, Cleissy estaba enojada con él, no solo por expulsar a Aliona de la mesa sino también de que se la pasara pegado a Freya; lo consideraba un insulto a la memoria de su esposa.
Por la tarde escuchó como algunos sirvientes murmuraban entre risas sobre ellos. Cleissy se enojó y les reprendió.
—No se enoje, mi lady —Aliona miró el pasillo donde los sirvientes salieron despabilados—. La servidumbre chismorrea acerca de sus señores, es su forma de entretenerse.
—Tú no lo haces —dijo.
Ella no contestó, se alisó la falda y regresaron al dormitorio. Tras cerrar la puerta Cleissy estalló.
—¡No es normal! ¿De qué tanto se ríen?
—Bueno... —Aliona movió los ojos, nerviosa.
—¿Sabes algo acerca de esos chismes? —inquirió.
Ella pareció dudar.
—Te ordeno que me digas.
—Las criadas dicen que cada noche Freya visita el dormitorio de su majestad y los soldados en su puerta la dejan pasar.
—¿Cómo lo saben?
—Una de las criadas se ha liado con uno de los soldados.
Tiró un cojín al piso de madera, furiosa. Su cuerpo se sacudió con fuerza. El enojo de Cleissy le subió por la garganta y soltó un grito de frustración. Nada la detuvo: agarró las almohadas y las lanzó, derribó los muebles y estampó uno de los jarrones contra la ventana.
—¡Princesa, cálmese, por favor! ¡Ayuda! —gritó Aliona.
La doncella se llevó las manos al pecho, asustada por el arranque de ira de la princesa. La puerta se abrió de golpe y tía Ana entró al dormitorio.
—¿Qué sucede aquí? —preguntó al examinar el desorden.
Cleissy bajó la cabeza. Las manos le temblaban. Se mordió el labio inferior.
—¡Hice una pregunta! —exigió saber.
—Encontramos la habitación desordenada —se apresuró a mentir a Aliona—. Parece que alguien robó algo, porque una de las pulseras de la princesa desapreció.
—¿Es eso cierto, Cleissy? —inquirió la mujer.
Cleissy se sorbió la nariz y asintió con la cabeza.
—Me la regaló mi madre —continuó la mentira la muchacha.
—Entiendo —lady Decker la examinó con cuidado—. Ahora comprendo mejor lo que sucede. La reina Elysa, después de todo, amaba mucho a su hija. Incluso mi hermano fue testigo de tan ferviente amor de una madre, llegando a cegar sus ojos. Enviare criados a que limpien este desastre, de mismo modo indagare acerca del robo.
Lady Decker se giró en círculo y se marchó por el umbral. Aliona atrapó a Cleissy en un abrazo.
—Shhh. Ya pasó.
—Odio todo esto. Odio a Freya. Ella solo se aprovecha de mi hermano.
Aliona secó las lágrimas de impotencia de los ojos cenizas de Cleissy y la llevó al borde de la cama.
—A mí también me molesta, mi lady. Me duele ver como la reina Evyanna es olvidada tan rápidamente. Siempre fue amable conmigo —dijo con tristeza y se apresuró a añadir—: Su tía no sabe nada. Esos rumores acerca de que es una bastarda de la reina Elysa solo sirvieron para el deseo egoísta de un puñado de lores que querían que sus hijas fueran reinas. Era amada por el rey, su padre. Así que limpie esas lágrimas y demuestre de lo que está hecha la hija de Vikram Barlovento.
Los criados no tardaron en llegar y ordenar la habitación. Asimismo, prepararon una tina de agua caliente. Mientras le frotaban el cuerpo pensó como en menos de un año perdió a dos personas que amó. El dolor todavía se alojaba en el pecho de Cleissy.
—No quiero perder a nadie más —se dijo para sí—. No quiero perder a Callum.
Una vez terminado el baño, le pidió a Aliona que buscara un vestido simple, no permanecería mucho tiempo en el banquete.
Al tiempo que Aliona buscaba zapatos, Cleissy caminó a la ventana, las puntas de sus dedos acariciaron el cristal roto. La noche había caído, unos cuantos truenos retumbaban en las lejanías, quizás llovería en esos días. El crujido de las ramas la sobresaltó.
Un par de antorchas iluminaban la zona. El corazón de Cleissy le dio un vuelco cuando vio una sombra oscura y espesa que se materializaba en un hombre pálido como las nubes. Sus ojos se encontraron y una desesperada sensación de odio se apoderó de ella.
El desconocido le obsequió una mirada intrigante.
—¡Listo! Estas zapatillas servirán para la noche.
Cleissy apartó la mirada por un segundo, Aliona la observaba con fijeza. Ella regresó la vista a las orillas del bosque, pero ya no había nada.
—¿Qué hay ese bosque que le genera tanta intriga? —preguntó la doncella con una sonrisa y manos a la cintura.
—Nada en especial —respondió. Cleissy se fijó en el color carmesí en los labios de Aliona y el vestido algo descubierto que llevaba; pero no comentó nada al respecto.
Ambas salieron del dormitorio y el ruido de la música y risas llegó a sus oídos de inmediato. En el gran salón el olor a licor las golpeó. Cleissy buscó entre la multitud de invitados a Callum, lo encontró sentado en una mesa rectangular en el fondo, él charlaba alegres con lord Norfolk entretanto Ser Fabien, un caballero de la guardia real, al lado de Callum se divertía con la conversación. Lady Myrell y su hija hablaban con tía Ana.
—Vendré por usted en un par de horas.
Cleissy le sujetó el brazo.
—De eso nada, no puedes dejarme sola con ellas.
—No es correcto.
—Eres mi dama.
—El rey se molestará.
—Pues nos sentaremos en otro lugar.
Cleissy y Aliona se sentaron en la mesa más cercana. Charlaron por horas. Era la primera vez que la princesa tomaba cerveza, era caliente y amarga, pero disfrutó del sabor, aunque más tarde comenzó a sentirse levemente mareada. Pasado la media noche, Callum se acercó a ella, su mandíbula estaba tensa. Aliona se había perdido de su vista hacía rato.
Algunos soldados borrachos hicieron reverencias torpes al pasar a su lado.
—Es hora de ir a la cama —aseveró él.
—Yo no quiero irme —protestó Cleissy y soltó una risita.
Callum resopló. Echó una ojeada por el entorno, pronto le sujetó del brazo. Marcharon fuera, con Callum y Ser Fabien y otro guardia pisándoles los talones. Pese a estar borracha, Cleissy atisbó la figura de Aliona que avanzaba por el pasillo continuo al salón donde se llevaba a cabo el banquete, estaba despeinada y el color carmín de los labios lo tenía algo embarrado.
—¿Cómo pudiste dejar a mi hermana sola mientras esta ebria? —espetó Callum a Aliona.
—Yo... Majestad...
—¡Mujer, enserio te gusta provocarme!
—No te metas con ella —dijo Cleissy y se tambaleó—. Yo le pedí que buscara algo —hipó.
—Majestad, no se altere —Freya, quien al parecer los siguió después de que abandonaran el salón, trató de tranquilizarlo—. Estoy segura de que lady Aliona no quiso alejarse de la princesa.
Su voz hizo que la sangre de Cleissy hirviera. Lady Decker también se acercó a ver qué ocurría.
—¡Tú no te metas! Esto no te concierne —gruñó.
Freya se sobresaltó. A Cleissy le pareció oír a su tía Ana decir algo como «¡Que muchacha tan maleducada! Es una vergüenza».
—¡Cleissy! —Callum la miró anonadado.
Apretó los puños.
—Desearía que estuvieras muerto y no mi padre —gritó a todo pulmón—. Él nunca reemplazó a mi madre por otra.
Al momento de decirlo, se arrepintió. La mirada de Callum se derrumbó. Cleissy sucumbió ante la culpa. Dio la vuelta y corrió lo más lejos de ahí.
—¡Princesa! —era la voz de Aliona, pero decidió ignorarla. Cleissy se encerró en su dormitorio y se tumbó en la cama hasta el siguiente día.
La noticia acerca de la discusión del rey y su hermana se había dispersado por todo el castillo. Cleissy no salió del dormitorio en todo el día, de modo que pasó el resto de la tarde sumergida en su cuaderno de dibujo, intentando ignorar el remordimiento que le atravesaba. A la hora de la cena alguien tocó su puerta.
—Adelante —dijo sin despegar la vista de los bocetos sin forma.
Afuera caían fuertes chubascos.
—¿Podemos hablar?
Cleissy se sobresaltó al escuchar la voz de Callum, se levantó del piso y afirmó en un suave gesto. Él pareció respirar aliviado. Callum le indicó que tomara asiento en uno de los muebles.
Por un momento pensó que se quedarían ahí sin decir una palabra, pero después de unos largos minutos Callum se aclaró la garganta y antes de que dijera algo ella se apresuró hablar:
—Lo siento —dijo en medio de un sollozo—. No quería decir esas cosas, de verdad. Yo no quiero que mueras.
Callum no dudo en estrecharla contra su pecho, besó su cabeza y acarició su cabello.
—Lo sé. Lo sé, pequeña.
—No me gusta verte con ella. No quiero que estés con ella —dijo Cleissy con decisión.
—Todavía eres muy joven para comprender algunas cosas. Freya me ayuda a olvidar el dolor en mi corazón. Cada vez que pienso Evy es como una flecha en mi pecho. Ella me consuela, Cleissy.
Cleissy no necesitó que alguien le dijera que clase de consuelo le ofreció, sin embargo, sintió que no era suficiente. Hice a un lado su cabeza del pecho robusto y lo miró esos ojos idénticos a los de su padre y abuela.
—Ahora soy rey, los juegos de niños quedaron atrás —comentó.
—Supongo que debes estar feliz. Es lo que siempre soñaste. Un rey que no recibe órdenes y que hace lo que le plazca.
Él rio.
—Ese fue el sueño de un muchacho ingenuo, ahora soy un hombre. Veinticuatro años son suficientes experiencia para saber que ser rey significa ser el símbolo del país. Si él cae, todos lo hacen. Es un líder. Alguien al que seguirán, aunque eso signifique también morir. Un cargo de esta magnitud requiere sacrificios como grandes responsabilidades. Sin embargo, hay algo más grande que poseer el título de rey —sus labios se curvaron en una sonrisa genuina —y es ser tu hermano mayor. Si tuviera que elegir entre el trono o tú, no dudaría en elegirte, pequeña. Siempre te cuidare.
Oír aquello le produjo a Cleissy una gran felicidad y el enojo se disipó. Ella entendía que sus palabras venían arrastradas del dolor. Lady abuela siempre le habló de su hermano Eritz. Él y Callum eran inseparables; no obstante, murió cuando tenía siete años debido a una extraña fiebre. Su perdida marcó a la familia real, sin embargo, a los pocos meses nació la princesa y algunas sonrisas regresaron a ellos.
—No quiero más rabietas —Callum estudió el rostro de Cleissy como si buscara algo en él—. Mañana me iré de caza con los lores, mis primos y la guardia real. Permanecerás aquí con Freya, su madre y nuestra tía. Podrás salir del castillo con ellas y una vez que esté devuelta podremos visitar el jardín de Norvzova. Pedí que te trajeran la cena, lady Aliona vendrá en un rato.
Callum y sus señores marcharon rumbo a los bosques al alba. A media mañana, el grupo de mujeres visitaron diferentes lugares: la casa de la costurera, parques y las amigas aburridas de su tía Ana. El cuarto día recorrieron la plaza repleta de acróbatas y puestos itinerantes. Los soldados que les acompañaba las seguía de cerca en cada momento, estaban tan pegados a Cleissy que no le permitían caminar del todo bien. Se detuvieron en la tienda de un mercader, donde lady Myrell, lady Decker y sus hijas veían con fascinación un jaguar de telas traías desde Kuryev.
Cleissy haló la manga del vestido de Aliona y le hizo unas cuantas señas para escaparse.
—¿Cómo nos escapamos? —preguntó con discreción.
—No sé si sea buena idea, princesa. El rey se molestará conmigo.
—El rey está lejos y no volverá dentro de unos días.
Aliona y Cleissy echaron una ojeada al grupo. Entonces la gente empezó a precipitarse en su dirección gracias a un espectáculo de fuego que causó conmoción. Cleissy tomó la mano de Aliona y juntas se sumergieron entre el gentío sin ser descubiertas.
Unos soldados pasaron con gran velocidad a su lado, pero no se percataron de su presencia.
—¡Maldición! ¿Cómo pudiste perder de vista a la princesa, idiota? —gritó uno de ellos por encima del bullicio.
Cleissy observaba fascinada los distintos espectáculos. En una ocasión un malabarista subió a una silla de madera, lanzó varios aros al aire y los atrapó en un parpadeo; otro chico hizo una demostración de espadas, les prendió fuego y creó círculo de llamas.
—Aliona, vayamos a otro lugar. Todavía hay mucho que conocer.
Corrieron calle arriba. Decenas de hombres y mujeres se dirigía a la plaza con sus sombreros de copas y vestidos elegantes. Cleissy observó todo a su paso: las casas de dos niveles con alféizares repletos de rosas; el estrecho canal donde paseaban en botes; los carruajes con sus jinetes recorriendo las calles; las mujeres solían usar parasoles.
Un grupo de personas se reunió a bailar en el centro de un pequeño mercado. Cleissy miró suplicante a Aliona, ella se cruzó de brazos, pero accedió a la invitación. La princesa hizo una reverencia delicada, como le habían enseñado sus institutrices, Aliona tiró su cabello hacia atrás e imitó a Myrell Alfotch. Cleissy rio. La música reverberó por el lugar. La muchacha tomó las manos de Aliona y comenzaron una de las danzas típicas de Darkhir: La tre de Vatua. La princesa agarró la cintura de su doncella y sus cuerpos giraron al compás de la música. Rieron durante todo el baile.
Cuando dieron otra vuelta, Cleissy vio en la multitud a la sombra. «¿Qué es eso?», se preguntó. La nube de oscuridad empezó alejarse. Cleissy soltó a Aliona y corrió tras ella. Inexplicablemente se sentía atraída hacia aquella cosa. «Sígueme», dijo una voz masculina que venía de todas partes.
En el momento que salió del mar de cuerpos había desaparecido.
—¿Qué sucede? ¿Los soldados nos encontraron? —preguntó Aliona con la respiración agitada.
—No, es solo que...
—¿Princesa?
Princesa y doncella se giraron y un soldado se acercó a ellas. ¿Cómo las reconoció? Era un muchacho no mucho mayor que Cleissy, su cabello castaño estaba cubierto con su tricornio militar, aunque algunos mechones se escapaban del sombrero.
—Lo siento, soldado. Me ha confundido —nadie fuera del palacio y señores que lo visitaban conocía realmente su rostro.
Él alzó una ceja con diversión.
—No pueden andar sola por ahí, princesa, lady Aliona.
La cara de Aliona fue todo un poema, no esperó que el soldado la reconociera a ella también.
El muchacho las llevó de regreso con lady Myrell y tía Ana. Antes de irse, Cleissy echó un último vistazo al soldado, su cara le resultaba familiar.
Callum regresó a finales de agosto. Tía Ana no comentó nada acerca de la pequeña fuga gracias a que Cleissy dijo que se perdieron. Por otro lado, las pesadillas sobre de los gritos desgarradores y fuego regresaron. Algo se revolvía en las entrañas de Cleissy y cada noche despertaba empapada de sudor frío.
La mañana de la visita del jardín, Cleissy tuvo con una desagradable sensación en el vientre.
Ni Myrell ni lady Decker los acompañaron, lo cual fue un alivio, sin embargo, Freya estaba con ellos. Pese a que había recorrido parte de la ciudad, a Cleissy todavía le emocionaba contemplar sus calles y sus enormes mansiones.
El carruaje llegó al jardín antes de mediodía. Cleissy se ajustó la túnica y el sombrero, y salió despabilada.
—No muy lejos, Cleissy —advirtió Callum.
El jardín de Norvzova era enorme: los caminos pavimentados eran tan blancos que brillaban con el sol; abetos en punta se disponían a las orillas de cada carretera; el césped estaba recortado; además de que poseía ilustres diseños en espirales; en el centro había una piscina redonda, adornada con diamantes y algunos peces nadaban en ella.
