Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capitulo dos

Destino de nacimiento

El sudor perlaba su cuerpo y, por fin, sentía que había entrado en calor. 

El fuego ardía con vigor en el interior de su tienda desde el mismo momento que se estableciesen en el valle una semana atrás, pero si no hacía ejercicio no se sentía completamente caliente. No le gustaba nada aquella parte del continente de Nasak. El reino de los Hombres era siempre muy frío, incluso en verano y no quería imaginar como sería pasar allí el invierno. 

En Arakxis apenas si nevaba en invierno, pero en Senara era un no parar y por eso las casas tenían unos grandes techos inclinados de pizarra para que la nieve no se amontonase y derrumbase la estructura a causa del peso.

En su tierra no había aquellos problemas y mucho menos tenía que encender un fuego en pleno verano para no helarse. 

Suspiró mientras el sudor se escurría por su piel bronceada y tensada al flexionar su abdomen y su espalda. ¿Cuántas flexiones le quedaban para las mil quinientas del día? Por todos los diablos, no había siquiera empezado a contarlas.

Por el rabillo del ojo, vio una sombra en la entrada de tela de su tienda - esperando su permiso para poder entrar - y se detuvo con la espalda erguida sin bajarla al suelo y terminar la flexión. Bajó las manos de tras su cabeza y dijo con el sudor bajando por su frente:

- Adelante.

Patrexs entró en su tienda con su sonrisa bonachona en los labios seguido de Hoïen con su típica cara de vinagre. Al ver a sus dos mejores amigos y compañeros de armas, Varel se puso en pie y fue a lavarse el sudor de su torso desnudo con una toalla y agua perfumada de su palangana.

- ¿Incluso en el día de tu boda vas a hacer flexiones? Chico; mas vale que te guardes las energías para otro ejercicio más placentero. 

Varel le dedicó a Patrexs una mirada furibunda antes de pasarse la toalla por el rostro y perder la visión de su amigo por unos instantes.

Patrexs - al igual que Hoïen - tenía veintiocho años - tres más que él - y era alto, esbelto y de piel clara. Su cabello rubio era ondulado y le llegaba a la altura de los hombros. Su rostro era fino y alargado y sus ojos rasgados eran de color miel.

Hoïen en cambio era lo opuesto. Él guerrero era el más alto de toda su raza y a pesar de ser esbelto, tenía una gran masa muscular en brazos y piernas. Su rostro era ancho y fino y llevaba el cabello corto y, terriblemente negro como la noche, peinado en punta. Sus ojos rasgados eran algo pequeños y eran de color rojo rubí.

El príncipe dejó la toalla a un lado y se fijó mejor en la vestimenta de sus compañeros de armas. Llevaban puestas sus armaduras ceremoniales decoradas con infinidad de gemas y piedras preciosas entretejidas como si fuesen escamas de dragón. La armadura de Patrexs era dorada y la de Hoïen roja. También portaban sus dos capas de piel y las garras y los pendientes a juego.

Demasiado bien vestidos - se dijo - esto no pinta bien.

- Estáis muy elegantes ¿no?

- Casi es mediodía - le dijo Patrexs jovialmente. El príncipe frunció el ceño y sintió como le comenzaba a hervir la sangre.

- Tú también deberías vestirte apropiadamente.

Varel caminó hasta su diván y se sentó con las piernas separadas y los codos apoyados en sus muslos. Fijó sus ojos de distinto color en sus manos entrelazadas.

- No pienso moverme de ésta maldita tienda y no voy a desposarme con nadie - dijo entre dientes pero de forma muy clara.

Sus dos amigos se miraron con preocupación sin que él se percatara de ello. Sabían el motivo de su testarudez al no querer obedecer a su padre, pero también sabían que el motivo de Riswan era tan o más poderoso que el del príncipe heredero.

Hoïen dio unos pasos hacia adelante y colocó su mano engalanada con su garra de obsidiana en el hombro desnudo de Varel obligando a éste a que alzara la cabeza.

- Entiendo tu rabia, pero conocías las consecuencias de tus actos. Riswan hizo lo que debía hacer por el bien de todos nosotros. Solo la muerte puede romper un intercambio de sangre.

- Era mi prometida - dijo conteniendo el tropel de sentimientos que comenzaban a martillearle el alma -. Yo la quería.

- Pero no era la elegida - intervino Patrexs con voz sentida y comprensiva.  

- Exactamente.

Los tres se giraron al unísono y vieron aparecer en la tienda la arrolladora y vigorosa figura madura del rey Riswan. 

El soberano de los Hijos del Dragón - ataviado con su armadura plateada con centenares de diamantes y reflejos violeta- taladró a su primogénito con una mirada de desaprobación. Lo contempló en silencio y el aire de la tienda pareció espesarse como si hubiese un torrente de humedad almacenada allí dentro.

- Dejadme a solas con mi hijo - ordenó con su atronadora voz.

Patrexs y Hoïen hicieron una reverencia antes de marcharse y una vez en la tela que hacía de puerta de la tienda, miraron a su príncipe y él supo lo que querían decirle con esa mirada: tienes que cumplir con tu destino.

Y un excremento de vaca.

- Levántate - le ordenó su padre nada más salir sus dos mejores amigos de su tienda.

Varel se levantó cuan largo era y se plantó frente a su padre. Rey y príncipe sin miraron a los ojos sin parpadear hasta que Riswan golpeó a su hijo fuertemente en la mejilla. La cabeza de Varel se precipitó con rapidez hacia la izquierda y contempló el rostro encendido de su padre por su ojo derecho azul celeste.

