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Prólogo

Observaba la preciosidad de aquellas tierras, el lugar más natural y salvaje que jamás había visto y le encantaba. Le fascinaban las Highlands, tanto como sus costumbres y sus gentes. O por lo menos casi todas sus gentes.

Se apoyo en la ventana, inclinándose hacia delante, consiguiendo la perfecta vista de todo el patio. Y alli abajo, estaba Lucien Bukchaman charlando y riendo con Javrik y Conan.


Corría por los pasillos del castillo Bukchaman, buscando a Brenda y Coira.

-¡Voy! -gritó corriendo y cuando giró una esquina choco con alguien, cayendo al suelo.

-¡Ay! -Lucien Bukchaman la miró, sentado en el suelo ante ella -¡Mira por dónde vas! -se levantó y la miró con el ceño fruncido -¿Que pasa princesita mimada? ¿Este suelo es demasiado sucio y salvaje para tus posaderas?

-Eres un bruto Lucien -se levanto sola con el ceño fruncido y se giró dándole la espalda e ignorándole.

-¿Vas a correr a decirle a papa que te has chocado conmigo?-Lucien la miró molesto.


Unos golpes en la puerta la trajeron de vuelta a su habitación, dejando atrás esos recuerdos de cuando eran niños. Se giró y vio a Thalia entrando con una sonrisa.

-Pero cuanto has crecido -camino hacia ella, parando cerca y tomando sus manos -Eres toda una señorita.

-Me alegro tanto de verte abuela -Clere la abrazo, aspirando su aroma y sintiendo la reconfortante sensación de estar entre sus brazos.

-Podrías venir más cariño -Thalia se aparto sin soltarla, mirandola con cariño -Ya sabes que esta es tu casa.

-Lo sé -ella asintió.

-¿Ya has ido a los establos? -Thalia enganchó su brazo al de ella guiándola hacia la puerta - Se que es tu lugar favorito y adoras los caballos que los Highlanders tenemos.

-Aun no tuve tiempo -Clere dudo unos segundos.

-¿Y a que esperas? -Thalia le sonrió -Ve cielo, aun queda un rato para la ceremonia.

-Si -y tomando su vestido, prácticamente corrió por el pasillo, frenando al ver a su padre en las escaleras. -Papa

-¿Donde vas? -Ewan miro a su hija con adoración.

-A los establos, quiero ver los caballos -Clere sonrió emocionada.

-Bien, pero no llegues tarde a la ceremonia -Ewan le guiñó el ojo y se apartó para que ella bajara las escaleras.

Siempre había adorado los establos de los MacClain y los Bukchaman. No eran elegantes como los del Ducado, pero tenían algo especial. Eran inmensos y sus caballos eran tan salvajes, tan imponentes. Lo que más amaba en el mundo Clere era montar a caballo y ver los ejemplares de los Bukchaman la hacía ansiar cabalgar en ellos por la inmensidad de aquellas verdes tierras.

Apoyo la mano en la puerta de madera en la entrada, mirando al interior con una sonrisa. Caminó despacio mirando cada cuadra, observando los caballos. Uno en especial llamó su atención, un precioso caballo negro que reconoció. Lo había visto cuando no era más que una cría, era el caballo de Lucien.

Acarició su hocico admirando el brillo de su pelo y con una sonrisa se apartó. Frunció el ceño al escuchar un sonido al fondo y caminó hacia alli. Cuando quiso asomarse al interior de una de las cuadras, una mano tomo su brazo y se vio arrastrada hacia la oscuridad. Quiso gritar pero sus labios quedaron sellados.

Sellados por otros labios. Un beso, un beso cargado de necesidad, de posesión. Se vio empujada contra la pared de la cuadra, mientras unas fuertes manos la tomaban de la cintura. Sintió la lengua jugando en su boca, los dientes mordisqueando sus labios y cuando al fin sintió su boca libre, no pudo hacer otra cosa que jadear. Cuando los labios descendieron besando su cuello y las manos levantando su vestido, acariciando sus piernas hasta llegar a su trasero, el cual apretó.

Abrió los ojos de golpe, intentando ver en la oscuridad. Giró el rostro para hablar y de nuevo sus labios fueron tomados, en esta ocasión con un beso más lento y pausado.

-¡¿Lucien?! -escuchar la voz de esa mujer y sentir la rigidez del cuerpo del hombre que la estaba besando, la hizo saber inmediatamente que se trataba de él. Se vió libre rápidamente.

-Tu no eres Martha -escuchó su voz, reclamándole. Y cuando fue a hablar, él le tapo la boca con la mano, pegándose de nuevo a su cuerpo. -Tranquila, no diré nada. Pero esperemos que se marche, que piense que no estoy. Y después cada uno nos iremos por nuestro lado y nunca comentaremos nada de esto. -Sintió el aliento de él en su mejilla, mientras su mano seguía presionando su boca. .-¿Trabajas en el castillo? ¿O en el mercado? -saber que la creía cualquiera de las sirvientas o aldeanas le hizo hervir la sangre. Con rabia movió la pierna, dándole una patada en sus partes, que le hizo jadear, apartándose y llevando las manos a sus partes.

-¡Eres un sinvergüenza Lucien Bukchaman! -y alzó la mano y le abofeteo.

-¡¿Clere?! -horrorizado el la observó marcharse con el rostro marcado por su mano y el dolor incrustado en su parte baja. 

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