Aliona y Cleissy anduvieron por una de las carreteras que las llevó a una piscina rectangular rodeada por un bosque de robles, los colibríes volaban alrededor de las copas y algunos pájaros carpinteros tamborileaban los árboles. Ella se tumbó en el césped y observó el cielo. Aliona se acomodó a su lado. Ambas permanecieron un rato tratando de adivinar las extrañas formas que adoptaban las nubes y sin darse cuenta nos quedaron dormidas.
La doncella zarandeó con suavidad el cuerpo de la princesa.
—Nos hemos quedado dormidas. Debemos regresar. No quiero otro sermón de su majestad acerca de mis descuidos.
Cleissy limpió las hojas de césped que se pegaron a su túnica y se puso de pie. Regresaron a la entrada, pero no había rastro de Callum o Freya.
—¿Dónde está su majestad? —inquirió a uno de los guardias.
—Su majestad pidió un momento a solas con lady Alfotch, princesa.
Cleissy dio la vuelta y regresó sobre sus pasos, sintiendo como su corazón galopaba furioso. Luego de caminar un buen rato, escuchó risitas detrás de una pared de arbustos, los atravesó sin hacer ruido y la imagen que vio le repugnó; Freya estaba apoyada de un árbol mientras Callum besaba su cuello y metía una de sus manos debajo de su falda. Ella lucía feliz y apasionada con el toqueteo del rey.
La alegría que se acumuló en su cuerpo por la visita al jardín de Norvzova se desvaneció, dejándole un sabor amargo. Cleissy se tomó el tiempo para estar a una distancia prudente y comenzó a llamar a su hermano. Segundos después, Callum caminó a ella con chulería. Freya marchaba a su lado, ruborizada.
De regreso al camino principal ella insistió en continuar por el camino de la piscina de diamantes. Cleissy se quedó atrás y una vez que pasaron al lado de la cúpula de agua, lanzó a Freya en ella. La mujer chapoteó y el vestido se le arruinó. Callum le tendió la mano y ella salió empapada.
—¿Estás bien? —preguntó Cleissy dócilmente.
Lady Alfotch entornó sus ojos en la princesa. Callum se quitó su capa y cubrió su cuerpo. Apenas su hermano ladeó unos segundos, Cleissy le obsequió a Freya una sonrisa burlona.
—Regresemos o lady Freya podría enfermarse, y eso sería una lástima —opinó la muchacha.
Entonces Callum la miró y solo dijo:
—Vamos.
Antes de irse a dormir, Cleissy y Aliona conversaron enfrente de la chimenea por horas. La lluvia cayó sobre la ciudad. Tras apagar las velas, la princesa se metió debajo de la sábana. Soñó con campanas e iglesias, vítores y aplausos; una boda. Callum y Evyanna se veían felices, pero luego de quitarse el velo el rostro de Freya fue revelado
Un rayo retumbó el cielo y Cleissy abrió sus ojos de un tirón. Sobresaltada, se fijó en una figura oscura sentada cerca de la chimenea. La misteriosa silueta se puso de pie y caminó hasta la orilla de la cama. Un relámpago desfiló por la estancia y se percató que era Evy la que estaba parada frente a ella.
Las palabras quedaron atrapadas en su garganta, nada salió de ella, ni siquiera un miserable jadeo. La voz de Evy habló con amabilidad.
—No tienes de que temer, Cleissy. Soy yo, Evy.
Cleissy estaba petrificada.
Otro rayo apareció y la muchacha notó como sus ojos de color avellanas fueron reemplazados por unas bóvedas oscuras, una red de venas negras se delineaba por su cara. Evyanna se sentó en el borde de mi cama y tocó su pie. El gesto se sintió tan real.
—Ves, soy yo.
—¿Cómo es que estás aquí? —preguntó con voz temblorosa luego de recuperarse del asombro—. Vi tu cuerpo.
—Cleissy, siempre he estado contigo. Como en los viejos tiempos.
Cleissy no sabía qué pesar. Quizás estaba delirando o se golpeó la cabeza en algún momento, pero de algo estaba segura, quería estrecharla una vez más en sus brazos.