- Vístete - dijo Riswan dándole una segunda orden.

- No - contestó él sin alzar la voz.

Su padre volvió a abofetearle y esta vez su cabeza fue hacia la derecha y Varel le miró con odio desde su ojo izquierdo marrón como la tierra. El príncipe se pasó la mano por la cara sintiendo las mejillas en carne viva - por solo un ínfimo instante - pero no cambió su fría expresión del rostro.

- Vístete - repitió el rey.

- No - volvió a decir él.

Los ojos azul violeta de su padre echaron chispas.  

- Desde que fuiste capaz de comprender el peso de tu destino, te dije que algún día te casarías con una princesa del reino de los Hombres. Tú habías sido bendecido con el signo del dragón, un ojo de cada color, un hecho claro de Urano que nos daba una segunda oportunidad después de que a mi abuelo Gratén se le denegara la mano de la princesa Sadella en el pasado. 

>> El destino a querido que se vuelva a repetir el fenómeno de hace ochenta años y no voy a permitir que lo eches todo a perder por haberme desobedecido y encaprichado de una mujer.

Varel no dijo nada. Se mantuvo en un silencio sepulcral mientras sentía como la ira amenazaba con manifestarse. ¿Capricho? ¿Cómo se atrevía a decir que lo que había sentido por Kirla había sido un capricho? ¿Es que acaso su todopoderoso padre era capaz de penetrar en el corazón de las personas? ¿Qué sabía él de lo que sentía aún por ella? 

Él había querido muchísimo a Kirla, tanto que aún no había superado su pérdida y eso que hacía ya cuatro años de su muerte. Puede que jamás se recuperase de haber visto como Riswan la mataba frente a él para romper el compromiso que ellos dos había hecho en secreto.

Los Hijos del Dragón solo se casaban una vez en la vida. 

Cuando sentían que habían encontrado a la persona amada o una afín a su alma, se prometían haciendo una ceremonia - o ritual - en el que ofrecían al otro beber de su propia sangre. Esta ceremonia se la llamaba el intercambio de sangre. 

En ocasiones, aún era capaz de recordar el sabor a hierro y sal de la sangre de Kirla y más aún recordaba el extremo olor de su sangre derramada cuando su cabeza rodó de su níveo cuello al suelo del Palacio de Silex.

Rememoró como acabó llegando hasta sus pies y como sus ojos oscuros como el chocolate miraban lechosos la nada.

Vomitó, no pudo evitarlo. Se echó a un lado del salón del trono y vomitó en el suelo de cristal brillante. Después se echó a un lado y pasaron varios días hasta que recobró la cordura y el raciocinio; dejando de ser una mera carcasa vacía. Su hermano se había ocupado de todas sus obligaciones en su nombre y había realizado muy bien su tarea. 

Cuando su padre fue a verle después de su vuelta del mundo de la locura y el dolor, solo le dijo:

- Ojalá tu hermano fuese el elegido. Él no me habría decepcionado y traicionado de este modo. ¿Sabes lo que has provocado? Que haya rebeldes entre los nuestros. ¿No tenías suficiente con la gran guerra?

¿Qué había esperado Riswan? ¿Qué los familiares y amigos de Kirla siguiesen teniéndole devoción después de aquel asesinato cruel? Si había alguna tara irreparable en su raza, era el rencor y la sed de venganza.

Los Hijos del Dragón no olvidaban y pocas veces perdonaban.

Al fin y al cabo, fue Gratén quien empezó la guerra.

Pero su padre se ocupó de los rebeldes expulsándolos a los Bosques Sombríos - una tierra maldita - mientras él se marchaba hacia Senara.

Allí fue donde ocupó todo su tiempo. 

Junto con sus amigos, Varel había partido al frente y había luchado contra la raza de los Hombres sin descanso dispuesto a descargar todo su dolor en cada golpe. Así era la guerra, una sucesión de muerte sin fin. ¿Qué importaba quien fuese el verdugo? Aunque él solo deseó matar a una sola persona.

Y aún lo deseaba.

- ¿De quién eres Hijo Varel?

El príncipe sintió como su sangre caliente le recorría cada una de las venas de su cuerpo. Por mucho que lo deseara no podía negar quien era.

- Del Dragón. - Su padre asintió. 

- Naciste con un solo propósito Varel, que no se te olvide nunca - prosiguió Riswan -. Tu destino ya estaba escrito antes de que nacieras. 

Lo sabía.

En realidad su bisabuelo había sido el escogido de Urano y Gea para aquel gran propósito, pero por el odio de Lender y la prematura muerte de Sadella, ahora aquel peso caía sobre sus hombros.

Él era el nuevo elegido para revivir la raza de los dragones junto a la princesa Criselda.

Aquel era el motivo por el cual debía casarse.

El motivo de su nacimiento y el de la princesa.

Unos estrepitosos sonidos de las espuelas de sus grandes caballos orequs, retumbaron por todo el campamento y los hombres y mujeres comenzaron a hablar llenos de agitación y de curiosidad. Xeral estaba a punto de llegar con su futura esposa.

- Vístete para la ceremonia del intercambio de sangre - volvió a ordenar el rey -. Tú hermano está a punto de llegar.

Haciendo ondear su capa blanca como la cal, Riswan abandonó la tienda y el príncipe se quedó solo. Se refrescó las mejillas enrojecidas y se acercó a su espléndida armadura azul limpia y brillante. La contempló unos momentos y comenzó a vestirse.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro