
Capitulo 14: La Fortaleza
Observó la luz del amanecer adentrándose por el balcón, sentada en la alfombra, con la espalda apoyada en la cama, las rodillas recogidas contra su pecho y sus manos abrazándolas.
Así había permanecido toda la noche, esperando.
Se engañaría si no dijera que esperando que Kirk entrara por la puerta de la habitación, que se sentara a su lado y tomara su mano. Que estuviera a su lado.
Pero eso no había pasado y no podía culparle.
Se había marchado, después de su conversación Kirk había cogido un caballo y sabia que no se equivocaba al suponer que había regresado a su casa, al Ducado.
Era su culpa, él solo había necesitado escapar, escapar de la nueva vida a la que ella le había sometido, sin su permiso. Quizás el tuviera razón y esa parte de ella, la parte de Lady Lancaster, que disponía y ordenaba, que manipulaba todo a su ordenador para convertir a los hombres que entrenaban en sus tierras en los mejores, se había entrometido en la Elsepth libre y divertida que le gustaba ser alejada de todo aquello.
Ahora tenía que solucionar los problemas que ella misma había causado y enfrentarse a esas miradas. Como la mirada que sus tíos, el rey y la reina le habían dedicado cuando había contado todo lo ocurrido. Pidió perdón, perdón por engañar a todos y por forzar esta situación.
Y mentiría si no dijera que se sorprendió cuando Robert la abrazó y le dijo que todo tenia solución, que esperara un tiempo. "A veces no vemos lo que tenemos hasta que lo perdemos"
Cerró los ojos con fuerza y cuando los abrió, fijo la vista en el balcón, viendo la luz de un nuevo día. La señal de que había llegado el momento.
Se incorporó y miro a su alrededor, viendo los baúles preparados, sus ojos se posaron en la cama, donde el vestido descansaba. Lo tomó y se dirigió al biombo de madera para cambiarse.
Media hora después, observaba su reflejo en el espejo, con el vestido, perfectamente peinada y arreglada. Unos golpes en la puerta la hicieron girarse para ver al mayordomo abrir y asintiendo, dar paso a los hombres que comenzaron a cargar los baúles.
-El carruaje está listo señora -el hombre inclinó la cabeza levemente.
-Gracias -asintió y miró entonces a la mesa donde había dejado la carta. Extendió la mano y la tomó, se giró y salió de la habitación. No pudo evitar volver a mirar al interior, a esa cama en la que habían compartido tantos momentos. Y entonces cerró las puertas rápidamente y se giró apoyándose en ellas. Sintió las lagrimas pinchando sus ojos y se forzó a retenerlas a no dejar caer ni una sola.
No tenía derecho, no tenía derecho a echar de menos algo que nunca había sido real, algo que nunca había existido. Todo era mentira.
Inspiró aire profundamente y caminó por los pasillos de palacio, hasta llegar a las escaleras que bajó viendo como Charles y Constance salían por el pasillo lateral mirandola.
-¿Donde vas? -Charles caminó hacia ella mirandola preocupado.
-Es hora de que Lady Lancaster regrese a casa -ella le miró, sonriendo levemente. Despues se incorporó hacia él y depositó un beso en su mejilla, al tiempo que dejaba la carta en sus manos -¿Puedes hacer que le llegue a Kirk por favor?
-Elsepth...-el miró la carta y de nuevo a ella.
-Todo está bien -asintió y después caminó hacia la puerta parando ante su hermana y mirandola. -Supongo que nos veremos pronto. Te los enviare cuando estén listos.
-Aprovecha para venir con ellos -Constance la miró a los ojos -Quiero mostrarte algo.
Y Elsepth asintió y abrazó a su hermana, para después apartarse y salir de palacio, cerrando la puerta tras ella.
-Dámela -Constance extendió la mano hacia Charles, que la miró dudando y finalmente se la entrego -Pide que me preparen los caballos y escolta, por favor. -y se giró y subió las escaleras.
Charles la observó y sonrió levemente.
Cuando el carruaje con el escudo Lancaster se adentró en el Obispado, los guardias no pusieron impedimento alguno, a pesar de no haber concertado un vista.
Elsepth bajó del carruaje y asintió al cardenal que la recibió y la guío por los pasillos, hasta llegar a la sala de audiencia, donde el Obispo la esperaba con el ceño fruncido.
-¿Ha ocurrido algo Lady Lancaster? -se incorporó en su asiento.
-No, su eminencia -se inclinó ante él -Vuestro nuevos guardias están siguiendo su entrenamiento perfectamente.
-¿Entonces? -la observó fijamente.
-Vengo a pediros un favor personal -y ella le miró con decisión -La nulidad de mi matrimonio.
-Pero ... os acabáis de casar -frunció el ceño -Ademas, su majestad debe ser quien mande esa petición.
-Por eso yo os lo pido a vos, no hay necesidad de mezclar a mi tío en esto -caminó hacia el -Y se que necesitáis un motivo para concederla. Nuestro matrimonio no funciona, Kirk y yo no nos entendemos y no se ha consumado. -inspiró aire profundamente -Es mi culpa. Yo no le permito tocarme.
El Obispo la miró durante unos segundos en silenció y finalmente suspiró, acercándose a ella y tomando su mano.
-¿Estáis segura? -la miró a los ojos -¿Estáis segura de lo que me estáis solicitando?
-Lo estoy -asintió.
-Muy bien -y él suspiró -Iniciare el papeleo y os hare llegar la resolución final de la anulación. Pero sabéis que necesitaremos el sello Real.
-Eso no será problema, haced llegar la documentación y su majestad la admitirá -se inclinó suavemente ante él -Gracias eminencia. Ahora si me disculpáis, he de regresar a casa. Tengo plazos con los que cumplir.
-Y nunca os retrasáis -el Obispo asintió y sonrió levemente viéndola alejarse. Despues alzó la mano llamando a su mayordomo -Concreta una vista con el rey. Dile que es un asunto importante.
-Si señor -y el hombre se inclinó y salió de la sala.
Y Elsepth Algart, Lady Lancaster, ingresó de nuevo a su carruaje y se alejó la capital del reino, dirigiéndose de nuevo al que era su hogar, su hogar en cierta forma secreto, pues aunque se sabía de las tierras de cultivo de Lady Lancaster, nadie suponía que la vida allí era totalmente distinta.
Una vida que a ella le gustaba, o por lo menos en parte. Pues durante años había vivido dos vidas, dos vidas diferente. Lady Lancaster, dirigiendo el entrenamiento y preparación de miles de hombres y Elsepth Algart, la dulce y loca sobrina del rey que se divertía y saltaba las normas en palacio y el Condado.
Quizás le habían permitido ser así, porque quienes la conocían sabían que necesitaba ser libre fuera de su deber, quizás era una forma de permitirle alejarse de las obligaciones, de dejar de ser perfecta y simplemente ser ella.
En estos día junto a Kirk, había imaginado como podría cambiar todo, teniendo alguien con quien compartir, el deber, la obligación, pero también alguien como ella, que la ayudara a ser feliz y libre dentro de su deber.
Cuando el carruaje frenó supo que se estaba adentrando en sus tierras y se inclinó sobre la ventana de la puertezuela, viendo los campos de cultivos y a los aldeanos saludándola. Sonrió a los niños que corrían junto al carruaje y observó el castillo, con la muralla que le rodeaba, una pequeña muralla que en la parte trasera se convertía en una de las murallas más altas y extensa que había en el país.
Lo mejor para esconder los grandes campos de entrenamiento y la extensión de barracones en las que se alojaban todos los soldados, las caballerizas, campos de lucha. Una autentica fortaleza de entrenamiento, escondida tras un castillo rodeado de un jardín.
El carruaje paró y la puerta se abrió, apareciendo el rostro de su mayordomo sorprendido.
-Señora, no la esperábamos tan pronto-el hombre le tendió la mano y la ayudo a bajar.
-Gracias Alfred -asintió al hombre y retiró los guantes de sus manos -¿Todo bien?
-Eh, si señora -el hombre miró al interior del carruaje y frunció el ceño -¿El señor?
-No hay señor -y ella le entregó los guantes -Que coloquen toda mi ropa por favor -y se alejó rodeando el castillo y atravesando el patio lateral para ingresar al gran patio que daba a la fortaleza.
Los hombres que estaban entrenando el patio, la miraron y se inclinaron saludándola, ella asintió, mirando después al grupo que entraba corriendo en el patio, respirando agitados y finamente se derrumbaban en el suelo. Sonrió dirigiéndose al gran arco por el que ellos acababan de entrar y una vez lo cruzó, se paró observando.
El campo de tiro estaba ocupado por un grupo, entrenando con los arcos, mientras el que les entrenaba gritaba para que dispararan. Al otro lado, varios soldados peleaban con espadas, mientras que frete a ellos otros lo hacían con hachas. En el fondo un vigilante tomaba los datos de la carrera de obstáculos con caballos, mientras en el campo a su lado, varios hombres se arrastraban por el barro.
-¡Doscientas flexiones! ¡Ya! -escuchó el grito y giró el rostro, para observar como el grupo de quince hombres se disponía a cumplir la orden, mientras el hombre mayor que les observaba se cruzaba de brazos.
Sonriendo, se acercó a él parándose a su lado.
-¿Que han hecho ahora? -preguntó mirando como hacían las flexiones.
-Han llegado tarde al entrenamiento porque anoche escaparon a la aldea a beber a la cantina -él respondió sin mirarla.
-¿Había algo importante que celebrar? -y Elsepth preguntó mirándoles fijamente -¡Quizás queríais celebrar que solo os queda una semana para terminar vuestro entrenamiento y que después la vida del Obispo dependerá de vosotros! ¡O quizás que no pudisteis completar vuestro entrenamiento y habéis tenido que regresar a casa con la cabeza escondida entre las piernas!
-¡Vista al suelo! -el entrenador gritó cuando uno levanto levemente el rostro -¡Seguid con las flexiones! -y miró al otro hombre que estaba junto a él y asintió, para después girarse y comenzar a caminar, con Elsepth a su lado -¿La cabeza entre las piernas? ¿No puedes usar tus propias frases que tienes que copiar las mías?
-Esa es precisamente la que me dijiste a mi -ella hablo caminando a su lado y mirándole de reojo con una sonrisa.
-Ah, sí, lo recuerdo -asintió pensativo -Al día siguiente de que te escaparas a la aldea para asistir a la feria que se había organizado.
-Y me pusiste a limpiar las cuadras, ademas de las flexiones -Elsepth frunció el ceño -¿Te has vuelto blando viejo?
-¿Blando? -dejó de caminar y la miró -¿Y el nuevo Lord?
-No hay Lord -y ella respondió mirándole fijamente.
-¿Estas escapando con la cabeza entre las piernas Elsepth? -le sostuvo la mirada.
-No. Estoy enfrentando y dejando de esconder la cabeza, Antoni -suspiró -Me equivoque y estoy tratando de arreglarlo.
-Lady -el alzó la mano y acaricio su mejilla -No necesitas un Lord para dirigir esto, lo has hecho durante años.
-Tienes razón -y ella sonrió levemente, alzando la mano y colocándola sobre la de él -Ademas te tengo a ti.
-Pero yo no durare eternamente -apartó la mano y suspiro -Ya estoy viejo para bregar con tantos muchachos.
-¿Tan mal fue en mi ausencia? -y ella comenzó a caminar
-Tienes los informes en tu mesa -caminó a su lado y se paró ante el arco que daba al castillo -Elsepth.
-¿Qué? -ella se giró para mirarle.
-Se que como tu mentor, te dije que esto era todo para ti, que tenías que protegerlo, que tenías que dirigir tu vida protegiéndolo. -suspiró -Pero como amigo, te digo. ¿Que es lo que tú quieres? Olvida todo lo demás y haz lo que necesites hacer para ser feliz.
-¿Y si esto me hace feliz? -ella miró a su alrededor.
-¿Lo suficiente? -y preguntó girándose y alejándose, caminando con la cojera que le caracterizaba.
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