—Te extrañé —las lágrimas perlaron las mejillas rosadas de Cleissy.
—Yo también —replicó Evy—. Pero no estoy aquí solo por ti. Tu hermano ha roto mi corazón, me ha reemplazado —dijo con voz queda.
—No es su culpa, Freya se ha aprovechado de él —musitó con repulsión.
—Ambos son culpables. Nunca esperé este tipo de traición por parte de él, yo lo amaba mucho.
Mirarla de ese modo hizo que el corazón de la princesa se estrujara.
—No llores, por favor. ¿Qué puedo hacer para que vuelvas a estar feliz?
Evyanna levantó la cabeza y acunó sus mejillas.
—Hay algo que quiero que hagas.
Cleissy asintió enérgicamente.
Evy abandonó la cama y encendió una lámpara de gas. Le ofreció un espejo de mano a Cleissy y le obligó a mirarlo, se colocó detrás de ella y pegó su cabeza a la suya. Sus ojos negros y venas oscuras eran hipnotizantes. Evy levantó un abre cartas.
—Cada noche lloro de dolor, Cleissy. Tu hermano y su amante fueron muy crueles conmigo —su voz mostraba tristeza, pero había algo más en ella—. ¿Acaso lo merezco?
La princesa negó.
—Necesitan aprender una lección.
La cabeza le daba vueltas, su cuerpo se sintió como si estuviera flotando y algo dentro de ella tomó el control. Cleissy agarró el abre cartas. Bajo la tenue luz su reflejo le devolvió una apariencia igual a la Evyanna.
—Estás molesta con él. Te hizo a un lado por esa mujer —susurró Evy a su oído, mas su voz era diferente—. Evy sufre. Debe recibir un castigo. Recuerda de las cosas que te ha privado, las veces que te ha lastimado en este tiempo.
Cleissy permitió que la ira tomara el control de ella, sujetó con fuerza la empuñadura y Evy sonrió. Salió de la cama y caminó descalza por los oscuros pasillos. Un par de guardias vigilaba la puerta del dormitorio de Callum. Cleissy rompió una de las ventanas del pasillo y ambos soldados se alejaron un poco para investigar. Ella se escabulló velozmente entre las sombras.
Callum dormía. La chimenea estaba encendía y su ropa esparcida por el piso junto a prendas de mujer. La princesa llevó el delgado cuchillo a su espalda y se aproximó despacio.
«Tu hermano ha roto mi corazón, me ha reemplazado». «Cada noche lloro de dolor...». «Necesita aprender una lección».
—Necesita aprender una lección —repitió.
Callum se movió en la cama y abrió los ojos con pesadez.
—¿Cleissy?
—Necesitas aprender una lección, hermano.
Él apretó los ojos, su mirada era una mezcla de somnolencia y asombro. Cleissy se le abalanzó encima y le dio una estocada en el abdomen. Ella se preparaba para darle otra cuchillada, pero Callum sujetó su brazo con fuerza. La muchacha chilló de rabia. Freya entró al dormitorio con agua, al observar lo que sucedía lanzó un grito y la jarra cayó en un ruido sordo. Callum se distrajo unos segundos, fue entonces que Cleissy aprovechó el momento y enterró el cuchillo una vez más.
Callum jadeó de dolor.
Freya gritó por ayuda y al instante Cleissy sintió como unos fuertes brazos tiraron de ella, luchó por liberarse y en el forcejeo su cabeza golpeó la pared. La sensación de flotar se desvaneció y volvió en sí. Freya se acercó a Callum. Cleissy se estremecía. Enseguida se percató de la sangre en sus manos y no tardó en tirar al piso la pequeña daga.
Rudolf entró en el dormitorio y observó atónito al rey ensangrentado en la cama.
—¡Un Sanador! ¡Rápido! —vociferó a uno de sus guardias—. ¿Qué sucedió aquí?
—Ella lo hizo —declaró Freya—. Atacó al rey mientras dormía.
Rudolf se pasó la mano por el cabello, exasperado.
—Enciérrala en su dormitorio —ordenó.
Mientras Cleissy era arrastrada por el pasillo se preguntó qué pasó.
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